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EN LOS ESCRITOS DE P O L A N C O
EXTRACTOS
EXTRACTOS
ROMA 1975
Í N D I C E
INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE
I. Suscitar vocaciones
a) Presentación 35
3 7
b) Texto
II. Perseverar en la vocación
a) Presentación >. 44
4 5
b) Texto
III. Aprovechar en^espTritu
a) Presentación
5 6
b) Texto
APÉNDICE: Alabanzas de la
obediencia (1) g 5
a) Presentación
b) Texto 66
SEGUNDA PARTE
3
a
3 INDUSTRIA: Qué personas han de con-
versar para mayor servi-
cio de Dios 92
a
4 INDUSTRIA: Del tiempo 98
a
5 INDUSTRIA: De los medios y modos
que se han de usar pa-
ra el fin dicho y ayu-
dar al prójimo 99
a
6 INDUSTRIA: Cómo se ha de haber
con el Superior y la
Compañía 119
APÉNDICES:
Sobre el sacramento de
la 'Penitencia (2)
a) Presentación 123
b) Texto 125
Sobre los Ejercicios
Espirituales (3)
a) Presentación 132
b) Texto 133
Sobre la asistencia
a los moribundos (4)
a) Presentación 139
b) Texto 141
TERCERA PARTE
V. El Rector
a) Presentación • 147
b) Texto 148
VI. El Secretario
a) Presentación 152
b) Texto 154
4
I N T R O D U C C I Ó N
5
De Nadal escribía Polanco en 1553: "Tiene mucho cono-
cimiento de nuestro Padre Maestro Ignacio, porque le ha
tratado mucho, y parece tiene entendido su espíritu, pene-
trado, cuanto otro que yo sepa en la Compañía, el espíritu
della" (4). Sin embargo, Nadal, inteligencia profunda, in-
vestigadora y critica, después de los primeros contactos
ineficaces de París,estaba intelectualmente formado, cuan-
do se puso en manos de san Ignacio en noviembre de 1545.
Habla ya cumplido los 38 años y era doctor en teología (5)y
6
mentales y de los sistemas doctrinales ya para entonces
esclerotizados.
Polanco, por el contrario, entro en contacto con la
espiritualidad y el pensamiento de san Ignacio, cuando no
había cumplido los 24 años de edad, y no había estudiado
aún la teología. Tenia un talento clarísimo, preciso, ap-
to para la síntesis, tanto como para la análisis; pero ca-
recía de originalidad (10). Y esto, que en sí mismo se po-
día calificar de defecto, para nuestro objeto resulta una
preciosa garantía: al querer darnos el pensamiento igna-
ciano, podemos estar más que seguros de que no crea sino
transmite fielmente. Además Polanco perseveró constante-
mente, durante nueve anos y medio junto a san Ignacio, yen-
do a él, cada día y quizás más de una vez al día, con los
negocios ordinarios, para conocer su mente sobre el modo de
resolverlos,acudiendo a él en sus dudas¡de instituto, co-
laborando íntimamente con él en la redacción de las Cons-
tituciones, etc. No nos puede, pues, extrañar la afirma-
ción del Padre Manareo: El P. Polanco era "muy familiar a
nuestro beato Padre, porque él mismo lo había formado y
hecho conforme a su corazón" (11).
*******
7
ñor indicio (13).
Su padre se llamaba Gregorio de Polanco, y su madre,
María de Salinas. Pariente muy cercano de su madre pare-
ce que era el conocido jurista Martín Soria de Velasco,que
en el Concilio de Trento actuó junto al embajador Vargas
en nombre del emperador, fue miembro del consejo de Casti-
11a, y muy escuchado por Felipe II (14).
A los trece anos lo enviaron sus padres a estudiar a
París, sin duda a la sombra de su tío materno, el Dr. Ber-
nardino de Salinas, que fue mas tarde rector de la univer-
sidad (15). Por lo demás, los burgueleses abundaban enton-
ces en París (16).
Durante cinco años se dedicó a los estudios humanís-
ticos, que florecían entonces en aquella universidad. En
1535 empezó las Artes, o sea, el curso de filosofía (17)
en la cual se graduó como Maestro en Pascua de 1538, bajo
la tutela del Dr. Francisco de Astudillo, otro burgalés,
que le quedó siempre amigo (18). Según una noticia curiosa
de las Acta Rectoría tenía una beca, que valla siete suel-
;
8
gio, sino un becario ("bursarius"), tal vez en el colegio
de Le Mans, donde su maestro Astudillo enseñaba.
En el Colegio de Le Mans vivía con Astudillo desde
1529 el joven Martín de Olave (19). Es probable que enton-
ces naciera la íntima amistad que toda la vida le unió con
nuestro Juan Alfonso (20). Llegó Polanco a estar en con-
tacto con el grupo de los "iñiguistas", como los llamaba
Nadal? Los conocía su amigo Olave, que había dado a San
Ignacio la primera limosna en Alcalá. Los conocía su maes-
tro Astudillo (21). Uno de los más notables de la colonia
burgalesa, el Dr. Juan de Castro, era o había sido uno de
ellos. Sería, pues, poco verosímil que Polanco no tuviese
noticia del grupo y de su inspirador y jefe Iñigo. Hubo
más? Hubo algún esfuerzo para ganarlo, como sucedió con
Nadal? Es muy aventurado hacer hipótesis. Pero notemos
que Polanco era aún joven. Cuando en abril de 1535 san Ig-
nacio salió de París, Polanco tenía poco mas de 17 anos
cumplidos, y estaba terminando los estudios humanísticos.
Por lo demás, tampoco su amigo Olave se unió al grupo por
entonces.
* * * * * * * *
9
En 1541 lo encontramos en Roma viviendo en casa de su
amigo y paisano Francisco de Torres,y desempañando el ofi-
cio de Scriptor Apostoliaus (22).
Los Soriptores Apostolici o Grossatores, en número
101, eran los que hacían la copia oficial de las bulas, se-
gún la minuta preparada anteriormente por los Abbreviato-
ves. Era un oficio venal, como casi todos los de la Curia
Romana en aquel tiempo. En 1525 costaba 2500 ducados. El
puesto lo ambicionaban muchos, no solo por las ventajas e-
conómicas (tenía un sueldo de 200 ducados anuales, y, por
cada bula recibía el Scriptor una retribución proporciona-
da a la longitud del documento) sino además porque daba en
trada a cargos importantes (23).
No sabemos cuánto tiempo estuvo Polanco ocupado en
este oficio. Pero no pudo ser mucho. En el verano de 1541,
siguiendo el ejemplo de su amigo Francisco de Torres, se
retiró a hacer los Ejercicios bajo la dirección del P.Laí-
nez, y en ellos decidió entrar en la Compañía. Se conserva
la fórmula autógrafa de unos votos suyos hechos el 15 de
agosto de 1541, que puede haber sido el día de la admisión
(24). Además de san Ignacio, los PP. Laínez, Salmerón,
Broet,Coduri, que murió pocos días después (el 29 de agos-
to), habxa en la casa unos doce jesuitas entre sacerdotes
y no sacerdotes recibidos en la Compañía aquél mismo año o
el anterior (25). La casa, alquilada a Camilo Astalli, esta-
ba poco mas o menos en el espacio ocugado actualmente por
el lado nordeste de la Iglesia del Gesu.
En abril del año siguiente, con Andrés de Freux,
que había entrado por el mismo tiempo en la Compañía, fue
enviado a la Universidad de Padua a terminar sus es-
tudios, que según las decisiones tomadas por los prime-
10
ros padres el año anterior,debían comprender, además de la
filosofía, cuatro años de teología (26). Más tarde se les
añadió Jerónimo Otello, ganado por ellos para la Compañía
y Esteban Baroello, enviado por san Ignacio desde Roma.
Los gastos corrían al principio a cargo solamente de
Polanco. Con permiso de sus padres vendió el oficio de
Sorvptor Apostolious, y vino a una composición con ellos,
que le proveyesen de lo que les pareciese por cuatro o cin
co años que deseaba estudiar en Padua, hasta ordenarse de
sacerdote,y que con eso descuidasen de otra cualquiera su-
cesión hereditaria. Sus padres decidieron enviarle iOO du-
cados al año, con lo cual podía vivir él y mantener a otro
escolar.
0 no se enteraron sus padres o no cayeron en la cuen-
ta, sino más tarde, de la entrada de Juan Alfonso en la
Compañía; porque esta circunstancia la llevaron tan a mal,
que -interrumpieron toda relación con él y le prohibieron
incluso que les escribiera (27) . Mas tarde el prior Andrés
Lippomani ofreció casa y rentas para un colegio, y asi es
como se pudo aumentar el número de los escolares. Pero por
diversos motivos los ingresos fueron siempre tan insufi-
cientes que en 1547 podía escribir Ribadeneira: "nuestra
comida ordinariamente es, al almuerzo, un poco de sopa y
un poco de carne, y con esto se acabó, aunque en tiempo de
fruta ha habido un poco de uva o lo que el tiempo daba; a
la noche lo mismo: ensalada de achicoria o endibia cocida,
etc. y un poco de carne; como sabrá informar el P. Polanco,
que no se ha cambiado nada después que él marchó" (28)
Llegado a Padua, Polanco se entregó en seguida al
estudio con grande entusiasmo. Como el año escolástico es-
taba ya muy avanzado, aprovechó aquellos meses, de abril a
octubre, para repasar la filosofía. En octubre empezó el
curso teológico. El mismo lo refería algunos años después
a su tío el Dr. Bernardino de Salinas: "Antes que procura-
11
se ser admitido a profesión, me pareció (porque ninguno la
hace sino letrado y sacerdote, y conocido y experimentado
mucho tiempo), irme a un estudio, que fue Padua, para tem
porizar (29) y aprender letras con que después pudiese ser_
vir a Dios en ayuda de las animas mediante su divina gra
cia. Y asi gastando algún tiempo en repetir todo mi curso
y pasar más adelante en la filosofía, me puse muy de pe
chos en el estudio de la teología escolástica, asi la vie
ja de Santo Tomás y del Maestro (30), con sus comentarios,
como la moderna, que es para la práctica de estos tiempos
más necesaria (31). Y pasé asimesmo las Escrituras del
Nuevo y Viejo Testamento, ayudándome,ultra de los comenta
rios, un poco de las lenguas griega y hebrea, que para es
te fin comencé a estudiar, bien que en la hebrea pasé poco
adelante. VÍ también otros muchos autores, que para la
práctica del ayudar a los prójimos en el predicar y confe
sar y conversar espiritualmente ayudan" (32).
El método de hacer "extractos" o resúmenes de todo
lo que lela o estudiaba, método favorito de Polanco, que
no sabemos si lo aprendió en París, pero que lo practicó
profusamente en Padua y lo aconsejó después en las Indus
trias, de donde el consejo pasó a las Constituciones, ha
permitido al P. Angelo Martini investigar en su tesis doc
toral las materias y los autores a que dedicó Polanco prin
cipalmente su tiempo (33).
12
Terminados los estudios, recibió Polanco las órdenes
sagradas, y el día 4 de septiembre de 1546 calió de Padua.
El P. Laínez había hecho de él poco antes el siguiente ha-
lagüeño retrato: "Pequeño de estatura, pero bien propor-
cionado y de rostro bello. Suficientemente apto para los
trabajos. De talento y memoria más que medianos. De juicio
maduro y grave. Conoce bien la lengua latina, las artes (o
filosofía) y las dos teologías. Posee también la historia,
y medianamente el griego y el hebreo. Es caritativo* dili-
gente, incansable, humilde, obediente, amable, muy ejem-
plar, grave y plácito. Será apto para predicar, tener lec-
ciones sacras y conversar espiritualmente (34).
Empezó entonces Polanco lo que Bartolomé Ferráo,es-
cribiendo por comisión de san Ignacio, llama "el ano de
probación acostumbrada" (35). Después de ejercitar durante
un poco de tiempo el ministerio espiritual en Bolonia, se
dirigió por orden de san Ignacio a Pistoya, donde dio los
Ejercicios al obispo Francisco Caligari, y lo indujo a e-
jercer el oficio de predicar (cosa inaudita en los obispos
de aquel tiempo). Se dio también el caso curioso de una
congregación de sacerdotes que,con el apoyo del huen obis-
po^ eligió por B U rector a Polanco (36). De Pistoya se co-
rrió Polanco a otros lugares de la Toscana, como Pisa y a
la misma Florencia, donde tuvo conversaciones con los du-
ques, y, a petición de la duquesa,le puso en escrito algu-
nos avisos espirituales (37). Algunos han acusado a Polan-
co de -imprudencia por haber dado este paso, y han dicho
que san -Ignacio lo desaprobó. Es cierto que Polanco,lleva-
do por su celo dio en Florencia algún paso menos prudente;
pero no consistió en esos avisos a la duquesa, que los a-
preció siempre, y desde entonces quedó mas afecta a la Com
13
nía. Mas probaftle es que Polanco se pusiese en contacto
con personas espirituales devotas de Savonarola, cuyos se-
cuaces eran perseguidos por el duque (38). Esto es lo que
desagrado al Medicio. De todos modos el error no debió de
ser muy grave, puesto que, apenas llegado Polanco a Roma,
san Ignacio lo nombró Secretario de la Compañía
Es de notar que los Polanco no eran desconocidos en
la corte de los Medici. Encontramos dos hermanos y otro
pariente cercano de nuestro Juan Alfonso establecidos du-
rante algún tiempo en Florencia (39); y como eran ricos y
nobles, gozaban de influencia. El caso que vamos a narrar
lo confirma.
