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A. INTRODUCCION
Planteo del problema general y la delimitación del proyecto.
La presente propuesta propone extender una línea de investigación en torno a las relaciones y tensiones entre
estado y ciudadanía en cuestiones ambientales. Aborda la situación de los afectados ambientales en la
Provincia de Córdoba, Argentina, enfocados en aquellos que son víctimas de la contaminación producida por
el uso masivo de agrotóxicos en la denominada agricultura industrial, partiendo del caso de Barrio Ituzaingó
Anexo en la ciudad de Córdoba, con proyección a casos en todo el territorio provincial. La falta de
reconocimiento jurídico- político de las víctimas o damnificados, de procesos de reparación/ resarcimiento/
remediación del daño, de procedimientos instituídos de participación/ representación política y de defensa
pública, configuran un campo de pensamiento y acción complejo, que no puede ser abordado tan solo desde
un enfoque sectorial de políticas públicas ni por un análisis de marcos de la acción política de la ciudadanía.
Reclama además, un abordaje inter y transdisciplinario, metodologías participativas con los actores
involucrados que pongan en diálogo los aprendizajes y perspectivas, que pueda dar cuenta de un panorama
integral de este problema público y su complejidad, de los subsistemas de la acción interrelacionados, de
conceptos, prácticas y procedimientos institucionalizados y por institucionalizar tanto en el estado como en
la sociedad civil.
Ampliando la descripción de la problemática, podemos consignar dos ejes en los que delimitamos el alcance
del proyecto.
1. La limitada conceptualización política, jurídica e institucional de los afectados ambientales: son
pocos los desarrollos teóricos y empíricos que específicamente dan cuenta de las múltiples desigualdades e
injusticias que padecen las víctimas, no se ha actualizado el marco del Derecho de Daños acorde a los
avances e innovaciones institucionales para la resolución de dichos conflictos, avanzando solo en generar
una nueva tipología de delitos ambientales, y de victimología verde o ambiental, (Hall, 2012; 2014). En la
arena del discurso público en torno a los impactos de las fumigaciones, hemos constatado las dificultades
para siquiera admitir un escenario de controversias (Chateauraynaud, 2011). Prima un abordaje experto-
tecnocrático excluyente de una discusión pública y democrática, con método para que todas las voces puedan
expresarse, y fundamentalmente, que impulse la realización de estudios sobre los efectos negativos. La
desigual proporción en materia de investigación sobre procesos y productos va en desmedro sobre el análisis
de sus consecuencias. Por ello, profesionales independientes avanzan en el estudio de enfermedades agudas y
crónicas que van desde afecciones respiratorias y dermatológicas a proliferación de cánceres,
malformaciones, abortos espontáneos, la presencia de residuos contaminantes en agua, suelo, aire, pérdida de
la biodiversidad a raíz del desmonte, inundaciones y sequías a raíz de la desertificación provocada por el
monocultivo y la intensidad de productos químicos aplicados sin rotación de cultivos. Otros impactos
también estudiados son de índole social y político tales como la dislocación de lazos familiares, vecinales,
sociales a raíz de las enfermedades y fallecimientos, la alteración de sus formas de vida, el menosprecio y la
burocratización de la participación ciudadana activa, la estigmatización y violencia física a los defensores de
DDHH, agravios institucionales por falta de respuesta y omisión/ incumplimiento de la ley y sanciones del
sistema judicial, abandono de persona, entre otros problemas que podemos dar cuenta en más de 10 años de
participación como investigadores en el caso Ituzaingó Anexo (Carrizo y Berger, 2009; 2013). Finalmente,
completa este cuadro de problemático reconocimiento de los afectados, el abandono de la Salud Ambiental.
