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HACIA UN MODELO EDUCATIVO ALTERNATIVO PARA TRANSFORMAR A MÉXICO

Una sociedad como la nuestra, hundida en la tristeza y sometida


al temor constante de la violencia y la inseguridad, debe realizar
un inmenso esfuerzo para recuperar los valores y principios que
dieron sentido a la formación de nuestra nación y que se hallan
plasmados en las obras que constituyen nuestro patrimonio
histórico y cultural, así como en el potencial creador de miles de
hombres y mujeres dedicados al arte y la cultura en nuestras
comunidades, pueblos y ciudades.

Lineamientos para la transformación de México.

1. Consideraciones generales
El Proyecto Alternativo de Nación que está urgiendo la sociedad mexicana, se funda sobre
las premisas de un balance acerca de las políticas gubernamentales de las últimas cuatro
décadas, particularmente en materia de educación y de cultura; Del significado de la
globalización y su instrumentación en nuestro país; Del desmantelamiento del país y sus
instituciones, vía las políticas gubernamentales, bajo la acción programática de los
avances y de la aplicación del llamado “modelo neoliberal”.
No otra circunstancia política y social explica el desmantelamiento nacional e institucional
provocado por un modelo internacional depredador, impuesto por los centros de poder
financiero corporativo que han impuesto sus designios en una lógica de destrucción
material y, lo que es absolutamente preocupante e improcedente, desde el punto de vista
civilizatorio, de destrucción de nuestro entorno natural, y, sin exagerar, el riesgo
pernicioso de destrucción de la humanidad misma.
La educación y la cultura en nuestro país sigue siendo uno de los asuntos centrales,
marginales, de los mexicanos, aunque ha habido periodos de su esplendor, que
corresponden a los mismos en los que la configuración del país estuvo en manos de
verdaderos estadistas de la talla de Juárez y Lázaro Cárdenas.
En un país altamente analfabeta, y analfabeta funcional, por los grandes rezagos
acumulados en esa materia clave para el desarrollo del país y de la conciencia de los
mexicanos, y con un grado promedio de escolaridad de 8.6 años en la población de 15 y
más años, lo que nos hace una sociedad de escaso y rezagado nivel de secundaria; en un
país, como el nuestro, en el que se sigue debatiendo sobre esos aspectos recurrentes de
atraso y marginación, desde hace siglo y medio, pero, ahora con la agravante del
desmantelamiento nacional y el de la educación pública, con especial esmero, sin duda el
análisis y propuestas educativas de este central fenómeno como quehacer del Estado,
cobra una importancia vital para los mexicanos.

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Tal importancia obedece no solo a la dificultad de enfrentarse a la investigación de un
fenómeno social que da cuenta de sus avances y retrocesos de acuerdo a determinaciones
sociales y culturales de la civilización actual, sino por la centralidad del interés y de la
gestión pública que debe aclarar sus objetivos programáticos que sustantivan una de las
principales acciones del Estado: La del propósito político que traza el perfil del ciudadano
de acuerdo a principios que sustentan una filosofía social, un discurso teórico-
programático y una práctica de Estado que, a través de este vehículo de la civilización, la
educación, siempre proyecta realizar desde el imaginario de la modernidad;
Importantísimo ,también, abordar el tema educativo por sus implicaciones y dificultades
económicas, políticas, e ideológicas.
Ninguna comunidad puede ser verdaderamente libre y solidaria, si no es a través de la
educación y de la cultura y, desde hace ya casi cuatro décadas tales beneficios sociales se
hayan muy lejos de alcanzar y, por el contrario, las políticas públicas también siguen
yendo a contrapelo de los intereses de toda la sociedad mexicana, excepto de la oligarquía
que se yergue con soberbia en sus afanes entreguistas y retrógradas. La consecución de
una Educación para la libertad y la justicia es una condición para que se cubra y se cumpla
con una demanda social histórica que, pese a haber constituido un poderoso motivo y
sustento de las tres grandes oleadas sociales de nuestra historia: La Revolución de
Independencia de 1810-1821, la Revolución de Reforma de 1854-1857-59, y la Revolución
Mexicana de 1910-1917, ha sido traicionada y desatendida en sus legítimos propósitos
originales.
La atención a la educación y a la cultura en todos sus niveles y modalidades, en efecto,
cobra cada vez más importancia si se piensa seriamente en una verdadera estrategia
pública de desarrollo nacional, y no solo como simple propósito pragmático para hacer
negocios privados con los bienes nacionales, que constituyen el patrimonio de todos los
habitantes de estas tierras llamadas México.
En efecto, la educación constituye uno de los grandes problemas humanos, es a través de
ella como niños, jóvenes, y adultos, traban contacto y conocimiento con nuestra historia
nacional y con la historia universal, así como con el desarrollo de la ciencia y la tecnología,
pero, mediante la cual llegan a ser hombres consciente de su tiempo y de su espacio.
Frente a los inmensos retos que el presente nos formula como sociedad, la única inserción
posible de México en una modernidad realmente democrática, y no como discurso hueco
justificatorio para seguir en la zaga y en el hundimiento como país, es por lo tanto aquella
que encuentre su principal matriz y afianzamiento en una sociedad robustecida por la
educación y por la cultura, y desarrollada por la ciencia y la tecnología, en la que todos
resolvamos nuestro derecho histórico de recibir y construir los beneficios de estos
quehaceres encargados al Estado, y no para lucrar por sectores privilegiados próximos y
preferidos por los grupos en el poder.

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Es nuestra convicción hacer de la política una práctica social cotidiana, como conducta
ética entendida como el acto de servir y dar a los demás, tanto en la función social o de
convivencia, como en los actos de gobierno.

2. PROPUESTAS CONCRETAS DE CAMBIO EN LA CONCEPCIÓN DE CONCEPTOS DE


EDUCACIÓN
Se requiere un cambio de vision radical en el modelo de educación, cultura, ciencia y
tecnología, renunciando a la parcialización de los sistemas educativos.
La educación debe ser el esfuerzo conjunto de la sociedad y el estado para garantizar
que cada individuo que la conforma adquiera identidad, que incluye memoria, consciencia
de sí y voluntad, con el único y legítimo fin de que alcance la felicidad a través de su
capacidad de ser responsable.

Se debe cambiar la tendencia destructora que concibe la educación como una forma de
instrucción exclusivamente para el beneficio de la empresas explotadoras y sustituirla por
una visión más completa del ser humano que incluya conocimiento de las raíces
culturales, amor por la comunidad, el mundo y desarrollo del deseo de paz y libertad.

La colectividad, su pasado y su devenir debe ser el sustento de todo programa y toda


forma de educación de los individuos de modo que se estimule la consciencia y la
voluntad de preferir el desarrollo comunitario por encima del interés puramente personal.

La cultura de los pueblos debe integrarse con la llamada gran cultura para que las zonas
arqueológicas, museos, galerías y centros culturales sean parte del entorno educativo y de
formación integral para cada miembro de la sociedad.

La ciencia y la tecnología deben dejar de ser un esfuerzo extraordinario y ajeno para


convertirse en el motor del desarrollo social de toda la comunidad.

Debe dejar de priorisarse la “instrucción” para enriquecerla con la formación integral de


cada miembro de la comunidad a través de una visión que integre todas las
manifestaciones de la cultura.

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3. RESEÑA HISTÓRICA;

3.1 Una retrospectiva para la actualidad; rasgos culturales de los Estados Unidos
de Norteamérica.
Una ojeada a la historia de la educación en México se precisa cada vez que se presentan
fenómenos sociales y políticos que ponen en cuestión, tanto la seguridad nacional y la
identidad de los mexicanos, como la transgresión de los principios Republicanos que nos
dieron origen como País y como Patria.
México nace a la modernidad cuando en el mundo ya están avanzados los principios que
le dieron origen a ese nuevo Mundo fincado en la perspectiva de valores universales como
los de Justicia, Libertad, Igualdad, fraternidad, tal como enseñó al mundo el crisol de la
primera gran Revolución humanista del siglo XVIII como es la Revolución Francesa, pero,
también los de independencia y soberanía, que prefiguraron nuestro perfil como Nación
para estar en el concierto de las naciones y en la palestra de la Historia.
Una historia, que ha testificado dolorosos episodios justo en paralelo con nuestra entrada
a la modernidad occidental como país; Uno de ellos que corresponde a nuestra
emergencia como Estado-Nación y que duró casi un siglo para afianzarse hasta 1867,
como Estado moderno, y la otra parte que corresponde a dos perspectivas históricas
opuestas en tensión permanente, tal como se ha presentado la relación entre los Estados
Unidos de Norteamérica y México, nuestro país, que significa la tensión y luchas históricas
por el dominio expansionista, de un lado, y de independencia y soberanía, por el otro.
Si fuera válida la pretensión y necesidad de comparar, así sea en términos generales, las
raíces culturales y sus manifestaciones características de dos pueblos y/o sociedades,
como las de los Estados Unidos de Norteamérica y México, tendríamos que acogernos a
sus evocaciones siempre presentes de sus grupos representativos culturalmente, y por lo
tanto originarios que dan cuenta de su vena social e histórica.
Para los Estados Unidos de Norteamérica, con su mirada hacia atrás, como huyendo de
donde viene, su exegesis pero también su circunstancialidad histórica, le permite
desprenderse de este pasado inmediato de persecuciones religiosas, y ubicarse sin las
trabas jerárquicas de los oficios propios de las sociedades de viejo régimen y del viejo
continente. Se “cuidan” ya de no organizarse a través del tradicional vínculo de la
estratificación clasista redoblando, en ese sentido, su civilidad y su inicial vocación por la
justicia y la libertad modernas
En ese inmediato el hombre norteamericano pudo inventar y descubrir; había llegado el
momento de levantar pueblos en las costas del Atlántico, de levantar municipios “libres”
en New England; las nuevas sectas e iglesias irrumpen por todos lados, lo mismo que la
imprenta y la educación sistemática portan la nueva fe en la razón humana, pero, sobre

