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UNIDAD
I:
HISTORIA
DE
LA
CONSTITUCIÓN
ROMANA


A.
La
monarquía
(753­509
a.C.)

1.
Monarquía
latino
sabina
(753­616
a.
C.)



El rey, supremo jefe político, religioso y militar, obraba por y para la organización
gentilicia, constituyendo un auténtico primero entre iguales (primus inter pares), en
cuanto sobre él recaía la confianza de los patres.

Siendo el primero de la organización gentilicia, no resultaba concebible un esquema


en que el rey se opusiese a dicha organización, al fin y al cabo la ciudad (civitas) se
equiparaba aún a la gens.

A RÓMULO, primer rey romano, se le conoce más a través de la leyenda del rapto
de las Sabinas (LIV. 1, 9) y de las vivencias de TITO TACIO y TARPEYA (LIV. 1, 8, 7,),
que por los datos sobre la estructura política que dio a la ciudad (LIV. 1, 8, 7,).

Las rencillas por el poder político surgidas luego de la muerte de RÓMULO llevaron
a que sólo después de un año fuera elegido el nuevo monarca, NUMA POMPILIO, quien
estableció el colegio de los feciales (que debía cuidar de las relaciones con otras
ciudades y del derecho sacro), “la más grande de sus obras fue, no obstante, el
cuidado que, por todo el tiempo de su reinado, tuvo de la paz como del reino mismo”
(LIV. 1, 21, 5).

TULIO HOSTILIO, tercer rey de Roma anexó la ciudad de Alba Longa (LIV. 1, 22),
concediendo la ciudadanía romana a sus habitantes y nombrando senadores a algunos
de sus patres, pero le sorprendió la muerte cuando preparaba la guerra contra Veyo
(642), principal fortín etrusco.

ANCO MARCIO, último de los reyes latinos, desarrolló la guerra contra la Liga
Latina y anexó paulatinamente más territorio a la Roma primitiva, a esa época se
remonta la fundación de Ostia, primera colonia romana, en la desembocadura del río
Tíber (LIV. 1, 33, 9).

Los datos que nos reportan la tradición y el análisis de algunas fuentes extra
jurídicas permiten identificar la existencia de otros dos órganos de ejercicio del poder
político en la organización latino sabina: el consilium regium y los comicios.

Satisfecho de la incorporación de fuerzas a la ciudad, RÓMULO, primer rey romano,


procedió a crear un consilium de 100 personas a quienes denominó patres:
Se llaman patres aquellos por los que fue compuesto el Senado, puesto que en los primeros
tiempos de la fundación de la ciudad RÓMULO escogió cien hombres eminentísimos con cuyo
consejo y sabiduría se administrase la cosa pública.

La cifra inicial pudo haber sido una decisión política de conveniencia o consecuencia
del valor mágico religioso que tenía ante los antiguos tal número, razón por la que
siglos después se expresó: “sea porque ese número fuese suficiente, sea porque sólo
cien podían ser designados como senadores” (LIV. 1, 8, 7), bajo TULIO HOSTILIO se
habrían duplicado sus componentes (LIV. 1, 30, 1).

La importancia del Senado se manifestó en la aprobación (auctoritas) de la voluntad


popular expresada en los comicios por curias y el consejo (consilium) al monarca sobre
la gestión de asuntos públicos, al parecer la represión de crímenes de poca importancia
y el denominado interregnum.

A partir de la muerte de RÓMULO adquirió importancia el período de falta


definitiva del monarca (interregnum), en cuanto retornando el poder al Senado
resultaba necesario asignar temporalmente el gobierno de la ciudad. El acto solemne de
nombramiento (creatio) que del nuevo soberano latino sabino hacía el interino (interrex),
sólo podía hacerse a partir del segundo interrex, quien podía proceder a convocar a los
comicios para la correspondiente ratificación de la designación del soberano mediante
la lex Curiata de Imperio. La creatio, asimismo suponía el acuerdo político en el ámbito
senatorial, toda vez que la asamblea popular sólo intervenía para aclamarlo.

Los senadores se dividieron en 10 decurias con miras a que cada una nombrara un
miembro, para conformar un grupo de 10 gobernantes, que se turnaron en el ejercicio
del poder cada 5 días (interrex) (LIV. 1, 17, 4 a 6).

Otro órgano constitucional fue el de los comicios por curias, en palabras de LELIO
FÉLIX “hay comicios por curias cuando se vota con base en el origen de los hombres
[…]” (GEL. 15, 27, 5).

Esta asamblea, reunión de los miembros varones mayores de 17 años pertenecientes a


las familias fundadoras de la ciudad, se dividía en 30 curias y tenía atribuciones
político religiosas, que se traducían en: (i) su convocatoria para instaurar un rey –
mediante un acto solemne de atribución del mando militar al monarca a través de una
lex Curiata de imperio- o a los flámines; (ii) su convocatoria, probablemente a iniciativa
del pontífice máximo, para los actos de adopción de un pater familias (adrogationes) y la
consecuente necesidad de aprobar el abandono de los ritos sacros propios para adoptar
los de la nueva familia (detestatio sacrorum), y la aprobación de cierto tipo de
testamentos (calatis comitiis).

2.
Monarquía
etrusca
(616­509
a.C)


LUCIO TARQUINO PRISCO (616-578 a.C.), designó otros cien (100) senadores (LIV. 1, 35,
6), con lo que se llegó a 300 -cifra que se mantuvo durante gran parte de la época
republicana-, duplicó el número de las centurias de los caballeros y de algunos colegios
sacerdotales.
Fue SERVIO TULIO (578-534 a.C.) el primero en gobernar con “el consenso de los
senadores pero sin la elección del pueblo” (LIV. 1, 42, 6), quien reconoció la existencia
de los grupos sociales extragentilicios, permitiéndoles una participación política formal
a través de unos nuevos comicios denominados por centurias, que se basaron en una
estratificación por clases derivada del censo, lo que determinaba una relación directa
entre cargas y patrimonio.

A diferencia de los comicios por curias, éstos permitieron la participación de


quienes no pertenecían a las gens primitivas; difícil denominar democrática a la
reforma, pues hizo depender los derechos políticos de la riqueza patrimonial, no
obstante, reflejó un nuevo equilibrio, pues el rey ya no era el depositario directo y
exclusivo de la confianza de las comunidades gentilicias, sino expresión de una ciudad
unitaria cuya base social se encontraba constituida sólo en parte por los miembros de
aquéllas.

LUCIO TARQUINO (534-509 a.C.), apodado El Soberbio, pues “fue de hecho el


primero entre los reyes que abolió la costumbre dejada por sus predecesores, de
consultar al Senado en todos los asuntos, administró la República con consejos de
familiares; guerra, paz, tratados, alianzas, todo lo hace y deshace solo, con quien él
quiere, sin la aprobación del pueblo y el Senado” (LIV. 1, 49, 8).

B.
La
república


1.
Primera
república
o
república
patricia
(509­367
a.C.)



1.1.
Organización

La expulsión del último monarca etrusco y la designación en los comicios por centurias
de los dos primeros cónsules de la República no fue el resultado de una revuelta
popular, sino una reacción aristocrática contra el despotismo (LIV. 2, 33), encarnada por
el órgano que estaría llamado a partir de entonces a preservar el control del poder
político, el Senado.

El inicio del periodo republicano no trajo un cambio total en la forma de concebir el


poder político; empero, las magistraturas asumieron las funciones políticas y militares
del monarca, mientras éste se convertía en simple rex sacrorum, figura “respetada pero
inocua, de maestro de sacrificios” en la organización sacerdotal.

1.1.1.
Senado

La conformación del Senado, cuyos miembros fueron ahora nombrados por el cónsul o
el tribuno militar con potestad consular, siguió siendo patricia, pues el que estuviera
constituido por ex magistrados hizo depender el ingreso de la plebe del previo ejercicio
de la suprema magistratura, así entonces sólo los tribunos militares con potestad
consular plebeyos podían aspirar al cargo, delineándose así la diferencia entre
miembros patricios (patres) y plebeyos (conscripti).

El Senado era convocado por los mismos magistrados supremos, a quienes les
asistía tal derecho (ius agendi cum patribus), se reunía frecuentemente en la Curia Hostilia
y sólo podía sesionar entre la salida y la puesta del sol.

Auscultados los auspicios, el magistrado exponía los motivos de la citación, se abría


paso a la discusión y la votación, en la que se apartaban a un lado los que votaban a
favor y a otro los que lo hacían en contra (per discessionem).

No parece que hubiese existido originariamente una igualdad entre patres patricios
y plebeyos, a los primeros asistiría la posibilidad de expresar su parecer mientras que a
los segundos sólo se les permitiría votar.

El Senado era órgano consultor que exteriorizaba su parecer en múltiples asuntos


públicos puestos a su consideración, como el culto, las finanzas, la dirección de la
guerra, la administración del territorio itálico, la reglamentación de la forma como
cuestores y censores podían otorgar el disfrute de la tierra pública (ager publicus), la
vigilancia de las entradas por concepto de botín de guerra, impuestos y monopolios
(sal y minas), a más de tener la iniciativa en materia de emisión de moneda (aunque la
autorización era dada por los comicios).

Además, recibía las embajadas, enviaba sus propios legados, preparaba los tratados
(foedus), autorizaba la fundación de colonias, concedía el triunfo a los generales
victoriosos y participaba en la administración de justicia.

La recomendación al magistrado se aprobaba mediante un senadoconsulto (senatus


consultum), el cual debía ser redactado y depositado para su custodia en el aerarium.

El más relevante era el denominado senadoconsulto último (senatus consultum


ultimum), mediante el cual se constataba una situación de emergencia e inminente
peligro que hacía necesario la suspensión de las garantías constitucionales y legitimaba
la designación de un dictador.

Aunque formalmente su opinión no era obligatoria, el Senado se constituyó no sólo


en órgano consultor sino en titular de un control político de las actuaciones de los
magistrados.

Le asistía además la aprobación (auctoritas patrum) de las decisiones de los comicios


por centurias, control de oportunidad y conveniencia que se extendió, a partir de una
lex Valeria Horatia (449), a los plebiscitos.

Mantuvo asimismo el interregnum en virtud del cual en ausencia de aquellos el


poder retornaba a uno de sus componentes por término definido, parece no obstante
que el mismo estaba reservado a los senadores patricios (patres).

1.1.2.
Magistraturas


Un gobierno aristocrático como el de la primera República conllevó que “el poder de
las leyes sea más fuerte que el de los hombres” (LIV. 2, 1, 1) y que las magistraturas
fuesen patricias, gratuitas, temporales (LIV. 2, 1, 7), algunas de ellas, además,
colegiadas (LIV. 2, 1, 8), electivas y sometidas a responsabilidad política.

Para la elección, el magistrado que ostentaba el derecho de convocatoria (ius agendi


cum populus) citaba los comicios y proponía la lista de los candidatos (rogatio), los
cuales una vez elegidos eran proclamados (renunciatio).

La colegialidad de algunas magistraturas permitía el veto del colega, por lo que


más que una actuación de consuno se estaba ante un sistema de control recíproco,
adicional a la posibilidad del veto jerárquico del magistrado de mayor categoría.

Los deberes de los magistrados hacia la ciudad se fundamentaban en la confianza


(fides) otorgada por el pueblo y el Senado de Roma, lo que en algunas ocasiones les
podía acarrear, terminado el ejercicio de su cargo, un proceso criminal ante los
comicios o un juicio de responsabilidad política ante el Senado.

Las magistraturas más importantes de esta época fueron: el consulado, el


tribunado militar con funciones consulares, la censura, la cuestura, la dictadura y el
decenvirato; las dos últimas fueron consideradas extraordinarias, en cuanto sólo se
manifestaron en circunstancias excepcionales.

a. Consulado o tribunado militar con potestad consular

El imperium o mando militar del monarca pasó en la época republicana a dos cónsules,
que, salvo en 451 y 450 a. C. -por la designación de los decenviros-, fueron elegidos en
forma ininterumpida hasta el 445 a. C., año en el que el tribuno CANULEYO a la vez que
hacía aprobar de la plebe y reconocer por el Senado el derecho de contraer juntas
nupcias (ius conubii) entre patricios y plebeyos, afirmaba que el pueblo debía poder
designar como cónsul a quien quisiese (LIV. 4, 3, 5), y no sin fuertes confrontaciones -
pues ningún plebeyo tenía derecho a auscultar los auspicios y sin ellos no se explicaba
el consulado-, se admitió que fuese creada otra magistratura suprema, la de los
tribunos militares con potestad consular.

Luego de estas reuniones se concedió que fuesen elegidos tribunos militares con potestad
consular, escogidos indiferentemente entre patricios y la plebe, mientras que no debía cambiarse
nada en cuanto se refería a la elección de los cónsules; y con este resultado estuvieron contentos
los tribunos y contenta la plebe (LIV. 4, 6, 8).

Fue así como el año siguiente (444 a.C.) fueron nombrados en lugar de cónsules,
tribunos con potestad consular (LIV. 4, 7, 1), y desde entonces, en ocasiones se
designaban éstos, y en otras aquéllos, lo que no pareció depender del mayor o menor
estado de tensión bélica, sino de la eficacia de la presión del estamento plebeyo, que
lograba imponerlos en lugar de los cónsules, magistratura que les era aún vedada.

El imperium que asistía a los magistrados supremos les permitía reclutar tropas,
dirigir las operaciones bélicas y, como supremo titular del supremo mando militar
(imperium militiae), reprimir los crímenes (coercitio) cometidos fuera de los confines
(poemerium) de la ciudad sin los límites de la provocatio ad populum.

También les correspondía: convocar tanto a los comicios por centurias (ius agendi
cum populus) como a los senadores (ius agendi cum patribus); antes de la creación de los
censores (443 a.C.), la administración de las tierras públicas (deber que continuaron
ejerciendo ya creados aquéllos, aunque en su ausencia); administrar –con el auxilio de
los cuestores– el dinero público; y, finalmente, administrar justicia en las
controversias entre particulares.

b. Cuestura

Esta magistratura, integrada inicialmente (447 a.C.) con 2 magistrados y


posteriormente por 4 (421 a.C.), fue la única a la que durante la primera República se
permitió el acceso de la plebe (409 a.C.); en un comienzo no electiva (toda vez que los
magistrados eran nombrados por el cónsul), asistía al magistrado supremo en la
administración de la ciudad y el botín de guerra, así como en las contiendas bélicas.

c. Censura

Colegiada y electiva desde su creación (443 a.C.), esta magistratura tuvo como
finalidad específica la de elaborar el censo, acto político administrativo que adquirió
gran relevancia toda vez que la ubicación del ciudadano en determinada clase
determinaba su incidencia en la vida política.

