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LA LÓGICA
DEL TERRORISMO
Alianza Editorial
Luis de la Corte Ibáñez es profesor
de Psicología Social en la Universi
dad Autónoma de Madrid y subdi
rector del Master en Ciencias
Forenses de esa misma universidad.
Además, ha sido profesor e investi
gador invitado en diversas universi
dades españolas, iberoamericanas y
en la London School of Economics
and Political Sciences.
A iE L t e r r o r is m o
Alianza Editorial
R eservados todos los d erech o s. El c o n ten id o d e esta o bra está p ro teg id a por la L ey, q u e estab lece penas d e prisió n
y/o m u ltas, adem ás d e las co rresp o n d ien tes in d em n izacio n es p o r dañ o s y p e rju ic io s, p ara q u ien e s rep ro d u jeren ,
p lag iaren , d istrib u yeren o co m u n ica ren p ú b lica m en te, en todo o en parte, u n a o b ra lite ra ria , a rtístic a o c ie n tífic a ,
o su tran sfo rm ació n , in terp reta ció n o ejecu ció n a r tís tic a fija d a en c u a lq u ie r tip o d e so p o rte o c o m u n ic a d a a tra
vés d e c u a lq u ie r m ed io , sin la precep tiva a u to riz ació n .
SI Q U IE R E R E C IB IR IN F O R M A C IÓ N PE R IÓ D IC A SO B R E LAS N O V E D A D E S DE ALIA N Z A E D IT O R IA L,
E N V ÍE U N C O R R E O E L E C T R Ó N IC O A LA D IR E C C IÓ N :
alianzaeditorial@anaya.es
Para Ana
El silencio es deshonesto antes y después de la muerte
del último hombre asesinado.
F r a n c isc o T omás y V a l ie n t e
ÍNDICE
PREFACIO............................................................................................................. 14
AGRADECIMIENTOS........................................................................................ 17
CUESTIONES IN TRODUCTORIAS
2. DEFINICIONES Y VALORACIONES.................................................... 36
Los usos públicos de la palabra terrorism o y sus dificultades.............. 37
Primera aproximación a una definición científica del terrorism o...... 39
Segunda aproximación: el terrorismo como violencia política.......... 44
Sobre la ilegitimidad del terrorism o....................................................... 52
L
10 LA LÓGICA DEL TERRORISMO
Frustración......................................................................................... 203
O dio..................................................................................................... 205
La importancia de los motivos prosociales.................................... 207
El terrorista y el dilema del gorrón................................................. 208
Motivos com plejos........................................................................... 2 12
Acerca del fanatismo: definición y atributos.......................................... 2 13
El fanatismo como rasgo de personalidad .................................... 2 15
La relativa «normalidad» del fanatism o......................................... 2 18
La dimensión social del fanatism o................................................. 222
Fanatismo y violencia....................................................................... 224
ORGANIZACIONES TERRORISTAS
NOTAS................................................................................................................... 369
BIBLIOGRAFÍA, 389
PREFACIO
do. Tal vez el atentado que más me afectó personalmente fue el se
cuestro y asesinato de Miguel Angel Blanco. Tras él, España vio cre
cer una nueva corriente de oposición pública y valiente a ETA, una
corriente inspirada por el llamado espíritu d e Ermua, con el que aún
me sigo identificando. Luego vendrían el 11 de septiembre de 2001 y
el 11 de marzo de 2004, hechos igualmente inolvidables y aún más
inquietantes. La vivencia distante de todos esos acontecimientos me
ha hecho descubrir que los terroristas no sólo atentan contra las vidas
de personas inocentes y valientes. Por el contrario, creo que la liber
tad, la seguridad y la concordia ciudadanas, la democracia, las leyes y
el Estado de derecho también pueden ser víctimas del terrorismo.
Estimo que el proceso de gestación de este texto ha durado más de
cinco años; cinco años desde que comencé a estudiar el problema del
terrorismo y a analizarlo con los conocimientos que me han ido apor
tando mi formación académica y mi curiosidad intelectual. Cinco
años es demasiado tiempo como para no haber contraído nuevas deu
das de amistad (pido perdón si mientras escribo estos agradecimien
tos olvido algunas de ellas). Desde luego, la más importante de todas
esas deudas es también la más personal e íntima. A mi esposa, Ana, le
corresponden todos los méritos que pudieran atribuirse a este libro (y
ninguno de sus defectos). Más que yo mismo, Ana, ha sufrido este
trabajo con una paciencia y generosidad que jamás podré pagar. Asi
mismo, la obsesión por escribir este libro me ha robado algunos mo
mentos de compañía familiar: mi madre, María del Mar, mi padre,
Angel, y mis hermanos Alberto y Mar también lo saben.
Quisiera agradecer el apoyo personal y académico que algunos co
legas y compañeros me han deparado mientras preparaba este libro.
La mayoría de esas personas son miembros del Departamento de Psi
cología Social y Metodología de la Universidad Autónoma de M a
drid, al que también yo pertenezco. Sin duda, Amalio Blanco es res
ponsable de este libro, aunque completamente inocente respecto de
sus errores o de aquellas opiniones con las que él mismo pudiera dis
crepar. Amalio ha apoyado el proyecto de este texto y lo ha promo-
cionado como si fuera suyo. En mi propio Departamento tengo otros
dos buenos amigos a los que también debo mucho (de hecho, su pro
pia amistad entraña ya una deuda considerable). Alberto Becerra ha
creído en mí en todo momento, pese a la heterodoxia que él mismo
AGRADECIMIENTOS 19
DEFINICIONES Y VALORACIONES
¿Buscan el control de Sí Sí No
territorio?
Las acciones terroristas, tanto si son cometidas por los Estados como por
actores no estatales, pueden menoscabar el derecho a la vida, el derecho a
no ser objeto de torturas ni de detención arbitraria, los derechos de las
mujeres, los derechos de los niños, el derecho a la salud, a la subsistencia
(alimentación), al orden democrático, a la paz y la seguridad, el derecho
a la no discrim inación y a todas las demás normas de protección de los
derechos humanos. En realidad, no existe probablem ente ni un solo de
recho hum ano que no esté expuesto a los efectos del te rro rism o 23.
Informe 2001 presentado por la relatora especial sobre terrorismo y dere
chos humanos de la Subcomisión de Promoción y Protección de los Dere
chos Humanos de las Naciones Unidas.
DEFINICIONES Y VALORACIONES 53
Ante todo no hay que olvidar que la palabra «causa» tiene más de un
significado. A mi juicio, la noción de causalidad más conveniente
para nuestros propósitos es también la más amplia de todas ellas,
ofrecida por el diccionario de la Real Academia 1 en su primera acep
ción: aquello qu e se considera com o fu n d a m en to u origen d e algo. Como
puede comprobarse, esta definición hace equivalente la explicación
de cualquier tipo de hecho o suceso real con la identificación de las
causas que lo producen. Desde este punto de vista, la idea de un te
rrorismo sin causas es sencillamente absurda.
Niveles de análisis
N ivel m acrosocial
N ivel in d ivid u a l
como «diagnóstico progresista» sobre las causas del terrorismo 16. Di
cho diagnóstico señala que las principales causas del terrorismo son
las desigualdades económicas, la opresión política, el colonialismo o
el imperialismo y otra serie de posibles injusticias sociales. En los si
guientes capítulos nos preguntaremos si esas explicaciones han sido
empíricamente corroboradas. Pero antes ensayemos un sencillo expe
rimento mental. Imagine el lector que contáramos con pruebas empí
ricas fiables y abundantes de que, en efecto, la pobreza o la opresión
política hubieran sido condiciones realmente presentes en la mayoría
de las circunstancias sociohistóricas en las que se ha detectado activi
dad terrorista. De entrada, habría que empezar advirtiendo que esa
clase de datos son inicialmente correlaciónales y que los expertos en
cálculos estadísticos aseguran que la correlación entre variables (el
que dos o más tipos de hechos acostumbren a manifestarse de manera
simultánea o sucesiva) no siempre implica una relación causal entre
dichas variables. Pero supongamos también que en este caso dispusié
ramos de argumentos para inferir causalidad, tal vez porque los datos
indicaran además que el terrorismo nunca haya tenido lugar en el
contexto de sociedades prósperas, libres e igualitarias. Entonces, si
pudiéramos decir con verdadero fundamento científico que las causas
del terrorismo son la pobreza o la opresión política, ¿estaríamos legi-
. imando o exculpando a los terroristas?, ¿deberíamos contemplarlos
como víctimas de aquellas causas y no como autores responsables de
sus delitos? Estas conjeturas, y el temor a que puedan ser ciertas, a ve
ers llevan a proferir frases absurdas desde una perspectiva racional o
científica como la de que «el terrorismo no tiene causas».
Pensando en abstracto, es decir, sin referirnos aún a las condicio
nes reales en las que los fenómenos terroristas suelen producirse, ca
lma reconocer que ciertas explicaciones suyas podrían ser legitimado-
ias o exculpatorias. Más concretamente, para que el análisis causal de
un acto o campaña terrorista (o de cualquier otra clase de acción in-
dividual o colectiva) tenga un efecto legitimador o exculpatorio ha de
cumplirse una de las dos siguientes condiciones:
;>) Condición ju stifica tiva : que dicho análisis causal aporte prue
bas evidentes de que la acción o acciones analizadas y sus efec
tos estaban moral y políticamente justificados.
72 CUESTIONES INTRODUCTORIAS
l.os terroristas pueden afirmar que hablan en nombre de los débiles y los
indefensos pero, una vez que comienzan, los actos terroristas en nombre de
la liberación se dirigen rápidamente no sólo contra el opresor, sino contra
todos aquellos dentro del grupo de los oprimidos que se oponen a la utili
zación de medios terroristas, o a quienes han colaborado o trabajado con
las fuerzas del lado contrario. La guerra contra los traidores, informantes,
simpatizantes, quintacolumnistas y espías o, en otra palabra, la guerra con-
11a su propio pueblo es una característica imprescindible de cualquier cam
pana terrorista. Los terroristas argumentan que sus actos expresan la volun-
lad del pueblo, pero en realidad la violencia impone el silencio. En el País
vasco, en las áreas católicas de Irlanda del Norte, en las áreas tamiles de Sri
•anka y por último en Palestina los grupos terroristas dominan sus pobla
ciones con la misma violencia que despliegan contra el opresor l9.
74 CUESTIONES INTRODUCTORIAS
Como sigue diciendo Ignatieff, para excusar una mala acción no bas
ta con reconocer que sus efectos serán o han sido buenos o buenísi-
mos. También hace falta comparar esos efectos con los que se podrían
haber conseguido mediante otras acciones alternativas posibles. Los
terroristas piensan o argumentan que su violencia es un último recur
so, la única opción para conseguir lo que pretenden, pero ya se ha di
cho que esa interpretación suele ser errónea y que puede ser utilizada
como un falso pretexto. En realidad, casi siempre existen alternativas,
sólo que su aplicación requiere mayor paciencia y mucha más tole
rancia. Y lo que resulta más importante aún: nadie que tenga una mí
nima noción sobre la violenta historia del siglo X X puede hoy seguir
defendiendo el argumento principal de todos los dogmatismos mora
les, políticos o religiosos conocidos. Me refiero a la idea de que los
mejores fines puedan justificar cualquier medio cruento: por ejem
plo, la tortura, los asesinatos en masa, el terrorismo, etc.
En resumidas cuentas, es posible que su análisis causal nos revele a
veces que el terrorismo no es el único mal existente, sino que hay
otros males, tal vez incluso mayores, que lo preceden y alimentan.
