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REINOS Y SEÑORIOS: CARACTERÍSTICAS

EL SEÑORIO DE LOS CHINCHA

El Señorío de Chincha dominó el escenario político de la costa sur durante el Período


Intermedio Tardío. La ocupación del valle de Chincha fue intensa, continua y con una
población numerosa. Los complejos piramidales y las aldeas caracterizan el sistema de
asentamientos chinchanos. Los primeros fueron núcleos residenciales, centros
ceremoniales, tumbas y centros administrativos, mientras que las aldeas fueron pequeños
conglomerados habitacionales ocupados por poblaciones comunes.

Existen dos complejos piramidales contemporáneos llamados La Centinela de Tambo de


Mora, ubicado en la parte norte del valle, y La Centinela de San Pedro, en el lado sur.
Según algunos arqueólogos, estos dos complejos fueron los núcleos que habrían definido
el patrón de distribución de los sitios chinchanos; de tal manera que habrían sido los
referentes arquitectónicos de otros pequeños complejos habitacionales o de centros
ceremoniales menores.
Cuando los Incas iniciaron la conquista de la Costa Sur (hoy sur chico), el siglo XV,
existían en esta región dos confederaciones de pueblos a saber:
*El señorio o Confederación de “chuquimanco”o”huarco”
*El Señorio Chincha
Pero, el centro de la cultura Chincha, no estuvo en el valle de su nombre, sino en el de
Inca, su influencia, en cambio, llegó hasta Camaná (Arequipa), y a comienzos del
Incanato, hasta la Meseta del Colla (Titicaca). Los inicios de Chincha se hallan en el siglo
XII, pero su historia se prolonga hasta fines del siglo XV, en que el Inca Tupac Yupanqui
somete a este pueblo y los incorpora al Tahuantinsuyo.

El señorio Chincha tuvo un gobierno centralizado, autoritario y poderoso, representado


en la persona del rey o Señor de Chincha, autoridad máxima de los pueblos confederados
de esa región. Según Wallace los chincha poseían caminos que estaban articulados con
un conjunto de asentamientos y centro cívico-religiosos., esto permitio un mayor flujo
económico y no solo religioso (Wallace, 1991).

Wallace postula también, que “el sistema de caminos puede ser visto como una expresión
física de integración de factores ideológicos, económicos y sociopolíticos”,88 de modo
que pudo ser un eficiente mecanismo para movilizar bienes y también peregrinos entre el
valle chinchano, la sierra andina y los valles costeros del sur; quizá, diríamos, un tráfico
en el área de prestigio de la huaca chinchana, hija de Pachacamac (Wallace, 1991).

La economía estuvo basada en el aprovechamiento de recursos marinos, de frutales y de


ricas agrícolas. Los valles de la región eran excelentes tierras para el cultivo, contaron
con un avanzado sistema de irrigación artificial, así como con el uso de magníficos
abonos. En el sector de la pesca, la cual mucha de la población se dedicó a la extracción
de productos del mar que tanto abundan en esa zona del Pacíficon, para ello empleaban
los “caballitos de totora”. Evidencias de este consumo diverso se encuentran en basurales
y en pisos habitacionales excavados por arqueólogos en algunos de los montículos de La
Centinela, de Tambo de Mora y en otras pequeñas aldeas en el interior del valle.

Asimismo, se señala que el Señorío de Chincha manejaba una economía básicamente de


intercambio y que en ella radicaba la verdadera riqueza y opulencia de dicho curacazgo.
Además, el intercambio se considera como la actividad más compleja entre todas las
desarrolladas durante la época precolombina. Este sistema habría tenido repercusiones
económicas en otras entidades menores contemporáneas. Posteriormente, los incas
comprendieron las implicaciones político-económicas de esta actividad, por lo que todo
el sistema pasó a la administración estatal y, parece ser, que el Estado inca monopolizó
todo el sistema de intercambio.93 Para tiempos incas se menciona la existencia de 6 mil
mercantes, evidentemente, una cantidad poblacional alta para una sociedad preindustrial
(Wallace, 1991).

