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11/3/2019 – Las esferas de Thelonious Monk

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Thelonious Monk, 1969. Fotografía: Cordon.
 
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Yo lo que te digo es: toca a tu manera. No toques lo que el público quiere oír. Toca lo que tú quieres
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y deja que el público lo descubra después, incluso si les cuesta quince o veinte años. (Thelonius Sus Suscripciones
Monk)
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Trabajar con Monk me acercó a un arquitecto musical del más elevado orden. Sentí que de él
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estaba aprendiendo de todas las maneras: a través de los sentidos, de la teoría, de la técnica. Le Nuevo
hablaba de problemas musicales y él se sentaba al piano anuncios
y mey mediciones.
mostraba las respuestas,
Autocracia positiva: siga consejos de
simplemente tocándolas. Podía verlo y descubrir aquellas cosas que quería aprender. También
autoayuda de Vladimir Putin
podía ver un montón de cosas que hasta entonces no conocía en DE ACUERDO
absoluto. (John Coltrane)
Diana M. Bonet
Toqué durante una semana con Monk. (…) Entraba en el club con el sombrero y el abrigo puestos,
Gestionar las opciones Cuando los malos de la historia somos
se sentaba en el piano y no nos decía nada. ¡Nada! No sabíamos ni lo que estábamos tocando. El
nosotros
contrabajista Jimmy Bond intentaba ver la mano Puede
izquierda desuMonk
cambiar para
elección averiguar
en cualquier en qué
momento en tono
Ernesto Filardi
estábamos. (…) Cada noche, Thelonious terminaba el repertorio y se
nuestro centro marchaba sin haberse
de privacidad
quitado en ningún momento el sombrero o el abrigo. (…) Hizo esto toda la semana, así que

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intentábamos entender lo que pasaba: «Tío, ¿es que nos odia? ¿Le gustamos? ¿Estamos tocando ¿Cuál es la mejor escena cómica del cine
bien su música?». Pero, ¡eso era todo! ¡Nunca dijo una palabra! Nunca pude llegar a comprenderlo. mudo?
(Albert Tootie Heath, batería de jazz) Javier Bilbao

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Luis Landeira

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Álvaro Corazón Rural

Las esferas de Thelonious Monk


Emilio de Gorgot

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Pérez-Reverte cambiara de opinión
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Club Femenino
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True Detective en el agujero de conejo


Bárbara Ayuso
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Monk era una de los más maravillosos seres humanos que he conocido en mi vida. Era la persona
más honesta, la persona más real. (…) Estuve en la India, estudiando en un asrama, y me di
cuenta: «Wow… Monk es mi gurú. Es mi mentor». Me llevó a través de un montón de fases de
entendimiento. (Sonny Rollins)

Lució, sobre esto no cabe discusión, uno de los más majestuosos nombres imaginables: Thelonious
Sphere Monk. De entre todos los emblemas de genialidad asociados a su figura, fue el único que no
podemos considerar mérito suyo, sino de sus padres. Todo lo demás, eso sí, fue el producto de una
mente insondable. Se desconoce más sobre Monk que lo que se presume saber y se presume saber más
de lo que se debería. Todos tendemos a psicoanalizar a las figuras que nos deslumbran, es verdad, y
aunque nos equivocamos casi siempre, no deja de ser un error producto de la admiración. Pero ni sus
propios músicos lo entendían, así que no podemos pretender entenderlo nosotros.

«Tocando con él podías ser libre, pero no demasiado libre», ha dicho alguna vez el legendario
saxofonista Sonny Rollins, uno de sus más afines compañeros de aventuras artísticas. Otro músico
insondable y genial, John Coltrane, formó parte de su banda durante una breve temporada y diría
después que estar tocando con Monk suponía un desafío; perderle la pista en algún cambio de acorde
era «como caer por el oscuro hueco de un ascensor». Aunque Coltrane también asimiló como un guante
el estilo de Monk y en las escasas grabaciones que hicieron juntos es fácil percibir una buena
compenetración. Todo lo contrario sucedió con Miles Davis; el único de entre los grandes con los que
Monk compartió sesiones sin encontrar conexión musical o personal alguna. Es posible que el ego de
Miles fuese el principal responsable de ello.

Los sucesivos escuderos y colaboradores de Monk, exceptuando a Davis, le siguieron de manera


incondicional, aunque como líder de banda fuese muy sui generis. Rollins describió en alguna ocasión
la rutina interna en el grupo: Monk llegaba al ensayo y repartía partituras con alguna composición
«intrincada» cuya naturaleza marciana provocaba desánimo y quejas entre los músicos: «Esto es
imposible. No podemos tocar esto». Monk hacía caso omiso, explicaba lo que necesitaba explicar y al
finalizar el ensayo toda la banda estaba tocando lo que había en los pentagramas. Descontando sus
periodos de profunda insociabilidad, que se fueron haciendo más frecuentes con los años, Monk era un
jefe de banda paciente y didáctico. Era buen profesor porque había sido autodidacta; de pequeño
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aprendió a tocar y leer música por su cuenta para acompañar al órgano los cantos religiosos de su
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madre. Su gran amor, sin embargo, era ya por entonces el piano, donde interpretaba música secular.
Fue un niño muy brillante e ingresó en una escuela neoyorquina que ofrecía cursos especiales para
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aquellos alumnos que superaban determinada puntuación en las pruebas de inteligencia. La escuela
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ayudó a reforzar sus conocimientos musicales, pero Monk no terminó los estudios; siendo todavía un
adolescente, empezó a ganarse la vida como organista en Nuestros socios
las giras de obtendrán
un pastor datosDey ahí pasó
evangélico.
a los clubes nocturnos de su ciudad, Nueva York, donde no tardaríacookies
utilizarán en destacar
parapese a su juventud. Su
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incompleta formación académica no impidió que sus conocidos señalasen
anuncios la agudeza de su intelecto.
y mediciones.
«Aún tengo que conocer a quien le gane al ajedrez», decía el batería Art Blakey. Viéndolo con la
perspectiva del tiempo, tenía poco sentido que Monk hubiese estudiado una carrera. Su mundo era
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otro.

