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Moisés Roberto Peña Martínez, S.I.

Cardoner: Sentido Javeriano – Panel de Espiritualidad


6 de Octubre de 2014 - Melgar

Sobre Espiritualidad Ignaciana se ha escrito mucho. Miles de jesuitas y no jesuitas presentan en sus
documentos aproximaciones e interpretaciones que ofrecen elementos valiosos para comprenderla.
Debido a esta diversidad y riqueza es imposible pensar en sentar cátedra sobre lo que es y lo que no es
la Espiritualidad Ignaciana. Sólo es posible acercarse humildemente y sumar una voz más a este coro
armonioso que favorece su comprensión y sobretodo su vivencia.

1. La Espiritualidad Ignaciana surge y se aplica en vidas concretas de personas comunes y


corrientes.

Considero imposible hablar sobre Espiritualidad Ignaciana o intentar comprenderla sin hacer una
referencia directa a Iñigo López de Loyola, pues es a partir de su experiencia espiritual que se empieza a
configurar una escuela espiritual de más de 4 siglos. Ignacio era un hombre común y corriente de su
época, que dedicaba su vida a las “vanidades del mundo”1, como él mismo resume sus primeros 26 años
de vida. Iñigo no fue un hombre dedicado a la religión o a los asuntos espirituales desde su infancia. Él
fue un ser humano como cualquiera de los de su época o como cualquiera de los de nuestra época que
se vio a sí mismo como un peregrino hasta el final de su vida2.

Es precisamente este el primer elemento que quisiera proponer, la Espiritualidad Ignaciana surge de
una experiencia vital concreta, la de Ignacio de Loyola, por lo tanto solo puede tomar verdadera forma
en experiencias vitales concretas. No es una teoría, no es una doctrina, no es un conocimiento. Es una
experiencia existencial, no solo nocional. En otras palabras, la Espiritualidad Ignaciana no se estudia, se
va experimentando. No se enseña, se va contagiando con la propia vida. No se conceptualiza, se practica.
No se conoce, se vive. No se teoriza, se concreta en la cotidianidad de la vida.

Por lo anterior, la Espiritualidad Ignaciana es adecuada para toda persona que esté viva y tenga una vida.
Nuestro campus está lleno de vitalidad. Nuestros estudiantes tienen una vida, nuestros profesores,
administrativos y egresados tienen una vida, que como Iñigo, puede estar en mayor o menor medida
dedicada a las vanidades del mundo y ese es el terreno adecuado para empezar a experimentar la
Espiritualidad Ignaciana. Somos cerca de 30.000 personas que tenemos una vida común y corriente, lo
cual nos habilita a comprender la Espiritualidad Ignaciana desde su origen más primigenio. La
Espiritualidad Ignaciana es una espiritualidad para todos y por lo tanto respetuosa de la diversidad. Es
una espiritualidad profunda para ser vivida en la cotidianidad.

El riesgo que evidencia este primer elemento es que se aprenda y se hable mucho de la Espiritualidad
Ignaciana, pero que no se viva. Ese es un riesgo que corremos todos y por lo tanto, el énfasis tiene que
estar en la vivencia o en la práctica y no en los datos o en la teoría.

En el Centro Pastoral san Francisco Javier hemos hecho un esfuerzo especial estos últimos dos años para
ofrecer a la Comunidad Educativa Javeriana experiencias formativas que evidencien la presencia de lo

1
Autobiografía de Ignacio de Loyola [1].
2
Cfr. Autobiografía de Ignacio de Loyola [98].

1
ignaciano en la Universidad y en sus vidas. Hemos ofrecido espacios para favorecer el encuentro con
Dios a la manera como Ignacio se encontró con Él. Y hemos propiciado procesos de encuentro con
comunidades vulnerables en Bogotá y en el resto del país con el ánimo de favorecer relaciones de
acompañamiento y transformación mutuos. Todo esto con un profundo respeto de las experiencias
espirituales y los procesos personales de cada persona.