Dependiendo de cada caso, esto puede ser más o menos cierto y los
esfuerzos por explicar el terrorismo desde una actitud científica nos
ayudarán a despejar esas dudas. Pero es muy difícil que esas explica
ciones aporten una justificación razonable a los terroristas, pues la
posible bondad de sus fines no anula los daños que su actividad pro
voca sobre seres humanos inocentes. De modo que, al menos en este
sentido, y a mi juicio, explicar no equivale a legitimar o exculpar. Tal
y como queda consignado en la declaración sobre las m edidas para eli
m in ar e l terrorism o in tern a cion a l fijada en la resolución 49/60 de la
Asamblea General de las Naciones Unidas de 9 de diciembre de
1994:
Los actos criminales con fines políticos concebidos o planeados para pro
vocar un estado de terror en la población en general, en un grupo de per
sonas o en personas determinadas son injustificables en todas las circuns
tancias, cualesquiera que sean las consideraciones políticas, filosóficas,
ideológicas, raciales, étnicas, religiosas o de cualquier otra índole que se
hagan valer para justificarlos.
ALGUNAS REFLEXIONES EN TORNO A LAS CAUSAS DEL TERRORISMO 75
O dio esos sistemas absolutos que hacen depender todos los aconteci
mientos de la historia de grandes causas primeras ligadas entre sí m edian
te una cadena fatal, y que suprim en a los hombres, por así decir, de la
historia del género hum ano. Los encuentro estrechos en su pretendida
grandeza, y falsos bajo su aire de verdad matemática.
A l e x is d e T o c q u e v il l e
¿Acciones o re-acciones?
Tal y como anotara una vez el escritor checo Milan Kundera, la más
peligrosa de las ignorancias proviene de quienes creen poseer explica
ciones para todo. Comenzaré este capítulo haciendo una afirmación
severa e incómoda: muchas de las explicaciones sociales sobre nuestro
objeto de estudio adolecen del mismo defecto que denunció Kunde
ra. Los intentos por comprender el terrorismo en toda su dimensión
social quedan frecuentemente reducidos a la simple proyección de
unos u otros pre-juicios (ideológicos o teóricos) sobre los hechos rea
les, dando por sentado que esos hechos no pueden más que confir
mar aquellos prejuicios. Tampoco es tan extraño. El deseo de dar rá
pida respuesta a lo que resulta inesperado, desagradable y amenazante
liace que los seres humanos racionalicemos frecuentemente lo ocurri
do aplicando nuestras ideas preconcebidas. Para encontrar una prue
ba de las afirmaciones anteriores no hay más que revisar con pacien
cia la multitud de explicaciones sociales sobre el terrorismo que se
86 APROXIMACIONES MACROSOCIOLÓGICAS
Este capítulo ofrece una discusión sobre los dos primeros tipos de
causas sociales del terrorismo, sus posibles precondiciones y sus preci
pitantes, o sus caldos de cultivo y sus detonantes. Las oportunidades
y los recursos serán analizados en el capítulo siguiente.
Respecto a las precondiciones y precipitantes del terrorismo u
otras formas de violencia política, existe una tesis o supuesto funda
mental que puede ser aceptado sin reservas. También hay varias hipó
tesis que generan mayor controversia y deberían ser sometidas a un
riguroso escrutinio. La tesis tiene que ver con el modo en que las su
sodichas precondiciones y precipitantes influyen sobre los comporta
mientos políticos violentos que les suceden. Para comprenderla tal
Vr/-sea útil recordar algo de lo que se dijo cuando abordamos la defi
88 APROXIMACIONES MACROSOCIOLÓGICAS
tar integradas por personas de clase media y con un alto nivel educa
tivo: Fracción del Ejército Rojo alemán, Ejército Rojo japonés, Hom
bres del Tiempo, en Estados Unidos; Frente de Liberación de Québec,
Macheteros puertorriqueños, neofascistas italianos. Por el contrario,
los militantes de inferior clase social y bajo nivel educativo predomi
naron en aquellas otras organizaciones con mayor capacidad de movi
lización social que lograron permanecer activas durante un cierto pe
riodo de tiempo: Brigadas Rojas, Luchadores por la Libertad del
Ulster, IRA o ETA. La segunda conclusión de Reinares apunta que,
en sus estadios iniciales, la inmensa mayoría de las organizaciones te
rroristas de la tercera oleada estuvieron integradas por un número
muy superior de militantes de clase media y alto nivel educativo,
siendo habitual que la perduración de esos grupos fuera incrementan
do la cantidad de activistas provenientes de clases inferiores.
Otros datos avalan la tesis de que, en una proporción muy elevada
de casos, los terroristas no son víctimas directas de la desigualdad
económica, pobres, desempleados ni ignorantes, sino personas de cla
se media con gran formación y suficientes oportunidades para pros
perar, condiciones que también cumplían muchos terroristas latinoa
mericanos 13. Según apunta Laqueur, en la Iberoamérica de los años
setenta del anterior siglo el terrorismo fue una actividad propia de es
tudiantes de clase media que querían rebelarse contra una oligarquía
consolidada (el caso con mayor número de militantes de clase social
inferior o pobre parece haber sido el de Sendero Luminoso, en Perú).
Algunos analistas e historiadores han propuesto explicar el terrorismo
nacionalista como efecto de la discriminación económica a la que
han sido sometidas las minorías, de las que a veces surgen movimien
tos terroristas. Pero las excepciones a esta regla son demasiado abun
dantes. En Sri Lanka los Tigres Tamiles provenían principalmente de
las clases medias. Se ha insistido también en que el Ulster ha sido una
de las regiones menos prósperas del Reino Unido, que muchos inte
grantes del IRA han procedido de la clase baja y trabajadora y que la
población católica ha vivido unas condiciones de carestía económica
y ha soportado unos niveles de desempleo muy superiores a las de la
población protestante. Otros analistas han señalado, sin embargo,
que las diferencias de estatus económico entre católicos y protestantes
han sido frecuentemente exageradas y que los datos indican que las
CALDOS DE CULTIVO Y DETONANTES SOCIALES DEL TERRORISMO 93
A utoritarismo y represión
¿Luchadores p o r la libertad?
Culturas d e la violencia
Religión y terrorismo
didos contra algunas marchas del pacífico movimiento por los dere
chos civiles, la quema de viviendas, las palizas y los asesinatos perpe
trados contra ciudadanos católicos ejercieron una influencia decisiva
en la escisión del IRA que dio origen a la actividad de los provos, el
atroz «IRA provisional», responsable de más de 100 explosiones por
bomba sólo en el siguiente año de 1970 65. A finales de la década de
I960 tuvieron lugar en la República Federal Alemana algunos hechos
con repercusiones parecidas. En junio de 1967 un policía causó la
muerte de un estudiante universitario que protestaba contra la visita
del Sha de Persia a Berlín y en abril de 1968 se produjo un atentado
contra un dirigente del entonces muy activo movimiento de protesta
estudiantil. No mucho tiempo después se constituirían los grupos te
rroristas Fracción del Ejército Rojo y Movimiento Dos de Junio 66.
No todos los agravios que animan a los futuros terroristas provie
nen de acciones represivas. Cualquier acontecimiento social que pue
da ser interpretado por ellos como un fracaso o retroceso en la reali
zación de sus objetivos políticos puede tener un peligroso efecto
polarizador. El conflicto palestino-israelí ofrece algunas pruebas his
tóricas de ello. La derrota de una coalición árabe en 1967 en la Gue
rra de los Seis Días ante Israel encendió la mecha que propagaría el
terrorismo palestino en las décadas siguientes. Tras aquella experien
cia, los nacionalistas palestinos comprendieron entonces que no po
dían depender por más tiempo de los otros países árabes para lograr
sus fines67. Más tarde, la firma de un tratado de paz entre Isaac Rabin
y Yasser Arafat en 1993 y el avance siguiente en los términos de aquel
tratado reactivó los atentados palestinos y acabó desencadenando el
asesinato de Rabin a manos de un ultraortodoxo judío, en 1995 68.
Un caso bien distinto puede encontrarse en Argelia, donde la anula
ción de los resultados que dieron el triunfo electoral al partido inte-
grista islámico en 1992 abrió paso a la actividad terrorista del Grupo
Islámico de Salvación, más tarde escindido en el aún más sanguinario
GIA69.
Aparición d e otros m ovim ientos terroristas. Otro factor que tal vez po
dríamos incluir entre los posibles sucesos precipitantes de acciones y
campañas terroristas sería el de la disponibilidad de modelos externos
de acción política violenta. Como dice Crenshaw, «la visibilidad del
118 APROXIMACIONES MACROSOCIOLÓGICAS
Algunas conclusiones
—
CALDOS DE CULTIVO Y DETONANTES SOCIALES DEL TERRORISMO 119
LA LÓGICA DE LA SITUACIÓN
Oportunidades y recursos
c o n d ic io n e s s o c ia le s .
respuestas Violencia
c o n ic tiv a s o p e m o c io n a le s n e g a tiv a s ( p o lític a )
in s a tis f a c to r ia s
• Im plem entación de po líticas represivas con tra ciertos grup os p o líticos o m in o rías so
ciales.
• Inicio de conflictos armados en los que el Estado participe directa o indirectam ente,
actuando como agresor, víctim a o ambas cosas, que acaben con el monopolio estatal
de la violencia y que generen fragmentación social y territorial.
• Elevación considerable de las tasas de desempleo u subempleo, sobre todo entre los jó
venes.
Colaboradores
TTTTTT Simpatizantes
m a
Comunidad de referencia
(política, étnica o religiosa)
Pese a los datos anteriores, los terroristas pueden llegar a ser económi
camente autosuficientes. De heqho, los análisis expertos sobre los me
dios de financiación del terrorismo indican que tras el final de la Gue
rra Fría los pagos estatales a organizaciones terroristas decayeron
considerablemente, lo que les obligó a buscar otras fuentes de finan
ciación alternativa. Algunas de ellas tienen que ver con la delincuen
cia organizada y el crimen común, pero otras son fuentes legales. No
LA LÓGICA DE LA SITUACIÓN 141
D inero sucio
minutos, cada de uno los receptores del mensaje de Atta se envían entre
sí otro SMS con idénticas palabras. A partir de ese momento, Marwan
al Shehhi, Hani Hanjour y Ziad Jarrah saben que todo ha comenzado
y que sus compañeros mártires están dispuestos al martirio.
La relación casi simbiótica entre el terrorismo y los sistemas y me
dios de comunicación es asunto que merecería un estudio aparte y
cuya importancia es difícil de exagerar. Como ya sabemos, la eficacia
del terrorismo depende de su capacidad para afectar a las opiniones
públicas y las agendas políticas de sus adversarios, dándose el caso de
que los modernos medios de comunicación de masas vienen configu
rando esas opiniones y agendas desde hace ya varias décadas. El terro
rismo requiere publicidad y los medios de comunicación se la propor
cionan. En la medida en que su evolución tecnológica ha permitido a
los mass m edia emitir su señal a escala planetaria, no existen ya límites
para la propagación de la información acerca de las acciones terroris
tas. Aunque todavía es necesario seguir investigando, se supone que
muchos de los efectos que pueden derivarse de la transmisión de in
formación acerca de los atentados son efectos buscados por sus insti
gadores y ejecutores. Los terroristas saben que la difusión mediática
de sus crímenes puede amplificar enormemente sus efectos intimida-
torios y simbólicos, sobre todo cuando esa difusión es audiovisual.
Hay que recordar algo de lo que se dijo en el capítulo 2 cuando tratá
bamos de definir el sentido de la estrategia terrorista: el número de
personas que son susceptibles de convertirse en objetivo directo de las
agresiones terroristas es, y siempre debe ser, muy inferior a la canti
dad de individuos que resulten psicológicamente afectados por tales
actos violentos. Diversos expertos y algunos responsables políticos
han acusado a los medios de comunicación, y más particularmente a
la televisión, de fomentar un miedo irracional al terrorismo basado
en una inmensa exageración sobre dicho riesgo. Seguramente los pe
riodistas acusados podrían devolver la crítica a analistas y, sobre todo,
a políticos, pues tampoco ellos son del todo «inocentes» respecto a la
excesiva atención que se suele dedicar a los terroristas. En todo caso,
el electo amplificador de la información reiterada sobre acciones te-
rroristas es indudable.
