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Encarnación y misión

El problema en cuestión

El lugar de Cristo en la fe cristiana es, sin lugar a duda, fundamental y central. El Cristo de la fe,
aquel al cual llegamos a través de la reflexión teológica plasmada en la tradición y en nuestra
propia experiencia de fe, iluminado siempre por el Evangelio y en el magisterio de la Iglesia, se
hace presente en medio nuestro para comunicarnos al Padre “Quien me ha visto a mí ha visto
al Padre” (Jn. 14,9b.) y en la misma acción hablarnos del hombre “ “ ( ).

Pero… ¿Qué dice del padre? ¿Qué dice del hombre? ¿Cómo es posible que lo finito tenga una
palabra sobre lo infinito? ¿Cómo infiere la filiación divina en el hombre y su salvación?

Las primeras comunidades intuyeron esta filiación divina de Jesús con el Padre y vieron la
necesidad de dejarlo plasmado en los Evangelios:

Marcos: Ubica la filiación en el bautismo, los cielos se abren y una como paloma desciende
sobre Jesús y una voz anuncia “Este es mi hijo muy amado”

Mateos y Lucas: Ubican la filiación divina ya desde la concepción, ya sea por sueños o por la
visita fantástica de ángel

Juan: Va mas allá y ubica al hijo de Dios, desde siempre, junto al Padre “en el principio era la
Palabra y la palabra era junto a Dios” (Jn. 1, 1)

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