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«Un ser peligroso William Rasch y dindmico» Carl Schmitt: la prioridad légica de la violencia y In estructura de lo politico Basada en encuestas de opinién pablica, la apatia de los votantes y el alivio pa- tidtico con el que una ciudadania confundida y angustiada acepta una guerta aparentemente perpetua (contra el «terrorismo> y contra Estados), se hn inferi- do la nada sorprendente conchisién de que el ptiblico norteamericano esta can~ sado no s6lo de la politica sino también de la «democracia». Hastiada del debate, de tener que hacer frente a mas de un problema politico a la vez y de que se le pida que ayude a determinar soluciones a problemas que no comprende plena- mente, una mayoria del pueblo norteamericano voluntaria y ansiosamente desea dejar la toma de decisiones en manos de wexpertos» o de «dirigentes de empre- sas» y; por lo tanto, no sélo desean liberarse ellos mismos de ese poder de deci sidn, sino también quitérselo de las manos de sus pretendidos representantes politicos. Queda abierto a interpretacién silo que sucede en los Estados Unidos ¢ una aberracion o tan sélo una exageraci6n de lo que ocurre en Europa y en otras partes del mundo. Ciertamente la politica extraparlamentaria esté viva y goza de buena salud en las calles de varias eapitales europeas y las elecciones to- davia parecen suscitar pasiones; pero también es un interrogante que queda abierto si esto indica una diferencia fundamental de sustancia o de grado respec to de la participacién popular en la vida politica, Lo que si parece estar claro es que, a pesar del levantamiento casual y ocasional del populacho en su conjunto, lo que en 1941 James Burnham llamé la «revolucién de los gerentes» [manage- rial revolution} ha sido ampliamente aceptado no sélo como una realidad, sino 1. Jemes Burnham, The Manegeral Revolution, Bloomington, Indian, 1960, Deus Mortals, n°3, 2004, pp. 427-149 WILLIAM RASCH como una utopia deseada por los ciudadanos de una modernidad que aparente- mente se ha vuelto demasiado compleja para cualquier nocién significativa de democracia participativa. La observacién de Burnham sobre la sociedad gerenciada no era, por supues- to, sino una variante de un gran numero de diagnésticos similares, pero filosé- ficamente mas sofisticados, formulados desde diversas perspectivas politicas, incluyendo: a) los analisis de Weber sobre la racionalizacién, burocratizacion y desencanto modernos; b) las criticas de Carl Schmitt a la neutralizacién de la politica por parte del liberalismo y c) las elaboraciones marxistas que hace Lu- kacs del fetichismo de la mercancia, aplicandolo a la reificacién de las relaciones humanas como forma de auto-alienacion social y psicoldgica; hasta que final- mente, d) Adorno predicé un ascetismo casi total como respuesta a una moder- nidad en la que incluso la cultura se vuelve industria, Cuando se lo vincula con la similarmente arrolladora negacion por parte de Heidegger de una modernidad expansiva que todo lo consume, es este ultimo gesto —el ascetismo de Adorno el que deja la impresién mas fuerte y crea la tentacién mas seductora. Si, para el purista, en la noche oscura de la modernidad todas las vacas son pardas -el «to- talitarismo» fascista y comunista tanto como la capitalista «sociedad del espec- taculo»— entonces no hay necesidad de lo politico porque lo politico, no importa cémo se lo conciba, no nos ofrece escapatoria. De hecho, comprome- ternos politicamente con el mundo corrupto es incrementar la corrosién y ver- se uno mismo envuelto mas completamente en el pecado original que es la modernidad. Mejor, por lo tanto, hibernar y esperar si no con Heidegger el re- torno de los dioses, al menos con Deleuze a que los filésofos funden una nue- va ontologia. Irénica, aunque inevitablemente, semejante retirada deja el campo libre a los gerentes, Mientras nos tomamos nuestra ocasional pausa veraniega de la hiber- nacion y dirigimos la mirada abajo hacia el valle, podemos