Otras funciones que los medios de comunicación de masas pueden
desempeñar en favor de los terroristas son éstas63:
150 APROXIMACIONES MACROSOCIOLÓGICAS
tará con mencionar algunas de las nuevas posibilidades que dicha es
tructura ofrece 66. Se sabe que algunos terroristas han utilizado salas
de chat para planificar atentados y otras actividades. En este sentido,
tal vez la ventaja más importante que Internet ofrece a los terroristas
sea la de permitir que individuos y grupos que se encuentran separa
dos por cualquier distancia física se coordinen y comuniquen (en
tiempo real). Naturalmente, esto facilitaría la aplicación de estrategias
terroristas a escala internacional y su planificación desde lugares y paí
ses seguros. Al hacer factible la comunicación desde cualquier lugar,
Internet también favorece la movilidad de los terroristas, quienes po
drán desplazarse en función de los intereses, circunstancias y riesgos
propios de cada momento, sin temor a perder el contacto con sus co
legas, sus subordinados, sus colaboradores y simpatizantes. En parti
cular, nos consta que Al Qaida viene haciendo un uso intensivo de
Internet con otros muchos fines; por ejemplo:
,.4t¿ iefy
C onflictos arm ados y Estados débiles o fa llid os
dos a utilizar la fuerza militar, nos dice que «en cuanto se tiene un
martillo, todos los problemas empiezan a parecer clavos25». En efec
to, la absoluta posición de hegemonía que ese país detenta hoy en el
mundo puede haber tenido mucho que ver con su más que discutible
determinación a afrontar el problema de Irak mediante una interven
ción militar, y podría seguir influyendo en ese mismo sentido a la
hora de gestionar conflictos futuros. Mas a juzgar por los resultados
derivados de la operación de Irak no parece que tales actitudes y es
trategias hayan mitigado el terrorismo, sino todo lo contrario. Por lo
tanto, la unipolaridad también entraña riesgos.
Una vez descrita la era global, hay que concluir por fin con nuestras
reflexiones sociológicas. El terrorismo puede reproducirse bajo condi
ciones sociales m uy heterogéneas: en sociedades subdesarrolladas y
prósperas, bajo sistemas autoritarios débiles o en declive, durante
procesos de transición a la democracia, en democracias jóvenes o bien
consolidadas, en países occidentales y orientales, en épocas históricas
diversas, contra gobiernos agresivos o contemporizadores, etc. Tam
poco ninguna de esas condiciones sociales e históricas produce terro
rismo de forma inevitable26. Además, y esto también genera algún
comentario, nunca se insistirá demasiado en el hecho de que, desde
un punto de vista sociológico, el terrorismo es un m icrofenóm eno11.
Tomemos como muestra el caso de algunas sociedades árabes, a las
que hoy se mira con tanto recelo debido a sus potenciales vínculos
con el actual terrorismo islamista. Esas sociedades acumulan todas las
condiciones sociales que se supone pueden alimentar el terrorismo:
un pasado remoto de dominio civilizatorio y otro reciente marcado
por la opresión colonial por parte de países occidentales y por una
historia de conflictos armados internacionales e internos con sus mi
llares de muertos y éxodos masivos; estructuras políticas y económi
cas inestables e ineficientes lideradas por élites autoritarias y corrup
tas; carencia de infraestructuras y servicios públicos; niveles elevados
de pobreza y desempleo que tienden a aumentar por efecto de un ere
LA A M E N A Z A T ER R O R IST A EN LA ER A G LO B A L 169
Nuestra imagen del terrorista lo asocia antes que nada con la violen
ta y sabemos que la agresividad es un síntoma de ciertas patologías
mentales. Por otro lado, el comportamiento y el discurso de los terro-
"stas recuerda frecuentemente al de los individuos que se ven afecta
dos por diversas disfunciones o trastornos mentales. Por esa razón se
ha planteado una gran variedad de explicaciones patológicas del te
176 ¿CÓMO PIENSAN LOS TERRORISTAS?
L íderes terroristas
Una larga serie de datos empíricos apoyan esa predicción. Así, las
personas afectadas por sentimientos de euforia son más proclives a la
violencia que los individuos normales. Los sujetos depresivos son los
menos agresivos de todos. Los psicópatas suelen tener un elevado
concepto de sí mismos. El propio Baumeister y sus colaboradores han
revisado una amplísima bibliografía sobre toda clase de comporta
mientos violentos y han encontrado numerosas pruebas que demues
tran que una autoestima «inflada» correlaciona con una mayor pro
pensión al uso de la fuerza. Algunos de esos datos tratan sobre
nuestro mismo objeto de estud io51. A partir de ellos Baumeister
plantea que las altas aspiraciones de los terroristas y su arrojo a la
hora de afrontar los peligros inherentes a su actividad son informa
ciones que sugieren una autoestima elevada. Fathaly Moghaddam ha
recurrido a la misma hipótesis de Baumeister52. Moghaddam añade
que el frecuente aislamiento que les impone su actividad criminal
permite que los terroristas salvaguarden su exagerada autoimagen (re
volucionarios, representantes del pueblo o la nación, intérpretes de la
voluntad divina, etc.).
Pese a todo, tampoco la segunda hipótesis sobre la autoestima de
los terroristas es perfecta. El planteamiento teórico de Baum eister si
gue siendo deudor de la vieja teoría de la frustración-agresión. Al fin
y al cabo, lo que se viene a decir es que las personas con alta autoesti
CONJETURAS Y REFUTACIONES SOBRE LA MENTE DE LOS TERRORISTAS 197
ría en una aventura colectiva que podría culminar con la cárcel o in
cluso con la propia muerte si no tuviera una firme confianza en sus
posibilidades de éxito. De todos modos, pueden plantearse algunas
dudas al respecto. En un principio el optimismo puede ser una con
dición indispensable para que se produzca el ingreso. No obstante, no
tiene por qué ser una característica permanente. Muchos terroristas
han terminado por reconocer la inutilidad de su lucha y esa desilu
sión ha motivado intentos de deserción. También cabe dudar que el
optimismo desmedido del que hablo sea un auténtico rasgo de perso
nalidad que acompaña al terrorista a lo largo de toda su vida. Por el
contrario, el abandono definitivo de la organización, los cambios a
nivel ideológico y el encarcelamiento suele dar lugar a posiciones más
escépticas sobre las ventajas políticas que puedan derivarse del terro
rismo. De aquí se deduce que, posiblemente, el optimismo de los te
rroristas sea una actitud inducida por las influencias sociales e ideoló
gicas a las que ellos mismos se ven expuestos antes y durante el
tiempo de m ilitancia55.
Fascinación p o r la violencia
En resumen
por nuestras pasiones, es decir, por aquellos deseos que están asociados
a algún sentimiento intenso y energizante como la ira o la euforia,
que, en no pocas ocasiones, pueden llevarnos a actuar contra nuestros
intereses (por ejemplo, agrediendo a quien es más fuerte que nosotros
mismos o tomando decisiones arriesgadas o insensatas). Tanto en an
teriores capítulos de este libro, como al revisar la bibliografía disponi
ble sobre terrorismo, no es difícil descubrir resonancias de estas ideas
previas. Se pueden distinguir ciertas explicaciones que conciben el te
rrorismo como una actividad profundamente pasional y casi «desinte
resada» (es decir, desviada o desvinculada del real interés de quien la
ejerce) y otras que lo analizan como un modo de violencia pura y ob
jetivamente racional. Esta división reproduce la distinción entre for
mas de violencia «expresiva» (o intrínsecamente motivada) e «instru
mental» (orientada a metas extrínsecas) que ha proliferado desde hace
décadas en los estudios genéricos sobre las fuentes de la agresividad
humana 3. ¿Pero cómo han prosperado estas visiones contrapuestas?
Y, por otro lado, ¿con qué razones podríamos oponernos a ellas?
Evidentemente, la contraposición genérica entre intereses y pasio
nes reproduce la no menos antigua e hipotética oposición entre racio
nalidad y emoción. La actual psicología de las emociones muestra, en
efecto, que diversas experiencias afectivas intensas, y las tendencias
conductuales que provienen de aquéllas, reducen con frecuencia la
racionalidad de pensamientos y acciones. No obstante, esa oposición
no es tan genérica como se pensaba al principio: todo depende de
cuál sea la emoción particular de la que hablemos, de la intensidad
con la que se manifieste y de su duración4. Por otro lado, es posible
que la división entre concepciones racionales y no racionales del te
rrorismo se ha visto favorecida por la enorme confusión generada en
torno a las dos experiencias afectivas que a menudo se han identifica
do como las causas psicológicas más habituales de los actos de violen
cia política: la frustración y el odio.
V O C A C IO N E S T E R R O R IST A S Y A C T IT U D E S FA N Á TIC A S 203
Pasiones terroristas
Frustración
E (estímulo) O R (respuesta)
O dio
El terrorista y e l d ilem a d e l g o rr ó n
das a favor de la difusión del w ababism o, una de las corrientes más ra
dicales del Islam sunní. En el País Vasco también contamos con algu
nos ejemplos lamentables. Hace no mucho tiempo la asociación cívi
ca Basta Ya denunciaba la subvención económica que el gobierno
autónomo vasco concedió para la publicación de un curioso libro es
colar titulado Euskal Erriko Pertsoniak. El texto en cuestión está desti
nado a ilustrar la historia del País Vasco mediante la reseña breve de
cien personajes vascos supuestamente ilustres. No por casualidad, los
nombres de algunos de los mejores escritores vascos como Miguel de
Unamuno o Pío Baroja no aparecen en esa relación de celebridades,
aunque sí es posible encontrar los nombres de diez terroristas de ETA
a los que se presenta como auténticos héroes de la «nación»32. No es
de extrañar entonces que un militante de ETA confesara que entrar
en la organización significa algo así como fichar por el Athletic de
Bilbao33.
Los individuos que no crecen sumergidos en una subcultura de la
violencia también pueden encontrar cierto atractivo a la posibilidad de
entrar a formar parte de una organización terrorista. La alienación o el
aislamiento social son experiencias personales que a veces dan origen a
esa clase de impresiones: recuérdese lo dicho páginas atrás sobre los jó
venes vascos nacionalistas hijos de familias mixtas y los inmigrantes
musulmanes que se sienten aislados e incluso rechazados en su país de
acogida. La inclusión en un grupo que les reconozca como individuos
valiosos y dignos de respeto, la adquisición de una identidad positiva,
aunque sea a costa de sustituir la identidad personal por la nueva iden
tidad social que el grupo le ofrece, pueden constituir motivos muy po
derosos para participar en una campaña terrorista.
Motivos complejos
Fanatism o y violencia
C ualquier ta rd e en B a gd a d
F unciones psicológicas
que el mero análisis del medio social en que ese fenómeno ocurre 3
Esta hipótesis, que viene rodando desde las primeras páginas de este
libro, ha sido expresada por San Martín con las siguientes palabras-
«(Los terroristas) han adquirido [...] un conjunto de ideas, pensa
mientos, sentimientos, creencias, etc., que les hace percibir el mundo
con grandes distorsiones. Son sus distorsiones, y no la realidad, lo
que les lleva a actuar como lo hacen V Palabras duras y contunden
tes, aunque habitualmente acertadas.
En último lugar, la ideología desempeña una importantísima fu n
ción identitaria, pues constituir un marco de creencias compartidas
por la mayoría de los miembros de un movimiento u organización te
rrorista ayudará a que aquéllos se reconozcan entre sí como luchado
res por una misma causa5. Entre otros efectos psicosociales que serán
minuciosamente analizados más adelante, el desarrollo de una sólida
identidad colectiva por parte de los terroristas fortalece su adhesión al
movimiento u organización y su voluntad de sacrificio.