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todo una febril concupiscencia por el oro, por el dinero, y por la expansión territorial. Esta
había sido “la escuela civilizatoria”, la cuna social y política de los Estados Unidos.
Una de las características esenciales de la cultura norteamericana se finca en la
atomización de la vida personal, propia del estilo protestante de existencia que, no
obstante, es realizada por modelos reverenciados por esa comunidad que constriñe,
desde su primeros asentamientos, la originalidad de su comportamiento a dichos moldes.
Tal institucionalidad comenzó a “operar” por una suerte de convenio mutuo implícito,
propio del pensamiento liberal-demócrata clásico: la idea de la razón según la cual “la
voluntad pública de la que deriva todo derecho y que, por consiguiente, no debe hacer
daño a nadie”, (…) debe corresponder al pueblo en su conjunto, pero, de tal forma que no
se trata de derivar la ley de la voluntad de todos los ciudadanos, sino de constituirla
“como si debiera derivar de la voluntad de todos” (1).
En la mentalidad norteamericana, desde su origen, la disidencia no corresponde, pues,
sino a una actitud anómica que, según esa lógica política, tiene que ser conculcada,
suprimida, todo ello al amparo de “la ley”.
Esa afiliación de la mentalidad norteamericana no es de patente espontánea durante el
nacimiento de la nación. Sus raíces históricas desmienten o desdicen a quienes piensan y
afirman que el incentivo más importante de los inmigrantes y pobladores que llegaron a
ocupar la extensión territorial de los actuales Estados Unidos, es su capacidad
“excepcional” sin tener más que su fuerza e iniciativa para ello; esa voluntad de acción
fundada en el pragmatismo hacia la ganancia pecuniaria, o su vocación secularista que le
permitió contar con la primera declaración laica y civil acerca de los derechos inalienables
del hombre libre, de estructurar esa libertad de “disposición” para construir pueblos y
cimentar una poderosa nación y, finalmente, para contar con las “naturales” franquicias
de extensión de tierras, inmensa e inútilmente defendidas; todo ello no es el referente
único, ni esencial.
El desarrollo histórico de los Estados Unidos tiene como fundamento de su civilización a
Inglaterra, ya que fueron ingleses los constructores de las instituciones políticas, sociales,
y religiosas, sobre las que se formó su sociedad (2). La expansión económica de Inglaterra
le hacía urgir mercados, particularmente para la comercialización de su lana, y se dio a la
tarea de “convencer” a su población de la justeza de cubrir tal necesidad, lanzándose a la
búsqueda de nuevas tierras.
Ya Inglaterra (como España) tenía experiencia en colonizaciones desde el año 1170, año
cuando conquistaron Irlanda. Las consideraciones que habían venido cultivando en
relación a los hombres de las tierras conquistadas, les hacían llamarlos “salvajes” y
“perezosos”; así también calificaron a los nativos americanos cinco siglos después de su
experiencia en Irlanda.

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Ese fue uno de los fundamentales principios que sustentaban en su vocación
conquistadora: a los “bárbaros” de las tierras de conquista, por tal condición, podían
“legítimamente” arrebatarles sus posesiones territoriales.
Los primeros intentos de colonización en América por parte de los Ingleses se remontan a
1578, cuando se había agudizado la pugna con España.
Derrotada la armada “invencible” de España (1588), las autoridades de Inglaterra
insistieron en la necesidad de fundar colonias extra peninsulares en virtud del sobre
poblamiento, del desempleo, de la intolerancia religiosa (incentivo para los emigrantes de
las tierras nuevas), pero, sobre todo, “se hizo hincapié en los beneficios económicos a
obtener” (3). Para principios del siglo XVII Inglaterra, con cuatro millones de habitantes, y
su febril desarrollo capitalista, estaba “madura” para emprender la colonización (4).
Las instituciones que fueron surgiendo en las colonias inglesas de Norteamérica
estuvieron matizadas por circunstancialidades históricas y geográficas propias; no
obstante, las bases sobre las que se levantaron tales instituciones fueron las mismas, pues
su tronco común era el proveniente de Inglaterra, como ha quedado confirmado.
“La forma de gobierno en todas las colonias estuvo impregnada de las formas
organizacionales de las compañías de la época. Contrastando con la burocracia altamente
centralizada que caracterizó al poder de la Corona en Hispanoamérica, en las colonias
americanas el gobernador, un Consejo Ciudadano, y la Asamblea local, constituyeron la
estructura descentralizada (por delegación de la propia Corona de Inglaterra) de los
gobiernos en sus colonias norteamericanas.
“También es necesario tomar en cuenta el antecedente peculiar de la libertad de
emigración como una de las soluciones a los problemas peninsulares. El gobierno permitió
que sus pobres, vagabundos y disidentes religiosos se fueran a las colonias, aunque
también permitió la salida de artesanos, agricultores y propietarios” (5). Se trató de una
sui-géneris forma de migración para buscar tierras de conquista, tierras para la expansión.
En todo caso la libertad de comercio fue una de las principales características del inicio de
las colonias en los Estados Unidos. Cuando a mediados del siglo XVII Inglaterra quiso
restringir la libertad de comercio, las colonias de rebelaron.
Una característica más del mundo colonial inglés que se basaba en su ideología de
conquista, fue el rechazo a los indios junto al inicio de tráfico de negros como parte nodal
de la fuerza de trabajo, aunque no se puede ubicar, o generalizar, tal fenómeno en todas
las colonias norteamericanas, pero, ahí estaba su sello principal, su vocación expansionista
con la subordinación de las tierras y hombres conquistados por los métodos de la
intervención armada violenta, y/o de la paulatina penetración económica y política como
ha ocurrido desde el siglo XIX, cuando EE.UU. arrebató más de la mitad de nuestro
territorio mexicano, y desde principios del siglo XX a través de la “Doctrina Monroe” que

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estableció la intervención estadounidense como militarmente necesaria, de tipo
neocolonial imponiendo su hegemonía política, económica y militar en cada uno de los
países latinoamericanos, desde luego México incluido.

3.2 Rasgos culturales de México


Para el segundo pueblo, México en cambio, su evocación histórica nos remite más allá de
la conquista por la Corona española que, digámoslo de una vez, nunca tuvo una vocación
desarrollista ni de su propia economía como país conquistador, sirviendo solo de puente
para la transferencia de la riqueza extraída de sus colonias favoreciendo el desarrollo de
otros países, particularmente de Inglaterra.
México es un Pueblo de milenarios antecedentes culturales, que se remonta a la etapa
lítica de la historia, con las características de las técnicas de uso y comportamiento propias
del salvajismo, o sea una etapa cultural en la que el patrón de vida consistía en la cacería y
la recolección para alimentarse, y esos primarios datos reflejan ya el carácter de una
educación espontánea, en la que los aprendizajes se daban en el desarrollo de la vida
comunitaria, se aprendía haciendo las tareas para la subsistencia.
José Luis Lorenzo en su trabajo “Los orígenes mexicanos” señala que, hasta donde se sabe,
el hombre hace acto de presencia en el territorio de lo que ahora es México, hace más de
20 mil años (6). Con estos primeros hombres se inició el horizonte cultural denominado
Arqueolítico, del cual se conocen restos de distinta categoría, de acuerdo a su contenido
cultural y su representatividad en el conjunto civilizatorio de la época. Dos de ellos,
Tlapacoya en el Estado de México, y la Barranca de Capsularán en Valsequillo Puebla, que
han sido fechados directamente por el procedimiento de Carbono Catorce.
La unidad social durante este horizonte cultural estaba fincado en el sistema económico
de apropiación directa por familias domésticas, con relaciones muy débiles dada la baja
demografía y el nomadismo obligado para la sobrevivencia.
El conocimiento de algunos rasgos históricos generales de la cultura en México nos da la
posibilidades de comparar a las sociedades de los Estados Unidos y la de México,
heredero genuino de la cultura mesoamericana, y en el que los hombres de esta Región
llegaron a ser agricultores sedentarios que cultivaron, desde entonces, el maíz, el frijol, y
una variedad de cultivos comestibles. La comparación entre estas dos sociedades con una
reseña de su pasado, tiene el propósito de hacer notar la interrelación de factores
influyentes que dan cuenta de variados aspectos relevantes por los que seguramente,
entre otros factores determinantes, ocurre la crisis y desmantelamiento actual de nuestro
país, si comprendemos que el conocimiento de ese pasado, nuestra memoria histórica,
nos permite comprender el presente y poder actualizarlo de cara a los intereses de todos
los Mexicanos, especialmente a través de la educación.

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En este sentido, “cuando menos en algunas áreas, hacia el año 1,300 a.C. ya el hombre
vive todo el año en poblaciones permanentes que el arqueólogo puede recobrar, iniciando
así la hipótesis sobre el desarrollo socio-político, económico y religioso de estas
comunidades que se encontraban en el alba de la civilización” (7). Solo señalaremos que
durante la cultura madre de los Olmecas (s. VIII a 300 años a.C.) las Ligas o
Confederaciones de Ciudades-Estado parecen haber sido una de las características
peculiares de los pueblos Mesoamericanos. Los vestigios, rituales, y costumbres Olmecas,
iniciaron así la constitución sólida de la organización de tipo estatal pasando, al fin de la
época, a los dos grandes grupos en los que se dividió Mesoamérica: Mayas y Mexicas.
Vendría la época clásica de los Teotihuacanos y Mayas hasta el año 1168 d.C. y 900 años
d.C. respectivamente; y el periodo Posclásico de los Mexicas cuyo poderío se inscribe, en
la historia de México, desde el año 1428-1433, hasta la conquista de los españoles. Es bien
conocida la institucionalidad del imperio Azteca en cuanto a educación se refiere: su
naturaleza fue clasista, el Telpochcalli para el pueblo, para los plebeyos, “en donde se
hacían las Águilas y los Jaguares, es decir, los guerreros valientes, según el Códice
Florentino… los ejercicios militares comenzaban desde que los jovencitos ingresaban a la
Telpochcalli. Primero aprendían a soportar el peso, luego llevaban las vituallas y
marchaban a la zaga de los batallones; más adelante participaban como ayudantes en el
aseguramiento y en la conducción de los prisioneros. En la última etapa se esperaba que
ellos mismos tomaran algunos cautivos, lo cual ejecutaban, primero actuando en equipo y,
para terminar su formación, acudiendo cada uno en busca de su propio prisionero” (8). En
esta institución para el pueblo se adjunta la enseñanza artesanal enclavada en los barrios;
y el Calmécac, para la nobleza, con una educación rígida que los preparaba para los
cargos de gobierno y en el sacerdocio; “era también un lugar de estudio: el más
importante recinto de conservación y transmisión del saber en Mesoamérica. Las fuentes
indican que los jóvenes ahí recluidos debían ocuparse del Amóxtli (es decir, del Códice, del
libro) y de la Tlacuilolli (es decir, del arte pictográfico). En la historia general de Sahagún se
precisa que los estudiantes del Calmécac debían aprender e interpretar tres tipos de libro:
el tonalámatl, el xiuhámatl, y el libro de los sueños; el tonalámatl contenía el calendario
adivinatorio de 260 días, como lo conocemos en el Códice Borgiana, por ejemplo, y podía
tener algunas tablas de adivinación y ciclos astronómicos. El xiuhámatl, era algo parecido
al libro de historia: los anales en los que se registraban gobiernos, guerras, alianzas y otros
sucesos. Respecto al libro de los sueños, debe haber correspondido también al ámbito de
la adivinación practicada por los sacerdotes, pero no conocemos ningún ejemplar (9). No
obstante, el seguimiento de las huellas que la historia en sus sujetos, los hombres en las
diferentes dimensiones del tiempo, nos ofrecen, en sus investigaciones y sus crónicas, sus
Códices e interpretaciones, Monumentos históricos y, en todo caso, sociedades como la
sociedad Azteca en plena expansión de su imperio y por ello activa y pro-activa en las más
diversas manifestaciones de la cultura, constatan sin duda que el proceso de la educación,
desde siempre y en ese entonces, continuaban toda la vida, ya fuera de manera

