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Editorial UD
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Carrera 24 No. 34-37.
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PROLEGÓMENO 11
INTRODUCCIÓN 13
CAPÍTULO 1
EL CAMPO DE LA PEDAGOGÍA EN COLOMBIA. UNA MIRADA DESDE LA PEDAGOGÍA INFANTIL 17
El concepto y la constitución del campo de la pedagogía en Colombia 19
La institucionalización de la pedagogía infantil como tema emergente 24
Un punto de llegada: la pedagogía infantil como una región importante del
Campo de la pedagogía en Colombia 32
CAPÍTULO 2
LAS TEORÍAS DEL DESARROLLO EN JEAN PIAGET Y NORBERT ELIAS. UNA MIRADA A SU APORTE
EN TORNO A LOS TEMAS DE INFANCIA 37
Una mirada a las posturas teóricas de Piaget y Elias 38
Los temas de infancia a la luz de las teorías del desarrollo 41
Consideraciones finales 45
CAPÍTULO 3
LA PAULATINA INSTALACIÓN DEL DISCURSO DE LA SOCIALIZACIÓN EN COLOMBIA 47
El juego como principal actividad socializadora 51
Algunas conclusiones 58
CAPÍTULO 5
INFANCIA Y PRÁCTICA JURÍDICA EN COLOMBIA.
DEL PRINCIPIO DE IRREGULARIDAD AL DE PROTECCIÓN INTEGRAL 77
El niño delincuente, el principio de minoridad e inimputabilidad del menor 83
Los años noventa y la emergencia de la niña como sujeto de derechos 100
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E l presente libro compila cinco ensayos que se han decantado sobre el tema de la
infancia en Colombia, desde una particular perspectiva metodológica y conceptual.
Es nuestro interés, en algunos apartes, reconstruir una serie de discursos utilizando
las herramientas facilitadas por Michel Foucault, en su libro La arqueología del saber
(1979); por tal motivo, valoramos el peso que tienen los enunciados y las formaciones
discursivas, frente a los temas de infancia en el actual momento de transición que
vive la sociedad. Las profundas trasformaciones vividas en la modernidad que fueron
producto de la masificación de la economía de consumo, del papel de los medios de
comunicación y de las nuevas tecnologías, han afectado a la infancia como sujeto;
particularmente, la relación que esta establece con la pedagogía, la actividad del jue-
go, los juguetes, el discurso de la socialización, la práctica jurídica, entre otros. Dicha
reconfiguración de la infancia se da en un momento de transición: en el paso de “la
sociedad disciplinar a la sociedad de control” (Hardt & Negri, 2002), en el que las
instituciones clásicas de la modernidad, como la familia, la escuela y el Estado mismo,
—vistas como instituciones disciplinares—, viven una serie de profundos cambios y
trasformaciones.
En el primer ensayo se indaga una serie de elementos históricos y conceptuales en
torno a la constitución del campo intelectual de la pedagogía en Colombia, recono-
ciendo a la pedagogía infantil como tema emergente desde los años setenta del siglo
XX; y como una región importante en el campo de la pedagogía en nuestro país, en
el que participan unas instituciones, unos sujetos y unos saberes en torno al dominio
de unos enunciados y un discurso. En este análisis reconocemos unas relaciones de
tensión y alianza, conflicto y cooperación, entre el campo de la pedagogía y la peda-
gogía infantil.
En el segundo ensayo, se destaca la relación entre las teorías del desarrollo cogni-
tivo, establecidas por Jean Piaget, y las teorías del proceso de la civilización, dadas a
conocer por Norbert Elias desde la perspectiva de la sociogénesis y la psicogénesis.
Ambas teorías fueron difundidas en el contexto académico colombiano durante la
segunda mitad del siglo XX. En este texto, que fue escrito en compañía de la profe-
sora María Pastora Giraldo Veloza2, retomamos en primer lugar, las ideas centrales
de las teorías del desarrollo de cada autor, para establecer, en un segundo momento,
las posibles incidencias que la teoría del desarrollo ha tenido en el ámbito acadé-
mico con relación al tema de infancia. Sin duda, la teoría del desarrollo marcó el
devenir de varias disciplinas científicas, como la psicología y la sociología histórica.