A través de una lex Aemilia (434 a.C.) se estableció que los censores fueran elegidos
cada 5 años -lapso en que en forma consuetudinaria se elaboraban los censos- y
permaneciesen en el cargo sólo por 18 meses (tiempo estimado necesario para su
elaboración).

Se consideró a los censores magistrados mayores pero desprovistos de mando


militar (imperium) y coercitio; tampoco podían convocar a los comicios (ius agendi cum
populus) o al Senado (ius agendi cum patribus); en cambio, se les encargó, durante el
tiempo en que ejercían sus labores, la administración de las tierras públicas.

d. Dictadura

El dictador fue un magistrado designado inicialmente entre los miembros del


estamento patricio, por acuerdo de ambos cónsules o sorteo, para casos de grave crisis
exterior o conmoción interior.

Dotado de imperium maius, el dictador no desplazaba a los cónsules aunque sí


podía vetarlos, no estaba sometido a veto (intercessio) ni a limitación alguna en la
represión criminal, podía asimismo convocar a los comicios (ius agendi cum populus) o
al Senado (ius agendi cum patribus) y quedaba excluido de cualquier juicio de
responsabilidad política.

La limitación a la actividad del dictador era exclusivamente temporal: sólo podía


ejercer el cargo por el tiempo necesario para conjurar la crisis, por un periodo no
mayor al que le restaba al magistrado que le había designado, y en todo caso no por
más de 6 meses.

e. Decenvirato

Cuenta la tradición que en el contexto de la lucha de clases patricio plebeya,


rigiéndose el pueblo por mores, se decidió “nombrar 10 personas que fueran a pedir
leyes a las ciudades griegas” (POMPONIO. D. 1, 2, 2, 4), con la finalidad de redactar las
XIITablas; empero, sus atribuciones trascendieron esa labor pues desplazaron –de
acuerdo con la información que dan los fastos capitolinos y TITO LIVIO– a los cónsules
(451 a.C.). La magistratura fue electiva y no estuvo sujeta en la represión de los
crímenes a la provocatio ad populum, es probable la participación de al menos dos
plebeyos en el segundo decenvirato (450 a.C.).

1.1.3.
Comicios


Existieron en esta época dos clases de comicios que provenían de época monárquica:
los comicios por curias y los comicios por centurias.

a. Comicios por curias

Las funciones militares, políticas y religiosas de estos comicios se redujeron desde el


momento en el cual no constituyeron más la forma de organización militar del pueblo
romano, y al asignarse a los comicios por centurias la atribución de emitir la lex
centuriata de imperio, que legitimaba el uso del mando militar por parte de los
magistrados supremos.

Las atribuciones de los comicios por curias quedaron entonces reducidas a


cuestiones familiares y religiosas, en concreto: la detestatio sacrorum, la aprobación de
las adopciones de personas sui iuris (adrogationes) y la del testamento calatis comitiis
(concebido sólo para tiempos de paz, en oposición al que se otorgaba ante el ejército en
pie de guerra), para lo cual se reunían sólo dos veces al año (G. 2, 101).

b. comicios por centurias

Se remontaba a la monarquía la conformación de los comicios por centurias que


basaron la participación política en la riqueza, valorada para ese momento con base en
el aes signatum serviano y no en el aes grave, que fue introducido posteriormente.

Sólo puede decirse con certidumbre que para esta época estaba dividido en las
siguientes clases: (i) Caballeros: representaba a los primeros habitantes de la ciudad
(LIV. 1, 43, 8, 9), dividida a su vez en 18 centurias, lo que representaba 18 votos; (ii)
Primera, conformada por 80 centurias; (iii) Segunda, Tercera y Cuarta, conformadas cada
una por veinte 20 centurias; (iv) Quinta, conformada por treinta 30 centurias; y (vi) 5
centurias consideradas fuera de clase, que se encontraban al servicio de las otras, 2
adscritas a la primera o segunda para que transportaran la maquinaria de guerra, 2 en
las que se encontraban organizados los tocadores de tuba y cuerno, adscritos a la
cuarta o a la quinta, y la de los ordenanzas.

Siendo 193 las centurias, el control de los comicios se mantenía sobre dos pilares: el
poder económico, y la auctoritas de los veteres.

En cuanto al primero, la votación comenzaba en orden descendente y la mayoría se


lograba con el voto de 98 centurias, luego de lo cual se disolvían los comicios, además,
la votación no era individual sino que primero se daba en cada centuria, siendo mayor
el número de los componentes de las centurias inferiores. Por cuanto se refiere al
segundo, en cada clase existían igual número de centurias de iuniores (entre 17 y 45
años) y seniores (entre 45 y 60 años), resultando obviamente más numeroso el de los
primeros.

Aunque correspondían a los comicios por centurias atribuciones legislativas,


electorales y judiciales, tres leyes tuvieron incuestionable importancia política: la
centuriata de imperio, por medio de la cual concedía el mando militar al cónsul o al
tribuno militar con funciones consulares; la de potestate censoria, mediante la cual se
aprobaba el nombramiento del censor; y la de bello indicendo, por la que se proclamaba
formalmente la guerra.

A más de éstas, podían ser aprobadas cualesquiera otras llevadas a su


conocimiento por los cónsules o tribunos con potestad consular, únicos magistrados
que ostentaban el ius agendi cum populus.

Los comicios se reunían - previa determinación del día apto para tal efecto (dies
comitialis) que correspondía hacer a los pontífices -, una vez transcurrido el término del
trinundinum, es decir, no antes de tres mercados públicos que tuviesen al menos una
distancia de ocho días entre sí.

Auscultados los augurios –labor que correspondía a los augures–, el magistrado


llamaba al pueblo y presentaba su rogatio –que no admitía discusiones si se trataba de
cuestiones electorales–, procediéndose luego a la votación pública en cada una de las
centurias.

1.2.
Lucha
de
clases
patricio­plebeya


La constitución romana de la primera República no puede ser entendida basándose
simplemente en el trípode Senado, magistraturas y comicios, pues desconocería el
contrapeso que significaron los movimientos revolucionarios plebeyos que se
fermentaron en época monárquica, que tuvieron auge en ésta y que llevaron en
particular a la dsignación de los tribunos de la plebe.

Aunque resulta difícil incluso identificar quiénes conformaron los órdenes patricio
y plebeyo, la doctrina mayoritaria considera que mientras el patriciado estuvo
integrado por elementos latinos, sabinos y etruscos, la plebe lo estuvo por aquellos
que no tenían propiamente gens (qui gens non habebant), del que ya harían parte quienes
por sus carencias económicas habían establecido vínculos de clientela con patricios,
que si bien les permitían la explotación económica de parcelas, no los hacía parte de ese
orden.

Como fruto de la primera secesión (494 a.C.), la plebe reunida en concilio, decidió la
creación de dos representantes plebeyos denominados tribunos, que a su vez habrían
cooptado otros 3 (DION. HAL. 6, 89, 2; LIV. 2, 33, 2), concediéndoles el carácter de
sacrosantos o inviolables (CIC. Pro Sestio 37, 79).

Como las decisiones de la plebe o plebiscitos sólo vinculaban a ese estamento,


debieron amenazar con la consagración (sacertas) a los dioses plebeyos a aquellos que
las desconocieran (DION. HAL. 6, 89, 3), siendo objeto de fuerte confrontación política y
no pocas escaramuzas violentas la lucha tendiente a obtener reconocimiento por el
orden senatorial.
Unos días después se habrían designado unos representantes de menor rango, a
los que se denominó aediles, encargados de recaudar los recursos financieros que
requería la plebe para su lucha (DION. HAL. 6, 90, 2-3).

Es dudoso si el número de tribunos aumentó luego de la segunda secesión (471


a.C.), en cambio, resulta explícito que a partir de ese momento fueron elegidos por los
comicios por tribus: “Tum primum tributis comitiis creati tribuni sunt” (“Entonces por
primera vez los tribunos fueron elegidos por los comicios por tribus”) (LIV. 2, 58, 1), lo que
permite vislumbrar una organización carente de consideraciones de riqueza o de
posesión de tierras, lo que habría permitido la participación tanto de plebeyos urbanos
como de campesinos.

2.
Segunda
república
o
república
patricio­plebeya
(367­27
a.C.)

2.1.
Asentamiento
(367
a.C­264
a.C)


Sólo diez años después de haberse propuesto por primera vez, una de las leyes Licinias
(367 a.c.) consagró la equiparación política patricio-plebeya, al establecer que al menos
uno de los cónsules debía ser plebeyo; ello llevó a partir del año siguiente a la
formación de una nobleza (nobilitas) patricio-plebeya que fue accediendo a todas las
magistraturas.
Al mismo tiempo se engendraba una nueva clase, la de los caballeros (equites),
constituida por “los grandes comerciantes, los industriales, los banqueros, los
recaudadores de impuestos, contratistas de trabajos y servicios públicos, en una
palabra, los hombres de negocios”, que tuvo gran importancia en el siguiente período,
en cuanto a la detentación del poder político.

2.1.1.
Senado

Aunque este órgano representaba inicialmente al estamento patricio, en él vinieron a
reflejarse las consecuencias de la lucha de clases patricio-plebeya, pues el advenimiento
de magistrados plebeyos y el llamamiento de los ex-magistrados como senadores
cambió paulatinamente su conformación.

Según la dignidad antes ocupada, fueron delineándose otras clases de senadores,


desde el princeps senatus, que era el más anciano de los censorii, hasta los consulares,
praetorii, aedilicii, tribunicii y quaestorii.

Parece que, no obstante, tanto la atribución de designar el interrex (340 a.c.) (LIV. 8,
3, 5) (332 a.c.) (LIV. 8, 17, 5); (320 a.c.) LIV. 9, 7, 15), como la de concesión de la auctoritas
patrum, continuaron adscritas en forma exclusiva a los senadores patricios; no son, sin
embargo, claras las formalidades mediante las cuales podían cumplirse estos actos
exclusivos.
En este periodo el Senado perdió las atribuciones de control legislativo que tenía a
través de la auctoritas patrum posterior y vinculante: una lex Publilia Philonis (339 a.c.)
estableció que más que una formal aceptación se limitaba a la expresión de un parecer
previo a la deliberación de los comicios por centurias (LIV. 8, 12, 15) y, en todo caso, no
vinculante, por lo que aunque no fuera concedida, el magistrado podría llevar el
proyecto a la consideración popular.

Una nueva forma de conformación del estamento senatorial tuvo lugar a partir del
plebiscito Ovinio (312 a.c.), que no sólo autorizó a los censores a redactar la lista de los
senadores, sino que difirió tal atribución en el tiempo, al ordenar que fuese cumplida
cada cinco años.

La auctoritas previa y no vinculante se extendió sucesivamente, por la lex Maenia (290


a.c.), a las llamadas leyes electorales (de elección de magistrados).

2.1.2.
Magistraturas

A más de ser gratuitas y temporales, la ampliación del número de los magistrados
acentuó el carácter electivo, la colegialidad y el criterio gradual para el acceso a cada
una de ellas.

Las magistraturas más importantes de esta época fueron el consulado, la censura, la


pretura, la edilidad, la cuestura y la dictadura, sólo ésta considerada extraordinaria.

a. Consulado

A partir del año 367 a.c. el mando militar (imperium) residió exclusivamente en los
cónsules, no encontrándose en las fuentes de conocimiento nuevas referencias a los
tribunos con potestad consular; asimismo, a partir de esta fecha –en virtud de una de
las leyes licinias–, al menos uno de los cónsules debía ser plebeyo, adquiriendo gran
importancia la posibilidad de veto del colega (intercessio).

El imperium que asistía al magistrado supremo le permitía reclutar tropas, dirigir las
operaciones bélicas y –como supremo mando militar (imperium militiae)– ejercer la
represión criminal (coercitio) fuera de los confines (pomerium) de la ciudad, sin los
límites de la provocatio ad populum; también le correspondía convocar a los comicios por
centurias (ius agendi cum populus) y a los senadores (ius agendi cum patribus), así como –
con el auxilio de los cuestores y en ausencia de los censores– la administración de las
tierras públicas, y –nuevamente con el auxilio de los cuestores– del dinero público; no
obstante, se le despojó de una importante función: la de administrar justicia en las
controversias entre particulares, que correspondió a partir de entonces al pretor.

La temporalidad del imperium, incompatible con algunas gestas bélicas, llevó a


concebir (a finales del siglo IV a.c.) su prórroga (prorrogatio imperii) por un término
determinado directamente o vinculado a la gestión a cumplir; en uno y otro caso se
requería la auctoritas del Senado y la aprobación de los comicios.
El comienzo del año consular, inicialmente variado, en particular por las
mutaciones que a los años calendario hacían los pontífices, pudo haberse estabilizado
en mayo a comienzos del siglo III (294 a.c.).
b. Censura

Pocos años después del momento en que se concedió la paridad política a los plebeyos
en el consulado, sucedió lo mismo con la censura; según la tradición, el primer censor
plebeyo asumió en el 351 a.c.

Estos magistrados seguían desprovistos de mando militar (imperium) y posibilidad de


represión criminal (coercitio), y no podían convocar a los comicios (ius agendi cum populus)
o al Senado (ius agendi cum patribus), pero continuaron encargados de la administración
de las tierras públicas y la elaboración del censo.

Fue precisamente esta última atribución la que les llevó a adquirir mayor
importancia, pues a través de la conformación de las listas de ciudadanos se
convirtieron en custodios de las costumbres (mores) del pueblo romano, pudiendo
mediante juicios discrecionales (nota censoria) excluir a una persona de la respectiva
clase, o degradarla de una a otra, privándola incluso del derecho de elegir y ser
elegido.