En Florencia (quién sabe si en el mismo palacio du-
cal?) se encontró Polanco un día con su hermano Luis, que
le seguía en edad. Entraron en discusión animada, porque
Luis pretendía que Juan Alfonso abandonase la Compañía^y
se volviese a Burgos. Avisado san Ignacio de lo que suce-
día, escribió a Polanco que se fuese a Trento, al Concilio
o se viniese a Roma. Pero se enteró Luis, no sabemos cómo;
y hombre decidido, se apoderó con la fuerza de su hermano,
se lo llevó a la casa que tenía en Prato, y lo encerró en
ella. Nuestro Juan Alfonso siguió el ejemplo de otros dos
insignes encarcelados (pequeños de estatura también aqué-
llos): san Pablo y van Juan de la Cruz: forzó la cerradura
de una puerta, se descolgó con una cuerda por una ventana,
y huyo a Pistoya, a la casa de su amigo el obispo de la
diócesis. Allí parecía estar seguro. Pero luis era "pode-
roso" y "favorecido por la señoría", y fue capaz de sacar-
lo de la casa misma del obispo de Pistoya, y encerrarlo de
nuevo en la suya. Al mismo tiempo intervenía con san Igna-
cio por medio del ex-general de los franciscanos Vicente
Lunel y de un amigo común<, el Dr. Juan de Sandoval, para
14
que permitiese la ida de Juan Alfonso a visitar la familia
en Burgos. El santo fundador obro entonces con la conocida
prudencia. Respondió que pondría el asunto en manos de dos
personas, una de las cuales fuese el mismo P. Lunel (el o-
tro fue el licenciado Madrid, aún no jesuita). Se conserva
el parecer de éstos dos,que finalmente convinieron en que
Polanco no estaba obligado a visitar la familia,pero acon-
sejaban que retrasase un año la profesión, y entre tanto
escribiese con frecuencia a sus padres,para mostrarles que
la Compañía estaba aprobada por la Santa Sede, Ignacio,
entre tanto, por medio de don Juan de Vega y del Virrey de
Ñapóles, padre de la duquesa de Florencia, había logrado
que Polanco fuese dejado libre por su hermano,y viniese a
Roma (40).
*******
15
anos con tres Generales. En un escrito suyo, titulado Suma
de las cosas que son propias del oficio de secretario que
nuestro Padre ha dado a Polanco, compendiaba asi sus fun-
ciones: "Leer las letras de todas partes,y tener cuenta
con que se haga sumario de los puntos dellas, que no es
poco negocio. Ver los puntos que piden consulta,para pro-
ponerlos al superior (al General), o por su orden tratar-
los con otros, y la ejecución de la consulta. Responder a
todas partes, y (sin la copia del libro) por duplicadas y
triplicadas, muchas veces. Dar orden que se expidan los
negocios, encomendando, etc. Ver las nuevas de unas partes
y de étras, y limarlas, y traducirlas o hacerlas traducir
(y reverlas) en diversas lenguas; y tener manera que en
cada parte se sepa de las otras, que es negocio que pide
también harto tiempo. Dar orden a las instrucciones de los
que se envían a una parte y otra. Dictar las informaciones
y pólizas varias que ocurren. Tener cargo del archivo de
las Bulas, Breves, Signaturas y otras escrituras auténti-
cas de toda suerte, así de Roma como de fuera". Sigue la
enumeración de libros y escrituras que el secretario ha de
procurar que se lleven y guarden: libro de avisos, listas
de profesos,coadjutores y escolares, nota de las fundacio-
nes, ciertas informaciones secretas, fórmulas de votos,
etc. (43).
Polanco, que no procedía nunca empíricamente, organizó
todo este trabajo mediante un reglamento,que tituló: "Del
oficio del secretario", del cual daremos un fragmento en
esta antología. Previamente, apenas nombrado secretario,
había enviado una circular a toda la Compañía, para orde-
nar la correspondencia oficial con el centro (la primera
Formula scribendi) (44).
Pero además de su oficio de secretario, tuvo que a-
yudar a san Ignacio en otra obra importantísima, la redac-
ción de las Constituciones. Sobre esta colaboración de Po
16
lanco hemos escrito en otra ocasión (45). Bastará que re-
sumamos aquí los hechos principales. Estudió, ante todo,
Polanco los diplomas pontificios de la Compañía y demás do
cumentos legislativos anteriores a su tiempo. Leyó después
y extractó las Reglas y Constituciones de diversas Ordenes
religiosas: la Regla de san Benito con el comentario del
cardenal Torquemada, las de San Basilio, las tres atribui-
das a san Agustín, la de san Francisco con la Expositio de
san Buenaventura, unas Constituciones franciscanas,más
tarde también las Constituciones de los dominicos.
Las dudas y las sugerencias de todo lo leído las so-
metía a san Ignacio,para guiarse en todo por su pensamien-
to e inspiración. Dio aún un paso más en esta labor prepa-
ratoria; en forma de "industrias con que se ha de ayudar
la Compañía para que mejor proceda para su fin" redactó
ordenadamente una serie de normas legislativas,que podría-
mos llamar un "anteproyecto" de Constituciones (46).
Después de esta preparación, guiado por san Ignacio,
se entregó al trabajo de redacción del texto mismo de las
Constituciones, que duró en total unos tres anos. Comenzó,
reuniendo en un primer texto orgánico, que escribió por la
mayor parte de su misma mano, el material anteriormente a-
cumulado, sin distinguir aún entre Constituciones y Decla-
raciones. Apenas terminado, preparó otro, haciendo que los
copistas transcribiesen en parte el primero,en parte otros
borradores parciales por él redactados. Este segundo texto
lo puso en manos de san Ignacio, que lo corrigió profusa-
mente, y en 1551 lo presentó a los Padres Congregados en
Roma. Finalmente, teniendo en cuenta las observaciones de
17
estos Padres y las enseñanzas de la experiencia, fue com-
puesto el texto definitivo, en cuya redacción intervino
también activamente Polanco,guiando a los copistas con in-
dicaciones escritas y párrafos que había que sustituir.
Consta, sin embargo, que todo lo sometía a revisión de san
Ignacio, y la mano del santo fundador, que aparece con
frecuencia en el texto definitivo, lo confirma.
Además del de secretario, Polanco tenia los oficios
de ecónomo y procurador. Como ecónomo, o "tesorero" (dice
él), tenia que proveer de comida y vestido a los de la casa
y a los de los dos colegios, el romano y el germánico. Co-
mo procurador, tenia que tratar con la Santa Sede los ne-
gocios de las diversas casas de toda la Compañía, ya que
entonces las rentas de los colegios eran en gran parte de
beneficios eclesiásticos. A esto se añadía (como él mismo
refiere) atender a las confesiones de los de casa y de los
del colegio, ayudar a los tentados, examinar a los candi-
datos, cuidar de los destinos, tener una cierta superin-
tendencia del colegio, resolver algunos puntos doctrina-
les, etc. (47).
18
De muy diversa índole es la especie de altercado sur-
gido entre Polanco y Bobadilla, cuando aquél fue de visi-
tador a Sicilia: Bobadilla decía querer ser subdito suyo,
más que ningún otro; mientras que Polanco lo respetaba co-
mo a padre (48).
El mismo autor, que difícilmente disimula su poca
simpatía hacia el secretario, aunque aprecia sus cualida-
des humanas y su espíritu de sacrificio, nos lo presenta
como hombre duro, frío, cortante, resentido del cual
no se lee nunca que haya llorado; al que no interesa el
progreso material de su familia, etc. ...
SÍ, "no se lee que haya llorado", no se lee nada de
sus sentimientos más íntimos, porque,probablemente llevado
por el "ama nesciri", no nos dejó nada autobiográfico. Se
interesó más bien del bien espiritual que del material de
su familia, siguiendo el ejemplo y doctrina de su padre y
maestro Ignacio, de "perder toda la afición carnal, y con-
vertirla en espiritual. Pero siempre siguió preocupándose
por ella, como lo muestran, por ejemplo, sus cartas al
rector del colegio de Sevilla, donde residía su hermano
Gonzalo (49). Que tampoco era insensible a los sentimien-
tos de la amistad, lo hemos visto al hablar de la c¡ue man-
tuvo con el P. Olave. En cuanto a lo de "duro, frío, cor-
tante, resentido", su carácter no era ciertamente el de un
andaluz o un siciliano exuberante,sino el de un recio húr-
gales, semejante al de aquél otro, el P.Luis Martín,que sin
anestesia y sin un "ay" sostuvo la amputación de un bra-
zo. Pero una cosa es reciedumbre y otra dureza, frialdad y
resentimiento. Laínez, que conocía bien a Polanco, aún in-
teriormente, lo define: "caritativo", "amable" y "plácido"
(placidus). Este último epíteto es especialmente signifi-
cativo. Bien dice el P. Ravier, en su perfil psicológico,
que "la afectividad de Juan de Polanco se mantiene secreta
19
pero alimenta el fuego interior, la llama del espíritu; no
se entrega espontáneamente, se cristaliza en una gema pu-
ra. Su frialdad es aparente - añade -: la armazón de su
rigor intelectual y moral es, sin duda, un sistema de de-
fensa, detrás del cual se oculta un cierto retardo de madu-
rez, un cierto sentimiento de inferioridad. Pero hay en él
mucha nobleza, mucha pureza moral, una dignidad que no de-
be nada al orgullo, sino todo a la fuerza del alma" (50).
Por lo demás, ya sabemos que es achaque de todos los tiem-
pos acusar a los ministros o consejeros, cuando por un mo-
tivo o por otro no se quiere condenar a los que gobiernan.
Pero, como el mismo Polanco dijo a los que se quejaban de
los destinos hechos durante el generalato de Laínez, la
estratagema no vale: porque, al mismo tiempo están conde-
nando al principal responsable,de dejar que otros gobier-
nen en su lugar (51).
20
citar y declarar bien a los autores y explicarlos; y no
como algunos, que vienen con ciertos afectos, que más bien
habría que enviarlos a escuelas de retórica que oírlos en
un Concilio" (53).
Los coloquios de Poissy, no fue la única ocasión que
tuvo Polanco de desplegar sus notables cualidades diplomá-
ticas. En 1567 lo escogió san Pío V para tratar un espino-
so asunto, precisamente con el duque de Florencia Cosme de
Mediéis, al que según algunos historiadores habría disgus-
tado tanto anteriormente. Tal vez el Papa tuvo en cuenta
el ascendiente que gozaban los Polanco en aquella capital;
pero lo más probable es que se fijase en las dotes perso-
nales del enviado. El P. Le Bas dice de él que era "gran
negociador", y lo describe adornado de "grandes dones na-
turales, bella presencia, afabilísimo, grave, muy compues-
to interna y externamente ...; tan conrtés que,aún hablan-
do con otros muy inferiores a él, nunca quería cubrirse, si
el otro no se cubría. Gran conversador, a quien algunos
daban el apodo de "Mercurio"; agradaba a los que le escu-
chaban con la variedad de sus conocimientos, pues se puede
decir que sabía de todo, y tenía el arte de mezclar lo u-
til con lo dulce. Su conversación era siempre espiritual;
quienes lo conocían, por más doctos y estimados que fuesen,
siempre le dejaban hablar a él, sin interrumpirle" (54).
El negocio de Florencia quedó resuelto con satisfacción de
ambas partes.
21
do después en Macerata impedido por fiebres tercianas. A-
llí recibió la noticia de la muerte de san Francisco de
Borja. Se puso inmediatamente en camino,a pesar de la fie-
bre, "metido en el serón de un mulo", y durante el camino
se enteró que había sido elegido Vicario General (55).