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institucional o de manera espontánea tal como en la actualidad ocurre con la educación
formal y la educación que se aspira y penetra en los individuos en el ambiente social
desde la vigencia de una hegemonía cultural, la que ésta esté en vigencia.
Así que en los centros de prácticas y laboratorios de nuestra ancestral Tenochtitlán
Azteca, quienes hubieran tenido que “especializarse”, desde luego, continuaban
haciéndolo en esos espacios de vida como los jardines botánicos y zoológicos, también en
lo que representaba la suerte de hospitales para aquellos tiempos, observatorios
astronómicos, incluso, posibles escuelas de danza, a la manera de los ditirambos
tradicionales para la guerra, los sacrificios, y el culto a sus deidades. Por eso tuvieron que
existir grupos de hombres dedicados a los más diversos oficios y actividades culturales,
por igual en la ciencia que en el arte, en la filosofía y en la religión, en el derecho, en la
escritura, etc. y general desarrollando, en el marco de las determinaciones de su mundo,
una consistente formación moral que les permitía mantener y ampliar su tejido social
fundamentado en el ideal de bienestar del pueblo, en lo que les constituía utilidad y su
representación de la belleza, por lo tanto, una concepción firme de la justicia.
“La actividad humana de los mexicas no solamente produjo un pueblo profundamente
militarista y religioso, que engendró hábiles guerreros y sacerdotes, sino que también
conformó matemáticos, astrónomos, biólogos, médicos, juristas, arquitectos, escultores,
músicos, agricultores y políticos. De ahí que concluyen los que han penetrado en el
espíritu de este pueblo que la cultura mexica fue armónica: pretendió conformar un
hombre capaz de interpretar a la naturaleza, sentirla y conocerla, y de proyectar en la
cultura las más elevadas concepciones. Dentro de la época y de las peculiaridades de los
mexicas, la educación fincó su misión de exaltar al hombre dentro de los principios de la
naturaleza. Los valores del ambiente natural y sus posibilidades, como factores del
impulso creador humano” (10). Así, como sabemos, el gran imperio Azteca admirado por
los conquistadores españoles, no fue un producto dado por “generación espontánea”,
configuraba el eslabón más firme, y último, de una larga trayectoria cultural que se
remonta a tiempos anteriores, incluso, a la era cristiana, entretejiendo relaciones, hábitos,
ceremonias, organización política, en fin, una cosmovisión que constituye un mosaico de
racionalidad histórica abarcadora de toda Mesoamérica. Su propio proceso civilizatorio
como una sociedad del mundo Mesoamericano fue interrumpido y desviado por el hecho
de la conquista española que produjera otra sociedad formada en su mayor parte, con el
tiempo, por un mestizaje que a su manera construyó su propia modernidad, pero con una
raigambre de sus orígenes que fue recuperando y afirmando justamente merced a la
cultura y a la educación, pero en paralelo con la sinuosidad que nos ha provocado la
intervención de potencias para el despojo de nuestras tierras y riquezas y, lo que es más,
pretendiendo borrar nuestra propia identidad histórica.
Finalmente anotamos que punto clave para la conquista española fue la captura de los
centros “neurálgicos” del poder del imperio Azteca, iniciando el periodo colonial con la

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integración al imperio español de las comunidades y pueblos ya subordinados a los
poderes nativos establecidos, bajo forma tributarias y de dominio que la Corona española,
a través de los conquistadores, utilizó.
Con estas iniciales referencias, pensamos que, en efecto, si bien el capitalismo en los
Estados Unidos de Norteamérica impuso en gran medida los ritmos para la entrada y
desarrollo del capitalismo en México, también es claro que en cuanto a sus respectivos
procesos de regulación de la vida social y política, ambos países han seguido líneas que
arrancan de sus propios patrones de cultura, de sus propias circunstancias históricas, pero
que, a la postre, en la actualidad, convergen en la voluntad de los políticos de ambas
naciones que mantienen el poder del Estado y lo subordinan a las líneas de acción de un
modelo privatista a ultranza, que pone en total riesgo a sus poblaciones, en términos de
una sobrevivencia civilizada, independiente, y pacífica. La correlación de la capacidad
económica y política entre ambos países, subordina totalmente a México en virtud,
también, del funcionamiento de la economía desarrollada de los Estados Unidos. La cabal
soberanía de nuestro país, su desarrollo e independencia, podrá lograrse, en el marco de
los avances culturales civilizatorios, si el pueblo logra imponer un Proyecto de Unidad
Nacional para la recuperación de tales avances, logrados a través de las tres grandes
Revoluciones que protagonizó y, de esta manera, las relaciones entre las sociedades,
particularmente de nuestra sociedad mexicana y entre los miembros de éstas, recuperen
su carácter humano, posibiliten el reencuentro del hombre con el hombre, para que la
administración de las cosas no sustituya más a la relación entre las personas al
mercantilizarlas cosificándolas, y en un orden de autodeterminación y soberanía plena.

4. RECENSIÓN DE LA HISTORIA DE LA EDUCACIÓN EN MÉXICO; LA AFIRMACIÓN DE


LOS MEXICANO CON SENTIDO DE PERTENENCIA E IDENTIDAD PROPIA.
Si en el campo de la economía las crisis presentan y corroboran periodos cíclicos cada vez
más recurrentes e intensos, en el campo de la educación la crisis se ha convertido en un
fenómeno crónico en nuestro país, virtud a políticas públicas focalizadas para potenciar
los intereses de grupos allegados a quienes detentan el poder.
Las crisis económicas y/o sociales, revelan un proceso de descomposición del capitalismo
como sistema socioeconómico a nivel global, en espera de la configuración y puesta en
marcha de un nuevo sistema económico que ponga en el centro de su proyecto al ser
humano y los valores que lo enaltecen: la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la
fraternidad, así como la supresión de la explotación del hombre por el hombre.

La articulación de las contradicciones (económicas, políticas, y sociales) no han permitido,


durante los últimos cuarenta años, una recuperación de largo aliento, pero, tampoco
impiden que se esté generando simultáneamente, como efecto de la propia dinámica de

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la crisis, un reacomodo en las relaciones entre los capitales mismos y entre el capital y el
trabajo; relaciones que determinan, de un lado, el que los capitales más fuertes salgan
mayormente fortalecidos; y de otro lado, el que la fuerza de trabajo sufra un proceso de
desvalorización que recurre, en esta condición, al fondo económico de los capitalistas.
Este es el rostro del “modelo neoliberal” y, al parecer, su límite histórico-crítico.
A contrapelo de la lógica de modernización, que surge con el nuevo Estado mexicano
fincado en el liberalismo decimonónico, nunca la educación ha jugado un papel principal
en el desarrollo del país, exceptuando periodos en los que, como señalamos, ésta jugó un
papel esperanzador, tanto en la movilidad social, como en la expectativa de mejoramiento
cultural como ocurrió significativamente durante el Vasconcelismo (1920-1924), durante
el Cardenismo (1934-1940), y en el llamado periodo del Estado de bienestar (1943-1973),
especialmente bajo los auspicios y obra, durante los dos periodos de Jaime Torres Bodet
frente a la Secretaría de Educación Pública. Si hemos de considerar a la educación y a la
cultura como factores decisivos en el proceso de transformación de la sociedad, y
caracterizados como una expansión creciente en la capacidad social productiva a través de
la elevación de los niveles de productividad e ingreso per-cápita, y que pudiera incidir de
manera determinante impulsando cambios sustantivos en las estructuras políticas y de
poder en un marco democrático, todo ello tendría que conducir a una permanente mejora
o elevación de los niveles medios de vida y de calidad de vida del conjunto de la sociedad.
El binomio de pares: Cultura-Educación y ciencia y tecnología, parece ser, entonces, la
clave para un desarrollo armónico de la sociedad mexicana en un entorno de globalización
que debemos entender como el óptimo aprovechamiento de los recurso materiales y
humanos propios como nación, y en una relación de cooperación, más no de
subordinación, con el resto de las naciones.
La organización educativa en México ha estado orientada, en una primera fase, por
modelos del capitalismo del siglo XIX importados durante el porfiriato, los cuales se
basaron en una concepción positivista de la vida social, y adaptados a la circunstancia
mexicana bajo los principios de “orden y progreso” y de la paz porfiriana impuesta por los
círculos allegados a la dictadura.
Después de la Revolución de 1910-1917, la orientación educativa mexicana (exceptuando,
como señalamos, los periodos significativos de avances de avances de la educación)
asume las directrices impuestas por los centros del poder internacional, específicamente
los dictados desde Washington, EE.UU. Las luchas populares de los años treinta del siglo
pasado, encaminan a la educación en una vertiente popular y democrática, rasgos que
fueron cancelados por el perfil de la estructura económico y social hacia el fortalecimiento
y desarrollo del capitalismo a partir de la siguiente década, iniciada por el Avila-
camachismo, que somete cada vez más al Sistema Educativo Nacional a los
requerimientos primordiales de tal sistema excluyente: ofrecer a la sociedad mexicana la
educación necesaria para estar en posibilidades de cumplir “sus funciones” de fuerza

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productiva a bajo costo. Fue el inicio de la industrialización como objetivo primordial del
gobierno y acuñado en la consigna de “máquinas y escuelas para enseñar el manejo de las
máquinas”. El periodo conocido como “Estado de bienestar” habría de ser calificado como
“milagro mexicano” en la medida del acelerado ritmo de industrialización que se impulsó
en nuestro país, con un crecimiento promedio anual, durante casi treinta años, del 6.5%,
y hasta el inicio del “modelo neoliberal” que tiene en vilo al mundo y a nosotros como
país.

