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162 , HISTOBLA Te ______e___t”" CAPITULO CUARTO. DEL REINADO DE CARLOS II. lL. desmembrada corona de Espaiia, con empaiado brillo y hondas mellas en lo mismo que conservaba , habia tocado 4 un nifio, como va dicho, no todavia de cinco afos; y el gobierno de la vasta, y a la sa- zon desordenada monarquia espaiola a Ja reina viuda, extranjera y de no buen concepto entre el pueblo que regia. Era duefio de su conciencia y de todas sus acciones, el ya citado jesuita Nithard; aleman aborrecido acaso con razon ; pero ciertamente con exceso; de quien es fama, aun- que fundada en dichos de los espaiioles sus enemigos, que era altanero con los nobles principales ; con la reina flexible y bajo, aunque por otro Jado fuese su astuto dominador ; y en su conducta general hombre corrompido. Haciale sombra D. Juan de Austria, querido del pueblo, que le su- ponia prendas superiores a las suyas reales y verdaderas, aunque al ca- bo, como guerrero valiente, si bien las mas veces desafortunado, y co- mo hombre algo versado en toda clase de negocios, bien merecia ser reputado superior al eclesiastico y a los cortesanos, en cuyas manos habia venido caer el gobierno de tantos reinos. Empezé el reinado de Carlos, 6 hablando con mas propiedad , el go- bierno de su madre , con grandes desdichas en Ja guerra. El rey de Francia Luis XIV, mozo aun y Ileno de todo linaje de ambicion, sin escrupulos de apelar a la perfidia para satisfacerla, no obstante haber renunciado para s{ y para sus sucesores todo derecho a posesion algu- na delas de la corona espaiiola, pretendié que tocaba a su consorte una parte de los Paises Bajos ; apoyando una pretension tan monstruosa en cierta costumbre antigua, pero ya derogada, de un oscuro distrito de una de aquellas provincias , la cual disponia que hasta una hembra na- cida de primer matrimonio fuese preferida 4 un varon habido en segun- das nupcias; y como la reina Maria Teresa, su mujer, era hija del pri- mer matrimonio de Felipe IV, y D. Carlos, rey de Espaia, del segundo, publicando especiosos manifiestos, con descaro invadid a Flandes con DE ESPaa. 1 168 Sus tropas , numerosas entonces y aguerridas. Aunque por confesion de un historiador franoés (*) su apasionado., no tenia Luis la justicia de su parte, manejaba el poderoso argumento de una fuerza a la cual poco tenia que oponer la decaida y desdichada Espaiia. Teniendo el monarca franeés por ministro de la guerra 4 M. de Louvois, sin igual en. aptitud para tan importante cargo; por generales a Conde, y Turena y otros poco inferiores ; por subditos 4 una nacion valiente y poderosa, obedien- te entonces, y cuyas fogosas pasiones la Ilevaban en aquellos dias 4 amar y admirar apasionadamente a su rey; y sobre esto bien provisto el erario; en pocos dias gané plazas mal defendidas, y sujetd a una parte de Flandes, que desde entonces no ha dejado de ser provincia de Francia, ya eon el nombre de Flandes francesa, ya en nuestros dias con el de departa- mento del Norte. Las conquistas de los franceses hubieron de causar justos recelos en sus vecinos, que las veian seguir con rapidez, sin poder adivinar donde harian punto. La Holanda, poco antes acérrima enemiga de Espaiia, veia con temor el abatimiento de su antigua sefiora, é irsa Jevantando sobre sus ruinas un vecino harto mas temible. Inglaterra, aunque go- bernada por Carlos II, principe flojo y vicioso, 4 quien no habia servi- do de leccion provechosa la tragedia de su padre, y s{ solo de hacerle buscar en Ja alianza de Francia un apoyo contra lainquietud de sus sub- ditos , clamé tanto contra la ambicion de su rival, y el peligro que de resultas amenazaba al poder y aun la independencia de otras naciones, que logré forzar al menarca a dar pasos para atajar al vencedor francés en su rapida carrera. El famoso inglés Sir Guillermo Temple, literato, fildsofo y politico de nota, trabajé de concierto con la republica holan- desa y con Espaiia, para el fin apetecido, y consiguéndose formar una alianza , con ella se.puso un valladar a las conquistas de Luis XIV. Hi- zose wna paz, de la cual salid Espaiia perdiendo; pues tuvo que ceder de sus provincias flamencas una buena parte ya conquistada por su enemi- go. Fuéle asimismo necesario entonces avenirse con Portugal, recono- ciéndole por reino independiente ; reconocimiento de donde vino grande mepgua a su honra, y no