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Es difícil decir dónde terminaba la personalidad estrafalaria de Thelonious Monk y dónde empezaban admin
los síntomas de los males que le aquejaron. Su aureola de excentricidad, popularizada por la extraña Un año sin pisar la tierra
conducta que mostraba durante los conciertos propios (y ajenos), escondía una lucha contra problemas Carla de Puig
mentales que, según todos los indicios, fueron siempre mal diagnosticados y mal medicados. Sería un
La escalera del progreso
atrevimiento decir cuántas de sus rarezas eran debidas a esos problemas y no simplemente a lo
Hernán Galdames
complejo de su personalidad. Monk era un individuo extraordinario en el sentido literal de la palabra:
fuera de lo normal. No solo por su talento, sino también por no plegarse a las convenciones sociales y Para qué sirven las chicas
una obvia indiferencia por la manera en que el público pudiera percibirlo. Vean por ejemplo sus Teresa Galarza Ballester
característicos bailes con expresión alucinada; no eran solamente un numerito escénico, pues hacía Katamino
entre bastidores o cuando estaba como público en algún garito de jazz. Ángel Fernández

Agenda Cultural Jot Down


Thelonious Monk Dancing.
Exposición: Habitar el Mediterráneo
jueves, 29 noviembre, 2018 - domingo, 14
abril, 2019
Valencia
Exposición: Anthony Hernandez. Una
mirada desconcertante
jueves, 31 enero, 2019 - domingo, 12 mayo,
2019
Madrid
Exposición: Víctor Barba
jueves, 7 marzo, 2019 - domingo, 31 marzo,
2019
Madrid
Exposición: ALTER, de Joaquín Rodríguez
viernes, 8 marzo, 2019 - domingo, 5 mayo,
2019

Todo esto hizo que algunos quisieran leer las rarezas de su música como las consecuencias de una Madrid
mente desestructurada, el mismo error que se comete al juzgar la obra de Van Gogh. El paralelismo Agenda completa
entre la excentricidad personal y la excentricidad artística es un recurso tentador, pero ni el pintor
holandés pegaba brochazos en mitad de un ataque psicótico dando como resultado la Noche estrellada, Search … Buscar
ni Monk aporreaba al tuntún las teclas de su piano para exorcizar sus demonios. Por el contrario, la
música de Monk, muy marciana para la época en que empezó a desarrollar su particular estilo, era el
Hemeroteca
resultado de un trabajoso proceso de ingeniería artística. En el vídeo que acaban de ver, Monk puede
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estar girando sobre sí mismo y vagabundeando sobre las tablas, pero cuando llega su turno se sienta en Elegir mes
piano a tiempo y toca con total concentración sin ningún tipo de problema.
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Quien escucha por primera vez alguno de sus solos, sobre todo cuando se dejaba llevar por la faceta
más marciana, puede pensar que Monk se equivocaba, improvisando de una manera tan anárquica
que continuamente le pegaba a las teclas que no eran; una impresión que puede verse reforzada al
comprobar que en otras ocasiones tocaba de manera mucho más convencional. Grueso error.
Thelonius Monk no hacía música al azar. Desarrolló su propia matemática, añadiendo notas y
modificando intervalos en las armonías convencionales. En sus momentos más raros puede parecer
que juguetea con el caos, pero en realidad todo en su música era muy sistemático. A veces obtenía
resultados sorprendentes con recursos simples, como sustraer notas importantes de los acordes para
hacerlos sonar de manera diferente. Pero incluso cuando le daba a dos teclas a la vez para hacer sonar
juntas dos notas que no «deberían» sonar juntas lo hacía a propósito. Las notas que para el oyente poco
familiarizado con ese estilo suenan «mal» no son errores ni productos de una improvisación libérrima,
ni tampoco muestras de que en ese momento Monk estuviese pasando por un momento mental
delicado. Sus disonancias no son un viaje esotérico ni un síntoma, sino deliberadas y metódicas PIDE TU OFERTA

demoliciones y reconstrucciones de las estructuras tradicionales con las que había aprendido a tocar.
Para ilustrarlo, no se me ocurre mejor ejemplo que la canción «Lulu’s Back In Town». Escuchen la
versión del legendario Fats Waller, uno de los mayores ídolos de Monk. Seguro que les suena la
melodía porque es un clásico imperecedero. Y aunque no les suene, se les quedará con mucha facilidad
porque es muy, muy pegadiza:

Fats Waller - Lulu's Back In Town - 1935

¿La tienen ya en la cabeza? Pues bien, ahora escuchen lo que Thelonious Monk hizo con esa misma
melodía. No hay ningún desorden en ello, no es un arrebato emocional ni un desvarío. Como se sabe
por testimonios y algunas grabaciones de la etapa temprana de su carrera, Monk fue desarrollando
este estilo de manera progresiva, una transformación que le llevó años:

Lulu's Back In Town - Thelonious Monk

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Todas esas notas fuera de sitio no están fuera de sitio, sino en el sitio donde Thelonious quería
ponerlas. Va y vuelve de las armonías marcianas a las tradicionales; lo hacía dentro de una misma
pieza y también en el conjunto de su carrera. En eso consistía lo más distintivo de su estilo: disco tras
disco, uno nunca sabe qué Thelonious va a encontrar y cuándo. Su carrera no fue lineal porque nunca
fue vanguardista por el afán de serlo. De hecho, podría escribirse una línea temporal para el jazz de los
cuarenta y cincuenta, y otra línea temporal, bastante más confusa, para el propio Thelonious.

