Libro I (A)

Capítulo primero

Todos los hombres desean por natural ezasaber. Prueb a de 980a,

ello el amor por los sentidos, puesto que, al margen
es
de su utilidad, los amamos por sí mismos, especialmente
el de la vista. Por eso, no sólo paru actuar, sino también
cuando no (25) tenemos intención de emprender acción al-
guna, preferimos la vista, según decimos, 4 todo lo demás.
La ruzón es que este sentido nos aporta más inform ación
que ningún otro y nos muestra multitud de diferencias.
Por naturaleza, los animales nacen dotados de sensa-
ción, y a partir de ella se gen era en algunos la mem oúa y

1. Esta numeración se refier e ala página (980), column a (a o b) y línea

(entre paréntesis dentro del texto) de la edición del corpus aristotélico
que hizo I. Bekker (Aristóteles opera, Berlín: Reiner, 1831).Es la for-
ma universalmente aceptada de citar cualquier obra de Aristóteles.

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 Libro I (A)
Metafísica

sujetos agrupados en una misma catego ría, aqueiados de

980b en otros no. Ello explica que los primeros sean más inte-
la misma enfermedad, como los flemáticos o los biliosos
ligentes y más aptos para el apre ndízaie que los que no
o los abrasados por la fiebre, es arte.
pueden recordar; son inteligentes pero incapaces de
A efectos prácticos, la experiencia no parece en abso-
aprender los que no pueden oír sonidos (como la abeia o
luto distinta del arte, e incluso ocurre que tienen mayor
cualquier otra especie animal similar a ella), y aprenden,
éxito los que poseen experiencia que los que conocen la
por el contrario, (2¡) los que además de memoria poseen
teoúa (15) pero son inexpertos. Esto se debe a que, sien-
percepción auditiva.
do la experiencia un conocimiento de los casos indivi-
Excepto el hombre, todos los animales viven de re-
duales y el arte un conocimiento de la generalidad, las
cuerdos e imágenes y no participan sino escasamente de
acciones y las producciones se refieren siempr e a aqué-
la experiencia. Por el contrario, el género humano posee
llos: no es a un hombre a quien cura el médico (a no ser
además arte y razonamientos. A partir de la memoria
que sea por casualidad), sino a Calias o a Sócrates o a al-
nace en los hombres la experiencia: varios recuerdos de
gún otro individuo (20) con nombre propio, que, además,
981a una misma cosa terminan por constituir el ser de una
resulta ser un hombre. Por lo tanto, alguien que pose ala
única experiencia. La experiencia parece ser práctica-
teoría pero catezca de la experiencia, conocedor de lo
mente lo mismo que el arte y la ciencia, pero 1o que en
general pero ígnorante de lo particular que en ello resi-
realidad ocurre es que éstas llegan al hombre a través de
de, muy a menudo fallará la cura, puesto que ésta se ha
aquélla, pues, como dijo Po1o2, la experienctahizo al afie
de aplicar a un individuo específico. Pero, a pesar de
y O¡ la falta de experiencia al azar. Y el arte nace cuando
todo, pensamos que el conocimiento y el entendimiento
a partir de varias nociones experimentales se form a üna
(2il pertenecen ala esfera del arte antes que ala de la ex-
única idea general acerca de las cosas semejantes. Así
perien cia, y consideramos que los hombres de arte son
pues, la idea de que cierto remedio funcionó para Caliasr
más sabios que los de experiencia, debido a la idea de
al verse éste aquejado de cierta enfermedad, y para Só-
que en todos los casos la sabiduría depende principal-
crates y para otros múltiples casos entendidos indivi-
mente del conocimiento. Así lo creemos porque los unos
dualmente, es producto de la experiencia. (10) Pero la
conocen la causa y los otros no: los hombres de expe-
idea de que cierto remedio funcionó pana una serie de
riencia saben 1o que es cierta cosa pero desconocen
el porqué, mientras que los hombres de arte conocen el
2. Polo de Agrigento, alumno de Gorgias y autor de una Retórica. porqu é ool y la causa. De ahí que consideremos que los
Platón lo cita en su obra Gorgias, 448c.
3. Calias, político ateniense del siglo v a. C., fue un personaje famoso
que dirigen un trabajo en cualquier campo tienen más
y acaudalado. Cuenta la tradición que gracias a él se firmó la llamada prestigio y mayor conocimiento y son más sabios que
<<Paz de Calias>> que puso fin a las guerras entre Atenas y Persia quienes 1o rcalizan físicamente, porque aquéllos cono- e81b
(ca. 450 a. C.).