Es nuestro interés realizar un breve balance en torno a algunos postulados de estos
dos autores, que son de obligatorio abordaje en los programas de pedagogía infantil.
En el tercer capítulo se aborda la manera como el discurso de la socialización
se instaló paulatinamente en Colombia durante las últimas décadas del siglo XX.
En este caso, desde una perspectiva arqueológica, se valora la constitución de este
discurso, acompañado de otra serie de enunciados como crianza, comportamiento,
aprendizaje, desarrollo y juego. La manera como los enunciados se instalan y se dis-
ponen, para la objetivación de un tipo particular de infancia, se constituye en toda
una condición de posibilidad para que en la actualidad reconozcamos un nuevo
sujeto. Sin duda, el discurso de la socialización es consustancial al actual reconoci-
miento de la infancia contemporánea por parte de quienes se muestran interesados
en trabajar con ella. El objetivo del texto es reconstruir y organizar un discurso que
la academia colombiana utiliza de manera cotidiana en el proceso de formación de
licenciadas y licenciados en infancia.
El cuarto ensayo traza como objetivo describir la manera como se instala el dis-
curso del juego en el periodo comprendido entre 1968 y 2006; también, da a cono-
cer la importancia del juguete que pasó de ser un artefacto que facilitaba el juego
como actividad, a un arquetipo que define la belleza y el imaginario de infancia.
Este texto que ha sido mejorado varias veces da cuenta de la irrupción del nuevo
imaginario de infancia en Colombia con base en la transformación del juguete, de la
práctica del juego y la yuxtaposición de unos discursos.
El quinto ensayo aborda el tema de infancia y práctica jurídica en Colombia
dando a conocer la manera como el Nuevo Código de la Infancia y la Adolescen-
cia, Ley 1098 de 2006, representó una experiencia jurídica cualitativa, sutilmente
diferenciada, sensible a la cuestión de los límites de edad y grados de castigo al
menor. Se cierra así un ciclo de transición en el que se pasó del principio de si-
tuación irregular al principio de protección integral, para la infancia en general.
Dicho discurso, a pesar de los matices, se mantuvo bajo un principio de individua-
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etc. Podríamos decir que, con base en estos aportes, la pedagogía se reafirma como
un campo de discusión e intervención educativa a lo largo del siglo XX. Las rela-
ciones dentro del campo intelectual de la pedagogía, como sus relaciones con las
disciplinas y con otros campos, expresan una particular lógica de dominación que
se encuentra articulada a una serie de relaciones de alianza, tensión y cooperación.
Por lo demás, la pedagogía moderna otorga al maestro un sustento teórico
que le permite reflexionar el hecho educativo. La pedagogía le permite diferen-
ciar las relaciones entre enseñanza y aprendizaje, las metodologías específicas
de algunos modelos, acompañados de sus sustentos conceptuales y epistemoló-
gicos. La pedagogía moderna y, ante todo contemporánea, valora los aprendiza-
jes de la infancia escolarizada que de manera significativa se conquistan con la
guía del maestro.
La educación, por su parte, reconoce la transmisión de conocimiento de una
generación a otra bajo una perspectiva eminentemente práctica. Desde cierto pano-
rama la educación del sujeto puede ser vista como parte de su proceso de socializa-
ción dentro de un contexto determinado a través del cual se desarrollan capacidades
físicas e intelectuales, habilidades y destrezas, necesarias para que el individuo se
desenvuelva en la sociedad. La educación tiene una función eminentemente social,
trasmite cultura y permite su evolución. Adquirir conocimiento, en el amplio sentido
de la palabra, hace parte del proceso educativo.