5. LOS REFERENTES MEDIATOS E INMEDIATOS.


La sociedad mexicana, su historia moderna, en un primer momento desde su
alumbramiento con la independencia, tuvo que reflexionar acerca de los soportes o
pilares fundamentales para la posibilidad de construir una patria justa, libre, y solidaria,
así ocurrió allá en la lejanía del tiempo estructural de nuestra historia como nación.

El tiempo de la larga duración, el tiempo estructural, ese que a decir de Braudel es el


tiempo de siglos y continentes, el tiempo de los sabios, es el tiempo en el que “casi nada
se mueve”, el tiempo de reposo casi absoluto que se presta para pensarlo y pensarlo, y
para investigarlo hasta lo más recóndito de los fenómenos que lo conforman, hasta
establecer las verdades histórico-científicas porque corresponden a su realidad situada en
la memoria de los tiempos, pero también de los hombres que los construyen, y de cara a
los tiempos que van tomando su lugar en el presente continuo, como el que nos toca. La
larga duración o estructural nos ofrece imágenes de la realidad en el escenario de las
civilizaciones, atraviesa siglos y continentes, y otras que duran tanto tiempo que parece
que son inmutables aunque varían de manera lenta e imperceptiblemente. Su
comprensión, de los fenómenos de larga duración, solo es posible si se contemplan y se
recorren espacios de tiempo muy amplios. Los movimientos de las realidades
acontecimentales, superficiales, e incluso los hombres del mismo tiempo, se borran ante
nuestros ojos, señala Braudel, se destacan entonces las grandes permanencias o
permanencias significantes, tanto conscientes como inconscientes. Serán estos los
fundamentos o “estructuras” de las civilizaciones. Los sentimientos religiosos, el cuasi-
inmovilismo de las comunidades campesinas, las actitudes ante la muerte, la vida familiar,
o el placer, etc. Estas realidades, estas estructuras, son, en general, antiguas, de larga
duración y siempre tienen rasgos distintivos y originales. Son las que caracterizan y crean
a las civilizaciones. Para destacarlas claramente conviene alejarse, por lo menos
mentalmente, de la civilización en la que uno se encuentra inmerso, sin quitar que las
realidades sociales se construyen, también, paso a paso, en un continuum civilizatorio de
asentamientos estructurales que innovan a las sociedades.

12
Tomemos por caso las Leyes de Reforma en México; no se trata de una “decisión” tomada
a la ligera sobre la marcha, impuesta por los acontecimientos, sino resultado de un largo
proceso, tan largo como la propia realidad y decadencia del periodo colonial y, más aún,
del propio imperio español que todavía, hoy, pero en distintas circunstancias ya no como
imperio, se esfuerza por extender sus tentáculos para el dominio de algunas áreas de la
actividad económica en México. La oposición de las fuerzas conservadoras en aquel
entonces, rechazaba la entrada o emergencia de una nueva sociedad con avances de la
civilización. Lo mismo ocurre, y ha ocurrido con las sociedades en su momento, se resisten
a la entrada de nuevas formaciones sociales que suprimen estructuras que les dieron
razón de ser. “Una civilización va transformándose, “separándose” de una parte de su
propio pasado” (Braudel). Se trata de rupturas y continuidades propulsadas por el propio
proceso civilizatorio. De entre la masa de bienes y de actitudes, agrega Braudel, que su
pasado y su desarrollo le ofrecen, va entresacando poco a poco, apartando y favoreciendo
a unos sí y a otros no, hasta el momento que adopta, por la selección hecha dada su
relevancia, un aspecto nunca enteramente nuevo, pero tampoco igual. Todo sigue una
marcha tan lenta, que solo excepcionalmente los contemporáneos son conscientes de
ella. En cada caso las eliminaciones, con las añadiduras que a veces provocan, tardan
siglos en realizarse a causa de los vetos y los obstáculos que encuentran, de las difíciles
cicatrizaciones, con frecuencia incompletas, pero siempre muy lentas. Esta historia de
largo aliento, de largo alcance, tiene sus ventajas y sus inconvenientes, como los tiene la
historia acontecimental. Sus ventajas son que obliga a pensar, a explicar en términos poco
corrientes, a servirse de la explicación histórica para comprender la actualidad, ese es el
asunto central: el conocimiento del pasado para la comprensión del presente y disponerse
a transformarlo para establecer una mejor formación social.
En ese mismo sentido, durante la modernidad, cuando de la Participación Ciudadana se
trata, el desempeño en torno a un Proyecto, y para afianzarlo y robustecerlo, requiere de
una potenciada identidad con el mismo a través no solo de la aplicación de habilidades y
destrezas , como el de la comunicación, el sentido de organización y convencimiento con
los demás (los ciudadanos (as)) sino, además y/o por ello mismo, se requiere de un
conocimiento regular, pertinente, y lo más amplio posible, de los hechos históricos que
han dado conformación y direccionalidad a nuestro país y patria en los distintos tiempos.
Lo anterior nos remite a la consideración de los hechos relevantes, y/o más amplios, que
inciden en la conformación, durante las distintas duraciones (estructural, coyuntural y
acontecimental) del moderno Estado mexicano.

En el nivel global durante este periodo que cubre dos etapas, 1789 a 1848 y 1849 a 1873,
se enseñorea el capitalismo como el nuevo sistema social y económico que surge de las
ruinas de las relaciones sociales feudales y la monarquía como su forma de gobierno, pero
ya en su despegue portentoso, el capitalismo, aparte de experimentar a mason de sums
personeros guerras currents y represiones bárbaras, experimenta también una primera
gran crisis mundial llamada “Gran depresión” (1873-1896), fenómeno que habrá de

13
acompañar a este modo de organizar la producción y toda la actividad social, como un
elemento asociado permanentemente y como una de sus fundamentales contradicciones
en la relación capital-trabajo. Este fenómeno de la crisis en las sociedades capitalistas no
sólo se refiere a su eslabonamiento entre ellas, expresado en distintos grados y de
acuerdo a particularidades propias de cada una, sino también se refer a la multiplicación
de la crisis en las esferas ideológica, política, y social en general (crisis de consenso), con
expresiones diversas. En esto cabe concebir que una aguda crisis política, por ejemplo,
tienda a ocasionar turbulencias y posibles crisis a nivel estructural. El que los desajustes
propiamente cíclicos se entrelacen en una crisis general, o sea en un proceso de
debilitamiento del capitalismo (en sus mecanismos para refuncionalizarse en la etapa
global) que tiene una dimensión histórica mucho más vasta y profunda, hace que la
situation a que nos enfrentamos rebase el marco de Unna crisis económica y se voile una
propiamente social y cultural, y en mast de un aspecto, política, particularmente para los
tiempos presentes.
“En la década de 1860 entree una nueva palabra en el vocabulario económico y político
del mundus: “capitalismo”; con un uso corriente y hasta la fecha. Se trataba del triunfo de
una sociedad que crea que el desarrollo económico radicaba en la empresa privada
competitiva y en el éxito de comprarlo todo eon el Mercado… Durante los sesenta años
anteriores a 1848 (tiempo de revoluciones en toda Europa) “la sociedad europea ya había
logrado su histórico despeje tanto en el frente económico como en el político-ideológico.
Durante este periodo de sesenta años (1789-1848) estuvieron dominados por una doble
revolución: la revolución industrial iniciada en Inglaterra y muy restringida a esta nación, y
la transformación política asociada y muy limitada a Francia… “Con la revolución de 1848
retrocede la revolución política y avanza la revolución industrial… “La expansión
repentina, vasta y aparentemente ilimitada de la economía capitalista mundial
proporcionó ciertas alternativas políticas a los países “avanzados”, pero la revolución
industrial (británica) se había tragado a la revolución política (francesa). “Las clases
medias de Europa estaban asustadas, y lo seguirían estando, del pueblo: se pensaba
todavía que la “democracia” era el seguro y rápido preludio, anuncio, del “socialismo”. Los
gobernantes europeos comenzaron a reconocer por entonces, con mayor o menor
desgana, no solo que la “democracia” (esto es una Constitución parlamentaria basada en
un amplio sufragio) era inevitable, sino también que a pesar de ser probablemente una
molestia, era políticamente inofensiva (EE.UU. hacía tiempo que había hecho este
descubrimiento). A principios de 1848 Alexis de Tocqueville se levantó en la Cámara de
Diputados para expresar sentimientos que compartían la mayor parte de los Europeos:
“Estamos durmiendo sobre un volcán… ¿no se dan ustedes cuenta de que la tierra tiembla
de nuevo? Sopla un viento revolucionario, y la tempestad se ve ya en el horizonte” (11).
“Era el drama del poder europeo y norteamericano con el mundo a sus pies”. Aunque el
verdadero drama lo hubieran sufrido las víctimas del momento, y aun lo sufren, 200 años

14
después, las víctimas del mismo sistema moderno de exacción de las riquezas de los
pueblos.

En materia política, o de la relación gobiernos-gobernados (el asunto del poder del


Estado), los Estados punteros de Europa aceptaban, más bien por fuerza que por grado,
una democracia significada en el parlamentarismo basado en un cada vez más amplio
sufragio para elegir representantes, cuya práctica como sistema de poder les fue
significando cada vez más inofensivo. La verdadera democracia participativa tendría que
esperar, y aún espera, para hacerse realidad; esto es, el empoderamiento ciudadano que
paulatinamente se vaya dotando de instrumentos para construir las nuevas sociedades
fundadas en La decisión de las mayorías de aquellos pueblos.

En este escenario de la historia universal, se ubica el caso de la democracia en México,


una democracia “representativa” que ya resulta obsoleta e inoperante, pero a favor de los
traficantes de la política que no hacen sino velar por sus propios intereses, defraudando
siempre a sus electores que depositan infructuosamente su confianza y esperanzas para
una vida mejor. Tendrá que recuperarse la vocación popular de la verdadera izquierda,
aquella izquierda que reivindica el bienestar y desarrollo para el conjunto de la sociedad,
como sistema alternativo al capitalismo depredador del hombre y depredador de la
naturaleza que ha puesto en serio riesgo la viabilidad del propio planeta; una izquierda
auténtica, fundada en el poder ciudadano y del pueblo, que promueva la democracia
participativa como método de convivencia en la libertad y garante de la vida humana
como valor supremo, fincada en el constante mejoramiento y bienestar de los mexicanos.

