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La historia de amor de Einstein y Lina, su

adorado violín
El famoso físico no solía salir de casa sin llevar su música
consigo, lo que le inspiró mientras desarrollaba algunas
de las teorías científicas más elegantes que existen.
Por Mitch Waldrop

Se dice que Albert Einstein tocaba hermosas melodías con su violín y era admirador de las
sonatas de Mozart en particular.
foto por SUEDDEUTSCHE ZEITUNG PHOTO, ALAMY STOCK PHOTO

3 de febrero de 2017

Desarrolló la teoría de la relatividad y la ecuación más famosa jamás escrita:


E=mc2; contribuyó a sentar las bases de la teoría cuántica moderna, ganó un Premio Nobel
y su nombre se convertiría en sinónimo de “genio”.

Pero Elsa Einstein confió una vez a una visita que se enamoró de su apuesto primo
Albert por una razón diferente: “Por sus hermosas interpretaciones de Mozart en su
violín”.

O quizá no era una razón tan diferente. La música estaba lejos de ser una actividad
complementaria al trabajo de Einstein: se encontraba en el centro de todo lo que pensaba y
hacía.

“La música le ayuda cuando piensa en sus teorías”, decía Elsa, que se convirtió en su
segunda mujer en 1919. “Va a su estudio, vuelve, toca unos acordes en el piano, apunta algo
y vuelve a su estudio”.

El gran físico llegó a admitir en una ocasión que no si no hubiera sido científico, lo
más probable es que hubiera sido músico.

“La vida sin tocar es inconcebible para mí”, declaró. “Vivo mis ensoñaciones en mi música.
Veo mi vida en términos musicales… Y obtengo alegría de vivir gracias a la música”.

Primeros pasos en la música

Sin embargo, fue un romance que tardó un tiempo en despertar. Einstein tenía seis años
cuando su madre Pauline, gran pianista, le apuntó a clases de violín. Pero el instrumento fue
más bien una tarea tediosa hasta que a los 13 años descubrió las sonatas para violín de
Mozart. Desde aquel momento, la música se convirtió en una pasión duradera.

Mozart, junto con Bach, siguió siendo su compositor favorito durante el resto de su
vida. Eso no fue una coincidencia: como muchos de los biógrafos de Einstein han señalado,
la música de Bach y Mozart posee la misma claridad, simplicidad y perfección
arquitectónica que buscaba Einstein en sus propias teorías.

Eso podría explicar también su aversión hacia la música menos organizada y más emotiva
de finales del siglo XIX con figuras como Wagner. “Por lo general, solo puedo escucharle
con desagrado”, dijo una vez Einstein del compositor alemán.

Genius - Tráiler: ¿Quién es Einstein?

En esos días previos a iTunes, Einstein se tomó muchas molestias para llevar su música
consigo físicamente. Normalmente no iba a ninguna parte sin el abollado maletín de su
violín. No siempre llevaba el mismo instrumento dentro (Einstein tuvo varios violines
durante toda su vida), pero a todos ellos les daba el mismo apodo afectivo: “Lina”, la
versión corta de violín. En sus viajes, frecuentemente llevaría a Lina consigo para pasar
una noche tocando música de cámara en casa de alguien, y entablaría numerosas amistades
musicales.

En los años 30, Albert y Elsa se establecieron en Princeton, Nueva Jersey, en vez de
regresar a la entonces Alemania Nazi, y celebraban sesiones de música de cámara cada
miércoles por la noche en su propia casa. Dichas sesiones eran sacrosantas: Einstein
reorganizaba sus citas constantemente para asegurarse de que podría asistir.

En la noche de Halloween, se sabe que salía y sorprendía con serenatas de violín


improvisadas a los niños que hacían “truco o trato” por la calle. Y en Navidades, salía a
tocar con grupos de cantantes de villancicos.

“"Vivo mis ensoñaciones en mi música. Veo mi vida en términos musicales…


Y obtengo alegría de vivir gracias a la música"”

por Albert Einstein


Walter Isaacson's Einstein

Fuera de compás

Debido a que no existen grabaciones autentificadas de Einstein tocando, hay un acalorado


debate en curso acerca de lo bueno que era.En una fotografía aparece exhibiendo una
postura terrible, con su violín colgando hacia abajo y su arco cruzando las cuerdas en un
ángulo no perpendicular: todos los errores que pondrían de los nervios a cualquier profesor
de violín.
Einstein destacaba también por no permanecer en sintonía. La leyenda cuenta que,
cuando se saltó una entrada mientras tocaba en un cuarteto con Fritz Kreisler, el gran
virtuoso del violín le espetó: “¿Qué pasa, profesor? ¿No sabes contar?”.

Aún así, las pruebas sugieren que, cuando Elsa hablaba sobre la calidad de su
interpretación, no lo hacía influida por sus sentimientos. Con 16 años, su primo se sometió
a un examen musical en su escuela local y el examinador escribió que “un estudiante
apellidado Einstein brilló en una sentida actuación de un adagio de una de las sonatas de
Beethoven”.

Más adelante, un amigo escribió que “hay muchos músicos con mejor técnica, pero creo
que ninguno ha tocado con una sinceridad mayor o un sentimiento más profundo”.

Einstein siguió tocando casi hasta el final. Solamente cuando su envejecida mano izquierda
se lo impidió dejó a Lina de lado para siempre. Pero nunca perdió su pasión por la música.

Einstein tenía muchas amistades musicales, y se reunían muy a menudo para tocar música
de cámara.
foto por THE NEW YORK TIMES, REDUX

En una reseña publicada algunos meses después de su muerte en abril de 1955, el escritor
Jerome Weidman recordaba estar en una opulenta cena cuando se encontró escuchando
música de cámara. Durante una pausa, confesó al hombre sentado junto a él que era
literalmente sordo para los tonos.

“Entonces ven conmigo”, declaró Einstein, quien inmediatamente arrastró al preocupado


Weidman fuera del concierto y le llevó al piso de arriba, a un estudio que contenía una gran
colección de grabaciones fonográficas.

Allí, Einstein puso fragmentos de Bing Crosby y Enrico Caruso, entre otros, los
equivalentes pop de los 50 a Bruno Mars y Lady Gaga. Insistió en que Weidman cantara
cada fragmento para sí, como forma de entrenar su oído.

Cuando Einstein estuvo satisfecho, volvieron abajo donde, para sorpresa de Weidman, fue
capaz de apreciar el aria de Bach “Was mir behagt, ist nur die muntre Jagd!” por primera
vez.

Después, la anfitriona preguntó adónde habían ido los dos hombres.

Habían estado dedicándose “a la mejor actividad de la que es capaz el hombre”, respondió


Einstein, “abriendo otro fragmento de la frontera de la belleza”.

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