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DH

Curso de Derechos Humanos

Definición de Derechos Humanos –


Declaración Universal

Helena Itziar Caballero Camino


Curso de Derechos Humanos, DH EI-SEV / EHU-UPV
Definición de Derechos Humanos Helena Itziar Caballero Camino

ÍNDICE

1. LA DIFICULTAD DE DEFINIR UN CONCEPTO: ¿POR QUÉ UNA


DEFINICIÓN ABIERTA ...................................................................... 3

2. UN DRAMA TEATRAL COMO “ORIGEN” DE LOS DERECHOS HUMANOS .... 4

2.1. EL PRECEDENTE DE LOS DERECHOS HUMANOS: EL PROBLEMA


DE LAS RELACIONES ENTRE EL DERECHO POSITIVA Y LA MORAL
INTERNA ................................................................................ 4
2.2. SÓFOCLES Y LA TRAGEDIA DE ANTIGONA .................................. 4

3. TRES CUALIDADES ESENCIALES DE LOS DERECHOS HUMANOS ............ 6

3.1. LOS DERECHOS HUMANOS: DERECHOS INALIENABLES ............... 6


3.2. LOS DERECHOS HUMANOS SON INHERENTES AL SER HUMANO .... 6
3.3. LOS DERECHOS HUMANOS SON UNIVERSALES PERO... EN UN
CONTEXTO CONCRETO ............................................................ 7

4. TRES DEFINICIONES PROVISIONALES ............................................... 8

4.1. LOS DERECHOS HUMANOS Y LA ESFERA PRIVADA INVIOLABLE ..... 8


4.2. LOS DERECHOS HUMANOS COMO REGLAS DE JUEGO MÍNIMAS .... 8
4.3. LOS DERECHOS HUMANOS Y LA LEGITIMACIÓN DEL PODER ......... 9

5. LOS RIESGOS DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL SIGLO XXI ........... 11

5.1. LA PRIMERA AMENAZA: DE CARÁCTER IDEOLÓGICO .................. 11


5.2. SEGUNDA AMENAZA: EL GENIO CREADOR DEL HOMBRE ............ 13

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1. LA DIFICULTAD DE DEFINIR UN CONCEPTO: ¿POR


QUÉ UNA DEFINICIÓN ABIERTA?

Definir un concepto no es fácil y, por tanto, definir el concepto de Derechos


Humanos tampoco. Los profesores de Derecho tienen la “manía” de colar entre
las preguntas de examen, siempre, alguna definición. Y, si soy sincera, siempre
(también), me pereció una estupidez porque definir un concepto he considerado
que es encasillarlo, encorsetarlo e, incluso, seleccionar subjetivamente unas
características en detrimento de otras. De ahí que estimo que las definiciones
no deben tener un carácter definitivo sino que deben ser abiertas y por tanto
provisionales. Si, esta consideración la hago para las definiciones conceptuales
en general, sirve, por tanto igualmente para el concepto de Derechos Humanos
en particular: la definición de derechos humanos que proponga será provisional
y, desearía que ustedes, con los materiales que, a continuación les proporcione
elaborasen, igualmente la suya provisional.

Por otra parte, es correcto que la mayor parte de la gente piense que la
definición debiera formar parte de la primera lección de un programa porque es
lo habitual y por tanto es lo que se espera, hasta el punto de que, esa forma de
proceder, se considera como algo lógico. Bueno…, puede decirse que es una
forma de introducir el concepto, que es una manera “pedagógica” de proceder
en la materia o, mas bien, un proceder dogmático a la hora de abordar un
campo, pero…, ¡lógico! NO. Lo lógico es que la definición (siempre abierta y
provisional), por tanto, siempre sometida a revisión, se elabore cuando se tiene
un conocimiento avanzado del contenido de la materia. No obstante,
plegándome a lo habitual y dejando de lado lo que considero lógico ofreceré la
lección al principio