Con la convocación de la tercera Congregación Gene-
ral, llega para Polanco la gran prueba, que el superó de
manera espléndida, y en la que mostró su madurez espiri-
tual. Los ojos se dirigían generalmente a él como al futu-
ro General. Sin embargo, hubo oposición, hubo intrigas y
manejos, que el P. Possevino se creyó obligado a denunciar
al Vicario, pero que Polanco, por tratarse principalmente
de su persona,no atajó. Finalmente, habiendo manifestado
el Papa su deseo (aunque retiró el mandato) de que por
esta vez no fuere elegido un español, la mayoría de votos
cayó sobre el P. Mercuriano. Un testigo presencial, el P.
Ribadeneira, escribió después: "El P. Maestro Polanco res-
plandeció en todas sus acciones con tan rara modestia,
constancia e igualdad de ánimo, que muy bien se echó de
ver que tenia debajo de los pies el ser General,y que nun-
ca lo había pretendido, sino huido, y que hacía gracias a
nuestro Señor porque lo había liberado de tan pesada car-
ga" (56).
* * * * * * *
23
nes dadas a los Padres que se enviaban a los ministerios.
Pero en ellas, mas que en otros escritos polancianos (si
se exceptúan las cartas escritas "ex coramissione") surge
la duda constante ^de la paternidad: son de Polanco o de
san Ignacio? o, cuanto de Polanco y cuánto de san Ignacio?
Hay, sin embargo, una de estas instrucciones que nos cons-
ta ser exclusivamente de Polanco, sin ninguna intervención
de san Ignacio. Es la escrita para los Padres Jayo, Salme-
rón y Canisio, cuando en 1549 fueron enviados a Ingolstadt
(61). En la carta a san Pedro Canisio con que se la remi-
tía, se excusaba Polanco de haberla escrito sólo por obe-
decer "a esos Padres míos y maestros en Jesucristo", y ana-
dia que, queriendo ensenarla a Nuestro Padre, y comenzando
a leerla, este le atajo y le dijo que "se remitía", y que
daba por bueno "lo que pareciese aquí y allí", es decir, a
Polanco y a los Padres enviados. Así que - puntualizaba el
secretario - "no se tome este escrito como de su Paterni-
dad, sino que valga sólo por lo que parezca conforme a ra-
zón" (62).
24
colegios y en la evolución de los Directorios de Ejerci-
cios fueron mayores de lo que antes se pensaba, asi tam-
bién superan toda nuestra expectación en lo que se refiere
a la biografía ignaciana y a los principios de la historÍ£
grafía de la Compañía". Este juicio es de un buen conoce-
dor de la materia, el P. Pedro Leturia (64).
Polanco se interesó siempre de la vida de san Igna-
cio y los orígenes de la Compañía. Una de sus primeras
preocupaciones, apenas nombrado secretario, fue obtener
del P. Laínez la célebre carta sobre este argumento, fir-
mada en Bolonia el 16 de junio de 1547 (65). Tomando como
fuente principal esta carta, pero completando sus datos
con otros encontrados en el archivo y en los testigos de
Roma, escribió Polanco en 1548 en castellano un Sumario de
las cosas más notables que a la institución y progreso de
la Compañía de Jesús tocan. Resumido á s tarde en italia
m
25
Societate nostra ab armo 1564 (68); con ello continuaba
una preocupación semejante, llevada a cabo con más preci-
sión durante el viaje del P. Laínez a Francia (69).
Después se dedicó a su gran obra histórica, el Chro-
nioon Sooietatis Jesu. Empezó con una exposición más con-
cisa de los hechos. Pero habiéndole dado el P. Mercuriano
la consigna de que pusiese "cosas que pudiesen servir de
recuerdo en la práctica del gobierno", se difundió después
en la narración, "poniendo también sucesos y cosas no edi-
ficantes" (70). Sirviéndose del archivo y ayudándose sin
duda también de su extraordinaria memoria, dictó_en latín
la relación de la vida y apostolado de la Compañía, desde
1537 (el ano de la llegada de nuestros Padres a Venecia)
hasta la muerte de san Ignacio. Es increíble que en espa-
cio de un ano o poco más (1573-1574) llevara a cabo una o-
bra de esta mole, que en la edición de MHSI ocupa seis vo-
lúmenes, con un total de 4500 páginas. Sin embargo, no
creyó Polanco haber escrito una Historia de la Compañía,
sino de haber recogido el material para redactar cuatro o-
bras diversas: una historia universal de la Orden; una se-
rie de historias particulares de cada casa,y otra de bio-
grafías de algunos jesuítas más eminentes, y.finalmente,
algunas observaciones útiles para su gobierno (71).
26
cuya primera edición latina habla salido dos años antes,
1572), Polanco prefirió tomar como fuente principal la car_
ta de Laínez y sus propios Sumarios. Nos da, pues, la bio-
grafía ipnaciana desde otro ángulo de visión.
27
bre en la obra, mandando que lo sustituyese por la frase:
"revista en la casa de la Compañía de Jesús" (76).
Mas información tenemos del Breve directorium ad
oonfessarii ac confitentis munus rite obeundum,escrito por
voluntad de san Ignacio, y editado en 1522. De él damos
aquí un extracto (Apen. 2).
28
en el s. XVII (81). Ribadeneira y Manareo nos hablan asi-
mismo de un tratado que Polanco había escrito sobre la hu-
mildad, y efectivamente en el ARSI se conserva un largo
tratado: Tractatus de humilitatis virtute et de eius per-
featione acquirenda, no autógrafo de Polanco, pero corre-
gido de su mano. Ocupa no menos de 250 páginas, y está di_
vidido en cuatro partes y un total de 39 capítulos (82).
Inédito se conserva también en el mismo Archivo otro tra-
tado polanciano, de proporciones mucho menores (70 páginas)
De beatitudine (83).
* * * * * * *
29
eterna,de la que antes de su enfermedad solía con frecuen-
cia hablar con gusto, y cambió esta vida por la eterna
(84).
NUESTRO INTENTO
30
(doc. 1 y 3 ) , entreverados por otro sobre la perseverancia
en la vocación (doc. 2 ) y terminando con un apéndice, que
;
* * * * * * * *
31
P R I M E R A P A R T E
I. SUSCITAR VOCACIONES
APÉNDICE: Alabanzas de la
Obediencia
I. SUSCITAR VOCACIONES
a) PRESENTACIÓN
35
cotices planeaba san Ignacio; sino que presenta como meras
'industrias' o consejos prácticos para conseguir el fin lo
que en las Constituciones tendrá carácter legislativo"(3).
Por eso no es de extrañar que sus normas pasasen casi en
su totalidad al primer texto de las Constituciones,a veces
- es cierto - profundamente modificadas, a veces, en cam-
bio, literalmente.
El primer documento sobre el modo de fomentar las vo-
caciones es la primera Industria, que no pasó al texto pri
mitivo. Lo incluyó Polanco en el borrador de las Declara-
ciones del segundo texto (texto A), en la declaración que
en el primer capítulo de la Parte I ocupaba entonces el
primer puesto, y ahora ocupa el tercero: declaración C
11443, y como tal fue copiado en el mismo texto A. Pero
S. Ignacio lo tacho todo y escribió al margen: "Quitar to-
do, o poniendo pocos medios, mucho dificultando" (4); es
decir, quítese todo esto, o déjense sólo pocos medios de
fomentar las vocaciones, y se pondere mucho la dificultad
en la admisión. Es el pensamiento que recogió Polanco en
la Industria 12: "no se tenga tanta codicia de multiplicar
y crecer en número,que se debilite y decrezca el espíritu;
por eso nuestro Padre Maestro Ignacio decía más veces,
(como yo le oí) que desearía vida, si la hubiese de desear,
para ser difícil y recatado en recibir" (5).
36
b) TEXTO
1. Oración
2. Residir en universidades
37
3. Residir en lugares grandes y de concurso
4. Tiempos de recogimiento
5. Predicar
6. Leer
a
8. Se alude a las "lecciones sacras". Ver infra Doc.4, 5
9
Industria, n 54, nota 85.
38
aquí leer, no puramente para el entendimiento (porque des-
tas lecciones no suele haber necesidad en universidades),
pero también para el afecto, mezclando exhortaciones, etc.
para juntamente enseñar y mover. £1 enseñar también la do£
trina cristiana a muchachos y el leer aun a modo de escue-
las (como se hará en Gandía y Mesina), podría dar a los
auditores de cualquier facultad, con algunas oportunas di-
gresiones y exhortaciones, ocasión de aficionarse al ins-
tituto de la Compañía.
7. Confesar
8. Ejercicios
9
9. Cfr. Constituciones, n 624.
10. En el sentido de "decidirse".
11. Cfr. Ejercicios, nn. 18-20.
39
9. Casa de la Compañía
10. Conversación
40
podría enviarse uno y otro que le dispusiesen, tirándole a
las predicaciones y a confesarse, y, si se pudiese, a los
Ejercicios. Podría también tomarse ocasión de cartas y
nuevas, comunicando la parte dellas que se juzgase conve-
nir (13).
41
ral o espiritual, para este proposito hace mucho, por la
autoridad y el brazo dellos (14); que ayuda en las cosas
del divino servicio. Y asimesmo, cuando se sintiesen se-
mejantes personas ser contrarias, se debrían buscar medios
para hacerlas benévolas, o a lo menos que no dañen (15).
42
algunas personas de partes raras que quisiesen vivir al
modo que los otros, ayudará para este efecto.
43
sus espesas entretuviesen en los estudios, donde pudiesen
ayudarse de los de la Compañía, con intención que, si Dios
los inspirase, entrasen en ella, sería útil para el efecto
dicho.
* * * * * * *
II. PERSEVERAR EN LA V O C A C I Ó N
a) PRESENTACIÓN
44
(París 1913), traducido después al italiano (1914) y al
castellano (1920). Lo trae también el P. Aicardo en su Co-
mentario a las Constituciones, vol. I, pp. 379-385. A pe-
sar de su índole de esbozo preparatorio, "el documento es
rico en ideas fuertes, interesantes y en ocasiones conmo-
vedoras, y en razonamientos, cuya validez, si no es siem-
pre igual, nunca se puede menospreciar" (Delbrel).
Que se reflejen aquí las ideas del santo fundador de
la Compañía, lo testifica la única copia del documento que
se conserva, la cual lleva al principio las palabras: "P.
Polanci ex P. Ignacio".
El texto original latino fue publicado en MHSI Pol
Compl II, pp. 809-814. Damos aquí la traducción castellana
del P. Aicardo.
b) TEXTO
45
2) Si elegiste perseverar por Dios y por tu prove-
cho, puedes estar cierto de que haces una cosa buena y saia
ta; y si eligieres apartarte, estás en gran duda de si lo
que has de hacer es bueno tanto o más que lo primero; y lo
;
46
dos los males" (22), porque si no tienes abundante patri-
monio, la solicitud de buscarte lo necesario para tu vida
y estado te podrá oprimir.
47
más que el espíritu de Dios, y aun seguir al mismo Sata-
nás, que es lo que til harías. Y si te llamó Dios a esta
Compañía (pues ni la carne ni la sangre ni el demonio te
llamarían a este estado de perfección), es natural y con-
siguiente que no sea Dios el que te disuada. De donde sa-
carás que es la carne y la sangre y el mismo demonio.
48
ra, sin embargo, si es mas seguro cumplirlo simplemente,
como suena, o buscar interpretaciones inciertas y a mi pa-
recer falsas,y no sé qué condiciones para observarlo (28).
Y piensa detenidamente lo que es querer engañar a Dios,
del cual nadie se burla (29). Y mira que "es horrenda cosa
caer en manos del Dios vivo" (30).
49
5) Ofrecerás un holocausto gratísimo a Dios, tu li-
bertad, digo, y lo mejor que hay en tí, y conseguirás por
ello muy subida perfección, si lo ofrecieres con resigna-
ción verdadera.
50
vaso de las virtudes, y según la capacidad de este vaso
las infunde Dios.
51
2) Teniendo que aguantar y aún devorar algunas mo-
lestias tanto en la religión como en el mundo, no será más
agradable sobrellevarlas por Dios y por el premio eterno
que les está vinculado, que sin provecho alguno y aun con
demérito? Ciertamente la esperanza hace agradables los
trabajos. Oye, pues, a san Pablo: "Las aflicciones tan bre_
ves y tan ligeras de la vida presente nos producen el peso
grande y eterno de una gloria incomparable" (39).
52
8) Así como la perplejidad y solicitud en la adminis
tración de la hacienda seria muy pesada y molesta fuera de
la Compañía, asi es en ella, por el contrario, muy agrada-
ble desentenderse del cuidado de si mismo, según aquello
del salmista: "Arroja en el seno del Señor tus ansiedades"
etc. (42). Con lo cual concuerda lo que dice san Pedro
(43).
53
12) La misma virtud trae consigo alegría, si se re-
chazan con entereza los vicios contrarios. Ahora bien,per-
severando, demostraras virtud firme y robusta.