No toda su música estaba repleta de disonancias, aunque eran parte importante de su constante
búsqueda. Cuando varias notas musicales empastan tan bien que no percibimos fricción alguna entre
ellas decimos que son «consonantes». Conforman, por así decir, una armonía «perfecta». El problema
de las armonías demasiado consonantes, donde todo está en su sitio, es que resulta difícil que dentro
de ellas sucedan cosas dignas de mención. Pueden terminar siendo como una comida sin sal. En
música hay excepciones para casi cualquier ley estética y también hay excepciones para esto, pero lo
normal es que una pieza demasiado consonante suene plana y superficial. Por eso, desde hace siglos,
los compositores han empleado disonancias para evitar la sosería, buscando los momentos indicados
para juntar notas que choquen entre sí. Así generan unas fricciones, las «tensiones», que con mucha
frecuencia le otorgan la gracia a las piezas musicales, captando la atención del oyente y haciéndole
sentir que en esa melodía están sucediendo cosas.

Cuestión distinta es hasta dónde llega cada compositor con las disonancias; como la sal y otros aditivos
culinarios, las disonancias son usadas de diferente manera según la época, el lugar, el estilo y el autor.
No usaba las mismas disonancias Bach que Charlie Christian. Del mismo modo, la cantidad y
profundidad de las disonancias que cada oyente puede apreciar dependen de su gusto particular. Por
regla general, de nuevo trazando un paralelismo gastronómico, la música más disonante requiere
acostumbrar el oído, como los sabores fuertes requieren que el paladar se habitúe. Parafraseando a
Thomas Goodwin, el cielo de un hombre es el infierno de otro hombre. No a cualquiera le va a gustar
un maravilloso festival de disonancias como «Protocol» de John Scofield, por más que el videoclip,
rodado en la inefable Nueva York de los ochenta, no tenga desperdicio.

En el jazz no siempre hubo disonancias tan marcadas, obviamente. Monk fue una figura clave en una
época revolucionaria, aunque buena parte de su aportación se produjo en la trastienda y se sabe que le
molestaba el olvido al fue era sometido durante años frente a pioneros del bebop y el free jazz, quienes
tenían una deuda con él, deuda que el negocio musical no reconoció lo suficiente. Él fue uno de los
grandes revolucionarios de su tiempo, pero de cara al público quedó en un segundo plano.
Irónicamente, se imitaba incluso su atuendo: los hipsters neoyorquinos copiaban su costumbre de
llevar gafas y boina, pero mientras Parker fue adorado como un dios y Coltrane reverenciado como un
coloso, Monk tuvo que edificar su leyenda ladrillo a ladrillo.

Él fue vanguardia, pero mantenía una relación complicada con el resto de la vanguardia. Ayudó a crear
nuevas corrientes, pero después no las acompañaba, por lo que siempre es peliagudo intentar situarlo
dentro de alguna de ellas. Él iba por su camino. Ya en los sesenta, cuando el jazz experimentaba una
frenética metamorfosis que marchaba a revolución por año, Monk seguía retornando a la tradición
como si el tiempo no hubiese pasado:

Thelonious Monk - I'm Confessin' (That I Love You)

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Había cimentado su música sobre unas bases muy concretas y fáciles de rastrear; pese a su
experimentación, jamás hizo amago de querer dejarlas de lado. Aprendió a tocar el piano con el swing,
DE ACUERDO
el blues, el boogie y otros estilos que estaban en boga durante su infancia y adolescencia, aunque lo que
más influencia tuvo sobre su manera de tocar fue el llamado stride piano que se practicaba, sobre todo,
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en Harlem. Era una forma de tocar directamente derivada del ragtime sureño, que experimentó una
mutación cuando llegó a Manhattan. En origen, el ragtime tenía una filosofía distinta a la del jazz, en
Puede cambiar su elección en cualquier momento en
especial porque no daba pie a la improvisación. Sus autores concedían unadeimportancia
nuestro centro privacidad capital a las
melodías, que eran como piezas de orfebrería y debían ser respetadas. Así como los músicos de jazz

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usaban las partituras como una simple guía a partir de la que levantar el vuelo, los compositores del
ragtime registraban sus piezas en pentagramas que debían ser tocados nota por nota, como en la
música sinfónica. Eso permitió que, pese a no existir grabaciones en la época dorada del ragtime,
conozcamos las obras de sus principales compositores tal como fueron concebidas. Es obvio que las
melodías de alguien como Scott Joplin no admitían alteraciones, ¿acaso se podría mejorar algo como
«The Entertainer» improvisando sobre ello? ¡No!

