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EL CONCEPTO DE “CULTURA DE CONQUISTA” de George M.

Foster
Resumen de Julio César Ortega López

Es indudable que una gran variedad de culturas, como la cultura hispana y la americana,
ubicadas en distintos grados de la estratificación social contemporánea, han mantenido
relaciones históricas de conquista, dominación, dependencia e influjo indirecto a través del
contacto que les ha destinado el inexorable relato del capitalismo desde hace cinco siglos.

La distinción entre cultura dominante y cultura dominada es un tema que se ha dirimido


de forma exhaustiva desde los estudios sociológicos enfocados en la desigualdad social, la
confrontación de clases y la distribución social del poder. Estos estudios han hecho un buen
trabajo en describir la estructura social a fin de esbozar tipos de Estados, regímenes y
modelos políticos, sobre todo los de las sociedades modernas industrializadas.

En el tenor de los estudios antropológicos, la influencia es examinada a la luz de la historia


de las culturas y de los pueblos, con más acento en lo mutable de las identidades que en lo
permanente de las estructuras sociales. El nudo de esta relación entre dos mundos distintos,
entre culturas distantes, es cómo se presenta el dominador ante el receptor: o sea, qué forma
posee el modelo cultural que facilita la recepción por parte de una cultura dominada.

M. Foster, en Cultura y conquista: la herencia española de América somete a examen la


cultura española en América Latina, estimando en su justa dimensión el aglomerado de
bienes culturales, económicos y políticos que han construido la “América” conquistada (la
“inventada”, en palabras de Edmundo O ‘Gorman). La consideración de Foster (1962) es de
orden teórico y comienza por el planteamiento de un par de modelos de transmisión de la
cultura, de mutua influencia, pero decisivamente verticales y descendentes. Ambos modelos,
por su génesis, se consideran procesos de tamización, es decir procesos de discernimiento y
selección de elementos específicos de una cultura como condición de su transferencia.

El primer proceso consiste en una selección inicial de elementos más asequibles de una
cultura dominante para la cultura receptora. En esta etapa, se presupone que los elementos
escogidos en la cultura donadora son icónicos, representativos, simbólicos, pero de ninguna
manera son sustitutos de una complejidad total, ni de la totalidad de los valores, las creencias
o las conductas de ella.
En el segundo proceso de tamización la cultura receptora hace una selección consciente de
la totalidad de expresiones culturales, políticas, ideológicas, sociales, dadas por los
dominadores. Desde luego, la aceptación, si bien depende de la voluntad de los individuos,
también edifica sobre las circunstancias históricas del pueblo conquistado. Explica Foster
(1962):

Esto, en gran parte, no obedece a planeación ninguna y es informal,


canalizándose los rasgos culturales según la decisión personal de los
individuos. En algunas regiones el grupo subordinado puede optar por algo
y, dependiendo de cómo perciba los fenómenos nuevos en esas categorías,
o de su capacidad para resistirse a la imposición, o de su capacidad
económica de posesión, lo aceptará o rechazará (p. 34).

Es de notar que los procesos de tamización cultural existen, formales e informales, a expensas
de las relaciones sociales y las cualidades de los nexos que establecen entre los individuos de
clases diferentes, o de estratos, o de castas. Sin relaciones de trato personal, de contacto entre
grupos humanos, y de dominación entre grandes sectores de la población, es probable que
los procesos de influencia formales no lograsen los resultados esperados de la conquista.

Las relaciones de contacto generan bienes y artefactos híbridos, sobre todo los que provienen
de una selección dominante, a los cuales se les añaden usos, características y funciones de la
parte dominada, a modo de que el proceso derive en “una nueva ‘cultura’, con un perfil
distinto que deviene en la fuerza aculturativa que se ejerce sobre el pueblo receptor” (Foster,
1962, p. 35).

La transmisión cultural encuentra sus mecanismos de operación y adaptación por medio de


experiencias formales, que se planean y dirigen desde las instituciones, los gobiernos, y los
altos estratos de poder que rigen sobre la economía y la política de las demás clases; y por
medio de experiencias de contacto informal, expresadas como decisiones personales de los
grupos humanos conquistados, en el trato personal, en la cotidianidad y los ritos, en el
sincretismo de los bienes más íntimos (Foster, 1962).

A aquel modelo de transmisión cultural lo define Foster como cultura de conquista. La cultura
de conquista, por descontado, no es idéntica a la cultura total del país dominante, pero suma
a ella sus propias hibridaciones obtenidas en el laboratorio del territorio conquistado. Foster
explica que:
La cultura de conquista -o cultura de contacto- puede, quizá, considerarse
mejor como la totalidad de influencias donadoras, cualquiera que sea su
origen, que se ejercen sobre una cultura receptora, canal por el cual las
normas dominantes, los valores y las actitudes del grupo más fuerte se
transmiten al más débil.

REFERENCIA

Foster, M. G. (1962). “El concepto de cultura de conquista”, en: Cultura y conquista:

la herencia española de América, México, Edición de la Universidad

Veracruzana.

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