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UNIDAD I: HISTORIA DE LA CONSTITUCIÓN ROMANA
A.
La
monarquía
(753509
a.C.)
1.
Monarquía
latino
sabina
(753616
a.
C.)
El rey, supremo jefe político, religioso y militar, obraba por y para la organización
gentilicia, constituyendo un auténtico primero entre iguales (primus inter pares), en
cuanto sobre él recaía la confianza de los patres.
A RÓMULO, primer rey romano, se le conoce más a través de la leyenda del rapto
de las Sabinas (LIV. 1, 9) y de las vivencias de TITO TACIO y TARPEYA (LIV. 1, 8, 7,),
que por los datos sobre la estructura política que dio a la ciudad (LIV. 1, 8, 7,).
Las rencillas por el poder político surgidas luego de la muerte de RÓMULO llevaron
a que sólo después de un año fuera elegido el nuevo monarca, NUMA POMPILIO, quien
estableció el colegio de los feciales (que debía cuidar de las relaciones con otras
ciudades y del derecho sacro), “la más grande de sus obras fue, no obstante, el
cuidado que, por todo el tiempo de su reinado, tuvo de la paz como del reino mismo”
(LIV. 1, 21, 5).
TULIO HOSTILIO, tercer rey de Roma anexó la ciudad de Alba Longa (LIV. 1, 22),
concediendo la ciudadanía romana a sus habitantes y nombrando senadores a algunos
de sus patres, pero le sorprendió la muerte cuando preparaba la guerra contra Veyo
(642), principal fortín etrusco.
ANCO MARCIO, último de los reyes latinos, desarrolló la guerra contra la Liga
Latina y anexó paulatinamente más territorio a la Roma primitiva, a esa época se
remonta la fundación de Ostia, primera colonia romana, en la desembocadura del río
Tíber (LIV. 1, 33, 9).
Los datos que nos reportan la tradición y el análisis de algunas fuentes extra
jurídicas permiten identificar la existencia de otros dos órganos de ejercicio del poder
político en la organización latino sabina: el consilium regium y los comicios.
La cifra inicial pudo haber sido una decisión política de conveniencia o consecuencia
del valor mágico religioso que tenía ante los antiguos tal número, razón por la que
siglos después se expresó: “sea porque ese número fuese suficiente, sea porque sólo
cien podían ser designados como senadores” (LIV. 1, 8, 7), bajo TULIO HOSTILIO se
habrían duplicado sus componentes (LIV. 1, 30, 1).
Los senadores se dividieron en 10 decurias con miras a que cada una nombrara un
miembro, para conformar un grupo de 10 gobernantes, que se turnaron en el ejercicio
del poder cada 5 días (interrex) (LIV. 1, 17, 4 a 6).
Otro órgano constitucional fue el de los comicios por curias, en palabras de LELIO
FÉLIX “hay comicios por curias cuando se vota con base en el origen de los hombres
[…]” (GEL. 15, 27, 5).
2.
Monarquía
etrusca
(616509
a.C)
LUCIO TARQUINO PRISCO (616-578 a.C.), designó otros cien (100) senadores (LIV. 1, 35,
6), con lo que se llegó a 300 -cifra que se mantuvo durante gran parte de la época
republicana-, duplicó el número de las centurias de los caballeros y de algunos colegios
sacerdotales.
Fue SERVIO TULIO (578-534 a.C.) el primero en gobernar con “el consenso de los
senadores pero sin la elección del pueblo” (LIV. 1, 42, 6), quien reconoció la existencia
de los grupos sociales extragentilicios, permitiéndoles una participación política formal
a través de unos nuevos comicios denominados por centurias, que se basaron en una
estratificación por clases derivada del censo, lo que determinaba una relación directa
entre cargas y patrimonio.
B.
La
república
1.
Primera
república
o
república
patricia
(509367
a.C.)
1.1.
Organización
La expulsión del último monarca etrusco y la designación en los comicios por centurias
de los dos primeros cónsules de la República no fue el resultado de una revuelta
popular, sino una reacción aristocrática contra el despotismo (LIV. 2, 33), encarnada por
el órgano que estaría llamado a partir de entonces a preservar el control del poder
político, el Senado.
1.1.1.
Senado
La conformación del Senado, cuyos miembros fueron ahora nombrados por el cónsul o
el tribuno militar con potestad consular, siguió siendo patricia, pues el que estuviera
constituido por ex magistrados hizo depender el ingreso de la plebe del previo ejercicio
de la suprema magistratura, así entonces sólo los tribunos militares con potestad
consular plebeyos podían aspirar al cargo, delineándose así la diferencia entre
miembros patricios (patres) y plebeyos (conscripti).
El Senado era convocado por los mismos magistrados supremos, a quienes les
asistía tal derecho (ius agendi cum patribus), se reunía frecuentemente en la Curia Hostilia
y sólo podía sesionar entre la salida y la puesta del sol.
No parece que hubiese existido originariamente una igualdad entre patres patricios
y plebeyos, a los primeros asistiría la posibilidad de expresar su parecer mientras que a
los segundos sólo se les permitiría votar.
Además, recibía las embajadas, enviaba sus propios legados, preparaba los tratados
(foedus), autorizaba la fundación de colonias, concedía el triunfo a los generales
victoriosos y participaba en la administración de justicia.
1.1.2.
Magistraturas
Un gobierno aristocrático como el de la primera República conllevó que “el poder de
las leyes sea más fuerte que el de los hombres” (LIV. 2, 1, 1) y que las magistraturas
fuesen patricias, gratuitas, temporales (LIV. 2, 1, 7), algunas de ellas, además,
colegiadas (LIV. 2, 1, 8), electivas y sometidas a responsabilidad política.
El imperium o mando militar del monarca pasó en la época republicana a dos cónsules,
que, salvo en 451 y 450 a. C. -por la designación de los decenviros-, fueron elegidos en
forma ininterumpida hasta el 445 a. C., año en el que el tribuno CANULEYO a la vez que
hacía aprobar de la plebe y reconocer por el Senado el derecho de contraer juntas
nupcias (ius conubii) entre patricios y plebeyos, afirmaba que el pueblo debía poder
designar como cónsul a quien quisiese (LIV. 4, 3, 5), y no sin fuertes confrontaciones -
pues ningún plebeyo tenía derecho a auscultar los auspicios y sin ellos no se explicaba
el consulado-, se admitió que fuese creada otra magistratura suprema, la de los
tribunos militares con potestad consular.
