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Una recesión en los países centrales determina la recesión inmediata del sector
productivo local más dinámico. Las tres cuartas partes de nuestros países solo inician
realmente en proceso después de la segunda guerra mundial, las tres grandes crisis
que generalmente se señalan como motor del desarrollo industrial local.
En Brasil las cosas no parecen ser simples el consumo de cemento baja de 465 mil
toneladas en 1913 a 51 mil en 1918, laminados de acero de 25 toneladas a 44
toneladas. La importación de bienes de capital disminuye de 205 en 1912 a 32 en 1917.
La crisis del capitalismo producen efecto negativos en los puntos débiles del sistema
a menos que la lucha de clases arroje resultados favorables a las fuerzas portadoras
del progreso , cuando esto no ocurre los aspectos más retrógrados del modelo
oligárquico-dependiente se acentúan y la economía subdesarrollada entra en una
prolongada fase de estagnación, en espera de que una reactivación de la economía
imperial vuelva a ponerla en marcha, supeditándola en función de las necesidades de
reordenamiento del sistema todo. Es la situación que más se asemeja a un reflejo
pasivo aunque expresa el predominio interno de las fuerzas más reaccionarias. Esto
último fue lo que ocurrió desgraciadamente en la mayor parte de los países
latinoamericanos en la década de los treinta.
En Colombia las cosas tampoco suceden de manera sencilla ni pacífica. Del seno
mismo del partido liberal surge el ala progresista encabezada por Gaitán cuyo
asesinato en 1948 desencadena un periodo prolongado de violencia que deja como
saldo centenas de miles de víctimas.
En Venezuela se produce una experiencia socialdemócrata entre 1945 y 1948 pero
que no pasa de ser run hecho efímero. La dictadura que luego se instaura refleja a
la par que agudiza las contradicciones de una sociedad de economía totalmente
deformada por el enclave petrolero yanqui.
Los casos argentino y brasileño son los que más se acercan al modelo denominado
populista en la medida en que para comenzar en ambas situaciones se da un arbitraje
de tipo bonapartista. El sector burgués impone su hegemonía al sector
agroexportador.
En la década de los sesenta las luchas sociales en América latina no hacen más que
agudizarse ubicadas en el horizonte ensanchado por la revolución cubana y
acicateada por la crisis de las economías dependientes locales.
En las urbes no solo es la clase obrera la que se hace sentir, también los estudiantes
y otros sectores de las capas medias radicalizadas. Incluso el sistema mexicano
presenta síntomas inequívocos de resquebrajamiento el movimiento ferrocarrilero de
1958-59. Anuncia una década de graves tensiones sociales, que culminara con la
masacre de Tlatelolco en 1968.
En 1967 la economía capitalista mundial entra en una fase de declive y que la crisis
del sistema entero está ya a la vista. Los años setenta no son sino el desarrollo de
esta situación, que no dejara de producir efectos específicos en América latina.
La privatización masiva de las empresas públicas que solo en una mínima porción
pasan a manos de capitalistas nacionales, forma parte del movimiento de
centralización del capital, con las modalidades específicas que ello adquiere en una
región dependiente como la nuestra.