Funciones estratégicas
las siguientes páginas voy a destacar algunas de las razones que permi
ten llamar extremistas a los terroristas y a sus ideologías. Adelantán
dome a esos comentarios daré por hecho que el extremismo de una
ideología terrorista se debe a aquellos argumentos suyos que sirven
para apuntalar las tres siguientes creencias:
Injusticias y agravios
simulan muy bien). No obstante, sigue siendo cierto que los indica
dores macrosociales de injusticia económica o política no permiten
explicaciones ni pronósticos demasiado fiables si no se toman en
cuenta otros factores de tipo subjetivo. La razón es bien sencilla: los
movimientos sociales sólo se rebelan contra aquellas situaciones que
ellos mismos han definido como injustas. Lo de menos es que tales
injusticias existan o no desde otros puntos de vista ajenos al de esos
movimientos. Lo importante es que sus miembros los perciban como
tales. De hecho, si muchos movimientos terroristas están formados
por grupos minoritarios es porque su interpretación de la realidad
circundante se opone a la de la mayoría social. Para los militantes de
un movimiento político xenófobo la atención sanitaria ofrecida a los
inmigrantes es una flagrante «injusticia» que debe ser reparada, a ve
ces mediante la violencia.
¿Cómo describen los terroristas las injusticias contra las que dicen
enfrentarse? Básicamente de dos maneras complementarias. La pri
mera de ellas consiste en realizar un ju ic io m oral n ega tivo y g lo b a l
acerca de las sociedades que aspiran a transformar. Los líderes terro
ristas y sus ideólogos de referencia suelen juzgarlas decadentes y co
rruptas 16. El materialismo de las sociedades capitalistas proporciona
ba los argumentos críticos más habituales entre los terroristas de la
nueva izquierda. En este sentido, les resultaba muy útil también el
concepto marxista de «falsa conciencia»; los jóvenes radicales repro
chaban a los países occidentales sus «contradicciones», aquellas que
las masas no lograban percibir por culpa del influjo anestésico del es
tilo de vida consumista l7. El consumismo y el materialismo también
ha sido objeto de la furibunda crítica de terroristas religiosos de di
versas confesiones. Otras depravaciones morales que han servido de
coartada para el terrorismo han sido la igualdad de derechos atribuida
a las razas no arias o de color, las prácticas abortistas, el libertinaje se
xual, etc. Los principales autores que han inspirado a los terroristas
islamistas están repletos de alusiones a la decadencia sobrevenida a las
sociedades musulmanas por el distanciamiento de la S haría, la ley re
ligiosa que debería gobernar toda la vida social y política. En palabras
de Sayid Qutb, uno de los más influyentes ideólogos islamistas del si
glo x x , «hoy en día estamos en una yah iliyya similar a la contemporá
nea del Islam, o peor. Todo en nuestro entorno es una yahiliyya-. las
236 ¿CÓMO PIENSAN LOS TERRORISTAS?
zada de los enemigos y las víctimas. Para ello se evita toda alusión a
sus rasgos e intereses personales, al menos aquellos que pudieran pa
recer familiares o entrañables. Por ejemplo, la información ofrecida
sobre el desconocido Miguel Ángel Blanco al día siguiente de su se
cuestro fue mucho más breve y concisa en la prensa pro etarra que en
el resto de los periódicos vascos41. Entre el día siguiente al secuestro y
el que sucedió al asesinato, el diario D eia ofreció múltiples fotos de la
víctima, alguna en portada y otras de sus familiares, así como abun
dante información de tipo personal: información sobre el origen hu
milde de su familia, sobre sus aficiones musicales, sus dificultades
para encontrar un empleo, su novia, declaraciones de sus amigos y
compañeros de trabajo, etc. Por el contrario, Egin sólo publicó una
fotografía el día siguiente del secuestro, aunque la alojó en la página
1 1 , y la información de carácter personal sobre la víctima o sus fami
liares fue prácticamente inexistente.
En segundo lugar, la despersonalización de las víctimas y enemigos
se fomenta destacando su identidad social, su pertenencia a un colec
tivo o categoría social diferente a la de los terroristas y la de sus gru
pos o comunidades de referencia. En las páginas de Egin antes co
mentadas el nombre de M iguel Ángel Blanco siempre aparecía
asociado a las siglas del Partido Popular. Por tanto, la víctima sólo fue
representada como un miembro intercambiable de un partido políti
co que ETA había identificado como uno de sus principales enemi
gos. Lo que se busca en definitiva es que los terroristas y sus simpati
zantes acaben interpretando la violencia en términos parecidos a los
que indican las declaraciones de uno de los etarras entrevistados por
el profesor Reinares. La conversación toma un giro para referirse al
asesinato perpetrado contra un empresario vasco que había sido pre
viamente secuestrado:
E stu v im o s con él veintitrés o veinticuatro días [...] hablábamos, hablá
b am o s de todo, porque el hombre era encima muy... como muy campe
c han o [...] me acuerdo de habernos abrazado y todo [...] habíamos he
cho planes para después de la liberación, para vernos alguna vez y tal
[•••]. Entonces un día me llamaron y me dijeron: le tenéis que pegar un
tlro (•••] lo metimos en un coche, lo llevamos a un descampado, le saca
m o s . .. ¡pum! Le pegamos un tiro [...] no me acuerdo de ningún senti
m iento ni de pena por la persona ni... ni nada de eso. Encima... ¡si no
246 ¿CÓMO PIENSAN LOS TERRORISTAS?
Identidades a la contra
mente racistas, es difícil leer algunos de sus discursos sin evocar las
descripciones por contraste que tanto gustaban al padre intelectual
del nacionalismo vasco, Sabino Arana: vasco trabajador/maketo pere
zoso, vasco emprendedor/maketo sin iniciativas, vasco nacido se-
ñor/maketo nacido esclavo, vasco limpio/maketo sucio, vasco fami-
liar/maketo adúltero, etc. 59. Regresando a la actualidad, las páginas
web financiadas por Ai Qaida y otros grupos yihadistas no son menos
etnocéntricas que las descripciones seudoetnográficas de Arana. Uno
de sus argumentos más reiterados nos dice que «un musulmán vale
más que un millón de impíos» 60. En conclusión, las definiciones por
contraste son la esencia de la visión dicotómica o maniquea de la que
se habló en su momento: el «bien» y el «mal» enfrentados. A veces
esos mismos términos tienen cabida en los propios discursos terroris
tas (y también en los discursos antiterroristas...). En palabras de un
carismático líder de Hamas, el conflicto entre palestinos e israelíes es
un «combate entre las fuerzas del bien y el m al61». Los ideólogos ra
cistas de Naciones Arias pueden ser más poéticos, aunque trasmitan
ideas formalmente similares a las anteriores: «Creemos que hay una
batalla en marcha hoy entre los hijos de la oscuridad (conocidos hoy
como judíos) y los hijos de la luz (Dios), la raza aria62».
Argumentos finalistas
Los terroristas afuman que sus agresiones son justas, ya que procuran
la realización de altos fines morales (y denuncian la violencia de sus
enemigos, pues ésta sirve a propósitos inmorales). A estas alturas no
creo que haga falta dedicar demasiado espacio a comentar cuáles son
las argumentaciones finalistas más frecuentes. He aludido a ellas en
múltiples ocasiones previas y son fáciles de deducir si se conoce el res
to de elementos que componen las ideologías terroristas; es decir, si se
conocen las injusticias y agravios que aquellas ideologías denuncian,
la imagen que proyectan de sus enemigos y las tradiciones culturales
y/o ideas políticas con las que se identifican a los propios terroristas.
Teniendo en cuenta esos factores, es posible determinar qué fines sue
len ser más característicos de cada movimiento u organización terro
rista. Por ejemplo, los de la extrema izquierda serían la erradicación
de la pobreza, la explotación, las desigualdades económicas. Para los
anticolonialistas y los nacionalistas el objetivo fundamental sería la li
beración nacional, la independencia o la autodeterminación. Para los
terroristas religiosos la supervivencia de la propia tradición religiosa o
su difusión social, etc. En todo caso, no hay que olvidar que los te
rroristas pueden y suelen ampliar su abanico de objetivos originales.
Los terroristas de extrema derecha pueden ser nacionalistas, racistas o
religiosos y los de extrema izquierda también. Varios investigadores
han advertido que los ideólogos del yih a dism o han procurado traspo
ner al ideario y vocabulario islamistas los argumentos de la lucha de
clases, de las teorías del anticolonialismo y del discurso antiglobaliza
ción 80. Estas y otras aleaciones ideológicas se explican en parte por
que las motivaciones de muchos movimientos terroristas son verda
deramente diversas, pero también por el interés de aumentar su
potencial número de simpatizantes, colaboradores y militantes.
Las justificaciones finalistas del terrorismo adquieren mayor fuerza
moral cuando las ideologías que las incluyen incorporan también una
creencia que defina el tiempo presente como un momento de crisis
que demanda un cambio radical81. Por ejemplo, el supuesto de que el
Islam atravesaba un momento de extraordinaria degradación fue uno
de los argumentos principales con los que Hezbola trató de justificar
el inicio de su campaña violenta de la década de 1980: la excepciona-
IDEAS Y PALABRAS QUE MATAN 257
Norma de reciprocidad
Los policías que hasta hoy han torturado a los detenidos vascos deberán
ser pasados por las armas o degollados. En estos casos es recomendable,
siempre que se pueda, emplear el degüello de esos entes infrahumanos
[...] Si las fuerzas de ocupación siguieren con sus medidas de tortura, no
se deberá nunca dudar en el empleo del retalión, exterminar a los fami
liares de los torturadores y a los agentes de la autoridad civil y militarss.
personas que profesan con rigor un credo religioso, los deberes y nor
mas que dimanan de ese credo son indubitablemente justas y legíti
mas, pues proceden del mismo Dios al que deben plena obediencia
Lo decía muy claramente el extremista Yigal Amir cuando la policía
le preguntó si se arrepentía de haber asesinado al primer ministro is
raelí Yitzhak Rabin: «No tengo remordimientos — respondió Amir_-
[...] actué solo y por orden de Dios98». Siguiendo con el extremismo
judío, no es ocioso advertir que, en opinión de uno de sus agitadores,
el rabino Meir Kahane, la cesión a los árabes de cualquier porción de
las tierras bíblicas constituiría una infracción de la halakhic, la ley re
ligiosa judía. Por lo tanto, para volver a respetar esa ley era necesario
emplear la violencia contra los árabes hasta arrojarles fuera de los te
rritorios que Dios les concedió en un pasado remoto99. Los «patriotas
cristianos» vinculados a Naciones Arias también creen actuar en con
formidad con deseos y obligaciones divinas. En esencia, esos deseos y
obligaciones les impelen a preservar la raza aria y a restablecer el «or
den natural dispuesto por el Padre», que no es otro que el de un mun
do liderado por esa raza supuestamente elegida l0°. De manera análo
ga, los islamistas insisten en que la defensa del Islam y la Umma (la
comunidad de los musulmanes) es un deber dictado por Alá, una
«obligación olvidada», como escribiría Abd al-Salam Faraj. Según este
seguidor de Qutb, «cualquiera que hoy no practique e ly ih a d es simi
lar al que come durante los días de Ramadán, o como el rico que no
paga la limosna. Peor, el estado de la persona que abandona el yihad
es más grave» 101. Las palabras de Faraj nos recuerdan que la tradición
islámica ofrece a los terroristas un potente recurso retórico: la noción
dt yihad. En sentido estricto, y ih a d significa esfuerzo, lucha o batalla.
