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Universidad Central de Venezuela

Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas

Escuela de Estudios Políticos y Administrativos

Introducción a la Teoría de Civilizaciones

La civilización japonesa frente a la religión islámica

Integrantes:

Ángelo Merola C.I: 26152405

Christian Parra C.I: 24217958

Gabriel Noda C.I: 19453623

Luis Andrade C.I: 81944104

Ladycar Muñoz C.I: 25514444

Diana Colmenares C.I: 17959931

Yetzy Batista C.I: 15757595


La civilización japonesa frente a la religión islámica

La civilización japonesa, posee una inmensa variedad de elementos únicos de su cultura,


aun y cuando se puede considerar que pasó por un proceso de occidentalización en ciertas
partes de su ser. Sin embargo, esos elementos fueron tomados como propios e impregnados de
una fuerte carga cultural única de la civilización japonesa. Entonces, Japón comprendida como
civilización presenta conductas frente a otras civilizaciones y elementos de estas presentes en el
mundo, y es el caso de este trabajo de investigación ver la relación de la civilización japonesa
frente a la religión islámica perteneciente a la civilización musulmana.

En los tiempos actuales Japón ha tomado medidas de seguridad severas con respecto a
los practicantes de la religión musulmana dentro de su territorio, llevando a cabo procedimientos
de vigilancia del día a día de estas personas, como sus horarios de rezos y demás actividades
de estos individuos. Pero el punto de interés para nuestra investigación viene siendo las
motivaciones y factores que estimulen el accionar de esta manera, si bien una razón radica en la
amenaza latente del terrorismo, especialmente después del 11 de septiembre, también existen
implicaciones fundamentales de valores, y distinciones de la religión como concepto en la
civilización japonesa. Como esta civilización se comporta frente a elementos externos originados
en otras civilizaciones, llevándolos a la realización de medidas como las actuales frente a ellos.
Como elemento definitorio contamos con la apreciación particular de Japón frente a la religión,
siendo su concepción de este muy distinto incluso de nuestra apreciación occidental del término.

Para abordar la civilización japonesa con mayor efectividad utilizaremos los textos
referentes al autor Shmuel Eisenstadt y su trabajo en el libro “Japanese Civilization: A
Comparative View”. Entre tales textos contamos con “Japan’s Tradition and Modernity in
Eisenstadt’s Sociological Formulation” de Yu-Ting Lee de la Universidad de Kansai, al igual que
“The Originality of the Japanese Civilization” de Shunpei Ueyama de la Universidad de Artes de
Kyoto. Ambos artículos que toman como base el trabajo de Eisenstadt, y por supuesto teniendo
presente los planteamientos del propio autor principal al abordar los análisis de las civilizaciones.

El enfoque de estudio para comprender la relación entre ambas formas de comprensión


de la realidad, tan distintas una de la otra (no por menos correspondiendo a dos civilizaciones
fundamentalmente distintas), es orientando el estudio al carácter religioso de la cual se carga
cada una, y no solo los elementos circunstanciales en los cuales se ven envueltos en la realidad
actual. Otro de los elementos fundamentales en consideración viene siendo el planteado por el
autor Eisenstadt de que, la civilización japonesa es, en efecto, una civilización no axial. Esta
argumentación ofrecida por Eisenstadt sustenta el carácter poco conflictivo en cuanto a
ideologías de la civilización japonesa, ello en tanto a que no definen las cosas en términos
absolutos, en contraposición de las civilizaciones axiales. El mismo autor nos revela su crítica a
la teoría clásica de la modernidad, a favor de su planteamiento de las múltiples modernidades,
con base en una reconstrucción de la teoría sociológica de la cual se nutre, orientando el análisis
en las relaciones entre la acción como creatividad y estructura, y en concordancia con la relación
cultura-estructura social.

