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La guerra de la Independencia española fue un conflicto bélico

desarrollado entre 1808 y 1814 dentro del contexto de las guerras


napoleónicas, que enfrentó a las potencias aliadas de España,
Reino Unido y Portugal contra el Primer Imperio francés, cuya
pretensión era la de instalar en el trono español al hermano de
Napoleón, José Bonaparte, tras las abdicaciones de Bayona.
Guerra de la Independencia Española
Guerras napoleónicas

«El dos de mayo de 1808 en Madrid», pintura de Goya que ilustra uno de los
episodios del levantamiento popular que desembocaría en la guerra.

Fecha
2 de mayo de 1808-17 de abril de 1814
Lugar
Península ibérica
Resultado
Victoria hispano-británica-portuguesa
Consecuencias
Tratado de Valençay
Beligerantes
Imperio Imperio
español francés
Reino Unido
España
napoleónica
Portugal
Comandantes
Francisco Napoleón I
Castaños

«El José I
Empecinado»
Joaquín Murat
José de
Palafox Jean-Andoche
Junot

Gregorio de la Jean de Dieu


Cuesta Soult

Álava y André Masséna


Esquivel
Michel Ney
Joaquín Blake
Louis Gabriel
Andrade y Suchet
Armijo
Joseph Mortier
Espoz y Mina
Auguste de
Gabriel de Marmont
Mendizábal
Bessières
Teodoro
Reding Jean-Baptiste
Jourdan
Diego de
Alvear Claude-Victor
Perrin
José María de
la Cueva y de la Dupont de
Cerda l'Étang

Pedro Velarde
 † Colbert-
Chabanais  †
Luis Daoiz  †
Louis Henri
Francisco
Fuerzas en combate
600 000[2]
140 000 al
inicio[2]
Bajas
180 000-300 000
270 000 muertos (91 000 en
combatientes combate)[2] [3]
muertos[2] 237 000 heridos[3]