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 Metafísica
cen las causas de lo que se hace; de los otros, sin embar-
go, pensamos que son como algunos seres inertes que ac-
tú,an pero sin saber 1o que hacen, como el fuego al
quemar, por ejemplo, con la diferencia de que los seres
inertes rcalizan cada uno de sus actos obedeciendo a al-
gún tipo de tendencia natural, mientras que los trabaja-
dores manuales lo hacen (5) por costumbre. Así pues, flo
consideramos a los directores más sabios por su habili-
dad práctica, sino porque poseen la teoúa y conocen las
CAUSAS.
En gen eral,la capacidad didáctica es señal que distin-
gue al que sabe del que no, y por eso pensamos que el
arte está más cerca del conocimiento que de la experien-
cia, ya que los que poseen el primero pueden enseñar, y
los quc únicamente poseen el segundo, no.
(10) Además, oo consideramos que ninguna de las sen-
saciones sea sabiduría, a pesar de que son ellas las que
nos proporcionan con mayor rigurosidad el conocimien-
to de lo particular: y es que no explican el porqué de
nada, por ejemplo, por qué el fuego es caliente, sino que
se limitan a constatar que es caliente. Al principio erana-
tural que aquel que hubiera descubierto cualquier arte
que transcendiera los simples conocimientos sensibles
fuera objeto de admiración tr¡l de los hombres, no sólo
por la utilidad de su descubrimiento, sino porque se le
creía sabio y superior al resto; pero, posteriormente,
cuando se descubrieron más artes y unas se aplicaron a
necesidades y otras a pasatiempos, siempre fueron consi-
derados más sabios los inventores de las segundas preci-
samente (20) porque sus conocimientos no se destinaban
a cubrir necesidades. A raíz de la consolidación de todas
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Libro I (A)
estas artes se inventaron las ciencias cuyo objeto no es ni
el placer ni la utilidad, las cuales aparecieron primero en
aquellos lugares donde existía el ocio; por eso las artes
matem áticas nacieron en Egipto , (25) puesto que allí la
casta sacerdotal podía disfrutar de tiempo libre.
Ya hemos expuesto en la Éticaa las diferencias entre el
arte,la cien cia y los demás conceptos del mismo género.
Ahora, la discusión se centra en que todos opinan que la
llamada sabid uría ffata sobre las causas y los principios
de las cosas; por eso, según hemos dicho antes, 00) se
consid era que el hombre de experiencia es más sabio
que aquel que posee una sensación cualquiera, que el
hombre de arte es más sabio que el de experiencia y que
el técnico es más sabio que la mano de obra, y los cono- el2a
cimientos teóricos se tienen por más sabios que los prác-
ticos. Así pues, eS evidente que la sabiduría es una cien-
cia que se ocupa de ciertos principios y causas.
Capítulo segundo
Puesto que esta ciencia es el objeto de nuestra investiga-
ción, (¡) hemos de examinar de qué causas y de qué prin-
cipios es cien cia la sabidu ría. Exponiendo las icleas que
tenemos sobre el sabio quizás resulte más claro.
En primer lugar, suponemos que el sabio conoce todas
las cosas en la medida de lo posible, es decir, sin poseer
la ciencia de cada una de ellas individualmente. u0) Se-
gundo, que es sabio aquel que es capaz de adquirir cono-
4. Éilca a I,lit-rintdco, VI, 3 , ll39bl-4, 1140b8.
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 Metafísica
cimientos complicados y difícilmente accesibles paru el
hombre (el conocimiento sensible es común a todo el
mundo, y por lo tanto es fácily en nada similar ala sabi-
duría). Suponemos además que el que conoce con mayor
rigor y es más capaz de ens eñ,at las causas es más sabio
en cualquier ciencia, y que de entre éstas, (r¡) Ia que es
deseable por sí misma y por simple afán de conocimien-
to es más propiamente sabiduría que Ia que lo es por su
utilidad. Creemos, en fin, que la ciencia dominante es sa-
biduría en mayor medida que la servil, pues el sabio no
ha de recibir órdenes sino que ha de darlas, Y no debe
obedecer a otro que sea menos sabio, sino que este últi-
mo ha de obedecerle a é1.
(20) Tantas y de tal especie son las ideas que tenemos
sobre la sabiduría y los sabios. Ahora bien, d. entre estas
características, la de conocer todas las cosas ha de perte-
necer necesarlamente al que posee la ciencia de lo uni-
versal en grado sumo, pues éste conoce, en cierto modo,
todos los casos particulares que subyacen en lo univer-
sal; sin embargo, no cabe duda de que lo más difícil de
conocer pafa el hombre es (2» lo universal en grado
sumo, puesto que esto es 1o que se hall a más alejado de
las sensaciones. Por otro lado, las ciencias son más exac-
tas cuanto más se reducen a los primeros principios: las
que parten de menos principios son más exactas que las que
decimos que adicio nan, de manera gue , por ejemplo, la
arttmética es más exacta que la geometría'. Además,
5. La geom etríaañade, respecto a los principios del número de la aút-
mética, el principio de la extensión (cfr. Arualíticos posteriores, I, 27 ,
87 a )5 -37) . ('¡. El nombre es ..sabiduría>>, y la cien cia,lade los primeros principios.
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Libro I (A)
la ciencia que estudi a las causas está mejor capacitada