Esta labor de custodia se amplió por medio del plebiscito Ovinio (312 a.c.), que les
autorizó redactar la lista de los senadores, pudiendo, a pesar del carácter vitalicio que
les asistía, excluirlos del Senado previo un juicio sobre sus costumbres (iudicium de
moribus), y tratándose de algún ex magistrado que tuviese derecho a ingresar al
Senado, excluirlo de las listas de elegibles.

c. Pretura

La negociación patricio-plebeya, que había permitido a la plebe lograr que un cónsul


perteneciera a su clase, tuvo un precio: el mismo año (367 a.c.) fue creada una nueva
magistratura que se denominó pretura y se encargó inicialmente a un patricio.

Este magistrado fue considerado mayor, provisto de imperium y colega menor


(collega minor) de los cónsules; como tal podía (en ausencia de los cónsules y en cuanto
titular de imperium) reclutar tropas, dirigir operaciones bélicas y ejercer la represión
criminal (coercitio) fuera de los confines (pomerium) de la ciudad sin las limitaciones de
la provocatio ad populum; también podía convocar a los comicios por centurias (ius agendi
cum populus) y al Senado (ius agendi cum patribus), así como administrar las tierras
públicas en ausencia de los censores y –con el auxilio de los cuestores– el dinero
público.

No obstante, la mayor importancia de esta nueva magistratura derivó de la


sustracción al consulado, para su ejercicio autónomo, de la atribución de decir el
derecho entre los ciudadanos romanos (ius dicere inter cives Romanos), y así regular
mediante su edicto el trámite de las controversias judiciales.

Treinta años después de su creación fue designado el primer pretor plebeyo (337
a.c.) (LIV. 8, 15, 9).
A medida que se fueron incorporando territorios en Italia, el pretor debió designar
sus delegados (praefecti iure dicundo)

d. Edilidad

También como consecuencia de los acuerdos patricio plebeyos del año 367 a.c., fueron
reconocidos dos ediles (aediles) patricios que vinieron a sumarse a los aediles plebeyos.

Elegidos por los concilia plebis tributa y con rango superior al de los cuestores, los
ediles fueron encargados de la vigilancia del comercio público, el juzgamiento de las
controversias sobre negocios propios de los mercados (para lo cual, a imagen del
pretor, emitieron su correspondiente edicto), el abastecimiento de la ciudad, la atención
de las calles, lugares públicos, edificios y construcciones, y la organización de los
juegos públicos.

Siendo una magistratura plural, la distribución de sus atribuciones ha debido


hacerse mediante sorteo.

e. Cuestura

Esta magistratura –en la que ya se había reconocido la participación plebeya (409 a.c.)–,
fue (en fecha posterior a 367 a.c.), electiva –tal atribución se dio a los concilia plebis
tributa–. Sus funciones no variaron pues siguieron siendo asistentes del cónsul en la
administración de la ciudad, el botín de guerra y las contiendas bélicas; no obstante se
ampliaron con el manejo de las finanzas en Italia y la atribución de funciones como
auxiliares del cónsul en materia criminal.

f. Dictadura

La figura de la dictadura continuó siendo utilizada para casos de grave crisis exterior, y
se conoce el que se acudió ella en un caso de conmoción interior, los dictadores seguían
siendo designados por uno de los cónsules, eran titulares de un mando militar superior
(imperium maius) que si bien no desplazaba al de los cónsules, no estaba sometido a
intercessio alguna, y estaban eximidos de cualquier juicio de responsabilidad política.

La dictadura, a la que pronto llegaría la plebe -CAYO MARCIO RÚTULO (356 a.c.)
(LIV. 7, 12, 9)-, permitía, conforme a la misión encomendada, ejercer el veto, ejercer sin
limitación alguna la represión criminal, convocar los comicios (ius agendi cum populus) y
el Senado (ius agendi cum patribus), reclutar tropas, y suspender la actividad judicial
(cfr. LIV. 7, 28, 3).

Continuó sí sujeta a limitaciones temporales: sólo se podía ejercer el cargo por el


tiempo necesario para conjurar la crisis (cfr. LIV. 7, 28, 4), por un lapso no mayor al que
le faltaba de ejercicio al magistrado que le había designado, y en todo caso no por más
de seis meses (LIV. 9, 34, 12).
En otras ocasiones se acudió a dictadores con atribuciones disminuidas (dictatores
imminuto iure), en cuanto designados para finalidades religiosas o políticas concretas,
como las de: (i) fijar el clavo en el templo de Júpiter (dictator clavi figendi causa); (ii)
convocar, por ausencia de los cónsules -pues se encontraban enfermos o en guerra- los
comicios; (iii) organizar las fiestas latinas (dictator latinarum feriarum causa); y (iv)
investigar ciertas conjuras.

2.1.3.
Comicios

Existieron al menos tres clases de comicios: los Comicios por Curias, los Comicios por
Centurias y las Asambleas Plebeyas.

a. Comicios por curias

Las atribuciones de estos comicios se mantuvieron restringidas a las cuestiones


familiares y religiosas, en concreto: la detestatio sacrorum, la aprobación de las
adrogationes y el testamento calatis comitiis.

b. Comicios por centurias

La conformación de estos comicios no varió, pues se mantuvieron las 193 centurias


originales, empero, puesto que las referencias de TITO LIVIO y DIONISIO DE
HALICARNASO tuvieron como fundamento la introducción de la moneda de bronce de
una libra romana equivalente a 327 gramos (aes grave o as) podía ya identificarse
plenamente su siguiente estructura: (i) caballeros (equites): para quienes representaban a
los primeros habitantes de la ciudad (LIV. 1, 43, 8, 9), organizados en 18 centurias, lo
que representaba 18 votos; (ii) primera clase: se encontraba conformada por quienes
tenían en el censo una riqueza igual o superior a 100.000 ases, grupo que se organizaba
en 80 centurias, lo que le reportaba 80 votos; (iii) segunda clase: conformada por quienes
tenían en el censo una riqueza entre 75.000 y 100.000 ases, se organizaba en 20
centurias, con sus correspondientes votos; (iv) tercera clase: para quienes reportaban en
el censo una riqueza entre 50.000 y 75.000 ases, se organizaba también en 20 centurias
con sus correspondientes votos; (v) cuarta clase: para quienes reportaban en el censo
una riqueza entre 25.000 y 50.000 ases, al igual que la anterior comprendía 20 centurias
y sus correspondientes votos; (vi) quinta clase: la más numerosa, comprendía a quienes
reportaban en el censo una riqueza entre 11.000 o 12.500 y 25.000 ases, y se agrupaba en
30 centurias; y (vii) cinco centurias que se encontraban al servicio de las otras (dos
adscritas a la primera o segunda clase, para que transportaran la maquinaria de guerra,
dos en las que se encontraban organizados los tocadores de tuba y cuerno, adscritos a
la cuarta o a la quinta, y la última de ordenanzas).

El control de los comicios continuó soportado en los pilares del poder económico y
la auctoritas de los veteres, pues la votación comenzaba en orden descendente y la
mayoría se lograba con el voto de 98.
De un lado, como se procedía a votar en cada centuria, era menor el número de
quienes componían las centurias superiores, y de otro, dentro de cada clase se mantuvo
la división de igual número de centurias de iuniores (entre 17 y 45 años) y seniores (entre
45 y 60 años).

Los comicios sólo podían reunirse previa convocatoria de los cónsules y, en su


ausencia, por los pretores, únicos magistrados que ostentaban tal atribución (ius agendi
cum populus).

c. Asambleas plebeyas (CONCILIA PLEBIS TRIBUTA)

Más que simples asambleas plebeyas, la paulatina importancia que van adquiriendo
estos concilia plebis tributa llevó a contiendas en relación con su conformación: el censor
APIO CLAUDIO CECO decidió inscribir como miembros de las tribus a los no poseedores
de tierra (312 a.c.), iniciativa reformulada por los censores QUINTO FABIO MÁXIMO
RULANO y PUBLIO DECIO inscribiendo a los desposeídos sólo en las tribus urbanas (304
a.c.) (LIV. 9, 46, 14), lo que les sometía a un control aristocrático.

La progresiva parificación de leyes y plebiscitos que se produjo con las leyes


Publilia Philonis (339 a.c.), Maenia (290 a.c.) y Hortensia (287 a.c.), hizo que, para efectos
legislativos, comicios centuriados y concilia plebis tributa se distinguieron únicamente
por su organización, el lugar de votación y quién podía convocarlos.

2.2.
Apogeo
y
crisis



2.2.1.
Apogeo

Llama la atención que la Primera Guerra Púnica se hubiera sostenido en el mando
militar de lo cónsules, pues sólo se acudió a la figura de la dictadura plena una vez.

De otro lado, que la activa participación de los movimientos populares -llamados


así en cuanto diversos a la aristocracia patricio plebeya que conformaba el Senado-,
cobró un alto precio al finalizar la misma guerra, pues se reformó la estructura de los
Comicios por Centurias (241 a.c.), reduciendo la primera clase a 70 y aumentando a 30
las de la segunda, lo que debió haber permitido a esta última una mayor incidencia
política (LIV. 1, 43, 12; CIC. De re publicae 2, 22).

Entre la Primera y la Segunda Guerra Púnica sólo fue utilizado el dictator imminuto
iure, con el exclusivo fin de convocar los comicios, y sólo volvió a nombrarse un dictador
pleno en la Segunda Guerra Púnica, con ocasión de la derrota en el lago Trasimeno.

Dado que el cónsul estaba ausente, tan odiosa magistratura fue asignada a QUINTO
FABIO MAXIMO CUNCTATOR (217 a.c.), pero por primera vez y en contravía de la
tradición republicana, la designación fue hecha por los Comicios:

Por tanto recurrieron a un remedio no usado desde hace largo tiempo, ni deseado, la
elección de un dictador; y puesto que el cónsul, la persona que podía nombrarlo,
estaba ausente, y estando Italia ocupada por las armas de los Púnicos, no era fácil
mandar un mensajero o cartas, ni el pueblo tenía la facultad de elegir un dictador, lo
que no había sido hecho nunca antes, el pueblo eligió para ese cargo a Quinto Fabio
Máximo, y como maestro de caballería a M. Minucio Rufo (Itaque ad remedium iam diu
neque desideratum nec adhibitum, dictatorem dicendum, ciuitas confugit; et quia et consul
aberat, a quo uno dice posse uidebatur, nec per occupatam armis Punicis Italiam facile erat aut
nuntium aut litteras mitti nec dictatorem populus creare poterat, quod nunquam ante eam
diem factum erat, dictatorem populus creauit Q. Fabium Maximum et magistrum equitum
M. Minucium Rufum) (LIV. 22, 8, 5-6).

Durante esta guerra sólo fue nombrado otro dictador pleno, esta vez en forma regular,
mientras que, en cambio, se acudió con regularidad a la designación de dictadores con
atribuciones disminuidas (dictatores imminuto iure).

El que para la primera mitad del siglo II a.c. no existieran grandes desfaces en el
funcionamiento republicano, más aun, que como datos relevantes sólo se hubieran
producido, (i) que mediante una lex Villia Annalis (180 a.c.) (LIV. 40, 44, 1-2) se declarase
formalmente el cursus honorum, (ii) que el comienzo del año consular se hubiere
establecido definitivamente el primero de enero (153 a.c.) (LIV. Per. 47, 13), y (iii) que
poco después se hubiese prohibido la reelección en el consulado (151 a.c.), aunado al
hecho de no haberse vuelto a utilizar la dictadura, permite entender por qué al
describir la República Romana, POLIBIO veía en ella un equilibrio de monarquía,
aristocracia y democracia.

Así pues, estas tres clases de gobierno que he citado dominaban la constitución
y las tres estaban ordenadas, se administraban y repartían tan equitativamente
con tanto acierto, que nunca nadie, ni tan siquiera los nativos, hubieran podido
afirmar con seguridad si el gobierno era totalmente aristocrático, democrático o
monárquico. Cosa muy natural, pues si nos fijáramos en la potestad de los
cónsules, nos parecería una constitución perfectamente monárquica y real; si
atendiéramos a la del senado, aristocrática, y si consideráramos el poder del
pueblo, nos daría la impresión de encontrarnos, sin ambages, ante una
democracia […] Los cónsules mientras están en Roma y no salen en campaña
con las legiones, tinen competencia sobre todos los negocios públicos. Los
magistrados restantes les están subordinados y les obedecen, a excepción de
los tribunos […] Igualmente, las cuestiones concernientes a tareas del Estado
que hayan de ser tratadas por el pueblo, corresponde a los cónsules atenderlas,
convocar cada vez la asamblea, presentar las proposiciones y ejecutar los
decretos votados por la mayoría. Sou potestad es casi absoluta en lo que
concierne a preparativos bélicos y a la dirección de las campañas: pueden
impartir las órdenes que quieran a las tropas aliadas, nombrar los tribuns
militares, alistar soldados y escoger los más aptods. Además, en campaña
tienen la potestad de infligir cualquier castigo a sus subordinados. Disponen a
su arbitrio de los fondos públicos: les acompaña siempre un cuestor, presto a
cumplir las órdenes recibidas […] La atribución principal del senado es el
control del erario publico, porque ejerce potestad sobre todos los ingresos y
sobre la mayor parte de los gastos. Aaparte de lo que abonan a los cónsules, los
cuestores no pueden disponer de fondos públicos sin autorización del senado.
Éste dispone también el dispendio mayor, el más costoso, que ordenn cada
cinco años los censores para restaurar y reparar los edificios públicos; los
censores deben recabar la autorización del senado. De modo semejante, caen
bajo la jurisdicción del senado los delitos cometidos en Italia que exigen una
investigación pública, como son traiciones, perjurios […] Es incumbencia de
éste enviar embajadas a países no italianos, cuando se necesita y sea para una
reconciliación, para hacer una demanda o, ¿por Zeus!, para intimar una orden,
para recibir la rendición de alguien o para declarar la guerra. Cuando llegan
embajadores a Roma, el senado decide lo que debe contestarles y el
comportamiento que debe seguirse con cada uno. En todo lo que se ha
relacinado hasta ahora, el pueblo no tiene participación alguna, de modo que a
quien llegue a Roma en ausencia de los cónsules, la constitución romana le
parecerá perfectamente aristocrática […] Después de todo esto, nos podremos
preguntar, razonablemente, cuáles son las atribuciones reservadas al pueblo en
esta constitución y cómo son […] Con todo, al pueblo no le falta su parcela, que
es precisamente la más pesada. En la constitución romana el pueblo y sólo el
pueblo es el árbitro que concede honores o inflige castigos […], juzga las
multas que se deben imponer para resarcir de los daños sufridos, lo cual ocurre
principalmente cuando la multa es importante y los reos han detentado altos
cargos; el pueblo es el único que puede condenar a muerte […] Además el
pueblo es quien confiere las magistraturas a aquellos que las merecen […] El
pueblo es soberano cuando se trata de votar las leyes; su máxima atribución es
deliberar sobre la paz y la guerra, y también sobre las alianzas, tratados de paz
y pactos; es el pueblo quien lo ratifica todo, o lo contrario. De manera que no es
un error decir que el pueblo goza de grandes atribuciones y que ésta es
democrática( POL. Historia de Roma 6, 11, 11 - 6, 14, 10).