200 000
civiles muertos[2]
[editar datos en Wikidata]
La guerra de la Independencia, también conocida en español
como la francesada,[b] Guerra Peninsular,[4] Guerra de
España,[4] Guerra del Francés,[4] Guerra de los Seis Años[4] o
«levantamiento y revolución de los españoles»,[4] se solapa y
confunde con lo que la historiografía anglosajona llama
Peninsular War (‘Guerra Peninsular’), iniciada en 1807 al declarar
Francia y España la guerra a Portugal, tradicional aliado del
Reino Unido. También tuvo un importante componente de guerra
civil a nivel nacional entre afrancesados y patriotas. El conflicto
se desarrolló en plena crisis del Antiguo Régimen y sobre un
complejo trasfondo de profundos cambios sociales y políticos
impulsados por el surgimiento de la identidad nacional española y
la influencia en el campo de los «patriotas» de algunos de los
ideales nacidos de la Ilustración y la Revolución francesa,
paradójicamente difundidos por la élite de los afrancesados.
Desde el bicentenario de la Guerra de la Independencia, algunos
historiadores han puesto en tela de juicio el nombre de "Guerra
de la Independencia", ya que no se trata de un conflicto de
carácter independentista, según el carácter que se le ha ido
dando a estas conflagraciones; en concreto gana fuerza la
denominación Guerra de 1808.[5]
Según el Tratado de Fontainebleau de 27 de octubre de 1807, el
primer ministro Manuel Godoy preveía, de cara a una nueva
invasión hispanofrancesa de Portugal, el apoyo logístico
necesario al tránsito de las tropas imperiales. Bajo el mando del
general Junot, las tropas francesas entraron en España el 18 de
octubre de 1807, cruzando su territorio a toda marcha en otoño, y
llegaron a la frontera con Portugal el 20 de noviembre. Sin
embargo, los planes de Napoléon iban más allá, y sus tropas
fueron tomando posiciones en importantes ciudades y plazas
fuertes con objeto de derrocar a la dinastía de los Borbones y
suplantarla por su propia dinastía, convencido de contar con el
apoyo popular.
El resentimiento de la población por las exigencias de
manutención y los desmanes de las tropas extranjeras, que dio
lugar a numerosos incidentes y episodios de violencia, junto con
la fuerte inestabilidad política surgida por la querella entre Carlos
IV y su hijo y heredero Fernando VII, orquestada por los
franceses, que se inició con el Proceso de El Escorial y culminó
con el Motín de Aranjuez y el ascenso al poder de Fernando VII,
precipitó los acontecimientos que desembocaron en los primeros
levantamientos en el norte de España y el Dos de Mayo en la
capital del Reino. La difusión de las noticias de la brutal
represión, inmortalizada en las obras de Francisco de Goya, y de
las abdicaciones de Bayona del 5 y 9 de mayo, que extendieron
por la geografía española el llamamiento, iniciado en Móstoles, a
enfrentarse a las tropas imperiales, decidieron la guerra por la vía
de la presión popular a pesar de la actitud contraria de la Junta
de Gobierno designada por Fernando VII.
La guerra se desarrolló en varias fases en las que ambos bandos
tomaron sucesivamente la iniciativa, y se destacó por el
surgimiento del fenómeno guerrillero, que, junto con los ejércitos
regulares aliados dirigidos por el duque de Wellington, provocó el
desgaste progresivo de las fuerzas bonapartistas. La población
civil, que padeció los efectos de una guerra total, en la que tanto
franceses como aliados se cebaron con la población y objetivos
civiles, saqueando y pillando a gran escala y devastando, por
ejemplo, la industria española, considerada una amenaza para
sus respectivos intereses.[c] Los primeros éxitos de las fuerzas
españolas en la primavera y el verano de 1808, con la batalla del
Bruch, la resistencia de Zaragoza y Valencia y, en particular, la
sonada victoria de Bailén, provocaron la evacuación de Portugal
y retirada francesa al norte del Ebro, seguida en el otoño de 1808
por la entrada de la Grande Armée, encabezada por el propio
Napoleón, que culminó el máximo despliegue francés hasta
mediados de 1812. La retirada de efectivos con destino a la
campaña de Rusia fue aprovechada por los aliados para retomar
la iniciativa a partir de su victoria en los Arapiles (22 de julio de
1812) y, contrarrestando la ofensiva francesa, avanzar a lo largo
de 1813 hasta los Pirineos, derrotando a los franceses en las
batallas de Vitoria (21 de junio) y San Marcial (31 de agosto). El
Tratado de Valençay de 11 de diciembre de 1813 restauró a
Fernando VII y dejaba a España libre de la presencia extranjera,
pero no evitó la invasión del territorio francés, siendo la batalla de
Toulouse (10 de abril de 1814) el último enfrentamiento de la
guerra. Refiriéndose a la guerra, Napoleón, en su exilio, declaró:
Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las
desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se
relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa,
complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses... esta
maldita guerra me ha perdido.
Fraser, Ronald: La maldita guerra de España. Historia social de la
guerra de la Independencia, 1808-1814.[6]
En el terreno socioeconómico, la guerra costó en España una
pérdida neta de población de 215 000 a 375 000 habitantes,[d] por
causa directa de la violencia y las hambrunas de 1812, y que se
añadió a la crisis arrastrada desde las epidemias de
enfermedades y la hambruna de 1808, resultando en un balance
de descenso demográfico de 560 000 a 885 000 personas,[e] que
afectó especialmente a Cataluña, Extremadura y Andalucía. A la
alteración social y la destrucción de infraestructuras, industria y
agricultura se sumó la bancarrota del Estado y la pérdida de una
parte importante del patrimonio cultural.
A la devastación humana y material se sumó la debilidad
internacional del país, privado de su poderío naval y excluido de
los grandes temas tratados en el Congreso de Viena, donde se
dibujó el posterior panorama geopolítico de Europa. Al otro lado
del Atlántico, las colonias americanas obtendrían su
independencia tras la guerras de independencia
hispanoamericanas. En el plano político interno, el conflicto
fraguó la identidad nacional española y abrió las puertas al
constitucionalismo, concretado en las primeras constituciones del
país, el Estatuto de Bayona y la Constitución de Cádiz. Sin
embargo, también dio inicio a una era de guerras civiles entre los
partidarios del absolutismo y los del liberalismo, llamadas
Guerras Carlistas, que se extenderían a todo el siglo xix y que
marcarían el devenir del país.