Pero como dice el prestigioso arabista Bernard Lewis, son mayoría los
teólogos y estudiosos del Islam que han conferido un sentido militar
a esa palabra l02. Partiendo de esa base doctrinal, los islamistas radica
les contemporáneos han profundizado en la interpretación del yihad
como «guerra santa».
Quizá sean las anteriores argumentaciones y actitudes que reflejan
las ideologías y discursos de los terroristas religiosos lo que mejor ex
plique la superior letalidad de sus atentados. En lugar de buscar argu
mentos finalistas que justifiquen la trasgresión de toda regla humani
taria, los terroristas religiosos disponen de reglas que convierten su
IDEAS Y PALABRAS QUE MATAN 263
Relatos y profecías
Por última vez en este libro debo remitirme a Popper. Quisiera em
plear el término historicism o con el mismo sentido que dicho filósofo
austríaco le confirió en sus reflexiones sociales y políticas. En concre
to, Popper solía utilizar la palabra «historicismo» para designar todas
aquellas concepciones de la historia que la interpretan como un pro
ceso evolutivo regido según leyes fijas e inmutables. Esas leyes pueden
haber sido dictadas por Dios o ser las leyes de la propia naturaleza, la
economía, etc. Los casos que Popper considera más representativos de
historicismo son todas aquellas concepciones religiosas que incluyen
la idea de la predestinación, el marxismo dogmático y leninista (que
presupone que la lucha de clases es la ley que determina una historia
que avanza hacia una sociedad sin clases), los fascismos de la primera
mitad del siglo XX y los nacionalismos que están teñidos de argumen
tos racistas y consignas providencialistas sobre el futuro del Estado
nacional, la comunidad étnica o la raza. Obviamente, Popper fue
muy crítico con el historicismo. En su opinión, al describir las su
puestas leyes o causas de la historia, las cosmovisiones y doctrinas his-
IDEAS Y PALABRAS QUE MATAN 265
tégica, aunque para ellos esa dimensión no sea tan evidente como
para sus superiores. Volviendo a nuestro asunto, sucede algo parecido
con los atentados suicidas. El valor estratégico de esas operaciones se
hace evidente a partir de un mínimo análisis sobre el contexto en el
que se producen, los recursos que requiere su ejecución y los efectos
que provocan. Tales atentados suelen emplearse más a menudo por
los actores que, además de tener pocas restricciones morales a la hora
de matar indiscriminadamente, ocupan una posición de inferioridad
respecto a un adversario que dispone de muchos más recursos milita
res, económicos y humanos (como les sucede a las organizaciones pa
lestinas respecto al Estado de Israel o a ETA respecto del Estado espa
ñol). Una operación suicida requiere muchos menos recursos que
otras formas de agresión armada y anulan la necesidad de tener que
preparar la fuga de los terroristas que cometen el atentando, lo que a
su vez aumenta el abanico de situaciones posibles en las que se puede
atentar. Por último, ya he subrayado varias veces que los ataques sui
cidas tienen un impacto psicológico enorme, pues extienden el miedo
con bastante más eficacia que cualquier otra clase de atentado; no
cabe mayor determinación asesina que la de quien no tiene ningún
reparo en morir matando. No es de extrañar entonces que incluso al
gunos de los líderes yihadistas que exhortan al martirio incluyan en
sus discursos argumentos puramente estratégicos, muy similares a los
que acabo de exponer.
Cj'>
Tres prem isas sobre el fu n cion a m ien to d e las organizaciones terroristas
¿Movimientos ti organizaciones?
’C A S
nización: son los roles que especifican cuáles son las tareas y responsa
bilidades concretas que corresponden a cada puesto en la organiza
ción. En cualquier caso, existen significativas variaciones en el nivel
de formalización organizacional. En grupos terroristas de escaso ta
maño, generalmente anarquistas, la formalización es muy inferior a la
de aquellas otras organizaciones con mayor número de miembros y
que han sido diseñadas siguiendo el modelo militar. Quizá el ejemplo
más puro sea el del IRA, no en vano esas siglas significan Ejército Re
publicano Irlandés.
Algunas pruebas sobre la tendencia a la reglamentación pueden
encontrarse en los manuales que las organizaciones terroristas confec
cionan y facilitan a sus militantes. El Libro Verde, una especie de
constitución interna del IRA, cargada de retórica militar, es una de
esas pruebas 15. Ai Qaida ha elaborado también varios manuales; el
más famoso de ellos es la E nciclopedia d e la Yihad Afgana; consta de
10 volúmenes e incluye reglas y recomendaciones sobre cuestiones
tácticas, medidas de seguridad, manejo de armas y explosivos, nocio
nes de topografía y otros temas diversos. Gran parte de ese material
parece haber sido entresacado de los manuales militares estadouni
denses y británicos 16. En un piso de Pavía que había servido de refu
gio a miembros de las Brigadas Rojas se encontró un texto titulado
M a n u a l d e segu rid a d y estilo d e trabajo. Constituye una excelente
muestra de hasta qué punto se intentaba formalizar la vida de los bri-
gadistas. En el manual se hacen indicaciones precisas sobre cómo se
debe usar el teléfono, cómo elegir alojamiento y vivienda, cómo ves
tirse, qué horario se ha de cumplir en la vida cotidiana, cómo tratar
a las personas que no son de la organización (a fin de no levantar
sospechas), cómo hacer la compra, cuánto dinero se debe gastar al
mes, etc. I7. La policía nacional descubrió un texto con recomenda
ciones muy parecidas entre los escombros del piso de Leganés en el
que se suicidaron los autores materiales del atentado del 11 de marzo
de 2004 18.
Una última y muy relevante dimensión de las estructuras organiza
cionales es su grado devcentralización o descentralización. Dichos térmi
nos hacen referencia al modo en que una organización roma sus tía i
siones estratégicas y al número de personas que participan en elbs-
suele distinguir entre estructuras más o menos centralizadas. La ccn-
E S T R U C T U R A Y D ISE Ñ O D E LAS O R G A N IZ A C IO N E S TER R O R ISTAS 283
sobre las otras 28. En el IRA, el oficial que estaba al cargo de un co
mando se comunicaba o monopolizaba la comunicación con la cúpu
la de la organización y ello a través de un superior suyo que hacía de
enlace. Muchos de esos contactos se realizaban a través de sistemas
que evitan el contacto personal, como apartados de correos, consig
nas, teléfonos públicos, etc. 2'\ Asimismo, ninguno de los oficiales te
nía información demasiado precisa sobre la identidad de sus homóni
mos de otras células ni del resto de sus integrantes, o al menos eso es
lo que se pretendía30. Las transformaciones en el diseño del IRA estu
vieron inspiradas en el ejemplo de algunas otras organizaciones como
ETA, la Fracción del Ejército Rojo o algunos grupos palestinos, lo
cual demuestra que la estructura celular acabó convirtiéndose en un
modelo convencional. Para terminar de ofrecer una idea completa so
bre esta clase de organizaciones nos detendremos brevemente a exa
minar la estructura de ETA en uno de sus momentos de auge.
ellas tuvo lugar en 1975. Entre las razones que ese investigador ale
mán encuentra más plausibles sobresalen dos: las dificultades técnicas
inherentes al desarrollo de reuniones con 40 o 50 personas que viven
en la clandestinidad y las desavenencias surgidas en esas reuniones 37
Sea como fuere, lo que parece cierto es que la suspensión definitiva
de las asambleas puso al comité ejecutivo en la cúspide de la organi
zación, aumentando así el grado de centralización de la organización.
Una última característica estructural de ETA que permite ilustrar
rasgos comunes a otros movimientos terroristas es su vinculación a
otras organizaciones y asociaciones. En un caso distinto, como el del
IRA, parece que su relación con el partido político Sinn Fein es hori
zontal, de cooperación estratégica en igualdad de condiciones. Por el
contrario, los vínculos que ETA ha mantenido con partidos y asocia
ciones abertzales tienen un carácter más bien vertical, pues todas ellas
han estado subordinadas a la propia organización terrorista38. Esto
empezaría a quedar claro a partir de las sucesivas sentencias estableci
das por la Audiencia Nacional desde 1997 y ratificadas por el Tribu
nal Supremo. Estas sentencias dictaminaron que ETA había reunido
entre sus organismos subsidiarios los indicados en la figura 4. Tales
organismos han desempeñado un papel imprescindible para mante
ner activa la organización terrorista. Comento sólo algunas de las
múltiples evidencias recogidas al respecto por el juez Baltasar Gar
zón 39. El partido político Herri Batasuna, cuyas listas electorales son
aprobadas por la dirección de ETA, ha facilitado a dicha cúpula di
rectiva la información correspondiente a los censos electorales, ha
dado cobertura legal a las relaciones exteriores de ETA, ha prestado
sus sedes locales y extranjeras a los terroristas para su uso como bases
operativas y como centro de captación de nuevos militantes, ha obs
taculizado diversos procesos de extradición de etarras, ha constituido
empresas para sostener financieramente las campañas-terroristas y lia
creado medios de comunicación con fines de propaganda (el caso
más conocido es el del antiguo periódico Egin, luego Gara; pero tam
bién se incluyen otras publicaciones semanales y mensuales). La coor
dinadora KAS, luego EKIN, ha estimulado el terrorismo de baja in
tensidad o callejero (la llamada kale borroka) a través de la a s o c ia c ió n
juvenil Jarrai y de algunos otros de sus organismos asociados, asi
como diversas expresiones de desobediencia civil. Junto con la cola-
ESTRUCTURA Y DISEÑO DE LAS ORGANIZACIONES TERRORISTAS 291
Hemos visto que las formas de organizar el terrorismo han ido cam
biando a lo largo del pasado siglo XX40. Pues bien, durante los últi
mos años venimos asistiendo a una nueva evolución que se opone
292 ORGANIZACIONES TERRORISTAS
tarea que debería quedar a cargo del «brazo armado» del movimiento.
Aunque Lane no es completamente explícito a este respecto, lo que
parece sugerir con esta separación entre un brazo político y otro ar
mado es que la violencia debe ser incitada por unos y ejecutada según
la libre iniciativa y preparación de otros. Asimismo, Lane afirma que
los miembros de ese brazo armado deberían actuar en pequeñas célu
las o en solitario, ocultando sus acciones a familiares, amigos y conve
cinos. En la práctica ésta es aproximadamente la forma real en que
han acabado organizándose varias de las nuevas formas de terrorismo
surgidas en la última década del siglo XX. Un líder o una pequeña or
ganización sugiere el ejercicio de la violencia contra determinados ob
jetivos, así como los posibles medios y lugares donde aplicarla. Por
otra parte, sus seguidores más fervientes ponen en práctica esas indi
caciones y sugerencias cuando y como lo estimen oportuno47. El úni
co vínculo entre unos y otros reside en sus valores y su ideología, los
cuales se transmiten y difunden mediante diferentes vías: panfletos,
periódicos y revistas y, sobre todo, páginas web. Igual que sucede con
otros movimientos terroristas, la base doctrinal de la extrema derecha
estadounidense está disponible en Internet, incluido el ensayo de
Beam L eaderless resístem e o las novelas y textos de W illiam Pierce
(por cierto, en Los diarios d e Turner Pierce incorpora algunas indica
ciones sobre el posible uso de armas químicas, biológicas, radiológi
cas y nucleares).
