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INICIOS DE LA TAUROMAQUIA EN EL PERU.

2008-06-24 16:38:15
por: Dr. Héctor López Martínez1

Podemos mencionar que no sólo españoles y criollos eran aficionados a lidiar toros.
Cuenta el padre Cobo que estando en el Cuzco el año 1610 ​“en unas fiestas públicas que la
ciudad hizo, salió un indio a la plaza en un caballo ricamente aderezado a dar una lanzada
a un toro, la cual dio con maravilloso brío y destreza, con no poca admiración de todo el
pueblo, por ser cosa muy nueva para un indio”. ​Claro ésta debió ser una excepción y sin
duda se trató de un indio de noble linaje, pero vale la pena mencionar el hecho. No cabe
duda que los indios debieron aficionarse muy pronto al espectáculo. La mejor prueba de
ello es el acuerdo dictado en el Segundo Concilio limense, el año 1567, en cuya virtud se
prohibieron las corridas de toros entre los naturales, porque era uno de los pretextos más
socorridos para dejar de concurrir a misa en los días de precepto.

Ya desde el año 1555 el Ayuntamiento de la Ciudad de los Reyes tenía designados cuatro
días al año para fiestas en la Plaza Mayor donde se agarrochaban o rejoneaban toros. Estas
fechas eran las correspondientes a la Epifanía, San Juan, Santiago y la Asunción. Es decir: el
6 de enero, 24 de junio, 25 de julio y 15 de agosto. Vemos pues, como os grandes
acontecimientos de carácter religioso –que eran los permanentes- y otros de índole político-
circunstanciales o cortesanos, tuvieron siempre el fondo gallardo de una fiesta de toros. Aún
en nuestros días, fundamentalmente en provincias, se mantiene tal tradición. Muchos pueblos
tienen como número base de sus peculiares ferias y fiestas patronales la organización de uno
o varios festejos taurinos.
Con el correr de los años –ha escrito el historiador Guillermo Lohmann Villena- se aumentó
en Lima el número de corridas. Las hubo también, desde 1556, el día de San Andrés; desde
1570 el de San Francisco y, a partir de 1579, el de San Marcelo. Estas fechas eran el 30 de
noviembre, 4 de octubre y 16 de enero.

Mas como la afición era tan grande, “​se apelaba a cualquier pretexto para ofrecer corridas
extraordinarias, ora con ocasión del nacimiento o jura de monarcas, matrimonios regios,
ora con motivo de la entrada solemne de autoridades eclesiásticas o civiles, como se realizó
en 1556 cuando ocupó el poder el Marqués de Cañete, en que se brindó una función a base
de seis astados, que costaron cien pesos, para cuya lidia se previnieron diez docenas de

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​Héctor López Martínez. Es un historiador, periodista y profesor universitario peruano. Su investigación
histórica se ha enfocado especialmente en la historia del siglo XVI y en la época republicana. Se dedica también
al periodismo cultural, a través del diario El Comercio de Lima
varas con sus hierros, ora finalmente, para realzar apropiadamente la llegada del agua a la
fuente de la Plaza Mayor, en diciembre de 1578”.

Ya en el siglo XVIII el toreo a pie, efectuado por hombres de humilde condición social, fue
configurando nuestro actual espectáculo taurino. En el Perú construye en 1766 la plaza firme
de Acho, una de las más antiguas del mundo y la suerte nacional, el capeo a caballo, se hace
cada vez más popular, alcanzando su máximo esplendor a mediados del siglo XIX.

http://www.aficionperu.com/tauromaquia/historia.php?seccion=2&subsecc=50&codn
ota=176

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