Eso cambió cuando el ragtime llegó a Nueva York, donde se transformó en el stride, esto es, en ragtime
improvisado. Se perdió el cuidado por las melodías en favor de los fuegos de artificio técnicos. Eso sí, se
heredaba el patrón rítmico. El pianista de stride, al igual que el de ragtime, marcaba el ritmo
alternando con su mano izquierda notas graves y acordes, en «uno-dos» al que se llamaba oom-pah
(«um-pa, um-pa, um-pa, um-pa», esto es, nota grave-acorde, nota grave-acorde). Ese patrón rítmico
diferenciaba el stride de otros estilos de principios de los cuarenta como el blues o el boogie woogie  En
el boogie, por ejemplo, la mano izquierda solía tocar una secuencia continua de notas graves a la
manera de un contrabajo. En el blues de la época lo habitual era que la mano izquierda tocase una
secuencia de acordes a la manera de una guitarra, aunque también podía emplear líneas en plan
boogie, solo que más lentas. Si se fijan bien en esa mano izquierda es fácil distinguir entre el stride, el
boogie woogie y el blues (aunque podían combinarse las tres cosas, o por lo menos Oscar Peterson
era capaz de hacerlo).

Como nota curiosa, la genealogía del oom-pah es bastante sorprendente. Aunque el ragtime fue
desarrollado sobre todo por músicos negros del sur de los Estados Unidos, contenía influencias de
elementos como las marchas militares. Sí, por raro que parezca, el ragtime le debe mucho, por ejemplo,
al más famoso compositor de marchas de la época, el colosal John Philip Sousa. Así pues, parte de las
raíces profundas del estilo de Thelonius Monk estaban en cosas como «The Liberty Bell»,
«Washington Post March», «Stars and Stripes Forever» o «Semper Fidelis». Sousa no solo compuso
todas esas marchas que han oído ustedes en las películas, sino que tuvo su cuota de influencia en el
desarrollo del jazz. Como suelo decir, en música es difícil establecer compartimentos y más aún cuando
nos referimos a la música estadounidense, que es la más caótica y maravillosa macedonia de
influencias de los dos últimos siglos. Vayan a la Louisiana del siglo XIX a hablarles de «apropiación
cultural» y nadie hubiese entendido de qué demonios hablaban. En cualquier caso, lo que marchas
militares, ragtime y stride tenían en común era su naturaleza percusiva e impetuosa. No había sitio en
el stride para la sensualidad o la melancolía, elementos que Monk extraería de otros estilos como el
blues. El stride de los treinta y cuarenta era como una marcha militar acelerada: un, dos, un, dos, un,
dos.

Erroll Garner and Stride Piano...

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El joven Thelonius Monk creció adorando a los grandes nombres del stride como James P. Johnson o el
usando sus datos para
mencionado Fats Waller. Y a otros pianistas que habían orbitado en torno al stride aunque no lo
hacer sus anuncios más
tuviesen como estilo principal, como Duke Ellington o Teddy Wilson (pianista de Benny Goodman).
relevantes?
Monk, además, fue alumno del mismísimo patriarca del stride: Willie «The Lion» Smith. Que fue, por
cierto, todo un personaje: antiguo pandillero, compañeroNuestros
de correrías de varios
socios campeones
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y
de boxeo como Jack Johnson, Jack Dempsey y Joe Louis, etc. Hoy poca gente lo recuerda, pero Willie
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Smith fue bastante popular en su día y era considerado una institución dentro del piano jazz
anuncios y mediciones.
neoyorquino. Baste decir que era idolatrado por el propio Duke Ellington y que muchos pianistas lo
consideraban una especie de «padrino» por cuya bendición había que esforzarse. Es posible, quién
DE ACUERDO
sabe, que Monk aprendiese de Smith la costumbre de tararear de mientras tocaba.

Monk empezó a hacerse un nombre dentro del circuito stride, enGestionar


particularlas
en opciones
los concursos. La afición
de los neoyorquinos por las competiciones es muy anterior a las batallas de rimas del hip hop; en los
años cuarenta, cuando Monk empezó a tocar en clubes nocturnos,
Puede cambiar sulas madrugadas
elección en cualquiersemomento
alargaban
en con
nuestro
batallas de stride donde los jóvenes aspirantes a virtuoso trataban centro de privacidad
de impresionar al establishment de
Manhattan. A Thelonious no le costó destacar en ese ambiente, labrándose una reputación y

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consiguiendo el puesto de pianista residente en el legendario club Minton’s Playhouse. Sus técnicas
instrumentales, eso sí, eran muy heterodoxas. No tenía manos de pianista y sus dedos eran un tanto
cortos, pero lo compensaba con sus particularísimas costumbres: subir mucho las manos o atacar las
teclas con los dedos rígidos. Aquella extravagante manera de compensar la poca envergadura de sus
manos resultó ajustarse como un guante al stride, porque ese ataque percusivo le confería una especial
fuerza y eso, más que finura, era lo que el estilo requería. Además, Thelonious lo adornaba todo con
repentinas cascadas de notas al estilo de otra de sus grandes influencias, Art Tatum. A primera vista, el
estilo de Monk parece muy diferente del de Tatum, quien incluía en sus composiciones de jazz algunos
elementos tomados de fuentes muy ajenas como la música clásica (a Tatum le gustaba improvisar
sobre piezas de Chopin, Dvorak y similares). Pero la verdad es que, pese a ser mucho más ecléctico
que Monk, Art Tatum también se consideraba, antes que ninguna otra cosa, discípulo de los pianistas
de stride (baste decir que Fats Waller era el máximo ídolo de Tatum).