SEÑORIO CHIMÚ
Luego de la caída sistemática de la cultura Wari y Tiahuanaco, por ende, el fin del
Horizonte Medio, debido a los grandes cambios climáticos que experimentó el mundo en
ese entonces, por segunda vez, empezaron a erigirse nuevas culturas de menor
complejidad, organizadas en curacazgos o en pequeños Estados de alcance regional.

A causa de los nuevos cambios climáticos, esto obligó a un nuevo tipo asentamiento y
uso del espacio. Surgió una nueva estructura de la sociedad en los Andes centrales, la
población empezó a agruparse en pequeñas aldeas, levantadas de manera espontánea y
sin conocimiento de tecnologías especiales. Mientras tanto, en la costa siguieron otro tipo
de patrón diferente a la de las sociedades andinas. Construyeron conglomerados urbanos
– religiosos, de diferente tipo de arquitectura, y aprovecharon la actividad económica de
la pesca, el sembrío y la recolección de recursos. La sociedad más compleja que se
desarrolló en este tiempo fue para muchos investigadores la chimú, ¿cuál fue su interés
económico por expandirse?

Según Julio Santillana, esta sociedad era una entidad política local, sin embargo, la
constante evolución de manera sostenida de su economía, le sirvió para expandirse. Fue
una expansión netamente costeña, centrándose en su fortaleza y mayor obra
arquitectónica, la ciudadela de Chan Chan, llegando por el norte hasta la región Tumbes
y por el sur hasta Barranca, teniendo como extensión 1000km2. En términos político-
administrativos, el dominio chimú de los valles al norte y al sur de Chan chán se
manifiesta por la presencia de centros administrativos. Estos centros aparecen en mayor
número en los valles cercanos al valle de Moche (núcleo chimú) y, por el contrario,
escasean cuando se alejan. El sitio de Farfán representa uno de los centros administrativos
chimú construido para controlar el valle de Jequetepeque.

Las investigaciones arqueológicas y la documentación etnohistórica señalan que chimú


fue una sociedad estratificada totalmente. La población en un primer grupo, estuvo
compuesta por sacerdotes militares y administradores, singular característica a las
culturas del primer desarrollo regional. Afincados en la ciudad de Chan Chan y los centros
menores de los valles norteños. El segundo grupo correspondía a quienes producían los
diversos artículos que consumía toda la sociedad, vivían en las ciudadelas de Chan Chan,
eran trabajadores que producían bienes ornamentales y no ornamentales y finalmente
existió un tercer grupo, dedicado a la actividad terciaria, es decir, la de servicios en las
diversas instituciones del estado y en las residencias de los gobernantes y sus familiares.

La sociedad chimú fue la de mayor rango en la región, la necesidad de incorporar nuevas


regiones debido a su interés económico por estos lugares, ya que estos tenían los recursos
necesarios para abastecer toda su área. Pero su principal impulso fue religioso, el carácter
dinámico de su sistema de creencias como lo dicen Conrad y Demarest, impulsó un
modelo político de gobernación y expansión territorial con resultados muy exitosos, en
base al culto del ancestro.

Conrad y Demarest lo llaman “la herencia partida” o “herencia dual”, que significaba que
cada nuevo gobernante chimú, tenía que construir su propio palacio, poseer nuevas
propiedades y obtener más ingresos tributarios de las sociedades que llegaban a
conquistar, que era lo que más importaba. Por ende, tenían que construir su propia
ciudadela y anexar más tierras, pero la que estaban lejos del núcleo central de chimú.
Cada nuevo gobernante debía organizar su propia estructura administrativa con nuevos
funcionarios. Esta característica demuestra la influencia de los Wari sobre los chimú, y
ellos sobre los incas.

Es importante también mencionar un rasgo muy importante, y que se ve en casi todas las
culturas peruanas al momento que se invadía y conquistaba un nuevo territorio, estos no
destruían lo que habían desarrollado y construido, al contrario, recataban lo mejor y lo
utilizaban para su beneficio. Por ejemplo, los chimú al momento de conquistar
Lambayeque, trasladaron a los mejores artesanos hasta su núcleo político, es por eso que
se ve gran similitud en las grandes construcciones arquitectónicas entre estas dos culturas.
Por esto mencionado la región Lambayeque debe considerarse como impulsora de varios
logros de los chimú, además de observar en sus evidencias arqueológicas, que no existen
cambios radicales.