La perspectiva de la civilización japonesa en relación con la religión, y su conexión con la


sociedad en cuanto a elementos propios y extranjeros forman parte del proceso de sincretismo
religioso, asociados a los cambios posteriores a la segunda guerra mundial, que trajeron consigo
la adopción de elementos de la modernidad occidental, y ante ello se habla de la delimitación o
separación entre Religión-Estado. Los orígenes no axiales de la civilización japonesa cumplen
un rol decisorio ante tales transformaciones padecidas en su historia.

Retomando el tema referente al carácter no axial de la civilización japonesa, debemos


comprender a que se alude al hablar sobre ser axial o no axial. El término de era axial fue
establecido primeramente por Karl Jasper para tratar un periodo en donde se puede hablar del
inicio de la historia humana como tal, referida en cuanto a conciencia del pensamiento sobre su
propia existencia, como ejemplo sería el inicio de era de los filósofos griegos que, establecieron
un inicio a las discusiones de la condición del hombre como tal. Los ascensos de las corrientes
religiosas y filosóficas que crean una imagen de la realidad del mundo marcan el inicio de nuestra
historia mundial como seres humanos, por tanto, es la era axial de la cual partimos. Pero no
queda solo en estos términos en tanto que, Eisenstadt agarra el término de era axial para hablar,
en parámetros sociológicos, sobre las civilizaciones que vieron su cristalización desde el año
500ª.C hasta el primer siglo de la era cristiana. Y al referirnos a cristalización estamos hablando
de la consolidación institucional de dichas civilizaciones, es decir, estructuras que son la
representación de los ideales y valores, dígase religión y cultura, propios de la civilización.

Al tener presente el concepto de la cristalización debemos dirigirnos a la institucionalidad


de la civilización japonesa para verificar parte de su realidad estructurada. En la constitución
japonesa se profesa la libertad de culto con bastante amplitud, y separa a ésta del Estado en
tanto aquel no puede beneficiar a ninguna organización religiosa o impartir. Pero tales
características se podrían contrariar con las acciones tomadas, como es el caso de la vigilancia
hacia la sociedad musulmana radicada en Japón. Pero a su vez tenemos la razón de defensa e
interés nacional con respecto a la amenaza terrorista, y resulta lógico considerar que, ante una
civilización cuyos orígenes resultan poco radicales en materia religiosa, es decir sin una
costumbre a tendencias de fanatismo religioso, podrían ver en el islam una potencial amenaza a
su integridad como civilización.

Las tradiciones cumplen un papel importante para la teoría de Eisenstadt, tomado en


consideración al referirse al tema de la modernidad y cómo las civilizaciones afrontan los distintos
problemas que se encuentran en su historia. Las tradiciones moldean ciertas formas de
comprender la realidad, y en consecuencia le dan forma a la articulación de respuestas a las
problemáticas sociales por la cual pasa la civilización, atribuyéndose elementos particulares de
dicha civilización, llegando hasta el punto que, a pesar de los cambios subyacentes a la
modernidad y consecuentes transformaciones vistas en el tiempo, sigue manteniendo formas de
respuesta similares frente a la modernidad al contrastarlos con otros periodos históricos.

Este elemento particular de diferenciación, producto de las tradiciones, se puede apreciar


en la particularidad anteriormente mencionada de la distinta concepción de la religión frente a
otras civilizaciones, como es el caso de la occidental. Anteriormente el concepto de religión no
existía como tal en la cultura japonesa, y de acuerdo con “Jolyon Baraka Thomas” en su artículo
“The Concept of Religion in Modern Japan” donde reseña dos libros referentes al concepto de
religión en Japón, la adopción del término se da por un lado para abordar su uso en materia
diplomática frente a otras naciones. En otro aspecto, la adopción del concepto de religión no se
adoptó sólo como una imposición o respuesta a los factores externos a la civilización japonesa,
sino que se conforma de reflexiones internas por los intelectuales japoneses para abordar la
materia de las creencias a la cual le compete, siendo ya un fenómeno universal, más que solo
un término para hacer referencia a otras religiones extranjeras.