Esta posibilidad, genuina del pueblo y para el pueblo, está en marcha dados los
acontecimientos de crisis sin precedentes del capitalismo mundial en todos los aspectos
de la vida social, tanto económicos, políticos, como culturales y sociales, que arrastra en
su vertiginosa ansiedad de dominio consumista y depredador a México.

En nuestro caso, como país, los contemporáneos de la generación del 68 con su lucha por
la democracia que costó muertos, encarcelados, perseguidos y guerra sucia, hicieron
posible abrir las compuertas para el avance del proceso de la democracia, tanto formal
como participativa, en ambos casos aún pendiente.

6. Nuestra Identidad Nacional, un proceso significado por la intervención extranjera

El periodo que corre de 1808 a 1824 corresponde al proceso que, en la latitud europea,
deviene en las luchas que consolidarán el advenimiento de los Estados-nación modernos,
que modernos y todo, indican una permanente disputa por mantener (o hacerse de)

15
enclaves coloniales que siempre han dado ventajas de desarrollo a las correspondientes
metrópolis.
Es el caso de la invasión napoleónica a España en marzo de 1808 y hasta agosto de 1812-
13 cuando se derrumbó el reino de José Bonaparte, se proclama la Constitución de Cádiz y
el regreso de los Borbones a España. Las amarras colonialistas de México se rompían.
En ese marco, no es ocioso hacer notar que nuestra primera identidad coincide con la
noción de pueblo, esto es, si bien los artífices de la independencia: Hidalgo, Aldama ,
Allende, Morelos, Jiménez, Rayón, Guerrero, los Galeana y los Bravo, Victoria, y muchos
otros, criollos y mestizos todos ellos, tuvieron el arrojo y la inteligencia para considerar la
constitución de nuestro país como una patria independiente, pero fue el conjunto
poblacional sometido, a partir de los pueblos originarios, el sustento material y espiritual
insustituible quien haría posible tan gigantesca e histórica empresa en calidad de héroes
anónimos.
Pueblo y Patria serán en lo sucesivo las categorías sociales a las que apelarán las
principales corrientes políticas para justificar sus proyectos, unos libertarios y otros para
dominar.
La ideología dominante en ese tiempo era la religión católica a la que apelaban todos en
virtud de la independencia. A todos servía la referencia de defensa de la “santa religión”;
fueron 300 años de reconversión religiosa impuesta por la España colonialista y esa era la
ideología que servía, desde luego, Para la dominación política de la metrópoli.
Morelos definió claramente el concepto de una patria homogénea y libre de las
influencias europeas: “Hago público y notorio a todos los moradores de esta América el
establecimiento del nuevo gobierno por el cual, a excepción de los europeos, todos los
demás avisamos, no se nombrarán en calidad de indios, mulatos, mestizos, ni castas, sino
todos generalmente americanos” (1810) (12). Resulta paradójico y significativo que
hubiera sido un cura, Morelos, quien ideológicamente comenzara a variar la visión de un
determinismo providencial, dominante durante la colonia, a una visión secularizada hacia
la constitución política del Estado mexicano moderno. Incluso ya Iturbide al ser reconocido
como emperador (1821) reconocía, a su vez, el origen de su investidura como
providencial, pero también como determinación de las luchas del pueblo. Pocos años
antes, durante el reinado de Carlos IV (1788-1808) y el virreinato de José de Iturrigaray
(1803-1808) la Nueva España observa una expansión en su territorio y en su número de
habitantes. Experimentaba, entonces, el impacto de una época de transformaciones bajo
el faro de lo que se dio en llamar ilustración y Siglo de las Luces. Durante este siglo se pasó
de dos millones a seis millones de habitantes. “hacia 1800 los criollos sumaban ya un
millón, el dieciséis por ciento del total de la población… un sesenta por ciento de la
población siguió siendo indígena, y cosa de un veinte por ciento mestiza.
Los anteriores hechos, junto a las condiciones prevalecientes de opresión española en la
Nueva España, a su vez provocaron el relajamiento de la dependencia colonialista y la
ulterior independencia de nuestro país de las amarras de la metrópoli. El trance histórico
inmediatamente posterior a la independencia, corresponde al llamado periodo de la

16
anarquía (1824-1855), durante el cual se definen claramente dos proyectos de nación y
que indican guerras, levantamientos, intervenciones extranjeras, golpes de Estado, la
pérdida de más de la mitad de nuestro territorio nacional a manos del expansionismo
norteamericano, etc. Por una parte el partido de los liberales que enarbolaban la bandera
del desarrollo del país, más o menos imbuidos en los principios del liberalismo europeo
en una tendencia modernizante en lo económico, ideológico, político y cultural, y
considerados como la fuerza del progreso. Por la otra parte el partido conservador que si
bien postulaba, al igual que los liberales, el desarrollo económico y educativo del país,
también se proponía férreamente la conservación de los privilegios de los grupos que
habían pertenecido a la esfera de los propietarios, y gozado de fueros, como la iglesia y el
ejército; éstos eran considerados como las fuerzas del retroceso.
En la primera parte dijimos que durante el periodo de la anarquía en nuestro País se
dieron 3 Constituciones, la del 4 de octubre 1824, y las dos constituciones que
corresponde a los periodos de dominación centralista: la de 1836 y la de 1846 que
instituyen un “supremo poder conservador”, establece la intransigencia religiosa, un
Órgano legislativo compuesto por dos cámaras, y un ejecutivo que duraría en el cargo 8 y 5
años, respectivamente. Durante el ínterin, los Estados Unidos maniobran para anexarse la
provincia de Texas, la Alta California, partes de Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas. El 2 de
febrero de 1848 se firma con los Estados Unidos el tratado de Villa Hidalgo que ratifica
dichas anexiones.

7. El proyecto liberal triunfante


Con la dictadura de Antonio López de Santa Anna en su apogeo y después de 30 años de
luchas, los grandes problemas nacionales no se habían resuelto con la independencia y,
por el contrario, pervivían dos proyecto de nación perfectamente opuestos y diferenciados
que determinaron, durante todo este trayecto, dos bandos políticamente definidos en
torno a dos imágenes de nación; por una parte el clero, el ejército y los conservadores,
quienes se resistían a perder fueros y privilegios, se habían constituido en herederos de los
intereses de los grupos de poder de la sociedad colonial y, por otra parte, los liberales
radicales y moderados que luchaban por la transformación del país con un credo de
libertad, igualdad, y fraternidad.
El Proyecto triunfante, incluidos tres años de guerra interna y cinco años más de
intervencionismo extranjero, fue el Proyecto liberal que, con sus Reformas, había cubierto
desde el estallido de la Revolución de Ayutla en 1854, y hasta la restauración de la
República en 1867, cuando Benito Juárez derrota al imperio de Maximiliano. Ya en la
Constitución liberal de 1857 se habían asentado las bases del México moderno,
estableciendo que los derechos del hombre son la base y objeto de las instituciones
sociales, prohíbe la esclavitud; decreta la enseñanza libre y gratuita, la libertad de trabajo,

17
de pensamiento y de imprenta, se prohíbe a las corporaciones religiosos o civiles la
adquisición de bienes raíces y hace residir la soberanía en el pueblo.

En este marco, al triunfo de los liberales en nuestro país durante el siglo XIX, se intentaron
adoptar los cánones del liberalismo económico como elemento consubstancial del Estado
capitalista.
El proyecto de orientación nacionalista tuvo que frustrarse por obstáculos de carácter
político, de poder, induciendo el desarrollo económico bajo un esquema de dependencia
hacia el exterior, adviniendo lo que pudiéramos definir como lógicas socio-históricas.
El arribo de Porfirio Díaz a la Presidencia de la República, tiende el puente hacia la
adopción de una ideología positivista y evolucionista, y para el desarrollo de un
liberalismo económico que constituye la gran propiedad de la tierra (1882-1888), bajo un
“modelo hacia fuera” de tipo primario exportador e industrial extractivo, haciendo de la
economía una economía capitalista tardía, desarticulada y dependiente, con las
compañías deslindadoras como principales beneficiarias y bajo la custodia de una
oligarquía terrateniente excluyente de las diversas expresiones políticas. En este contexto
surge la lógica democrático-liberal, representada por el movimiento de los trabajadores
organizados desde los círculos liberales del siglo pasado, hasta el Partido Liberal Mexicano
y la etapa liberal del flores-magonismo, que reclama la vigencia de la Constitución de
1857. Esta lógica llega a plasmarse de manera secundaria y formal, en el ordenamiento
político-jurídico que legaliza y confiere legitimidad al orden emanado de la Revolución
Mexicana, en cuanto pacto social populista (la Constitución Política de 1917), y que servirá
de base al nuevo sistema de dirección-dominación política.
Podemos llamar segunda lógica socio-histórica al movimiento masivo popular, que se
expresa en la segunda etapa del flores-magonismo radical y que reivindica una genuina
justicia a partir de 1906 y se expresa, asimismo, en las demandas sociales, incluso
socialistas, de esta corriente política impulsada por los Flores Magón junto a una pléyade
de revolucionarios.