Se reconoce que Chan Chán era la capital del Estado chimú, y se considera como “sitio
tipo” del urbanismo y arquitectura chimú. Fue construida utilizando barro como material
para la elaboración de adobes y para la decoración de paredes de ciertas edificaciones de
usos político-religiosos, en base a “frisos modelados en relieve”. Complementan la
ornamentación urbana un conjunto de murales pintados y pequeños elementos
arquitectónicos agregados. Predominan en el arte decorativo arquitectónico diversas
figuras geométricas, imágenes de aves y peces; y también el mar, a través de figuras que
representan diversas evocaciones marinas, como las olas. La suma de todos estos diseños
es referida por algunos investigadores como “iconografía imperial chimor” (Santillana,
2010).

La población se concentraba en Chan Chán y en otros centros chimú. En Chan Chan


vivían las personas de elites, los gobernantes sacerdotes y las familias nobles, que ejercían
cargos militares y político-administrativas, además de los mejores artesanos. Esto se
deduce gracias a las datos arqueológicos y etnohistóricos que indican que la sociedad
chimú estaba organizada en estratos jerarquizados que cumplían variados roles. Las
excavaciones de los arqueólogos revelan diferentes tipos de edificios, residencias de elite
y viviendas de habitantes comunes, talleres de producción, tumbas reales y cementerios
populares, también centros ceremoniales, que señalan espacios construidos para
determinados usos. En estos lugares destinados a diferentes usos vivían sectores sociales
que realizaban actividades especializadas, como los metalurgistas que trabajaron con el
oro, plata, cobre y utilizaron el bronce arsenical.

Igualmente, los tejedores fueron muy importantes en esta cultura, ellos elaboraban textiles
esencialmente de algodón. Topic postula que la distribución de la población artesanal en
Chanchán estaba organizada en parcialidades (Topic, 1990).

La misma importancia tuvieron los ceramistas, quienes eran controlados por la


administración central. No obstante, la mayor parte de la población chimú se dedicaba a
la pesca y a la agricultura, esta última con mucho éxito gracias al desarrollo de la
ingeniería de riego, que permitió que se aprovecharan la cabida de agua en los ríos. Los
chimú construyeron canales de riego de grandes dimensiones y variados usos. Estos
permitían irrigar las tierras de las aldeas de los caciques, de los nobles y del mismo estado
y así poder mantenerlas en control, sin tener que vivir ningún tipo de sublevación y la no
creencia en sus dioses. Esto también ayudado por el sistema vial bien organizado que
construyeron, que sirvió para conectar todos los lugares administrativos-políticos de los
chimú. Luego estos caminos, según los investigadores, fueron utilizados por los incas,
también para afianzar su dominio político.
Los investigadores señalan la presencia de pobladores muy especializados que vivían en
el litoral, en cuyas actividades el Estado chimú también tenía injerencia. Eran los
mercaderes chimú que desarrollaron el cabotaje marino para facilitar el intercambio
económico. Gracias a estos mercaderes, circulaban bienes suntuarios como el mullu,
desde las costas del Ecuador hasta el área andina central costera. El movimiento de estos
bienes formaba parte de un gran sistema de “mercado primitivo”. Quizá emplearon
también un tipo de moneda como las llamadas “hachas moneda”. Los “mercaderes
chimú” comerciaban con los “mercaderes de Chincha”, ubicados en la costa sur del Perú,
al parecer, la entidad más prominente en este tipo de intercambios (Santillana, 2010).

La decadencia de la sociedad chimú, a diferencia de las culturas anteriores a ellas, no fue


por cambios climáticos. Sino por el afloramiento de una sociedad contemporánea a ellos:
los Incas. A pesar de las derrotas del ejercito chimú a manos de batallones Inca –el Inca
Pachacutec los conquistó-, estos no se rendían, hasta que los incas les cerraron sus canales
de aguas, produciendo así una grave crisis en la agricultura, que era la principal actividad
económica de la población. Debido a esto los chimú accedieron ser parte del dominio
Inca, sin embargo – como los mencione anteriormente- no destruyeron ningún tipo de
avance científico y arquitectónico de los chimú. Al contrario, según los arqueólogos ellos
fueron los más eficientes difusores de su estilo alfarero y a la vez contribuyeron con
conceptos políticos-administrativos, que permitieron la formación de algunas
instituciones Incas.
La cultura chimú no murió con su decadencia, prevaleció mucho más tiempo. Fue una
cultura con un gran desarrollo tecnológico y científico. Aún prevalecen sus grandes obras
arquitectónicas, que deben hacernos sentirnos orgullosos de nuestra historia para
defenderla de cualquier comentario que señale que el peruano antiguo no tenía la
capacidad de poder haber desarrollado grandes culturas.