En lo que refiere al sistema de salud pública, los sistemas de vigilancia epidemiológica no informan en
relación a la cantidad de denuncias que circulan por otros canales, los censos epidemiológicos tampoco dan
cuenta de la cantidad y gravedad de casos informados en los “mapas de la muerte” confeccionados desde los
afectados, y en la red de centros de salud del nivel de atención primaria se producen sub-registros o no se
vinculan los casos de intoxicaciones y enfermedades a los factores contaminantes. El Ministerio de Salud de
la Provincia realizó entre los años 2002 y 2004 una serie de censos epidemiológicos y auditorías ambientales
en barrio Ituzaingó Anexo, observadas en su metodología y conclusiones, a partir de lo cual retira su
intervención del barrio afirmando que no había problema de contaminación. Casi 10 años después los
materiales reunidos como evidencia en el juicio dan cuenta de lo contrario: barrio declarado en emergencia
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Asociación Civil integrada por Marcela Ferreyra, Vita Ayllon, Julia Isabel Lindon y Norma Herrera, integrantes del
Grupo de Madres de Barrio Ituzaingó Anexo, entre otros asociados.
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sanitaria por ordenanzas municipales, y reconocido como sitio contaminado por un informe de la OPS,
además de las pruebas más concluyentes: biomarcadores de exposición en niños y maestros del barrio. La
recientemente sancionada ley de Política Ambiental de la Provincia, que aporta un avance a nivel nacional en
lo que refiere a salud ambiental, sin embargo no ha desarrollado hasta el momento ni su plan quinquenal que
promete la realización de un diagnóstico a nivel provincial de los factores de contaminación y planes para su
mitigación, ni la incorporación de una línea de base en salud a las evaluaciones de impacto ambiental.
2. Urgencia y emergencia de estructuras de sostén como “resortes” de una necesaria movilización
legal- institucional y defensa pública: Por la situación anteriormente descripta, la ciudadanía y en particular
aquellos afectados se encuentran en desprotección, librados a una suerte de auto-responsabilización
individual y colectiva por su propio cuidado. Se difuminan las responsabilidades público- políticas, a nivel
de los funcionarios, a nivel de los generadores de la contaminación, y en un sentido más amplio, de amplios
sectores de la sociedad para la que porciones de la población pueden estar en zona de sacrificio ambiental.
Además de la exposición a los efectos de la contaminación ambiental, una exposición a los efectos del
abandono, maltrato y violencia institucional priva a los afectados de su reconocimiento como ciudadanos y
como personas. En este sentido interpela a una comunidad política más amplia que la estatal, interpela a toda
una sociedad para la que los derechos tengan sentido. Las múltiples desigualdades e injusticias aquí
señaladas nos plantean la necesidad de estudiar los límites y posibilidades de la acción de estructuras de
solidaridad intermedias e intermediarias, organizaciones con mayor o menos grado de formalidad para
superar el problema de sub- representación y sobre- exposición política, recarga cognitiva, ética y moral de
los afectados, su disponibilidad de recursos y particularmente la posibilidad de sostener el reclamo en el
tiempo frente a las dificultades y obstáculos institucionalizados descriptos.
El caso de Ituzaingó Anexo es paradigmático de cómo prácticas ciudadanas, estatales (funcionarios y
personal de planta) y de redes de organizaciones de la sociedad civil (profesionales médicos, universitarias,
DDHH) han contribuido a tematizar públicamente esta situación de injusticia a través de acciones directas
de protesta, denuncias y declaraciones, realización de estudios científicos, epidemiológicos elaboración de
legislación protectiva, peritajes en marco de causas judiciales, entre un vasto repertorio. Sin embargo, dichas
acciones aún no llegan a arribar a una resolución democrática del problema debido a algunos de obstáculos
institucionalizados en relación a la efectiva garantía de las promesas legales y constitucionales de protección
del ambiente, derecho a la vida y la salud: la falta de actualización de las instituciones y poderes públicos en
los avances del Derecho Ambiental que incorporan los principios de prevención y precautorio; así como los
procedimientos para procesos de reparación ambiental; el fomento de marcos legales- institucionales
proactivos al desarrollo de la cadena productiva de los agronegocios en paralelo al desmantelamiento,