2. La Espiritualidad Ignaciana es un proceso de continua comprensión, apropiación y aplicación.

La Espiritualidad Ignaciana es un proceso, este es un segundo elemento en el cual quiero hacer énfasis.
Ignacio fue aprendiendo, fue comprendiendo, fue relacionándose, fue uniéndose, fue ahondando, fue
alcanzando la comunión con Dios, con los demás y con lo demás. La transformación de Ignacio no fue un
hecho aislado y puntual, fue un proceso de aprendizaje y apropiación. La Espiritualidad Ignaciana es algo
en continuo descubrimiento, no es algo que se conoce y ya. Es algo que se va experimentando, se va
viviendo y se va apropiando como consecuencia natural de su utilidad y aplicabilidad en la cotidianidad.
En todo proceso hay aciertos, pero también errores. Los procesos no son perfectos, tampoco son para
seres perfectos. Los procesos son posibles, gracias a aquellos que aprenden de sus errores y de sus
aciertos. La Espiritualidad Ignaciana es también un proceso, así que no es para expertos, es para eternos
aprendices, como lo fue el peregrino.

La Javeriana está inmersa en su propio proceso, como institución aprende de sus errores y de sus
aciertos y se sabe en continuo mejoramiento. Los javerianos, todos los de la comunidad educativa,
también han de saberse en un proceso y por lo mismo han de mantener una actitud de continuo
aprendizaje, tanto en sus disciplinas particulares, como en su propia vida. Es por esto que la
Espiritualidad Ignaciana con su connatural procesualidad, es una propuesta pertinente y compatible con
el mundo de la Universidad, con el mundo de la continua búsqueda del saber y de la verdad.

El riesgo que guarda este segundo elemento es pensar que el conocimiento y apropiación de la
espiritualidad ignaciana son asuntos puntuales. Pensar que ya se sabe de espiritualidad ignaciana y ya se
tiene apropiada es un claro síntoma de que el proceso está detenido. De la Espiritualidad Ignaciana no se
sabe, se está aprendiendo. No se tiene apropiada, hay un esfuerzo permanente de vivirla en el día a día.

En el Centro Pastoral hemos querido hacer un decidido énfasis en el carácter procesual de nuestra acción
pastoral. Nuestra pastoral no es, ni busca ser, una pastoral de actividades, sino una pastoral de procesos.
Nuestro interés no es inundar a la Universidad con ofertas de actividades. Nuestro interés es ofrecer a la
comunidad educativa experiencias que les permitan recorrer procesos espirituales, formativos y
transformativos de sí mismos y de su entorno.

3. En la Espiritualidad Ignaciana el amor es principio, camino y fin del ser humano.

San Ignacio va recogiendo su experiencia y proceso espiritual a lo largo de veinte años y los va
plasmando en lo que hoy conocemos como Ejercicios Espirituales Ignacianos3, los cuales se constituyen
en otra cita obligada al hablar de Espiritualidad Ignaciana. En esta oportunidad, sólo quiero hacer
mención a tres elementos claves para continuar con este encuentro que vamos teniendo con la
Espiritualidad Ignaciana en el mundo de la Universidad, desde una perspectiva y aplicación Pastoral.

3
Cfr. Autobiografía de Ignacio de Loyola [99].

2
Estos tres elementos, que se pueden sintetizar en uno solo, vienen del para qué de los Ejercicios, que
san Ignacio expresa como: vencer a sí mismo; ordenar la vida y determinarse por afectos ordenados4.