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2. UN DRAMA TEATRAL COMO “ORIGEN” DE LOS


DERECHOS HUMANOS

2.1. EL PRECEDENTE DE LOS DERECHOS HUMANOS: EL


PROBLEMA DE LAS RELACIONES ENTRE EL DERECHO
POSITIVO Y LA MORAL INTERNA

En el siglo V antes de Cristo, como señala Fassó, se manifiesta por vez primera
uno de los problemas fundamentales de la Filosofía del derecho y de la ciencia
política: el de las relaciones entre la ley positiva establecida por la voluntad del
Estado y que puede imponerse por la fuerza y las normas de conducta que la
persona encuentra dentro de si, independientemente de la legislación del
Estado. Normas a las que generalmente se les ha llamado “Derecho natural”.

Precisamente, desde el siglo V antes de Cristo hasta nuestros días se ha


discutido acerca de la existencia, del carácter y del valor de estas normas, unas
veces negándoles su validez y otras, contraponiéndolas al Derecho positivo,
como más válidas y obligatorias que dicho Derecho. De esa dialéctica surgirán
las actitudes de los que bien siendo ciudadanos o juristas especializados,
consideran al Derecho positivo confrontado al Derecho natural. Problema
jurídico, porque a propósito de este tema surge la discusión acerca de la validez
de las leyes, pero también moral, porque se apela a la íntima conciencia del
hombre y político, porque contempla los límites del poder del Estado.

2.2. SÓFOCLES Y LA TRAGEDIA DE ANTÍGONA

Será un poeta, uno de los grandes trágicos griegos Sófocles (que vivió
alrededor de los años 497- 405 a.C), quien por primera vez ofrece un contraste
entre una legislación superior – divina, eterna e inmutable y la humana, que
puede ser fruto de lo contingente, del capricho o del arbitrio de un déspota.

Ese es, precisamente el motivo central de la tragedia de Antígona, en la que


dicho contraste está expresado en célebres versos, que serán citados siempre
por los defensores de un Derecho absolutamente válido, superior y anterior a

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las leyes humanas. En la figura de la joven Antígona, que acepta la muerte por
no desobedecer las leyes “no escritas” divinas, Sófocles personifica un drama
eterno: el de quienes luchan entre el mandato de la conciencia moral y el de la
autoridad pública. Drama cuya intensidad se advierte sobre todo en épocas de
despotismo y tiranía, pero que, en realidad, el Derecho del Estado, al menos
potencialmente, conlleva siempre. Tal vez por eso el personaje de Antígona ha
inspirado a dramaturgos de todos los tiempos, incluso del nuestro.

El argumento de la tragedia es conocido: Antígona, obedeciendo el imperativo


de su propia conciencia, ha dado sepultura al cadáver de su hermano Polinice,
muerto en la batalla de Tebas, violando de ese modo el decreto del rey de la
ciudad, Creón, el cual había ordenado dejar insepulto el cuerpo de Polinice por
haber éste, dirigido las armas contra la patria. Conducida ante la presencia del
rey que le pregunta cómo ha osado violar sus leyes, Antígona le responde: “Si;
porque no es de Zeus de quien ha emanado este edicto, y la justicia que habita
con los dioses subalternos, no ha establecido jamás para los hombres leyes
semejantes. Yo no creo que tus decretos tengan tanta fuerza como para que un
mortal pueda vencer las leyes no escritas (ágrapta nómina) e inquebrantables
de los dioses. Porque éstas no son de hoy o de ayer, sino de siempre, y nadie
conoce el instante en que tuvieron origen”. Condenada en virtud de la ley
escrita, de la ley del rey, Antígona afronta serena la muerte. En realidad,
Sófocles expone claramente en sus versos la consciencia que el pueblo griego
debía tener de este problema, del problema que puede transformarse en drama
para los que sientan el deber de negarle valor y, por tanto, obediencia a las
leyes escritas. A partir de ahora, este problema, formulado ya no en términos
poéticos sino filosóficos, va a plantearse en algunos filósofos sofistas y en el
mismo Sócrates. Y, de entonces hasta ahora.