54
celestiales (48).
55
III. APROVECHAR EN ESPÍRITU
a) PRESENTACIÓN
b) TEXTO
56
fíat (49); y que, con ser necesaria la una parte y la otra,
la parte del espíritu lo es especiallsimamente, siendo no
solo para él más importante y para la Compañía, que no po-
dría valerse con hombres animales (50), pero aún para to-
dos los prójimos; que quien ha de traerlos de la carne al
espíritu, es menester que él sea espiritual. Que, como
Dios usa en las cosas naturales de un animal perfecto para
engendrar otro, y como en cualquier agente quiere que haya
la forma que ha de introducir en su efecto, asi en ias co-
sas espirituales quiere que quien ha de ser su instrumento
para introducir humildad, caridad, etc., sea humilde, ca-
ritativo, etc. Ultra de que el ejemplo de vida mueve más
que las palabras para que se dispongan los oyentes a ser-
vir a Dios.
57
entrar en esta religión. Y para esto el tiempo de las pro
baciones y experiencias es bien ordenado, después de los
estudios de letras y antes de la profesión; en el cual
tiempo se estudien prácticamente las virtudes. Y asi pare
ce que, antes de salir a la luz, comúnmente hablando, y de
comunicarse a otros prójimos, habrían de atender a sí mes-
mos en este tiempo; si particulares causas a otro no mo
viesen.
58
gustar quam suavis est dominus (52), ut austato spiritu,
desipiat caro; y porque vea por su experiencia que es po-
co lo que se deja, para lo que se halla, a quien deja el
mundo por Cristo. Y podría ganar buena usanza de juntarse
con Dios entre las acciones. A lo menos la memoria desto
hará que menos afecto se ponga en las cosas bajas, tuvien-
do conocidas las de Dios. Es verdad que tanto menos habría
que trabajar en esto,cuanto la persona estuviese más pues-
ta en ella y usada; aunque el renovarse, para todos servi-
rla.
4. Apercibirse a la abnegación
59
5. Ponerla en práctica cuanto a
la abnegación de la carne
6. De la concupiscencia de hacienda.
60
pobremente, pedir por amor de Dios en lugares públicos,
predicar en los mesmos y semejantes cosas, que derechamen-
te van contra la reputación en qué hombre se tiene y quie-
re ser tenido (56). Y desto publico, como mendigar y pre-
dicar por plazas, parece tienen mas necesidad los hombres
respetosos (57) y los no bien despegados del mundo; porque
con ello se vencen y se establecen en su vocación, y se
hacen inhábiles para el mundo (58).
Contra todas juntas estas concupiscencias hay algu-
nas experiencias, como es el peregrinar sin dineros, ser-
vir en hospitales o a otros enfermas, y semejantes; donde
hay, ultra de la abnegación, aún mucho ejercicio de cari-
dad (59).
61
con la unión espiritual de voluntades; que no puede ser
sino guardándose la subordinación de los miembros a su ca-
beza diligentísimamente con la obediencia santa (60). Ter-
cero, por la cualidad de los miembros desta Compañía; que,
como han de ser a una mano (61) letrados y personas de ca-
beza, son más sujetos a quererse regir según su parecer y
voluntad, y tanto más tienen necesidad de este ejercicio.
Cuarto, por el favor que los mesraos probablemente tendrían
con principes y señores; con el cual, si no tuviese para
ellos fuerza la obediencia, no se podría hacer más de lo
que ellos quisiesen. Asi que, por estas y otras razones,
siendo mas necesaria la obediencia aquí que en otras par-
tes, mucho se deben en ella ejercitar, antes de hacer pro-
fesión y después; para que sea la obediencia, no sólo vo-
luntaria, pero alegre, presta, constante, humilde, slmpli-
ce, sin querer razón de lo que se manda, aunque parezca i-
rracional, con que no sea pecado (62). Y a esto servirá :
Primero, hacer obedecer a personas bajas, como al cocine-
ro (63). Segundo, a muchos, como al sotoministro, ministro,
sin el prepósito, aunque fuesen legos y de poca autoridad.
Porque el ejercicio hará mejor habito para obedecer al
superior; y porque se aprenda en todos a obedecer a Cristo
(64). Tercero,hacer obedecer en cosas bajas y contrarias a
su voluntad,como mendigar,predicar,etc.; y otros si se su-
piesen de sus inclinaciones, contra ellas se habría de en-
derezar quien quisiese probar la obediencia (65). Cuarto,
hacer obedecer en cosas no razonables en si, si no fuesen
mandadas, como leemos de los Santos Padres (66). Quinto,
62
mandar imperiosamente, no rogando ni remitiéndose a su vo
luntad ni dando razones de lo mandado. Sexto, mandar mu
chas cosas, una tras otra. Séptimo, que dure buen tiempo
el estar debajo de otro, en los que son más inclinados a
soberbia; porque se haga hábito. Octavo, hacer que ellos
manden a otros; porque viendo como quieren ser obedecidos,
vean cómo han de obedecer. Noveno, no hacer caso dellos,
ni llamarlos un tiempo para cosas mayores; sino que sean
puramente manos y pies, y no cabeza. Décimo, dar buenas
penitencias a quien nada en esto faltase. Undécimo, hacer
les predicar la obediencia en casa, porque todos lo sepan.
Duodécimo, pero porque seria grave a un ánimo grande esto,
a no lo tener previsto, se le habría de proponer al supe
rior, y según le paresciese, moderar todo esto (67)
63
de mejor gana tomando el parecer de otro, si igualmente
fuese bueno. Cuarto, no le sea licito decir ni mostrar que
le parece mal cosa de las que se aprueban y consienten en
casa para con gente de fuera ni otros de casa, salvo si al
mesmo superior o algún oficial le dijese lo que notablemen
te paresciese importar. Quinto, no dé pareceres ni conse-
jos a otros sin serle pedidos; antes se le mande que atieri
da a juzgar y condenar sus solos defectos, teniendo éstos
continuamente ante los ojos, y entre ellos éste de la du-
reza del propio juicio. Sexto, si faltase en lo dicho,dar-
le penitencia, etc.
64
12. Constancia. Preparación para profesar
* * * * * * *
a) PRESENTACIÓN
9
70. Cfr. Constituciones, n 514.
71. MI Epp I, 551-562.
65
Damos aquí una traducción nuestra, aunque nos hemos
ayudado para ella de la de Aicardo.
b) TEXTO
Aconsejan la obediencia:
66
de Cristo: Este es mi madrea mi hermana, ... etc. (76).
3? Hace un gratísimo obsequio a Dios: porque la obediencia
es mejor que las víctimas (77). 49 Construye una morada pa-
ra Dios,echando fuera el propio sentir y juzgar. 59 Engran-
dece al hombre y aun lo diviniza, pues lo despoja de si y
lo viste de Dios: vive en mí Cristo (78). Da también poder
para que Pedro por obediencia se mantenga sobre las aguas
(79). Por eso pone al hombre en un estado excelente, en es-
ta vida y en la otra. Un Padre del desierto vio cuatro or-
denes: Los enfermos, los hospitalarios, los solitarios y
los subditos (80). Cristo se hizo obediente hasta la muerte
67
y muerte de cruz; por lo cual Dios lo exaltó, y le otorgó
el Nombre que está sobre todo nombre (81).
68
pozo, y la leona se dejó amarrar (85). Es más, les obedece
Dios: obedeció el Señor a la voz de un hombre (86); porque
Josué era obediente.
69
ce. El que hace su propia voluntad, se recompense a si mis
mo; el que hace la voluntad divina, espere que le recompen
se Dios.
70
S E G U N D A P A R T E
APÉNDICES:
2. Sobre el sacramento
de la Penitencia
3. Sobre los Ejercicios
x
Espirituales
4. Sobre la asistencia
a los moribundos
IV. TRABAJAR EN LA VIÑA D E L SEÑOR
a) PRESENTACIÓN
73
mos que Polanco siguió corrigiendo y completando el escri-
to.
Aunque éste nunca llegó a tener un carácter oficial,
se difundió bastante, desde los tiempos mismos de san Ig-
nacio. En 1553 san Pedro Canisio habla oido hablar de él y
7
74
Bernardo de Angelis en el prólogo que puso a las Industria
ad aurandos animae morbos de Aquaviva (1600), escribió que
este P. General se habla acordado de las instrucciones que
con este nombre de "industrias" había escrito Polanco,"B.
Patris nostri mandato atque ductu" (8)
El P. Polanco, según su costumbre, se atiene a un
orden estrictamente lógico. Lo presentaremos aquí esquemá-
ticamente para mayor claridad.
75
Este esquema (para consigo, para con el prójimo, pa-
ra con la Compañía) es el mismo usado después en no pocas
instrucciones para los enviados a ministerios: por ejemplo
en la dada al P. Laínez, cuando a fines de diciembre de
1548 fue enviado a Sicilia (9) y la escrita para el P. Se-
bastián Romei, al ser enviado a Caprano en 1552 (10). Véa-
se, sobre todo, la instrucción latina editada por MHSI en
el vol. XII de las cartas de san Ignacio, pp. 251-253, que
es como un conciso resumen de estas Industrias y tiene to-
do el aspecto de un modelo general de instrucciones; se de-
bería después acomodar a las circunstancias de las diver-
sas misiones (11).
Ea éste el documento más importante de nuestra anto-
logía; si se nos permite hablar así, lo llamaríamos el
plato fuerte. Tengamos presente, sin embargo, que no es un
documento de san Ignacio, sino de Polanco. Con toda proba-
bilidad, si, como sucedió con las Constituciones, san Igna-
cio lo hubiera tomado en sus manos, lo habría corregido,
cambiado, completado. Para entenderlo, hay, además, que
saberlo leer con sentido histórico; de lo contrario algu-
nas ideas y expresiones, como la insistencia en mantener
el crédito y la autoridad, nos pueden hoy chocar. A pesar
de ello, de todos los documentos que aquí presentamos, es
el que mejor nos da la imagen del jesuita en misión, según
la mente de san Ignacio. Eso explica el favor de que siem-
pre ha gozado; aunque merece ser mucho más conocido.
Por desgracia la edición de MHSI no es muy feliz.
Los editores no pudieron consultar todos los manuscritos;
es mas, les faltaron los mejores. No es ésta la ocasión de
colmar esa deficiencia. Hemos seguido el texto de MHSI Pol
Compl II, pp. 776-807. Sólo cuando nos ha parecido necesa-
76
rio, hemos introducido alguna corrección según otros codi^
ees. De ellos tomamos también los títulos o pequeños suma-
rios de cada párrafo, que Polanco escribió en el margen, y
tal vez por eso omitió el manuscrito seguido por Monumento.
Histórica.
b) TEXTO
a
12. La primera redacción decía: "desto diré en la 1 0 in-
dustria". Y efectivamente la décima de las Doce In-
dustrias se trata "de cómo pueden ayudar, desde Roma,
los que andan fuera, por el Superior". Cfr. Constitu-
ciones, nn. 629-632.
77
ocurre decir. La una, cómo se han de haber consigo mismos.
Las cuatro siguientes,cómo con los prójimos con quien tra-
tan. La sexta y última, cómo con la Compañía y superior
della. Y de todas seis se dirá con el ayuda de la Sapien-
cia eterna, guardando la orden propuesta.
78
sus (14), mucho mirando, cuanto es en el, de no dar oca
sión a que nadie haga lo que no debe contra el.
79
6. Evitar la soberbia con tal que no falte el ánimo.
Evite la soberbia en mucho estimarse, y la presunción de
sus fuerzas en tomar de suyo empresas no proporcionadas a
su talento, y en ingerirse adonde convendrá ser llamado,
de lo cual se dirá adelante. Pero con todo esto, sea ani-
moso para acometer y seguir cualesquiera grandes empresas,
cuando la obediencia le pusiere en ellas, o el cargo que
dado le fuese, o la caridad, visto el aparejo o la necesi-
dad con apariencia de posibilidad, le convidase, tomando
prudentemente los medios que convienen.
80
9. Huya las concupiscencias carnales.- De todas con-
cupiscencias de sensualidad, como sería en el comer, etcé-
tera, guárdese con diligencia interiormente, abnegando mu-
cho el amor de todas estas delectaciones. Y aunque la dis-
creción deje algún uso moderado de algunas dellas por ser
necesarias, mire de no soltar mucho la rienda al tomar las
comodidades del cuerpo, como sería en comer y beber mucho,
o curiosamente, en vestir, dormir, casa, reposar y otros
regalos y limpiezas demasiadas, que ultra que desedifican
a otros, suelen ahogar el espíritu y disponer a pecados
mayores.
81
el trabajar quiere moderación para que pueda a la larga
continuarse y emplearse en el servicio divino (20).