El para qué de los Ejercicios ayuda a comprender un poco más lo que es y lo que busca la Espiritualidad
Ignaciana. Todo ser humano sabe que en su vida hay aspectos que es necesario trabajar. Actitudes,
hábitos, costumbres, comportamientos, decisiones que no le están haciendo bien a su vida, ni a la vida
de las personas y demás seres alrededor suyo. Son aspectos que se hace necesario cambiar o eliminar. A
estos aspectos hace referencia el vencer a sí mismo. De otro lado, ordenar la vida se refiere a organizar
todo aquello que constituye nuestra existencia en función del fin para el cual hemos sido criados, como
lo expresa Ignacio5. En otras palabras, ordenar la vida es disponer todo lo que somos de tal manera que
favorezca el cumplimiento de aquello que es nuestra razón de ser en el mundo o la misión que tenemos
en el universo o la incidencia de nuestra existencia en la realidad. Determinarse por afectos ordenados es
el para qué más incluyente, pues los Ejercicios Espirituales pretenden favorecer una vida más plena,
libre, apasionada y de acuerdo con nuestra esencia como seres humanos. Somos seres de afecto por
excelencia. El amor es parte fundamental de nuestra existencia, es el origen, motor y fin de nuestra vida.
Por esto, determinarse por afectos ordenados es enfocar todo nuestro ser para amar y ser amado, para
que el amor tenga un papel protagónico en nuestra vida, para que el amor no sea sólo un sentimiento,
sino para que sea un elemento constituyente y determinante en cada instante de nuestra vida.

En la vida universitaria, el amor es también parte fundamental. Determinarse por éste es la mejor
decisión que se puede tomar. Esto, en otras palabras, es vivir de acuerdo con lo que somos, es realizar
nuestra existencia. En la Javeriana en general y en lo que cada uno hacemos dentro de la Universidad
hay muchas actitudes, hábitos, costumbres, comportamientos y decisiones por modificar, muchos
aspectos de la cotidianidad por ordenar y mucho afecto por dejar fluir. La educación es una relación. Se
dice que en la Javeriana lo más importante es la relación profesor-estudiante6 y como toda relación, está
mediada por el afecto. También el afecto es el que nos permite apasionarnos por las disciplinas que nos
atraen y es el que nos mantiene en continua búsqueda y descubrimiento de la verdad. Determinarse por
afectos ordenados es colocar toda nuestra existencia en función del amor vivido concretamente en la
cotidianidad de la vida. Esto facilita el encuentro y mantenimiento del sentido, la vivencia plena de
nuestra esencia y la realización permanente de nuestra misión.

El riesgo de estos tres elementos es entenderlos desde una óptica moralista del deber ser y terminar
resolviéndolo con la observancia y aplicación de una serie de códigos de buena conducta. De otro lado,
el riesgo se manifiesta también al entender lo dicho sobre el afecto desde una visión romántica y reducir
el poder dinamizador del afecto a una sensiblería ligera. En la Espiritualidad Ignaciana el amor, afecto o
pasión es origen, camino y fin de la vida del ser humano. Es el elemento fundamental e integrador de
todo lo demás.

En el Centro Pastoral somos conscientes del papel protagónico del amor como determinante existencial
del ser humano, por lo cual procuramos diseñar los espacios, experiencias y procesos buscando que
quienes participen en ellos se sientan tenidos en cuenta, cuidados, queridos, amados. Pero no
solamente buscamos que se sientan así durante estas experiencias, sino que buscamos motivar a la
vivencia de esto en la cotidianidad de la vida en la Javeriana y en la cotidianidad de la vida en todos sus

4
Cfr. Ejercicios Espirituales [21].
5
Cfr. Ejercicios Espirituales [1] y [23].
66
Cfr. Estatutos Pontificia Universidad Javeriana Nos. 31 y 32.

3
otros aspectos constitutivos. El equipo del Centro busca estar determinado por afectos ordenados e
invitar a la comunidad educativa a que se determine por afectos ordenados en todo lo que hace.

4. La Espiritualidad Ignaciana se concreta y potencializa en la relación con otros seres.

Un cuarto elemento a resaltar es el carácter colectivo, de equipo o comunitario de la Espiritualidad


Ignaciana. La Espiritualidad Ignaciana no se vive en el aislamiento o solamente en la intimidad. La
Espiritualidad Ignaciana se vive con otros, en la relación con los demás, en la relación con lo demás. Por
lo anterior, se hace necesario una referencia a los primeros compañeros de Ignacio, al menos a uno de
ellos san Francisco Javier, patrono de nuestra universidad.