2.2.2.
Crisis

No obstante, esta situación comienza a fisurarse terminada la Tercera Guerra Púnica,
una serie de movimientos sociales populares llevaron a imponer una lex Gabinia
tabellaria (139 a.c.), por la que se estableció que fuera secreta la votación para las
cuestiones electorales, y la lex Cassia tabellaria (137 a.c.), que dispuso lo mismo para los
asuntos judiciales (CIC. Laelius 12, 41), se vislumbraban nuevas confrontaciones con el
elemento senatorial.

Fue así como en el contexto de la ruina minifundista, las inmigraciones y los


cinturones de pobreza, la iniciativa de limitación de la posesión del ager publicus,
liderada por TIBERIO GRACO (133 a.c.) llevó a que el Senado utilizara a OCTAVIO, otro
tribuno, para interponer el veto (intercessio) en el momento en que se leía el preámbulo
de la ley.

Luego de varios intentos frustrados para hacer desistir a OCTAVIO, TIBERIO propuso
a los comicios esta inusual cuestión: ¿podrá ser depuesto un magistrado que se opone a
los deseos del pueblo?

A más de pretender la destitución de un magistrado romano, la propuesta suponía


un desconocimiento del legítimo veto tribunicio, por lo que si bien obtuvo la
aprobación de la ley, temeroso de la eventual responsabilidad política que podría
recaerle -pues la inviolabilidad sólo lo cobijaría durante el ejercicio de su cargo-,
TIBERIO se presentó nuevamente a elecciones, y como quiera que la
inconstitucionalidad de la pretensión era clara, encontró la muerte luego de que el
Senado lo declaró enemigo público.

Lo anterior, y el que poco después el tribuno CAYO PAPIRIO CARBÓN (131 a.c.),
hubiese tratado de lograr la aprobación de una ley mediante la cual se declaraba que
los tribunos podían ser reelegidos inmediatamente, demostraba que el esquema de las
magistraturas republicanas, temporales, responsables y sujetas al veto, contradecía las
necesidades de monopolio del poder.

El mismo tribuno logró la aprobación de una lex Papiria tabellaria (131 a.c.) por la
que se estableció la votación secreta para los asuntos legislativos.

Luego de que a instancia senatorial las funciones judiciales de triumviri agris dandis,
adsignandis, iudicandis), retornaron a los cónsules (129 a.c.), el tribuno CAYO GRACO (123
a.c.) desarrolló una vasta tarea legislativa: (i) impulsó e hizo aprobar la reelección del
tribuno de la plebe; (ii) hizo aprobar una lex Frumentaria mediante la cual se dispuso un
subsidio de trigo tan popular como inconveniente (CIC. Tusculanae 3, 48; CIC. Pro Sestio
48); (iii) logró la aprobación de la lex Acilia repetundarum, por la que creó tribunales
permanentes (quaestiones perpetuae) para investigar el crimen de concusión y otorgó la
ciudadanía romana al habitante de una provincia que hubiese salido victorioso en un
proceso de tal índole contra un magistrado romano; (iv) logró mediante una lex
iudiciaria la modificación de la conformación de los jurados en los organismos de
juzgamiento criminal (quaestiones perpetuae); (v) por una lex de capite civis, declaró ilegal
el establecimiento de tribunales extraordinarios para el juzgamiento de crímenes, sin la
decisión de los comicios (CIC. In Catilinam 4, 10); y (vi) mediante una lex agraria,
revitalizó la de su extinto hermano.

Su propuesta de ampliación de la ciudadanía a los latinos, y una hábil estrategia


urdida por el Senado y el tribuno MARCO LIVIO DRUSO (padre), impidieron su segunda
reelección, ante lo cual se generaron graves disturbios que condujeron a la emisión de
un senadoconsulto último que le declaró enemigo público y encargó a los cónsules
restablecer el orden. La persecución llevó a su suicidio y a la muerte de centenares de
sus partidarios en las laderas del Aventino (121 a.c.).

La guerra contra los Cimbrios (105-101 a.c.) justificó que por cinco veces
consecutivas se eligiera cónsul al general MARIO, en abierta contradicción con el
esquema republicano al que repugnaba la reelección; confrontación institucional que
tuvo mayor realce cuando, presentada ante los comicios una ley referente a los
subsidios de trigo, algunos tribunos de los optimates intentaron presentar su veto; sin
embargo, el tribuno SATURNINO, lugarteniente de aquél, los arrojó de la tribuna y éstos,
ante el temor de una agresión huyeron. MARIO se retiró de la vida pública luego de que
en confusos hechos resultaran asesinados los tribunos APULEYO SATURNINO y SERVILIO
GLAUCIA (100 a.c.).

Elegido tribuno MARCO LIVIO DRUSO (hijo) (92 a.c.) hizo emitir una lex iudiciaria por
la que retiró poder a los jurados del orden ecuestre incluyendo nuevamente a los del
orden senatorial; buscó apoyo popular con otra lex frumentaria y la aprobación de una
nueva lex agraria para lo cual quiso incorporar como ciudadanos romanos a todos los
socios itálicos, lo que hizo que el Senado le declarara enemigo de la república,
provocando su muerte.

En virtud de la lex de Sulla Dictatore propuesta por el interrex VALERIO FLACCO, SILA
ejerció una dictadura sin sujeción temporal –por dos años consecutivos– acumulada
con el consulado (80 a.c.), lo que le permitió juzgar sin provocatio –con lo que, a su vez,
allanaba el camino para borrar a sus enemigos a través de proscriptiones–.

En cuanto a las magistraturas, para la misma época se ratificó el cursus honorum, se


prohibió la elección para el cargo inmediatamente superior de los magistrados del año
anterior, y por medio de una lex de tribunicia potestate se quiso eliminar políticamente a
los tribunos al establecer su inhabilidad para ocupar luego una magistratura.

Las limitaciones impuestas a las magistraturas, el haber querido volver al desueto


esquema republicano que exigía auctoritas patrum previa a las disposiciones emanadas
por los comicios, la división del imperium en aquél propio de las provincias (imperium
militiae) -ejercido por los promagistrados-, y otro propio de Italia (imperium domi) -en
cabeza de los cónsules-, y el haber prohibido a éstos adelantar campañas militares en
Italia o fuera de ella sin previa anuencia senatorial, sugeriría la consolidación del poder
de los optimates y en particular, del Senado.

No obstante, debe tenerse en cuenta que, al parecer, en ejercicio de las mismas


facultades dictatoriales el mismo SILA aumentó el número de sus componentes a 600,
siendo de prever que los nuevos componentes fueran sus seguidores más fieles.

Luego de la muerte de SILA (78 a.c.), las victorias de POMPEYO en la península


hispánica y de LICINIO CRASO sobre ESPARTACO en la Lucania (71 a.c.) pusieron a los
antiguos partidarios de aquél frente a un objetivo común, el consulado del año
siguiente, que alcanzaron previo acuerdo con los jefes demócratas (70 a.c.).

Las invasiones piratas en el Mediterráneo llevaron a que la asamblea plebeya


aprobara la lex Gabinia (67 a.c.), por medio de la cual se otorgó a POMPEYO mando
militar como procónsul por tres años en todo el mediterráneo y 50 millas costa dentro,
y la guerra contra MITRÍDATES llevó a que el año siguiente se votara la lex Manilia (66
a.c.), con alcances similares; por primera vez se concedía un mando militar no ligado a
las magistraturas, con mayor autoridad que el de las promagistraturas y sin estrictas
limitaciones territoriales (imperium proconsular maius et infinitum).

Las victorias de POMPEYO en Armenia (66 a.c.), Siria (64 a.c.), Fenicia y el Reino de
Jerusalén (63 a.c.), su retorno como simple ciudadano (62 a.c.) y el licenciamiento de su
ejército no impidieron que, como consecuencia de una alianza entre CATÓN y CICERÓN,
el Senado se abstuviera de confirmar su gestión administrativa en Asia y le rechazara
la provisión de recompensas a sus soldados (61 a.c.).

Enfrentado al estamento senatorial se alió con JULIO CÉSAR –cuestor (69 a.c.), edil
(65 a.c.), pontífice máximo (63 a.c.), pretor (62 a.c.) y propretor (61 a. C) en España–, y
CRASO –sospechoso junto con JULIO CÉSAR de la conspiración de CATILINA–,
estructurándose un acuerdo político llamado primer triunvirato (60 a.c.), “para que
nada se hiciese en el Estado que desagradara a ninguno de los tres” (SUET. Iulius 29).

Obtenido el consulado (59 a.c.) JULIO CÉSAR hizo aprobar varias leyes Iuliae para
confirmar los actos de POMPEYO en Asia, y al año siguiente recibió las Galias Cisalpina
y Transalpina (58 a.c.). Cinco años más tarde se ratificó formalmente el triunvirato (56
a.c.), POMPEYO y CRASO fueron elegidos cónsules (55 a.c.), se renovó a CÉSAR el
proconsulado en las Galias (54 a.c.), a POMPEYO el de España, y a CRASO el de Siria,
para la guerra con los partos.

Disuelto el triunvirato por la muerte de CRASO (53 a.c.), se planteó una


confrontación directa entre el pacificador de las Galias y el vencedor de MITRÍDATES, en
lugar de marchar a España, POMPEYO permaneció en Roma y, aprovechando el
asesinato de CLODIO PULCRO, obtuvo el nombramiento de cónsul sin colega (52 a.c.).

JULIO CÉSAR, que con el apoyo de POMPEYO había ejercido su mando por nueve
años en la Galia Cisalpina, solicitó la prórroga de su encargo hasta fines de 49 a.c. para
poder revestir sucesivamente el consulado (PLUT. Caesar 29, 1). La petición no sólo
obtuvo el rechazo del Senado, sino que se quiso relevarlo del cargo antes del tiempo
señalado (SUET. Iulius 29) -pero se le opuso el veto tribunicio- y se encargó a POMPEYO
ir contra CÉSAR a fin de proteger la república (50 a.c.).

A inicios del siguiente año fue leída ante el Senado una carta de CÉSAR en la que
proponía que tanto él como POMPEYO abandonaran el mando de sus legiones, pero en
respuesta, pocos días después se profirió un senadoconsulto último (7 de enero de 49
a.c.), mediante el cual se ordenó: “Velen los cónsules, los pretores, los tribunos del
pueblo y los procónsules de la jurisdicción de Roma, para que la República no padezca
menoscabo” (CAES. De Bello civilium 1, 5).

Una vez llegó CÉSAR a Roma se hizo nombrar dictador (49 a.c.), y luego de la batalla
de Farsalia fue designado dictador por un año y cónsul para el siguiente (48 a.c.) (PLUT.
Caesar 51, 1).

A su regreso de Egipto acumuló el consulado con una dictadura anual pero


renovable por diez años, y el poder censorio (46 a.c.); asimismo, fue designado cónsul sin
colega conservando la dictadura, se le otorgó la inviolabilidad tribunicia y el derecho a
llevar el nombre de imperator, y asumió el consulado por diez años (45 a.c.).

Al finalizar la guerra civil se le designó dictador perpetuo (PLUT. Caesar 57, 1) y,


nuevamente, pontífice máximo (44 a.c.).

Además, aumentó a 900 el número de los senadores (con lo que introducía


numerosos partidarios a fin de convertir ese cuerpo en su instrumento de poder),
dividió el poder de elegir a los magistrados con el pueblo al establecer que: salvo los
cónsules, la mitad de los cargos a proveer debían ser designados de entre sus
candidatos (SUET. Iulius 41), mostró poco respeto al Senado (PLUT. Caesar 60, 4), y
permitió el gesto del joven ANTONIO, quien mientras CÉSAR se encontraba sentado en
la tribuna “de los rostros” o “de los oradores” observando la fiesta de las Lupercales,
intentó depositar en sus sienes una corona de laurel (PLUT. Caesar 61, 5).

Estos últimos hechos hacían presagiar la conspiración llevada a cabo por miembros
del estamento senatorial, encabezada por MARCO JUNIO BRUTO y CAYO CASIO
LONGINO, pretor urbano y peregrino respectivamente (PLUT. Caesar 62, 4) (44 a.c.).

Aunque la justificación política del asesinato de CÉSAR y la inicial actitud


conciliadora del cónsul MARCO ANTONIO permitían suponer que todo volvería a la
normalidad, poco después se forjó una nueva alianza.

OCTAVIO –que había aumentado su popularidad atendiendo con sus propios bienes
las liberalidades testamentarias de CÉSAR–, el mismo MARCO ANTONIO y LÉPIDO,
acordaron un triunvirato distribución del mando militar (imperium) que debía
mantenerse por cinco años, que fue aprobado por los comicios medante mediante la lex
Titia (43 a.c.).

Surgió así una magistratura hasta entonces desconocida, pues conllevaba una
división territorial del imperio (las provincias occidentales -con excepción de las
Galias- para OCTAVIO, las Galias y Oriente para MARCO ANTONIO, y África -incluída
Numidia- para LÉPIDO), que se mantuvo a pesar de la confrontación entre OCTAVIO y
los partidarios de MARCO ANTONIO (41 a.c.), pues los acuerdos de Bríndisi -que
conjuraron la crisis- (40 a.c.), se limitaron a rehacer el reparto (LÉPIDO siguió con África,
MARCO ANTONIO mantuvo las provincias orientales, pero debió renunciar a las Galias
a cambio de poder reclutar tropas en Italia-, mientras que OCTAVIO adquirió poder
sobre la totalidad de las provincias occidentales).