A diferencia de lo que ocurrió durante el porfiriato, con esta lógica clasista-desarrollista se


expresa el deseo y convicción para el desarrollo de un proyecto capitalista con un
propósito nacionalista endeble.
El proyecto nacional de desarrollo permite al grupo triunfador de la revolución, captar el
apoyo e impulso individual, incorporando en la letra constitucional las demandas
populares, lo que constituyó una alianza con las clases dominadas bajo el eufemismo
político de “Pacto social” en tanto no se ahincaban plenamente las relaciones capitalistas.
Mientras funcionó el carácter nacional del proyecto que nació de la revolución, la alianza
entre el grupo gobernante y las clases dominadas, permitió la consolidación de un Estado
fuerte, la satisfacción de algunas demandas populares y la creación de las condiciones
propicias para un rápido desarrollo del país (la industrialización), a partir de los años

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cuarenta, cuando se modificó la anterior alianza con las clases populares y se da el
estrechamiento con la burguesía, y hasta la fecha, pero con la dominancia de los grupos
financieristas de los centros de poder mundial .
Si en los años veinte y treinta del siglo XX la preocupación del Estado fue la de incorporar a
las masas iletradas a los códigos de la modernidad del momento, a través de la educación
y la distribución equitativa del ingreso, forjar la ciudadanización real en el país para
consolidar la institucionalización en un Estado de Derecho; si en los años cuarenta y
cincuenta, del siglo pasado, la política del Estado se aderezaba para modernizar al país en
el plano de la industrialización, bajo una orientación nacional-desarrollista; si desde los
años sesenta y setenta se insistió, con un discurso sustantivamente incluyente, de la
necesidad imperiosa de “justicia social”, de preferencia a los marginados, de distribución
más equitativa de la riqueza social, etc. Si la política de modernización actual arremete,
bajo un modelo neoliberal, en franca decadencia, hacia una presunta recuperación de las
economía de las familias y un presunto desarrollo nacional, entonces, una lectura puntual
de las políticas estatales a partir del periodo posrevolucionario, particularmente de los
años cuarenta para acá, indica que el rasgo común de búsqueda de desarrollo y atención
de los grandes y potenciados problemas nacionales, ha sido una constante, pero cuyos
resultados son inexplicables y, sobre todo, injustificables.
Indudablemente que la búsqueda de explicaciones a estas contradicciones, ineficiencias
crisis, etc. se encuentran asentadas en los llamados “modelos de desarrollo” impuestos
desde el exterior, pero adoptados pasivamente y por intereses de grupo que se ha
impuesto
las más de las veces, a través de prácticas fraudulentas simulando una democracia
simulada.
La esperanza para la cristalización del cometido genuinamente democrático, la cifraron
desde un principio federalistas y centralistas, como ha quedado señalado y,
posteriormente, quienes observaron las grandes oportunidades que a ello posibilitaba, el
adecuar al pueblo mexicano, principalmente a su niñez y a su juventud, a una existencia
con desarrollo ciudadano y humano integral.
Los grupos de liberales y conservadores consideraban a la educación como un logro de sus
propósitos; los primeros, a través de las ideas de Don José Ma. Luis Mora, apuntaban que
la educación era un requisito indispensable para la libertad, pero que ésta no sería
factible, en manos del clero. Afirmaba Mora que era el Estado el que debía dirigir y regular
la educación pública; y en el caso de que intervinieran particulares en la misma tarea,
éstos tenían que ceñirse a las disposiciones gubernamentales (13).
El pensamiento de Ma. Mora es de una extraordinaria lucidez para entender, a la hora del
alumbramiento del liberalismo en México, la necesidad del papel conductor del Estado en

19
la tarea educativa, presentándose, además, una primera paradoja de negación de los
fundamentos privatistas de tal doctrina socioeconómica.
Según esto, el pensamiento liberal concebiría a la ley como un instrumento indispensable
para lograr una acción del poder público, capaz de conducir a lo largo y ancho del país a la
educación pública, en la perspectiva de conformación del perfil de ciudadano que su
proyecto requería: un ciudadano reconocido por el Estado con derechos y obligaciones.
Según esto, paradójicamente, la educación podía ser colocada al alcance de las masas solo
por un gobierno de ideología liberal. La educación acercaría, también a los beneficiarios
de esas leyes al conocimiento de tales obligaciones y derechos como ciudadanos. De ahí
que se le tomara como motor fundamental para la formación de una nueva sociedad, una
sociedad moderna que nunca se pensó fuera excluyente e injusta.
Los conservadores representados por Lucas Alamán, ya manifestaban desde 1823 que sin
educación no podía haber libertad, aunque aceptaban y/o proponían que ésta fuera
impartida por el clero.
Así, en los vaivenes violentos que caracterizaron aquellas décadas de “larga espera”
finalmente se impuso el grupo de los liberales y, con ellos, su proyecto.
La Revolución de Ayutla, de 1854-1856, como sabemos, terminó con la presencia de Santa
Anna en el escenario de la política nacional. Fue también una Revolución que permitió a
los liberales reinstaurarse en el poder y replantear las bases sobre las cuales habría de
erigirse el nuevo Estado Mexicano.
Hacia 1856 se reunió un nuevo Congreso Constituyente que tuvo como objetivo prioritario
el de establecer las instituciones políticas liberales a través de una Constitución Política.
El Congreso Constituyente de 1857-1858 fue de extraordinaria importancia, no solo por el
carácter de los debates que en el mismo se dieron, sino principalmente por el contenido
de sus conclusiones que tuviera como centro de la discusión la libertad de conciencia.
En materia educativa el logro fundamental del Congreso, que pasó a ser letra
Constitucional, fue el Artículo 3º. Constitucional que señalaba: “La enseñanza es libre, la
ley determinará qué profesiones necesitan título para su ejercicio y con qué requisitos
debe expedirse” (14). El carácter escueto de este mandato Constitucional refleja
evidentemente las grandes dificultades a las que los diputados constituyentes se
enfrentaron, sobre todo con las que representaban las resistencias conservadoras de las
llamadas “fuerzas del retroceso”.
La idea de la enseñanza libre tuvo múltiples interpretaciones por parte de los diputados
que hicieron uso de la palabra para apoyar o atacar las tesis respectivas; al respecto
pueden advertirse dos corrientes: a) Quienes pensaban que la enseñanza no podía ser
libre y que debería responder a los principios clericales y coloniales; esta postura fue la de
los conservadores. B) Aquellos que consideraban que la educación debería ser

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absolutamente libre, es decir, nadie podía normar o regular la enseñanza, porque tal
decisión estaría atentando contra la libertad; esta posición fue la del grupo de los
radicales.
Para el estado de cosas del momento, y según la correlación política de fuerzas al interior
del Congreso, tras interminables discusiones, al final se impuso la idea liberal juarista,
cuyo planteamiento fue que la enseñanza debía ser libre ajena a cualquier dogma o credo
religioso, pero vigilada por el Estado y en un marco de tolerancia hacia las creencias.
También media, de manera preponderante, la estructuración de la mentalidad de los
hombres que habían de articular un Proyecto de Estado y de Nación, cuya adquisición y
desarrollo de una fisonomía social sería posible a partir de la política y a través de la
educación. Se trata del impacto de la corriente liberal, en Europa como resultado del
desarrollo del capitalismo, cuyos vientos nos llegaron; y en nuestro país como
fundamento político e ideológico en la dirección de construir dicho sistema económico,
político y social, a partir de la evolución de nuestras necesidades nacionales, insertadas ya
en un plano de independencia respecto de las potencias desarrolladas y, particularmente,
de los Estados Unidos de Norteamérica con una permanente tensión.
EL grado en el que influyó el proceso educativo como tema de conciencia en la
conformación de la ideología y el eventual triunfo del proyecto liberal en nuestro país, se
dio a partir de los fuertes movimientos tendenciales aguijoneados por las luchas sociales
para superar las formas coloniales de dominación. Con el liberalismo, como dato histórico,
la educación contribuyó para aclarar la prospectiva nacional hacia derroteros de una
Nación moderna, pero no hacia los derroteros de una modernidad capitalista impuesta
que nos ha arrastrado como nación, hacia los peores flagelos que sociedad alguna pueda
padecer: hambre, analfabetismo, violencia imparable, descomposición del Estado,
depresión social, corrupción gubernamental y, junto con esta perniciosa circunstancia, o
por ella, el desmantelamiento nacional en marcha que amenaza con su exterminio; se
trataba sí, de una prospectiva nacional hacia derroteros de una nación moderna, como
bien lo señala la escritora en la materia, Martha Robles “…el liberalismo mexicano en lo
económico y en lo político, es el laicismo en lo educativo” (15).
De esto se trataba, y se trata, de un proyecto de nación cuyo proceso de industrialización,
como principal referente de la modernidad y el desarrollo, no representara riesgo o
peligro alguno en el marco de la producción, y, justo, mucho menos atentara contra la las
actividades fundamentales, potestad del Estado, como el de la educación, la salud, el
desarrollo tecnológico, etc. En este sentido, la interrupción del proceso educativo hacia la
modernización durante el largo periodo del porfiriato, no significó, sin embargo,
estancamiento en el orden económico nacional, aunque estuviera fundado en un sistema
hacendario de corte colonial: se trata del desarrollo incipiente, pero clave, de las
comunicaciones y transportes fincado en el crecimiento extraordinario de vías férreas y
construcción de caminos durante el periodo, el impulso a la industria manufacturera, y los

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montos considerables de capital extranjero, son ilustrativos al respecto, pero hacia un
industrialismo desbocado, y también dependiente del exterior, que provocó no solo
gigantescos costos sociales, sino, incluso, una Revolución social.

8. La educación porfirista y la Revolución Mexicana de 1910-1917


Se designa como porfiriato al amplio periodo de nuestra historia comprendido entre los
años de 1887 y 1910, época durante la cual el general Porfirio Díaz asumió la Presidencia
de la República, hasta convertirse en un dictador que, por más de 30 años, mantuvo el
control total del poder en México. No es exagerado considerar que el porfiriato puede
entenderse como la dictadura de los terratenientes aliados al clero y al ejército, y
preocupado por proteger la intervención económica y política de los capitales extranjeros,
hasta convertirse en una verdadera agencia de ventas de nuestra riqueza nacional a través
de las concesiones entregadas a los capitales internacionales. El control del poder público,
a través de los numerosos gobiernos que cubrió, sirvió al general Porfirio Díaz para
establecer una férrea dictadura en la que se impuso una total ausencia de libertad política
y de pensamiento, sofocándose con lujo de fuerza toda manifestación de inconformidad.
“Menos política y más administración” y “Mátenlos en caliente”, fueron sus frases con las
que justificó su intervención para suprimir cualquier inquietud popular por participar de
los asuntos públicos; esa fue “la paz porfiriana”.
Durante el régimen dictatorial de Porfirio Días se instauró en el Distrito Federal y
territorios de la federación, Sistema Educativo que abarcaba dese el jardín de niños hasta
la universidad. Pero no hubo continuidad a la estructura programática e ideológica
instauradas por Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada. Ahora, bajo el porfiriato, se procuraba
la formación de hombres individualistas, al servicio del sistema que se había enquistado,
dejando de lado la instrucción y la educación popular, ni hablar de la educación rural, ni de
la educación técnica y agrícola. La educación durante este periodo tuvo un carácter
intelectualista y de selección “natural” del más fuerte, como extensión del régimen
colonial.
Durante la época, con un retraso de cuatro siglos, herencia de la colonia, más las rémoras
que dejara el intervencionismo extranjero y la dictadura porfiriana durante la segunda
mitad del siglo XIX y ya entrado el siglo XX, la ignorancia del pueblo era atroz y
generalizada, también el fanatismo, el cúmulo de prejuicios y, encima, la intolerancia de un
gobierno que sometía a la muerte a toda disidencia política; todo ello requería de
esfuerzos colosales, inmensos, para una transformación social, económica, educativa,
técnica y cultural, que solo el Movimiento Revolucionario de 1910 podía procurar.
La educación, entre tanto, resultaba de una significación social casi nula; más del 80% de
la población estaba condenada a la ignorancia, a la explotación, y a la pobreza extrema y
eterna. Los contenidos cientificistas de corte positivista de la época, adaptado por la
dictadura porfirista bajo el principio de “orden y evolución”, fueron el pretexto para una
vida de holgura, derroche y fatuidad de aristocracia porfiriana, que tuvo como núcleo
político a las “sociedades científicas” o grupo de “los científicos”. Las necesidades de éstos

