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Impulso enérgico de una persona fuertemente motivada que aspira a ser o hacer
más, haciendo mejor las cosas. Es una combinación de distintos factores entre los
que se encuentran: la motivación, la automotivación, la autoestima, y
especialmente la actitud.
buenas intenciones”
Durante buena parte de su vida tuvo toda clase de oficios (tal como
ser vendedor de maletín por muchos pueblos de Colombia) y negocios
(por ejemplo un café concierto y una boutique). Hasta que a mediados
de los setenta nace su empresa, que originalmente se llamó
Marroquinera, al comprarle el negocio a un señor que fabricaba
chaquetas de cuero a quien le había prestado un dinero.
Hoy en día esa empresa, que lleva su nombre, tiene una fábrica en
Bogotá (con 240 operarias), 16 locales en el país, 9 en Venezuela, 4
en México y una en Estados Unidos. Su marca goza de amplio
prestigio nacional e internacional (40 por ciento de sus ventas son en
el exterior).
* Hay oportunidades por doquier. Son como las hojas que ve uno en
los árboles de los bosques, están por todas partes. Lo importante es
no tenerles miedo y ser creativo a la hora de aprovecharlas.
El objeto prohibido
Ignora de qué se trata pero ya no puede dar marcha atrás, quiere saberlo todo
sobre ese aparato.
La curiosidad extrae lo mejor de él y se da a la furtiva tarea de averiguar qué tipo
de artefacto es, y si sirve para algo. Tiene siete años y ya posee su primer secreto.
No quiere que nadie se entere, ni siquiera su hermano César, menor que él, con
quien pasa tardes enteras, descalzos, pateando la pelota de trapo en la
empantanada calle de La Loma. Tampoco quiere que su abuela Estefanía lo sepa,
ni su bisabuela Petronila a quien visita todas las tardes en su casa de bahareque,
techo de paja y lata, donde tanto lo amañan los rituales ancestrales de la
comunidad negra, esos baños que la anciana le prodiga con agua calentada al sol
y perfumada con hierbas aromáticas que ella recoge sabiamente en el monte.
Inclusive deja pasar varios domingos sin recorrer los diez kilómetros que lo
separan de La Carretera, el bailadero que queda en la vía hacia Cali, adonde
acostumbra ir a escuchar música y observar, escondido detrás de las puertas,
cómo baila la gente para memorizar los pasos y practicar después en su casa.
Anhela ser grande para poder bailar en pareja el son y el guaguancó.
Tampoco se detiene a observar los lagartos que andan por aquí y por allí, ni
tampoco se distrae en la casa de su abuela mirando las cucarachas que andan en
pareja.
Pasan los días y como ya sabe en qué momentos puede acercarse al aparato, lo
explora sin que nadie lo vea. Una tarde, de pronto, reconoce el artefacto en una
película: es una máquina de escribir.
Semejante descubrimiento lo alebresta aún más, sobre todo porque sus padres no
saben leer ni escribir. Se rebusca una cinta y se da mañas de ponerla a funcionar
utilizando los talegos de papel en que empacan el arroz en la tienda vecina.
Aprende a escribir a máquina por su propia cuenta y cuando ingresa a la
secundaria en el colegio Pascual de Andagoya es un experto sólo superado por
Chila, su hermana, y por Vaquita, su vecino, quien no obstante tener medio lado
paralizado por una apoplejía, es más rápido a pesar de utilizar un solo dedo.
Rosita, la profesora de mecano-taquigrafía, se impacienta tratando de inculcarle el
método tradicional, pero Raúl persiste en su propio modo que le da velocidad y
precisión aventajando a los demás estudiantes, entrega el primero los ejercicios
pero como no los hace con el método tradicional, la profesora no le reconoce la
máxima nota. No importa, él prosigue con su propio sistema.
Este sencillo hecho sucedido en el puerto de Buenaventura a mediados de los
años 50, muestra la forma como Raúl Gonzalo Cuero Rengifo ha capoteado la
vida siguiendo su propio sistema de “supervivencia”, hasta lograr la cúspide de la
eficiencia y creatividad científicas. Levantándose sobre las propias limitaciones de
la comunidad afrocolombiana en el Pacífico, pobre y olvidada, sin héroes ni
referencias universales, Raúl se ha convertido en un gran inventor que trabaja con
la NASA y recorre el mundo gracias a su inagotable curiosidad y la forma
inteligente y creativa de sortear las dificultades. Con su madurez para relacionar
ideas y fenómenos, lograda a lo largo de su vida, y la universalidad de su
pensamiento ha pulverizado la creencia de que la raza negra es incapaz de
encumbrar la ciencia y hacer grandes aportes a la humanidad.
Infancia y curiosidad
El caso de la máquina de escribir es apenas una muestra de la manera particular
como Raúl Cuero abordó en su niñez y adolescencia las múltiples y variadas
experiencias que se le han presentado en la vida. Él afirma que la persistencia en
su propio método de escribir “comprueba que la eficiencia es más importante que
la convención”, pero no desconoce que los métodos cambian con el tiempo y “hay
que estar alerta mientras se mantiene la esencia”.
La muerte de César
Otro acontecimiento lo marcó de manera profunda: la muerte de su hermano
menor. César era el mejor de la clase y a los trece años sobresalía también como
jugador de fútbol. Raúl lo admiraba, creía que llegaría a ser un gran deportista a
semejanza de otros bonaverenses que se han destacado a nivel nacional e
internacional, como Delio “Maravilla” Gamboa y Víctor Campaz. Aunque a Raúl le
gustaba más el baloncesto, en el cual destacaría luego a nivel nacional gracias a
su empinada estatura, habilidad y efectividad, los dos hermanos jugaban al fútbol
descalzos porque carecían de recursos para comprar guayos y los demás
utilizaban unos zapatos con clavos metálicos en lugar de tacos o taches. Durante
un partido César resultó herido en una pierna, el tratamiento no fue el apropiado,
se infectó con el tétano y en dos semanas murió.
Fue tan grande el impacto para Raúl que la manera de sublimar su dolor consistió
en estudiar con más ahínco y dedicar sus logros a la memoria de su hermano. El
nombre de Buenaventura era un espejismo, no había la tal buena ventura. Eran
muchos los que nacían pero pocos los que sobrevivían. Para sobrevivir había que
estar alerta todo el tiempo, no podían darse el lujo de descuidarse un solo
instante. Tenían que obrar positivamente si no querían sucumbir. El fallecimiento
de su hermano hizo pensar a Raúl en la muerte y el abandono. Buenaventura
estaba al margen del país, la mayoría era descendiente de ancestros africanos
pero no eran conscientes de ello. Como vivía entre negros, Raúl sentía que no
pertenecía a ninguna minoría, no se consideraba diferente a los demás, todavía no
había experimentado el trato con los blancos del interior, conocidos con el
“afectuoso apodo de paisitas”.