LOS HUANCAS
La región alcanzó particular importancia al ser una de las primeras conocidas por los
españoles. En la parte media del valle de Mantaro, que va desde Jauja hasta las cabeceras
de Huancavelica. Se dice que su incorporación al Tahuantinsuyo se efectuó entre los
tiempos que los cronistas atribuyeron a los Incas Pachacutec o Tupac Inca. Los poblados
y su dispersión señalan una densidad poblacional significativa. Las investigaciones
arqueológicas han llevado a calcular, por ejemplo, que el asentamiento Huanca de
Hatunmarca (en Jauja), de una extensión de 130 hectáreas, pudo tener una población
aproximada de 12 mil habitantes, mientras que el de Tunanmarca, de unas 32 hectáreas,
habría albergado a unos ocho mil y el de Umpamalca, a 3,500 personas.

¿Qué significó la presencia inca en la región del Mantaro? Los investigadores


mencionados sostienen que, durante el periodo Wanka III (1460 1533 d.C.), los incas
dominaron la región y su presencia permitió, por un lado, el incremento de las tierras
agrícolas y, por otro, la reestructuración del patrón poblacional local. De esta manera,
gran parte de la población nativa huanca de los pequeños enclaves de altura se trasladó a
la parte baja del valle que contaba con extensas tierras irrigadas; y así, la región se
convirtió en productora de gramíneas, sobre todo, de maíz a gran escala para fines propios
del Estado cuzqueño. Accedieron también a la yunga húmeda, ubicada al cruzar el
contrafuerte oriental de la cuenca del Mantaro, para procurarse recursos de subsistencia
y bienes ceremoniales (Costin & Earle, 1989).

Durante el período Wanka II, los asentamientos centrales de cada curacazgo se


distinguieron por sus plazas públicas y edificios usados en ceremonias religiosas y
políticas. Asimismo, las unidades domésticas de elite destinaron mayores áreas para el
almacenamiento y para celebraciones de fiestas, mientras que en el período Wanka III
disminuyeron estas áreas. Las diferencias entre nobles y comunes también se redujeron
porque el “Estado Inca absorbió las prerrogativas del estatus y poder de la elite local”
(Costin & Earle, 1989).

Durante el Wanka II, el acceso a los recursos de subsistencia fue diferenciado. La elite
consumía una mayor cantidad de maíz procedente de tierras templadas del valle; de la
misma manera, consumía más carne, especialmente, de camélido y cérvido. Por otra parte,
solo en unidades familiares de elite se han encontrado productos agrícolas que no son de
subsistencia, pero que sí tienen alto prestigio, como el ají, la coca y el tabaco, importados
de medio ambientes tropicales. En cambio, las poblaciones comunes consumieron menos
maíz y mucha menos cantidad de carne. Ambos sectores sociales, sin embargo,
consumieron un porcentaje mínimo de carne de perro. La diferencia en la cantidad de
carne consumida entre la elite y el común —afirman los autores— debe ser por las
diferencias en el acceso a la carne y debe ser un reflejo de las prerrogativas
administrativas y las posiciones en la red de intercambio entre cacicazgos del Período
Intermedio Tardío.

Durante el Wanka III, se incrementa el consumo de carne en ambos sectores; sin embargo,
el consumo de carne de camélidos y de perros es mayor en la población común que en la
elite. Asimismo, la elite consumía un porcentaje mayor de carne de venado que los
sectores comunes. También se indica que, durante esta etapa, los hombres consumían más
maíz que las mujeres.