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3. TRES CUALIDADES ESENCIALES DE LOS DERECHOS


HUMANOS

3.1. LOS DERECHOS HUMANOS: DERECHOS INALIENABLES

De ahí que, las libertades fundamentales y las necesidades existenciales de los


seres humanos sean derechos innatos e inalienables, constituye una exigencia
moral. En este sentido las Organizaciones defensoras de los Derechos Humanos,
sostienen como doctrina troncal que, dado que todos los humanos tienen
derechos, independientemente de los proyectos de sociedad, de las leyes y de
los gobiernos, esos derechos fundamentales a la vida y a la integridad física, a
la libertad de conciencia y a la satisfacción de las necesidades materiales
esenciales no deberían ser sacrificados por supuestos intereses superiores. Es
de esta manera que los derechos fundamentales son inalienables. Señala Sané,
P., bien que se trate de la construcción nacional o del desarrollo, de la sociedad
sin clases, o de la defensa de los valores culturales, de la lucha contra la
criminalidad, o de la preservación de la seguridad, de la paz y de la integridad
territorial, tan nobles como puedan ser, no podrían ser definidos con
independencia de los intereses fundamentales de los individuos.

3.2. LOS DERECHOS HUMANOS SON INHERENTES AL SER HUMANO

El artículo primero de la Declaración universal de los Derechos Humanos señala


que ”todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos.
Ellos están dotados de razón y de conciencia”. Para muchos filósofos del
Derecho, estos derechos innatos representan una evidencia. El hombre no
resulta humano por accidente. Es francés, judío, negro o vasco por accidente.
Su entorno social está definido por el hecho de este accidente consecuencia del
nacimiento. Pero, por el contrario, su cualidad de humano no es un accidente.
Esta cualidad humana esencial se debe al hecho de que está dotado de razón y
de conciencia. Esta es la característica universal que hace de todos los hombres
seres semejantes y que constituye, en Kant por ejemplo, la base de la igualdad
entre los hombres. Todo hombre es, por tanto humano por naturaleza. Nadie es
esclavo de otro hombre por naturaleza.

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Tanto la Declaración francesa de 1789 como la americana de 1776 tienen como


verdad evidente que todos los hombres nacen o son creados iguales, que están
dotados por el hecho de su razón, o del hecho del Creador, de Derechos
naturales e imprescriptibles y, por tanto no son una concesión, sino que son
inherentes al ser humano; las declaraciones proclaman lo que existe.

