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Aunque aparece desbrozado ya en los años 30 del siglo XX, por M. Mead,
Malinowski, Whiting, Erikson, Fortes, entre otros, es en la costa oeste de
los Estados Unidos donde se ubica el inicio de la institucionalización de los
estudios de antropología de la educación y etnografía en la escuela,
específicamente, a partir de la Conferencia de antropólogos y educadores
realizada en Stanford en 1954 bajo el impulso de George Spindler. La
etnografía que hasta entonces habían realizado los antropólogos,
centrada en las pautas de crianza infantil, empezaría a tener en el punto
de mira a la escuela como el gran agente educativo. Los trabajos fueron
publicados en 1955 con el título de Education and Anthropology. (Velasco
y otros, 1999. Jociles, 2007)
Wilcox plantea además que existen dos amplias categorías que abarcan
gran parte del trabajo etnográfico realizado hasta la fecha que escribe
(1982) la exploración de la escuela como un instrumento de transmisión
cultural y la exploración del conflicto cultural en el aula.
Según Velasco los principios que debe tener una investigación sobre la
educación o escolarización que pretendiera ser etnográfica son:
La idea fundamental del modelo es que la escuela debe ser más sensible
y/o tolerante hacia las otras culturas presentes en ella, propugnándose la
mejora de la comunicación entre los diferentes grupos, por cuanto esto
supondría un enriquecimiento de todos los estudiantes y/o de la sociedad
en general. Lo fundamental es un cambio de actitudes hacia “los otros”,
la disminución de los prejuicios hacia ellos, un modelo que se presenta en
términos normativos-prescriptivos más que descriptivos-analíticos. Se ha
orientado más hacia intervenciones educativas que hacia investigaciones
empíricas a través de las cuales fueran sometidas a prueba sus
planteamientos de partida. Se trata de estudios orientados hacia
constatar a través de encuestas, cuestionarios o entrevistas que los
alumnos tienen prejuicios racistas o manejan prejuicios y estereotipos o
mediante análisis de textos.
Este modelo también sitúa fracaso y/o éxito escolar por el grado de
concordancia/discrepancia entre la cultura escolar y la cultura de origen
de los alumnos, desarrollado en Francia por Bernard Lahire y Adela
Franzé. Se basa en las formas de relacionarse con el saber en la escuela
y en el medio familiar/comunitario, exigen implícitamente de los alumnos
de las clases populares (incluidos los pertenecientes a minorías étnicas,
pero no exclusivamente de ellas) capacidades y hábitos que no tienen.