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1 Juan 1:7-10

Continuamos hoy, estimado


oyente, nuestro estudio de la
Primera Epístola del Apóstol Juan,
y regresamos al capítulo 1.
Recordemos que después de
haber tenido una introducción a
este libro, nos encontramos en la
primera gran división de esta
carta, que abarca desde el
capítulo 1:1 hasta el capítulo 2:2,
y se titula "Dios es Luz". Después
de haber examinado el prólogo
(en los versículos 1 y 2), estamos
considerando la sección titulada
"Cómo los hijos amados pueden
tener comunión con Dios",
sección que finaliza al llegar al
capítulo 2:2.
El párrafo que estamos
considerando responde una de las
tres preguntas implicadas en el
título de esta sección, que ya
hemos citado, sobre cómo los
hijos pueden tener una relación
de comunión con Dios. Esta
primera respuesta es que
podemos tener esa comunión
"andando o viviendo en la luz de
Dios (en los versículos 4 al 7).
Tenemos que ser conscientes de
que hoy vivimos en un mundo que
está en rebelión contra el Dios
Todopoderoso. Dios es Santo, y
yo soy un pecador. Soy salvo por
la gracia de Dios, sí, pero ¿cómo
voy a tener comunión con Él?
¿Cómo voy a andar con Él?
Bueno, las personas han tratado
de hacer esto en tres formas
diferentes que se presentan aquí,
y dos de ellas están equivocadas.
El primer método es hacer
descender a Dios al nivel del ser
humano. Vamos a leer
nuevamente los versículos 6 y 7
de este primer capítulo:
"Si decimos que tenemos
comunión con él y andamos en
tinieblas, mentimos y no
practicamos la verdad. Pero si
andamos en luz, como él está en
luz, tenemos comunión unos con
otros y la sangre de Jesucristo, su
Hijo, nos limpia de todo pecado"
Con frecuencia oímos hablar del
pecado entre los cristianos. Pero
debemos tener en cuenta que si
usted va a caminar con Dios en el
sendero de la vida, ha de tener
que caminar en luz. Y si aparece
el pecado en su vida, usted no
estará recorriendo ese camino en
compañía y comunión con Dios.
Porque usted, como ser humano,
no puede hacer descender a Dios
a su nivel.
En nuestro programa anterior
destacamos la frase Si andamos
en luz, es decir, si vivimos en la
luz de la Palabra de Dios. Un
expositor Bíblico llamado Ironside
tenía una cierta confusión con
respecto a este versículo.
Observando que la limpieza por la
sangre depende de nuestro andar
en la luz, leía este versículo como
si dijera "Si andamos de acuerdo
con la luz, la sangre de Jesucristo,
su Hijo, nos limpia de todo
pecado". El pensaba que estas
palabras significaban que si él era
muy escrupuloso en obedecer
cada mandamiento de Dios,
entonces Dios lo limpiaría. Pero
entonces se dio cuenta de que
aquí no dice "si andamos de
acuerdo con la luz", sino que dice
"si andamos en la luz. Este
expositor al fin aprendió que lo
importante es donde andamos, y
no como andamos. ¿Nos hemos
acercado a la presencia de Dios y
hemos permitido que Su Palabra
brille sobre nuestros corazones
pecaminosos? Es posible andar en
la oscuridad, pensando que uno
está andando bien, que está en lo
correcto.
El Dr. J. Vernon McGee, autor de
estos estudios bíblicos, contaba
que después de un servicio
religioso el domingo por la
mañana, al comienzo de su
ministerio como Pastor, un
médico se acercó a él y le
preguntó si quería salir a cazar
ardillas, y el Dr. McGee le
contestó que le gustaría mucho
hacerlo. Así fue que este médico
le trajo una escopeta y salieron
juntos por la tarde, fueron a su
finca, y de allí salieron a cazar.
Caminaron a lo largo de un arroyo
y tuvieron una buena cacería. Al
fin, llegaron a una bifurcación en
el arroyo y el médico le dijo: "yo
iré por la bifurcación de la derecha
y usted vaya por la de la
izquierda. Le guiará alrededor de
la montaña y de regreso al
cobertizo de la finca. Allí nos
encontraremos". Mientras tanto,
parecía que iba a llover. Ya había
lloviznado una o dos veces y había
escampado. Cuando se
separaron, comenzó a lloviznar
otra vez. El Dr. McGee continuó
avanzando y dio la vuelta por la
zona que le había asignado su
amigo. Mientras caminaba, notó
que había algunas cuevas, así que
cuando comenzó a llover un poco
más fuerte, y el Dr. McGee pensó
que se iba a mojar, y entonces,
para evitarlo, se metió en una de
esas cuevas, en la más grande
que pudo encontrar. Mientras
estaba allí sentado en la oscuridad
por unos treinta minutos,
comenzó a sentir frío, y entonces
decidió encender una hoguera.
