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La Iglesia evangélica del siglo XXI: redescubriendo el papel de la

Iglesia de el Salvador ante la marginalización de los pobres por


parte del sistema económico.

Introducción

La Iglesia nunca ha renunciado a decir la palabra que le corresponde acerca de las

cuestiones de la vida social. Es una voz dirigida a las comunidades cristianas y

especialmente a los laicos y laicas, llamados como recuerda el Concilio Vaticano II

a ocuparse de las realidades temporales según Dios (Lumen Gentium, 31).

Conocer a fondo y saber cómo actuar y comprometerse en la vida pública es una

tarea tanto imprescindible como compleja. La doctrina social de la Iglesia nos

permite juzgar los cambios de nuestra sociedad a la luz de la fe y de la sensibilidad

cristiana en temas tan complejos como la militancia política, el servicio al bien

común, la participación en la sociedad y en la cultura, el compromiso en el mundo

del trabajo y de la empresa, la acción contra la pobreza y la marginación. (Tamayo,

José)

Así es como el pueblo cristiano encuentra ayuda para discernir valores

auténticamente cristianos en medio de una sociedad abierta y plural. Saber guiarse

en medio de ese "mar" de opciones y compromisos es un aporte que podemos y

debemos recibir de la Doctrina social de la Iglesia. Así lo recordaba Severinno

Croatto: "El cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas y


particularmente en la nuestra es "dirigir la mirada del hombre, orientar la conciencia

y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo".

Pero el reto más de fondo que busca la Doctrina social de la Iglesia en la actualidad

es de carácter antropológico, rehacer la metafísica del "humanum", lo cual supone

llevar ese descubrimiento a las relaciones humanas, a "la relación con el otro", en

medio de una cultura individualista, desorbitadamente neoliberal y poco

comprometida. El "ocuparse del otro" desde este horizonte es una tarea de profundo

calado cristiano, no sólo social.

La herencia católica y sus iniciativas sociales

De los ámbitos imprescindibles para asumir la doctrina social de la Iglesia es en

vistas a vivir una educación en la verdad y en la caridad. Como bien dice Benedicto

XVI tenemos que enfrentarnos en las cuestiones sociales a la siguiente pregunta:

¿qué significa « ser más »? Para ello la doctrina social nos dice que la verdad del

desarrollo consiste en su totalidad: si no es de todo el hombre y de todos los

hombres, no es el verdadero desarrollo, reto fundamental ante una sociedad cada

vez más globalizada que nos hace más cercanos, pero no más hermanos. (Kung,

Hans)

La doctrina social de la Iglesia es relevante para implantar la lógica del don en las

relaciones económicas y sociales A la lógica del mercado, a la lógica del Estado, a

la lógica de la propaganda y de la manipulación, hay que añadir -propone Benedicto

XVI- otro modo decisivo de razonar y comportarse: la lógica del don. Y en la medida

en que no lo hagamos así, nuestro mundo no se va a recuperar del todo mientras


no cambiemos nuestro modo de pensar y nuestro estilo de vida, es decir, mientras

no pasemos del esquema del egocentrismo a un planteamiento decididamente

ético, hecho de generosidad.

Formar la conciencia social, para los cristianos y para la sociedad en general, es

imprescindible para comprometerse especialmente con las personas

empobrecidas, con los que no cuentan, los "descartados de la sociedad",

desempleados, emigrantes, etc. Mediante opciones concretas de solidaridad, a

partir de una valoración negativa del enriquecimiento a costa de los pobres,

renunciando explícitamente al camino del confort y del consumismo en favor de

decisiones que provoquen la fraternidad.

El crecimiento en la fraternidad entre los miembros de una sociedad es así un

aspecto esencial del desarrollo integral de la misma. Es fácil ver que, en cambio, tal

crecimiento se ve dificultado cuando se quiere calibrar solo en términos materiales,

ya sea del aumento del solo consumo, como dentro de estrategias de poder y

enfrentamiento entre intereses contrapuestos. (Tamayo, José)

El cristiano encuentra en la Doctrina social de la Iglesia principios de reflexión,

criterios de juicio y directrices de acción que son la base para un humanismo integral

y solidario. El Compendio de Doctrina social de la Iglesia (nº, 73) cita tres niveles y

aportaciones de las Doctrina social de la Iglesia:

1.- La doctrina social da fundamento a las motivaciones;

2.- La doctrina social aporta de forma directiva normas del vivir social;
3.- La doctrina social ayuda a la conciencia a deliberar, a mediar las normas

objetivas y generales en las concretas y particulares situaciones sociales.

La experiencia nos muestra como este recurso para tener una formación cristiana

completa ha estado ausente, en general, y no se enseña ni se conoce

adecuadamente. Sin embargo, la Iglesia tiene el deber de ofrecer su contribución

específica, para que las exigencias de la justicia sean comprensibles y políticamente

realizables. Esta tarea de evangelización y del anuncio del Evangelio debe ser

protagonizada fundamentalmente por los laicos. Ello implica adquirir una mentalidad

de fe, o sea, un modo de ver, juzgar, elegir, amar que se apoye en los valores del

evangelio.