Con todo, una de las mayores referencias de Thelonious Monk fue un saxofonista, Coleman Hawkins,
en cuyas grabaciones tempranas ya podía percibirse cierta tendencia a colar disonancias inesperadas
que, cabe suponer, mostraron a Monk y otros el camino a seguir. Además de las batallas de stride,
Manhattan bullía con las experimentaciones de músicos jóvenes como Charlie Parker. Por supuesto,
Monk formaba parte de ellas. Pero cuando Parker se convirtió en un nuevo paradigma, Monk continuó
por su camino. En años posteriores, Coleman Hawkins se metería en el bebop que había nacido en
parte bajo su sombra, siendo un maestro que terminó pareciéndose a sus alumnos (aunque no lo digo
de manera peyorativa; su apertura era admirable). Por el contrario, Monk nunca dejó de parecerse a sí
mismo. De hecho, es un tanto difícil encajarlo en el universo bebop, aunque lo llamasen «Sumo
Sacerdote del Bebop» y hubiese desempeñado un oimportante papel en aquella revolución, Thelonious
siempre estuvo en su propia galaxia, haciendo las cosas bajo normas creadas por él mismo. No era uno
de los tantos músicos que empezaron a seguir las leyes parkerianas y eso se nota en algunas de sus
grabaciones donde la banda suena a bebop, pero el piano suena a Thelonious.

Volviendo a principios de los cuarenta, las noches de Minton’s —algunas de las cuales, por fortuna,
fueron grabadas para la posteridad— eran el entorno idóneo para que Thelonious fuese
pavimentando su parte del camino hacia aquel bebop del que formaría parte a su manera. Hubo una
diferencia fundamental entre Charlie Parker y él. Parker era saxofonista y se ocupó de descomponer
las melodías según una nueva ley que impactó en su entorno con la fuerza de un Big Bang. Lo de Monk,
en cambio, no era un cambio súbito de una ley, sino una continua sucesión de pequeñas enmiendas a
la constitución del jazz. Parker siempre recordó el momento preciso en que, ensayando «Cherokee», se
le iluminó el cielo y recibió un arrebato de inspiración para hacer solos bajo otro paradigma. Sin
embargo, no se puede señalar un momento semejante en la biografía de Monk, cuya revolución
personal fue más paulatina. Iba añadiendo pequeñas novedades armónicas aquí y allá, hasta el
momento en que fue capaz de tocar una música marciana que solamente hacía él y no era un derivado
más de Parker. Cualquiera podía imitar a Parker simplemente con adaptar —mejor o peor— sus leyes,
pero para imitar a Monk había que vivir en la cabeza de Monk, y eso solo podía hacerlo Monk.

Pese a la importancia histórica de sus aportaciones, tardó en conseguir tener una carrera discográfica
estable, si es que puede decirse que la tuvo. No empezó a grabar como líder de su propia banda hasta
1947, gracias a la mediación de Lorraine Gordon, una aficionada al jazz bien conocida en la escena
neoyorquina. Estaba casada con uno de los fundadores de Blue Note Records y además de conseguir
que Monk firmase su primer contrato doiscográfico, lo defendió ante los escépticos en una época en la
que Monk no solo era desconocido para el gran público, sino que estaba perdiendo relevancia de cara
al hipster neoyorquino (más deslumbrado ahora por Charlie Parker). Aunque Monk no publicó ningún
álbum completo con Blue Note, realizó seis sesiones de grabación entre 1947 y 1952, que hoy pueden
encontrarse en las dos partes del recopilatorio Genius of Modern Music. Ese disco contiene lo
fundamental de la etapa Blue Note, sencillos como «Misterioso», «In Walked Bud», «Epistrophy»,
«Well You Needn’t», «Introspection», el rhythm & blues «Straight No Chaser», etc. Por entonces su
banda participó también en un disco del vibrafonista Milt Jackson, Wizard of the Vibes, aunque se
limitaron a ejercer como escuderos a sueldo (eso sí, en algunos cortes se percibe la proverbial facilidad
de Monk para el acompañamiento creativo). Esto da buena idea sobre el estatus secundario que
Monk todavía tenía en el negocio cuando algunos de los músicos con los que había parido la revolución
y sobre los que había influido se convertían en iconos.
¿Podemos continuar
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hacer
La gran perla de la época Blue Note es sin duda «Round sus que
Midnight», anuncios más
con el tiempo terminaría
relevantes?
convirtiéndose en el tema de jazz más versionado de todos los tiempos. Tiene una curiosa historia
detrás: Monk la compuso a principio de los años cuarenta, cuando él tenía unos veinticuatro años
Nuestros
(algunas fuentes dicen que la compuso con diecinueve, pero socios
es difícil obtendrán datos
comprobarlo). y
En principio era
una canción de amor titulada «I Need You So» que teníautilizarán cookies
letra y todo; para
así la personalizar
incluyó en el registro de
propiedad intelectual en 1943, aunque no llegó a grabarla ese año. En 1944,
anuncios el pianista Bud Powell, que
y mediciones.
tocaba en la big band del trompetista Cootie Williams, le estuvo dando la tabarra a su jefe para que
incluyese el tema de Monk en el repertorio. El trompetista aceptó y laDE
grabó como instrumental antes
ACUERDO
que el propio Monk. La versión de Cootie Williams, no hace falta decirlo, palidece en comparación con
la del propio Monk, que apareció publicada por fin en 1947 y que es una auténtica maravilla, lo mejor
Gestionar las opciones
con diferencia que hizo para Blue Note. Con «Round Midnight», Monk estaba anticipándose en diez
años a otros jazzmen. Puede cambiar su elección en cualquier momento en
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'Round Midnight - Thelonious Monk (1947)