Así es que, recogió algunas hojas,
algunas ramas, y encendió el
fuego. Entonces miró a su
alrededor para ver lo que había
dentro de esa cueva. Y se dio
cuenta que no estaba solo. Nunca
se había encontrado en un lugar
donde hubiera tantas arañas y
lagartijas, como las que había en
esa cueva. Y en un rincón se
encontraba una serpiente
enroscada y lo estaba mirando. El
Dr. McGee, por supuesto, salió
rápidamente de ese lugar, aunque
todavía estaba lloviendo y se
mojó bastante; pero no estaba
dispuesto a regresar otra vez a
esa cueva. El caso fue que él
estuvo cómodamente sentado en
esa cueva por treinta minutos
cuando estaba en la oscuridad;
pero cuando hubo luz, él pudo
darse cuenta de lo que realmente
había allí, porque pudo mirar a su
alrededor.
Así hemos visto que el Profesor
McGee estaba cómodamente
sentado en la oscuridad, pero
cuando la luz de la hoguera reveló
lo que había en la cueva, ya no se
pudo sentir cómodo en aquel
lugar. De la misma manera, en
todas partes hay multitudes de
personas que se sientan
cómodamente en iglesias los
domingos por la mañana, pero no
están escuchando la Palabra de
Dios. En consecuencia, se
encuentran como sentadas en la
oscuridad, escuchando alguna
disertación interesante, con datos
económicos, sociológicos o
políticos, o sobre cómo vivir una
vida de mayor calidad, y sobre
como esforzarse en todo para que
salga lo mejor posible. Esas
personas se sienten cómodas,
tranquilas. Pero si por un
momento pudieran exponerse a la
luz de la Palabra de Dios, verían
que son pecadoras, y que no
pueden hacer descender a Dios a
su nivel humano. En nuestro
pasaje, el apóstol Juan dijo que si
una persona dice que está
teniendo comunión con Dios, pero
está viviendo en el pecado, esa
persona está mintiendo.
Ahora, hay que reconocer que
estamos viviendo en tiempos en
los que las normas morales están
cambiando drásticamente, o se
interpretan con la máxima
flexibilidad. Las personas
racionalizan sus pecados e
intentan justificar o disculparlos,
pero no pueden hacer que Dios
descienda a su nivel. Si un
individuo está viviendo controlado
por el pecado, Dios no tendrá una
relación de comunión y
compañerismo con él. Si alguien
piensa de otra manera, se estará
engañando a sí mismo, o usando
un recurso o estratagema
psicológica para adoptar una
fachada ante los demás. Muchos
de nuestros complejos están
centrados en este punto. Este tipo
de actitudes conduce a la
hipocresía, y podemos
encontrarnos con cristianos que
profesen tener una relación de
compañerismo con Dios, mientras
al mismo tiempo, estén viviendo
en oscuridad espiritual. El apóstol
Juan dijo que tales personas
estaban mintiendo.
Ahora, supongamos que usted es
un hijo de Dios y está viviendo
bajo el control del pecado - pero
es consciente de ello a la luz de la
Palabra de Dios, ¿Quiere esto
decir que ha perdido usted su
salvación? Cuando la luz de mi
despacho revela una mancha de
suciedad en mi mano, voy a
lavármela. Y el apóstol Juan dijo:
y la sangre de Jesucristo, su Hijo,
nos limpia de todo pecado. En
este versículo, la palabra para
"limpiar" está en el tiempo
presente - la sangre de Cristo
simplemente continúa
limpiándonos de todo pecado.
Usted no ha perdido su salvación,
pero sí ha perdido su relación de
comunión y compañerismo con
Dios hasta que se haya limpiado.
Es que el apóstol Juan estaba
hablando sobre una verdad
familiar. Y la verdad familiar es
importante. Si usted está incluido
en la familia de Dios y tiene
pecado en su vida, Dios no va a
tratarle como a un pecador que se
encuentra desligado de Cristo. El
va a tratarlo como a un hijo
desobediente. Él le apartará a un
lado para disciplinarlo.
Recordemos que El hizo pasar al
rey David por dificultades y
sufrimientos. Con toda seguridad,
Ananías y Safira, registrados en el
libro de los Hechos, no pudieron
evitar el más grave de todos los
castigos. Estimado oyente,
nuestro intento de hacer
descender a Dios a nuestro nivel
humano simplemente no
funcionará. Sin embargo, éste es
un método que con frecuencia se
usa como un intento de llenar el
vacío que existe entre un Dios
santo y un hombre pecador.