Una de las características de las civilizaciones axiales radica en el modelaje del mundo
con base a una visión trascendental, una construcción que busca conciliar el campo terrenal de
lo trascendental, y a partir de ello, se deriva todo el proceso histórico posterior de aquellas
civilizaciones. En el caso de Japón se presenta la particularidad de no constituir una civilización
axial, y aun así considerarse una civilización efectivamente constituida en cuanto a su
cristalización institucional. En el caso japonés aquellos elementos absolutos en las creencias no
son tales, por lo cual se ven menos propensos a choques y conflictos de aquella índole ideológica
al ser extraño a su cultura. La civilización japonesa tiene la facilidad de no tener mayor tensión
en la conciliación de lo terrenal frente a lo divino, se le es entonces, mucho más fácil llevar a
cabo transformaciones institucionales sin una mayor dificultad ideológica o de otra índole
referente a ello.
Con las herramientas conceptuales propuestas por Eisenstadt sobre la modernidad,
podemos hacer una delimitación de cómo se dan las transformaciones dentro de todo el proceso
de modernidad que da lugar a la civilización japonesa. Sin embargo, al ser la civilización japonesa
una civilización no axial, tiene elementos muy diferenciados a los encontrados en las axiales. Es
donde cobra sentido la discusión de las múltiples modernidades establecida para el autor, para
dar respuesta a esas realidades ajenas a las ya conocidas como son en occidente.

La poca conflictividad japonesa en aquellos elementos de conciliación de lo material con


lo trascendental, han permitido un bajo nivel de tensión en el plano ideológico dentro la
civilización japonesa. Esta característica única de ellos se traduce en una harmonía de los
distintos planos de realidad a los cuales pueda abordarse en sus creencias, sin presentar fuertes
conflictos ante las direcciones o visiones de mundo en los cuales se pueda creer. Pero es
relevante el señalamiento de que tal realización de poca conflictividad no se traduce en alguna
especie de sumisión frente a cualquier otra tendencia o factor externo. Teniendo como ejemplo
el proceso de modernización japonés con mucha influencia occidental, donde si bien se habla de
cierta occidentalización, sería un error asumir que esto impregnó toda la realidad y cultura
japonesa, en cambio esa misma cultura adoptó como propio e incluso transformó a su propia
imagen estos elementos considerados occidentales, siendo hasta estos días Japón una de las
naciones con mayor fortaleza cultural por darle algún término.

Es evidente como sería contrario la asimilación de un conjunto de creencias con


tendencias absolutas al interpretar la realidad, como es el caso del islam, que, si bien no significa
un rechazo abierto hacia ello, si evitara una gran aceptación de posturas tan radicales y
totalizadoras para dar sentido a la vida.

El abordar y analizar los elementos particulares tanto de la civilización japonesa y sus


creencias más arraigadas, frente a la religión islámica con todo su entramado cultural de
comprensión del mundo, lleva consigo el reto comparativo de encontrar áreas comunes y claros
factores diferenciadores que, al colocar sobre una balanza teórica podrán sacar a la luz la
incompatibilidad fundamental de una frente a la otra. Al llegar a esa conclusión se podrá crear
una ruta para la comprensión de la realidad de estas dos visiones de la vida, y como
inevitablemente terminarán actuando una frente a la otra.

El hecho de que, de acuerdo con el autor, la civilización japonesa se encuentra


cristalizada, es decir, posee instituciones consolidadas que validan sus tradiciones y formas de
comprensión, resulta difícil ver una aceptación abierta hacia la religión islámica, proveniente de
una civilización no cristalizada, y que, se suele remarcar en temas como el terrorismo y otras
posturas extremistas solo para validar su posición.