patala enseñanza; prueba de ello es que los que enseñan
son 0o) los que explican las causas de toda cosa. Y el co-
nocer y el saber sin más fin que ellos mismos se dan prin-
cipalmente en la ciencia de lo que es cognoscible en gra-
do sumo, pues el que elige el saber por el saber elegirá
preferentemente la ciencia por excelencia, es decir, la de 9B2b
lo cognoscible en grado sumo; lo cognoscible en grado
sumo son los primeros principios y las causas, puesto
que todo lo demás se conoc e a través y a partir de ellos,
pero ellos no son cognoscibles a través de sus conse-
cuencias. Por último,la más dominante de las ciencias,
(5) la que domina sobre todas las ciencias subord ina-
das, es la que sabe para qué ha de ser hecha cada cosa: este
fin es el bien de cada cosa, y, en general, el Bien Supremo
de tod ala natuÍaleza.
Así pues, según todas estas consideraciones el nombre
en cuestión recae sobre la misma ciencia':ha de ser ésta
una ciencia que estudie los primeros principios y las cau-
sas, (r0) y sin duda el bien y el fin son una de las causas.
Q.r. no se úata de una ciencia productiva está claro in-
cluso desde los primeros filósofos. Tanto antes como
ahora, los hombres se inician en Ia filosofía porque se
asomb ran; se asombraban al principio de rare zas obvias,
y después, poco a poco, fuero n avanzando y e5) cuestio-
nándose realidades menos evidentes, como los fenóme-
nos de la Luna, del Sol y de las estrellas , y la génesis del
universo. Aquel que no tiene explicación para algo y se
asombra se reconoce ignorante al hacerlo (de ahí que, en
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 Metafísica
este sentido, también el amante delmito sea filósofo7 en
cterta manera, puesto que el mito se compone de cosas
asombrosas) ; así pues, dado que los primeros pensado-
res (20) filosofaban para escapar de la igno runcia, es evi-
dente que deseab an la ciencia sólo por el conocimiento
en sí mismo y no con fin útil alguno. Los hechos dan fe
de ello, puesto que ya exis tía prácticamente todo lo ne-
cesario para la subsistenci a,la comodidad y el ocio cuan-
do comenzó a buscarse un conocimiento de este tipo.
Así pues, es evidente (2)) que no la buscamos en raz6n de
ningún otro provecho, sino gue, tal como decímos que
un hombre libre tiene en sí mismo y no en otro su ruzón
de existir, así también afirmamos de ésta que es la única
ciencia libre, porque sólo ella tiene en sí misma su razón
de ser. Por eso no sería descabellado pensar que poseer
la ciencia de los primeros principios no es cosa humana,
pues en muchos sentidos la naturaleza humana es escla-
ya, y,(10) como dice Simónides8, «Sólo un dios puede te-
ner este privilegiorr, no siendo conveniente que el hom-
bre busque un conocimiento que no le es propio. De ma-
98)a nera Que, si tiene ruzón el poeta y la envidia forma parte
de la naturaleza divina, eo tales circunstancias su envidia
se despertaúa con toda probabilidad, y todos los que
destac aran en este conocimiento serían desgraciados.
Pero es imposible que la divinidad sea envidiosa (lo que
ocurre más bien es que, como dice el proverbio, los poe-
7 . En griego, philóruythos,'el que ama el mito' , y pbilósopbos,'el que
ama la sabiduría' .
8. Simónides de Ceos, poeta lírico, nació ca.555 y murió en Siracusa
ca. 467 . La cita puede encontrarse en frag. I Hiller (cfr. Prottígo-
ras, )4la).
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Libro I (A)
tas mieruten mucho), y Do debe pensarse que exista cien-
cia alguna más noble que ésta. (r) Es la más divina y la
más noble, y la única que lo es además doblemente: sería
ciencia divina tanto aquella que la divinidad poseyera en
grado sumo como aquella que tratarade asuntos divinos,
y sólo la ciencia de Ia que hablamos cumple estas dos
premisas. En efecto, parece que la divinidad es una de
las causas de todas las cosas y un primer principio, y una
ciencia tal puede pertenece r a la divinidad bien exclusi-
vamente (10) o bien en grado sumo. Así pues, todas las
demás ciencias son más necesarias que ésta, pero ningu-
na es mejor.
Sin embargo, en cierto sentido la posesión de esta
ciencia conduce necesariamente a un estado de ánimo
opuesto al del comienzo de nuestra búsqueda. En efec-
to, todos los hombres empiezan, como dijimos, por
asombrarse de que un fenómeno sea de una determina-
da manera; por ejemplo, de las maríonetas que lpara
aquellos que no han visto la causa] se mueven solas,
(1r) o de los solsticios o de la inconmensurabilidad de la
diagonal, pues a todo el mundo le parece asombroso
que exista algo que no pueda medirse ni con la unidad
más pequeña. Pero al finalllegamos necesariamente a lo
contrario (y a 1o mejor, como dice el refrán), tal y como
ocurre cuando en los ejemplos mencionados se averi-
guan las causas; efectivamente, Qu nada podría asom-
brar tanto a un geómetra como que el diámetro fuera
mensurable.
Hemos establecido, pues , lu naturaleza de la ciencia
que investigamos y el objetivo que persiguen nuestra
búsqueda y toda nuestra investigación.
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Aristóteles

Met afísica

Introducció n, traducció, y notas

de MaúaLuisa Alía Alberca

Alianza editorial
El libro de bolsillo