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Round Midnight Thelonious Monk (1947)

En 1952, Monk dejó Blue Note, donde no había vendido mucho, para fichar por la compañía Prestige
Records. Allí grabó su primer álbum de larga duración, Thelonius Monk Trio, donde apareció otro de
sus clásicos inmortales, «Blue Monk». Luego vino el fantástico Thelonious Monk and Sonny Rollins, que
contenía piezas como «Nutty» (¡esas melodías de piano!) o «Friday the 13th», donde su
compenetración con Rollins era enorme. Monk estaba anticipando el futuro y Rollins tenía una
habilidad especial para captar esos registros.

En esa misma época colaboró con Miles Davis en un par de discos, Bags’ Groove y Miles Davis and the
Modern Jazz Giants (olviden el posterior directo Miles & Monk at Newport cuyo título es engañoso, ya
que ambos músicos no coincidieron en el festival). Quizá el principal problema fue que la colaboración
no partió de los propios músicos, sino que fue idea del productor Bob Weinstock. Y no funcionó. Miles
admiraba a Monk (de hecho grabaría «Round Midnight»), pero no entendía el particular estilo de
acompañamiento de Monk. Quien, de hecho, tuvo que resignarse no tocar mientras Miles grababa sus
solos. Por su parte, Monk se mostraba dolido porque le pagaban menos dinero que al más famoso
Miles. Fue especialmente tensa la sesión para Miles Davis and the Modern Jazz Giants celebrada en la
víspera de la Navidad; se rumoreó incluso que ambos músicos habían llegado a las manos, aunque
Monk lo desmintió: «A Miles no le hubiese convenido». Miles también trató de quitarle hierro al asunto
y en el futuro siempre expresó admiración pública hacia Monk, pero la mala relación que había
existido entre ellos era un secreto a voces. Habían sido incompatibles y, la verdad, por lo que sabemos
de ambos no resulta extraño. Davis había aguantado las excentricidades de un tipo tan imprevisible
como Charlie Parker y no estaba dispuesto de ceder su nueva posición de líder ante nadie, aunque
Monk llevase más tiempo en el negocio y tuviese un prestigio igual o superior entre los músicos (otra
cosa era la popularidad). Simplemente, no estaban hechos para tocar juntos.

En 1955, Monk cambió de compañía una vez más y firmó con Riverside Records. Estrenó la nueva
etapa con un álbum de versiones de su idolatrado Duke Ellington. Disco que, para que se hagan una
idea, abría con una versión del colosal «It Don’t Mean A Thing (If It Ain’t Got That Swing)», pero
jugando con las armonías y la estructura… tremenda. La verdad es que Thelonious era un maestro
haciendo versiones de temas ajenos —curiosamente, no le gustaba que otros tocasen sus temas— y el
resto del disco tampoco tiene desperdicio (aunque echo a faltar una versión de «Take the A Train»;
siempre me he preguntado cómo sonaría eso):

Thelonious Monk - It Don't Mean a Thing If It Ain't Got That Swing

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Siguió otro disco compuesto enteramente de versiones, The Unique Thelonius Monk, donde hacía uno de
sus varios guiños a Fats Waller. Aunque lo mejor llegó poco después cuando, acompañado de una
banda excepcional y de nuevo con la presencia de Sonny Rollins, grabó Brilliant Corners, su mejor
álbum hasta entonces. Todo en ese disco es mágico, desde el tema título hasta cosas tan hipnóticas
como «Pannonica», dedicada a su nueva admiradora, amiga y protectora, la baronesa Pannonica de
Koenigswarter, descendiente de la acaudalada familia Rothschild, que se iba a convertir en una
persona muy importante en su vida, su principal mecenas y protectora:

Thelonious Monk - Pannonica

Brilliant Corners le valió la aclamación unánime de la crítica especializada y auguraba una racha
excepcional. Para colmo, se produjo una colaboración de ensueño cuando en 1957, meses después de
Brilliant Corners, entró en su grupo nada menos que John Coltrane. La química personal entre ambos
fue muy buena. Coltrane, como sabemos, también trabajó con Miles Davis y relataría experiencias muy
distintas. Mientras que Davis le «aterraba», con Monk se sentía muy cómodo: «Podíamos hablar de
música durante horas y horas, mientras que Miles era demasiado impaciente y te decía: “Venga ya, tío,
¿por qué tienes que ponerte a hablar de eso?”». El carácter apacible de Monk encajaba con el carácter
también tranquilo de Coltrane: ambos eran buenos conversadores y pensaban de manera profunda no
solo sobre la música, sino sobre el contexto artístico y sobre la vida en general. En los ensayos, Coltrane
podía exponer una duda y sabía que Monk le explicaría todo lo que hiciese falta, sin importar el tiempo
que le llevase. Por su parte, a Monk le encantaba ver cómo su nuevo saxofonista se adaptaba a su estilo
con aquella facilidad casi sobrehumana que Coltrane tenía para captar las vibraciones de su entorno.