Aclarado las aspiraciones del trabajo, debemos discutir sus limitaciones, tanto materiales
como temporales. Las expectativas del presente trabajo resultan muy altas en comparación con
sus posibilidades reales, sin embargo, no significa el fracaso de este pues perdería toda su razón
de ser, en cambio se presenta como una posibilidad para dar respuesta o intentar dar una
respuesta a la pregunta del trabajo, siendo si: ¿Es compatible la religión islámica dentro de la
civilización japonesa? Y en cualquier escenario el trazar las razones de dicha respuesta.
Adelantándonos a los resultados del análisis de esta empresa podemos considerar que no
resultan compatibles, y las propias circunstancias actuales entre ambas nos pueden dar la razón
al respecto, pero solo por medio del análisis bajo la teoría de civilizaciones aquí presente
podemos llegar a las motivaciones de este desenlace de hechos. Regresando al tema de las
limitaciones, si efectivamente no podemos llegar como se quisiera llegar a la respuesta de esa
pregunta, aun y cuando se puede inferir la respuesta por los acontecimientos y quizás
apreciaciones superficiales de ambos elementos, podemos trazar una ruta teórica hacia la
elucidación de la interrogante presente, y dar hasta cierto alcance un resultado teórico producto
de las fuentes a las cuales tenemos en disposición en e presente estado de tiempo disponible.

Las aproximaciones por las cuales nos dirigimos a dar con un posible camino hacia la
respuesta vienen siendo el contraste de elementos claves en las formas y conceptos de ambas
realidades. Como parte de esta comparación podemos tomar las particularidades de cada caso,
como es en la civilización japonesa el factor de la religión, siendo esto incluso un termino
empleado a posteriori para abordar a las creencias ajenas de Japón. Al estudiar como se
comprende lo que entendemos en occidente por religión en Japón, nos encontramos con algo
completamente distinto a ello, vemos partes de lo que podría asimilarse a una religión de acuerdo
con nuestra visión tradicional, pero encaramos grandes problemáticas al incurrir en tratar de
superponer nuestro esquema a un panorama tan ajeno como el japones. Para comenzar,
debemos dejar a un lado tal apreciación de religión según nuestros términos, y aproximarnos a
estos elementos en Japón mas como partes de todo un entramado que constituiría la
espiritualidad de la civilización japonesa. En cuanto a espiritualidad podemos apreciar una forma
vida, valores y creencias que confluyen de distintas vertientes internas de Japón y se
intercambian en la cotidianidad del japones y su culto.

Las corrientes religiosas en Japón se encuentran conformadas principalmente por el


sintoísmo, budismo y confusionismo, nombrando a las de mayor preponderancia, sin embargo,
estas se intercambian entre los habitantes japoneses al rendir culto a distintos elementos de cada
uno. Es común ver como una persona aboga a ciertos elementos de cada corriente religiosa de
acuerdo con ciertas circunstancias, y en si cada una se complementa como tal en lugar de
representar algún tipo de choque o fricción como seria común en las civilizaciones occidentales.
El confucianismo y el budismo entraron a formar parte de Japón luego del contacto que se tuvo
con el resto de Asia, como es el caso de China, pero no fue una dominación de esta corriente
religiosa sobre la civilización japonesa, al contrario, la civilización nipona se nutrió de los
elementos fundamentales de estas religiones y en cierta forma lo apropia a la corriente japonesa
como si fuera elemental de ella. En el proceso de esta absorción se dejó en un lado los elementos
universalistas que caracterizan a las civilizaciones axiales al dar sentido a la realidad, y en cambio
adoptaron los elementos primordiales sumándolos de manera simbiótica con valores y
costumbres ya establecidos en su cultura. Se puede decir que conforman una conglomeración
de elementos externos, por una parte, pero en realidad hablamos de una construcción por medio
de la asimilación de estos elementos y el enriquecimiento de una identidad japonesa única. El
carácter no axial de Japón expone la facilidad en acoger tales elementos religiosos sin generar
ningún rechazo ante contradicciones universales de la realidad.