Como lo vamos a observar en el campo de la pedagogía en Colombia se encuentran
en juego unos temas u objetos de discusión, como es el estatuto epistemológico de
la infancia que se constituye, desde cierto ángulo, en la principal preocupación de la
pedagogía y en objeto de sus principales trasnochos. También se encuentran en juego
unas posiciones y emplazamientos de sujeto que inciden de manera directa en la recon-
figuración del campo e incluso en la definición de políticas educativas. Creemos que la
pedagogía infantil, en las últimas décadas del siglo XX, se convirtió en una preocupación
de carácter epistemológico, conceptual y gubernativo en las principales facultades de
educación del país.
El proceso de individualización que vive la infancia, desde diferentes prácti-
cas disciplinares, en el que participan la pedagogía, la psicología, la sociología,
la antropología y el derecho, entre otras, da cuenta de la constitución de una
región importante que hace parte del campo de la pedagogía y que, como objeto
de estudio compartido por varias disciplinas, logra su especificidad mediante un
ejercicio de tensión en el que las disciplinas que participan no ponen en juego su
axiomática fundamental, sino que respetan unas reglas de objetivación, en este
caso científicas, en torno a dicho objeto. Citando a Pierre Bourdieu, cuando “se
desarrollan este tipo de estudios se descubren propiedades específicas propias de
un campo en particular, al tiempo que se contribuye al progreso del conocimiento
de los mecanismos universales de los campos que se especifican en función de
variables secundarias” (Bourdieu, 1990, p. 135).
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gios que funcionaban en el país eran de carácter privado y la gran mayoría dirigidos
por comunidades religiosas” (Jiménez & Figueroa, 2002, p. 58).
Frente a este grave panorama, en el que prácticamente no existía la educación
pública, se debe recordar que, en nuestra sociedad, los derechos sociales, entre ellos
el de la educación, además de llegar de manera tardía, se amplió en un proceso de
lucha de los actores y movimientos sociales emancipadores, como el magisterial.
Acompañada de un proceso de agremiación sindical, que se inició en Antioquia
y que se trasladó a otras ciudades, nació en Bogotá, en 1959, la Federación Colom-
biana de Educadores (Fecode), la cual, de manera pausada, se fue convirtiendo en
uno de los sindicatos más fuertes que hoy tiene el país.
Desde los años sesenta y setenta, la nacionalización de la educación primaria y
secundaria3 fue producto no solo de la grave situación diagnosticada por agencias
internacionales, como la Misión Currie, sino también, por las elites locales que en su
plebiscito de 1958 establecieron un monto del 10 % en inversión educativa anual.
En este sentido, en términos de lo que es la política como parte de la constitución
del campo de la educación, debemos tener en cuenta la lucha de los maestros. Final-
mente, el movimiento magisterial materializó su lucha a finales de la década de los
setenta, la cual se reflejó en el Estatuto Docente, Decreto 2277 de 1979. Bajo esta
norma, el maestro fue definido como empleado oficial de régimen especial, redujo
el tiempo requerido para ascender de categoría, unificó los escalafones de primaria y
secundaria, estableciendo el escalafón único acompañado de un régimen disciplinar
de carácter benévolo.
En los años ochenta, el magisterio representaba ya un sector social importante en
el país: había cerca de 200.000 docentes dependientes del Estado, con una partici-
pación en el gasto público superior al 20 %, convirtiendo a la educación en una de
las principales fuentes de empleo de los colombianos (Gómez Buendía, 1986). Di-
cha realidad siguió creciendo exponencialmente, y de acuerdo con la información
reportada por las secretarías de educación, en 2012 había más de 308.000 docentes
y directivos docentes del sector público en todo el país, que además se encuentran
bajo un doble régimen de ascenso en el escalafón, el Decreto 2277 de 1979 y el
Decreto1278 de 2002.