Luego de estas reuniones se concedió que fuesen elegidos tribunos militares con potestad
consular, escogidos indiferentemente entre patricios y la plebe, mientras que no debía cambiarse
nada en cuanto se refería a la elección de los cónsules; y con este resultado estuvieron contentos
los tribunos y contenta la plebe (LIV. 4, 6, 8).
Fue así como el año siguiente (444 a.C.) fueron nombrados en lugar de cónsules,
tribunos con potestad consular (LIV. 4, 7, 1), y desde entonces, en ocasiones se
designaban éstos, y en otras aquéllos, lo que no pareció depender del mayor o menor
estado de tensión bélica, sino de la eficacia de la presión del estamento plebeyo, que
lograba imponerlos en lugar de los cónsules, magistratura que les era aún vedada.
El imperium que asistía a los magistrados supremos les permitía reclutar tropas,
dirigir las operaciones bélicas y, como supremo titular del supremo mando militar
(imperium militiae), reprimir los crímenes (coercitio) cometidos fuera de los confines
(poemerium) de la ciudad sin los límites de la provocatio ad populum.
También les correspondía: convocar tanto a los comicios por centurias (ius agendi
cum populus) como a los senadores (ius agendi cum patribus); antes de la creación de los
censores (443 a.C.), la administración de las tierras públicas (deber que continuaron
ejerciendo ya creados aquéllos, aunque en su ausencia); administrar –con el auxilio de
los cuestores– el dinero público; y, finalmente, administrar justicia en las
controversias entre particulares.
b. Cuestura
c. Censura
Colegiada y electiva desde su creación (443 a.C.), esta magistratura tuvo como
finalidad específica la de elaborar el censo, acto político administrativo que adquirió
gran relevancia toda vez que la ubicación del ciudadano en determinada clase
determinaba su incidencia en la vida política.
A través de una lex Aemilia (434 a.C.) se estableció que los censores fueran elegidos
cada 5 años -lapso en que en forma consuetudinaria se elaboraban los censos- y
permaneciesen en el cargo sólo por 18 meses (tiempo estimado necesario para su
elaboración).
d. Dictadura
e. Decenvirato
1.1.3.
Comicios
Existieron en esta época dos clases de comicios que provenían de época monárquica:
los comicios por curias y los comicios por centurias.
Sólo puede decirse con certidumbre que para esta época estaba dividido en las
siguientes clases: (i) Caballeros: representaba a los primeros habitantes de la ciudad
(LIV. 1, 43, 8, 9), dividida a su vez en 18 centurias, lo que representaba 18 votos; (ii)
Primera, conformada por 80 centurias; (iii) Segunda, Tercera y Cuarta, conformadas cada
una por veinte 20 centurias; (iv) Quinta, conformada por treinta 30 centurias; y (vi) 5
centurias consideradas fuera de clase, que se encontraban al servicio de las otras, 2
adscritas a la primera o segunda para que transportaran la maquinaria de guerra, 2 en
las que se encontraban organizados los tocadores de tuba y cuerno, adscritos a la
cuarta o a la quinta, y la de los ordenanzas.
Siendo 193 las centurias, el control de los comicios se mantenía sobre dos pilares: el
poder económico, y la auctoritas de los veteres.
Los comicios se reunían - previa determinación del día apto para tal efecto (dies
comitialis) que correspondía hacer a los pontífices -, una vez transcurrido el término del
trinundinum, es decir, no antes de tres mercados públicos que tuviesen al menos una
distancia de ocho días entre sí.
1.2.
Lucha
de
clases
patricioplebeya
La constitución romana de la primera República no puede ser entendida basándose
simplemente en el trípode Senado, magistraturas y comicios, pues desconocería el
contrapeso que significaron los movimientos revolucionarios plebeyos que se
fermentaron en época monárquica, que tuvieron auge en ésta y que llevaron en
particular a la dsignación de los tribunos de la plebe.
Aunque resulta difícil incluso identificar quiénes conformaron los órdenes patricio
y plebeyo, la doctrina mayoritaria considera que mientras el patriciado estuvo
integrado por elementos latinos, sabinos y etruscos, la plebe lo estuvo por aquellos
que no tenían propiamente gens (qui gens non habebant), del que ya harían parte quienes
por sus carencias económicas habían establecido vínculos de clientela con patricios,
que si bien les permitían la explotación económica de parcelas, no los hacía parte de ese
orden.
Como fruto de la primera secesión (494 a.C.), la plebe reunida en concilio, decidió la
creación de dos representantes plebeyos denominados tribunos, que a su vez habrían
cooptado otros 3 (DION. HAL. 6, 89, 2; LIV. 2, 33, 2), concediéndoles el carácter de
sacrosantos o inviolables (CIC. Pro Sestio 37, 79).
2.
Segunda
república
o
república
patricioplebeya
(36727
a.C.)
2.1.
Asentamiento
(367
a.C264
a.C)
Sólo diez años después de haberse propuesto por primera vez, una de las leyes Licinias
(367 a.c.) consagró la equiparación política patricio-plebeya, al establecer que al menos
uno de los cónsules debía ser plebeyo; ello llevó a partir del año siguiente a la
formación de una nobleza (nobilitas) patricio-plebeya que fue accediendo a todas las
magistraturas.
Al mismo tiempo se engendraba una nueva clase, la de los caballeros (equites),
constituida por “los grandes comerciantes, los industriales, los banqueros, los
recaudadores de impuestos, contratistas de trabajos y servicios públicos, en una
palabra, los hombres de negocios”, que tuvo gran importancia en el siguiente período,
en cuanto a la detentación del poder político.
2.1.1.
Senado
Aunque este órgano representaba inicialmente al estamento patricio, en él vinieron a
reflejarse las consecuencias de la lucha de clases patricio-plebeya, pues el advenimiento
de magistrados plebeyos y el llamamiento de los ex-magistrados como senadores
cambió paulatinamente su conformación.
Parece que, no obstante, tanto la atribución de designar el interrex (340 a.c.) (LIV. 8,
3, 5) (332 a.c.) (LIV. 8, 17, 5); (320 a.c.) LIV. 9, 7, 15), como la de concesión de la auctoritas
patrum, continuaron adscritas en forma exclusiva a los senadores patricios; no son, sin
embargo, claras las formalidades mediante las cuales podían cumplirse estos actos
exclusivos.
En este periodo el Senado perdió las atribuciones de control legislativo que tenía a
través de la auctoritas patrum posterior y vinculante: una lex Publilia Philonis (339 a.c.)
estableció que más que una formal aceptación se limitaba a la expresión de un parecer
previo a la deliberación de los comicios por centurias (LIV. 8, 12, 15) y, en todo caso, no
vinculante, por lo que aunque no fuera concedida, el magistrado podría llevar el
proyecto a la consideración popular.