desinversión de estructuras y procedimientos de control; laboratorios propios y confiables, cuerpos de
inspectores y policía ambiental; la transferencia de tecnologías e investigación científica de universidades y
centros de investigación público- estatales en una proporción desigual en relación al estudio científico sobre
las consecuencias sanitarias, ambientales, tratamientos médicos para afectados, reparación, etc.. Cabe señalar
que en lo que respecta a cuestiones legales e institucionales, la actividad de fumigación con agrotóxicos y
otras actividades contaminantes, no se realizan en ausencia de marcos que establecen garantías a la salud y al
ambiente de los habitantes. Existen normativas establecidas a través de las Constituciones Nacional y
Provinciales, las Leyes Nacional y Provincial de Ambiente, Ley Nacional de Residuos Peligrosos, Leyes
Provinciales de Agroquímicos, Código de Aguas, Código Penal Nacional en lo referido a contaminación y a
las responsabilidades de funcionarios públicos en materia de salud pública y medioambiente. Sin embargo,
este disperso ordenamiento legal no se actualiza por parte de las autoridades estatales. En la provincia de
Córdoba, recién entre el año 2012 y el 2015, la jurisprudencia generada por el llamado Juicio Ituzaingó
Anexo, tipificó las fumigaciones ilegales como delito de peligro de la contaminación ambiental, y
posteriormente el Tribunal Superior de Justicia ratificó la condena al comprobar la comisión y
responsabilidades de los hechos. Demostró los serios déficits de una estructura estatal de control, pese a la
prescripción de las responsabilidades públicas, la inacción y omisión de los entes encargados de la
supervisión, autorización y vigilancia de la actividad productiva, el sistema de salud, las sanciones. Y
finalmente puso en evidencia la ausencia de organizaciones intermedias para el asesoramiento y
acompañamiento de las víctimas, puesto que ni organizaciones de DDHH, ni sindicatos ni otras están
presentes trabajando en el tema, y los propios afectados no cuentan con recursos propios (materiales,
comunicativos, organizativos) para fortalecer una asociación en defensa de sus derechos que integre redes de
actores en el estado y la sociedad civil que haga reflexiva la injusticia estructural en las instituciones del
estado, en la sociedad civil y que impulse la movilización legal- institucional para hacer efectivas las
garantías básicas para los afectados ambientales.
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Algunas preguntas de investigación:
- ¿Cómo está conceptualizado política, jurídica e institucionalmente la condición de afectado ambiental?
- ¿Qué sistemas, instituciones, procedimientos, prácticas de la institucionalidad existente son invocados o se
ponen en funcionamiento para la protección de los afectados, cuáles no?
- ¿Qué transformaciones institucionales pueden ser efectivamente movilizadas desde la situación de
afectados y de la red de actores que los sostienen y acompañan?
- ¿Cómo puede facilitar este proceso la construcción y articulación de estructuras de sostén?
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el principio de todos los afectados, que apela a las relaciones sociales de interdependencia, una red de
relaciones causales, pero que al identificar las relaciones sociales concretas, la elección del quién queda en
manos de la ciencia social dominante. Los criterios de inclusividad y paridad participativa son inherentes a la
discusión de la noción de afectados. Como afirma Schlosberg, la construcción de instituciones inclusivas y
participativas en la toma de decisiones está en el centro de las exigencias de justicia ambiental. Los afectados
exigen procedimientos de elaboración de políticas que fomenten la participación comunitaria activa que
institucionalicen la participación pública, que reconozcan al conocimiento comunitario, y utilicen formatos e
intercambios interculturales para posibilitar la participación de tanta diversidad como exista en una
comunidad. Los grupos de justicia ambiental reclaman un “lugar en la mesa” y el derecho a “hablar por
nosotros mismos” (Schlosberg, 2010). Las diversas formas de injusticia están vinculadas intrincadamente, y
todas deben ser abordadas de manera simultánea. Puede ser el caso que mecanismos participativos mejorados
ayuden a hacer menos penosas otras formas de injusticia; pero aquellas deben ser abordadas para así mejorar
la participación y la representación de los afectados (Schlosberg, 2010).
