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Prof. Luciana Soria.

Ficha II de Descartes.
Primera aproximación a los argumentos escépticos.
Ficha para el profesorado semipresencial año 20191
No sustituye lectura de los materiales indicados.

De las cuatro reglas planteadas en el Discurso del Método, la que más claramente se
visualiza en las Meditaciones Metafísicas es de la regla de la evidencia: no se admitirá como
verdadero ningún juicio que no se asuma como indubitable. En el inicio de esta obra,
Descartes plantea que lo que le ha sido enseñado en el Colegio de la Fléche es cuestionable y
por tanto sus creencias son dudosas e inciertas. Se hace necesario revisar las creencias
porque estas son portadoras de conocimiento y sin una base sólida no podemos construir el
edificio del conocimiento. Por ello pondrá en duda la veracidad de las creencias cuya
claridad y evidencia sea dudosa, hasta que afloren aquellas cuya veracidad sea
incuestionable:

“He advertido hace ya algunos años cuántas cosas falsas he admitido desde mi infancia
como verdaderas, y cuán dudosas son todas las que después he apoyado sobre ellas; de
manera que, por una vez en la vida, deben ser subvertidas todas ellas completamente, para
empezar de nuevo desde los primeros fundamentos, si deseo establecer alguna vez algo
firme y permanente en las ciencias” [Descartes, Meditaciones, p.15].

De este modo postula a la duda como método de investigación, la denominada duda


metódica sólo aquello que resista su prueba ha de ser considerado como confiable. En el
Discurso del Método Descartes distinguía la duda metódica de la duda de raíz escéptica,
mientras la primera tiene por objeto impulsar la filosofía y fundar sus principios primeros, la
segunda tiene el objetivo de dudar por dudar [Descartes, Discursos]. Descartes quiere
combatir a los escépticos planteando que es posible llegar a algún tipo de certezas. Según
Dauler, la preocupación cartesiana por la certeza también será usada por el autor para
introducir una metafísica antiempirista y una forma de racionalismo científico, la autora
sostiene que Descartes “le está abriendo el camino a una doctrina de la realidad física que
dependerá de conceptos innatos y parcialmente matemáticos, y una doctrina de la mente que
es antimaterialista y antiempirista” [Dauler, Descartes, p.33]. El autor busca la certeza al
mismo tiempo que pretende revertir algunas concepciones del sentido común hacia una
visión más cientificista de la mente y el mundo.

Debido a que sus creencias son múltiples y numerosas, no será posible para Descartes
ponerlas todas bajo el manto de la duda, requerirá por tanto de un cierto criterio para
distinguir creencias dudosas de certeras, en esta línea aparece la metáfora del edificio cuyos
cimientos son los que serán cuestionados y no la totalidad de sus pisos. En la revisión de
estos cimientos, aparece la creencia de que “los sentidos son fuente confiable de
conocimiento”, creencia que será encontrada como problemática desde un inicio dado que no
podemos afirmar que en todos los casos esto sea así. En diversas oportunidades ha
encontrado que los sentidos lo engañan, y si lo han engañado alguna vez, lo podrían engañar
siempre (aplica el razonamiento inductivo), esto es, no son una fuente confiable de
conocimiento dado que producen creencias erróneas. Sin embargo, alerta Descartes en esta
Primera Meditación, no es posible poner en duda absolutamente todas las creencias
producidas a partir de los sentidos. No podría poner en duda que “estoy acá sentado junto a

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Contiene leves modificaciones respecto a la del año anterior.

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este fuego” o “que estoy vestido de este modo” sino quisiera renunciar al sentido común y
pensar igual que los locos que perturbados por “los vapores de la bilis” creen tener como
cuerpo un “cántaro de vidrio”. En esta oportunidad el autor alerta que no sería razonable
poner en duda absolutamente todo el contenido sensorial, porque ello supondría de algún
modo cortar vínculos con el mundo externo y por tanto con la posibilidad de adquirir
conocimientos básicos de mi propio cuerpo:

“ Ciertamente, no parece haber ninguna razón para negar que existan estas manos y este cuerpo
mío, a no ser que me equipare con ciertos locos cuyos cerebros trastorna un vapor tan
contumaz y atrabiliario, que constantemente aseveran que son reyes, siendo paupérrimos, o que
visten de púrpura, estando desnudos, o que tienen la cabeza de barro, o que son calabazas, o
que están hechos de vidrio; pero éstos son dementes, y yo mismo no parecería menos loco si
siguiera su ejemplo” [Descartes, Meditaciones, p. 17].