82
otras, de cuya conversación incauta pudiese seguirse peli
gro semejante.
9
23. Cfr. Constituciones, n 250.
24. Ibidem, nn. 47, 274, 358, 464.
83
fácil, de la adulación o aprobación de lo que no debería
aprobar; quien es severo, de la demasiada asperidad y con-
tradecir todo lo que no le agrada; pues, a las veces debe
abstenerse dello, aunque el otro con quien trata no sin-
tiese bien, pero la discreción dirá'con cuáles y hasta don
de puede pasar
84
mente, que, aunque en todas maneras de vida sea muy necesa
ría la discreción, en esta parte lo es sumamente; la cual
podrá adquirir quien fuere humilde, y tuviere abnegadas y
quebradas sus pasiones, con hacer reflexión a menudo sobre
las cosas que experimenta, ultra de lo que de otros apren-
de, procurando cada día hacerse más circunspecto.
85
tiendo mucho si ve en él perdido tanto precio, con un san-
to celo y compasión, como quien pidiese que restituya la
sangre de Cristo que costó, o la inocencia y estado de sa-
lud comprada con la misma sangre y vida; y esto con peca-
dores. Pero en general guarde este modo, que no mire la
criatura como hermosa o graciosa, etc., antes entre en su
ánima como toda bañada con la sangre de Cristo, y como
miembro del mismo y templo del Espíritu Santo (28).
Resuélvase firmemente de no hacer, por ninguna espi-
ritual ganancia que espere o pretenda, un pecado venial
deliberadamente, ni por todo el mundo, y aunque no sea co-
mún en lo malo de otros, no sea singular en hacerse dife-
rente de otros en lo bueno que tienen.
86
debe para cumplir con esto, hará en lo demás lo que pudie
re, como se dirá.
87
bien animado a morir, conformándose con la divina voluntad
(29). El entender en las cosas temporales, si no fuese pa-
ra descargo de la conciencia que será necesario, no lo de-
ben hacer personas desta Compañía, si por causas particu-
lares y raras, el superior no lo cometiese; aunque es ve-
rosímil que ella se podría ayudar en lo temporal, como o-
tras muchas religiones (30). El acompañar a uno hasta que
muera, trasnochando, etc., parece que, por el embarazo del
tiempo y peligro de enfermar, serla impedir otras mejores
obras en muchos de los nuestros, si no fuese donde hay mu-
cho número de personas de nuestra Compañía, o raras veces
por respetos particulares de importancia, donde la discre-
ción verá lo que se debe hacer.
9
29. Cfr. Constituciones, n 412, Ved. infra Apend. 4.
30. Cfr. Ibidem. nn. 591-592.
9
31. Cfr. Ibidem, n 623b.
32. Mt. 19,17.
88
7. Preferir las obras más útiles.- Porque el bien tan
to es mayor cuanto es más universal (33), débese poner mas"
diligencia y estudio en las cosas públicas que privadas,
cuando concurriesen las unas y las otras; y entre éstas
las que se extienden a más personas, antes que en las par-
ticulares y que se extienden a menos (34); como seria pro-
curar a quien algo en ello pudiese, que hubiese buen obis-
po,buen vicario, buenos curas y predicadores, buenos maes-
tros en las escuelas, que se mantuviesen bien los pobres,
y que hubiese modo para enseñarlos e instruirlos en la vía
de salvarse; que hubiese recogimiento para todas malas mu-
jeres que quieren apartarse del pecado, aunque no se dis-
pongan a ser monjas, como ee hace en la casa de Santa Mar-
ta, en Roma, que es obra más universal que las de las Con-
vertidas, que son ya religiosas (35). Por la misma razón
de universalidad, bajando de las cabezas el influjo a los
miembros, quien ayudase a los tales,como son obispos, pre-
dicadores, etc., sería su ayuda más importante.,
89
vestir, si no hubiese urgente necesidad corporal, como de
hambre, y en tal caso especialmente se debería insistir a
remediarla. Y entre las temporales las que más importan
para la salud del ánima, como el colocar el sexo femenino
en matrimonio o religión, más que el viril. Y a una mano
(36) a los que corren mayor peligro, con mayor diligencia,
debe socorrerse, como a mujeres mozas y de buen parecer,
más que a las viejas, y que tienen en si y darán a otros
menos ocasión de ofender a Dios (37). Y porgue cada uno
debe ocuparse en las cosas y por los medios mas conformes
a su Instituto, los de la Compañía deben procurar lo espi-
ritual especialmente, y por sus medios ordinarios de con-
fesar, predicar, enseñar la doctrina cristiana, etc., si
por razón extraordinaria no hubiese extraordinarias ocupa-
ciones como más agradables por entonces a Dios N. S. (38).
90
acabar, que aquellas que es menos probable el salir con e-
llas.
9
41. Cfr. Constituciones, n 623e.
42, Ibidem, 623d.
91
17. Inducir al bien que se puede.- Quien no pudiese
inducir a obras espirituales, como de confesiones, ejerci-
cios, etc., a lo menos a otras buenas obras procure atra-
erlos, como a limosnas, y dar favor a los que atienden al
servicio divino y bien común.
92
2. No aon otras de quien poco se espera,- Algunas
personas simples y buenas, de quien otro no se espera que
consolarlas con confesiones o poco más, ahora sean hombres
ahora mujeres,es bien no se ocupar con ellas, especialmen
te teniendo otros confesores que les bastarán, aunque me
nos les satisficiesen y esto, no porque no desee consolar
cualquier mínima persona, sino por no perder mayores ga
nancias por las menores.
a 9
44. Ved. infra, 5 Industria, n 49.
9
45. Cfr. Constituciones, n 623f.
93
biese una especial necesidad y razón de atender a ellas ad
tempus; y esto asi porque se hace en
s otras personas mas
fruto, que no tienen su modo de cervir a Dios tanto orde-
nado, como por quitar las ocasiones de peligros y rumores
que suelen suceder de tales asuntos.
94
quien aprovechando, se podrían aprovechar otros (46).
9
46. Cfr. Constituciones, n 622e.
95
y pobres, de quien nada se puede esperar, como sería en
hospitales con enfermos, y en cárceles con presos y otras
personas de símil condición, conversar a ratos para conso-
larlos o confesarlos o servirlos, es ejercicio de mucha
caridad, y para recibir aumento della; y a los principios,
para «•menzar por lo bajo, útil; y también a quien estu-
viese en gran favor, por el buen ejemplo, y porque se qui-
tase de los ánimos de los otros sospecha de ambición, y se
viese antes amor a las bajezas de Cristo, ultra de las
otras utilidades. Pero véase que por una buena obra no se
deje otra mejor (47).
17. Con los que les faltan otras ayudas.- Los que
no tuviesen otras personas que les ayudasen,les sería por
esto más debida la ayuda, como con algunos pobres hombres
y lugares donde no hay quien enseñe cristianamente a vi-
vir; y lo mismo sería de quien no se quiere ayudar de
otros por tener especial devoción ü otra causa; aunque es
c
9
47. Cfr. Constituciones, n 650.
9
48. Ibidem, n 623d.
49. !1tc 7, 6.
96
20. Mudarse de un lugar a otro.- Cuando una ciudad
o lugar estuviese reducido y ayudado, a lo menos la parte
de quien se espera fruto, seria bien mudarse a otro, donde
más necesidad hubiese de su doctrina (50), procurando de-
jar medios para que se conservase lo hecho, como se dijo
arriba. Y esto se entiende cuando las misiones no son li-
mitadas, que no se puede salir de una tierra.
9
50. Cfr. Constituciones, n 605.
9
51. Le. 4,43. Cfr. Constituciones, n 616.
97
CUARTA INDUSTRIA. Del tiempo.
98
su salud espiritual, y aun temporal, teniendo no solamente
respeto a la presente disposición, pero aun a la futura.
Otra es el conocer las personas: que a unas el dejarlas
con hambre y hacerse desear es muy conveniente, a otras la
conversación más continua les ayudará más.
Últimamente,mire que, como debe ser escaso del tiem-
po, nada del queriendo gastar sino en cosas del servicio
divino, hasta el dormir, etc., asi no debe serlo en dar
tiempo competente a los negocios; porque con sed de presto
concluir más cosas no deje imperfectas las que tiene entre
manos, porque serla no satisfacer ni a unas ni a otras.
Asi que, aunque con el deseo se extienda a todas cosas, no
quite el tiempo debido a las obras que Dios le pone entre
manos; y aun en el tiempo que para el reposo y refección
propia tendrá, ni debe faltar en tomar lo necesario, ni
exceder en tomar lo supérfluo; y en todo debe la caridad
ordenarse con discreción (52).
99
cristiana,administrar los sacramentos, dar ejercicios, con
versar y servir corporalmente.
100
Los medios interiores dichos son útiles al operario
de la parte que mira a Dios, cuyo instrumento es. Los ex-
teriores siguientes lo son de la parte que mira al prójimo
al cual desea disponer a la divina gracia (56).
101
zas, considerando, no lo que merecen o desmerecen en sí
las personas, sino a Cristo en todas. Asimismo en los ne-
gocios no es de mirar si son bajos en sí, sino la obra y
caridad con que se toman.
9
59. Cfr. Mt. 10, 8; Constituciones, n 565.
60. En el sentido de: traer, llevar.
102
10. Dar muestras con palabras del fin de las obras.-
Aunque es muestra de amor eficaz la de las obras, todavía
es bien que en las palabras y otras exteriores señales se
haga entender que no se busca sino la salud de las ánimas,
de manera que se vea el amor ser puro y grande, sin que
haya demostración de pretender algún interés de honra o
provecho propio. Hacer también caso de ellos, cuanto sin
lisonja se puede, y mostrar confianza, confiriendo algunas
cosas con ellos, que no se confieren con todos, remitién-
dose al parecer dellos, o dejando la cosa en sus manos y
rigiéndose por ellos, etc., cuanto sin inconveniente o pe-
ligro se puede; porque todo esto convida y obliga a amor,
y, por consiguiente, a dejarse persuadir. Mírese, con todo
esto, que en visitaciones o palabras, o instancia demasia-
da, o en otro algún modo, no se dé sospecha de pretender
algo, con que los hombres más se recaten, y se inclinen
menos a dejarse mover al bien.
\
61. HORACIO. Epistolae, lib. 1, ep. 18, 89 ("Oderunt hi-
larem tristes tristemque iocosi").
62. I Cor. 9, 22.
63. I Cor. 10, 33.
103
12. Convenir en lo que se pueda.- También ayuda pa
ra la benevolencia convenir con las personas que se tratan
en lo que buenamente se pueda, aprobando lo que es de a-
probar, y soportando y disimulando algunas cosas, aunque
no bien dichas o hechas, en especial con personas de res
peto, si no se supiese que holgarían ser reprendidas; y
condescender,salvo la conciencia, en parte de lo que ellos
instantemente quieren, si de las tales pende el negocio
que se pretende o no se puede hacer sin su consentimiento.
13. Los que conversa.- Cuando una vez que conversa
con alguno, no le puede inducir a lo que pretende, no le
deje desabrido ni descontento, antes en todo amor, cuanto
se podrá,porque otra vez no huya; y aun podría ser que la
brasen en el más las palabras en ausencia que en presen
cia. A lo menos tendrase para otra vez acceso para el tal.
Es verdad que si alguna aspereza le ayudase, se debería
usar.
14. Procurar crédito,autoridad.- Como se ha dicho de
lo que hace benévolas las personas,así se debe decir de lo
que ayuda a tener crédito y autoridad para con ellas,ora
sea pueblo,ora sean personas particulares,especialmente de
calidad. Y este crédito debe mucho procurarse, antes de
entrar a inducir cosas difíciles. Y hablando en particular
ayudará tener la gravedad de las costumbres y madureza en
todo el hombre exterior, especialmente en las palabras di
chas con peso y circunspección, no se dejando irritar o
desconcertar en hablar o gestos,aunque otros se desconcier
ten. Y asi al contrario, toda demostración de semejantes
pasiones quita autoridad. Es también menester oir de buena
gana, no cortando ni rompiendo fácilmente las palabras de
otro, ni queriendo el solo hablar; que todo esto es cosa
odiosa y hace perder crédito.
15. Demostración de doctrina.- Para la misma auto
ridad ayuda la demostración de la doctrina moderada, y no
sobre la verdad della (64), ni dando sospecha de jactancia
ni vana ostentación, pero modestamente mostrando los dones
de Dios N.S., lo que se juzga expediente para su servicio.
105
con mucho tiento, cuanto se juzgue expediente; en manera
que los que ven algo, entiendan que queda mas encubierto;
porque naturalmente en las cosas humanas, limitadas cuanto
a la perfección, se estima en menos lo que parece ser del
todo conocido.