Llegamos ahora a otro párrafo
que hemos titulado
Confesar el pecado
Otro método que se usa, también
con frecuencia, consiste en un
intento de elevar al hombre al
nivel de Dios. Se dice que el
hombre ha alcanzado una
perfección exenta de pecado y
que está viviendo en ese elevado
nivel. Bueno, veremos ahora que
el apóstol Juan trató ese enfoque
del problema. Escuchemos lo que
escribió leyendo el versículo 8 de
este primer capítulo:
"Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a
nosotros mismos y la verdad no
está en nosotros."
Y tener esta actitud es peor que
ser un mentiroso. Cuando uno
llega al punto en que dice que no
hay pecado en su vida, revela que
no hay nada de verdad en él. Esto
no quiere decir que ese individuo
es simplemente un mentiroso;
significa que ni siquiera tiene la
verdad en sí mismo. No está
engañando a nadie más, sino que
se está engañando a sí mismo.
(El autor de estos estudios
bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee
nos contó que él se enfrentó con
la siguiente situación cuando
comenzó a estudiar para el
ministerio. Dijo que cuando fue a
la universidad en su primer año
académico, su primer compañero
de habitación en la residencia
universitaria, era un joven que
también estaba estudiando para
el ministerio. En muchos sentidos,
era una persona muy buena. Su
único problema era que se jactaba
de ser perfecto. Y eso le causó al
Dr. McGee un gran impacto. El Dr.
McGee pensaba que iba a ser un
buen compañero de estudios,
pero desde el primer día que este
joven se presentó, se dio cuenta
que las cosas no iban a andar bien
entre ellos. Este joven le informó
allí mismo que no había pecado en
muchos años, por lo menos en los
dos o tres últimos años. Fue algo
realmente sorprendente
encontrar a alguien que no
hubiera pecado en tanto tiempo.
Ahora, el Dr. McGee dijo que en
cualquier habitación en la cual él
había vivido en años anteriores,
siempre había habido cosas que,
alguna que otra vez, habían
funcionado mal, lo cual era
natural. Pero ahora se encontraba
conviviendo en una habitación
con alguien que, según su
compañero decía, no podía
equivocarse en nada. Así que si
algo entre ellos andaba mal, ya
estaba claro quien llevaba las
culpas. El profesor McGee admitió
que a veces él cometía errores,
pero no siempre. Y aunque su
compañero de habitación era una
buena persona, no había
alcanzado el nivel de la perfección
del cual presumía; no era
perfecto. De modo que, después
del primer semestre de ese año
académico, un estudiante de
primer año podía cambiar de
habitación si así lo deseaba. Así
fue que el Dr. McGee le dijo a su
compañero de estudios que él iba
a trasladarse a otra habitación. El
otro, sorprendido le preguntó a
dónde iría. McGee le respondió
que había elegido a otro
compañero que era una persona
normal, con defectos, como él
mismo. Que se llevaba mejor con
él ya que era une persona que
reconocía sus defectos. El
profesor McGee salió entonces de
esa habitación y el joven que allí
quedó no consiguió a nadie que
quisiera compartir la habitación
con él durante el curso
académico. McGee se llevó muy
bien con su nuevo compañero y
consiguió establecer una amistad
duradera. )
Estimado oyente, si usted piensa
que ha alcanzado ese estado de
perfección, lo lamentamos si está
casado, por su cónyuge, porque
resulta difícil convivir con alguien
que cree ser perfecto.
Recordemos que el apóstol Juan
dijo: Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a
nosotros mismos y la verdad no
está en nosotros. No podemos
elevarnos al nivel de Dios. Es
imposible alcanzar la perfección
en esta vida.
Estimado oyente, cuando uno dice
que no tiene pecado en su vida,
se está engañando a sí mismo, es
decir, que usted se convierte en el
único engañado No está
engañando a Dios, ni está
engañando a sus amigos o
vecinos. Y el apóstol Juan escribió
que no hay nada de verdad en
alguien que de esta forma se está
engañando a sí mismo, y que no
es consciente de que es un
pecador, y de que no ha
alcanzado el nivel de perfección.
Sin embargo, muchas personas
están tratando de seguir ese
camino en sus esfuerzos por
cerrar la brecha que existe entre
ellos mismos y un Dios santo.
Y ya que uno no puede hacer
descender a Dios a su nivel
humano, ni tampoco puede
elevarse al nivel de Dios, ¿qué se
puede hacer entonces? Bueno, el
apóstol Juan nos presentó aquí
otra alternativa. Leamos el
versículo 9 de este primer
capítulo:
"Si confesamos nuestros pecados,
él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados y limpiarnos de
toda maldad."
Destacamos la primera frase: Si
confesamos nuestros pecados.