3.3. LOS DERECHOS HUMANOS SON UNIVERSALES PERO… EN UN


CONTEXTO CONCRETO

Si lo absoluto entra en juego necesariamente cuando se trata de encarnar la


exigencia de los derechos del hombre, la cuestión de su universalidad, señala
Hersch, se plantea con mucha más agudeza (profundidad). No se trata de un
ciudadano abstracto del mundo en general del que se trata de respetar
absolutamente sus derechos. Se trata siempre de una persona concreta, situada
en una época dada y en un país dado. Esta persona tiene una herencia
histórica, social, tradicional. Depende de una sociedad que ha alcanzado un
determinado nivel de desarrollo, de una tradición que le ha enseñado a
reconocer una determinada jerarquía de valores, de una familia ligada a una tal
o cual creencia religiosa o a ninguna, y, así sucesivamente. El hombre en esa
persona concreta, cuyos derechos se trata de respetar y hacer respetar, no es
un “resto” que subsiste después de que se le haya despojado de todas sus
particularidades y de todas sus adhesiones históricamente condicionadas. Por el
contrario: es el hombre quien, él mismo, ha realizado la síntesis, quien ha
forjado su unidad irreductible, y quien vive, incluso, sin decirlo, esta síntesis a
la manera: “Este soy yo, soy, he aquí lo que yo quiero, he aquí lo que yo creo,
he aquí a quien y a que pertenezco, he ahí lo que yo defiendo”. Por tanto, si la
representación abstracta y liberal de un ser humano, vacía y equitativa en el
inicio, provisto de su solo “juicio”, que filtra lúcidamente sus adhesiones y sus
rechazos es cómoda, es igualmente ficticia y falsa. A nivel profundo donde se
enraíza la exigencia absoluta del respeto de los derechos del hombre, ningún
hombre es un árbitro imparcial a fuerza de estar vacío. El hombre está hecho
del pasado de los otros y de su propio pasado, de sus elecciones mas antiguas,
de los datos que determinan su vida cotidiana, de sus fidelidades y de sus
abandonos. Es por lo que, contrariamente a lo que hacen creer ciertas modas,
se viola también los derechos de un ser humano impidiendo adherirse al
contexto y a los datos de su vida que le impiden ser libre.

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4. TRES DEFINICIONES PROVISIONALES

4.1. LOS DERECHOS HUMANOS Y LA ESFERA PRIVADA INVIOLABLE

En principio se dirá que los Derechos Humanos se tratan de prerrogativas


asignadas al individuo (más tarde asignadas, no sin dificultad, a los grupos)
consideradas tan esenciales que toda autoridad política y todo poder en general
debiera garantizar su respeto. Dicho de otra manera, como afirma Haarcher G.,
los Derechos Humanos constituyen las protecciones mínimas que permiten al
individuo vivir una vida digna al amparo de las violaciones producto de las
arbitrariedades estatales o de otro tipo. Consecuentemente señalan los límites
de un espacio “sagrado”, es decir, conforman una esfera privada e inviolable
alrededor del individuo. De ahí que los Derechos Humanos constituyen una
limitación (al menos en lo relativo a la “primera generación” de los derechos del
hombre) de los poderes del Estado a las que corresponden lo que se ha dado a
llamar las “libertades fundamentales” del individuo.

Realmente, este espacio protegido no lo está de manera total dado que puede
ser restringido por el poder estatal en la medida en que se considere necesario
preservar los derechos fundamentales de otro: mi libertad cesa [(como señala
la Primera Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (26 de
agosto de 1789) incorporando la concepción kantiana del derecho] allá donde
comienza la del otro. Pero es evidente que la intervención del Estado y más
concretamente del poder judicial (por ejemplo, privando a un criminal – que
atenta a la vida y a la libertad de otro – de su libertad para proteger mejor la de
todos) debe producirse en condiciones muy estrictas: esa intervención debe ser
controlada y limitada.

4.2. LOS DERECHOS HUMANOS COMO REGLAS DE JUEGO MÍNIMAS

Otra manera de plantear la cuestión consiste en decir que los Derechos del
hombre representan las reglas de juego mínimas que deben ser respetadas por
los gobernantes y por los gobernados para que sea posible una vida digna. Lo
que plantea una dificultad en el marco de la filosofía política que es necesario

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afrontar: el espacio privado del individuo aparece primeramente confrontado


con el Estado (contra sus violaciones, su despotismo, su arbitrariedad); pero
por contra, este espacio implica todo lo contrario, es decir, una llamada al
Estado, dado que los Derechos Humanos deben valer igualmente contra el resto
de los miembros de la sociedad y que, consecuentemente, es preciso que el
individuo pueda recurrir a la sanción del Estado.