106
se asimismo de ensenar doctrina no solida, y decir cosas
de hombre liviano, o aconsejar temerariamente, o reir con
disolución. Y en general se guarde de todas cosas que sue-
len hacer perder reputación de bondad, doctrina o pruden-
cia; pero especialmente se guarde de mostrarse parcial, si
está en tierra donde hay sectas o bandos, en afectos ni o-
piniones propias a la una parte ni a la otra, saliendo de
fuera dellas, y proponiendo la doctrina oomún a entrambas
partes de los doctores santos, conversando con los unos y
con los otros, sin mostrar afección especial a éstos ni a
aquellos (67). Y si se debe guardar de tomar sectas de o-
tros, mucho más de predicar doctrina o usar tal modo, que
se levante cisma o división entre los oyentes; porque el
Dios de paz nos ha llamado a vivir en paz (68). Y lo dicho
ayuda no solamente para la autoridad, pero aun para la se-
guridad y benevolencia.
9
67. Cfr. Constituciones, n 823.
68. I Cor. 7» 15.
107
nase al común, como seria predicando la doctrina no sana,
y se espera que el perlado, siendo avisado, lo enmendaría,
con el mejor modo que sea posible, tendrá lugar el santo
celo para avisarle. Si se pensase probablemente que no a-
yudaría el perlado por ser eiusdem farinae, adviértase que
parece no ser razón sin fruto hacerse las personas enemi-
gas para que le impidan el bien que podría hacer en la tie
rra a no las tener contrarias. Es verdad que si se pudiese
hallar algún seguro medio para remediar tal daño, se debe-
ría tomar en todas maneras.
108
los medios que usa la Compañía, que serán más al propósi-
to; conviene, a saber, el predicar, o leer, o enseñar la
doctrina cristiana, o conversar, o dar ejercicios, etc.,
pues todo juntamente no se puede hacer, según el talento
del operario y la capacidad de los que quieren ser. ayuda-
dos, y el parecer de aquellos con quien se aconseja. Y si
así se pudiese acertar desde el principio, sería lo mejor;
si no, la prueba de algunos dellos, como sería del confe-
sar o predicar, etc., mirando el fruto que se hace, aclara
lo que se ha de seguir. Para esto es conveniente que de
tiempo en tiempo (y si no cada día, se debería hacer cada
semana por lo menos) se mire cómo se procede, y la tierra
que se gana por los medios comenzados, y si sería bien
continuarlos o mudarlos, añadir o quitar algo dellos, y
mejorar, si algo se pudiese, en cada uno dellos. Y esto se
debe mirar después de hecha oración.
109
veces el Espíritu de Dios N.S. guie muy mejor que ningunos
documentos ni observaciones los obreros suyos; al cual Es
piritu no se debe cerrar la puerta; antes tal guia, cuando
la hay, se prefiera a todas otras (70).
9
70. Cfr. Constituciones, n 414.
71. En noviembre de 1547 había escrito el P. Polanco al
P. Gongalves da Cámara que san Ignacio prefería que
los de la Compañía hiciesen un fruto pequeño sin pe-
ligro, que frutos abundantísimos pero con peligro de
pecado suyo o de otros {MI Epp I, 651-652).
72. Ved. supra, nota 19.
110
35. Buscar en que entender.- Si no tuviese muchas
cosas en que se ocupar, sepa resolverse y buscarlas; que
otra cosa es ingerirse sin ser llamado, en especial donde
se debería esperar la vocación (73), y otra procurar por
las vías honestas de tener en qué entender y servir a Dios
N.S. y al prójimo, en especial quien fuese enviado inde
terminadamente a una tierra, para que hiciese el bien que
pudiese .en ella; que a él tal loable cosa sería dar orden
cómo fuese requerido por algún modo honesto para qué usase
algún medio de los dichos,como sería leer o predicar, etc.
Cuando con)todo esto no hubiese en qué se ocupar dignamen
te en el lugar de la misión, si fuese determinadamente en
viado para tal lugar, no se apartará hasta dar aviso al
superior; y ocúpese en cosas menores» si se ofrecen, espe
rando ocasión de mayores, la cual no deberá perder. Pero
si grandes ni menores no se hallasen, juzgando que no se
serviría Dios de que más se entremetiese, en tanto que
viene aviso del superior, atienda a sí mismo, dándose mas
a la oración y estudio, etc., y procurando con esto y con
la buena vida y ejemplos, en todo lo demás ayudar al pró
jimo. Y mire que no se pierda de ánimo, aunque se humille,
etc. Si no fuese limitada la misión, y le fuese permitido
mudarse de un lugar a otro, precediendo consideración y
oración, podrá mudarse a otros lugares donde espere mayor
servicio divino, ahora se deje del todo el primer lugar,
ahora ad tempus.
111
cuales por ventura enviará Dios N. S. a su tiempo mejor o-
portunidad.
112
39. El modo de conversar.- Para en conversación es
bien, salva la humildad y modestia, procurar de ser desen-
vuelto, y tener libertad y modo para deshacerse de algunas
compañías o conversaciones menos útiles sin ofenderlas,
tomando algún buen color; y también prontitud y destreza
para acometer a otras personas y tratarlas como conviene,
usando gracia y modo conveniente para con todos, en espe-
cial para con quien más importase. Y aquí se han de obser-
var particularmente los avisos dados arriba, de ganar y
entretener la benevolencia y crédito, y otros que en las
instrucciones de N. P. Ignacio se podrán hallar (77).
77. Alude, sin duda,a las instrucciones dadas por san Ig-
nacio en 1541 a los nuncios de Irlanda, Broet y Sal-
merón, en las que. les dio normas precisas sobre el
modo de conversar. Cfr. MI Epp I, 179-181 (BAC, pp.
642-643).
a
78. Ved. supra 1 Industria, n. 1B,
113
contrario dellas. Antes cuando tal propósito se tuviese,
es bien encubrir estas cosas más graves, y no asomarlas,
antes, si es menester, decir que sin ellas puede Dios ser-
virse, etc., hasta que esté más maduro y dispuesto el su-
jeto para recibir semejantes recuerdos de mayor perfec-
ción. Asi que es menester ir poco a poco, y de grado en
grado llevar las personas adonde se pretende para mayor
gloria de Dios N.S.
114
subidas, otras mas bajas de entendimiento; unas que luego
penetran, otras que tarde; unas que reciben mas cosas,
otras que pocas, antes como vasos de pequeña boca no reci-
birán un golpe grande de cosas, y recibiránlas si gota a
gota se destila; es menester acomodarse a todos. Pero en
tanto que no se conocen, siempre es más seguro el declarar
la cosa bien; y entre las comunes decir algunas, demos-
trando doctrina y discreción de autoridad.
115
y para inducir a pías y buenas obras. Y aunque se hagan
algunas digresiones, siempre es menester tener ojo a sus
fines y tornar a ellos. Mírese también que, aunque hubiese
voluntad de atraer a los ejercicios algunos, si se viese
repugnancia por recelarse, etc., es bien inducir a otros
medios que sin disputar los tiene por buenos, como son li
mosnas, oraciones, continuar los sacramentos. De aquí se
hace el salto más fácilmente a lo demás.
a 9
80. Ved. supra, 3 Industria, n 4. Cfr. Ejercicios, nn.
18-20} Constituciones, nn. 409, 649.
9
81. Cfr. Ejercicios, n 5.
116
51. Forma para los ejercitados.- Para que perseve-
ren y pasen adelante los que han hecho ejercicios, será
bien dejarles algún orden en el examinarse, meditar y orar,
procurando con ellos leyesen cosas que les ayudasen, fre-
cuentasen los sacramentos, usasen buenas y pías conversa-
ciones, huyendo las disctractivas del bien, o si incurrie
sen en ellas, luego procurando de tornar en sí.
9
82. Cfr. Ejercicios, n 15.
9
83. Cfr. Constituciones, n 401. Antes de la edición del
misal de san Pió V (1570) había variedad en el modo
de celebrar el santo Sacrificio. San Ignacio deseaba
que en la Compañía hubiese uniformidad también en las
9
"ceremonias de la misa" (Constituciones, n 671).
117
oir, y de ayudarse parte de los que vienen, por la impa
ciencia (84).
118
57. Como se habrá, en la doctrina cristiana.- En en-
señar la doctrina cristiana, aunque se toquen algunos pun-
tos demostrativos de doctrina, para defenderse del menos-
precio, y ayudar al crédito y autoridad, lo demás díga-
se en modo que todos sean capaces, aun los niños y hombres
rudos. No solo se tenga cuenta conJHar a entender de pre-
sente lo que se trata, y mover por entonces con elloi pe-
ro con hacer que se tenga en la memoria. A lo cual sirve
la orden y el repetir y sumar las cosas necesarias; y si
pareciese convenir, el dar algo en escrito, que cada uno
que quiera lo pueda copiar, o al menos los más diligentes
y capaces, para retener en la memoria lo oído, no dejaría
de serles harta ayuda. Pero, con todo esto, se debe tener
más cuidado con que se ponga por obra lo oido cuanto sea
posible.
119
1
2. Aviso al superior .- De aviso de lo que pasa (co-
mo en las reglas del escribir se contiene) (88) al supe-
rior o como le fuere en particular ordenado.
120
7. Conservar los que se inclinaren.- Los que a esto
se inclinaren, procure conservarles adonde él está, o en-
viarlos donde están personas de la Compañía, siguiendo en
esta parte la orden que tendrá de los Superiores.
121
13. No diga cosa contra la Compañía.- Cuanto a la
fama, guárdese de decir cosa con que el superior ni otros
delia puedan perder el buen nombre y autoridad que tienen;
antes hable el bien que pudiere y fuere oportuno a divina
gloria y alabanza.
* * * * * * * * *
122
APÉNDICE 2.
a) PRESENTACIÓN
9
92. Constituciones, n 407. La fuente literaria de este
pasaje de las Constituciones son las Industrias,1 Se-
rie, 6a Industria, n. 1 {MHSI PolCompl II, 748-749).
93. Cfr. MI Epp II, 467-468.
123
él el nombre de Polanco (94).
Según se declara en el prólogo, el proyecto primiti-
vo era hacer una edición privada, sólo para los de la Com-
pañía, pero Mons. Felipe Archinto, vicario de Roma, pensó
que el libro podía ser útil también a otros sacerdotes y
penitentes, y quiso que fuese público. Y en realidad, casi
diríamos que llegó a ser un "best-seller". Sommervogel e-
numera unas 40 ediciones del texto original latino, dos de
ellas en el siglo pasado (Genova, 1831, y Cracovia, 1886),
y varias traducciones: al francés, al italiano, al portu-
gués, al croata, y al checo (esta por un hussita) (95).
El libro consta de un tratado, dividido en cuatro
capítulos, y de cuatro apéndices, que ocupan más espacio
que el mismo tratado. Los cuatro capítulos corresponden a
la "Instrucción para bien y con prudencia in Domino usar
deste oficio sin daño suyo y con utilidad de los prójimos",
que decía la constitución citada. El primero trata de la
persona misma del confesor (ciencia, poder, virtud, pruden-
cia, secreto). El segundo, de cómo ha de ayudar al peniten-
te a poner los actos de la reconciliación. El tercero, del
fin de este sacramento. Y el cuarto, del modo de dar la ab-
solución. El primer apéndice contiene dos interrogatorios
generales (más extenso el primero, breve el segundo), y o-
tros particulares acomodados a los diversos estados (seño-
res, obispos, jueces, abogados ... religiosos ... niños).
El segundo apéndice es una serie de normas ascéticas
sobre los remedios de los vicios capitales, y el modo de
desarraigarlos. Sigue otro apéndice sobre el difícil pro-
blema de la restitución. Y termina el libro con una exposi-
ción sobre las penas y censuras eclesiásticas.
Para el fin de esta antología hemos preferido copiar
aquí el capitulo tercero en traducción castellana nuestra.
124
b) TEXTO
125
I. COMO AYUDE EL CONFESOR AL PENITENTE
PARA LA ENMIENDA DE LA VIDA
126
un Credo, etc. (99).
Segundo, que, cada día, se recojan por un poco de
tiempo tranquilamente (lo cual suele resultar muy bien por
la noche, antes de acostarse), y se examinen: consideren
los beneficios de Dios y su mala correspondencia; pidan
perdón, y propongan la enmienda; y recen también un Padre-
nuestro, un Avemaria, un Credo y una Salve, y, si quieren,
el salmo 90 (Qui habitat).
Tercero, que se confiesen a menudo. Este consejo va-
le por muchos remedios, y encierra otros muchos.