Renovado formalmente el triunvirato (38 a.c.) y expulsado LÉPIDO (36 a.c.),


comenzó el pulso entre OCTAVIO y MARCO ANTONIO.

El primero terminó la confrontación contra SEXTO POMPEYO, restableció las


magistraturas anuales, renunció a sus poderes y declaró restaurado íntegramente el
orden constitucional republicano (36 a.c.), en contraprestación el Senado le otorgó el ius
tribunicium que no solamente lo consagraba sacro e inviolable, sino que le permitía
asistir a dicha corporación como tribuno.

Entretanto MARCO ANTONIO y CLEOPATRA dominaban los reinos helenísticos y


exteriorizaban el deseo de dejarlos bajo el poder de la reina de Egipto y sus hijos, con un
control formal de Roma en cabeza de MARCO ANTONIO. Las pretensiones de éstos en
Oriente y la hábil propaganda política de OCTAVIO hicieron que se declarase oficialmente
la guerra a Egipto, que llevó a la batalla de Actium (31 a.c.).

Vencidos los ejércitos de MARCO ANTONIO y CLEOPATRA, OCTAVIO tomó el control


de la totalidad del Imperio: mantuvo el imperium maius otorgado para la guerra,
asumió formalmente el consulado en el mismo año, se atribuyó el gobierno de Egipto
(30 a.c.), le fue ampliada su tribunicia potestas con la posibilidad del ius auxilii fuera de
los límites de la ciudad (30 a.c.), y se le otorgó el título de príncipe del Senado (princeps
senatus) (28 a.c.).

C.
El
principado
(27
a.C.
­285
d.C.)



Mediante una hábil maniobra política OCTAVIO afirmó su deseo de restituir al Senado y
al pueblo de Roma la totalidad de sus atribuciones (27 a.C.), obteniendo, por el
contrario, tanto la ratificación de sus atribuciones como la designación de Augusto,
como el otorgamiento de un imperium maius decenal para someter las provincias (27
a.C.).

Si a ello se aunaba el ejercicio ininterrumpido del cargo de cónsul, podía


identificarse a partir de ese momento un nuevo modelo de gobierno: el Principado.

Al renunciar al undécimo consulado (23 a.C.), al imperator Caesar Augustus se le


otorgó un imperium proconsulare maius et infinitum vitalicio, ilimitado y separado
completamente de la magistratura que cobijaba Roma e Italia, la tribunicia potestas
vitalicia con el consiguiente derecho de veto, la posibilidad de represión criminal
(coercitio), el derecho de convocar a la plebe (ius agendi cum plebe), la custodia de las
buenas costumbres (cura legum et morum) propia de los censores, la potestas censoria que
le permitía hacer elecciones de los Senadores (lectiones senatus) y la posibilidad de
remitir a estudio del Senado las cuestiones criminales que juzgase de importancia.

Comenzó asimismo, primero en forma esporádica y luego como hábito, a asumir la


posibilidad de commendatio que le permitía indicar a la asamblea los candidatos a ser
elegidos.

A lo anterior se le adicionó pronto el derecho a decidir sobre la guerra y la paz y el


de concertar tratados (19 a.C.), el título de pontífice máximo (12 a.C.) y el de Padre de la
Patria (pater patriae) (2 d.C.).

El príncipe detentaba así una serie de atribuciones que le dieron un poder total
sobre el imperio, dirigía la política financiera y las relaciones internacionales, asumía
parcialmente la administración de las provincias, emitía moneda, podía convocar al
pueblo y al Senado, y ostentaba las atribuciones derivadas de la potestas censoria,
consular y tribunicia.
1.
Organización


1.1.
Augusto
y
la
estructura
del
Principado


En el principado de AUGUSTO, no obstante, trató de mantenerse un fino equilibrio


con las antiguas instituciones republicanas: las magistraturas continuaron siendo
electivas, aunque se subordinaron a la propuesta del Senado, que se resentía de la
influencia del emperador; cuando el consulado no era asumido por el emperador
carecía de poder real - ya desde fines de la república había perdido el imperium militiae
y veía limitado el domi - aunque nominalmente conservaba el ius agendi cum patribus y
cum populus y se le atribuyó competencia jurisdiccional civil –por cognitio extraordinem-;
la iurisdictio ordinaria siguió siendo desempeñada por los pretores urbano y peregrino
–a quienes se atribuía competencia por sorteo–, quienes para tal efecto siguieron
promulgando anualmente su edicto, y presidiendo las quaestiones criminales.

Si bien las atribuciones de los tribunos se horadaron por la potestas tribunicia


concedida al emperador, estos mantuvieron aún el poder nominal de veto (intercessio),
su inviolabilidad, la posibilidad de imposición de multas y de convocatoria del Senado.

Por el contrario, aunque quiso mantener las atribuciones censorias finalmente


asumió personalmente la lectio de los senadores -que redujo a 600-, y aunque se
consideraba aún requisito para acceder a ese cargo el haber desempeñado
magistraturas, utilizó la adlectio censoria que le permitía escoger ciudadanos que no
hubiesen ejercido magistratura alguna, y lectiones (11 a.C. y 4 a.C.) para eliminar
miembros indignos o desagradables; los cuestores -20 para la época- eran ahora
auxiliares tanto del emperador como de los cónsules -y, en algunos casos, de los
procónsules-; asimismo, a iniciativa del emperador se crearon los praetores aerarii a
quienes se encargó, en reemplazo de los cuestores, la administración del erario público.

El emperador concibió además un esquema administrativo paralelo, fue así como


creó grandes prefecturas: (i) la urbana (praefectus urbi), reservada a los senadores, a la
que se atribuyó en algunas ocasiones el gobierno de Roma; (ii) la del pretorio
(praefectus praetorio), comandante de la guardia personal del emperador; (iii) la
encargada de la vigilancia (praefectus vigilum), que tenía a su cargo el control del fuego
y de la contaminación; (iv) la de aprovisionamientos (praefecti annonae), y (v) la
importantísima prefectura de Egipto (praefectus Aegypti).

También hacían parte de la Cancillería Imperial los procuradores, funcionarios


encargados de determinados asuntos y directamente dependientes del emperador, la
secretaría dedicada a la correspondencia oficial del emperador (ab epistulis); y los
curatores, encargados de asuntos concretos como el cuidado de las vías (curatores
viarum), de los templos y edificios públicos (curatores aedium sacrarum et operum
locorumque publicorum), de los acueductos y el nivel de las aguas (curatores aquarum), y
de la provisión de granos (curatores frumenti dandi).

Para el desarrollo de tantas atribuciones acostumbró a rodearse de un consilium, y


nombrar multitud de funcionarios como praefecti, se comenzó así a desarrollar todo un
cuerpo administrativo que dio lugar a la edificación de la burocracia imperial.

Tan amplia autoridad condujo al deterioro de las funciones senatoriales, la


administración financiera y de las provincias se dividió con él, quien se reservaba
generalmente las más ricas, se le retiró la función de acuñar moneda, y desapareció en
la práctica la posibilidad de control político que se expresaba a través de los
senadoconsultos.

Se le dejó en cambio cierta libertad de decisión para la elección de cargos menores,


se consolidó en él una competencia extraordinaria para el juzgamiento de
determinados casos, se mantuvieron sus atribuciones religiosas y las de decretar el
triunfo a favor del príncipe - formalmente también la de desconocerlo, declararlo
enemigo de la república (hostis rei publicae) y afectarlo con la damnatio memoriae -.

Aunque hizo amplio uso de las atribuciones legislativas de los comicios, en materia
electoral la institución -cuyas funciones judiciales habían sido desplazadas desde época
de SILA por las cuestiones– pasó a ser una asamblea de aclamación de los candidatos
presentados por el emperador a través de la commendatio.

Preocupado por la sucesión en el ejercicio del poder y ante la ausencia de un


descendiente directo, el mismo AUGUSTO acudió a la adopción –mecanismo que ya
había utilizado JULIO CÉSAR–, a fin de legitimar y garantizar la transmisión del poder
político.

Fallecidos su amigo AGRIPA (12 a.C.), CLAUDIO DRUSO (9 a.C.) -hijo de su mujer
LIVIA-, y sus nietos LUCIO CÉSAR VIPSANIO (2 d.C.) y CAYO CÉSAR VIPSANIO (4 d.C.),
AUGUSTO adoptó como sucesor a TIBERIO –también hijo de LIVIA- a quien asoció al
poder (4 d.C.), con la condición de que adoptara a JULIO CÉSAR GERMÁNICO -hijo de
CLAUDIO DRUSO-.

AUGUSTO murió después de 57 años de gobierno (14 d.C.), en medio del apoyo militar,
la gratitud por la pax romana, la prosperidad económica de su administración y el
fervor popular que, por estrategia o convicción, causaban su aclamada clemencia,
prudencia y modestia, el principado había logrado, paradójicamente, la libertas
republicana.

1.2.
Las
dinastías


Rodeado del escepticismo popular que hubiera querido ver a su sobrino GERMÁNICO
detentando el poder, TIBERIO comenzó siguiendo los parámetros políticos y de
conducta de su predecesor, no obstante, estableció en forma permanente la prefectura
urbana (praefectus urbi), dio tanta importancia al prefecto del pretorio (praefectus
praetorio) que llegó a considerarse el segundo cargo del Estado, y retiró a los comicios la
atribución de elegir a los magistrados.

Muertos GERMÁNICO -luego de haber sido enviado a Oriente (19 d.C.)-, y TIBERIO
DRUSO CLAUDIO -hijo directo de TIBERIO (23 d.C.)-, éste se retiró a Capri (26 d.C.), lo
que consolidó el poder de SEJANO, su prefecto del pretorio, quien extendió su
influencia a las tropas localizadas en Italia. A la muerte de TIBERIO reinaban el
despotismo y el odio generalizados.

Haciendo caso al querer popular, el Senado otorgó el poder al tercer hijo de


GERMÁNICO, llamado CAYO o CALÍGULA (37-41 d.C.), quien luego de unos cuantos
meses de gobierno sereno se entregó a los desmanes, desató una guerra fiscal dirigida a
llenar unas arcas imperiales exhaustas, y dirigió una política de exterminio senatorial.

En abierto desmedro del poder aristocrático CLAUDIO (41-54 d.C.) otorgó


atribuciones al orden ecuestre confiándole provincias senatoriales; bajo este
emperador, además, se consolidaron varias secretarías en forma permanente, como la
encargada de dar respuestas a las peticiones de los particulares (a libellis), la encargada
de recoger toda la documentación necesaria para el emperador (a studiis), y la
encargada de la instrucción de las causas judiciales que se llevaban a conocimiento del
emperador (a cognitionibus).

Tras el asesinato de CLAUDIO (54 d.C.) asumió NERÓN (54 a 68 d.C.), hijo de
AGRIPINA, que se libró de BRITÁNICO (55 d.C.), hijo de CLAUDIO y MESALINA y quien se
presentaba como heredero del Imperio; luego del asesinato de AGRIPINA (59 d.C.) reinó
el despotismo, aunque para ganar apoyo popular multiplicó los espectáculos públicos
en los que él mismo se ofrecía como actor.

En medio de la revuelta de Judea, el abandono de los pretorianos, la


insubordinación de las Galias – encabezada por GALBA –, y la declaratoria senatorial
como enemigo público, optó por el suicidio (68 d.C.).

Terminaba así la dinastía JULIO CLAUDIA, en la que no obstante, el Senado había


sido un órgano romano–itálico y, en consecuencia, cerrado a los provinciales que
habían adquirido la ciudadanía.

VESPASIANO, disciplinado general romano que se había ganado su reputación por


sus campañas militares en la Britania y en la Judea, permitió que el ejército de Oriente
lo proclamara como emperador, prestando poco caso al beneplácito senatorial, iniciaba
así la llamada dinastía FLAVIA.

Dos hechos fueron relevantes en la visión política de VESPASIANO, de un lado,


permitió acceder al Senado a los miembros de los caballeros y de las provincias
occidentales, de otro, afirmó el principio de la sucesión familiar imperial asociando al
poder a su hijo TITO (71-81 d.C.).

En contraste con su predecesor, DOMICIANO (81-96 d.C.) retornó a los criterios


absolutistas, dispuso el exilio de decenas de senadores (83 d.C.), estableció la censura
perpetua (84 d.C.) redujo más el poder senatorial, reprimió sangrientamente una
sublevación en la Germania (88 d.C.) e implementó una amplia política de persecución
de los enemigos de su régimen a través de delaciones (93 d.C.).

DOMICIANO, quien ejerció durante 17 años consecutivos el consulado, fue


abiertamente despótico, él mismo afirmó el carácter absoluto y sagrado de su
autoridad, adoptando el título de Dominus et Deus.
Su muerte sin descendencia volvió a plantear el problema de la sucesión, que
procuró solucionarse con la escogencia del más capaz.

Fue así designado como emperador NERVA (96-98 d.C.), prudente y anciano
senador, quien juró no volver a asesinar a un senador y terminó con los procesos de
lesa majestad utilizados por DOMICIANO como mecanismos de persecución política,
logrando conciliar, en palabras de TÁCITO, lo que hacía largo tiempo parecía imposible,
las prerrogativas del príncipe y los derechos de un pueblo unido.

Poco antes de su muerte, NERVA, a quien se considera el primero de la dinastía de


los ANTONINOS, decidió adoptar a TRAJANO, primer emperador no nacido en Italia,
aunque procedente de la aristocracia senatorial.

TRAJANO (98-117 d.C.) quiso conciliar el Imperio con la institución senatorial, incitó
–ante la creciente despoblación de Italia– el crecimiento demográfico, disponiendo la
ampliación de las pensiones alimenticias a más de 200,000 familias, financió juegos y
construcciones; no obstante, tales medidas le imponían emprender nuevamente las
políticas de conquista.

A pesar del respeto que profesaba nominalmente a la institución senatorial,


ADRIANO (117-138 d.C.) estructuró plenamente la burocracia imperial; fue así como
dividió la secretaría encargada de la correspondencia oficial del emperador (ab
epistulis), en dos secciones, la latina y la griega, y se crearon la secretaría privada (a
memoria) y la encargada del censo (a censibus).