Sin embargo esta literatura también es crítica con la noción de afectados, sin dejar de postularla como
central, se señalan algunos límites de tipo epistemológico político: a quiénes deja fuera este principio? Cómo
superar la experiencia del particularismo de los afectados por el universalismo de una lucha por el
reconocimiento de derechos? Cómo extender los lazos de solidaridad en una lucha contra las injusticias
estructurales de la sociedad? Iris Young conceptualiza la responsabilidad compartida frente a injusticias
estructurales, desde lo que ella denomina “modelo de la conexión social” (Young, 2011) entiende que todos
los que contribuyen con sus actos a los procesos estructurales que ocasionan alguna consecuencia injusta
comparten la responsabilidad de esa injusticia. La responsabilidad en relación con la injusticia no deriva de
vivir según una misma constitución sino de participar en los diversos procesos institucionales que provocan
injusticia estructural” El castigo, la reparación, o la compensación pretenden restaurar la normalidad o
reestablecerla, una evaluación de las implicancias más amplias y de los procesos más estructurales de las
injusticias. En este sentido Butler (2009) aporta al debate sobre los marcos interpretativos que prefiguran las
luchas por el reconocimiento: no recurrimos simplemente a normas de reconocimiento únicas y discretas,
sino también, a condiciones más generales, históricamente articuladas y aplicadas de reconocibilidad
(2009b), por lo que el problema no es meramente cómo incluir a más personas dentro de las normas
existentes, sino considerar cómo ya las normas existentes asignan reconocimiento de forma diferencial. ¿qué
nuevas normas son posibles y cómo son producidas? ¿qué podría hacerse para producir una serie más
igualitaria de las condiciones de reconocibilidad? ¿qué podría hacerse para cambiar los términos de la
reconocibilidad con el fin de producir unos resultados más radicalmente democráticos?
Al respecto Fraser introduce por lo tanto otro principio normativo para extender la responsabilidad por la
justicia, el principio de todos los sujetos: todos los que están sujetos a una estructura de gobernación, lo que
convierte a un conjunto de conciudadanos no es la situación compartida de la condición de afectados sino la
sujeción conjunta a una estructura de gobernación que establece las normas básicas que rigen su interacción
(Fraser, 2008). De esta forma se amplían los lazos de solidaridad instituyentes en la sociedad, generando
nuevos desarrollos institucionales para la ampliación también de relaciones de reconocimiento y para una
responsabilidad compartida por la justicia.
Por su parte, autores inspirados en los desarrollos de los Critical Legal Studies han enfatizado las prácticas
que coadyuvan a una estructura de mayor reconocimiento de derechos. Los derechos pueden ser entendidos
como marcos que establecen las modalidades a través de las cuales, distintos componentes sociales son
delineados y transpuestos entre esferas sociales, no como un fenómeno flotante, sino como la persistente
existencia de instituciones intermediarias que indican que los derechos tienen que ser insertados en
estructuras organizacionales más amplias y complejas acordes a la complejidad misma de los problemas
(Kjaer, 2014). Como expone Ferrajoli (1997):”La radical diferencia de estructura de los derechos
fundamentales con respecto a todas las situaciones jurídicas de poder y deber hace más bien de los primeros
el campo del no poder...Pero, hace también de ellos el campo de los contrapoderes, o sea, de los instrumentos
de tutela de autonomía y de conflicto –individual y colectivo- atribuidos a los sujetos más débiles y carentes
de poder frente al juego, de otro modo libre y desenfrenado, de los poderes públicos y privados y de las
desigualdades que les son inherentes”. Finalmente citamos un trabajo que inspira este proyecto, la
contribución de Epp a través del estudio de la interacción estratégica de jueces, abogados y ciudadanos
construyendo litigios ejemplares para sentar jurisprudencia para lo que el autor llama una “revolución de los
derechos” (Epp, 2008). Epp afirma que el trabajo de estructuras de sostén, conformadas por abogados
especializados en litigio estratégico, organizaciones de defensa de derechos y fuentes de financiamiento
generan una presión “desde abajo” para incidir en los marcos interpretativos que favorecen la movilización
legal- institucional, a pesar de la presión de grupos de interés en las tomas de decisión judiciales (Epp, 2008).