Sin embargo, inmediatamente el autor parte de una situación cotidiana como es dormir y
soñar y se cuestiona, ¿cómo podemos determinar con claridad cuándo dormimos y cuándo
no? Dado que muchas veces cuando soñamos creemos que estamos despiertos, ¿cómo
determinar si ahora en este momento que creemos que estamos leyendo esta ficha no
estamos en realidad soñando con ello? Aquellas cosas de las que en un principio parecería
“de locos” poner bajo duda, luego en el argumento del sueño podrán ser cuestionados, como
plantea Dauler “El fenómeno del soñar puede usarse para establecer una propuesta similar a la que
se intentaba establecer al considerar la locura, pero sin salirse de las experiencias de una persona
normal” [Dauler, Descartes, p. 38].

Con el argumento del sueño, Descartes abre un hiato entre el plano de lo mental y el del
mundo externo de modo tal que problematiza el vínculo de la consciencia con la realidad: es
posible tener representaciones mentales, pero no podemos determinar si hay correspondencia
entre ellas y algún objeto independiente de ellas. Este argumento escéptico se refiere a la
fuente sensorial y plantea la imposibilidad de determinar con precisión cuándo somos
engañados y cuándo no por los sentidos. En este sentido, Dancy denomina al argumento del
sueño como “argumento del error”, y lo describe del siguiente modo:

“Todos hemos cometido equivocaciones, incluso en áreas en las que podemos


sentirnos completamente confiados: por ejemplo, simples equivocaciones en
matemáticas. Y no hay nada en la situación presente a lo que podamos señalar para
que nos revele que esta situación no es una de aquellas respecto a las cuales podemos
estar equivocados. No podemos decir qué hay en ella que la haga diferente a las
situaciones en las que sí hemos cometido errores. Dado que en ese tipo de situaciones
no había conocimiento, ¿cómo podemos decir que ahora sí lo hay? No podemos dar
ninguna razón por la que la nueva situación es mejor, a este respecto, que una
cualquiera de las antiguas en las que estábamos equivocados”. [Dancy, p. 26]

El argumento de error es aquel que pretende arribar a una conclusión que trasciende las
evidencias disponibles, por ejemplo, si yo veo nubarrones en la mañana podría creer que
en unas horas lloverá dado que en el pasado ha sido así. Sin embargo, la aparición de
nubarrones en la mañana no es señal clara y suficiente para pensará que lloverá más
tarde, no contamos con evidencias sustanciales para llegar a esa conclusión.

Por otra parte, en el argumento del sueño se plantea el problema de la distinción entre el
sueño y la vigilia, se plantea que todos los sueños fueron producidos a imagen y
semejanza de la realidad y por tanto no podrían ser totalmente ficticios han de tener cierta
correspondencia con ella. En esta línea, se plantea la distinción de las cosas de naturaleza

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simple y aquellas de naturaleza compleja: estás últimas presentan mayor carácter de
incertidumbre respecto a las simples debido a la multiplicidad de sus partes, se asume el
supuesto de que lo simple es más fácil de conocer que lo complejo. En esta línea, las
disciplinas que tienen por objeto de investigación las cosas compuestas y sensoriales son
más plausibles de error que aquellas que tienen por objeto las cosas simples, como la
geometría y la aritmética:

“Por lo cual, quizá podamos concluir que la física, la astronomía, la medicina y todas las otras
disciplinas que dependen de la consideración de cosas compuestas, son dudosas; mientras que
la aritmética, la geometría y otras semejantes, que sólo tratan de cosas simplicísimas y
completamente generales, sin apenas preocuparse de si están o no en la naturaleza, contienen
algo cierto e indudable” [Descartes, Meditaciones, p. 17].

En esta distinción de lo simple y lo complejo podríamos vislumbrar la presencia de la


segunda regla del método, esta es, aquella que supone la división de las cosas por su
naturaleza simple y compleja, buscando capturar estas últimas, sin preocuparse si
estas están o no en la naturaleza “Pues hay una clara sugerencia de que la certeza superior
de éstas es, en alguna medida, un resultado de esta indiferencia relativa a la existencia en la
naturaleza” [Dauler, Descartes, p.44].