iuferior perjuicio a su interés, si bien la in- dependencia portuguesa , aunque reconocida en aquella hora , sobre exis- tir de hecho desde muchos aiios antes, estaba ya sdlidamente afianzada. ‘A la par con las desdichas de la guerra iba el desérden en el go- bierno y en la corte. Desde los primeros dias del nuevo reinado, ,D. Juan de Austria habia dado muestras de que su enemistad 4 la reina regente y al confesor que la dominaba , puesta al servicio de su ambicion, habia de causar sérios disturbios. Habia llevado a mal que fuese nombrado el confesor consejero de Estado, y declarddose repugnante 4 alternar con i en el consejo; y de resultas desairado por la reina, hubo de retirar- se 4 Consuegra , casi como desterrado. Cuando las armas francesas em- pezaron 4 triunfar en los Paises Bajos , la voz del piblico en Espaiia cla- (*) Voltaire , siglo de Luis XIV. No se atreve el aulor 4 tachar enteramente de injusta la pretension de Luis, de quien mas que histuriador es panegirisla; pero la d& por dudosa. TOMO Vv. 20 154 HISTORIA maba porque fuese enviado alla'D. Juan ‘conto gobernador y general, suponiéndosele ton rdzon bien enterado de.las cosas de aque! pais, y con menos motivo capaz de‘restaurar la gloria de Espaiia. Como con darle aque! mando, sobre satisfacer el deseo popular , lograba ta corte libertar- se de un ambicioso inquieto, fué D. Juan nombrado gobernador de ‘los Palses Bajos. Pero él, no sin causa receloso de que perderfa su reputacidn en la empresa a que se le destinaba , y sabédor de que deseoso el go- bierno de Madrid de perdetle te eséatimaria, como hizo algunos afios antes en Ia guerra de Portugal , los recursos necesarios para salir bien de su empeiio, cargando sobre su concepto el peso de una dertota ‘casi segura, acepté de mala gana el cargo que le era conferido, buscando ‘modos de evadirse de desempefarle. Disponfase , no obstante, a salir de su yetiro y embarcarse , cuando ocurrid ta novedad de ser preso de re- pente D. José Malladas, sugeto muy de su confianza, y ahorcado den- tro de la carcel a las pucas horas de preso , sin preceder formacion de causa, y solo en virtud de decreto de la reina gobernadora. (*) Aquella tragedia algo parecida a la de Escovedo que tanta parte tuvo en la suer- te del primero y mas famoso, D. Juan de Austria did al segundo de es- te nombre fundado motivo de censurar 4 la corte, y especioso pretexto para eximirse de ir 4 Flandes. Estivose pues en Consuegra, dandose por enfermo , conducta con que se hizo mas sospechoso 4 sus enemigos, aumentando en ellos la safia. Llegé la de la corte a punto de ordenar la prision de D. Juan, habiendo ejecutado antes Ja de’ su secretario Pa- tifio; pero enterado él de la resolucion tomada contra su persona, se hu- y6 & Aragon, desde donde, retirado primero en Jaca y luego en Ftix, como rebelde ya, pues no era posible 4 ta corte cumplir su voluntad res- pecto a él, mas de una vezescribid 4 la reina, destemplandose un tanto con ella, y mucho al hablar del jesuita confesor, 4 quien achacaba gra- ves delitos. Por parte de Nithard y de los amigos de este, se alegaba ha- berse formado una confederacion para quitarle la vida, en la cual parti- cipabs D. Juan , segun testimonio de uno de los conjurados , que habia revelado tan infame proyerto. Divididse la corte én bandos, y Ia imito el pueblo, Hamandose nitardistas los parciales de la reina, y los de Don - Juan austriacos. Circulaban escritos de ambas parcialidades , cada cual esforzando los cargos que 4 la contraria hacia. El padre Nithard se que- rellé al consejo real de D. Juan, suponiéndole fautor de an proyecto pa- ra asesinarle , y acusandole de otras no leves culpas. Pero los amigos de PD. Juan a su vez le hacian cargos no menos graves, y entre otros el de calumniador en el motivo principal de su querella, 6 sea en el su- puesto proyecto hecho contra su vida. Mostrabase tilio é irresoluto el (*) El historiador inglés, cuya obra ha servido de original 4 1a presente, ma- nifestandose con exceso contrario 4D. Juan de Austria, nada dice de la muer- te de Malladas, suponiendo que ningun motivo tenia D, Juan para quejarse del _confesor, Es de notar que el mismo historiador se muestra favorable al Pa- dre Nithard, sin mas motivo para favorecerle que la sospecha, por otra parle muy fundada, de que abulté sus defectos el odio de sus enemigos.

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