De todo esto la prudencia dictará al confesor lo que
debe proponer a cada penitente. Pero lo que le parezca ser
más conveniente, hay que inculcarlo con mayor empeño, para
que lo retenga en la memoria. Y si viese en alguno buena
voluntad para seguir el consejo, pero teme que se le olvide,
le puede decir que lo escriba, o que vuelva en tiempo más
libre, para que se lo dicte.
127
velas diligentemente el confesor en sus efectos, y aplique
a ellas la segur de los remedios apropiados, de que habla-
remos después. Anime al penitente a luchar contra uno o dos
defectos, de los que se originan casi todos los otros, con
la renovación del proposito, con el examen particular apli-
cado a ese defecto, y con los otros remedios; los cuales ha
de poner con animo generoso y constante.
128
A los niños exigía [el mismo doctor! la promesa (no
juramento ni voto) de guardarse de ciertas cosas. Les pro-
hibía severamente que fuesen para otros la primera ocasión
de pecar, y que pasaran a una especie de pecado más grave;
y les aconsejaba que no abandonasen a los buenos confesores,
y no dejasen la conversación piadosa ni la lectura espiri-
tual.
129
de la gracia; los cuales son la lectura espiritual, el oir
la Palabra de Dios, la meditación, la oración (sobre todo
la mental), la práctica de los sacramentos de la Confesión
y la Comunión.
Cuarto. Hay que mostrar a los penitentes cuáles son
las fuentes mismas de donde han de sacar el agua.
En primer lugar, hay que excitar en ellos la devo
ción a los Angeles y los Santos, principalmente a la Madre
de la gracia, María. Después hay que exhortarles a buscar e
implorar las oraciones de los siervos de Dios que aún viven
y hacerse participantes de sus buenas obras.
Como la segunda fuente, que es Cristo Mediador, es
más abundante, hay que advertirles que beban de El muy asi
duamente, contemplándolo como ejemplar de las virtudes y
como a quien quiere y puede aumentar todas las gracias, es
más, a ello nos invita, diciendo: Sed perfectos etc.
(101).
Pero la fuente más copiosa de todas es la tercera,
de la que se deriva el agua de la gracia a las otras, a sa
ber, la opulencia divina, su bondad, su amor, etc., que ex
citan la esperanza en Dios.
No todos son capaces de todo, como con frecuencia
conviene recordar. Procure, pues, el confesor prudente aco
modar sus consejos para aumentar la gracia a la disposición
y capacidad de cada uno.
130
ten que se les quiere persuadir.
El modo seguro es atraer a estos hombres a mayor
grado de perfección y más cercano a la santidad (como se ha
dicho), y con habilidad preguntarles si sienten inspiracio-
nes de Dios sobre el estado de vida que han de abrasar. Si
las sienten, dígaseles que no sean sordos a la vocación del
Señor; si no, que se ofrezcan a Dios, preparados a todo lo
que a El será más grato. Si se puede buenamente,se deberían
inducir a hacer los Ejercicios Espirituales; o, según su
disposición, incitarlos a cosas mejores.
Sin embargo, si notase el sacerdote que el penitente
está de tal manera preparado, que convendría inducirlo al
camino de los consejos, no deje que la ocasión se le vaya
de las manos, o invítele a tener una conversación fuera de
la confesión.
*******
131
APÉNDICE 3.
a) PRESENTACIÓN
9
102. Cfr. Memorial, n 313 ÍMI FontNarr I, 708).
103. MHSI PolCompl I, 82.
104. Cfr. MI Directorio 65-116. El P. Iparragulrre sugiere
la idea de que san Ignacio no pretendiese hacer más
de lo que en realidad nos dejó. Historia de los Ejer-
cicios II, Bilbao-Roma 1955, pp. 415-418.
105. C.G. I, d. 107i C.G. II, d. 93.
106. Para la historia de los Directorios cfr. IPARRAGUI-
RRE, I., op. cit.¿ II, pp. 415-461.
132
so llegar a afirmar que aventaja al mismo Directorio ofi-
cial en ciertos puntos, en que el autor supo sobreponerse a
los prejuicios antiiluminísticos de la época. El P.Gil Gon-
zález Dávila escribió de él este juicio: "El Directorio
compuesto por el P. Polanco lo antepondría a los demás por
la claridad de estilo y el método de exposición, y porque
enseña los elementos necesarios de esta institución más a-
bundante y extensamente. Los demás son mancos e incompletos,
si se comparan con éste" (107).
El Directorio de Polanco ha sido publicado en MHSI
Directoría, pp. 272-328 (texto original latino), y, en tra
ducción castellana, en la obra de M. Lop, Ejercicios espi-
rituales y directorios, pp. 225-267.
Hemos escogido para esta antología el primer capítu-
lo y un pasaje del capítulo sexto, sobre la aplicación de
sentidos, que no pasó al Directorio oficial. Ofrecemos tina
traducción castellana nuestra, aunque nos ha ayudado la del
P. Lop.
b) TEXTO
133
to modo, de todo el hombre (108).
Realmente, si lo consideramos con más atención, no
es difícil entender de dónde provenga fruto tan copioso de
la gracia de Dios, de quien nos viene toda buena dádiva y
todo don perfecto (109). Pues todos los que tienen un con-
cepto altísimo y piadosísimo de la bondad de Dios (como es
debido tenerlo), deben sentir que no está el : sol tan pro-
penso a iluminar, o las otras causas segundas a producir
sus efectos naturales, como lo está El, sol de toda sabidu-
ría y justicia (sumamente libre, es cierto, pero por su na-
turaleza, que es la bondad, sumamente efusivo (110) a i-
lustrar y perfeccionar las mentes de los hombres con los
rayos de su gracia. Mas aun, de por sí está más pronto,
dentro de los límites y capacidad de su creatura, a conce-
der dones mayores que menores, según conviene a su majestad
y magnificencia. El que los hombres no reciban la gracia o
la reciban menor, se debe a que oponen la nube de sus peca-
dos a los rayos de la divina bondad, o a que, inclinados a
las cosas terrenas y viles, no dirigen su entendimiento ni
si afecto a recibir el influjo de los dones divinos, o a
que se disponen con negligencia, como a algo secundario, a
recibir esos divinos dones, y no impetran gracia alguna, o
ciertamente poca, del que es, en realidad dador liberalísi-
mo, aunque justísimo.
Para que de nuestra parte nos dispongamos bien, con
el auxilio divino, a recibir grandes dones, tres cosas pa-
rece que tenemos que hacer principalmente. Lo primero es
que, con animo generoso y digno de la adopción de nuestro
eterno Padre, y con recta intención de agradecer a Dios,
aspiremos a cosas grandes. Segundo,que tratemos de obtener-
las por los medios convenientes y ordenados por la divina
Providencia. Tercero, que nosotros mismos, poniendo ahinca-
damente nuestro empeño y cuanto de nosotros dependa, coope-
134
remos, como conviene, con la divina Providencia, para con-
seguirlas.
Ahora bien, en estos Ejercicios espirituales, si se
hace lo que se debe, se observan estas tres cosas excelen-
temente .
En primer lugar, en ellos se desea y se busca lo que
conviene a los hijos de Dios: a saber, purificar el alma de
los pecados y de los vicios y sus residuos, y disponerla
para adelante a la pureza, y afianzarla en ella; iluminarla
para que conozca la bondad, sabiduría, misericordia y jus-
ticia de Cristo, nuestro mediador supremo y nuestra repara-
ción, y la del eterno Padre; instruirla para que elija el
estado de su vida y el camino que conduce al último fin de
nuestra felicidad y de la gloria de Dios, y a discernir los
espíritus que en este camino nos ayudan y los que nos son
contrarios; finalmente, perfeccionarla con el sincero afec-
to del amor divino en lo que se refiere a encender en noso-
tros el amor de Dios, y a obrar rectamente en cualquier es-
tado. Hay algo mejor o más excelente a qué aspirar?
También lo que declamos necesario en segundo lugar,
lo vemos realizarse en los Ejercicios. En ellos se toman
los mejores y más eficaces medios para este fin. Tal es la
meditación, sobre temas muy oportunos, y dispuestos en muy
buen orden. Tal la oración, que allí se enseña en manera
sumamente apta, tanto para los incipientes, cuanto para los
aprovechados. Tal el uso de los Sacramentos de la Peniten-
cia y la Eucaristía, y el modo de J^evarlos bien a la prac*
tica, principalmente por la confesión general. Tal el cas-
tigo del cuerpo por la abstinencia y otras aflicciones, cu-
ya razón se explica, como también la de ordenarse en el co-
mer. Tal el consejo y dirección prudente del Instructor,al
cual se somete el ejercitante. Tales finalmente las reglas
para examinar bien la conciencia, para discernir los varios
espíritus, para hacer rectamente las elecciones según Dios,
para distribuir debidamente los bienes, para entender los
escrúpulos del alma, y por último para tener el verdadero
sentido en la Iglesia Católica. Con estos medios quiso la
divina Providencia que cooperaran con ella los hombres en
las mejores obras, como atestiguan los ejemplos de la Sa-
grada Escritura y de los santos.
135
Y lo tercero, de poner con empeño todo nuestro es-
fuerzo en cooperar con la divina gracia, se realiza muy
bien en los Ejercicios, sobre todo cuando se hacen comple-
tos. En primer lugar, se apartan los impedimentos que pue-
den presentarse de parte de los hombres y de los negocios,
al escogerse un lugar idóneo, donde el ejercitante pueda
disfrutar de soledad, y dedicarse únicamente a Dios y a sí
mismo. Después, muestra tener gran voluntad de aprovechar
espiritualmente, quien, abandonando todo lo demás, concen-
tra en ello todos sus pensamientos y su actividad. Esta vo-
luntad de aprovechar mucho va acompañada de la esperanza,
de la total resignación de sí mismo en las manos de Dios,
de la recepción humilde de la instrucción, del trabajo, de
la aplicación y diligencia que en este aprovechamiento pro-
pio puede emplear. Pues, según la medida de lo dicho, suele
la benignidad de Dios conceder la gracia. Añádase que con-
centra toda la fuerza del alma con sus potencias para en-
tregarse a este solo aprovechamiento, y que la energía con-
centrada, tanto en la inteligencia como en el afecto, se
hace más eficaz} que no abandona los buenos pensamientos y
deseos comenzados, sino los prosigue hasta algún buen tér-
mino; que con diligente examen reflexiona sobre los ejerci-
cios hechos, para que, si advierte algo que le ha ido bien,
lo observe en adelante, si mal, se enmiende. Finalmente,,
los actos de disponerse a aprovechar mucho son intensos y
muy bien ordenados al fin según razón; y como hacer lo an-
tes dicho sea poner todo su empeño y lo que está en su mano,
es conforme a razón que la infinita bondad de Dios, que con
tales auxilios previene para que el hombre se disponga bien
a recibir el influjo de la gracia, que la infunda espléndi-
da y abundantemente, como corresponde a su largueza.
De aquí el insólito y admirable cambio de la diestra
del Excelso (111) que se advierte en los ejercitantes: en
un solo mes consiguen mayor ilustración sobre el estado de
su vida, mas profundo conocimiento de sí y de Dios, más pu-
ro y ardiente amor de Dios y de las cosas eternas, y mayor
136
y más sólido aprovechamiento de todos los dones internos,
que antes en muchos años hablan alcanzado, obrando con más
remisión y menor disposición. Transformado asi el corazón,
por la acción de Dios, qué extraño es que veamos un cambio
de todo lo exterior?
LA APLICACIÓN DE SENTIDOS
137
Si lo interpretamos de los sentidos mentales, que
pertenecen a la razón superior, conforme a la doctrina de
san Buenaventura en el capitulo cuarto del Itinerario de la
mente a Dios, estos sentidos se pueden explicar del alma,
en la cual, mediante la divina gracia, la imagen de Dios
está reformada por la fé, la esperanza y la caridad (112).
Pues mientras por la fé cree el hombre en Cristo, por El,
como Verbo increado, que es el esplendor del Padre y refle-
jo de la luz eterna (113), recobra y ejercita la vista es-
piritual, para considerar los esplendores de su luz, y así
Cristo es para él la verdad (114). Mientras por la fe cree
en Cristo, como Verbo encarnado, que enseña lo referente a
nuestra salvación y perfección, por El recobra y ejercita
el oído, para recibir sus palabras, y de este modo Cristo
es para él camino (115). Mientras por la esperanza suspira
por recibir a Cristo como Verbo inspirado, que mediante sus
dones habita en nosotros, y nos invita a más altos carismas
(116), y, finalmente a su plena fruición, por el afecto del
deseo y la esperanza recobra el olfato espiritual y lo ejer_
cita,y corre tras el aroma de los perfumes de Cristo (117),
el cual de esta manera es para el la vida (118). Mientras
por la caridad se une a Cristo, como Verbo encarnado, de-
leitándose en El, aún en esta peregrinación, y gustando
138
cuín suave es el Señor (119), recobra y ejercita el gusto
espiritual. Mientras le abraza y en El se convierte median-
te el amor puro, que en El nos transforma, y no permite que
nos apartemos de El, ni deja que pensemos ni amemos nada
fuera de El, si no es por El y en El, recobra y ejercita el
tacto espiritual.