San Francisco Javier, joven muy talentoso y también dedicado a las vanidades del mundo, en las
conversaciones con Ignacio, va descubriendo que hay algo más grande por ganar que el mundo entero.
Descubre que lo que hay que ganar es su propia vida y la vida de los demás. Luego de hacer los Ejercicios
Espirituales decide colocar todos sus talentos al servicio de los demás, se determina por afectos
ordenados y descubre que la mejor manera para servir a los demás es acompañado de otros que quieran
hacer lo mismo. Es por esto que decide hacer parte de ese pequeño grupo de compañeros de Jesús que
han decidido dedicar su vida al servicio de los más necesitados. Francisco Javier se da cuenta que por
más talentoso que sea, sólo no logrará mucho. Necesita unirse y acompañarse de otros para realmente
hacer algo significativo por los demás. Él descubre en ese acompañar y dejarse acompañar, la fortaleza
que requiere para servir a los otros, pero también descubre que ese acompañamiento no es un
acompañamiento funcional, sino que se trata de un acompañamiento amoroso. En una de sus cartas
dice que para él, la Compañía de Jesús quiere decir compañía de amor y de concordia de los ánimos7. No
se trata de cualquier compañía, colectividad, equipo o comunidad, se trata de un grupo de seres
humanos consientes de la necesidad de relacionarse amorosamente entre sí, para poder relacionarse
amorosamente con los demás y con lo demás.

En la Javeriana estamos llenos de jóvenes muy talentosos, apasionados y deseosos de mejorar sus vidas
y la vida de los demás. Estamos llenos de personas con diversos niveles de talento, pasión y deseo de
servir a otros. Estamos llenos de personas que si las sabemos acompañar desde nuestros roles en la
Universidad y nos acompañamos por ellas, seguramente podremos ir consolidando una comunidad
educativa que ayude a sus miembros a ganar su vida y ganar la vida de los demás, que ayude a cada uno
y cada una a colocar sus talentos y pasión, en relaciones amorosas de servicio a los otros. La Comunidad
Educativa Javeriana es un espacio propicio para vivir esta realidad de ser una comunidad de amor que
nos potencialice y dinamice a todos para hacer nuestro aporte a la transformación personal y social que
necesitamos en nuestro país y en el mundo en el que vivimos.

El riesgo de este cuarto elemento es doble. Por un lado, darle tal énfasis a lo comunitario que se diluya la
experiencia y relación personal e íntima con el Señor, la cual es fundamental para poder establecer unas
relaciones con los otros y con lo otro como las descritas. Una estrecha relación personal con Dios-Amor
favorece y alimenta una relación amorosa con los demás y con lo demás. De otro lado, existe el riesgo
que alguien deje de hacer su mejor aporte a los demás desde sus talentos y termine viviendo
mayoritariamente de los talentos de los otros. El hacerse todo a todos es fundamental en la visión
ignaciana de las relaciones, es por esto que se busca formar “hombres y mujeres para los demás”8, no
para ellos mismos.

7
Cfr. Carta a escolares Jesuitas de Goa, 27 de noviembre de 1547.
8
Congregación General 34, decreto 18, número 4.

4
En el Centro Pastoral nos esforzamos por comprendernos como compañeros, por ser de los que
acompañan, no de los que imponen e imparten una doctrina. No de los jerarcas que imponen sus
criterios y aprendizajes, sino de los compañeros de búsquedas y descubrimientos. No unos seres
especiales y privilegiados que conocen mucho de espiritualidad, formación integral y responsabilidad
social universitaria, sino unos seres humanos normales en continuo aprendizaje. Procuramos que
nuestras experiencias formativas, espirituales y de acción social sean espacio para el acompañamiento,
para saberse con otros en favor de un objetivo común. Buscamos que sean espacios para descubrir y
confirmar los propios talentos, pero también para descubrir y tomar conciencia de que si los unimos a
los talentos de los demás, será mucho más lo que podamos hacer. La ignacianidad en el Centro también
la queremos reflejar en el profundo respeto por el proceso del otro a la hora de acompañar, en la
profunda humildad personal a la hora de dejarnos acompañar y en el amor concreto que ha de estar
presente en estas relaciones. Parafraseando a Javier, queremos que el Centro Pastoral sea un centro de
amor.