Una nueva forma de conformación del estamento senatorial tuvo lugar a partir del
plebiscito Ovinio (312 a.c.), que no sólo autorizó a los censores a redactar la lista de los
senadores, sino que difirió tal atribución en el tiempo, al ordenar que fuese cumplida
cada cinco años.
2.1.2.
Magistraturas
A más de ser gratuitas y temporales, la ampliación del número de los magistrados
acentuó el carácter electivo, la colegialidad y el criterio gradual para el acceso a cada
una de ellas.
a. Consulado
A partir del año 367 a.c. el mando militar (imperium) residió exclusivamente en los
cónsules, no encontrándose en las fuentes de conocimiento nuevas referencias a los
tribunos con potestad consular; asimismo, a partir de esta fecha –en virtud de una de
las leyes licinias–, al menos uno de los cónsules debía ser plebeyo, adquiriendo gran
importancia la posibilidad de veto del colega (intercessio).
El imperium que asistía al magistrado supremo le permitía reclutar tropas, dirigir las
operaciones bélicas y –como supremo mando militar (imperium militiae)– ejercer la
represión criminal (coercitio) fuera de los confines (pomerium) de la ciudad, sin los
límites de la provocatio ad populum; también le correspondía convocar a los comicios por
centurias (ius agendi cum populus) y a los senadores (ius agendi cum patribus), así como –
con el auxilio de los cuestores y en ausencia de los censores– la administración de las
tierras públicas, y –nuevamente con el auxilio de los cuestores– del dinero público; no
obstante, se le despojó de una importante función: la de administrar justicia en las
controversias entre particulares, que correspondió a partir de entonces al pretor.
Pocos años después del momento en que se concedió la paridad política a los plebeyos
en el consulado, sucedió lo mismo con la censura; según la tradición, el primer censor
plebeyo asumió en el 351 a.c.
Fue precisamente esta última atribución la que les llevó a adquirir mayor
importancia, pues a través de la conformación de las listas de ciudadanos se
convirtieron en custodios de las costumbres (mores) del pueblo romano, pudiendo
mediante juicios discrecionales (nota censoria) excluir a una persona de la respectiva
clase, o degradarla de una a otra, privándola incluso del derecho de elegir y ser
elegido.
Esta labor de custodia se amplió por medio del plebiscito Ovinio (312 a.c.), que les
autorizó redactar la lista de los senadores, pudiendo, a pesar del carácter vitalicio que
les asistía, excluirlos del Senado previo un juicio sobre sus costumbres (iudicium de
moribus), y tratándose de algún ex magistrado que tuviese derecho a ingresar al
Senado, excluirlo de las listas de elegibles.
c. Pretura
Treinta años después de su creación fue designado el primer pretor plebeyo (337
a.c.) (LIV. 8, 15, 9).
A medida que se fueron incorporando territorios en Italia, el pretor debió designar
sus delegados (praefecti iure dicundo)
d. Edilidad
También como consecuencia de los acuerdos patricio plebeyos del año 367 a.c., fueron
reconocidos dos ediles (aediles) patricios que vinieron a sumarse a los aediles plebeyos.
Elegidos por los concilia plebis tributa y con rango superior al de los cuestores, los
ediles fueron encargados de la vigilancia del comercio público, el juzgamiento de las
controversias sobre negocios propios de los mercados (para lo cual, a imagen del
pretor, emitieron su correspondiente edicto), el abastecimiento de la ciudad, la atención
de las calles, lugares públicos, edificios y construcciones, y la organización de los
juegos públicos.
e. Cuestura
Esta magistratura –en la que ya se había reconocido la participación plebeya (409 a.c.)–,
fue (en fecha posterior a 367 a.c.), electiva –tal atribución se dio a los concilia plebis
tributa–. Sus funciones no variaron pues siguieron siendo asistentes del cónsul en la
administración de la ciudad, el botín de guerra y las contiendas bélicas; no obstante se
ampliaron con el manejo de las finanzas en Italia y la atribución de funciones como
auxiliares del cónsul en materia criminal.
f. Dictadura
La figura de la dictadura continuó siendo utilizada para casos de grave crisis exterior, y
se conoce el que se acudió ella en un caso de conmoción interior, los dictadores seguían
siendo designados por uno de los cónsules, eran titulares de un mando militar superior
(imperium maius) que si bien no desplazaba al de los cónsules, no estaba sometido a
intercessio alguna, y estaban eximidos de cualquier juicio de responsabilidad política.
La dictadura, a la que pronto llegaría la plebe -CAYO MARCIO RÚTULO (356 a.c.)
(LIV. 7, 12, 9)-, permitía, conforme a la misión encomendada, ejercer el veto, ejercer sin
limitación alguna la represión criminal, convocar los comicios (ius agendi cum populus) y
el Senado (ius agendi cum patribus), reclutar tropas, y suspender la actividad judicial
(cfr. LIV. 7, 28, 3).
2.1.3.
Comicios
Existieron al menos tres clases de comicios: los Comicios por Curias, los Comicios por
Centurias y las Asambleas Plebeyas.
El control de los comicios continuó soportado en los pilares del poder económico y
la auctoritas de los veteres, pues la votación comenzaba en orden descendente y la
mayoría se lograba con el voto de 98.
De un lado, como se procedía a votar en cada centuria, era menor el número de
quienes componían las centurias superiores, y de otro, dentro de cada clase se mantuvo
la división de igual número de centurias de iuniores (entre 17 y 45 años) y seniores (entre
45 y 60 años).
Más que simples asambleas plebeyas, la paulatina importancia que van adquiriendo
estos concilia plebis tributa llevó a contiendas en relación con su conformación: el censor
APIO CLAUDIO CECO decidió inscribir como miembros de las tribus a los no poseedores
de tierra (312 a.c.), iniciativa reformulada por los censores QUINTO FABIO MÁXIMO
RULANO y PUBLIO DECIO inscribiendo a los desposeídos sólo en las tribus urbanas (304
a.c.) (LIV. 9, 46, 14), lo que les sometía a un control aristocrático.
2.2. Apogeo y crisis
2.2.1.
Apogeo
Llama la atención que la Primera Guerra Púnica se hubiera sostenido en el mando
militar de lo cónsules, pues sólo se acudió a la figura de la dictadura plena una vez.
Entre la Primera y la Segunda Guerra Púnica sólo fue utilizado el dictator imminuto
iure, con el exclusivo fin de convocar los comicios, y sólo volvió a nombrarse un dictador
pleno en la Segunda Guerra Púnica, con ocasión de la derrota en el lago Trasimeno.