Asimismo, se estableció como órgano consultivo permanente el consilium principiis,


y fortaleció la secretaría encargada de las cartas dirigidas por los particulares al
emperador (a libellis), donde se le preguntaba sobre cuestiones de derecho. A partir de
ese momento muchas de las funciones de los jueces y las funciones administrativas de
los magistrados se concentraron en funcionarios dependientes directamente del
príncipe.

ANTONINO se preocupó por mantener buenas relaciones con el Senado, tuvo un


manejo inteligente y austero del tesoro público –favorecido por la ausencia de
confrontaciones bélicas–, y dio más importancia a las provincias, equiparando muchos
de sus derechos a los de los ciudadanos.

Le sucedió MARCO AURELIO (161-180 d.C.), quien desde el comienzo debió, en el


ámbito externo, hacer frente a sucesos que comenzaron a marcar la decadencia
territorial del Imperio, y en el interno, afrontar inundaciones en Italia y carestía en
Roma.

La fragilidad del esquema sucesoral se hizo notoria cuando MARCO AURELIO optó
por dejar como sucesor a CÓMODO a pesar de considerarlo indigno.

CÓMODO (180-192 d.C.) se apartó del Senado particularmente por las críticas que se
le hicieron por no haber terminado la campaña militar emprendida por su padre, y
luego de 2 años en que el gobernante en la práctica fue su prefecto del Pretorio, desató
una política de terror y persecuciones (182 d.C.) que llevó a DION CASIO a expresar:
“Haría esta historia demasiado desagradable y cansada, si describiera todos los
asesinatos ordenados por CÓMODO, y escribiera aquí los nombres de todos los que la
calumnia, las falsas sospechas, o su riqueza, nobleza y virtud, le hicieron condenar”.

En esta dinastía fueron extendidas la atribuciones del prefecto urbano 100 millas
alrededor de la ciudad, así como su competencia -pues a más de su función coercitiva
preventiva, fue adquiriendo competencia judicial civil y penal (cognitio extraordinem)-;
así como las del prefecto del Pretorio (praefectus praetorio) -que llegó a tener funciones
judiciales por fuera de 100 millas alrededor de la ciudad, siendo incluso juez de
segunda instancia de decisiones penales y civiles-.

Bajo la dinastía de los SEVEROS se hicieron trizas los últimos rezagos del poder
senatorial, y la primera señal fue dada cuando luego de la muerte de DIDIO JULIANO,
una delegación de 100 senadores fue a rendirle homenaje a SEPTIMIO SEVERO -quien se
hizo declarar hijo por adrogatio del fallecido MARCO AURELIO-, pues éste no sólo
anunció la disolución del cuerpo y los desterró.

La burocracia imperial se vió además reforzada, se redujo el periodo consular -que


empezó a desempeñarse sólo por 2 meses-, se estableció claramente la diferencia entre
el patrimonio privado y el fiscal del emperador, y desapareció cualquier huella de
actividad jurisdiccional del Senado.

Antes de su muerte el emperador recomendó a sus hijos cuidarse sólo de procurar


la lealtad del ejército -enseñanza que siguió fielmente CARACALLA, quien después de
asesinar a GETA compró el perdón de la guardia pretoriana y las legiones de ALBANO
con donaciones en dinero-.

MACRINO utilizó un miembro de la guardia imperial para que asesinara a


CARACALLA y este cuerpo le consagró como emperador, limitándose el Senado a
aclamar la designación.

Una legión asentada en Emesa, ciudad de origen de HELIOGÁBALO, fue la que,


previa una fuerte provisión de oro, le proclamó emperador, y cuando las legiones que
acompañaban a MACRINO fueron sobornadas por HELIOGÁBALO se generó una
desbandada a su favor.

Una nueva insurrección de la guardia pretoriana acabó con la vida de HELIOGÁBALO


proclamando a ALEJANDRO SEVERO, y fue otro grupo de soldados el que, luego de la
inconformidad por el hecho de haber entregado oro a los bárbaros como costo del
desalojo de las Galias, decidió su asesinato, lo que por lo demás demostró el fracaso del
modelo dinástico para el acceso al poder.

1.3.
Anarquía
militar


Cuando las legiones proclamaron emperador al tracio MAXIMINO (235 d.C.) éste no se
preocupó siquiera de ir a Italia a solicitar el reconocimiento del Senado, por lo que
cuando GORDIANO I aceptó la designación, en su nombre y en el de su hijo, pidiendo el
aval al Senado romano, ante la ya extraña deferencia de un general proclamado, éste
les exaltó y declaró enemigo público a MAXIMINO.
El poco respeto al Senado fue confirmado cuando en mismo año los emperadores
que había designado - BALBINO y PUPIANO - fueron asesinados por la propia guardia
pretoriana, la que impuso a GORDIANO III (238 d.C.).

Paulatinamente el Senado debía plegarse más al general victorioso de turno, FILIPO


(244 a 249 d.C.) contó con su confianza, cuando EMILIANO fue proclamado emperador
corrió presuroso a reconocerle (mayo de 253 d.C.), y lo mismo hizo con VALERIANO
(agosto de 253 d.C.).

El descontento de las legiones disponía de la vida de los emperadores, TÁCITO fue


asesinado por sus propios soldados (276 d.C.), lo mismo sucedió con PROBO (282 d.C.),
CARO (283 d.C.) y CARINO (285 d.C.).

La llamada gran crisis militar del siglo III, en el que por espacio de medio siglo se
sucedieron 50 emperadores, de lo que murieron asesinados 45, sólo vino a ser
conjurada bajo DIOCLECIANO.

D.
El
Imperio
Tardío
o
Dominado
(siglos
III
al
VI)



1.
Organización
política
y
administrativa


1.1.
Diocleciano.
La
tetrarquía



La media centuria de confrontaciones que sumieron al imperio en el más absoluto caos,
hizo ver a DIOCLECIANO la necesidad de un gobierno autocrático, que garantizase la
continuidad del poder político, para ello encontró un instrumento en la afirmación del
emperador como encarnación del supremo Dios, el emperador se presentó como
Júpiter (Iovius), y como tal, inaccesible al conjunto de los súbditos, sagrado y
sobrenatural.

El Augusto se hacía acompañar de su guardia personal y el personal adscrito a su


servicio, además de su consejo (consistorium), en el que se encontraban el prefecto del
pretorio – quien era jerárquicamente superior para cuestiones judiciales, militares y
administrativas – y los administradores, tanto del patrimonio del emperador como de
los bienes oficiales, y los diferentes secretarios.

La administración del Imperio debía contar con un esquema que evitara el vacío de
poder, para ello DIOCLECIANO concibió un esquema de gobierno basado en una
tetrarquía, que supuso la designación de 2 Augustos, él y MAXIMIANO (a quien se
designó HÉRCULES en cuanto semidiós), cada uno de los cuales estaba asistido por un
César: CONSTANCIO CLORO para MAXIMIANO y GALIENO para DIOCLECIANO.

A la muerte del Augusto su lugar debía ser ocupado por el César, quien a su vez
debía designar el César faltante, de esta forma se evitaba cualquier tipo de
intervención, tanto del Senado (para la época sólo un cuerpo de dignatarios), la alta
burocracia o los ejércitos.

La tetrarquía condujo a la división administrativa del imperio en 4 prefecturas: La de


Oriente, abarcaba Tracia, Egipto, Siria, el Ponto y Asia, y estaba regida desde
Nicomedia por el mismo DIOCLECIANO; la de Iliria o Grecia, que primero desde
Tesalónica y luego desde Sofía fue gobernada por GALERIO; la de Occidente, que
comprendía la Panonia, la diócesis italiciana y el norte de África, gobernada desde
Milán por MAXIMIANO; y la de las Galias, que comprendía Hispania, la zona africana
cercana a Gibraltar, Galia y Britania, que con sede Tréveris era dirigida por
CONSTANCIO CLORO.

Cada prefectura se dividió en diócesis y éstas - con excepción de las proconsulares


de África y Asia - a su vez en provincias, en las que se escindió el estamento
administrativo del militar, en forma tal que el gobernador sólo tuviese atribuciones de
índole administrativa y judicial, no injerencia en el mando de las tropas, aspecto
reservado a los enviados del emperador (duces).

Desapareció además, la única diferencia que tenía Italia respecto a las antiguas
provincias, la exención de cargas tributarias.

Al abdicar DIOCLECIANO y forzar a MAXIMIANO a hacerlo (305 d.C.) pretendía darle


dinámica al esquema, fue así como asumieron CONSTANCIO CLORO como Augusto de
Occidente, quien adoptó como César a FLAVIO VALERIO SEVERO, y GALERIO como
Augusto de Oriente, quien adoptó a CAYO JULIO MAXIMINO, llamado DAYA.

La tempranera muerte de CONSTANCIO CLORO (306 d.C.) precipitó los hechos: si


bien correspondía a SEVERO la dignidad de Augusto de Occidente, MAJENCIO le asesinó,
mientras su padre reasumía el poder (307 d.C.), en el entretanto, CONSTANTINO se
hacía aclamar por las legiones de las Galias.

Como consecuencia de un acuerdo entre DIOCLECIANO, MAXIMIANO y GALERIO


(308 d.C.), éste y LICINIO fueron reconocidos Augustos, mientras que se otorgaba el
título de Césares a CONSTANTINO - para Occidente - y MAXIMINO DAYA - para Oriente -,
no resolvió, en cambio, la situación de MAJENCIO, quien gobernó Italia.

1.2.
De
Constantino
a
Justiniano


Aliados CONSTANTINO y LICINIO (312 d.C.), aquél se adueñó de la Britania y la Galia y
avanzó contra MAJENCIO, a quien derrotó en las puertas de Roma (octubre de 312 d.C.), en
la famosa batalla del puente Milvio, en el entretanto, MAXIMINO pasó con sus legiones el
Bósforo, entró en Bizancio y avanzó hacia Iliria, pero fue vencido por LICINIO en la batalla
del Campo sereno, cerca de Adrianópolis (abril de 313 d.C.), lo que le llevó a retirarse a la
Capadocia. MAXIMINO murió cuando se aprestaba a impedir a LICINIO el paso de los
Montes Toro (diciembre de 313 d.C.).

La paz no llegó con las victorias de CONSTANTINO y LICINIO, casi inmediatamente


se desató una guerra entre ellos (314 d.C.) que sólo se detuvo gracias, de un lado, a un
acuerdo en virtud del cual CONSTANTINO gobernaba Occidente y recibía las provincias
danubianas, mientras LICINIO gobernaba Oriente y conservaba la diócesis de Tracia, y
de otro, a las guerras que aquél tuvo que acometer contra francos, alamanes, sármatas
y godos.

Conjurado el peligro bárbaro CONSTANTINO se instaló en Tesalónica y reunió un


gran número de tropas en El Pireo que dirigió contra LICINIO (comienzos del 323 d.C.),
quien se encontraba en Adrianópolis.

Vencido LICINIO (julio de 323 d.C.), pretendió llegar a Bizancio, pero fue derrotado
finalmente en Crisópolis (septiembre de 323 d.C.), depuesto, fue relegado a Tesalónica
y ejecutado poco después (324 d.C.).

La fundación de Constantinopla (330 d.C.) tuvo, entre otras, razones estratégicas, su


ubicación en una península le otorgaba protección natural en tres de los cuatro puntos
cardinales: el este, el norte –donde colindaba con el Cuerno de Oro– y el sur –por la
Propóntide–, mientras que la parte occidental quedó bien guarnecida por las murallas
que mandó construir el mismo CONSTANTINO.

Luego de media centuria de paz con los godos, se desató una nueva guerra (332 d.C.),
que llevó a éstos a firmar un tratado por el que se les reconocía como suya una
extensión específica de tierra a cambio de una contribución anual. Poco después había
recuperado la mayor parte de la provincia de Dacia (336 d.C.) – que AURELIANO se
había visto forzado a abandonar en 271-.

El emperador afianzó la división de la burocracia imperial, que se dividió en dos


ramas, una civil y una militar, ambas jerárquicamente ordenadas y remuneradas;
estableció oficinas centrales (comitatus) en Milán para Occidente y Constantinopla para
Oriente, de las que hacían parte, entre otros: (i) el encargado de preparar las
constituciones imperiales (comes et quaestor sacri palatii); (ii) el encargado de las
audiencias del emperador y su correspondencia (comes et magister officiorum); (iii) el
encargado del tesoro y las finanzas públicas (comes sacrarum largitiorum); (iv) el
encargado de las finanzas del emperador (comes rei privatae); y (v) los notarios.

El esquema administrativo paralelo a las antiguas magistraturas republicanas


apenas se mantuvo; los prefectos hacían ya parte del comitatus imperial, los prefectos
del pretorio (praefectus praetorio) eran ahora los administradores civiles de las cuatro
prefecturas, mientras los urbanos (praefectus urbi) eran la máxima autoridad
administrativa de Roma y Constantinopla; en cambio, si bien el encargado de la
vigilancia, control del fuego y de la contaminación (praefectus vigilum), y el de
aprovisionamientos (praefecti annonae), conservaban su originaria competencia, eran
ahora dependientes del prefecto de la ciudad.

El Senado romano se había convertido más en un grupo aristocrático cortesano


escogido libremente por el emperador, y el requisito formal del ejercicio previo de
magistraturas vino a ser reemplazado por el de la importancia de los cargos que se
ocupasen en la burocracia imperial.


La política de CONSTANTINO en favor de los cristianos armenios e ibéricos


caucásicos, sometidos al rey Sasánida SAPOR II, llevó a que éste concentrara tropas en
Mesopotamia para forzar la revisión de las cláusulas de la Paz de Nísibis, e invadió
Armenia, donde impuso en el trono a un rey títere. Luego de que se frustraran las
conversaciones para conseguir un acuerdo –para lo que había enviado a su hijo
CONSTANCIO a Antioquía y a su sobrino HANIBALIANO al Asia Menor- se dispuso a la
guerra, pero su muerte (22 de mayo de 337 d.C.) la frustró.