La apocalíptica como expresión de los oprimidos

La Lectura Popular de la Biblia hoy día en América Latina está rescatando

positivamente la literatura apocalíptica y re-interpretándola desde una perspectiva

histórica y liberadora. La teología apocalíptica es apropiada como teología política,

como teología de esperanza, como teología de la historia. La apocalíptica surge en

períodos de persecución para animar la esperanza del pueblo de Dios; la

apocalíptica anuncia el juicio de Dios que pone fin a la crisis que sufre el pueblo y

anuncia la llegada inminente del Reino de Dios en la historia; la apocalíptica

descubre la realidad de Dios en la historia que es la realidad del pueblo pobre de

Dios; la apocalíptica es el momento de la verdad y de la justicia. En ese sentido la

apocalíptica es la esperanza de los oprimidos. (Pablo Richard)


La apocalíptica es sobre todo una “reconstrucción del cielo”. Cuando la tierra

aparece destruida y amenazada de muerte, cuando las mayorías pobres y oprimidas

son cada día más excluidas de las posibilidades de vida, entonces se hace

imperioso reconstruir en la conciencia el proyecto de Dios, ese misterio de Dios,

oculto a los poderosos, pero revelado a los humildes (Mt 11,25-26).

La apocalíptica es la conquista de la conciencia (la reconstrucción del cielo), para la

transformación de la tierra. Cuando la destrucción de la vida es tan intensa, el

pueblo de Dios necesita de apocalipsis, de revelación, para tener claro dónde está

Dios y dónde está el demonio en esta nuestra historia. La revelación va en contra

del ocultamiento; la apocalíptica es lo contrario de la ideología. Lo que el Imperio

oculta, la apocalíptica lo revela, pero lo revela a los pobres, a los oprimidos por el

Imperio. (Severinno Croatto)

La Iglesia Cristiana Evangélica y los retos a enfrentar

Retos más urgentes a los que debe responder el cristiano insertado en la sociedad

actual

a. La apertura a la vida

Su planteamiento y defensa deben formar parte de una auténtica conciencia social

cristiana, especialmente en estas circunstancias como indica Caritas in veritate (nº

15): «no puede tener bases sólidas, una sociedad que -mientras afirma valores

como la dignidad de la persona, la justicia y la paz- se contradice radicalmente


aceptando y tolerando las más variadas formas de menosprecio y violación de la

vida humana, sobre todo si es débil y marginada».

Uno de los aspectos más definitivos para juzgar la calificación moral de una

sociedad es la valoración que se hace de la vida humana. Esta se desprecia cuando

el juicio acerca del prójimo se realiza a partir de criterios extraños a la verdadera

dignidad de la persona, esto es, a partir de una utilidad social o de si alcanza el nivel

de "calidad de vida" socialmente admisible.

b. Testimoniar la fe en la vida pública

Se trata de sanar las instituciones, las estructuras y las condiciones de vida

contrarias a la dignidad humana. El cristiano no se limita a la mera trasformación de

las estructuras, sino que la originalidad de su acción está, sobre todo, en el impulso

de una cultura inspirada en el Evangelio. Se trata de dar prioridad y profundidad a

la conversión y trasformación de las conciencias antes que al cambio de estructuras

sociales y políticas.

Hay que evitar cualquier disociación entre la vida religiosa y los deberes terrenos.

"La ruptura entre la fe que profesan y la vida ordinaria de muchos debe ser contada

como uno de los más graves errores de nuestro tiempo " (Kung, Hans). La fuga

hacia la privacidad genera un modo de espiritualidad evasiva. El proyecto formativo

supera "el problema de cada uno ", fiel reflejo de la sociedad fragmentada y de la

falta de motivación para la vida colectiva “.


Quizás alguna culpabilidad tenemos como comunidad cristiana por dar a entender

a veces que la misión de la Iglesia había que situarla en el ámbito de los espíritus y

de la vida privada. Por eso "se debe rechazar la tentación de una espiritualidad

intimista e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad ni

con la lógica de la Encarnación y, en definitiva, con la misma tensión escatológica

del cristianismo".

Ante la complejidad de la vida pública, el compromiso sociopolítico requiere una

formación especializada que responda a las características propias y plurales de

donde se ha de realizar tal compromiso.

c. Una conciencia social que trasforme la cultura y la sociedad

Una tarea de fondo que debe asumir el cristiano es la aportación ética a la cultura.

Seguramente una de las quejas más comunes que vemos a nuestro alrededor es la

opinión casi unánime de la decadencia de la cultura que nos invade. Echamos en

falta una cultura "capaz de enriquecer al hombre". (Dussel, Enrique)

Una cultura humana y civil que tenga como contenido el desarrollo de la dignidad

humana, que esté bien fundamentada en una correcta antropología; que no reduzca

al ser humano a las visiones ideológicas y formas culturales que lo empobrecen.

Asistimos a planteamientos culturales en España donde el control ideológico es

cada vez más determinante en los medios de comunicación. También la cultura de

las diversas Naciones, que son formas de plantear la existencia persona, se ha

impuesto como una vía de empobrecimiento más que como una manera de

realización humana abierta y fraterna.


Bibliografía

 Croatto, Severino (1995). Apocalíptica: esperanza de los pobres. Revista de


interpretación bíblica latinoamericana.

 Tamayo, José (2003). Nuevo paradigma teológico. (1ra. Ed.). Madrid:


Editorial Trotta.

 Dussel, Enrique (1983). Praxis latinoamericana y filosofía de la religión (1ra.


Ed.). Bogotá: Editorial Nueva América.

 Kung, Hans (2006). El cristianismo esencia e historia (4ta. Ed.). Madrid:


Editorial Trotta.

 Caritas in veritate (nº 15)

 Compendio de Doctrina social de la Iglesia (nº, 73)

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