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DIMENSIÓN ÉTICA DE LA PRÁCTICA FORMADORA

Asistimos ahora a una realidad que se desgrama y desmorona por todos lados, ya son los
políticos, los jueces, fiscales, docentes; en fin las autoridades, todos han practicado actos que
no son nada aceptados por la población; porque les falta ética, afirman en el pueblo. Pero, qué
es la ética, practicamos o desarrollamos la ética los maestros en las instituciones educativas,
sobre todo donde se forman maestros.

Martínez (2010), manifiesta que la ética es una concepción valorativa de la vida, que
pretende decirnos cuál debería ser el orden de prioridades en la convivencia humana; es decir,
cuál es la manera de vivir, diferenciar entre el bien y el mal.

Como docentes actuamos solos o con otros, pero movidos siempre por direcciones
valorativas que conscientes o inconscientes dan a nuestros actos pedagógicos un carácter.
Algunas veces esos actos tienen el carácter de ser actos buenos. Otras veces nos preocupa lo
que hemos hecho porque nuestros actos pueden tener una repercusión negativa para nosotros
mismos y para los estudiantes.

Frente a la crisis de valores que vive nuestra sociedad, le corresponde al docente utilizarlo
como una oportunidad para clarificar, enriquecer y profundizar el sentido positivo, y sobre todo,
imprescindible que tiene la dimensión ética del docente. Por ello, podemos afirmar que
corresponde desarrollar valores en tres aspectos: consigo mismo, con los demás y con el medio
ambiente; y en se expresan en los siguientes:

1. Libertad. Entendida como un derecho natural de la persona, sin importar la edad, sexo o
cualquier otra diferencia de cualquier índole. Orientar a los estudiantes que aprendan a
tomar mejores decisiones, buscar un lugar adecuado para estudiar, participar de manera
activa en el desarrollo del aprendizaje, llevar una vida congruente con la moral y la ética en
todo el quehacer profesional, buscar una educación de calidad.

2. Equidad. Entendida como un principio que reconoce a todos los miembros de la comunidad
educativa como ciudadanos con capacidades para cumplir sus deberes y reclamar sus
derechos.

3. Solidaridad. Entendida como la ayuda, el apoyo, la fraternidad y la empatía hacia quien


sufre un problema o se encuentra en una situación desafortunada, o hacia quien promueve
una causa valiosa. Es solidario quien hace suyas las situaciones, las necesidades y las
acciones de los demás. Se es solidario con un compañero o una compañera que no entendió
cómo se resuelve ciertos problemas académicos o de la vida.

4. Respeto activo. Es el valor que también se da en tres dimensiones: con uno mismo, con los
demás y con el medio ambiente. Significa valorar a los demás, acatar su autoridad y
considerar su dignidad. El respeto se acoge siempre a la verdad; no tolera bajo ninguna
circunstancia la mentira, y repugna la calumnia y el engaño.

5. Diálogo. El diálogo nunca puede faltar en todas las clases, cuando no está presente en el
aula, cuando se permite que este valor falte en la propia vida, se tiende a la institución al
aislamiento, empiezan a darse las relaciones superficiales que pronto llevan al docente y
estudiantes a una crisis, a una sensación de vacío y de poco o nulo entendimiento. Las
personas nos entendemos y avanzamos al dialogar, hablar, al llegar a acuerdos comunes
que permiten avanzar en concordia y en paz.

En conclusión, podemos afirmar que la dimensión ética del docente es la responsabilidad


que asume para diferenciar el bien y el mal, y conducirlos a los estudiantes por acciones
valorativas y expresivas de valores morales, recordando siempre que la ética no se enseña,
sino se practica.

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