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IDH DE CENTROAMERICA

El Informe sobre Desarrollo Humano elaborado por el Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD), ha sido publicado desde el año 1990 marcando un hito en la
construcción epistémica y conceptual de lo que es entendido como desarrollo. Como bien
se menciona dentro de este, el desarrollo humano tiene por objeto primordial lograr el pleno
desarrollo de la calidad de vida de cada persona, y en tal sentido los informes del PNUD
dieron una ruptura al esquema tradicional en el que el desarrollo era concebido en los años
noventa, a través de conceptos y metodologías atractivas para su medición que no
contemplara únicamente la renta per cápita como criterio único e imperante (Ayllón; 2007).
El desarrollo ya no es mesurable en términos económicos únicamente, sino que también
en términos humanos, construyendo ahora un concepto integral y universal.
Desde tal perspectiva, si observamos la realidad centroamericana tal cual se encuentra hoy,
veremos una serie de problemáticas de índole político, social, cultural y económico que
subyacen nuestra región y se ven reflejadas en férreas luchas contra problemáticas
antagónicas a los buenos principios que suponen regir a un buen gobierno (transparencia,
rendición de cuentas, participación ciudadana…). El Informe sobre Desarrollo Humano
2016, no indica mayores cambios en Centroamérica. Panamá se encuentra en la misma
posición con el mejor Índice de Desarrollo Humano (IDH) en Centroamérica (0,788), Costa
Rica subió tres posiciones y se encuentra ahora en la posición 66, con un IDH de 0,776
mientras que Guatemala al igual que Costa Rica escaló tres posiciones con un IDH de
0,640.
Tabla 1: Clasificación de países centroamericanos en el Informe sobre Desarrollo Humano
2014 y 2015.

Elaboración propia en base al Informe sobre Desarrollo Humano 2015 y 2016.


En este sentido, la calidad de vida de la población centroamericana se ve afectada por el
factor –casi inherente a la región– de la inseguridad en el Triángulo del Norte
Centroamericano. Este es un fenómeno creciente al cual se le han brindado respuestas
laxas e ineficientes para problemáticas que trascienden sus fronteras. Las altas y
alarmantes tasas de homicidio por cada 100.000 habitantes en estos tres países evidencian
la gravedad de esta problemática: Guatemala (27.3), Honduras (59.1), El Salvador (81.2).
Estos, han concentrado sus esfuerzos hacia políticas de “mano dura”; de naturaleza
coactiva y reactiva, ejemplo de ello es el nacimiento de la “Fuerza de Tarea Trinacional” en
lugar de políticas de prevención, lo cual propicia que se acentúe el ya exacerbado
hacinamiento en las cárceles, y brinda una respuesta a corto plazo para combatir a pandillas
como la Mara Salvatrucha o el Barrio 18; protagonistas del violento panorama
centroamericano.
Por otra parte, los países centroamericanos deben enfrentarse a la frágil institucionalidad
que poseen, debilitada por la arraigada y recurrente corrupción en los Estados
centroamericanos. Esfuerzos como la Comisión Internacional contra la Impunidad en
Guatemala (CICIG), o la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras
(MACCIH), han resultado insuficientes ante el envilecimiento y el actual desgaste estatal,
ya que adolecen de estrategias efectivas que promuevan la participación cívica en las
diferentes estancias institucionales, buenas prácticas como la rendición de cuentas,
gobierno abierto y transparencia, y provocan desconfianza por parte de la población hacia
el sector político representativo.
A pesar de que Centroamérica ha mostrado avances (aunque aún modestos) en líneas
puntuales como la reducción de la población que vive por debajo de la línea de la pobreza
(LP), al pasar de 54% a 49% entre el 2000 al 2013 y los hogares con necesidades básicas
de 60% a 54% (PEN; S.f), la Agenda 2030 posee 17 ambiciosos objetivos en los cuales los
Estados centroamericanos deben tomar un rol protagónico y estratégico para su eventual
consecución.

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