La constitución del movimiento magisterial y del maestro como sujeto político,
es fundamental para dar cuenta de la constitución del campo de la pedagogía en
Colombia. No obstante, Mario Díaz divide este campo entre quienes producen dis-
cursos pedagógicos y quienes los consumen; es decir, en el campo de la pedagogía,
existen varias posiciones y emplazamientos de sujeto con relación a la producción
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[…] las posiciones de los maestros en el campo pedagógico representan una función
de las relaciones entre los niveles macro y micro social. El campo pedagógico es
pues, un campo estructurado y estructurante de los límites entre los discursos, posi-
ciones y prácticas de transmisión y reproducción. Es un campo estructurado y estruc-
turante de prácticas pedagógicas, es una práctica que permite la reconstrucción de
los sujetos en las relaciones sociales o prácticas de interacción. (Díaz, 1992, p. 351)
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Desde los años sesenta, en América Latina, se intentó reformar las prácticas
de enseñanza, no desde la pedagogía, sino desde la psicología y las ciencias de
la educación. Por ejemplo, en Colombia se estableció como requisito indispen-
sable, mediante el Decreto 1955 de 1963, intensificar el estudio de las ciencias
y las técnicas psicológicas y pedagógicas con el fin de que el maestro pudiera
comprender y orientar la conducta del niño y guiarlo en el progreso del aprendi-
zaje. En el periodo comprendido entre 1950 y 1980, en el paso de “la escuela ex-
pansiva a la escuela competitiva”, el número de niños que entraron al nivel pre-
escolar, se multiplicó por diez en la región de América Latina. En este periodo,
se dio una expansión vertical y se procuró un importante paso del cuidado de los
niños a la educación inicial, inspirado por la proclamación de Naciones Unidas,
en su Resolución 1386 del 20 de noviembre de 1959, en la cual, en su capítulo
séptimo, había llamado la atención acerca de la gratuidad y obligatoriedad de la
educación en el nivel elemental. Aunque en esta etapa la primera infancia no se
incluía como un nivel del sistema educativo, sí se le reconoció como un sector
de la población objeto de atención por parte del Estado.
Para Martínez Boom, lo que hoy se llama educación inicial, no ha sido siempre lo
mismo; socialmente, han existido formas variadas de ocuparse de la primera infan-
cia. En distintos momentos “estas formas han tenido diferentes denominaciones, que
corresponden a maneras también diversas de entender y configurar sus prácticas, la
ubicación dentro del sistema y la función que cumple dentro de él. Así, preescolar
quiere decir anterior a la escuela [y en cierta medida no hacía parte de ella]; en
cambio, educación inicial va a significar concretamente primera etapa de la Escuela
o inicio de la educación escolar” (Martínez, 2004, p. 139).
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En la década de 1970, en Colombia, las edades comprendidas entre los cero y seis
años eran atendidas prioritariamente por los padres, de tal manera que la familia ocu-
paba el espacio privilegiado y casi único de socialización a través del cual se dotaba a
los niños de los primeros elementos de la personalidad. Luego, la presión demográfica
y la migración hacia las ciudades hicieron que cambiaran los hábitos de crianza y se
crearon las condiciones para el surgimiento de los preescolares y la institucionaliza-
ción de una política clara.
A finales de los años sesenta, el aumento de las instituciones de preescolar en
todo el mundo daba cuenta de la relación que la sociedad restablecía con este tipo
de instituciones encargadas de la primera infancia4. El preescolar, en su devenir
como nuevo tipo de escuela, se constituyó como forma de socialización privilegiada
y lugar de paso obligatorio para los niños de las clases populares (Jiménez, 2012). El
preescolar en Colombia terminó de constituir una maquinaria particular de gobierno
sobre la infancia, que demandó el establecimiento de un espacio específico y con-
llevó la delimitación inicial de unos tiempos de infancia, como lo son: la sala-cuna,
entre los 0 y 2 años; la guardería, entre los 2 y 4 años; el jardín, entre los 4 y 6 años,
y transición, entre los 6 y 7 años. Los temas de segunda infancia, son abordados en
la básica primaria con los niños que se encuentran entre los 7 y 12 años.