Apenas falleció CONSTANTINO sus hijos se repartieron territorialmente el Imperio:


CONSTANCIO II se adjudicó Oriente -residiendo en Antioquía-, CONSTANTE tomó las
centrales Italia, África y Grecia -con capital en Sirmium-, mientras que CONSTANTINO II
se quedó en las provincias occidentales -estableciendo su residencia en Treverorum-.
Este último invadió Italia pero fue vencido por CONSTANTE en Aquilea, donde murió
(340 d.C.), a partir de entonces CONSTANTE fue señor único de las provincias
occidentales.

Una conjura del general MAGNENCIO -a quien sus tropas proclamaron emperador
y que obtuvo rápidamente la lealtad de Britania, Hispania y las Galias-, llevó al
asesinato de CONSTANTE cerca de los Pirineos (350 d.C.), pero el usurpador debió
enfrentarse a quien CONSTANCIO II, quien le venció en la batalla de Mursa (351 d.C.), y
finalmente, en la de Monte Selecto (353 d.C.).

Bajo CONSTANCIO, fueron perfeccionados el ceremonial litúrgico para diferenciar al


monarca de elección divina de los mortales, la centralización progresiva de funciones y
la clara diferencia entre cargos públicos y funciones militares, ideados por
DIOCLECIANO y construidos por CONSTANTINO.

Las prefecturas, regidas ahora por el prefecto del Pretorio (praefectus praetorio),
continuaron subdivididas en diócesis dirigidas por un vicario, a su vez divididas en
provincias regidas por gobernadores, se mantenía además la importantísima prefectura
de Egipto (praefectus Aegypti).

El emperador CONSTANCIO designó como César a su primo FLAVIO CLAUDIO


JULIANO (hijo de JULIO CONSTANZO, hermanastro de CONSTANTINO) y le concedió el
gobierno de las Galias. No obstante, cuando el emperador le ordenó el envío de tropas
para la guerra contra los persas, sus legiones se sublevaron proclamándolo emperador.
La muerte de éste (361 d.C.) evitó una confrontación y allanó el camino a JULIANO, que
entró a Constantinopla como emperador (fines de 361 d.C.).

El corto reinado de JULIANO fue una excepción, quiso despojarse del halo místico
que concentraba el poder, dio mayor autonomía financiera a las ciudades y, a pesar de
avizorar su muerte no designó sucesor. No había más miembros de la dinastía
constantiniana, y a diferencia del de los cristianos, su dios (Helios) no concluía pactos
para la eternidad.

JULIANO permaneció inicialmente en Constantinopla (diciembre de 361-mayo de


362 d.C.), pero debió dirigirse a la guerra contra los persas, donde perdió la vida (junio
de 363 d.C.). Le sucedió JOVIANO, quien luego de ceder a los persas posiciones clave a
orillas del río Tigris, murió de regreso (febrero de 364 d.C.).
Los oficiales de las legiones asentadas en Bitinia eligieron entonces a
VALENTINIANO, que asoció como Augustos a su hermano VALENTE (marzo de 364 d.C.)
–a quien confió el gobierno de Oriente- y a su hijo GRACIANO (367 d.C.).

VALENTINIANO debió empeñarse en luchas contra los alamanes -a quienes debió


concederles un foedus, pues no obstante el apoyo de los burgundios no los pudo
sojuzgar- (374 d.C.), y los piratas sajones -que asolaban las costas de Britania-, así como
en reforzar las fronteras del Rin y el Danubio.

En el entretanto VALENTE adelantaba una nueva guerra contra los godos (367 a 369
d.C.) e intervenía en Armenia e Iberia caucásica (370 a 377 d.C.), que habían sido
ocupadas por los persas.

Muerto VALENTINIANO (375 d.C.) asumieron el poder en Occidente sus hijos


GRACIANO y VALENTINIANO II.-quien fue proclamado emperador por las tropas
asentadas en la Panonia-. GRACIANO dirigió una nueva guerra contra los alamanes, a
quienes persiguió más allá del Rin (378 d.C.), en el mismo año, ante la muerte de
VALENTE, debió encomendar a TEODOSIO, el mejor de sus generales, la dirección de la
guerra contra los visigodos –que habían pasado el límite del Danubio-, proclamándolo
poco después Augusto de Oriente (379 d.C.).

TEODOSIO debió aceptar a los visigodos como federados y otorgarles la Mesia, lo


que no impidió que al mando de ALARICO I amenazaran Constantinopla y se asentaran
en los Balcanes, desde donde dirigieron su atención a Italia.

Sublevadas las tropas de Inglaterra proclamaron a MAGNO CLEMENTE MÁXIMO,


quien invadió la Galia y dio muerte de GRACIANO (383 d.C.), ante lo cual TEODOSIO
debió designarlo Augusto de Galia, Inglaterra y España. El mismo MÁXIMO expulsó de
Italia a VALENTINIANO II (387 d.C.).

Mientras TEODOSIO I permaneció en Italia (388 a 391 d.C.) encomendó el gobierno


de Oriente a su hermano, y al restituir en el trono a VALENTINIANO II le encargó
nuevamente de Occidente una vez decidió dirigirse a Oriente (391 d.C.).

Muerto VALENTINIANO II en extrañas circunstancias, el germano ARGOBASTO


impuso como emperador a EUGENIO (392 d.C.), lo que forzó a TEODOSIO a invadir
nuevamente Italia, venciéndolos en la batalla del Fluvius Frigidus (394 d.C.) –que llevó al
suicidio de ARGOBASTO y la muerte por decapitación de EUGENIO-, y asumiendo el
control total del Imperio.

La reunificación fue sin embargo temporal, a su muerte (395 d.C.) se confirmó una
división ya impuesta por condiciones económicas, políticas y culturales; a partir del
momento en que sus dos hijos asumieron el gobierno, HONORIO en Occidente, bajo la
regencia de ESTILICÓN–, y ARCADIO en Oriente, se produjo la separación formal de los
dos Imperios.

A. Imperio Romano de Occidente


Bajo HONORIO (395-423 d.C.), que desplazó por necesidades de defensa la capital del
Imperio a Ravena (402 d.C.), las últimas legiones romanas abandonaron Britania -
invadida por los Sajones- (409 d.C.), los vándalos llegaron a España (409 d.C.), los
visigodos saquearon Roma (410 d.C.) y avanzaron hacia Hispania, los burgundios se
instalaron en la orilla izquierda del Rin (413 d.C.) –fundando un Imperio con capital
en Works– y debió cederse Aquitania a los godos (415 d.C.).

A HONORIO y CONSTANCIO III –general de origen bárbaro nombrado Augusto por


aquél (421 d.C.)– les sucedió JUAN, llamado El Usurpador (423 a 425 d.C.).

JUAN esperaba poder llegar a un acuerdo con el emperador de Oriente TEODOSIO II,
pero éste nombró César en Constantinopla a FLAVIO PLACIDIO VALENTINIANO (23 de
octubre de 424 d.C.), hijo mayor de CONSTANCIO III y GALA PLACIDIA -hija de
TEODOSIO-.

Ante la designación de VALENTINIANO como coemperador, JUAN envió a su general


AECIO a pedir ayuda militar a los hunos, pero en el entretanto el ejército del Imperio de
Oriente se dirigió a Italia y se apoderó de Aquilea. Convencidas las legiones de
Ravena, JUAN fue llevado a esta ciudad y decapitado (junio de 425 d.C.).

Luego de unas escaramuzas militares, PLACIDIA y AECIO acordaron, recompensas


para los hunos -que se retiraron –y la designación de éste como magister militum, con 6
años de edad VALENTINIANO III asumió el título de Augusto, bajo la regencia de su
madre (octubre de 425 d.C.), y luego bajo la de AECIO (a partir de 433 d.C.).

Aunque este Emperador obtuvo algunas victorias sobre visigodos -en el sur de
Galia (426 a 436 d.C.)- debió concluir “tratados” (foedus) con ellos, mediante los cuales
se les reconoció soberanía sobre Aquitania y la provincia narbonense; también logró
someter diversas tribus germanas en el Rin y el Danubio (428 a 431 d.C.), y someter
temporalmente una sublevación burgundia (437 d.C.), aunque debió permitir el
asentamiento de este último pueblo en Saboya el cual extendió luego su influencia a
Langres, Dijon, Die y Lyon, antigua capital de los galos- (443 d.C.). Asimismo,
concedió Numidia (435 d.C.) a GENSERICO –rey vándalo-, quien además ocupó las Islas
Baleares, Córcega, Sicilia y Cerdeña (439 d.C), lo que llevó a que el Emperador de
occidente le reconociera como soberano del mediterráneo occidental (442 d.C.).
También debió decidir VALENTINIANO al abandono definitivo de Britania (446 d.C.).

Los últimos años de su mandato estuvieron caracterizados por la presión de ATILA,


quien al quedar poco por saquear en Oriente prefirió dirigir su atención a Occidente, y
aprovechando una pretendida promesa de matrimonio de HONORIA, hermana del
emperador, pidió como dote la mitad del imperio occidental. Refutada su exigencia se
dirigió a Bélgica (451 d.C.).

Una embajada del emperador convenció al rey visigodo TEODORICO I a aliarse con
romanos, francos, alanos y burgundios para enfrentar a ATILA, a quien vencieron en la
batalla de los Campos Cataláunicos (451 d.C.). Esta derrota y la muerte del rey huno (453
d.C.), terminaron por disgregar unas hordas con precario poder de cohesión.
Asesinado VALENTINIANO III asumió PETRONIO MÁXIMO (455 d.C.), lo que permitió
a GENSERICO dar por terminado el tratado con Roma, desembarcar en Italia y saquear
la ciudad. Muerto el emperador por cuenta de la turba, la nobleza gala y el rey
visigodo TEODORICO eligieron al galorromano AVITO (455 d.C.), quien soportó la
invasión vándala de Italia a través de Córcega y Cerdeña (455 d.C.) y el saqueo
ostrogodo de Capua (456 d.C.).

RICIMERO -general romano de origen suevo que se desempeñaba como magister


militum del emperador-, depuso al emperador e hizo proclamar a MAYORIANO (457
d.C.), quien aliado con LEÓN I –entonces emperador de Oriente– y TEODORICO –rey
visigodo– atacó a GENSERICO, y rechazó un ataque vándalo a la Campania.
MAYORIANO fue derrotado (460 d.C.) y asesinado al año siguiente (461 d.C.) por orden
del mismo RICIMERO.

Después del corto gobierno de LIBIO SEVERO (461 a 465 d.C.), RICIMERO gobernó 2
años en forma autónoma, hasta que ante la amenaza de los vándalos debió acudir al
emperador de Oriente, quien impuso a ANTEMIO (467 d.C.) y luego a OLIBRIO (abril de
472 d.C.), quien murió el mismo año (noviembre de 472 d.C.).

La demora del emperador de Oriente en designar el colega de Occidente llevó a que


el burgundio GUNDOBADO –para ese momento magister militum- designara a GLICERIO
(marzo de 473 d.C.), quien logró defender Italia de los Visigodos pero no pudo impedir
la conquista de las Galias.

La designación irregular llevó a que LEÓN, emperador de Oriente, designase a


JULIO NEPOTE (474 d.C.), quien desembarcó en Italia y depuso a aquél sin resistencia
alguna. En el corto tiempo de su reinado (hasta agosto de 475 d.C.) NEPOTE logró un
acuerdo de paz con los Visigodos –lo que le permitió recuperar Provenza-, pero no
pudo impedir las incursiones de los vándalos, con la consecuente pérdida definitiva de
África, Sicilia, Cerdeña, Córcega y las Islas Baleares.

A pesar de que el general germánico ORESTES depuso a NEPOTE e impuso a su


menor hijo RÓMULO AUGUSTO como emperador (octubre de 475 d.C.), aquél -que había
huido a Dalmacia- seguía siendo el emperador reconocido por Oriente.

RÓMULO AUGUSTO fue también depuesto y enviado a la Campania (septiembre de


476 d.C.), esta vez por ODOACRO, rey de los hérulos, quien envió oficialmente las
insignias imperiales a Constantinopla.

El reinado de ODOACRO y la toma ostrogoda de Italia llevarían a interrumpir la


historia del Imperio en occidente, pero luego de media centuria, al llegar JUSTINIANO al
trono de Oriente (527 d.C.), pensó en la reconquista.

Suscrita la “paz perpetua” con los persas (532 d.C.), que quitaba al Imperio la
preocupación sobre su frontera oriental, las tropas constantinopolitanas al mando de
BELISARIO se dirigieron hacia el norte de África -donde se encontraba el reino vándalo-,
sitiaron Cartago (533 d.C.) y retomaron Mauritania en la batalla de Ad Decimum (533
d.C.), meses después, y teniendo como excusa el asesinato de la aliada ostrogoda
AMALASWINTA por parte de su cónyuge TEODATO (535 d.C.), invadieron Sicilia (535
d.C.), tomaron Roma (536 d.C.) y Ravena (540 d.C.), haciendo prisionero a VITIGES,
entonces rey ostrogodo. La recuperación total tanto del territorio continental como de
Cerdeña se dio poco después (542 d.C.).

La ruptura de la “paz perpetua” llevó a Constantinopla a imponer una fuerte


política fiscal, que provocó malestar en la península y permitió a TOTILA, nuevo jerarca
ostrogodo, recuperar Italia, Sicilia y Cerdeña (541-551), la reacción de los ejércitos de
oriente dirigidos por NARSÉS, llevó, luego de una década de confrontaciones, a la
victoria definitiva y, con ella, al fin del reino ostrogodo.

Pacificada Italia las tropas de Oriente penetraron en Hispania aprovechando el


llamado que desde Sevilla les había hecho ATANAGILDO, y con la excusa de solucionar
el problema de sucesión de los visigodos lograron establecer allí una pequeña
provincia (552 d.C.).

Con el asentamiento bizantino en España y la muerte de TEIAS, último rey


ostrogodo (553 d.C.), fueron nuevamente tierras romanas, ahora bajo influencia
oriental: la parte sur y oriental de España, la península itálica –desde Liguria hasta
Calabria y Puglia–, Sicilia, los Balcanes, la parte norte de África –que comprendía las
dos Mauritanias–, Córcega y Cerdeña.