El estudio del fenómeno religioso en Japón se extiende hasta en la problemática de


abordar los conceptos que giran en torno a esto, como viene siendo el caso de “Kami” que se
suele entender en el mundo occidental como el equivalente de “Dios” para nosotros, e incluso,
como ya se mencionó, el concepto de “religión” solo se adopta actualmente en Japón,
principalmente como una respuesta en materia diplomática al fenómeno frente a las realidades
en occidente y demás civilizaciones. Retomando el caso de “Kami”, reducirlo a solo como “Dios”
no solo es limitarlo a un extremo, sino caer en una total equivocación para analizar
posteriormente sus aplicaciones. El termino de “Kami” aplica no solo para una extensa variedad
de deidades provenientes del sintoísmo, sino que representa también el ver o admirar los haceres
del universo, visto esto de una manera panteística al tratar de una divinidad. El mismo termino
deriva del nombre que se atribuye a un espejo, por lo que “Kami” también adopta el significado
del reflejo brillante que se admira.

La complejidad de un termino en otros escenarios tan simple en su sentido superficial


como “Dios” nos debe expresar las dificultades presentes al abordar una realidad tan distante
como es la civilización japonesa, sin embargo, no se trata de una empresa imposible y podemos
encontrar los puntos de concordancia para el análisis si mantenemos presente sus partes
diferenciadoras.
Las mismas corrientes no universalistas del pensamiento y creencia japones resultan el
elemento mas significativo para nuestro presente análisis, tomando en cuenta la gran diferencia
que esto significa frente al islam como una corriente totalmente universalista en cuanto al sentido
del mundo. Japón en su constitución establece la libertad de religiones, mas este elemento solo
fue el resultado de la segunda guerra mundial en donde se vieron derrotados por Estados Unidos.
Pero si trajo repercusiones en la sociedad en cuanto emergieron nuevamente las corrientes y
elementos religiosos antes disminuidos por sintoísmo de estado impuesto previamente. Una de
las concepciones a tomar en cuenta tras estos cambios es la del emperador, figura que
prevalece, pero se mantiene a manera de figura simbólica para el Estado japones. La
significancia del emperador es la de la figura superior vista como una deidad o “Kami” en la tierra,
pero de acuerdo con Eisenstadt en un capítulo que contribuyo de “Meaning in Modernity” nos
habla del sentido de la lealtad adoptado de China. Este termino para rendir lealtad a la imagen
del emperador fue tomada disminuyendo sus valores universalistas en cuanto a que el
emperador es un enviado de los dioses, y por tanto se le debe rendir culto. En cambio, se adopto
los preceptos fundamentales de la lealtad ya solo como la figura que lidera al colectivo japones
del cual se forma parte, y por tanto se le debe ser leal como figura superior.

Las formas de comprender la realidad en la sociedad japonesa no se encuentran atadas


a principios absolutos de como se entiende la realidad y su mundo, en cambio se manejan con
elementos primordiales de distintas corrientes y las adaptan a conveniencia en sus sistemas de
valores, sin representar mayor resistencia en el colectivo japones. En contraposición tenemos al
islam, cuyo sistema de creencias fundamental se basa en una religión monoteísta de fuertes
principios altamente universalistas de comprensión del mundo.