Dado que el cónsul estaba ausente, tan odiosa magistratura fue asignada a QUINTO
FABIO MAXIMO CUNCTATOR (217 a.c.), pero por primera vez y en contravía de la
tradición republicana, la designación fue hecha por los Comicios:
Por tanto recurrieron a un remedio no usado desde hace largo tiempo, ni deseado, la
elección de un dictador; y puesto que el cónsul, la persona que podía nombrarlo,
estaba ausente, y estando Italia ocupada por las armas de los Púnicos, no era fácil
mandar un mensajero o cartas, ni el pueblo tenía la facultad de elegir un dictador, lo
que no había sido hecho nunca antes, el pueblo eligió para ese cargo a Quinto Fabio
Máximo, y como maestro de caballería a M. Minucio Rufo (Itaque ad remedium iam diu
neque desideratum nec adhibitum, dictatorem dicendum, ciuitas confugit; et quia et consul
aberat, a quo uno dice posse uidebatur, nec per occupatam armis Punicis Italiam facile erat aut
nuntium aut litteras mitti nec dictatorem populus creare poterat, quod nunquam ante eam
diem factum erat, dictatorem populus creauit Q. Fabium Maximum et magistrum equitum
M. Minucium Rufum) (LIV. 22, 8, 5-6).
Durante esta guerra sólo fue nombrado otro dictador pleno, esta vez en forma regular,
mientras que, en cambio, se acudió con regularidad a la designación de dictadores con
atribuciones disminuidas (dictatores imminuto iure).
El que para la primera mitad del siglo II a.c. no existieran grandes desfaces en el
funcionamiento republicano, más aun, que como datos relevantes sólo se hubieran
producido, (i) que mediante una lex Villia Annalis (180 a.c.) (LIV. 40, 44, 1-2) se declarase
formalmente el cursus honorum, (ii) que el comienzo del año consular se hubiere
establecido definitivamente el primero de enero (153 a.c.) (LIV. Per. 47, 13), y (iii) que
poco después se hubiese prohibido la reelección en el consulado (151 a.c.), aunado al
hecho de no haberse vuelto a utilizar la dictadura, permite entender por qué al
describir la República Romana, POLIBIO veía en ella un equilibrio de monarquía,
aristocracia y democracia.
Así pues, estas tres clases de gobierno que he citado dominaban la constitución
y las tres estaban ordenadas, se administraban y repartían tan equitativamente
con tanto acierto, que nunca nadie, ni tan siquiera los nativos, hubieran podido
afirmar con seguridad si el gobierno era totalmente aristocrático, democrático o
monárquico. Cosa muy natural, pues si nos fijáramos en la potestad de los
cónsules, nos parecería una constitución perfectamente monárquica y real; si
atendiéramos a la del senado, aristocrática, y si consideráramos el poder del
pueblo, nos daría la impresión de encontrarnos, sin ambages, ante una
democracia […] Los cónsules mientras están en Roma y no salen en campaña
con las legiones, tinen competencia sobre todos los negocios públicos. Los
magistrados restantes les están subordinados y les obedecen, a excepción de
los tribunos […] Igualmente, las cuestiones concernientes a tareas del Estado
que hayan de ser tratadas por el pueblo, corresponde a los cónsules atenderlas,
convocar cada vez la asamblea, presentar las proposiciones y ejecutar los
decretos votados por la mayoría. Sou potestad es casi absoluta en lo que
concierne a preparativos bélicos y a la dirección de las campañas: pueden
impartir las órdenes que quieran a las tropas aliadas, nombrar los tribuns
militares, alistar soldados y escoger los más aptods. Además, en campaña
tienen la potestad de infligir cualquier castigo a sus subordinados. Disponen a
su arbitrio de los fondos públicos: les acompaña siempre un cuestor, presto a
cumplir las órdenes recibidas […] La atribución principal del senado es el
control del erario publico, porque ejerce potestad sobre todos los ingresos y
sobre la mayor parte de los gastos. Aaparte de lo que abonan a los cónsules, los
cuestores no pueden disponer de fondos públicos sin autorización del senado.
Éste dispone también el dispendio mayor, el más costoso, que ordenn cada
cinco años los censores para restaurar y reparar los edificios públicos; los
censores deben recabar la autorización del senado. De modo semejante, caen
bajo la jurisdicción del senado los delitos cometidos en Italia que exigen una
investigación pública, como son traiciones, perjurios […] Es incumbencia de
éste enviar embajadas a países no italianos, cuando se necesita y sea para una
reconciliación, para hacer una demanda o, ¿por Zeus!, para intimar una orden,
para recibir la rendición de alguien o para declarar la guerra. Cuando llegan
embajadores a Roma, el senado decide lo que debe contestarles y el
comportamiento que debe seguirse con cada uno. En todo lo que se ha
relacinado hasta ahora, el pueblo no tiene participación alguna, de modo que a
quien llegue a Roma en ausencia de los cónsules, la constitución romana le
parecerá perfectamente aristocrática […] Después de todo esto, nos podremos
preguntar, razonablemente, cuáles son las atribuciones reservadas al pueblo en
esta constitución y cómo son […] Con todo, al pueblo no le falta su parcela, que
es precisamente la más pesada. En la constitución romana el pueblo y sólo el
pueblo es el árbitro que concede honores o inflige castigos […], juzga las
multas que se deben imponer para resarcir de los daños sufridos, lo cual ocurre
principalmente cuando la multa es importante y los reos han detentado altos
cargos; el pueblo es el único que puede condenar a muerte […] Además el
pueblo es quien confiere las magistraturas a aquellos que las merecen […] El
pueblo es soberano cuando se trata de votar las leyes; su máxima atribución es
deliberar sobre la paz y la guerra, y también sobre las alianzas, tratados de paz
y pactos; es el pueblo quien lo ratifica todo, o lo contrario. De manera que no es
un error decir que el pueblo goza de grandes atribuciones y que ésta es
democrática( POL. Historia de Roma 6, 11, 11 - 6, 14, 10).
2.2.2.
Crisis
No obstante, esta situación comienza a fisurarse terminada la Tercera Guerra Púnica,
una serie de movimientos sociales populares llevaron a imponer una lex Gabinia
tabellaria (139 a.c.), por la que se estableció que fuera secreta la votación para las
cuestiones electorales, y la lex Cassia tabellaria (137 a.c.), que dispuso lo mismo para los
asuntos judiciales (CIC. Laelius 12, 41), se vislumbraban nuevas confrontaciones con el
elemento senatorial.
