Es un pájaro mítico de la mitología griega, que se consumía por acción
del fuego cada 500 años, pero luego resurgía de sus propias cenizas. Según algunos mitos, vivía en una región que comprendía la zona del Oriente Medio y la India, llegando hasta Egipto, en el norte de África. Muy presente en la poesía árabe.
2. ORIGEN Y MITO
El origen del ave Fénix se remonta a Libia y Etiopía, aunque su nombre
proviene del griego y significa rojo. Representado como un enorme pájaro envuelto en llamas y de plumaje como el fuego, se lo consideraba un semidiós, pues era consumido por las llamas, para luego renacer de sus cenizas. Los griegos lo bautizaron Phoenicoperus, nombre que recorrió toda la Europa romana. Para ellos, el ave fénix poseía plumas deliciosamente perfumadas y era un animal sagrado que –según Heródoto, sólo existía en Egipto, volaba hacía el altar del Heliópolis cada quinientos años, donde se incendiaba con el fuego y renacía al día siguiente. Allí se lo llamaba Bennu y simbolizaba las crecidas del Nilo, a la resurrección, y al Sol, que muere y renace todos los días. En la tradición cristiana primitiva, el Fénix vivía en el Jardín del Edén. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, el ángel que los desterró despidió una chispa de su espalda que encendió el nido del ave, haciéndolo arder hasta consumirse, pero a ser la única bestia que se había negado a probar la fruta prohibida, le fue concedida la inmortalidad a través de la capacidad de renacer de sus cenizas. El ave hacía un nido donde ponía un único huevo que empollaba por tres días. Al tercer día, el Fénix se quemaba por completo y resurgía del huevo el mismo Fénix. Así fue como se convirtió en símbolo a la vez de la inmortalidad y de la resurrección, así como de que la esperanza nunca debe morir en el hombre. 3. SIGNIFICADO
El ave fénix es aquel que se levanta de las cenizas de su propia
destrucción como una criatura de fuego majestuosa que vuelve mucho más poderosa, fuerte y valiente.
Este mito emblema no es más que el símbolo del poder de la resiliencia y
de la capacidad de renovarnos incluso luego de habernos sentirnos abatidos. Se decía que el ave fénix tenía una gran resistencia física, control sobre el fuego, una sabiduría infinita y que sus lágrimas eran curativas. En su fuego se contenía tanto la vida como la muerte, la destrucción y la creación.
La capacidad de renovarse, recuperar el aliento y la fortaleza atraviesa
primero una fase oscura que muchos sienten como la mismísima muerte. Una experiencia traumática siempre es negativa pero depende de cada persona lo que suceda a partir de ella. La opción guiada por la resiliencia es la de alzarnos, cobrar vida a partir de nuestras cenizas o, por otro lado, derrumbarnos. Para construir su nido el ave fénix busca las materias más ricas de la tierra, como ramas de canela, de roble, nardos y mirra. Estos elementos combinan delicadeza y fortaleza. De la misma manera, al atravesar el proceso de resiliencia los humanos buscamos los mejores elementos para construir un nido bien resistente que nos ayude a juntar ganas y fuerzas. Inevitablemente una parte nuestra no volverá, quedará entre las cenizas, pero renaceremos más fuertes y sabios.