CULTURA CHANCAY
La cultura Chancay se ubicó al norte de la ciudad de Lima, ocupando los valles de
Chancay y Huaura, donde se encuentran sus principales sitios. También existe evidencia
de presencia Chancay en la margen norte del Valle Chillón, tal como lo demuestran los
hallazgos funerarios en la necrópolis de Ancón y del zapallal. Uno de los sitios más
celebres de aquellos lejanos tiempos es el de Chivateros, caracterizado por la presencia
de talleres donde se elaboran utensilios pétreos.

La cultura Chancay destacó por la variedad de técnicas y la belleza estética de sus textiles
se ha encontrado telas pintadas que parecen obras de arte moderno, delicadas y finas
gasas, retículas y encajes, tapices y tejidos con bordados, brocados y pluma. Esto
representa la iconografía, cosmovisión de la cultura Chancay.

El estudio realizado en cementerios Chancay y el posterior análisis del material


recuperado señalan que fue una sociedad que se regía por un complejo sistema religioso
y una práctica ritual esencialmente orientada al culto de sus muertos. La muy lograda
producción artesanal especializada estaba vinculada al sistema de creencias. Los
materiales cerámicos analizados indican que los Chancay eran diestros alfareros que
producían vasijas de formas diversas, entre las que sobresalen los llamados “chinos”, que
eran vasijas elegantes y sobrias, con representaciones antropomorfas y decoración
geométrica. También descollaron por su sofisticada producción textil. Se les considera
innovadores en esta tecnología y en su representación artística. La producción de gasas
es la más reconocida. Combinaron en muchos casos el algodón y la lana; también pintaron
telas. Los fardos funerarios Chancay contienen réplicas de cabezas, de caras enlucidas de
pintura, máscaras, muñecas, además de ofrendas (Santillana, 2010, págs. 279-284).
El señorío Ichma

Para los valles de Lurín y Rímac abundan también indicadores arqueológicos y


etnohistóricos que señalan el dominio del “Señorío Ichma”, cuya sede principal fue
Pachacamac, donde residía el curaca principal. Los ichma se caracterizan por haber
ocupado la parte media y baja de los valles mencionados, en donde construyeron aldeas
y complejos piramidales, quizá también compartiendo estos escenarios con otras
pequeñas formaciones políticas. La arquitectura ichma destaca, sobre todo, por las
pirámides con rampa construidas en base a tapiales. Eeckhout ha realizado excavaciones
en la pirámide con rampa III del complejo de Pachacamac. Señala que las tres pirámides
componentes de este complejo fueron construidas aproximadamente después del 1400
d.C., y fueron ocupadas de manera sucesiva por unos 30 o 40 años, para luego ser
abandonadas luego de un ritual que incluyó ofrendas y clausura de sus ingresos.84 Por
otro lado, otros autores postulan que las pirámides se ocuparon simultáneamente. Parece
ser que las pirámides con rampa eran residencias palaciegas de funciones múltiples, en
las que se realizaban actividades cotidianas de elite, se celebraban ceremonias y se
almacenaban recursos para su posterior consumo y redistribución. También se realizaban
enterramientos en ellas. Todo ello revela el empleo de mano de obra masiva en la
construcción de grandes montículos y una producción especializada de bienes
consumidos en ceremonias políticas y religiosas. Se señala que la agricultura y la pesca
eran actividades que les permitía un sustento variado y abundante. Esta sociedad fue
asimilada por los incas luego de la conquista de la costa central, ejerciéndose el poder a
través de mecanismos indirectos de dominio (Santillana, 2010, págs. 284-285).

LOS CHANCA
Los Chanca se establecieron en territorios que corresponden hoy a los departamentos de
Ayacucho, Apurímac y Huancavelica, pero preferentemente en los valles
correspondientes al río Pampas (Ayacucho), pero su núcleo principal, contiguo a la
floresta amazónica, donde supieron aprovechar tanto de los recursos de aquella región
como de las zonas circundantes.

Los chancas surgieron a la caída y desintegración del Imperio Wari. Al comienzo, se cree
que hablaban, el aymara y posteriormente, el quechua. No lograron un sobresaliente
desarrollo en la agricultura ni en las artes, vivieron sólo para hacer la guerra a sus vecinos,
en la que demostraron extrema ferocidad y diabólico espíritu. Dedicados al pastoreo de
llamas y alpacas, incluso de vicuñas. Fueron un pueblo guerrero por excelencia,
caracterizada por su extrema belicosidad en las batallas, a las que concurrían con las
armas pintadas y portando tambores hechos de piel humana. Entraron en guerra con los
Incas, en una violenta contienda al mandato de sus generales, Asto Huaraca y Ancohuiallo
(o Huancohuallo), llegando hasta sitiar la ciudad del Cusco.