El islam se fundamenta en las enseñanzas de Mahoma, el ultimo profeta de ala, y las


escrituras del Corán por la cual se rigen en su totalidad. En este escenario nos encontramos con
un sistema de creencias en donde se da una unidad total entre el plano político y el religioso,
siendo el Estado un ente ordenado por todos los valores de la fe. Establecidos bajo la creencia
de un solo Dios único, esta religión monoteísta estructura todo un esquema de realidad universal
donde solo hay espacio para los seguidores del islam, dividiendo el mundo entre creyentes y no
creyentes. La extensión de la unificación del estado con la fe hace de la fe la fuente de las leyes
por las cuales se ordena el Estado. La razón tiene su utilidad en el plano material hasta tanto se
encuentre subordinada por la fe, como bien lo plantea uno de los filósofos de mayor relevancia
en el islam Ibn Jaldun, el cual comprendía el área de las ciencias y los fenómenos del Estado en
cuanto a la razón, sin embargo, se mantenía como un fiel creyente del islam al establecer la
obligación de mantener las leyes divinas por encima de los materiales. Se hablan entonces de
dos planos de realidad, el de la ciencia y la divinidad islámica, sin ser excluyentes, en cambio la
primera le da sustento a la segunda, mientras que la ultima gobierna sobre la primera. La
supremacía de la fe frente a la razón, expuesta en forma de filósofos como Aristóteles, cuyos
planteamientos llegaron al mundo islámicos en tiempos antiguos, fue producto de fuertes
choques en los intentos fracasados de conciliar dicha fe junto con la razón, por lo cual se llego a
instituir la supremacía de la fe frente a cualquier ordenamiento racional, entendido bajo los
términos occidentales.

Se tiene un problema de apreciación en cuanto a que tan irracional entonces resulta tal
estructura del islam, siguiendo lo que se conoce en términos occidentales la razón tendría que
resultar irracional el predominio religioso sobre este, pero disminuye tremendamente el alcance
del análisis plantearlo de esta manera, por lo que se debe replantear la concepción de
racionalidad, que también viene siendo necesaria para analizar el escenario de Japón frente a
unas aparentes contradicciones en sus creencias bajo nuestros términos. Esta empresa excede
las capacidades presentes de la investigación como se ha resaltado, por ello tenemos que
mantenernos con los planteamientos en los textos a los cuales nos hemos enfocado. Y siguiendo
esta línea solo podemos tomar al islam en sus acciones de manera separadas de la razón
tradicional, sumidos bajo sus planteamientos religiosos que mantienen su propia lógica del
mundo.

La unidad del Estado-Religión en el islam podría verse en comparación con el anterior


imperio japones con el sintoísmo de estado que promovían como “religión” oficial, pero sus
elementos pueden diferenciarse en cuanto en que Japón, la representación de la espiritualidad
en el emperador no constituía un poder universal que definía una concepción de totalidad, incluso
sus capacidades se resumían en la de legitimar a los demás poderes. En contraposición en el
islam el poder resulta absoluto en la autoridad religiosa, debiendo de ser el profeta de Ala en la
tierra. Tenemos aquí otra problemática comparativa al ver como no podemos agarrar
propiamente una nación islámica como una legitima unidad como lo es Japón. Es producto de la
falta de cristalización de sus instituciones, y el aparente fracaso de consolidar cualquier
estructura bajo los ideales unificados del islam, solo podemos hablar de los elementos religiosos
recogidos de la historia y las escrituras en las cuales se funda el islam.

Ya solo el elemento de totalidad de la religión en la vida del Estado en si representa un


punto de fricción frente a la civilización japonesa, y la naturaleza universalista del islam le hace
automáticamente contrario a las formas espirituales dentro de Japón. La otra comparación en la
enorme variedad de deidades presentes en la cultura japonesa, y con ello el ya mencionado
concepto de “Kami”, al referirse no solo a esas múltiples deidades, sino a toda la naturaleza como
un conglomerado místico en el sentido panteísta. En contraste está el monoteísmo islámico bajo
la imagen de “Ala” como único Dios sobre todo el mundo, y por tanto entrando en conflicto con
el mismo concepto de dios al tratar de traducirlo dentro de la realidad de Japón.