Índice
Anteced
entes:
política
exterior
y crisis
de la
monarq
uía
español
a
(1800-1
808)
Alianza
hispanofr
ancesa y
Editar guerras
contra
Gran
Bretaña
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commons/thumb/4/4d/Napoleon_at_the_Great_St._Bernard_-
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Napoleón cruzando los Alpes (1801), de Jacques-Louis David, en el Museo
nacional de Château de Malmaison.
El tratado de San Ildefonso de 1796, firmado entre la Convención
Nacional Francesa y Carlos IV de España, representado por el
favorito y primer Ministro Manuel Godoy, así como el tratado de
Aranjuez de 1801 con el Consulado de Napoleón Bonaparte,
restablecieron la alianza tradicional que desde la proclamación de
Felipe V de España había regido las relaciones entre la corona
española y la de Francia, llevándolas durante el siglo XVIII, en la
disputa de intereses económicos y coloniales, a una serie de
sucesivos enfrentamientos armados con el Imperio británico.
En mayo de 1801, cuando Napoleón decidió forzar la neutralidad
de Portugal que se resistía a romper como aliado de la corona
británica, el ejército español intervino en Portugal provocando la
efímera Guerra de las Naranjas[f] que puso de manifiesto la falta
de resolución de la corte española, aunque esta supo aprovechar
la ocasión para recuperar la plaza de Olivenza (Badajoz). Supuso
el inicio de un conflicto entre ambos países por la soberanía de
esta hasta la actualidad. Desde 1803, España ayudó
económicamente y puso a disposición su Armada para la guerra
naval contra los británicos, que culminaría en octubre de 1805 en
la batalla de Trafalgar.
La gravedad de la derrota de Trafalgar no tuvo las mismas
repercusiones en España y Francia. Napoleón, proclamado ya en
1804 Empereur des Français, hubo de renunciar entonces a la
invasión inmediata por vía marítima de Gran Bretaña, pero pudo
equilibrar su posición con los triunfos militares sucesivos en
Austerlitz,[g] el 2 de diciembre de 1805 y de Jena, el 14 de
octubre de 1806, alcanzando acuerdos de paz con austriacos,
rusos y prusianos. Sin embargo, en España, la destrucción de
una parte importante de su Armada agravó la crisis económica al
no permitir las comunicaciones con las colonias americanas, en
tanto que aumentaba el recelo hacia la política de alianza.
Edit
El Bloqueo Continental ar
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Napoleón Bonaparte por Andrea Appiani (1805).
El fracaso de las negociaciones con el gobierno británico del
primer ministro Lord Grenville indujo a Napoleón a relanzar con el
Decreto de Berlín del 21 de noviembre de 1806 el enfrentamiento
directo con los británicos mediante la práctica de la guerra
económica total del Bloqueo Continental, que ya se venía
aplicando de facto tras el aumento de las tasas aduaneras, el
cierre de los puertos del norte de Francia y de las
desembocaduras del Elba y el Weser en la primavera de 1806.[8]
La política del Bloqueo orientó el interés de Napoleón hacia la
Península Ibérica y el Mediterráneo occidental,[9] incrementando
la presión sobre la corte de Portugal, a la que se le advirtió para
que adoptase medidas para el cierre al comercio con los
británicos desde sus puertos, así como la confiscación de los
bienes y bloqueo de los residentes en el país. Ante la inacción
portuguesa, en agosto de 1807 Napoleón encargó a Jean-
Andoche Junot la organización en Bayona del Cuerpo de
Observación de la Gironda con una fuerza de unos 30 000
soldados, y retomando la fórmula de 1801 para forzar a aceptar
el Bloqueo a los portugueses, reclamó el apoyo de la corte
española que, con este fin, envió a través del conde de Campo
Alange un ultimátum al gobierno portugués el 12 de agosto de
1807. A partir del 25 de septiembre de 1807, los portugueses
expulsaron a los navíos ingleses pero, anteriormente notificados
de que el gobierno británico no permitiría ningún acto hostil
contra sus ciudadanos en Portugal, no se realizó ninguna acción
en este sentido.[10]
El 18 de octubre de 1807, Junot atraviesa la frontera y pocos días
después, el 27 de octubre, el representante de Godoy firma el
tratado de Fontainebleau en el que se estipula la invasión militar
conjunta, la cesión a la corona de los nuevos reinos de Lusitania
y Algarves, así como el reparto de las colonias.[11]

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