En este sentido, parafraseando a Julia Varela, esta propuesta de escuela en Colom-
bia, que incluye el preescolar, hizo parte del esbozo de las condiciones de posibilidad
de lo que, para este caso, puede representar los primeros elementos de la pedagogía
infantil como región importante del campo de la pedagogía, en la que “la definición
de un estatuto de infancia, es fundamental para la emergencia de un espacio especí-
fico destinado a la educación de los niños, la aparición de un cuerpo de especialistas
dotados de tecnologías específicas y de la elaboración de códigos teóricos, que acom-
pañan la institucionalización de la escuela preescolar, su obligatoriedad dotada de
poderes públicos y sancionada por leyes” (Varela & Álvarez, 1992, p. 15).
En Colombia, a finales de los años sesenta, en la sociedad no se tenía una idea
clara de cuáles podían ser los objetivos de la educación preescolar. Pese a que este
tipo de instituciones habían comenzado a funcionar hacía muchos años, solo para
esta época tomó un auge especial la discusión. A las primeras instituciones que
tenían una función de guardería se les exigió tres grandes finalidades: protección,
4 En Colombia, para 1960, los establecimientos de preescolar apenas llegaban a los 974, que solo satis-
facían el 1% de las necesidades de la población en edad preescolar. Por lo demás, para este año, ape-
nas 29 eran oficiales y 945 pertenecían al sector privado. Luego, para 1965, había 1.099 instituciones
de preescolar, 49 oficiales y 1.050 privadas; en 1975, encontramos 1.837 instituciones, 502 oficiales y
1.335 privadas; en 1980, 3.281 instituciones de preescolar, 1.302 oficiales y 1.979 del sector privado;
y en 1983, de 4.396 instituciones, 2.084 pertenecían al sector oficial y 2.312 al sector privado. Desde
1960, se pasó de tener un número aproximado de 40.000 niños matriculados en preescolar, a 240.000
en 1974, antes de comenzar a funcionar los Centros de Atención Integral de Preescolar (CAIP), perte-
necientes al ICBF, fecha en que se masificó el preescolar en Colombia (Ver: Hugo Cerda, La institución
preescolar. Universidad de Santo Tomas, Bogotá D.C., 1986, p. 87).
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Pedagogía Infantil. En este punto, debemos reconocer que las tres universidades en
mención, sumada a la Licenciatura de Pedagogía Infantil de la Pontificia Universidad
Javeriana de Bogotá, por el número de estudiantes que forma, el impacto de sus egre-
sados, su cuerpo docente y las investigaciones dadas a conocer a lo largo de estos
años, se constituyen en las abanderadas de una discusión en torno a la infancia que
compromete al campo de la pedagogía.
La psicología y la pedagogía, al reconocer al niño como un sujeto cognitivo en la
escuela, desde la etapa más tierna como lo es preescolar, terminaron estableciendo
como disciplinas una serie de empatías teóricas y metodológicas, bajo el precepto
de las teorías del desarrollo infantil. El sujeto cognitivo es aquel que asimila y aco-
moda una serie de información de carácter significativo con base en la edad; en este
caso, la edad del niño y la relación que establece con las demás personas, la natu-
raleza, las cosas y, desde los años setenta, la particular relación que instaura con los
medios de comunicación.
Por otro lado, al realizar un breve balance sobre la política educativa, observa-
mos cómo la pedagogía infantil se termina de masificar y se institucionaliza como
propuesta. En 1974, cuando el gobierno colombiano impuso a nivel nacional la
política de los jardines infantiles, se inició una fuerte polémica. En este año se dio
a conocer la Ley 27 de 1974, por la cual se dictaban las normas sobre la creación y
sostenimiento de los Centros de Atención Integral de Preescolar (CAIP). Estos centros
creados para los hijos, menores de siete años, de los empleados públicos y de los
trabajadores oficiales y privados, establecía que las entidades públicas y privadas
destinaran una suma equivalente al 2 % de su nómina mensual de salarios para que
el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) (fundado en 1968), pudiera
atender la creación y sostenimiento de dichos centros.