La colaboración, por desgracia, no duró mucho. En el estudio realizaron unas sesiones que no verían la
luz hasta cuatro años después. También se publicaría en disco un fascinante concierto que dieron
juntos en el Carnegie Hall y que anunciaba grandes cosas: Coltrane estaba de lleno en su etapa bebop
y Monk, bueno, era Monk en estado puro. Pero la simbiosis era muy prometedora. Se interpusieron los
problemas contractuales: Coltrane pertenecía a la anterior discográfica de Monk, Prestige. Y Monk se
negaba a grabar de nuevo para beneficio de Prestige, así que el mundo del jazz se quedó con las ganas
de comprobar hasta dónde hubiesen llegado juntos.

Thelonious Monk and John Coltrane - Bye-Ya

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De la etapa en Riverside procede otro de los legados más célebres de Monk: los famosos veinticinco
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consejos sobre cómo tocar en el escenario. No es una lista compuesta por Monk en plan reglamento,

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sino ideas tomadas al vuelo por el saxofonista Steve Lacy, que anotó en papel algunas de las cosas que
Monk decía durante los ensayos. Aunque fuesen frases sueltas y breves, constituyen uno de los textos
musicales más fascinantes del siglo XX por su sencillez y por la manera en que Monk, sin la palabrería
poética a la que son aficionados tantos músicos (y más cuanto menos talentosos), iba directamente al
grano. Entre los famosos veinticinco consejos» había cosas con los pies muy en la tierra como estas:

—Solo porque no seas el batería no significa que no debas mantener el tempo.

—Da golpes con el pie y canta la melodía en tu cabeza mientras toques.

—Deja de tocar toda esa mierda, esas notas extrañas, y toca la melodía.

—Ayuda a que el batería suene bien.

—No toques la parte del piano. Yo ya estoy tocando eso. No me escuches a mí; se supone que yo te
acompaño a ti.

—No lo toques todo, o no toques todo el tiempo. Deja que algunas cosas pasen de largo. Alguna
música es simplemente imaginada.

—Lo que no tocas puede ser más importante que lo que sí tocas.

—Lo que sea que pienses que no puede hacerse, vendrá alguien y lo hará. Un genio es quien más
se parece a sí mismo.

Entre las notas de Lacy hay un par de frases muy ilustrativas sobre su manera de conducirse. Una
describe su manera de liderar: a un batería que se negaba a hacer un solo durante el concierto, Monk
le dijo: «¡Lo vas a hacer! Si no quieres tocar, cuenta un chiste o baila, pero en cualquier caso, ¡lo vas a
hacer!». La otra frase deja entrever una actitud racial distinta a la que (por entonces) tenía Miles Davis:
«Han intentado que odie a los blancos, pero siempre hay alguno que aparece y lo arruina».

La relación con la discográfica, como de costumbre en él, terminó agriándose. Monk no se acomodaba
al negocio. Descontento con los porcentajes que recibía en concepto de derechos de autor, grabó su
último disco en estudio para Riverside en 1959; titulado 5 by Monk by 5, era una obra relativamente
menor y ponía de manifiesto su creciente desinterés. Tanto era así, que desde ese momento Riverside
tuvo que recurrir a publicar grabaciones de conciertos europeos, dada la aparente negativa de
Thelonious a la idea de proporcionarles material nuevo.

Como otros jazzmen estadounidenses, Monk se sentía más apreciado en el viejo continente que en su
propio país. No ayudaba la situación social estadounidense, claro. En 1958, Monk viajaba como
pasajero en el automóvil de su amiga Pannonica hacia un concierto en Baltimore, cuando la policía les
hizo parar, probablemente por haber visto que un hombre negro viajaba junto a una mujer blanca (en
ciertos estados, recordemos, la infame «ley Mann» todavía permitía que un negro pudiese ser
encarcelado si cruzaba la frontera junto a una blanca). Los agentes registraron el coche y encontraron
estupefacientes en el maletero, que pertenecían a Pannonica, pues Monk no abusaba de las drogas
ilegales y solía limitarse a tomar las que le prescribían los psiquiatras. Dando por hecho que los
narcóticos eran de Monk, los policías empezaron a hacerle preguntas. Cuando él rehusó contestar,
empezaron a golpearle con una porra. Desde el punto de vista legal, la situación se resolvió pronto: un
tribunal decretó que la detención del automóvil había sido ilegal y se declaró nulo el registro porque la
violencia policial ejercida sobre Monk había invalidado el procedimiento. Cabe pensar que la elevada
situación social de Pannonica pudo influir en el tribunal. En cualquier caso, es fácil de entender que
Monk, como muchos otros músicos negros estadounidenses de su tiempo, tuviese las giras europeas
como una merecida desconexión.

Seguía desconfiando de las discográficas tanto como de la policía. Finalizó su contrato con Riverside,
pero le costó bastante aceptar la oferta de una de las más grandes compañías del país, Columbia
Records, que le prometía una amplia promoción y mejores ingresos. Monk se había sentido
ninguneado por la industria y no tenía nada claro firmar por una multinacional frente a la que tendría
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todavía menos poder de negociación, pero, después de muchas dudas y conversaciones, terminó