Luego de varios intentos frustrados para hacer desistir a OCTAVIO, TIBERIO propuso
a los comicios esta inusual cuestión: ¿podrá ser depuesto un magistrado que se opone a
los deseos del pueblo?
Lo anterior, y el que poco después el tribuno CAYO PAPIRIO CARBÓN (131 a.c.),
hubiese tratado de lograr la aprobación de una ley mediante la cual se declaraba que
los tribunos podían ser reelegidos inmediatamente, demostraba que el esquema de las
magistraturas republicanas, temporales, responsables y sujetas al veto, contradecía las
necesidades de monopolio del poder.
El mismo tribuno logró la aprobación de una lex Papiria tabellaria (131 a.c.) por la
que se estableció la votación secreta para los asuntos legislativos.
Luego de que a instancia senatorial las funciones judiciales de triumviri agris dandis,
adsignandis, iudicandis), retornaron a los cónsules (129 a.c.), el tribuno CAYO GRACO (123
a.c.) desarrolló una vasta tarea legislativa: (i) impulsó e hizo aprobar la reelección del
tribuno de la plebe; (ii) hizo aprobar una lex Frumentaria mediante la cual se dispuso un
subsidio de trigo tan popular como inconveniente (CIC. Tusculanae 3, 48; CIC. Pro Sestio
48); (iii) logró la aprobación de la lex Acilia repetundarum, por la que creó tribunales
permanentes (quaestiones perpetuae) para investigar el crimen de concusión y otorgó la
ciudadanía romana al habitante de una provincia que hubiese salido victorioso en un
proceso de tal índole contra un magistrado romano; (iv) logró mediante una lex
iudiciaria la modificación de la conformación de los jurados en los organismos de
juzgamiento criminal (quaestiones perpetuae); (v) por una lex de capite civis, declaró ilegal
el establecimiento de tribunales extraordinarios para el juzgamiento de crímenes, sin la
decisión de los comicios (CIC. In Catilinam 4, 10); y (vi) mediante una lex agraria,
revitalizó la de su extinto hermano.
La guerra contra los Cimbrios (105-101 a.c.) justificó que por cinco veces
consecutivas se eligiera cónsul al general MARIO, en abierta contradicción con el
esquema republicano al que repugnaba la reelección; confrontación institucional que
tuvo mayor realce cuando, presentada ante los comicios una ley referente a los
subsidios de trigo, algunos tribunos de los optimates intentaron presentar su veto; sin
embargo, el tribuno SATURNINO, lugarteniente de aquél, los arrojó de la tribuna y éstos,
ante el temor de una agresión huyeron. MARIO se retiró de la vida pública luego de que
en confusos hechos resultaran asesinados los tribunos APULEYO SATURNINO y SERVILIO
GLAUCIA (100 a.c.).
Elegido tribuno MARCO LIVIO DRUSO (hijo) (92 a.c.) hizo emitir una lex iudiciaria por
la que retiró poder a los jurados del orden ecuestre incluyendo nuevamente a los del
orden senatorial; buscó apoyo popular con otra lex frumentaria y la aprobación de una
nueva lex agraria para lo cual quiso incorporar como ciudadanos romanos a todos los
socios itálicos, lo que hizo que el Senado le declarara enemigo de la república,
provocando su muerte.
En virtud de la lex de Sulla Dictatore propuesta por el interrex VALERIO FLACCO, SILA
ejerció una dictadura sin sujeción temporal –por dos años consecutivos– acumulada
con el consulado (80 a.c.), lo que le permitió juzgar sin provocatio –con lo que, a su vez,
allanaba el camino para borrar a sus enemigos a través de proscriptiones–.
Las victorias de POMPEYO en Armenia (66 a.c.), Siria (64 a.c.), Fenicia y el Reino de
Jerusalén (63 a.c.), su retorno como simple ciudadano (62 a.c.) y el licenciamiento de su
ejército no impidieron que, como consecuencia de una alianza entre CATÓN y CICERÓN,
el Senado se abstuviera de confirmar su gestión administrativa en Asia y le rechazara
la provisión de recompensas a sus soldados (61 a.c.).
Enfrentado al estamento senatorial se alió con JULIO CÉSAR –cuestor (69 a.c.), edil
(65 a.c.), pontífice máximo (63 a.c.), pretor (62 a.c.) y propretor (61 a. C) en España–, y
CRASO –sospechoso junto con JULIO CÉSAR de la conspiración de CATILINA–,
estructurándose un acuerdo político llamado primer triunvirato (60 a.c.), “para que
nada se hiciese en el Estado que desagradara a ninguno de los tres” (SUET. Iulius 29).
Obtenido el consulado (59 a.c.) JULIO CÉSAR hizo aprobar varias leyes Iuliae para
confirmar los actos de POMPEYO en Asia, y al año siguiente recibió las Galias Cisalpina
y Transalpina (58 a.c.). Cinco años más tarde se ratificó formalmente el triunvirato (56
a.c.), POMPEYO y CRASO fueron elegidos cónsules (55 a.c.), se renovó a CÉSAR el
proconsulado en las Galias (54 a.c.), a POMPEYO el de España, y a CRASO el de Siria,
para la guerra con los partos.
JULIO CÉSAR, que con el apoyo de POMPEYO había ejercido su mando por nueve
años en la Galia Cisalpina, solicitó la prórroga de su encargo hasta fines de 49 a.c. para
poder revestir sucesivamente el consulado (PLUT. Caesar 29, 1). La petición no sólo
obtuvo el rechazo del Senado, sino que se quiso relevarlo del cargo antes del tiempo
señalado (SUET. Iulius 29) -pero se le opuso el veto tribunicio- y se encargó a POMPEYO
ir contra CÉSAR a fin de proteger la república (50 a.c.).
A inicios del siguiente año fue leída ante el Senado una carta de CÉSAR en la que
proponía que tanto él como POMPEYO abandonaran el mando de sus legiones, pero en
respuesta, pocos días después se profirió un senadoconsulto último (7 de enero de 49
a.c.), mediante el cual se ordenó: “Velen los cónsules, los pretores, los tribunos del
pueblo y los procónsules de la jurisdicción de Roma, para que la República no padezca
menoscabo” (CAES. De Bello civilium 1, 5).
Una vez llegó CÉSAR a Roma se hizo nombrar dictador (49 a.c.), y luego de la batalla
de Farsalia fue designado dictador por un año y cónsul para el siguiente (48 a.c.) (PLUT.
Caesar 51, 1).
Estos últimos hechos hacían presagiar la conspiración llevada a cabo por miembros
del estamento senatorial, encabezada por MARCO JUNIO BRUTO y CAYO CASIO
LONGINO, pretor urbano y peregrino respectivamente (PLUT. Caesar 62, 4) (44 a.c.).