Frente a la preocupante situación por la que atravesaba la educación preescolar,
el Ministerio de Educación, en 1976, dio a conocer el Decreto 088, por el cual se
reestructuraba el sistema educativo nacional que comprendería, desde entonces, a
la educación formal y a la educación no formal. La educación formal fue concebida
en niveles progresivos, reconociendo a la educación preescolar como un primer ni-
vel, seguida de la básica primaria y secundaria. Se llamó desde entonces, educación
preescolar, la referida a los niños menores de seis años, y planteó como objetivo
especial, promover y estimular el desarrollo físico, afectivo y espiritual del niño; su
integración social, su percepción sensible y el aprestamiento para actividades esco-
lares, en acción coordinada con los padres de familia y la comunidad.
Se evidenciaba así, el interés del Estado por fomentar los programas preescola-
res. Fue así como el 17 de julio de 1978 el Ministerio de Educación dio a conocer
el Decreto 1419, por el cual se señalan las normas y orientaciones básicas para la
administración curricular en el nivel de educación preescolar. Dicha norma, concibe
a nivel general, por currículo, el conjunto planeado y organizado de actividades en
el que participan alumnos, maestros y comunidad para el logro de los fines y obje-
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dagógica y recreativa. Para tal efecto, se hacía fundamental que el niño desarrollara
el conocimiento de su propio cuerpo y de sus posibilidades de acción, así como la
adquisición de su identidad y autonomía. La educación preescolar también debía
promover el crecimiento armónico y equilibrado del niño, como el desarrollo de
su creatividad, las habilidades y destrezas propias de la edad, la ubicación espacio
temporal y el ejercicio de la memoria, además del desarrollo del lenguaje y la co-
municación.
Desde mediados de los años noventa con la Ley General de Educación, el nivel
de educación preescolar comenzó a hacer parte de las obligaciones del Estado, el
cual comprendía como mínimo un grado obligatorio en los establecimientos educa-
tivos estatales para niños menores de seis años de edad. Para el año 1997 el Ministe-
rio de Educación dio a conocer el Decreto 2247, por medio del cual se establecían
normas relativas a la prestación del servicio educativo del nivel preescolar. En dicho
decreto, se instituyó que la educación preescolar hacía parte del servicio público
educativo formal. La prestación de este servicio de educación preescolar se ofrecería
a los educandos de tres a cinco años de edad y comprendería tres grados: prejardín,
jardín y transición. El ingreso a cualquier grado de la educación preescolar no estaría
sujeto a ningún tipo de prueba de admisión, examen psicológico, de conocimiento o
consideraciones de raza, sexo, religión, condición física o mental.
Sin duda, el Decreto 2247 terminó de instalar el dispositivo de la educación en
preescolar, pues estableció un currículo y unos lineamientos curriculares, mediante
los cuales se planteó un conjunto de criterios, planes de estudio, programas, meto-
dologías y procesos, que contribuían a la formación integral del niño y a la cons-
trucción de la identidad cultural de la nación. Con base en estas disposiciones se
reconocía, dentro de las orientaciones curriculares de preescolar, la integralidad del
niño, la participación y la lúdica. El currículo del nivel preescolar se concibe, desde
entones, como un proyecto en permanente construcción e investigación pedagógica.
La objetivación de la infancia en Colombia tiene un punto de llegada importante en
los Lineamientos Curriculares de Preescolar, dados a conocer en el ámbito nacional en
1998. En este documento se recoge la discusión que venía dándose, por lo menos, desde
finales de años sesenta por parte del ICBF, la Unicef, el Ministerio de Educación y el sec-
tor educativo en general, entorno a una infancia que debía ser vista de manera integral
como sujeto, desde la perspectiva, tanto de desarrollo cognitivo, desarrollo moral, socio
afectiva, como de desarrollo humano, bajo la guía de un proyecto lúdico pedagógico,
que reconoce a la infancia como un sujeto cognoscente y como un sujeto que conquis-
ta, de manera paulatina, no solo conocimiento, sino también una identidad; es decir,
que se constituye una subjetividad.