Hasta qué punto convenga indicar o explicar esto al
ejercitante, lo dictará la prudencia del Instructor.
********
APÉNDICE 4.
a) PRESENTACIÓN
139
Es éste otro de los Directorios que las Congregacio-
nes generales primera y segunda encargaron que se hiciesen
(121).
Polanco lo compuso en los últimos anos de su vida.
La primera edición de Macerata ya estaba terminada a fines
de 1575 (122). El libro tuvo también gran éxito editorial.
Sommervogel enumera más de 15 ediciones latinas, además de
las traducciones al alemán,al francés y al portugués (123).
Se nota que el autor goza ahora de más tiempo y tran-
quilidad que cuando redactó el Directorio de los confeso
res. Las ideas están desarrolladas con mayor riqueza ascé-
tica. Es lástima que no podamos dar aquí más que un extrac-
to.
Después de hablar en el primer capitulo de quien
ayuda a los moribundos, le propone, ante todo, en los si-
guientes, lo que es necesario que en este momento decisivo
de la vida humana consiga el hombre cuanto al alma, los pa-
rientes, los bienes, los últimos sacramentos, etc.; después
lo que puede servir para la consolación, el mérito o la me-
jor disposición del moribundo; en tercer lugar, el modo de
actuar en circunstancias especiales (como son la urgencia
del tiempo, la asistencia a los condenados a muerte . . . ) .
Termina el tratado con dos capítulos que lo completan: uno
sobre otras cosas que conviene hacer por el moribundo, aun-
que sin él (como orar por él, quitar de en medio las imáge-
nes profanas, hacer que otros oren . . . ) , y otro sobre cómo
comportarse con los que le asisten.
140
Damos aquí el capitulo primero en traducción núes*
tra.
b) TEXTO
141
2. Desconfiar de sí y confiar en Dios.- Advierta
después que sus propias fuerzas son muy inadecuadas para
una obra tan grande, como es cooperar con Dios en la salva-
ción de las almas, sobre todo cuando la muerte es inminen-
te. En este momento, por efecto de la enfermedad, se suele
distraer la mente de la consideración de las cosas espiri-
tuales, y el temor de la muerte y la vehemencia de los o-
tros afectos suelen hacer a los hombres menos aptos para
tratar los negocios de su salvación, como conviene. Por o-
tra parte, el demonio, sabiendo que le queda poco tiempo,
emplea todas sus fuerzas para perder al moribundo, si de
alguna manera pudiere; y como es maligno y astuto, lo pro-
cura por muchos medios, en cuanto Dios se lo permite. Por
eso, el que se ejercita en este oficio, reconozca humilde-
mente ante Dios su debilidad, y desconfiando de sí mismo,
ponga en el auxilio divino toda su esperanza de hacer bien
y de conseguir lo que pretende.
142
5. Preparar lo que va a decir y hacer, el modo y el
orden.- Sepa bien lo que ha de decir y hacer, el modo y el
orden, y lo tenga en la memoria; para que no haga su oficio
como quien tiene un sermón, con poca utilidad del moribundo
y menor edificación de los presentes. Cuando tenemos que
hablar en público, preparamos con el estudio lo que convie-
ne decir y en que orden; cuánto más no será necesaria la
preparación de la materia y del orden en este asunto?
Se advierta, sin embargo, que no hay que decir siem-
pre las mismas cosas ni en el mismo orden, sino acomodándo-
las a la diversa disposición de los moribundos y a la mayor
o menor comodidad de lugar y tiempo (de que después habla-
remos). De una manera se trata con los señores, de otra con
la gente del pueblo; de una con los hombres de ingenio, de
otra con ignorantes y rudos; de una con los ejercitados en
las cosas espirituales, de otra con los no ejercitados; de
una con los coléricos e impacientes, de otra con los que
son de carácter tranquilo y paciente. A los primeros suele
adaptarse más el lenguaje breve, selecto y erudito; a los
segundos conviene decirles más cosas y más desarrolladas.
Con hombres de igual temperamento y calidad, hay que proce-
der diversamente según estén en sus sentidos o hayan perdi-
do la lucidez mental, según sientan o no los dolores de la
enfermedad, y según el tiempo disponible sea largo o corto.
Por lo cual, además de los avisos que se pueden dar en ge-
neral, el que ayuda a un moribundo, tendrá siempre necesi-
dad de la discreción para usar los medios preparados o al-
gunos de ellos, como juzgara que debe en el caso presente.
143
6. Informarse durante el camino.- Si la persona y
circunstancias del enfermo no son conocidas, y hay ocasión
para conocerlas, procure enterarse por el camino en qué es-
tado se encuentra, a saber: si es instruido, prudente, pa-
ciente: si tiene aun íntegros los sentidos y el juicio; si
sabe que esta cercano a la muerte; si ha hecho testamento;
si se ha confesado; si ha recibido la Comunión y la Extrema
Unción; qué vida ha llevado; si hay algo importante de que
se le debe avisar; si se muestra con ánimo afligido, si oye
bien, aunque se le hable en voz baja, etc.
* * * * * * * *
T E R C E R A P A R T E
V. EL RECTOR
VI. EL SECRETARIO
i
V. EL RECTOR
a) PRESENTACIÓN
147
b) TEXTO
1. LA ELECCIÓN
148
inflexible de la rectitud, con severidad a sus tiempos y
benignidad a los suyos, cuidadoso, estrenuo, compuesto ex-
teriormente,sufridor de trabajo, y de edad que le compadez
ca, y generalmente espejo en todo bien y de mucha confianza
(4); y si no tiene todas estas partes, tenga las más que se
pueda; a lo menos, bondad (5) y prudencia y cuidado no fal
ten (6).
2. EL OFICIO
149
momento, como en admitir y despedir etc., y obedeciéndole y
siguiendo su parecer, como es razón lo hagan con él los del
colegio (7).
3. LAS AYUDAS
150
4. LA OBEDIENCIA DE LOS DEMÁS
* * * * * * * *
151
VI. EL SECRETARIO
a) PRESENTACIÓN
152
redacción al 1547 (15). Comparando este escrito con la pri-
mera serie de Industrias, se nota un progreso de forma.
Quien sabe si no ha sucedido aquí algo semejante a lo que
a
paso con la Industria nona? También la Industria 1 1 esta
incompleta. En el códice faltan ocho folios (16 páginas)
(16). No podría haber ocurrido que Polanco extractase de la
a
Industria 1 1 lo referente al secretario y lo desarrollase
después en su "Oficio" o tratado? Es notable la coinciden-
cia de que sea uno mismo,Speg, el copista de la nona Indus-
tria (separada de las demás) y de este "Oficio". Sin embar-
go, no nos atrevemos más que a lanzar la idea a manera de
leve sospecha.
153
b) TEXTO
2. LA PRUDENTE INVENCIÓN DE
LAS COSAS QUE SE ESCRIBEN
9
17. Cfr. Constituciones, n 800.
18. Esto ayuda a entender la frase de las Constituciones:
que el secretario debe ser "manos y memoria" del Gene-
ral (.Ibidem).
19. La frase aparece también en las Constituciones,n' 800.
154
gran diligencia las cosas universales de la Compañía, y
particulares de las personas della, y negocios que se tra-
tan; y procurar de ver lo que cumple proveer en cualquiera
parte donde se escribe. Pero desto, lo que se le represen-
tare, en cosas de mas importancia, coligiéndolo de las car-
tas y por otras vías, propóngalo al superior, y siga su pa-
recer.
Desta solicitud manan muchos provechos. Uno, que en
lo que no se le acuerda al superior, por la multitud de los
negocios, se le renueva la memoria. Otro, que en lo que aún
no cayese de suyo, tratando con él las cosas y abriendo la
materia, podría caer: da ocasión al sabio y será más sabio
(20); que fácilmente un buen entendimiento se despierta, y
de una cosa discurre a otras. Otra, que se alivia mucho el
superior teniendo de quien pueda confiar en esta parte de
su oficio, lo cual no sería, si no entendiese las cosas: y
asi tendría más tiempo para gastar en la conversión a Dios,
no siendo tan necesario derramarse en cosas de abajo, por
tener a quien repartir parte del peso, y quien a ellas a-
tienda. Como Moisés, que se ocupaba en las cosas de Dios
(21), tuvo a Aarón como lengua para las cosas de fuera. Y
en efecto, siendo estas dos conversiones necesarias al su-
perior, es a saber, a Dios y a las cosas de fuera que go-
bierna, y siendo de muy mayor importancia la de Dios, pero
la otra también necesaria, y no se pudiendo perfectamente
emplear el ánima en entrambas partes, según la vía ordina-
ria, mucha necesidad parece que tiene cualquier perlado de
tener quien lo ayude en las exteriores cosas y ordinarias,
porque él pueda más interiormente unirse con Dios, de la
cual unión saque virtud y eficacia de bien hacer a todos
los miembros (22); y ya que salga a lo exterior, sea para
las cosas más universales e importantes, donde tanta mas
I
20. Cita de memoria, y une dos textos del libro de los Pro-
verbios: Da sapienti occasionem, et addetur ei sapien-
tia (9, 9)j Audiens sapiens, sapientior erit (1, 5 ) .
21. Cfr. Ex. 4, 16: Tu autem eris in his quae ad Deum per-
tinent (Vulgata).
9
22. Cfr. Constituciones, n 723.
155
lumbre y vigor tendrá el entendimiento, cuanto menos espar-
cido estuviere. Asi que este provecho es grande, de aliviar
al superior en esta parte, para luego poder durar: que si
Dios no continuase el milagro, parece seria imposible que,
o el no dejase de hacer lo que debria, o, si no lo dejase
ni tuviese quien le ayudase, que no dejase presto la vida
(23). Otro provecho hay también en que el secretario procu-
re entender y atender a las cosas aun generales, y es que
mejor hará su oficio propio de escribir, entendiendo lo que
se hace y se trata.
156
cartas es necesario más miramiento, en especial con las
personas no conocidas; y procúrese que parezca la causa,
que mueve a escribirles, pía.
157
letras, o que otros no refieren, de su disposición de áni-
mo; y asi consolar al que se muestra afligido, quietar al
tentado, animar al flaco, etc., poniendo en la llaga de ca-
da uno propios emplastos para curarla.
158
especialmente a personas de fuera della, sea moderado; y en
alabar y reprender, muy circunspecto, sin sospechar de li
sonja ni odio, etc.
159
10. De las instrucciones para proceder en las empre-
sas espirituales.- La instrucción general de cómo debe
proceder uno de la Compañía, y la particular que se da del
modo que debe especialmente guardarse en unas y otras tie-
rras o negocios, es de gran importancia; y ésta procure el
secretario enviar conforme a la orden del Prepósito. Y si
fuesen las personas tales que se dejasen olvidar, avisarles
la miren, etc. (29).
160
rior (30), y más blanduras ha menester esta cosa, si un i-
gual escribe a otro igual, que si fuese superior. Con todo
ello, en toda reprensión debe mezclarse algo dulce, porque
temple la acerbidad que se siente naturalmente cuando se
muestra su vicio a cualquiera. Mírese también el modo en
las peticiones: que quien pide, siempre se hace inferior,
especialmente en las cosas no de su género honestas (31),
como es el consejo, sino medias, como son las temporales a-
yudas,que en éstas es aun mas modestia necesaria. Y adviér-
tase que no se gaste demasiado tiempo en mostrar su mise-
ria; que menos voluntad se suele tener de socorrer a los
que muestran sentir demasiado su miseria. Y, en general, ú-
sese la destreza posible para no ofender, antes hacer bené-
volas las personas.
161
mismo para el propio mérito, participando todo el bien de
todos, y teniendo ocasión de ser especialmente amado de to-
dos los de la Compañía y encomendado en sus oraciones, etc.
Asi que ha de tener en grande estima su oficio, y desear,
con gran voluntad, de hacerlo bien.
162
10. Ayúdese de otros.- Ultra de su consideración,
ayúdese del parecer de otros, si es menester, como en las
cosas de importancia.
163
que a su oficio conviene. Con todo ello, procure, con buen
uso, de adquirir facilidad. La presteza también se requiere
en asentar en los libros, sin dejar pasar mucho tiempo, lo
que se ha de asentar.
164
CENTRUM IGNATIANUM SPIRITUALITATIS - C P . 9048 - 00100 ROMA (Italia]