También cabe la posibilidad de que la acción propagandística esti
mule atentados ejecutados por personas que no sigan ortodoxamente
las directrices de ningún movimiento ideológico en particular. Stern
denomina a estos individuos vengadores solitarios: son individuos que
asocian las «injusticias» o «pecados» denunciados por una o varias co
rrientes ideológicas con ciertos agravios u obsesiones personales que
les incita a ejecutar alguna clase de acto violento48. Aunque la idea no
pueda generalizarse, quizá sea en estos casos donde más sensatas y
provechosas resulten las explicaciones psicopatológicas de un atenta
do terrorista. Como dice Post, ciertos individuos con problemas psi
copáticos o particularmente propensos a la violencia pueden llegar a
sentirse legitimados para dar rienda suelta a sus impulsos al entrar en
contacto con ciertas ideologías de odio difundidas en Internet. No es
irrelevante añadir que estos agresores perturbados capaces de cometer
ESTRUCTURA Y DISEÑO DE LAS ORGANIZACIONES TERRORISTAS 297
diversos. Para ello hace falta que la fuerza de ataque esté compuesta
por diversas unidades operativas (uno o varios terroristas) inicialmen
te dispersas (acaso viviendo en distintas ciudades o países), pero inter-
conectadas entre sí (normalmente por Internet). Esas unidades debe
rán ser capaces de acudir eventualmente al punto o lugar donde se va
a ejecutar la acción, para a continuación dispersarse por separado, re
gresando a sus lugares de origen o desplazándose a otros. Esta es la
manera en la que han actuado el movimiento antiglobalización cuan
do ha realizado movilizaciones en alguna ciudad del planeta o la resis
tencia chechena en muchos de sus ataques a las tropas rusas. En un
modo parecido, los integrantes de una célula terrorista pueden pene
trar en el país o la ciudad donde van a realizar un atentado viniendo
de diferentes lugares del mundo o distintas ciudades y luego intentar
escapar en diversas direcciones. Al desplazarse de forma individual o
en pequeñas unidades, tanto para entrar como para salir, las dificulta
des para interceptar a esos terroristas son mucho mayores que cuando
permanecen juntos desde el principio hasta el final de la operación.
capacidad para desarrollar operaciones a gran escala (que son las que
requieren mayor colaboración entre varios subgrupos)61. Pero aún
hay más razones por las que las redes terroristas son particularmente
«resilientes». Sobre todo habría que destacar su gran capacidad para
crecer o expandirse y para adaptarse a las transformaciones del en
torno.
El yihadism o virtu al
ORGANIZACIONES AVARICIOSAS
son los dos criterios de definición colectiva que revisten más capaci
dad de atracción. Si tal comunidad de referencia vive relativamente
separada de otros grupos sociales, por ejemplo en barrios separados
de una misma ciudad (como ha ocurrido en Irlanda del Norte), el
proceso de reclutamiento también se ve facilitado. Si el colectivo so
cial al que está previamente vinculado el movimiento ha sido objeto
de agravios o humillaciones por parte de otro colectivo o de las insti
tuciones representantes del poder político, el potencial de apoyo pue
de ser significativo. De hecho, ese apoyo será aún superior si la ideo
logía del movimiento está fuertemente enraizada en las tradiciones y
la historia de su comunidad de referencia, pues los terroristas podrán
presentarse a sí mismos como su vanguardia defensora9.
En todo caso, y como he procurado destacar en diversos momen
tos, el desarrollo de una base social más o menos fiel casi siempre re
quiere de un considerable esfuerzo de proselitismo y propaganda. El
objetivo de las prácticas proselitistas y propagandísticas es familiarizar
positivamente a una cierta población con la ideología del movimien
to, intentando poner de manifiesto lo que los miembros de esa pobla
ción tienen en común con los militantes violentos: su origen social,
cultural o religioso, sus intereses, problemas y amenazas, etc. ¿Pero
cómo se logra que tales mensajes calen entre las actitudes y opiniones
de los posibles simpatizantes?
Hoy por hoy, los medios de comunicación de masas constituyen
un recurso muy efectivo para captar simpatizantes. La misma retrans
misión de los atentados y sus reivindicaciones puede predisponer po
sitivamente hacia los terroristas a cierto público. Es posible que la di
fusión mediática de las amenazas de Bin Laden y de los atentados de
Al Qaida haya despertado numerosas simpatías entre musulmanes
previamente radicalizados de todo el planeta. También se ha hablado
del papel proselitista desempeñado por otros agentes socializadores
como la familia, la escuela, las instituciones religiosas, etc. Los pro
pios islamistas facilitan casetes con sermones y discursos de sus ideó
logos o imanes. Esto ayuda a que las personas analfabetas se familiari
cen con los principios doctrinales del yih adism o 10. Las Brigadas Rojas
organizaban actividades de concienciación en las fábricas industriales
italianas para difundir sus puntos de vista y sus objetivos u . Las orga
nizaciones palestinas solían enviar representantes suyos a escuelas y
ORGANIZACIONES AVARICIOSAS 311
Tras haber sido atraídos hacia alguna de las múltiples redes de capta
ción distribuidas a lo largo y ancho del mundo, muchos adeptos al
yihadism o han sido convencidos para acudir a algún centro islámico y
recibir allí una formación doctrinaria más profunda. Estos mismos
hombres, y otros posibles militantes previamente formados en alguna
madrasa, viajarían luego a un campo de entrenamiento donde serían
adiestrados en tácticas de guerra de guerrillas y terrorismo por un pe
riodo de varias semanas o incluso varios meses. Por último, algunos
acabarían integrándose en la trama de organizaciones asociadas a Al
Qaida, y otros muchos regresarían a sus lugares de origen con el en
cargo de dedicarse a labores proselitistas y de reclutamiento o esperar
el momento de entrar en acción.
El ingreso en cualquier organización conlleva un primer periodo
de socialización o integración en su estructura y en sus actividades. El
proceso socializador abarca dos dimensiones referidas a objetivos bá
sicos, aunque diferentes. Uno de ellos es de carácter técnico: supone
el adiestramiento de los nuevos militantes en ciertas habilidades y
destrezas técnicas u operativas. El segundo objetivo es más bien psi-
cosocial y se basa en la consolidación de un compromiso intenso y es
table con la organización. Cada organización terrorista conduce la so
316 ORGANIZACIONES TERRORISTAS
breve, aunque su duración era mayor hace algunos años. En esa orga
nización era costumbre que sus nuevos militantes hicieran un breve
cursillo durante el cual eran adiestrados por uno o varios veteranos. A
finales de los años setenta, los cursillos duraban entre diez y quince
días y participaban grupos más o menos numerosos (de unas 30 per
sonas, pertenecientes a diferentes comandos). Muchos años después
el cursillo quedó reducido a breves sesiones de unos pocos días o in
cluso horas26.
Las diferencias en los procedimientos de adiestramiento pueden
explicarse atendiendo a las situaciones históricas concretas en las que
cada organización terrorista se ha visto obligada a operar, los recursos
disponibles para formar a sus militantes y el tipo de acciones que és
tos deberían llevar a cabo. Por ejemplo, la reducción del periodo de
entrenamiento de los etarras de las últimas generaciones se explica en
parte por la falta de medios económicos del movimiento abertzale,
por el contexto geográfico en el que debían operar y por la creciente
presión policial a la que ha ido siendo sometido con el paso del tiem
po. De hecho, ni en sus mejores momentos pudo soñar ETA con
crear campos de entrenamiento como los que en su día tuvo la OLP
o, más recientemente, Al Qaida. Incluso la poderosa red de Bin La-
den ha perdido gran parte de su autonomía operativa tras ser derroca
do el régimen talibán.
Las habilidades en las que se adiestra a los terroristas pueden ser
variadas, pero las más fundamentales son, evidentemente, el manejo
de armas cortas y explosivos. El ya citado cursillo de los etarras se
centra en esas dos destrezas. No obstante, muchas organizaciones han
procurado dar una preparación militar más amplia a sus activistas. Al
Qaida nos brinda el ejemplo más ilustrativo y completo sobre los di
versos niveles de formación técnica que puede llegar a adquirir un te
rrorista. En sus campos de entrenamiento se han venido impartiendo
durantes años tres niveles diferentes de formación llamados básico,
avanzado y especializado. El nivel básico supone el entrenamiento de
los activistas en el uso de armas y en el transporte y manipulación
de explosivos, aunque también recibían ciertas nociones en técnicas
subversivas y guerra de guerrillas. En los siguientes niveles las compe
tencias desarrolladas son muy diversas, incluyendo la fabricación de
explosivos, el establecimiento de comunicaciones seguras, conocí-
318 ORGANIZACIONES TERRORISTAS
Está claro que uno de los factores que condicionan más intensamente
la supervivencia y la eficacia de cualquier movimiento social es el
compromiso o la lealtad de sus participantes30. La supervivencia de
las sectas más absorbentes y de la mayoría de las organizaciones terro
ristas dependen en buena medida de su capacidad para lograr de sus
miembros un com prom iso total, lo cual explica algunas similitudes en
tre sus respectivas estrategias socializadoras.
Cualquier estrategia de socialización dirigida a crear un compro
miso organizacional intenso debe activar o intensificar dos procesos
psicológicos complementarios: la ideologización y la despersonalización
de los nuevos militantes. Como indica la misma expresión, la ideolo
gización equivale a la plena y definitiva internalización de la ideología
organizacional. Por su parte, el proceso de despersonalización está re
320 ORGANIZACIONES TERRORISTAS
nada, y con el resto de sus miembros, le hará más proclive a acatar las
normas y los roles que esa organización pretenda imponerles33. Di
cho de otro modo, la despersonalización fomenta la obediencia y la
consiguiente propensión a transferir la responsabilidad por los pro
pios actos criminales hacia alguna figura de autoridad.
También es necesario recordar que los procesos de despersonaliza
ción e ideologización a los que se orienta cualquier estrategia de so
cialización terrorista tenderán a reforzarse mutuamente. De una par
te, y como vimos en el capítulo séptimo, la ideología tiene un
importante efecto causal sobre la despersonalización, pues destaca,
define y da contenido a la identidad social de los terroristas. De otro
lado, se ha corroborado empíricamente que la identificación de un
individuo con un grupo vuelve más atractiva y convincente la ideolo
gía de dicho grupo34, del mismo modo que la animadversión a otros
grupos fomenta el rechazo de sus creencias más prototípicas.
A plicación d e técnicas para controlar e l pen sam iento d e los adeptos. Pue
den ser muy diversas. En primer lugar, ese control puede ejercerse si
los nuevos militantes están acompañados en todo momento por sus
preparadores u otros miembros veteranos de la organización. De esta
manera se podrá dirigir sus pensamientos en la dirección más conve
niente. También puede limitarse la capacidad mental de los nuevos
militantes para evaluar con detalle y con una actitud crítica la infor
mación que reciben durante el proceso de adoctrinamiento. Parece
que los recitados de un texto sagrado a los que antes me referí cum
plen bastante bien esa función, bloqueando la elaboración de cual
quier argumento en contra del culto 40. Un procedimiento bastante
habitual es involucrar a los neófitos en una serie ininterrumpida de
actividades diversas e intensas para reducir o eliminar los momentos
de privacidad que pudieran permitirles una reflexión serena y autó
noma sobre cualquier información recibida. Es muy posible que esa
técnica haya sido tenida en cuenta al diseñar diversos programas de
adiestramiento y adoctrinamiento intensivo de terroristas. Otra for
ma de control mental consiste en debilitar o alterar las funciones fi
siológicas de las personas sobre las que se quiere influir; por ejemplo,
reduciendo o alterando sus ritmos de sueño, cambiando sus dietas,
imponiéndoles ejercicios físicos intensos o induciendo al consumo de
ciertas drogas. Las sectas suelen recurrir a estas técnicas y se ha espe
culado con la idea de que también hayan sido empleadas para adoc
trinar a terroristas. Sin embargo, carecemos de evidencias sobre esta
última posibilidad41.