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El concepto de estructuras de sostén nos inspira entonces para promover una concepción ampliada de
estructura intermedia e intermediaria que actúe para la defensa pública de los afectados, y poner el acento de
la creatividad de las luchas por derechos en marcos interpretativos, tematizaciones y conceptos, e
instituciones en las que confluyan afectados directos y todos los sujetos a un estado democrático de derecho.
Hipótesis de trabajo:
1. La fragilidad de los órdenes de reconocimiento intersubjetivo, jurídico, político (Honneth, 1997)
constituye un problema sustancial para un estado democrático de derecho: los efectos en el entramado social
no son sólo la afectación física por las enfermedades sino la misma posibilidad de ejercicio de ciudadanía, y
por extensión la defensa de lo público y lo común de los derechos, de la autodeterminación individual y
colectiva.
2. La conceptualización de los afectados ambientales no se puede realizar sin tener en cuenta sus
implicancias a nivel de desarrollos y reformas institucionales que materialicen los órdenes de reconocimiento
jurídico- políticos para quienes padecen directamente desigualdades e injusticias ambientales. Por ello, las
estructuras de sostén conformadas por una red de actores que protagonizan la resolución de un problema
público ambiental son los resortes de la movilización legal- institucional y la defensa pública de los
afectados.
3. Las estructuras de sostén no tienen que ser comprendidas como los nuevos mecanismos de mediación,
flexibilizadores de la administración de justicia y de las instituciones estatales, sino en un sentido más
amplio, de empoderamiento ya no sólo de la sociedad civil, sino de un paradójico empoderamiento de los
poderes públicos del estado.
C. MATERIALES Y METODOS
Desde una concepción de la investigación como una forma de cooperación social en la resolución
democrática de un problema público (Honneth, 1999), el grupo de investigación se compondrá de integrantes
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con actuación directa en el problema en cuestión desde sus distintas pertenencias institucionales: Grupo de
Madres, como asociación ciudadana de afectados, operadores jurídicos de la Asesoría Letrada del Ministerio
Público Fiscal en el Poder Judicial, abogada y trabajadora del Poder Judicial con trayectoria en el
gremialismo y defensa de DDHH, investigador académico del área de Ciencias Sociales trabajando hace 10
años en el tema, de modo que el grupo se propone a estudiar teórica y prácticamente la generación de
estructuras de sostén para la defensa pública de los afectados ambientales y para la movilización legal-
institucional.
Conceptos importantes son los de co- investigación bajo el paraguas de la ciencia pos- normal (Funtowicz y
Strand, 2007): la producción de conocimiento reducida al saber experto científico ha demostrado sus límites
para dar cuenta de la complejidad de los problemas ambientales. Una ciencia posnormal, se despega de una
racionalidad puramente científica hacia una racionalidad más compleja, que se hace cargo de temas urgentes
y de una excesiva incertidumbre, mediante la extensión del campo de evaluadores, otorgando legitimación
de la extensión e inclusividad a todos los participantes que conforman el contexto problemático (Firpo y
Finamore, 2012). Desde este marco de la co- investigación, las actividades a realizar son, en una primera
etapa los relevamientos empíricos consistentes en:
- análisis de fuentes secundarias (medios, redes sociales, documentos legales y técnicos, archivos judiciales,
otros);
- entrevistas a actores clave (funcionarios públicos, profesionales, activistas);
- registros de observación participantes en situaciones de interacción de los afectados con autoridades
públicas, y participación en planes y programas;
En una segunda etapa, la actividad se orientará a la sistematización de la información obtenida, nuevos
registros empíricos y en función de la diversidad de la integración del equipo, la realización de un taller para
el fortalecimiento de las capacidades de escritura individual y grupalmente y conversatorios como actividad
de discusión pública de los avances de la investigación.
Los dos años de trabajo contarán con reuniones mensuales de coordinación y un seminario interno de
lecturas teóricas de autoformación.
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