La experiencia educativa que viviría Colombia, en las últimas décadas del siglo XX
e inicios del XXI, da cuenta de la instalación de una región importante en el campo de
la pedagogía en el que el estatuto de infancia sería el eje principal de su organización.
Refiriendo a Mariano Narodowski (1994), la infancia se constituye en la preocupación
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5 El acontecimiento nace del cruce de historias relativamente autónomas. En este sentido, para Bourdieu,
en las sociedades modernas, el acontecimiento ocurre gracias a la orquestación entre los agentes del
campo, el cual llega a un estado crítico, y otros agentes, dotados de disposiciones semejantes, porque
están producidas por condiciones sociales de existencia semejantes, lo que se constituye en una identidad
de condición (Ver: Pierre Bourdieu, Homo academicus, México, Siglo XXI Editores, 2007, p. 224).
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ción inicial, primera infancia, teoría del desarrollo infantil, psicología del desarrollo,
pedagogía centrada en el niño, masificación de la educación preescolar, desarrollo
físico y afectivo, percepción sensible, aprestamiento para las actividades escolares,
desarrollo integral y armónico, desarrollo biológico y sensomotor, desarrollo cogni-
tivo y socio-afectivo, comunicación, autonomía y creatividad, entre otros.
La organización de las anteriores series discursivas es de suma importancia de-
bido a que el campo de la pedagogía, da cuenta de una lucha por la producción de
un discurso y su control, en el que además este campo resulta irreductible a un solo
tema. En este sentido, la pedagogía infantil tensiona como tema emergente al mismo
campo de la pedagogía. La experiencia educativa que hemos vivido en las últimas
décadas del siglo XX e inicios del XXI, da cuenta de la instalación de una región
importante de dicho campo, en la que el estatuto de infancia se constituye en el eje
principal de su organización.
Por lo demás, la principal instancia de delimitación de este discurso es la
teoría del desarrollo infantil y su relación directa con la pedagogía. Como princi-
pal rejilla de delimitación ubicamos a la pedagogía infantil, que se instala como
enunciado profesionalizante desde finales de los años setenta en las principales
facultades de educación del país, y que se suma a la manera como se delimita,
desde entonces, la infancia como concepto y como categoría emergente. Como
observamos, la irrupción masiva del preescolar, en las últimas décadas del siglo
XX e inicios del XXI, se constituye en un nuevo dispositivo en el que el objeto de
poder y saber es la infancia, la cual demanda, además de su encierro físico y topo-
lógico, un encierro epistémico. La manera como se ha delimitado en estos últimos
años a la infancia en Colombia, como concepto y como categoría emergente,
facilita las condiciones de posibilidad para que, en la actualidad, se pueda hablar
de la pedagogía infantil como región constitutiva del campo de la pedagogía.
Dicha tensión por el dominio y el manejo de este conjunto de enunciados y del
discurso de la infancia se ha evidenciado, por ejemplo, desde finales de los años
noventa en el proceso de Registro Calificado y Acreditación de Alta Calidad estable-
cido por el Ministerio de Educación Nacional (MEN). A este proceso los programas
de pedagogía infantil se han visto abocados a responder, producto de una serie de
lineamientos establecidos para dar cuenta de su idoneidad. En este sentido, el Estado
evalúa las condiciones mínimas para el ofrecimiento del programa por parte de las
universidades del país, su planta física, biblioteca, acceso a redes, salas virtuales,
bienestar universitario y, ante todo, elementos de alta calidad como el nivel de for-
mación de sus profesores, la productividad de sus investigadores, el impacto de su
producción, categorización de sus grupos de investigación en Colciencias, etc. En
este proceso de depuración, de acuerdo a la información facilitada por el Sistema
Nacional de Información de la Educación Superior, para 2013 de los veintiocho
programas registrados ante el MEN solo cuatro licenciaturas en pedagogía infantil
ostentan la calificación de Alta Calidad, las ofrecidas por: la Universidad Distrital
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