Aquí tenemos otras de las cuatro
frases que comienzan con esta
conjunción "Si" Ya hemos leído
varias de ellas. En el versículo 6
leímos: si decimos que tenemos
comunión. En el versículo 7
leímos: si andamos en luz. Y en el
versículo 8 tenemos la frase si
decimos que no tenemos pecado.
Ahora, en este versículo 9
tenemos el método correcto para
reunir al hombre pecador y a un
Dios santo y ese método es, la
confesión de pecados.
Ahora, ¿qué significa confesar
nuestros pecados? Bueno, la
palabra Griega utilizada aquí es
homologeo, que significa "decir la
misma cosa". "Logeo" significa
"decir" y "homo" significa "lo
mismo". O sea que usted debe
decir lo mismo que Dios dice.
Cuando Dios en Su Palabra dice
que lo que usted ha hecho es
pecado, usted debe pasarse al
lado de Dios y mirarlo desde esa
perspectiva. Usted ahora tiene
que decir, observándose a sí
mismo: "Señor, tienes razón, y
digo lo mismo que tú dices: yo he
pecado". Esto es lo que significa
confesar sus pecados. Esta es,
estimado oyente, una de las
mayores necesidades de los
creyentes. Este es el método que
Dios utiliza para que el cristiano
trate con el problema del pecado
en su propia vida.
Recordamos en este momento un
caso difícil. Un pastor conoció a un
hombre que estaba pasando por
problemas muy graves; en
realidad se encontraba en una
situación extrema. Se divorció de
su esposa porque que descubrió
que ella le había sido infiel.
Además, perdió su casa y se
quedó sin trabajo. Estaba
desesperado y le dijo al pastor:
"Yo quiero servir a Dios, pero he
fracasado, mi vida es un fracaso
total". El Pastor le habló directa y
sinceramente diciéndole: "ve a
Dios para expresarle lo que
sientes, porque Dios desea que
así lo hagas: dile a Dios, con tus
propias palabras, que has
fracasado, que te has equivocado,
y que deseas decirle lo mismo que
El pensaba sobre tu pecado.
Busca la ayuda de Dios; El es tu
Padre, perteneces a su familia
espiritual, y dile que has perdido
tu comunión y compañerismo con
El, pero que quieres recuperarla,
restaurar esa relación. Si
confiesas tus pecados, El es fiel y
justo para perdonarte todos tus
pecados:"
Ahora, después de que
confesamos nuestros pecados,
¿qué hace Dios? El nos limpia. En
la parábola registrada en Lucas
15, el hijo pródigo regresó al
hogar desde un país distante,
sucio y maloliente, porque
procedía de una pocilga. Nadie
esperaría que su padre le pusiera
ropas nuevas a aquel joven sucio
y harapiento. Por el contrario, le
dio un buen baño. En el mundo
romano se preocupaban mucho
por la limpieza y no cabe duda
que le sometieron a una buena
sesión de limpieza antes de
colocarle una túnica nueva. Y
aquel joven ya no volvería a
desear regresar al país lejano
para terminar viviendo en una
pocilga, en compañía de los
cerdos.
Cuando usted confiesa su pecado,
significa que se ha apartado de
ese pecado. Significa que usted
ha dicho lo mismo que Dios ha
dicho sobre el pecado. El pecado
es un hecho terrible. Dios lo
detesta y ahora usted también lo
aborrece. Pero la confesión, le
restaura a la relación de
comunión y compañerismo con su
Padre celestial.
Y el apóstol Juan concluyó este
aspecto del tema escribiendo lo
que leemos en el versículo 10,
último versículo de este capítulo 1
de la primera epístola del apóstol
Juan:
"Si decimos que no hemos
pecado, lo hacemos a él
mentiroso y su palabra no está en
nosotros."
Uno no puede hacer pasar a Dios
por mentiroso. Estimado oyente,
¿por qué no se dirige usted al
Señor, y simplemente le abre su
corazón, y le habla como no
hablaría con nadie más. Cuéntele
todos sus problemas. Háblele de
sus pecados. Expóngale sus
debilidades. Confiéselo todo a Él.
Y después dígale a su Padre
celestial que quiere tener con El
nuevamente una relación de
comunión y compañerismo, y que
quiere servirle. Realmente, El ha
preparado un hermoso camino de
retorno hacia El. Le invitamos a
recorrerlo.
Y aquí nos detenemos por hoy
porque nuestro tiempo ha llegado
a su fin. En nuestro próximo
programa reanudaremos nuestro
estudio, y como esperamos
continuar contando con su fiel
participación, le sugerimos que
lea los primeros versículos del
capítulo 2 de esta misma epístola
del apóstol Juan, para estar más
familiarizado con el contenido de
este pasaje, que contiene otros
aspectos prácticos de nuestra
vida como creyentes. Y le
agradecemos por su compañía en
este viaje que estamos realizando
"a través de la Biblia."

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