Una vez consolidados los efectos de despersonalización e ideologi-
zación es conveniente preparar a los terroristas para que rechacen
ORGANIZACIONES AVARICIOSAS 325
Otras m edidas útiles para consolidar e l com prom iso. En muchas sectas y
organizaciones terroristas ha habido costumbre de concluir la fase de
preparación y adoctrinamiento exigiendo a los neófitos alguna prue
ba de lealtad, valor u obediencia. A menudo esa clase de pruebas su
ponían la comisión de algún acto ilegal y peligroso. Así, los reclutas
del GRAPO debían conseguir su pistola robándosela a un policía. En
otros casos, la acción requerida podía ser el atraco a un banco o a un
tren46. El autor del M anual d e gu errilla urbana aconsejaba implicar lo
antes posible a los nuevos activistas en los atentados de la organiza
ción, a fin de poner a prueba su fe revolucionaria. La recomendación
fue seguida en muy diversas ocasiones por las Brigadas Rojas y la
Fracción del Ejército Rojo47. En realidad, la función más importante
que cumplen estas pruebas de lealtad, valor u obediencia es la de
«quemar los últimos puentes» que los militantes más recientes aún
pudieran usar para reintegrarse a una vida legal. Una vez cometido el
delito, más aún si es un asesinato, la salida de la organización sólo po
dría conducir a la cárcel48. Por otra parte, un principio psicológico
bien conocido dice que cuanto mayor es el esfuerzo que una persona
debe hacer para llegar a ser aceptado como miembro de un grupo u
organización, mayor suele ser también el compromiso que esa perso
na adquiere con la entidad a la que se incorpora. El mecanismo psi
cológico que explica ese efecto es la natural motivación humana de
aparecer ante los demás y ante uno mismo como una persona racio
nal, es decir, una persona coherente cuyos actos siempre responden a
buenas razones (en el capítulo 9 se ofrecieron múltiples pruebas de
que esa motivación es una de las causas que explican los denodados
esfuerzos realizados por los terroristas para legitimar sus actos a través
de sus discursos).
La última forma en que la socialización dentro de una organización
puede ayudar a consolidar el compromiso de sus miembros no hace
referencia a los neófitos, sino a las personas que los reclutan y adoctri
nan. Una vez adoctrinados, muchos de los miembros de una secta son
asignados a labores de reclutamiento y adoctrinamiento de nuevos po
sibles adeptos. En las organizaciones terroristas ocurre exactamente lo
mismo. Sépanlo o no los terroristas, diversas investigaciones revelan
que este tipo de actividades producen efectos autopersuasivos en las
personas que las realizan. Al tener que transmitir a otros la ideología
ORGANIZACIONES AVARICIOSAS 327
Amistad y camaradería
Los motivos por los que unas personas logran influir sobre el com
portamiento de otras no siempre son intelectuales. En un gran núme
ro de situaciones los individuos más influyentes no son los más racio
nales o inteligentes (aunque evidentemente esas cualidades ayuden
mucho), sino los que mantienen algún vínculo afectivo positivo con
las personas cuyos comportamientos se procura controlar. Esto tam
bién vale para explicar muchos de los procesos de influencia social
que tienen lugar en el interior de cualquier organización. A menudo,
lo que algunos de sus miembros sienten hacia otros explica mejor que
cualquier factor cognitivo su conformidad con las normas, roles y ór
denes que la organización les impone.
Lo que tienen en común los diversos vínculos afectivos positivos
que pueden establecerse entre dos o más personas es que todos ellos
se concretan en sentimientos de «atracción» entre las personas impli
cadas. La atracción hacia otra persona genera el deseo de complacerla,
de cumplir sus expectativas respecto al propio comportamiento, satis
facer sus deseos y peticiones (o incluso sus órdenes), lo que a su vez
mejorará la relación social. Por otro lado, cuando la persona atractiva
mantenga un compromiso intenso con la misma organización a la
que pertenece la persona atraída, el sentimiento de atracción promo
verá un perfecto ajuste a las demandas organizacionales.
Los vínculos interpersonales que pueden establecerse entre los mi
litantes de una organización terrorista suelen ser de tres clases. El pri
mero ellos se basa en simples lazos de amistad, lo cual no requiere de
masiada explicación 50. Han sido comentados al examinar los motivos
que promueven el ingreso. Pero, además de los vínculos que preexis-
ten al momento de dicho ingreso, hay que contar con los que surgen
de la convivencia diaria dentro de la organización. En este sentido,
las habituales similitudes de origen social y actitudes políticas y/o re
328 ORGANIZACIONES TERRORISTAS
El p o d e r d e l ca rism a
Los que se habían llevado a los judíos polacos de sus casas y se veían obli
gados a fusilarlos, tenían aguda conciencia de participar en una atroci
dad. Pero eran mucho menos conscientes del horror cuando los que ma
taban a los judíos que ellos se habían llevado eran otros y lo hacían en
otro sitio 73.
La tendencia a la radicalización
adoptar una decisión entre varias personas lleva más tiempo que ha
cerlo en solitario. Como ya hemos visto, muchas organizaciones te
rroristas resuelven este problema creando una estructura centralizada
y jerárquica donde las decisiones más relevantes son responsabilidad
de la cúpula directiva. Tanto en este caso, como en el de las células
autónomas, las decisiones relativas a la estrategia terrorista se toman
en pequeños grupos. Diversos estudios indican que los procesos de
deliberación grupal generan a menudo actitudes y decisiones colecti
vas erróneas5. Asimismo, algunos expertos reconocen que esos sesgos
típicos de los procesos de toma de decisiones grupales pueden afectar
también a las organizaciones terroristas y contribuir a su radicaliza
ción 6. Las distorsiones a las que suelen referirse los analistas antes ci
tados son básicamente dos: el sesgo de polarización gru p a l y el pen sa
m iento d e grupo.
Según las investigaciones a las que acabo de hacer referencia, las
actitudes y decisiones adoptadas por individuos aislados suelen ser
más moderadas y prudentes que las que surgen mediante delibera
ción colectiva 1. Por ejemplo, en algunos estudios experimentales se
pide a un puñado de personas que dediquen un poco de tiempo a
pensar sobre un determinado problema y luego expresen su actitud
hacia él en un cuestionario, o que tomen una decisión al respecto. A
continuación, esas mismas personas son invitadas a debatir entre
ellas sobre el mismo problema y a adoptar una posición o una deci
sión colectiva y unánime al respecto. Cuando la mayoría de las deci
siones y posturas iniciales son semejantes entre sí, la posterior acti
tud o decisión colectiva suele reflejar esa misma tendencia, aunque
de un modo más extremo. Por ejemplo, si se pide que se exprese la
actitud personal hacia la pena de muerte y la mayoría de los partici
pantes tienen reparos morales a ese respecto, lo habitual es que la ul
terior posición consensuada también sea contraria a la pena de
muerte pero mucho más beligerante. Por efecto de este sesgo de «po
larización», las decisiones que se toman en grupo tienden a ser más
arriesgadas que las que se adoptan de manera individual. En este
mismo sentido, no es difícil imaginar a los dirigentes de una organi
zación terrorista debatiendo sobre la posibilidad de incrementar la
frecuencia o la intensidad de sus atentados y alcanzando una deci
sión polarizada al respecto8.
350 ORGANIZACIONES TERRORISTAS
Las causas que dan lugar al efecto de polarización grupal son funda
mentalmente dos. El proceso de discusión en grupo permite conocer
cuál es el «sentir general» del grupo y ese conocimiento parece tener efec
tos motivacionales y persuasivos que promueven la polarización grupal.
Conocer la posición que resulta mayoritaria en el grupo puede animar
a algunos de sus miembros a expresar una posición parecida, pero más
extrema. Esto serviría para resaltar ante los demás la conformidad con
el grupo y obtener así su aprobación. En segundo lugar, al poner de
manifiesto la sintonía entre sus actitudes y opiniones individuales y fo
mentar la generación de argumentos que las respalden, la discusión
puede incrementar la confianza de los miembros del grupo en sus pos
turas iniciales, lo que también ayudará a hacerlas más extremas9.
Pasemos al segundo sesgo derivado de los procesos de decisión
grupal o colectiva. El efecto de «pensamiento grupal» fue descubierto
por el psicólogo social Irving Janis al analizar diferentes decisiones
que llevaron a acciones militares y políticas desastrosas y aparente
mente absurdas como el intento del gobierno de Kennedy de invadir
Cuba en 1961, desembarcando en Bahía de Cochinos, o como los ac
tos de espionaje al Partido Demócrata realizados por el Partido Repu
blicano en tiempos de Nixon (el famoso escándalo del Watergate). Se
gún el análisis de Janis, lo que estos y otros errores históricos tienen
en común es que sus responsables intelectuales estuvieron tan preo
cupados por alcanzar una decisión consensuada que distorsionaron
profundamente su percepción del problema que trataban de resolver.
El pensamiento de grupo suele aparecer asociado a ciertos síntomas
que voy a enumerar a continuación:
C uando el IRA rom pió el alto al fuego [en 19 9 6 ], dos voluntarios per
dieron sus vidas y el m otivo por el que perdieron sus vidas fue porque el
[IRA] quería una posición negociadora más fuerte. Era una posición ne
gociadora más fuerte en el marco de lo que los británicos, los unionistas
y los otros [nacionalistas] querían. No era una [posición negociadora más
fuerte] para lograr una retirada británica y una Irlanda unida. En mi opi
nión, esos dos voluntarios no m urieron por Irlanda. M urieron por la par
tición de Irlanda32.
qué causas obedece esa dinámica de expectativas falsas, que por otro
lado es característica de otros muchos movimientos sociales?
Muchos movimientos contestatarios o insurgentes (quiero decir,
de sus militantes) tienden a exagerar sus posibilidades de éxito esta
bleciendo una conexión de causa-efecto entre la realización de cier
tas m etas operativas y tácticas y la conquista de sus ob jetivos últim os
(por ejemplo, la independencia nacional, un cambio de régimen
político, la expansión de la propia religión, etc.). Lo primero que
hay que advertir es que la violencia es un método particularmente
eficaz para realizar algunas de esas metas operativas y tácticas que
acabo de mencionar, como captar la atención de los medios de co
municación, conmocionar a la opinión pública o generar ciertas reac
ciones populares e institucionales. Esto hace que los movimientos
violentos sean más proclives a interpretar las consecuencias inme
diatas de sus agresiones como señales o indicios fiables de influencia
social y política. En concreto, algunas de las consecuencias que ayu
dan a reforzar la impresión de poder y eficacia de los terroristas son
las siguientes (si el lector español echa de menos ejemplos concre
tos, le recomiendo que repase esta lista pensando en la historia re
ciente del País Vasco):
C apítulo 1
Capítulo 2
Capitulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo G
Capítulo 7
C apitulo 8
1 Hirschman (1999).
2 Un comentario bien razonado sobre la dificultad de concretar un catálogo de los
intereses humanos puede encontrarse en Giner (1997).
3 Véase Beck (2003).
4 Els ter (2002).
5 M cC auley (1992); Reinares (1998).
6 Groebel (1989).
7 Sageman (2004).
8 W aldm ann (1997); Horgan (2005).
9 Geen (1996).
10 Beck (2003, p. 65).
11 Dozzier (2003, p. 2).
12 Elster (2002).
13 M cC auley (2002).
14 Rabbie (1991).
15 M organ (cit. en Reinares, 1998, p. 110).
16 Sageman (2004).
17 Véase Briñol, De la Corte y Becerra (2001).
18 Olson (1992).
19 El ejemplo de la huelga ha sido tomado de Gil Calvo (1998, p. 332).
20 Stern (2004, p. 4).
21 Ibidem.
22 Reinares (1998, p. 113).
23 Stern, ibidem; von Hippel, 2004.
24 Reinares (1998, p. 113).
25 Elorza (2002, 2004).
26 Hassan (2001).
27 Shabad y Llera (1994); Reinares (2001).
28 Delia Porta (1990).
29 Lee (1993); Alonso (2003).
30 Hassan (2001).
31 Véase una breve y clara descripción en San M artín (2005, pp. 122-132).
32 Basta Ya (2004, p. 276-279).
33 Reinares (2001, p. 104).
34 Los datos de la narración de Savinkov han sido extraídos de la descripción de La
queur (2003a, pp. 223-224).