ver que lo que algu- na vez se llam6 Estado se identifica ahora con la ley y por lo tanto amenaza con quedar absorbido plenamente por la sociedad civil (por la «cultura», como di- rian Leo Strauss y sus discipulos conservadores) y transformarse en simplemen- te una asociacion burocratizada mas, entre otras. De esta forma el Estado de derecho liberal y el humanismo pluralista minimizan la importancia del Estado, pero de ninguna manera logran abolir de ese modo la odiada soberania del mis- mo. Mas bien la «decisién», ese espantajo existencialista de la teoria liberal, se quita de las manos del soberano (que incluye «el pueblo» exactamente tanto co- mo la voluntad arbitraria del monarca) y se la dispersa siendo distribuida entre las diversas burocracias ejercidas por «expertos» y «consejeros», volviéndose asi invisible. Y este volverse invisible es causa de agotamiento y ennui. La sociedad 428 «UN SER PELIGRGSO Y DINAMICO™ «gérenciada» es la sociedad «administrada» cuya eficiente performatividad redu- ce lo politico a la rutinaria actividad de monitoreo [policing]. Lo que los expertos en la esfera doméstica ven como administracién tiene su correspondencia en las relaciones internacionales como pacificacién, coopera- cién, legalizacion y la implementacion de los «derechos humanos».’ Asi como la sociedad liberal marginaliza la politica y nos condiciona a sospechar de ella, el orden internacional moderno, dominado por los Estados Unidos y teatralizado por medios mundiales de comunicacién masiva, proscribe la guerra y hace que la oposicién a su autoridad sea algo inmoral. La violencia legitima es la violen- cia que se ejerce bajo los auspicios de los Estados Unidos y sus vasallos; ilegiti- ma -—ie. terrorista— es todo lo demas. La virtud de la respuesta norteamericana a los hechos de septiembre de 2001 consiste en haberle quitado a esta actitud fun- damental, al menos parcialmente y al menos por momentos, el camouflage retd- rico y haberla hecho visible a todos, incluso para los creyentes mas ingenuos y complacientes. Ya no jugamos con formulas tales como «acciones de policia» y «mantenimiento de la paz», sino que hablamos lisa y llanamente de guerra, botin econémico y la instauracién de regimenes déciles. La «consulta» con los aliados es una forma gozosamente publica y notoria de amenaza, extorsién, soborno y, cuando esto no funciona, castigo. Y el apoyo a los Estados Unidos se muestra con todo el oportunismo calculador de un perrito faldero, masoquista, lamema- nos y obsecuente. Pero hay un elemento de duplicidad que permanece, que siempre permanecera. Nuestras guerras son siempre guerras de liberacién, nun- ca guerras de conquista. Asi, el discurso que da el tono a ambas arenas politicas, la doméstica y la extranjera, es moral. Una vez que el Bien se enfrenta a un Eje Maligno de regimenes criminales, la oposicién -doméstica y extranjera— sdlo puede ser ilegitima, conducida por quien es moralmente perverso y por lo tanto politicamente desacreditado. Ahora bien, si el triunfo de una especie particular de pluralismo liberal deno- ta la despolitizacién de la sociedad, podria pensarse que la oposicién teérica a es- ta tendencia buscaria rehabilitar lo politico. Pero en vez de afirmar el valor de lo politico como una estructura esencial de la vida social, la izquierda posmarxista parece decidida a martillar los iltimos clavos en el atatid. En los trabajos mas ce- lebrados de los ultimos afios —Homo Sacer de Giorgio Agamben, e Imperio'de 2. «La accién politica se encuentra hoy atrapada en un movimiento de pinzas entre el monitoreo ge- rencial del Estado y el control mundial del humanitarismos, Jacques Rancitre, Disagreement: Poli- tics and Philosophy, Minneapolis, 1999, traduccion al inglés de J. Rose, p. 136. 3. Giorgio Agamben, Homo Sacer: Sovereign Power and Bare Life, Stantord, 1998, traduccién al in- gles de D. Heller-Roazen. 4. Michael Hardt and Antonio Negri, Empire, Cambridge, Mass., 2000. 429

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