Desde el comienzo se observa (problema que se agudizará con los “derechos de


la segunda generación” o “derechos económicos y sociales”), que la posición de
la instancia política se presenta como esencialmente ambigua dado que se trata
por una parte de debilitar el Estado (limitar sus tendencias despóticas, su
“exceso de poder”), y, al mismo tiempo, de reforzarlo es decir, que posea el
monopolio de la violencia legítima necesaria para sancionar los ataques a los
derechos fundamentales que puedan producirse entre los gobernados. Así pues,
el Estado debe, por una parte tratar de evitar limitar la libertad de los
gobernados cuando se trata de su propio “crecimiento”, pero está obligado a
atentar contra ella cuando esta libertad se convierte en “criminal” es decir,
atenta contra la de otro. Es evidente que si no se clarifican estas dos funciones
potencialmente antagónicas del Estado, los Derechos Humanos no podrán ser
eficazmente defendidos: es por esta razón que, desde el comienzo, se plantea
la cuestión de la filosofía de los Derechos del hombre como una cuestión
realmente compleja.

4.3. LOS DERECHOS HUMANOS Y LA LEGITIMACIÓN DEL PODER

Si definimos provisionalmente los Derechos Humanos a partir de esa relación


(que hemos visto ambivalente) entre el individuo y el Estado, es preciso
preguntarse a qué filosofía política y, por ende, a qué filosofía general, se
vinculan.

Los Derechos del hombre pueden definirse como una cierta concepción de la
legitimación del poder. De manera que un poder será legítimo si respeta los
Derechos Humanos. Esta concepción de la legitimación del poder político se
enfrenta con las concepciones tradicionales y, también, con las modernas. Por
un lado, en la noción tradicional de “derecho divino”, con la intolerancia que
acarrea y lo arbitrario del Antiguo Régimen con el que se identifica, el único

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poder legítimo es aquel que está garantizado por una relación privilegiada con
la divinidad. Por otro, las filosofías del poder que han emergido durante los dos
últimos siglos han adoptado posiciones no religiosas, e incluso, radicalmente
ateas; es decir que existen concepciones de la legitimación del poder que
niegan la referencia a la esfera privada sin necesidad de identificarse con el
absolutismo del derecho divino. De ahí que, es preciso poner en claro que los
derechos del hombre han estado íntimamente ligados en el curso de la historia
europea y americana, en principio, a la lucha por la tolerancia religiosa, más
tarde por la libertad de conciencia, pero desde un punto de vista filosófico su
campo es mas amplio, es el de la confrontación con lo que se ha dado a llamar
las religiones seculares.

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5. LOS RIESGOS DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL


SIGLO XXI

5.1. LA PRIMERA AMENAZA: DE CARÁCTER IDEOLÓGICO

Ciertamente, como señala Badinter R., son excepción quienes niegan, hoy en
día, de manera radical el principio mismo de los derechos del hombre como lo
hicieron, en otro tiempo, los regímenes totalitarios de extrema derecha entre
los que el nazismo ha constituido, en el siglo pasado, la más siniestra y
sangrienta expresión. Nadie duda que si la Alemania nazi y sus aliados hubiesen
ganado la Segunda Guerra Mundial, la noción misma de los derechos del
hombre habría desaparecido y, en su lugar se habría aplicado la despiadada ley
del vencedor. Pero es preciso recordar que, hoy también, bajo máscaras
diversas, reaparecen sustentadores de esa ideología neo - nazi.

Pero no es en estos nostálgicos de un pasado orden bárbaro en quienes se


piensa cuando se hace referencia a la amenaza ideológica que pesa sobre los
derechos del hombre, tal como la Declaración de los derechos del hombre los ha
proclamado en 1948. Más allá de su contenido, la Declaración afirma,
efectivamente, la naturaleza de los derechos del hombre: son universales e
indivisibles.

La primera frase del preámbulo proclama: “El reconocimiento de la dignidad


inherente a todos los miembros de la familia humana y de sus derechos iguales
e inalienables”. Esta es la afirmación de la universalidad de los derechos del
hombre.
Y en su artículo 2 proclama: “Cada uno puede prevalerse de todos los derechos
y de todas las libertades, proclamadas en la presente Declaración, sin distinción
alguna”. Esta es la afirmación de la indivisibilidad de los derechos del hombre.