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firmando en 1962. Columbia hizo honor a sus promesas y el primer disco que Monk grabó para ellos,
Monk’s Dream, consiguió mayores ventas que cualquiera de sus trabajos anteriores. De repente, con
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una multinacional detrás, la popularidad de Monk creció. Su prestigio entre los aficionados al jazz ya
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se había asentado (para entonces, casi todos los grandes habían hecho versiones de sus temas y
reconocían su enorme influencia), pero empezaba a recibir una atención
Nuestros mucho mayor.
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y revista
Time tenía previsto dedicarle la última portada de noviembre de 1963, coincidiendo con el lanzamiento
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de un nuevo disco, Criss-Cross. El asesinato del presidente Kennedy tumbó los planes, pero el salto de
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Monk a la fama era ya inevitable y la trastocada portada terminaría siendo suya en la primavera de
1964.
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La etapa en Columbia había empezado, pues, de manera aún más prometedora que la de Riverside,
pero de nuevo las esperanzas empezaron a truncarse pronto. Monk dejó de ser productivo. Los discos
en estudio de aquel periodo contenían escaso material original y solamente Underground, de 1968, fue
su último disco de estudio conformado casi en su totalidad por composiciones propias (como la que se
dedicó a sí mismo). En 1968 también grabó Monk’s Blues, acompañado por una big band cuyos
arreglos escribió Oliver Nelson; era un disco pomposo y mal concebido. Después de eso, Monk no
volvió a registrar música en el estudio. Columbia, como antes Riverside, tuvo que recurrir a
grabaciones de conciertos. Esta vez, no obstante, el motivo del alejamiento de Monk de los estudios era
diferente: sus problemas mentales, nunca diagnosticados con claridad, estaban empeorando de
manera evidente. Su propio hijo recuerda que en ocasiones no lo reconocía. Se dice que pudo padecer
un trastorno bipolar porque, según contaban sus allegados, Monk sufría picos de excitación que
duraban horas o días y después, de manera súbita, se aislaba y se tornaba taciturno y silencioso. Pero
son eso, suposiciones. En realidad, nadie sabía qué hacer para ayudarlo. Las diferentes medicaciones
no funcionaban bien y los médicos no se ponían de acuerdo. La familia de Monk rechazó con horror la
posibilidad de someterlo a terapia de electroshock.

El estado mental de Thelonious Monk es algo con lo que resulta tentador especular, en especial porque
su figura pública, como hemos visto en algunas imágenes de conciertos, siempre fue muy excéntrica. El
público de Monk podía ver aquellos comportamientos extraños a los que los músicos ya estaban
acostumbrados. En mi opinión, sus comportamientos sobre el escenario no tenían nada que ver con sus
trastornos, fueran cuales fuesen esos trastornos. Ya hemos visto que sí, que a veces deambulaba sobre
el escenario con expresión de estar completamente ido, pero también es obvio que regresaba al piano
para tocar a un alto nivel, algo que no podría hacer una persona sumida en plena crisis mental sobre
las tablas. Pero es obvio que a finales de los sesenta iba de mal en peor. Su última gira tuvo lugar en
1971 y estuvo marcada por una  actitud evasiva que sorprendió incluso a sus propios músicos. Algunos
de ellos lo habían acompañado durante diez o quince años, pero no cabían en sí de asombro viendo
cómo los esquivaba entre bastidores y parecía incapaz de dirigirse a ellos ni para dar los buenos días.
Finalizada la gira, Monk ya nunca volvería a los escenarios.

Nunca anunció una retirada de manera oficial; simplemente dejó de aparecer en público. Se
desvaneció de la escena musical. En 1977, aparentemente incapaz de continuar una vida normal, fue
acomodado por su amiga Pannonica en una tranquila casa de New Jersey. Allí, Monk vivió atendido por
su esposa y también por la propia Pannonica, que estaba pendiente de su estado. Ambas se ocuparon
de que Monk viviese lo más cómodo posible. Incluso le pusieron un piano en el salón, pero, en los seis
años que Monk estuvo habitando aquella casa, no lo vieron tocar ni una sola vez. También era
reticente a las visitas y rara vez aceptaba conversar con alguien venido de fuera. Thelonious Monk
falleció en 1982, a la edad de sesenta y cuatro años, después de sufrir un derrame cerebral. Tras su
muerte, la leyenda de Monk dentro del mundo del jazz no hizo sino crecer todavía más. Su legado era
demasiado importante, aunque parte de él, sobre todo la influencia temprana que tuvo sobre el bebop y
otras vanguardias, había que rastrearlo casi usando técnicas arqueológicas.

Les dejo con mi vídeo favorito de Thelonious; cuando empieza a tocar «Lulu’s Back in Town» con la
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mirada perdida en el infinito y expresión concentrada, como decidiendo en cada momento qué notas
usando sus datos para
va a tocar, porque nunca hacía las cosas de la misma manera dos veces. Interpreta la melodía; después,
hacer sus (su
cuando entra el saxo y Thelonious se «limita» al acompañamiento anuncios más es algo
acompañamiento
relevantes?
demasiado descomunal como para llamarlo simple acompañamiento), cambia de registro y empieza a
revestirlo todo con esas armonías que emergían de su privilegiado cerebro. Solo hubo un Thelonious
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Monk y el poder verlo en acción, aunque sea en una vieja filmación en blanco y negro, es como visitar
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Thelonious Monk Cuarteto en Dinamarca-1966 DE ACUERDO

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2 comentarios
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Nicolás Peña usando sus datos para
09/03/2019 at 13:19  ·  Reply
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Uno de los mejores artículos que leí de Thelonious Monk. Me inspira a dedicarle un programa con este maravilloso
texto. relevantes?
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10/03/2019 at 22:32  ·  Reply anuncios y mediciones.
Excelente artículo. Solo puedo felicitar al autor.

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