5. La Espiritualidad Ignaciana es de una sola ley aplicable en todo, según las circunstancias de
personas, lugares y tiempos.

Un quinto elemento que favorece la comprensión de la Espiritualidad Ignaciana surge de otro


documento, también escrito, vivido y orado por Ignacio, con el cual buscaba darle forma a las relaciones
entre sus compañeros, me refiero a las Constituciones de la Compañía de Jesús. La compañía de amor
requería también unas mediaciones concretas para poder realizarse. Estas mediaciones son las que
Ignacio recoge en gran medida en las diez partes de dichas constituciones en las cuales aborda temas
como: la admisión, despido, conservación, formación e incorporación de los escolares jesuitas; las
responsabilidades de los jesuitas con sí mismos y con los demás; la unión de ánimos y el gobierno en la
Compañía de Jesús; y la conservación y aumento del cuerpo apostólico. Pero el elemento que quiero
resaltar aquí es el que para Ignacio es el más importante de todos los consignados en las constituciones.
En palabras del mismo Ignacio “la interior ley de la caridad y amor”9, en la que se fundamenta la
Espiritualidad Ignaciana.

Para Ignacio no hay regulación, norma, regla, código, constitución más importante que la interior ley de
la caridad y amor que todo ser humano tiene y ha de seguir. La Espiritualidad Ignaciana no es de
fórmulas mágicas o de códigos a aplicar, sino que es de una sola ley la cual ha de aplicarse en todo
momento y circunstancia. Aplicar esta ley constante y cotidianamente lleva a un modo de proceder
particular, el cual se manifiesta y concreta de acuerdo con tiempos, lugares y personas10.

Con esta afirmación Ignacio no declara inútiles las regulaciones, normas y demás que conforman las
constituciones, sino que advierte sobre el origen de las mismas para facilitar su interpretación y
aplicación. En el origen de todo está la caridad, es decir, el amor a los demás y a todo lo demás. Teniendo
esa ley en nuestro interior, lo que hay por hacer es comprenderla y discernir cuál forma concreta ha de
tomar en cada situación vivida. Este discernimiento es el que asegura la aplicación adecuada de la ley
interior de la caridad en situaciones diversas y adversas.

En la Javeriana también tenemos una serie de documentos que orientan nuestro actuar y nuestras
relaciones. Está la visión, la misión, el proyecto educativo, los estatutos, el reglamento para personal

9
Constituciones de la Compañía de Jesús [134].
10
Cfr. Fórmula del Instituto de la Compañía de Jesús 1540, parte III.

5
administrativo, el código de buen gobierno, el reglamento para profesores, el reglamento para
estudiantes, el reglamento interno de trabajo, los documentos propios de la acreditación, etc. Son tantos
que es imposible tenerlos todos completamente presentes en el momento de tomar una decisión. Pero
lo que si podemos tener presente es esa interior ley de la caridad y amor que bien entendida y aplicada,
nunca irá en contra de lo estipulado en todos esos documentos mencionados. La interior ley de la
caridad y amor no va en contra de lo que ha sido una sana y honesta construcción colectiva de
regulaciones de las relaciones entre seres humanos. La interior ley de la caridad y amor es la que debe
estar al origen y fundamentar dichas regulaciones, así como su aplicación.

El riesgo de este elemento es que bajo una inadecuada interpretación de la interior ley de la caridad y
amor se caiga en relativismos, favoritismos, condescendencias, injusticias, laxitudes, indecisiones,
permisividades, impunidades, paternalismos, maternalismos o cualquier otra forma de expresión de una
equivocada interpretación de lo que es caridad o amor. Una adecuada comprensión y aplicación de la
interior ley de la caridad y amor evita todo lo anterior.