Tanto uno como el otro de esos caracteres están siendo contestados hoy en el
mundo por ciertas instancias gubernamentales, religiosas o políticas. La
universalidad de la Declaración es negada porque sería la expresión de una
cultura particular, la de Occidente, fundada sobre la primacía del individuo,
mientras que otras sociedades, fundamentalmente asiáticas y africanas, asignan

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un valor principal a la armonía del grupo y que es a través de la protección de


los derechos colectivos de la comunidad como se realizan de una manera más
segura los derechos individuales de la persona.

También se han levantado otras contestaciones contra la universalidad en


nombre de principios religiosos. Algunos gobernantes, algunas fuerzas políticas
invocan textos sagrados para negar a la Declaración todo carácter universal y
justificar los ataques a los derechos enunciados en ella especialmente la
violación de los derechos fundamentales de las mujeres y la práctica de castigos
corporales incompatibles con el respeto a la persona humana. El rechazo de la
universalidad, en este caso, aparece como la justificación ideológica del rechazo
a respetar los derechos humanos de los seres humanos que valen para todos y
en todas las sociedades.

Lo mismo para la indivisibilidad. No existe dignidad humana posible allí donde


reinen la extrema pobreza, el analfabetismo, la falta de cuidados médicos y la
ausencia de una elemental protección social. El ser humano es uno y sus
derechos fundamentales constituyen una unidad indivisible. Privar al ser
humano de parte de sus derechos fundamentales equivale a negarle todos. No
se puede hacer progresar pacíficamente los derechos de cada uno a la
educación, a los cuidados, a un alojamiento decente, si no es a través del
ejercicio democrático de los derechos políticos. Y qué queda del derecho a la
salud o al trabajo para el confinado de Guantánamo o el torturado por sus ideas
políticas. Los derechos humanos no pueden ejercerse plenamente mas que con
la condición de que sean universales e indivisibles. La existencia de las
diferentes culturas no contradice esta indivisibilidad. Muy por el contrario, la
diversidad cultural debe ser salvaguardada en el respeto de los derechos
fundamentales del hombre. Porque lejos de reducirlos, los enriquece. La
Conferencia mundial de Naciones Unidas sobre los derechos del hombre
celebrada en Viena en 1993, lo ha recordado con solemnidad: “Todos los
derechos del hombre son universales, indisociables e íntimamente ligados (…).
Si conviene no perder de vista la importancia de los particularismos nacionales
y regionales, y de la diversidad histórica y cultural y religiosa, es deber de los
Estados cualquiera que sea su sistema político, económico y cultural, promover
y proteger todos los derechos del hombre y todas las libertades fundamentales”.

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5.2. SEGUNDA AMENAZA: EL GENIO CREADOR DEL HOMBRE

El segundo desafío mayor que los derechos del hombre deben afrontar durante
el siglo XXI, es el del genio creador del hombre. Los progresos de la ciencia y de
la tecnología pueden transformarse en desastres ecológicos o genéticos para
una parte de la humanidad. A este respecto, la Declaración universal es más
portadora de principios que de medios. Hoy es preciso dimensionar lo que
implica el respeto de los derechos del hombre frente a los progresos científicos
y tecnológicos, bien se trate del entorno, del patrimonio genético o del
desarrollo de la comunicación por medios electrónicos.

¿Cómo definir, por ejemplo, el derecho a la libertad de expresión y de


comunicación en los tiempos de Internet, frente a esos otros derechos que son
el respeto a la creación intelectual y el de la vida privada de cada uno o la
protección necesaria de los niños y de los jóvenes adolescentes?

De ahí la imposibilidad de definir de manera cerrada los Derechos Humanos. Los


Derechos Humanos requieren, en todo caso, una definición abierta porque
también (y sobre todo) son una creación continua.

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