El ordenamiento territorial de Italia supuso varios tipos de administración: la del


territorio continental, en cabeza de un prefecto del Pretorio con sede en Ravena; la de
Sicilia, regida por un pretor de Sicilia, con sede en Siracusa y dependencia directa de
Constantinopla; y la de Cerdeña y Córcega, dependiente de Cartago, sede de la
administración de África occidental.

La política integradora de JUSTINIANO cesó con su muerte (565 d.C.).

B. Imperio Romano de Oriente

ARCADIO (395-408 d.C.) gobernó a través de consejeros, y cuando a su muerte le


sucedió su hijo TEODOSIO II (401 d.C.) también éste debió ser asistido, primero por
ANTEMIO, principal consultor de su padre, y luego (a partir de 414 d.C.) por su
hermana PULQUERIA.

Los hunos que de hace algún tiempo se encontraban en negociaciones con el


imperio, bajo la dirección de ATILA y BLEDA lograron un tratado que obligaba al
imperio a pagar un tributo (435 d.C.), pero poco años después, sosteniendo que los
romanos habían faltado a sus compromisos, reaparecieron en las fronteras atacando a
los mercaderes de la ribera norte del Danubio (440 d.C), invadieron Iliria y los
Balcanes, saquearon Margus, y tomaron Sigindunum y Sirmium (441 d.C.).

Rechazadas las exigencias por TEODOSIO II, los hunos tomaron Serdica y
enfrentaron y destruyeron tropas romanas en las afueras de Constantinopla, lo que
forzó un nuevo tratado (444 d.C.). Al peligro de los hunos sucedió el de una facción de
los ostrogodos que se había asentado en la Panonia.

Muerto BLEDA (445 d.C.) y proclamado ATILA como único rey, ingresó nuevamente
a los Balcanes (448 d.C.) iniciando nuevas negociaciones con miras a obtener mayores
tributos.

A la muerte de TEODOSIO II (450 d.C.) y por influencia de ASAPR, jefe alano con
amplia influencia en la corte oriental, le sucedió MARCIANO (450 d.C.) –esposo de
PULQUERIA–, quien interrumpió el tributo a los hunos.

A MARCIANO le sucedió el tracio LEÓN (457 d.C.) –primer soberano en recibir la


corona del patriarca de Constantinopla- , quien ante la presión de los godos asentados
en la Panonia, debió concederles, a través de un foedus, un amplio territorio del Imperio
de Oriente (461 d.C.).

A éste le sucedió su nieto LEÓN II (474 d.C.), pero su repentina enfermedad y


muerte condujeron al trono a ZENÓN (474 d.C.) -quien tuvo que enfrentar al usurpador
BASILISCO (475-477 d.C.), hermano de la emperatriz viuda-, a quien ODOACRO
manifestó lealtad enviando las enseñas imperiales a Constantinopla, motivando que se
le reconociera magister militum per Italiam, de otro lado, al consolidarse el estado
visigodo “reconoció” como soberano al rey EURICO (477 d.C.).

Cuando el mismo ODOACRO interfirió en materia religiosa –influyendo en el


nombramiento del pontífice (483 d.C.)– y política –asumiendo actitudes de soberano
independiente–, el Emperador tuvo que considerarlo rebelde (485 d.C.) y otorgar al rey
ostrogodo TEODORICO el título de magister militum, patricio e hijo adoptivo del
emperador, designándolo como su “delegado” en Italia, lo que permitió a éste invadir
los Balcanes, penetrar en la península (488 d.C.), y derrotar a aquél, apoderándose de
ella “en nombre del emperador romano” (493 d.C.).

Muerto ZENÓN su viuda escogió a ANASTASIO -miembro de la corte imperial- para


sucederle (491 d.C.). Éste debió adelantar la llamada Guerra Isáurica (492-496 d.C.) -
que se originó por la revuelta de los seguidores del hermano de LONGINO, hermano de
ZENÓN, a quien aquél había desterrado-; y la Guerra Persa (502-505 d.C.) -que concluyó
con un tratado de paz-; soportar la devastación de las provincias de los Balcanes por
cuenta de eslavos y búlgaros; y reconocer a la autoridad de TEODORICO en Italia (497
d.C.).

Al morir sin descendencia, Senado y ejército designaron a JUSTINO I (518 d.C.),


quien asoció al trono a su sobrino FLAVIO JUSTINIANO (527 d.C.), que le habría de
suceder unos meses después.

Empeñado en fortalecer la frontera oriental, cuyo mayor peligro lo constituía la


monarquía persa sasánida -que abarcaba desde el río Indo hasta Mesopotamia y desde
el mar de Aral hasta el Caspio-, JUSTINIANO suscribió con aquella la llamada “paz
perpetua” (532 d.C.), no obstante, el descuido de esa frontera oriental por la atención
de la reconquista de Occidente, estimuló a los persas a saquear Antioquía (540 d.C.) y
apoderarse de una amplia región del Imperio entre el Mar Negro y el Caspio.
Finalmente, el general BELISARIO debió comprometerse a pagarles un tributo anual (562
d.C.).

La reestructuración administrativa de JUAN DE CAPADOCIA suprimió las diócesis y la


praefectura vigilum, reemplazada por la praetura plebis, mantuvo en líneas generales la
organización burocrática, la función senatorial simplemente orientadora de la
administración financiera y fiscal de la ciudad, y la separación de funciones militares y
administrativas (N. 8) (535 d.C.) -aunque en ocasiones éstas se fusionaron, como en el
Exarcado de Ravena, luego de que la añoranza llevara a la reconquista temporal de
Italia-.


1.2.1.
Asentamiento
del
cristianismo


Luego del fracaso de la tetrarquía las necesidades religiosas y de detentación del poder
político confluyeron: el emperador necesitaba del cristianismo para mantenerse, y el
cristianismo del emperador para su reconocimiento oficial y protección temporal.

El fin de las persecuciones inició con un edicto de tolerancia de GALERIO suscrito en


Nicomedia (311 d.C.), y se consolidó con el acuerdo entre CONSTANTINO y LICINIO (313
d.C.), momento a partir del cual se establece la libertad de cultos en todo el Imperio y
la devolución de los bienes expropiados a la Iglesia cristiana, lo que explicaría que
EUSEBIO DE CESAREA (265-340 d.C.), primer gran literato cristiano, llamara a estos 2
hombres bienamados de Dios, quienes “para agradecer las mercedes recibidas del
Señor, empezaron a limpiar […] de enemigos de Dios el mundo”.

A partir de entonces CONSTANTINO se interesó activamente en los asuntos de la


Iglesia cristiana, diseñando toda una estructura que garantizaba su disciplina e
importancia, pero manteniendo un fino equilibrio político a fin de no confrontarse con
el paganismo. Convocó el Concilio de Arlés (314 d.C.) que condenó el donatismo, y
reconoció al obispo de Roma apenas una “primacía de honor” entre los demás obispos,
limitando su autoridad a Italia, mientras extendió la del obispo de Alejandría a Egipto,
y la del de Antioquía a Asia.

Aunque él mismo concedió atribuciones judiciales a los obispos (318 d.C.)


(CONSTANTINO. CTh. 1, 27, 1), conservó las prerrogativas de los sacerdotes paganos y
continuó ejerciendo el sumo pontificado pagano.


Vencido LICINIO el omnímodo emperador se empeñó aún más en la consolidación de la


Iglesia cristiana, convocó el Concilio ecuménico de Nicea (325 d.C.) que condenó la
herejía arriana, estableciendo el dogma trinitario y definiendo la “naturaleza” de JESÚS:
hombre y Dios al mismo tiempo.

Asentado el cristianismo comenzaron los cismas y las persecuciones internas:


CONSTANTE persiguió a los donatistas, mientras que CONSTANCIO –cristiano arriano–
desterró a numerosos católicos, persiguió a los donatistas y, en especial, a los judíos,
consagrando entre otras la sanción de confiscación al cristiano que se convirtiese.
La historiografía eclesiástica se ha levantado permanentemente contra el emperador
JULIANO, comúnmente denominado “el Apóstata”, quien no reconoció al Dios sufriente
y hecho carne de los cristianos, a quienes consideró un grupo de seguidores de
insensatas y pueriles creencias ajenas a personas educadas, empero, debe reconocerse
en él un profundo conocedor de filosofía y literatura, y que como reconocido partidario
del politeísmo no sólo criticaba el rigor monoteísta, sino que criticó postulados
centrales de la concepción cristiana

El emperador patrocinó sus querellas internas, les prohibió enseñar en las escuelas (362
d.C.), se empeñó en la reconstrucción del templo de Jerusalén (363 d.C.) y procuró la
defensa de las prácticas amenazadas, llegando incluso a predicar la necesidad de una
iglesia pagana.

JOVIANO restituyó los privilegios a los cristianos; pero pronto una nueva querella
entre cristianos, mientras VALENTINIANO (364-375 d.C.) fue católico, su hermano
VALENTE (364-378 d.C.), último en apoyar oficialmente el arrianismo, desató una fuerte
persecución contra aquellos.

Se sabe que GRACIANO suprimió los privilegios de las vestales, las subvenciones a
los sacerdotes paganos y despojó al Senado del altar de la Victoria, y que EUGENIO
representó la última resistencia de la antigua religión, el proclamado emperador
restituyó la estatua de la Victoria al Senado, los templos recuperaron sus rentas y las
ceremonias tradicionales revivieron (392 d.C.).

No es extraño que los teóricos ortodoxos hayan llamado “El Grande” a TEODOSIO I:
acogió las fórmulas del Concilio de Nicea, y con su patrocinio se hicieron expresas
manifestaciones sobre la divinidad de la tercera persona; declaró al cristianismo
católico –que predicaban el entonces papa DÁMASO y el arzobispo de Antioquía– como
la religión oficial del Imperio (GRACIANO, VALENTINIANO Y TEODOSIO I. CTh. 16, 1, 2)
(380 d.C.); desterró a los obispos arrianos; ordenó a todas las iglesias unirse a los
ortodoxos (381 d.C.); retiró la capacidad de testar y heredar a los apóstatas; y
suprimió el título pagano de pontifex maximus. Su victoria en la batalla del Fluvius
Frigidus (394 d.C.) significó para los cristianos “la victoria de Dios”.

ZENÓN intentó encontrar fórmulas de acercamiento entre monofisistas y ortodoxos;


una propuesta del patriarca de Constantinopla definida como decreto de unión
(Henotikón) (482 d.C.), no satisfizo a ninguno de los bandos y, por el contrario, llevó al
papa FELIX III a excomulgar a los patriarcas de Constantinopla y Antioquía,
produciéndose la primera ruptura oficial entre las dos iglesias.

Poco después intervino nuevamente JUSTINIANO emitiendo un edicto (543 d.C.) en


el que, acercándose a los monofisistas, condenaba teólogos y escritos del siglo anterior,
que habían sido rehabilitados por el Concilio de Calcedonia; la disposición del
emperador fue aprobada por un nuevo concilio ecuménico constantinopolitano (553
d.C.) y aceptada por el papa VIRGILIO (555 d.C.), aunque para ello fue necesario
secuestrarlo.
1.2.2.
Deterioro
económico
de
occidente
y
expansión
comercial
de
oriente.
Roma
y
la

nueva
Roma.


A pesar de que CONSTANTINO dotó de nuevos ornamentos la ciudad y, acorde con su


política religiosa, hizo erigir incluso la basílica cristiana que llevaría su nombre, la
actividad comercial de Occidente y su importancia política decaían, mientras Oriente
se convertía en eje del Imperio.

La Nueva Roma (330 d.C.), situada en la margen occidental del Bósforo, se


inauguró bajo el nombre de Constantinopla (330 d.C.) que aunque pretendía ser desde
el principio una ciudad cristiana, vio pronto levantar templos paganos; aun así se
constituyó en punto de unión entre Imperio e Iglesia cristiana, a pesar de ello,
cualquier desavenencia entre uno y otra llevaba a buscar el apoyo político del obispo
de Roma.

La fundación de la Nueva Roma tuvo razones comerciales porque podía alcanzarse


por vía marítima el Mar Negro – y a través de él dirigirse a Armenia, Mesopotamia y
Ucrania – y el Mar Mediterráneo, y por vía terrestre el Danubio, Macedonia, Grecia,
así como toda la Anatolia y Siria. También tuvo razones estratégicas, porque su
ubicación en una península le otorgaba protección natural en tres de los cuatro puntos
cardinales: el este, el norte y el sur, mientras que la parte occidental quedó bien
guarnecida por las murallas que mandó a construir el mismo CONSTANTINO.

Una profusa actividad mercantil se desarrollaba ahora en las grandes ciudades


marítimas de Alejandría y Cartago, y Constantinopla se convertía en una capital
pletórica de lujo, adornada con imponente arquitectura en palacios e iglesias.

El aumento del latifundio llevaba a una mayor acumulación de tierras por parte del
emperador, concedidas para explotación particular mediante concesiones perpetuas o a
largo término, “se ha calculado que hacia el año 422 en el África proconsular las tierras
imperiales representaban el 18, 5%, y en África byzacena el 15% de todo el territorio,
incluida la parte no cultivable”, pero al mismo tiempo el latifundio era improductivo.

Mientras las necesidades de defensa llevaron a HONORIO a doblar la altura de las


murallas aurelianas que protegían Roma, el vertiginoso desarrollo de Constantinopla
impulsaría obras de infraestructura y la ampliación del perímetro por medio de nuevas
murallas, que mandaron construir tanto TEODOSIO II como ANASTASIO.

1.2.3.
Cambio
en
el
esquema
de
las
relaciones
de
producción
esclavista


Las guerras de expansión que habían hecho florecer en cantidad y calidad el sistema
esclavista, y que permitieron durante la República y el Principado, no sólo tener una
gran cantidad de mano de obra, sino encontrar entre los siervos al hombre culto de
Cartago, Grecia y Egipto, habían finalizado; el sistema basado en el sometimiento y la
esclavitud de pueblos civilizados pertenecía al pasado.

Las nuevas condiciones permitieron al cristianismo acoger y reverdecer las


enseñanzas estoicas, y concebir un nuevo sistema de valores contrario al de la cultura
pagana, dentro del cual se encontraba el rechazo de la aristotélica distinción natural
entre hombres libres y siervos.

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