OCTAVIO –que había aumentado su popularidad atendiendo con sus propios bienes
las liberalidades testamentarias de CÉSAR–, el mismo MARCO ANTONIO y LÉPIDO,
acordaron un triunvirato distribución del mando militar (imperium) que debía
mantenerse por cinco años, que fue aprobado por los comicios medante mediante la lex
Titia (43 a.c.).
Surgió así una magistratura hasta entonces desconocida, pues conllevaba una
división territorial del imperio (las provincias occidentales -con excepción de las
Galias- para OCTAVIO, las Galias y Oriente para MARCO ANTONIO, y África -incluída
Numidia- para LÉPIDO), que se mantuvo a pesar de la confrontación entre OCTAVIO y
los partidarios de MARCO ANTONIO (41 a.c.), pues los acuerdos de Bríndisi -que
conjuraron la crisis- (40 a.c.), se limitaron a rehacer el reparto (LÉPIDO siguió con África,
MARCO ANTONIO mantuvo las provincias orientales, pero debió renunciar a las Galias
a cambio de poder reclutar tropas en Italia-, mientras que OCTAVIO adquirió poder
sobre la totalidad de las provincias occidentales).
C. El principado (27 a.C. 285 d.C.)
Mediante una hábil maniobra política OCTAVIO afirmó su deseo de restituir al Senado y
al pueblo de Roma la totalidad de sus atribuciones (27 a.C.), obteniendo, por el
contrario, tanto la ratificación de sus atribuciones como la designación de Augusto,
como el otorgamiento de un imperium maius decenal para someter las provincias (27
a.C.).
El príncipe detentaba así una serie de atribuciones que le dieron un poder total
sobre el imperio, dirigía la política financiera y las relaciones internacionales, asumía
parcialmente la administración de las provincias, emitía moneda, podía convocar al
pueblo y al Senado, y ostentaba las atribuciones derivadas de la potestas censoria,
consular y tribunicia.
1.
Organización
1.1.
Augusto
y
la
estructura
del
Principado
Aunque hizo amplio uso de las atribuciones legislativas de los comicios, en materia
electoral la institución -cuyas funciones judiciales habían sido desplazadas desde época
de SILA por las cuestiones– pasó a ser una asamblea de aclamación de los candidatos
presentados por el emperador a través de la commendatio.
Fallecidos su amigo AGRIPA (12 a.C.), CLAUDIO DRUSO (9 a.C.) -hijo de su mujer
LIVIA-, y sus nietos LUCIO CÉSAR VIPSANIO (2 d.C.) y CAYO CÉSAR VIPSANIO (4 d.C.),
AUGUSTO adoptó como sucesor a TIBERIO –también hijo de LIVIA- a quien asoció al
poder (4 d.C.), con la condición de que adoptara a JULIO CÉSAR GERMÁNICO -hijo de
CLAUDIO DRUSO-.
AUGUSTO murió después de 57 años de gobierno (14 d.C.), en medio del apoyo militar,
la gratitud por la pax romana, la prosperidad económica de su administración y el
fervor popular que, por estrategia o convicción, causaban su aclamada clemencia,
prudencia y modestia, el principado había logrado, paradójicamente, la libertas
republicana.
1.2.
Las
dinastías
Rodeado del escepticismo popular que hubiera querido ver a su sobrino GERMÁNICO
detentando el poder, TIBERIO comenzó siguiendo los parámetros políticos y de
conducta de su predecesor, no obstante, estableció en forma permanente la prefectura
urbana (praefectus urbi), dio tanta importancia al prefecto del pretorio (praefectus
praetorio) que llegó a considerarse el segundo cargo del Estado, y retiró a los comicios la
atribución de elegir a los magistrados.
Muertos GERMÁNICO -luego de haber sido enviado a Oriente (19 d.C.)-, y TIBERIO
DRUSO CLAUDIO -hijo directo de TIBERIO (23 d.C.)-, éste se retiró a Capri (26 d.C.), lo
que consolidó el poder de SEJANO, su prefecto del pretorio, quien extendió su
influencia a las tropas localizadas en Italia. A la muerte de TIBERIO reinaban el
despotismo y el odio generalizados.
Tras el asesinato de CLAUDIO (54 d.C.) asumió NERÓN (54 a 68 d.C.), hijo de
AGRIPINA, que se libró de BRITÁNICO (55 d.C.), hijo de CLAUDIO y MESALINA y quien se
presentaba como heredero del Imperio; luego del asesinato de AGRIPINA (59 d.C.) reinó
el despotismo, aunque para ganar apoyo popular multiplicó los espectáculos públicos
en los que él mismo se ofrecía como actor.
Fue así designado como emperador NERVA (96-98 d.C.), prudente y anciano
senador, quien juró no volver a asesinar a un senador y terminó con los procesos de
lesa majestad utilizados por DOMICIANO como mecanismos de persecución política,
logrando conciliar, en palabras de TÁCITO, lo que hacía largo tiempo parecía imposible,
las prerrogativas del príncipe y los derechos de un pueblo unido.
TRAJANO (98-117 d.C.) quiso conciliar el Imperio con la institución senatorial, incitó
–ante la creciente despoblación de Italia– el crecimiento demográfico, disponiendo la
ampliación de las pensiones alimenticias a más de 200,000 familias, financió juegos y
construcciones; no obstante, tales medidas le imponían emprender nuevamente las
políticas de conquista.
La fragilidad del esquema sucesoral se hizo notoria cuando MARCO AURELIO optó
por dejar como sucesor a CÓMODO a pesar de considerarlo indigno.
CÓMODO (180-192 d.C.) se apartó del Senado particularmente por las críticas que se
le hicieron por no haber terminado la campaña militar emprendida por su padre, y
luego de 2 años en que el gobernante en la práctica fue su prefecto del Pretorio, desató
una política de terror y persecuciones (182 d.C.) que llevó a DION CASIO a expresar:
“Haría esta historia demasiado desagradable y cansada, si describiera todos los
asesinatos ordenados por CÓMODO, y escribiera aquí los nombres de todos los que la
calumnia, las falsas sospechas, o su riqueza, nobleza y virtud, le hicieron condenar”.
En esta dinastía fueron extendidas la atribuciones del prefecto urbano 100 millas
alrededor de la ciudad, así como su competencia -pues a más de su función coercitiva
preventiva, fue adquiriendo competencia judicial civil y penal (cognitio extraordinem)-;
así como las del prefecto del Pretorio (praefectus praetorio) -que llegó a tener funciones
judiciales por fuera de 100 millas alrededor de la ciudad, siendo incluso juez de
segunda instancia de decisiones penales y civiles-.
