Desde el momento en que se repite una y otra vez el estribi-
Uo de la cantinela antirrepresiva, las cosas se quedan como
estan y cualquiera puede cantar la misma melodia sin que se
le preste ninguna atencién.
Michel Foucaultde reprimirnos, de perseguir en nosotros cualquier resto de
potencia, de salvajismo. Cada dia curvamos nuestra espalda,
pasamos sin molestar, en la relacion de fuerza desmesurada
que nos impone la avalancha de dispositivos; y por la no-
che nos felicitamos por haber sobrevivido a ellos. Pero no
es asi: cada vez que nos sometemos, nos morimos un poco.
La prision es este mega-dispositivo en el que no se termina
de morir en pequefias dosis, morir a fuerza de sobrevivir. Si
ocupamos juntos una penitenciaria, no debe ser para discu-
tir nuevamente sobre la prisién, el encarcelamiento, el aisla-
miento, sino para desplegar libremente, en una relacién de
fuerza invertida, el juego entre nuestras formas-de-vida. Y
demostrar que podemos hacer un uso muy distinto de nues-
tros cuerpos y del lugar.
TIQQUN
u19. La prisin es, en cuanto amenaza, uno de los medios que
Ja civilizacién despliega para disuadirnos de frecuentar lo
salvaje que hay en nosotros, de abandonarnos a las inten-
sidades que nos atraviesan. En esto ya entendemos que el
enemigo no esta del todo fuera de nosotros, que la civili-
zacion es algo en lo que hemos cuajado directamente en la
medida en que ya ella nos posee. Porque al final, la disputa
con los ciudadanos nos lleva a este punto: que uno pueda
preferir la “barbarie” a la civilizacion.
20. En realidad, en la época de extrema separacién que esta-
mos viviendo, la lucha contra las prisiones es para nosotros
primeramente un pretexto. No se trata de afiadir un capitu-
Jo a la pena de los activistas sino de utilizar el proyecto de
abolicién de las prisiones como base de reencuentro para
organizarse mas ampliamente. Del mismo modo que el reto
de cualquier lucha en la carcel es, en ultima instancia, la
conquista del espacio de autoorganizacién necesario para
formar potencia colectiva frente a la administracién, igual-
mente se trata primeramente, para nosotros, que nos cons-
tituyamos en fuerza, en fuerza material, en fuerza material
auténoma en el seno de la guerra civil mundial, La lucha
contra las prisiones alcanza su cénit cada vez que hacemos
fracasar la represién. Triunfa alli donde nosotros consegui-
mos arrogarnos la impunidad.
21, Frente al engafio de la civilizacion, nosotros tenemos ra-
z6n. Pero “Un mundo de mentiras no puede ser derrocado por
la verdad” (Kafka). Toda la proliferacién policiaca que nos
circunda esta ahi para impedirnos ese pasaje, para impedir-
nos llegar a ser, poco a poco, una realidad. Cada dia afiade un
dispositivo a nuestra ya cuadriculada cotidianidad. Se trata
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1. La lucha contra la prisién no regresa como se habia ido,
Tampoco nosotros mismos volvemos del todo inocentes,
como si no supiéramos como, en los afios 70, esta fracas6.
2. La funcién de la prisién en la economia general de la ser-
vidumbre es materializar la falsa division entre criminales
¢ inocentes, entre buenos ciudadanos y delincuentes. Esta
“utilidad” no es social sin ser, al mismo tiempo, psiquica. Es
cl encarcelamiento y la tortura del preso lo que produce el
sentimiento de inocencia del ciudadano. Ademas, en tanto
no se admita el caracter criminal de toda existencia bajo el
Imperio, la necesidad de castigar y de ver castigado perma-
necera y ningiin argumento contra la prision sera valido.
3. La divisién entre criminales e inocentes es falsa. Invertir-
Jano hace mas que duplicar el engafio, Cada vez que, en la
lucha contra las prisiones, presentamos a los presos como
buenos chicos, como victimas, renovamos esa légica donde
Ja prisién es la sancién.
4. La frase “la carcel es la celda de castigo de la sociedad” es
cierta siempre que se aiada como corolario: no existe “la
sociedad’, No es “la sociedad” quien produce la prisién. Al
contrario, es la prisién quien produce la sociedad. Es plan-
teandose -creéndose un afuera ficticio -la prisién, cuando
SE crea la ficcién de un adentro, de una inclusién, de una
pertenencia. Que las técnicas mediante las cuales SE maneja
a cotidianidad de las metrépolis imperiales y la de los de-
tenidos sea sustancialmente la misma, debe quedar solo en
conocimiento de los gestores. “Una prisign es una pequefia
ciudad. Alli se duerme, alli se come, alli se trabaja, alli se en-
sefia, alli se hace deporte, alli se va a la iglesia. Salvo que la
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