Uno de los grandes factores diferenciadores y creadores de conflicto entre ambas


corrientes, viene siendo por el proceso histórico al cual han estado sujetos ambos, y
ultimadamente la cristalización de la civilización japonesa frente a la no cristalización de la
civilización islámica. Ya presenta una dificultad a nivel teórico el comparar ambos bajo estas
circunstancias, pero también presenta un obstáculo para una posible integración de ambos. Por
un lado, Japón como colectivo poco puede adoptar de valor para su sociedad del islam, al estar
en presencia de una civilización en peores condiciones al no verse cristalizada con éxito, y al
encontrarse completamente entregada a valores universalistas que, poco o nulo uso le pueden
encontrar que no se en detrimento de la espiritualidad japonesa. En la otra imagen, tenemos al
islam frente a una realidad totalmente opuesta y posiblemente vista con mucho recelo al no tener
nada semejable a sus creencias, lo que llevaría a un constante conflicto de ideas y valores al
tener contacto con ellos.

La diferenciación se extiende en el plano constitucional de Japón, donde se delimita la


separación entre Estado y religión, contrario al como se conformaba previo al final de la guerra,
y esta prohíbe cualquier preferencia del estado hacia una religión en particular. Claro que, estos
elementos fueron establecidos tras la victoria de Estados Unidos y no son constitutivos
completamente con la estructura cultural y espiritual de Japón, aunque a su vez abrieron el paso
una mayor libertad en la interacción religiosa interna.

La característica de Japón con respecto a como son capaces de adoptar y transformar


para si elementos de otras civilizaciones sin verse afectados en cuanto a su cultura primordial,
los lleva a ser en principio una civilización cerrada a la intromisión de agentes externos a sus
valores, sin embargo, paradójicamente resultan ser abiertos al momento de tomar elementos de
otras civilizaciones con premisas universalistas, solo que a partir de ello las transforman por
completo para la adaptación a sus propias maneras y culturas. Niegan los principios
universalistas y a su vez adoptan las partes primordiales a combinar dentro de sus bases
espirituales ya instauradas.
Las comparaciones de solo unas pequeñas partes de ambas realidades nos dejan
apreciar parte de las razones por las cuales no son compatibles estas civilizaciones entre sí. Se
podría abogar a la capacidad de la civilización japonesa de asimilar elementos de otras
civilizaciones y hacerlo suyo, pero esto no significaría la aceptación de ambas entre sí, incluso
por el hecho de que el islam, vería como algo completamente contrario a ellos a Japón como
civilización. La discusión no termina aquí pues solo se tomo pequeñas partes de todo el
fenómeno, falta por abordar toda la problemática metodológica al considerar estas civilizaciones.
Entre los grandes problemas presentes están el de la necesidad de retomar y reinterpretar las
nociones dadas por Max Weber, no solo en cuanto a la racionalidad, sino de todas sus
apreciaciones en la “Sociología de la Religión”. Se tiene el hecho de que, dentro de todo el
planteamiento de Weber, en sus esfuerzos para analizar el fenómeno religioso de occidente, se
necesita realizar su contraste frente a un opuesto, siendo el caso de oriente como el elegido para
la tarea. Entonces, hablamos de los problemas del esencialismo que Weber establece, siguiendo
lo planteado por el autor Armando Salvatore, se presenta el reto de superar el esencialismo del
Yo(occidente) frente al Otro(oriente). Esto trae consigo un replanteamiento total de gran parte de
la sociología en tanto que consiste en reconsiderar al otro sobre el cual nosotros mismos nos
reflejamos en sentido opuesto.

Todo el fenómeno religioso tiene que entrar en consideración, especialmente en este


análisis de dichos elementos al compararlos, y por tal se entra en la discusión de como se aborda
el mismo fenómeno llamado “Religión” y elucidar si se trata de un fenómeno propiamente
universal, ameritando un estudio general del mismo como elemento humano fundamental, o si
se debe tomar como particularidades separadas en los distintos conglomerados humanos. Hasta
que extensión el símbolo puede reflejar los valores de una civilización, y dentro de ello, cuan
valido resulta para las interpretaciones históricas del mundo.