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los hacían orientar hacia la imitación fatua de lo extranjero, en desprecio de los valores
propios de la nación y su herencia cultural milenaria (16). Mientras tanto el clero cubría
los espacios de la educación elemental para mantener su hegemonía junto a los
empresarios terratenientes en la sociedad de aquel entonces.
Basta agregar, en la descripción educativa del periodo, que de los poco más de 15 millones
de habitantes Mexicanos en 1910, 11.981 millones era analfabeta absoluto”, no sabía leer
ni escribir (78.5%); “de ellos, 7, 065,456 eran mayores de 12 años; 2, 168,980 eran niños
en edad escolar, de seis a doce años; y 2, 608, 832 eran niños de la primera infancia de
entre uno y cinco años (17).
La opresión política y social, la ignorancia y la miseria, la crisis económica, fueron factores
para la eclosión revolucionaria de 1910.
La nueva preocupación política fue, entonces, la de conformar un gobierno republicano y
democrático capaz de satisfacer las demandas populares.
Si a la primera generación de liberales del siglo XIX correspondió articular las primeras
bases constitucionales para la construcción de un nuevo Estado moderno que, igualmente
tuviera como tarea el conculcar fueros y privilegios de la iglesia y corporaciones, como el
ejército; que impulsara la idea y construcción de una soberanía nacional frente a las
rémoras del dominio y orden colonial; destronar, como principio y realidad, a la majestad
de la iglesia todopoderosa, procurando en su lugar las brechas para el avance de las
ciencia como preludio de un cambio de mentalidad, que avanza de un estado de
postración y sometimiento, a otro de “libre” desarrollo de la iniciativa personal y de
“asalto al cielo” por la razón; así, el progreso y la libertad figuraban programáticamente
como una de las razones centrales de la filosofía social del liberalismo mexicano; lo mismo
la igualdad social como inspiración de este ideario que, si bien abreva en los
planteamientos del liberalismo clásico europeo, así como en los de sus fines mediatos e
inmediatos, también se configura (el liberalismo mexicano) a partir de la propia historia y
realidades mexicanas que representaron una primera vía de salida a los problemas
cotidianos de nuestro país, entonces en ciernes.
Si a esa primera generación le correspondió cubrir, intentando resolver semejantes
problemas, ahora a los constitucionalistas revolucionarios les correspondía afianzar
institucionalmente al Estado capitalista moderno que, a semejanza de ese primer
liberalismo juarista que reivindicó al hombre como valor supremo, a la libertad como
condición de esa vida humana, la democracia como método de la libertad, y una vocación
antiimperialista para hacer saber a todas las potencias extranjeras, que los mexicanos
habremos de defender nuestras causas democráticas y a nuestro país de toda injerencia y
abuso que pudiera nuevamente ocurrir, ahora, a las generaciones presentes, de jóvenes y
adultos, nos corresponde blandir nuestra conciencia histórica como idea motora de

23
cambio, y hacer de nuestra idea motora en de cambio la acción transformadora, para
preservar independencia y soberanía como pueblo legitimado por la historia.
La Revolución Mexicana que derrotara a la dictadura porfirista y al usurpador Huerta,
provocó grandes destrozos materiales, sufriendo las actividades civiles una
desorganización total. Las comunicaciones se vieron igualmente desquiciadas y, por lo
tanto, “la posibilidad de registro de datos fidedignos de cuánto y cómo influyó en la
educación” (18). Pero, con toda seguridad, las exiguas actividades educativas se vieron
interrumpidas, o estropeadas, como el resto de la actividad social en el país.
Vale la pena situar un propósito desesperado, que se dio en el interludio del final de la
dictadura y el principio de la Revolución que no prosperó. Siempre ocurre como estertores
de muerte de regímenes que se niegan, por su propia naturaleza, a dar paso a nuevas
realidades, a nuevas formaciones sociales, obligadamente por el paso del tiempo, de la
circunstancia, y de la historia.
Se trata del intento desesperado del gobierno de transición, representado por Francisco
León de la Barra, al pretender paliar, y aún detener, el movimiento revolucionario, con
medidas parciales a través de la educación, pretendiendo ilusamente con ello atender las
necesidades nacionales. Para ello propone, por Decreto, “crear las Escuelas Rudimentarias
para enseñar a leer y a escribir y las operaciones del cálculo más usuales, principalmente a
los indígenas; la Secretaría de Educación Pública y Bellas Artes queda autorizada para
establecer escuelas en cualquier parte de la República, donde el analfabetismo sea mayor.
Y aunque dicho Decreto pretende tratar paternalmente a los conglomerados indígenas,
dando comida y vestido a los más necesitados, con un presupuesto anual de 300 mil pesos
anuales, las condiciones reales imposibilitan su realización. Sin embargo, el problema de la
educación popular queda plantado y poco más tarde, mediante una encuesta pública que
propicia el gobierno de Madero, se orienta la conciencia nacional y los hombres del
pueblo, convertidos en gobernadores y jefes militares, abordan la solución no solo de los
problemas educativos, sino de los agrarios, obreros y de justicia social que
indivisiblemente y en conjunto postula la Revolución” (19).
Un remate en esta apretada síntesis de los planteamientos de educativos de la Revolución
Mexicana de 1910-1917, son las consideraciones del Maestro Rafael Ramírez que señala: “
Es preciso enfocar la escuela hacia los amplios horizontes de la agricultura…La educación
industrial es un grito de rebeldía, un acto de protesta contra esa educación que nos mata
la voluntad, pervierte los ideales y agota la confianza… a) los oficios no son más que un
medio para desarrollar la aptitud técnica; de ahí la idea de hacer de la escuela primaria un
lugar, un distinguidísimo lugar, a los trabajos manuales; b) la instrucción es un medio y no
un fin, por lo cual la enseñanza debe ser variada e impartirse mediante el contacto directo
entre alumnos y maestros; c) en todo momento hay que poner en manos de los
educandos instrumentos útiles para producir y no como talismán para abrir las puertas a
carreras hechas; d) toda adquisición intelectual, así como el progreso educativo

24
correspondiente, implica que las nociones aprendidas sean confirmadas por los actos del
discípulo; e) en las escuelas de todo tipo se debe educar primero; educar y adiestrar
después, y educar y especializar al fin…
“Por tanto –agrega- no especialicemos en la escuela tan temprano a la juventud y
dediquémonos, con ahínco, a darle una sólida y amplia cultura técnica; pues siempre será
más efectivo y determinante lo que el medio social imponga… es necesario orientar la
enseñanza científica de las escuelas en el sentido de las aplicaciones inmediatas a la
agricultura, a la industria, al comercio y a las actividades manuales, pero siempre, y en
todo caso, fundar toda la enseñanza en métodos conducidos por orientadores
profesionales” (20).
En pleno movimiento de la Revolución Mexicana, surge y fenece la llamada “Escuela
Racionalista” cuyos principios pedagógicos quedaron establecidos en seis puntos:
1. El sistema de organización de las escuelas primarias en el Estado debe tener como
orientación básica la libertad.
2. Para que esa libertad pueda existir, es necesario que el niño está colocado en
medios que satisfagan las necesidades ingénitas de su desarrollo.
3. Son medios normales que favorecen este desarrollo: la granja, el taller, la fábrica,
el laboratorio, la vida.
4. Para poder cumplir con esas finalidades, es indispensable que la primaria actual se
transforme en los medios aludidos.
5. El maestro debe trocar su misión instructiva en la de un hábil excitador de la
investigación educativa que conduce a una educación racional.
6. Por el interés del trabajo, el niño transforma su egoísmo en amor a su familia, a su
raza, a la humanidad, y será, en consecuencia, un factor de progreso (21).
El momento culminante de la educación racionalista fue la celebración, en enero de 1922,
del Tercer Congreso Nacional de Maestros, efectuado en Guadalajara Jalisco. Ahí, después
de tormentosas sesiones, se aceptó por abrumadora mayoría luchar por la implantación
de sus principios en las normales y primarias de todo el país. La reunión fue convocada por
la Confederación Revolucionaria Obrero-campesina (CROC), organización sindical que tuvo
una activa participación en asuntos educativos durante ese periodo (22).
En el terreno de los hechos, sin embargo, a partir del Congreso Constituyente de 1916-
1917, que estableció el nuevo “Pacto Social” se afirma una orientación laica, obligatoria y
gratuita de la educación que, además, rescataba el carácter libre de la enseñanza, pero
negando a las corporaciones religiosas impartirla en el nivel primario; al respecto se
declaraba:
“La enseñanza es libre, pero será laica la que se imparta en los establecimientos oficiales
de educación, lo mismo que la enseñanza primaria y superior que se imparta en los
establecimientos particulares.