LA CUENCA DEL TITICACA


LOS COLLAS Y LOS REINOS ALTIPLÁNICOS
Después de la decadencia de Tiahuanaco, florecieron una serie de reinos en la cuenca del
Titicaca entre los siglos XI y XV al término del cual fueron incorporados al Estado
Incaico. Los dos reinos más importantes fueron: El Reino Colla y el Reino Lupaca. Los
collas y los Lupacas estuvieron en constante rivalidad. Los collas habitaban tanto en la
zona Oeste del Titicaca (Collas del Urcosuyo), como en la zona este del Titicaca (Collas
del umasuyo). Su capital fue Hatuncolla. En términos políticos, todos aquellos grupos
representaban pequeños curacazgos liderados por dos jefes paralelos, como podría ser el
caso de los lupaqa —repetimos, en épocas más tardías— gobernado por dos reyes
llamados Cari y Cusi, mismos que quizá representaran a los Anansaya y Urinsaya, en el
marco de un sistema político dual (Santillana, 2010, pág. 304). Estos reinos (Canas,
Canchas, Lupacas, Pacajes, etc), pertenecieron al grupo étnico llamado “colla” y estaban
unidos culturalmente por la lengua aymara, el estilo de poblado, el tipo de tecnología en
cuanto a la agricultura, y el sistema de enterramiento en las torres funerarias llamadas
“chullpas”.

Estos reinos altiplánicos constituyeron la nación aymara, la cual con el tiempo se


expandió por el norte hasta el cusco; por el sur hasta Antofagasta en chile, y por el oeste
hasta el Océano Pacífico, ocupando los actuales departamentos de Arequipa, Moquegua
y Tacna.
La organización económica de los Collas estaba en estrecha vinculación con su medio
geográfico, basando su economía en dos actividades la agricultura y la ganderia. La
riqueza de estos gobernantes, como la de la sociedad en general, se centraba la ganadería
de altura. Ellos manejaban inmensos rebaños, compuestos por docenas de miles de llamas
y de alpacas en las extensas altiplanicies cubiertas de pastos. Mientras que las tierras
agrícolas de altura producían recursos de consumo básicos, como tubérculos y ciertas
gramíneas. Complementaron su subsistencia y ampliaron su esfera económica y política
acudiendo, una vez más, al “control vertical de múltiples pisos ecológicos”. Este sistema
les permitía tener acceso a diferentes bienes, procedentes de Arequipa, Moquegua y de
las sierras templadas de Cochabamba, y de coca de las yungas húmedas orientales. Todo
ello fue posible gracias a caravanas de llamas que transportaban una variedad
considerable de productos ceremoniales, suntuarios y de subsistencia. Cuando los incas
conquistaron la región, no alteraron las tradicionales formas de vida económica de los
pobladores de la región (Santillana, 2010, pág. 304).
Los collas vivieron en constante lucha y pugnas muy fuertes. Finalmente, después de
cruentas luchas y rebeliones, el Reino Colla fue vencido por el Inca Pachacútec, sin
embargo, la nación Colla nunca se resignó y encabezó varias rebeliones en la región
durante los gobiernos de Pachacútec y de su hijo Túpac Yupanqui.
Referencias Bibliográficas

Costin, C., & Earle, T. (1989). “Status distinction and legitimation of power as reflected in
changing patterns consumption in late prehispanic Perú”. Nueva York: Ame-rican
Antiquity.

Santillana, J. I. (2010). Economía prehispánica en el Área Andina (período intermedio


temprano, horizonte medio y período intermedio tardío). En BCRP, & C. Contreraas
(Ed.), Compendio de historia económica del Perú (2 ed., Vol. 2, págs. 231-314). Lima:
IEP.

Wallace, D. T. (1991). The Chincha roads: economics and symbolism. (C. Trombold, Ed.) Nueva
York: Cambridge University Press.

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