Bajo la dinastía de los SEVEROS se hicieron trizas los últimos rezagos del poder
senatorial, y la primera señal fue dada cuando luego de la muerte de DIDIO JULIANO,
una delegación de 100 senadores fue a rendirle homenaje a SEPTIMIO SEVERO -quien se
hizo declarar hijo por adrogatio del fallecido MARCO AURELIO-, pues éste no sólo
anunció la disolución del cuerpo y los desterró.
1.3.
Anarquía
militar
Cuando las legiones proclamaron emperador al tracio MAXIMINO (235 d.C.) éste no se
preocupó siquiera de ir a Italia a solicitar el reconocimiento del Senado, por lo que
cuando GORDIANO I aceptó la designación, en su nombre y en el de su hijo, pidiendo el
aval al Senado romano, ante la ya extraña deferencia de un general proclamado, éste
les exaltó y declaró enemigo público a MAXIMINO.
El poco respeto al Senado fue confirmado cuando en mismo año los emperadores
que había designado - BALBINO y PUPIANO - fueron asesinados por la propia guardia
pretoriana, la que impuso a GORDIANO III (238 d.C.).
La llamada gran crisis militar del siglo III, en el que por espacio de medio siglo se
sucedieron 50 emperadores, de lo que murieron asesinados 45, sólo vino a ser
conjurada bajo DIOCLECIANO.
D. El Imperio Tardío o Dominado (siglos III al VI)
1.
Organización
política
y
administrativa
1.1.
Diocleciano.
La
tetrarquía
La media centuria de confrontaciones que sumieron al imperio en el más absoluto caos,
hizo ver a DIOCLECIANO la necesidad de un gobierno autocrático, que garantizase la
continuidad del poder político, para ello encontró un instrumento en la afirmación del
emperador como encarnación del supremo Dios, el emperador se presentó como
Júpiter (Iovius), y como tal, inaccesible al conjunto de los súbditos, sagrado y
sobrenatural.
La administración del Imperio debía contar con un esquema que evitara el vacío de
poder, para ello DIOCLECIANO concibió un esquema de gobierno basado en una
tetrarquía, que supuso la designación de 2 Augustos, él y MAXIMIANO (a quien se
designó HÉRCULES en cuanto semidiós), cada uno de los cuales estaba asistido por un
César: CONSTANCIO CLORO para MAXIMIANO y GALIENO para DIOCLECIANO.
A la muerte del Augusto su lugar debía ser ocupado por el César, quien a su vez
debía designar el César faltante, de esta forma se evitaba cualquier tipo de
intervención, tanto del Senado (para la época sólo un cuerpo de dignatarios), la alta
burocracia o los ejércitos.
Desapareció además, la única diferencia que tenía Italia respecto a las antiguas
provincias, la exención de cargas tributarias.
1.2.
De
Constantino
a
Justiniano
Aliados CONSTANTINO y LICINIO (312 d.C.), aquél se adueñó de la Britania y la Galia y
avanzó contra MAJENCIO, a quien derrotó en las puertas de Roma (octubre de 312 d.C.), en
la famosa batalla del puente Milvio, en el entretanto, MAXIMINO pasó con sus legiones el
Bósforo, entró en Bizancio y avanzó hacia Iliria, pero fue vencido por LICINIO en la batalla
del Campo sereno, cerca de Adrianópolis (abril de 313 d.C.), lo que le llevó a retirarse a la
Capadocia. MAXIMINO murió cuando se aprestaba a impedir a LICINIO el paso de los
Montes Toro (diciembre de 313 d.C.).
Vencido LICINIO (julio de 323 d.C.), pretendió llegar a Bizancio, pero fue derrotado
finalmente en Crisópolis (septiembre de 323 d.C.), depuesto, fue relegado a Tesalónica
y ejecutado poco después (324 d.C.).
Luego de media centuria de paz con los godos, se desató una nueva guerra (332 d.C.),
que llevó a éstos a firmar un tratado por el que se les reconocía como suya una
extensión específica de tierra a cambio de una contribución anual. Poco después había
recuperado la mayor parte de la provincia de Dacia (336 d.C.) – que AURELIANO se
había visto forzado a abandonar en 271-.
Una conjura del general MAGNENCIO -a quien sus tropas proclamaron emperador
y que obtuvo rápidamente la lealtad de Britania, Hispania y las Galias-, llevó al
asesinato de CONSTANTE cerca de los Pirineos (350 d.C.), pero el usurpador debió
enfrentarse a quien CONSTANCIO II, quien le venció en la batalla de Mursa (351 d.C.), y
finalmente, en la de Monte Selecto (353 d.C.).
Las prefecturas, regidas ahora por el prefecto del Pretorio (praefectus praetorio),
continuaron subdivididas en diócesis dirigidas por un vicario, a su vez divididas en
provincias regidas por gobernadores, se mantenía además la importantísima prefectura
de Egipto (praefectus Aegypti).
El corto reinado de JULIANO fue una excepción, quiso despojarse del halo místico
que concentraba el poder, dio mayor autonomía financiera a las ciudades y, a pesar de
avizorar su muerte no designó sucesor. No había más miembros de la dinastía
constantiniana, y a diferencia del de los cristianos, su dios (Helios) no concluía pactos
para la eternidad.
En el entretanto VALENTE adelantaba una nueva guerra contra los godos (367 a 369
d.C.) e intervenía en Armenia e Iberia caucásica (370 a 377 d.C.), que habían sido
ocupadas por los persas.
La reunificación fue sin embargo temporal, a su muerte (395 d.C.) se confirmó una
división ya impuesta por condiciones económicas, políticas y culturales; a partir del
momento en que sus dos hijos asumieron el gobierno, HONORIO en Occidente, bajo la
regencia de ESTILICÓN–, y ARCADIO en Oriente, se produjo la separación formal de los
dos Imperios.
JUAN esperaba poder llegar a un acuerdo con el emperador de Oriente TEODOSIO II,
pero éste nombró César en Constantinopla a FLAVIO PLACIDIO VALENTINIANO (23 de
octubre de 424 d.C.), hijo mayor de CONSTANCIO III y GALA PLACIDIA -hija de
TEODOSIO-.