Las aproximaciones presentes en este trabajo elucidan una notable incompatibilidad


entre estas civilizaciones estudiadas, producto de diferencias fundamentales de uno frente al
otro. No obstante, se dejan por fuera muchas variables necesarias para la comprensión del origen
de este, es necesario llevar la discusión del estudio a su plano metodológico, ante la necesidad
de reordenar las herramientas de análisis a manera de comprender realidades tan ajenas como
lo son la japonesa y la islámica. Se traza entonces con el presente análisis una ruta a seguir para
esfuerzos posteriores del fenómeno civilizacional entre el islam y Japón. El hecho que se llegue
a la respuesta de la incompatibilidad no resuelve toda la problemática de sus orígenes, al igual
que cae en posibles errores producto de la clara falta de refinamiento de la metodología aplicada
en estos momentos. Un elemento al cual se puede abordar a pesar de las limitaciones presentes
viene siendo la naturaleza poco definida en cuanto a instituciones por parte del islam, ya ese
hecho presenta un indicio de cómo se dificultaría su estructuración dentro de otra civilización
efectivamente cristalizada, es decir, cuyas instituciones se encuentren firmemente conformadas
en base a sus costumbres y valores fundamentales. De manera interesante podemos ver un
Japón con enorme variedad de elementos religiosos y espirituales conviviendo dentro de todo un
esquema organizado de valores, logrando la cohesión y armonía en la sociedad, traducida en la
cristalización de dichos valores. En contraposición se presenta el islam, con una religión que
busca la unificación estado-religión bajo un mismo núcleo, regido en la concepción de un dios
único (monoteísmo), pero que presentan fuertes conflictos culturales internos, y se traducen en
una total ausencia de cohesión social que impide la cristalización institucional de la civilización
islámica sólidamente identificada.

En cuanto al esquema de Eisenstadt, referente a las múltiples modernidades requiere un


estudio completo en si mismo, y analizar las distintas vertientes académicas para la comprensión
de los fenómenos religiosos y culturales de estas civilizaciones ameritan el mismo procedimiento.
Se llego a una aproximación lógica por ciertas fuentes teóricas para abrir camino a una búsqueda
mas minuciosa del tema. El camino a una mejor comprensión se podrá efectuar trazando un
estudio cronológico de la evolución de las civilizaciones estudiadas, a manera de comprender su
estado actual, aplicándole en el proceso conceptos y modelos adaptados a un nuevo esquema
de análisis apto para el estudio de fenómenos no occidentales, y a manera de superación de las
limitantes que estos análisis tienen a la hora de comprender otras realidades distintas a la propia.
La búsqueda satisfactoria de una respuesta al problema planteado no se puede lograr solo con
el presente esfuerzo, requiere de una mayor dedicación en subsecuentes trabajos enfocados en
cada elemento relevante del caso.

Las configuraciones religiosas y filosóficas de Japón y el islam presentan demasiadas


diferencias con poco espacio a la compatibilidad, aun y cuando la realidad japonesa podría recibir
elementos esenciales como ha adaptado la de otras culturas, pero esto solo representaría una
asimilación hacia adentro de la civilización japonesa, y no una aceptación de la realidad islámica
dentro de ella. En cambio, no hay espacio de la percepción del mundo por parte de Japón dentro
del esquema islámico, resulta enormemente distante en las visiones del mundo, o incluso la
carencia de ellos. La distancia fundamental del universalismo islámico ante los elementos de
espiritualidad japones no presenta puntos de encuentro alguno para armonizar ambas
concepciones. La complejidad del estudio se presenta tanto en la realidad del fenómeno, como
en los elementos teóricos a los cuales debemos sustentarnos, solo queda apostar a una mayor
profundidad de análisis de los distintos factores que influyen en todo el fenómeno de las
civilizaciones.
Bibliografía:

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