En el Centro buscamos organizar, estructurar y realizar una pastoral inspirada en la Misión de la


Universidad, en sus estatutos, en su proyecto educativo, etc. No somos un satélite de la Universidad,
somos una instancia en la que también se realiza todo lo que la Universidad ha definido que quiere
hacer. Pero nos esforzamos en hacerlo de tal manera, que el amor que ha inspirado todo esto, que la
interior ley de la caridad y amor, se haga manifiesta y evidente. Pues, es allí donde y como realmente
podemos lograr la unión de ánimos. Es allí donde y como podemos establecer horizontes compartidos
que nos ayudan a ser mejores seres humanos integrales y que nos permiten, a los miembros de la
comunidad educativa, colaborar en el logro de una sociedad más justa, sostenible, incluyente,
democrática, solidaria y respetuosa de la dignidad humana11. La interior ley de la caridad y amor será la
que nos permita también consolidar nuestra identidad javeriana y la que nos permita favorecer la
formación integral de la comunidad educativa. El amor es lo que nos ha de dar identidad, lo que ha de
dinamizar la formación y la integración de todos nosotros. El amor es lo que nos integra, es lo que nos
forma y transforma.

Finalmente, quisiera hacer notar que así como el Centro Pastoral San Francisco Javier se suma a la Misión
de la Pontificia Universidad Javeriana, la interior ley de la caridad y amor se suma al mandato cristiano
del amor y la Espiritualidad Ignaciana se suma a la experiencia espiritual de Jesús. Ni el Centro Pastoral,
ni la ley interior de la caridad, ni la Espiritualidad Ignaciana tienen su fin en sí mismos, son parte de algo
mayor.

6. A modo de provocación …

En síntesis, la Espiritualidad Ignaciana es una experiencia y proceso existencial personalizado que respeta
la diversidad y dinamiza procesos personales y comunitarios de transformación orientados a una
vivencia más honda, plena, feliz y amorosa de la cotidianidad. Es por esto que la Pastoral de la Javeriana
no puede ser distinta a lo que acabamos de decir. Nuestra pastoral ha de ser diversa, ofrecer espacios
abiertos y flexibles. Ha de dinamizar procesos, ser situada en la vida de la Universidad, del país y del
mundo. Ha de ser honda, profunda, con identidad universitaria. Ha de favorecer el desarrollo integral del
ser humano y dar respuesta a las necesidades de la sociedad en la que está inmersa.

11
Cfr. Misión de la Pontificia Universidad Javeriana.

6
Como lo expresado hasta ahora puede sonar un poco idealista, soñador y tal vez poco aplicable, quisiera
compartir con ustedes que este enfoque de gestión en el Centro Pastoral San Francisco Javier ha
favorecido en el último año y medio el aumento significativo del número de interesados y de
participantes en nuestros programas, así como el cubrimiento de nuestros programas en las diferentes
unidades de la Universidad. Ha favorecido también el aumento de la demanda de nuestras experiencias
de formación, así como la creación de nuevas experiencias formativas que han dado respuesta a
necesidades concretas de las diferentes unidades. Ha favorecido el aumento del número de miembros
de la comunidad que apoyan y quieren apoyar al Centro en sus diferentes programas e iniciativas. Ha
incentivado el aumento del número de proyectos desarrollados en sinergia con otras unidades. Ha
propiciado que nuestros programas lleguen a más comunidades vulnerables, así como la creación,
desarrollo y acompañamiento de proyectos comunitarios auto-gestionados, sostenibles y/o sustentables
en esas comunidades. Lo anterior también ha favorecido la profesionalización y aumento del equipo del
Centro. Hasta ha favorecido que el Centro disponga hoy de una segunda sede en el campus, un edificio
adecuado para la atención pastoral de los miles de participantes de nuestros programas.

Luego de mencionar estos datos, se pueden comprender un poco más dos elementos de los que no
quise hablar hasta ahora por ser muy conocidos y comentados: Ser “contemplativos en la acción” y “en
todo amar y servir”. Lo ignaciano es encontrar la manera de llevar la contemplación y el amor a formas
concretas de acción y servicio en favor de los demás.

Muchas gracias!

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