Aunque este Emperador obtuvo algunas victorias sobre visigodos -en el sur de
Galia (426 a 436 d.C.)- debió concluir “tratados” (foedus) con ellos, mediante los cuales
se les reconoció soberanía sobre Aquitania y la provincia narbonense; también logró
someter diversas tribus germanas en el Rin y el Danubio (428 a 431 d.C.), y someter
temporalmente una sublevación burgundia (437 d.C.), aunque debió permitir el
asentamiento de este último pueblo en Saboya el cual extendió luego su influencia a
Langres, Dijon, Die y Lyon, antigua capital de los galos- (443 d.C.). Asimismo,
concedió Numidia (435 d.C.) a GENSERICO –rey vándalo-, quien además ocupó las Islas
Baleares, Córcega, Sicilia y Cerdeña (439 d.C), lo que llevó a que el Emperador de
occidente le reconociera como soberano del mediterráneo occidental (442 d.C.).
También debió decidir VALENTINIANO al abandono definitivo de Britania (446 d.C.).
Una embajada del emperador convenció al rey visigodo TEODORICO I a aliarse con
romanos, francos, alanos y burgundios para enfrentar a ATILA, a quien vencieron en la
batalla de los Campos Cataláunicos (451 d.C.). Esta derrota y la muerte del rey huno (453
d.C.), terminaron por disgregar unas hordas con precario poder de cohesión.
Asesinado VALENTINIANO III asumió PETRONIO MÁXIMO (455 d.C.), lo que permitió
a GENSERICO dar por terminado el tratado con Roma, desembarcar en Italia y saquear
la ciudad. Muerto el emperador por cuenta de la turba, la nobleza gala y el rey
visigodo TEODORICO eligieron al galorromano AVITO (455 d.C.), quien soportó la
invasión vándala de Italia a través de Córcega y Cerdeña (455 d.C.) y el saqueo
ostrogodo de Capua (456 d.C.).
Después del corto gobierno de LIBIO SEVERO (461 a 465 d.C.), RICIMERO gobernó 2
años en forma autónoma, hasta que ante la amenaza de los vándalos debió acudir al
emperador de Oriente, quien impuso a ANTEMIO (467 d.C.) y luego a OLIBRIO (abril de
472 d.C.), quien murió el mismo año (noviembre de 472 d.C.).
Suscrita la “paz perpetua” con los persas (532 d.C.), que quitaba al Imperio la
preocupación sobre su frontera oriental, las tropas constantinopolitanas al mando de
BELISARIO se dirigieron hacia el norte de África -donde se encontraba el reino vándalo-,
sitiaron Cartago (533 d.C.) y retomaron Mauritania en la batalla de Ad Decimum (533
d.C.), meses después, y teniendo como excusa el asesinato de la aliada ostrogoda
AMALASWINTA por parte de su cónyuge TEODATO (535 d.C.), invadieron Sicilia (535
d.C.), tomaron Roma (536 d.C.) y Ravena (540 d.C.), haciendo prisionero a VITIGES,
entonces rey ostrogodo. La recuperación total tanto del territorio continental como de
Cerdeña se dio poco después (542 d.C.).
Rechazadas las exigencias por TEODOSIO II, los hunos tomaron Serdica y
enfrentaron y destruyeron tropas romanas en las afueras de Constantinopla, lo que
forzó un nuevo tratado (444 d.C.). Al peligro de los hunos sucedió el de una facción de
los ostrogodos que se había asentado en la Panonia.
Muerto BLEDA (445 d.C.) y proclamado ATILA como único rey, ingresó nuevamente
a los Balcanes (448 d.C.) iniciando nuevas negociaciones con miras a obtener mayores
tributos.
A la muerte de TEODOSIO II (450 d.C.) y por influencia de ASAPR, jefe alano con
amplia influencia en la corte oriental, le sucedió MARCIANO (450 d.C.) –esposo de
PULQUERIA–, quien interrumpió el tributo a los hunos.
1.2.1.
Asentamiento
del
cristianismo
Luego del fracaso de la tetrarquía las necesidades religiosas y de detentación del poder
político confluyeron: el emperador necesitaba del cristianismo para mantenerse, y el
cristianismo del emperador para su reconocimiento oficial y protección temporal.
El emperador patrocinó sus querellas internas, les prohibió enseñar en las escuelas (362
d.C.), se empeñó en la reconstrucción del templo de Jerusalén (363 d.C.) y procuró la
defensa de las prácticas amenazadas, llegando incluso a predicar la necesidad de una
iglesia pagana.
JOVIANO restituyó los privilegios a los cristianos; pero pronto una nueva querella
entre cristianos, mientras VALENTINIANO (364-375 d.C.) fue católico, su hermano
VALENTE (364-378 d.C.), último en apoyar oficialmente el arrianismo, desató una fuerte
persecución contra aquellos.
Se sabe que GRACIANO suprimió los privilegios de las vestales, las subvenciones a
los sacerdotes paganos y despojó al Senado del altar de la Victoria, y que EUGENIO
representó la última resistencia de la antigua religión, el proclamado emperador
restituyó la estatua de la Victoria al Senado, los templos recuperaron sus rentas y las
ceremonias tradicionales revivieron (392 d.C.).
No es extraño que los teóricos ortodoxos hayan llamado “El Grande” a TEODOSIO I:
acogió las fórmulas del Concilio de Nicea, y con su patrocinio se hicieron expresas
manifestaciones sobre la divinidad de la tercera persona; declaró al cristianismo
católico –que predicaban el entonces papa DÁMASO y el arzobispo de Antioquía– como
la religión oficial del Imperio (GRACIANO, VALENTINIANO Y TEODOSIO I. CTh. 16, 1, 2)
(380 d.C.); desterró a los obispos arrianos; ordenó a todas las iglesias unirse a los
ortodoxos (381 d.C.); retiró la capacidad de testar y heredar a los apóstatas; y
suprimió el título pagano de pontifex maximus. Su victoria en la batalla del Fluvius
Frigidus (394 d.C.) significó para los cristianos “la victoria de Dios”.
El aumento del latifundio llevaba a una mayor acumulación de tierras por parte del
emperador, concedidas para explotación particular mediante concesiones perpetuas o a
largo término, “se ha calculado que hacia el año 422 en el África proconsular las tierras
imperiales representaban el 18, 5%, y en África byzacena el 15% de todo el territorio,
incluida la parte no cultivable”, pero al mismo tiempo el latifundio era improductivo.
1.2.3.
Cambio
en
el
esquema
de
las
relaciones
de
producción
esclavista
Las guerras de expansión que habían hecho florecer en cantidad y calidad el sistema
esclavista, y que permitieron durante la República y el Principado, no sólo tener una
gran cantidad de mano de obra, sino encontrar entre los siervos al hombre culto de
Cartago, Grecia y Egipto, habían finalizado; el sistema basado en el sometimiento y la
esclavitud de pueblos civilizados pertenecía al pasado.