35 La profesora Jessica Stern ha hecho parecido hincapié en esta idea (véase Stern,
2003, pp. xiii-xxxi).
36 T aylor y Ryan (1988).
37 Hoffer (1951).
38 Sánchez Cuenca (2003, pp. 144-145).
NOTAS 379
Capitulo 9
64 Ibidem, p. 194.
65 La idea viene de Castells (1998), quien describe la identidad de los islamistas
como una id en tid a d d e resistencia ; véase también De la Corte (2005).
66 Alonso (2003).
67 Cit. en Pisano (2004, p. 250).
68 Delia Porta (1992).
69 Rapoport (2004, p. 58).
70 Reinares (1998, p. 71).
71 O ’Boile (2002).
72 Véase Hoffman (2001, p. 167).
73 Laqueur (2003b). Jordán (2004, p. 26).
74 Stern (2003, p. 54).
75 M EM RI, «Entrevista con la madre de un terrorista suicida», comunicados espe
ciales n° 391, 19/6/2002, http://memri.org
76 El psicólogo social León Festinger fue el primer autor que realizó comprobaciones
experimentales de la propensión racionalizadora de la que hablo. Para ver un comentario
detallado sobre esta clase de explicaciones remito a los trabajos de Elster (2002, pp. 401 -
484) y Aronson (2003).
77 C it. en Alonso (2003, p. 133).
78 Ver Scout y Lyman (1968); Hewstone y Antaki (1991).
79 O ’Boyle (2002). Es im portante advertir que, deliberadamente, O ’Boyle deja fuera
de sus conclusiones los casos de terrorismo vigilante y sectario.
80 Kepel (2000).
81 M oghaddam (2003).
82 Este ejemplo ha sido resaltado por Robins y Post (1997).
83 Gouldner (1979). Sobre las implicaciones psicosociales de la norma de reciproci
dad puede verse C ialdin i (1993).
84 O ’Boyle (2002).
85 Cit. en Juaristi (2000, p. 319).
86 M E M RI, «T he Alleged Al Q aida statem ent of responsability for the M adrid
Bombings: translation and com m entary», análisis n° 166, http://memri.org. Es necesario
advertir que la reivindicación de este grupo fue puesta en duda desde el principio.
87 A este respecto remito a los interesantes comentarios realizados de Salvador Giner
(1982) contra la teoría de la violencia estructural, de uso común entre muchos teóricos
pacifistas (no en vano fue acuñada por uno de ellos, Johan Galtung, 1969).
88 C it. en Padovani (1982, p. 98).
89 Ibidem, pp. 94-111.
90 Haizam Amirah Fernández, «El 11-m en la estrategia yihadista», F oreign P olicy en
español , agosto-septiembre 2004; http://www.fp-es.org
91 Laqueur (2003a).
92 Ibidem.
93 Ver Hoffman (2001, p. 45).
94 Véase Azurmendi (1998, pp. 87-110).
95 Goldstein (1989); De la Corte, Sabucedo y Moreno (2004).
96 Cit. en Pisano (2004, p. 187). En concreto, se trata de declaraciones de Adriana
Faranda, quien participó en el secuestro y posterior asesinato de Aldo Moro.
382 NOTAS
Capítulo 10
1 Crenshaw (2 0 0 1 ) ; Rapoport ( 2 0 0 1 ).
2 Juergensmeyer (2 0 0 3 , pp. 1 4 0 -1 5 5 ).
3 Crenshaw ( 2 0 0 1 ) ; Rapoport (2 0 0 1 ).
4 T urner y Killian ( 1 9 8 7 , p. 2 2 3 ).
5 Véase Javaloy, Rodríguez y Espelt ( 2 0 0 4 ).
6 Puede encontrarse un buen resumen al respecto en Gil y Alcover (2 0 0 3 ).
7 La breve exposición que viene a continuación está principalmente apoyada en un
m agnífico análisis elaborado por Assaf M oghadam : «Suicide Bombings in the Israeli-Pa-
lestinian Conflict: A Conceptual Framework», disponible en la página web del Project
for the Research of Islamist Movements (PRISM ), http://www.e-prism.org/. Otros estu
dios consultados son los de M erari (1 9 9 8 ) , Sprinzak (2 0 0 0 ) y Ganor (IC T, 2 0 0 1 ).
8 Rapoport (1 9 9 9 ).
9 García (2 0 0 3 , p. 1 3 7 ), Robbins ( 2 0 0 4 , p. 4 2 5 ).
10 Véase Blanco, Caballero y De la Corte (2 0 0 4 ).
NOTAS 383
11 Laqueur (2003a).
12 Calvo (2004).
13 Rapoport (1999).
14 Reinares (1998).
15 Tomo esa definición del Green Book de Alonso (2003, p. 354). Sobre las implica
ciones psicosociales de ese texto véase Horgan (2005).
16 G unaratna (2002).
17 Padovani (1982, pp. 34-37).
18 ABC, 29 de agosto de 2005.
19 Laqueur (2003a).
20 Hoffman (2001, p. 295-318).
21 Avilés (2004).
22 W aldm ann (1997).
23 Laqueur (2003a, p. 132).
24 Calvo (2004).
25 Ibidem.
26 W o lf (1978).
27 Ibidem.
28 Calvo (2004).
29 W o lf (1978).
30 Horgan y T aylor (1997).
31 Los principales datos los tomo de C lark (1984); Llera, M ata e Irving (1993);
W aldm ann (1997).
32 Horgan y T aylor (1997).
33 Delia Porta (1995).
34 Harmon (2000).
35 García (2003); Robbins (2004).
36 W aldm ann (1997).
37 W aldm ann (1997, p. 113).
38 Llera, M ata e Irving (1993); Basta Ya (2004).
39 Ibidem, pp. 197-222 y 339-344.
40 Hoffman (2001).
41 Sánchez Cuenca (2003).
42 Stern (2003).
43 Dozier (2003, p. 143).
44 La expresión original es leaderless resistente.
45 No obstante, según los datos de la investigación policial, M cVeigh no llegó a ser
aceptado por ninguno de los diversos grupos de extrema derecha que existen en Estados
Unidos, lo que le llevó a planear y ejecutar la masacre de Oklahom a con la única ayuda
de uno o dos amigos (Kaplan, 1998).
46 Sigo directamente en estos comentarios las apreciaciones del ya citado Kaplan.
47 Taylor (1988).
48 Stern (2003).
49 G unaratna (2002).
50 Stern (2003, p. 251).
51 Diani (1992); Castells (1998); Javaloy, Rodríguez y Espelt (2003).
52 Arquilla y Ronfeldt (2003).
384 NOTAS
53 Burke (2004).
54 Arquilla y Ronfeldt, ibidem.
55 Jordán (2004).
56 Clark (2005).
57 Burke (2004, p. 37).
58 G unaratna (2004, p. 84).
59 Stern (2003), Sageman (2004).
60 Stern (2003).
61 Sageman (2004, p. 141).
62 Nonaka y Takeuchi (1994); Castells (1998).
63 Sageman (2004, pp. 164-167).
64 El cálculo al que me refiero ha sido recientemente expresado por C lark (2004) e
im plica cifras aún m uy superiores que, a juicio de otros expertos, podrían ser un tanto
exageradas. En concreto, Clark estima que la cantidad total de posibles simpatizantes del
yihadism o oscilaría entre los 200 y los 500 millones de personas.
65 Stern (2003, pág 270).
66 La expresión de imitadores ha sido tomada a partir del análisis elaborado por De
Arístegui (2004, pp. 264-265).
67 ABC, 10 de abril de 2006.
68 Pese a lo dicho, hay que aclarar que informaciones más recientes han aportado
pruebas sobre posibles vínculos entre Reid y Al Q aida. En concreto, las indagaciones sa
lidas a la luz en el juicio contra Zacarías M oussaoui revelan que este ciudadano francés
de origen marroquí, condenado por su colaboración en los atentados del 11 de septiem
bre de 2001, m antenía relación con Richard Reid, con quien pretendía colaborar para
estrellar ese mismo día un quinto avión contra la Casa Blanca. ABC, 4 de abril de 2006.
Capítulo 11
1 Cosser (1974).
2 Javaloy, Rodríguez y Espelt (2003, pp. 331-337).
3 Della Porta (1998).
4 Kelman (1974).
5 Kelman y Hamilton (1989).
6 Aunque la palabra generalmente empleada por Kelman para referirse a este proce
so es la de «identificación», he preferido emplear el término «atracción», cuyo significado
es más evidente e inmediato.
7 Rapoport (1999).
8 Klandermans (1997).
9 Kruglanski (2002).
10 De Arístegui (2004).
11 Delia Porta (1995).
12 Véase Requena (1998).
13 Sageman (2004).
14 Javaloy, Rodríguez y Espelt, ibidem.
15 M agnus Ranstorp (2005), «Las bombas de Londres y el contexto estratégico más
am plio», en Real Instituto Elcano, informe 795; ww w.realinstitutoelcano.org.
NOTAS 385
Capítulo 12
1 Calvo (2004).
2 Sobre la estrategia de la socialización del sufrimiento y el papel que en ella desem
peñaron los atentados contra Gregorio Ordóñez y M iguel Ángel Blanco, véase Domín
guez (1998) y Sánchez Cuenca (2003).
3 Véase Kepel (2000).
NOTAS 387
4 Calvo, ibidem.
5 Blanco, Caballero y De la Corte (2004).
6 M cCauley y Segal (1987); Knutson (1980); Crenshaw (1989); Groebel (1989);
Bordes (2000).
7 Raven (1998).
8 Taylor (1988).
9 Groebel (1989); Oots (1990); Sánchez Cuenca (2003).
10 Javaloy (2003).
11 Reinares (1998).
12 Domínguez (2003, p. 383).
13 Alonso (2003, p. 210).
14 Post (1998, p. 43).
15 Staub (1989). Staub aplica también esta idea a las explicaciones del terrorismo
(ver Staub, 2003).
16 Bandura (1975, p. 2003).
17 W aldm ann (2003).
18 Post, Rubi y Shaw (2002).
19 Crenshaw (2001).
20 Crelisten (2001).
21 M erkel (1995).
22 Crenshaw (1985). C it. en Oots (1989).
23 La hipótesis fue la inercia organizativa planteada por primera vez en el capítulo 3.
24 Crenshaw, ibidem.
25 Laqueur (2003a).
26 Laqueur (2003a).
27 Reinares (2001, p. 48-49).
28 Ibidem.
29 W aldm ann (2003).
30 Alonso (2003, p. 240).
31 Esta tesis ha sido defendida por Sánchez Cuenca (2003) con argumentos bastante
sólidos. En realidad, parte de la posición que aquí se defiende sobre la hipótesis de la
inercia organizativa es deudora de las reflexiones de dicho autor.
32 Alonso (2003, p. 236).
33 Sánchez Cuenca (2003) ha analizado con detalle esta cuestión.
,‘l Quisiera dejar constancia de que estas reflexiones han sido elaboradas varios me
ses antes de que ETA declarase un «alto el fuego permanente» en marzo de 2006. No
obstante, los acontecimientos sucedidos hasta la fecha en la que este libro se entrega a la
imprenta no han despejado las incertidumbres sobre el futuro de la organización terro
rista.
35 A partir aquí me distancio de Sánchez Cuenca, puesto que, aunque este autor ha
bla de dos posibles interpretaciones de la hipótesis sobre la inercia organizativa, su des
cripción de la segunda versión tienen una definición diferente a la que doy aquí.
36 Rubin y Fredlan (1986); M cC auley y Segal (1989).
37 Reinares (1998, p. 137).
38 T aylor (1988); Della Porta (1996).
39 Della Porta (1996); Sánchez Cuenca (2003).
40 Crenshaw (1991).
388 NOTAS
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