El argumento del sueño pone en duda la certeza de algunas creencias, pero no de la totalidad
de ellas, se preserva la verdad de algunas creencias acerca de las naturalezas simples, tal
como plantea Dauler:

“Entonces, conforme a nuestra exposición, la primera observación “escéptica” de Descartes


pretende subrayar el hecho de que “apelar a los sentidos” no es un fundamento suficiente para
atribuciones de certeza. La segunda parte del razonamiento “escéptico” —el argumento del
sueño—, pretende mostrar que hay algún elemento de incertidumbre incluso acerca de las
creencias más obvias y ciertas basadas en los sentidos. AI principio Descartes sugiere que las
implicaciones de este argumento pueden extenderse tan sólo a “particulares” o a juicios muy
determinados acerca de la existencia de los objetos físicos. Sin embargo, inmediatamente
extrae la conclusión, a partir de la consideración del sueño, de que toda existencia es
“incierta”, excepto la de las naturalezas simples”. [Dauler, Descartes, p.33]

En suma, el argumento del sueño es uno de los argumentos escépticos más célebres de la
historia de la filosofía y que más esfuerzos de refutación ha requerido por filósofos
posteriores a Descartes. Pese a ello y a partir de lo anteriormente expuesto, el autor considera
que este dormido o esté despierto las verdades matemáticas han de sostenerse, por ello en
este argumento se pone en duda la fuente sensorial más no la racional. Esta duda será
sembrada por la hipótesis del genio maligno.

La hipótesis del genio maligno pone en duda no solamente la naturaleza compleja de ciertos
seres sino también las naturalezas simples. Esta hipótesis supone la existencia de un ser
poderoso y maléfico en posesión de una facultad para engañarlo:

Supondré, pues, no que un Dios óptimo, fuente de la verdad, sino cierto genio maligno, tan
sumamente astuto como poderoso, ha puesto toda su industria en engañarme: pensaré que el cielo,
el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las cosas externas no son diferentes de
los engaños de los sueños, y que por medio de ellas ha tendido trampas a mi credulidad.
[Descartes, Meditaciones, p. 20]

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Descartes advierte que este ser no sólo altera sus representaciones sensoriales sino también
su influjo podría extenderse a su facultad racional, en lo que refiere a las figuras
matemáticas que podría representarse independientemente de una sensación inmediata.
Como plantea Dauler “Las creencias acerca de las verdades matemáticas simples, que sobreviven
al argumento del sueño, finalmente son puestas en cuestión por el último argumento escéptico”
[Dauler, Descartes, p.45] La magnitud del poder de este ser maléfico también se puede
vislumbrar en el inicio de la Segunda Meditación:

Supongo, pues, que todas las cosas que veo son falsas; creo que nunca ha existido nada de lo que
me representa la mendaz memoria; no tengo sentidos; el cuerpo, la figura, la extensión, el
movimiento y el lugar son quimeras. ¿Qué será, pues, verdadero? Quizá sólo esto: que no hay
nada cierto. Pero ¿cómo sé que no hay nada diferente de todo lo que acabo de examinar, sobre lo
cual no haya ni la más mínima ocasión de duda? ¿Es acaso algún Dios, o como se le quiera
llamar, quien pone en mí estos pensamientos? ¿Por qué pienso esto, cuando quizá puedo ser yo
mismo su autor? Pero ¿soy yo algo, acaso?
[Descartes, Meditaciones, p. 22]

A través de las interrogantes que Descartes se va formulando aparece la duda hiperbólica,


esto es, la duda en su máxima expresión escéptica, poniendo bajo cuestionamiento hasta las
naturalezas más simples de las cosas: las figuras, las operaciones aritméticas, la existencia de
su propio yo, estas naturalezas aparecían en el argumento del sueño como indubitables, pero
bajo la hipótesis del genio, su certeza se pierde. El recorrido por estas dudas preparará el
camino hacia la emergencia del cogito cartesiano, entendido como primera certeza. Este será
tema de la próxima semana.

Lecturas obligatorias para el estudiante para complementar el análisis de esta ficha:

-Dauler, Margaret, Descartes: Capítulo Duda general, sección 5 y sección 6 (p. 46-64) y
sección 7, 8 y 9 (pp.64-79).

Bibliografía utilizada:

- Dancy, Jonahtan, Introducción a la epistemología contemporánea, Tecnos, Madrid, 1993.


- Descartes, Discurso del Método, Ed. Austral Espasa-Calpe, 2010.
- Dauler, Margaret, Descartes, Universidad Autónoma de México, 1990.
- Sanz, Víctor, Historia de la Filosofía Moderna, Eunsa: Universidad de Navarra, 2005.

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