25
“Ninguna corporación religiosa ni ministros de culto podrá establecer o dirigir escuelas de
educación primaria.
“Las escuelas primarias particulares solo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia
oficial”.
En los establecimientos oficiales se impartirá gratuitamente la enseñanza primaria” (22).
En ese tenor, por Decreto Presidencial en 1921, se crea la Secretaría de Educación Pública
por iniciativa de José Vasconcelos, quien a partir de la organización departamental de la
nueva institución, despliega su obra a través de la creación de escuelas para indígenas, el
establecimiento de bibliotecas públicas en toda la república, la producción y difusión de
obras clásicas de literatura; todo ello a tono con el rescate de las tradiciones y cultura
nacional. Vasconcelos había luchado por sentar las bases de un verdadero Sistema
Educativo Nacional, (junto a la iniciativa de creación de la SEP) en el que se combinaba,
por un lado, la garantía de una participación firme del gobierno federal para impulsar la
enseñanza pública y, por otro lado, el respeto a las expresiones estatales y regionales en
materia educativa. Se trata, sin duda, de una etapa floreciente y esperanzadora de la
educación pública como factor civilizatorio para los mexicanos.
La atención a le educación rural tuvo por primera vez una importancia sin precedentes,
realizándose intentos formidables para hacer llegar las primeras letras a millones de
mexicanos que se debatían en la ruindad de la ignorancia, a través de los “maestros
misioneros” y de las “misiones culturales”; se impulsa la construcción de escuelas y se
extiende, de manera importante, el establecimiento de bibliotecas públicas, como ha
quedado señalado.
9. El Cardenismo
Durante el cardenismo, frente a las primeras noticias de implantación de la educación
socialista, se presentó una cerrada posición de los sectores que veían amenazados sus
intereses: la iglesia católica, sociedades de padres de familia, grupos de intelectuales, la
derecha laica, etc. La iglesia, por su parte, seguía defendiendo con tenacidad el derecho
de los padres de familia de ofrecer a sus hijos la educación que les pareciera conveniente,
y el derecho de la iglesia de enseñar libremente su doctrina.
La oposición de este sector se sustentaba, además, en el rechazo al “liberalismo
anticlerical” y al “socialismo ateo”. A partir de 1934, el arzobispo Pascual Díaz propuso a
los feligreses impedir, por todos los medios, el establecimiento y la difusión de la
enseñanza socialista; retirar a los hijos de esa enseñanza en caso de que no se
reconocieran y respetaran “los derechos paternos”; y recordaba también a los párrocos y
sacerdotes la grave obligación de instruir a los padres de familia sobre “sus deberes” en
esta materia, advirtiéndoles que serían indignos de la recepción de los sacramentos y de la
de la absolución si no cumplían con sus obligaciones. Recordaba asimismo a los profesores
de ambos sexos que incurrirían en excomunión si enseñaban el socialismo marxista; “…el

26
arzobispo recordaba que había derechos anteriores a toda Constitución y superiores a
ellas: los religiosos; los de educar a sus hijos; los de la vida; los de la propiedad privada; y
los demás derechos naturales” (23). Los laicos católicos, por su lado, haciéndose eco de la
labor de “Acción Católica Mexicana” (ACM), exigían restaurar el cristianismo frente a los
propósitos para alejar a la sociedad mexicana de estos principios. También pensadores no
religiosos criticaron a la educación socialista aduciendo la inconveniencia de intentar
transformar estructuralmente a la sociedad mexicana a través de la escuela, cuando ésta
debería estar dedicada a la transmisión de conocimientos y “mantener viva la tradición
intelectual”.
Finalmente los padres de familia organizados en la Unión Nacional de Padres de Familia
(UNPF), pugnaban por una “verdadera” libertad de enseñanza, así como por la revisión de
la legislación para garantizar a los padres de familia la libertad para elegir el tipo de
educación que deseaban para su hijos (Ver Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y
Ley Orgánica de Educación de 1942). No obstante, durante el periodo cardenista se impulsó la
educación popular a través de la construcción de escuelas, la promoción de la educación
agrícola e industrial, la atención de la educación técnica a través del Consejo Nacional de
la Educación Superior y de la investigación Científica, se fundó un sistema de internados
indígenas que ofrecían alojamiento, alimentación etc.
Con este conjunto de factores, el catalizador, sin embargo, fue el permanente impulso
civilizatorio que en la historia de nuestro país se fue experimentando.
Desde las ideas y obra gubernamental de José Ma. Luis Mora y del Presidente Valentín
Gómez Farías, se fueron sedimentando las bases para el laicismo en la educación, no sin
arduas resistencias se logra posicionar tal condición humana, la del laicismo, como política
de Estado a partir de la Revolución de Reforma y hecha letra constitucional, durante el
periodo presidencial de Don Sebastián Lerdo de Tejada. El Presidente Juárez había hecho
avanzar, a través de la expedición de las Leyes de Reforma, los principios tan largamente
debatidos y disputados: la separación de las funciones de la iglesia de las funciones del
Estado, que junto a la libertad de creencias y de cultos, vino a terminar con la intolerancia
religiosa e impulsar una nueva orientación a la enseñanza y a la educación. De esta
manera, con las leyes juaristas de instrucción pública de 1867 1869, quedó implantado el
laicismo en México. Con este fundamento legal, el Presidente Lerdo de Tejada por Decreto
del 10 de diciembre de 1874 estableció la orden de carácter Constitucional:
Art. 1º. El Estado y la iglesia son independientes entre sí. No podrán dictarse leyes
estableciendo ni prohibiendo religión alguna; pero el Estado ejerce autoridad sobre todas
ellas en lo relativo a la conservación del orden público y a la observancia de las
instituciones.
Art. 4º. La instrucción religiosa y las prácticas oficiales de cualquier culto quedan
prohibidas en todos los establecimientos de la Federación, de los Estados y de los

27
Municipios. Se enseñará la moral en los que por naturaleza de su institución lo permitan,
aunque sin referencia a ningún culto (24).
En 1917, el Artículo 3º. De la Constitución promulgada el 5 de febrero, reitera y consolida
los principios laicos:
l. La enseñanza será laica en todos los establecimientos oficiales, así como en los de
educación primaria superior.
ll. Se prohíbe a toda corporación religiosa y a ministros de cualquier culto para establecer
o dirigir escuelas de instrucción primaria.
lll. Las escuelas primarias quedarán sujetas al control oficial.
lV. La enseñanza será gratuita en los establecimientos oficiales.

Asimismo la escuela racionalista de origen español, con un intento de funcionamiento en


México hacia los años veinte del siglo pasado, instituía entre sus principios: “La misión de
la escuela consiste en hacer que los niños y niñas que se le confíen lleguen a ser personas
instruidas, verídicas y justas, y libres de todo prejuicio. Para ello sustituirá el estudio
dogmático por el razonado de las ciencias naturales…No es verdadera educación sino la
que está exenta de dogmatismos” (25). Con este bagaje del itinerario histórico de la
educación, durante el cardenismo, en noviembre de 1934, se Decreta la Educación
socialista:
Artículo 3º. La educación que imparta el Estado será socialista, y además de excluir toda
doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela
organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un
concepto racional y exacto del universo y de la vida social.
Sólo el Estado –Federación, Estados, Municipios- impartirá educación primaria, secundaria
y normal. Podrán concederse autorizaciones a los particulares que deseen impartir
educación en cualquiera de los tres grados anteriores, de acuerdo en todo caso con las
siguientes normas:
l. Las actividades y enseñanzas de los planteles particulares deberán ajustarse, sin
excepción alguna, a lo preceptuado en el párrafo inicial de este Artículo, y estarán a cargo
de personas que en concepto del Estado tengan suficiente preparación profesional,
conveniente moralidad e ideología acorde con este precepto. En tal virtud, las
corporaciones religiosas, los ministros de los cultos, las sociedades por acciones que
exclusiva o preferentemente realicen actividades educativas, y las asociaciones o
sociedades ligadas directa o indirectamente con la propaganda de un credo religioso no
intervendrán en forma alguna en escuelas primarias, secundarias o normales, ni podrán
apoyarlas económicamente;

28
ll. La formación de planes, programas y métodos de enseñanza corresponderá en todo
caso al Estado;
lll. No podrán funcionar los planteles particulares sin haber obtenido previamente, en
cada caso, la autorización expresa del poder público, y
lV. El Estado podrá revocar, en cualquier tiempo, las autorizaciones concedidas. Contra la
revocación no procederá recurso o juicio alguno.
Estas mismas normas regirán la educación de cualquier tipo o grado que se imparta a
obreros y campesinos.
La educación primaria será obligatoria y el Estado la impartirá gratuitamente.
El Estado podrá retirar discrecionalmente en cualquier tiempo el reconocimiento de
validez oficial a los estudios hechos en planteles particulares.
El Congreso de la Unión, con el fin de unificar y coordinar la educación en toda la
República, expedirá las leyes necesarias, destinadas a distribuir la función social educativa
entre la Federación, los Estados y los Municipios, a fijar las aportaciones correspondientes
a ese servicio público y a señalar las acciones aplicables a los funcionarios que no cumplan
o no hagan cumplir las disposiciones relativas, lo mismo que a todos aquellos que las
infrinjan (26).
Fue este periodo, por lo visto, en nuestra historia hasta la actualidad, el que recoge con
creces, la herencia de las Revoluciones habidas en nuestra Patria. Comenzaría la “jauja” de
los avances en materia económica que, paradójicamente conformaría el núcleo de
“avanzada” en materia de crecimiento económico en el país, una clase empresarial
“exitosa” a la sombra del Estado, pero nunca proclive, en su mayoría, al desarrollo
genuino del país.
10. El desarrollismo
En ese espacio, tiempo, y circunstancia histórica, algunos de los elementos que habían
provocado la desestabilización social, como fueron los distintos grupos políticos que
intentaban arribar al poder, ya habían sido debilitados y/o conculcados. El planteamiento
de la educación socialista no solo había perdido apoyo dadas sus condiciones entre el
planteo de sus principios y su falta de correspondencia e ineficacia en los contornos
sociales reales del país; en su lugar se promovía ya la circulación de textos y propuestas de
carácter nacionalista. La tarea primordial del nuevo régimen, encabezada por Ávila
Camacho, dio cuenta de la política de “Unidad Nacional” desde el principio de ese
régimen. Se puntualizó, desde entonces, una tarea ingente para la educación pública en
México: configurar la unidad nacional, de manera firme, en la dirección de industrializar al
país.

29
En esta lógica socio-histórica, el Estado nacido de la Revolución Mexicana adquiere un
carácter social (autoritario), aunque crea la propiedad privada como una concesión,
antepone, de manera formal, el interés de un derecho social al derecho privado; inicia en
nuestro país el periodo del llamado “capitalismo salvaje” (1940-1955), cuando el
incremento de la acumulación capitalista se efectúa gracias al descenso de los ingresos
reales de los trabajadores asalariados. De esta manera el Estado social estuvo incompleto,
sin que “lo social” pudiera presentarse en toda su expresión con probables elevados
niveles de vida de todos los mexicanos. Por el contrario, mantener y acelerar la
acumulación de capital en medio del atraso social, implicó autoritarismo, el cual adoptó la
forma de control organizacional y político de las clases subordinadas (27), sin dejar de
reconocer los avances que permitieron establecer los llamados derechos sociales de los
trabajadores, como fue la creación del ISSSTE, INFONAVIT, IMSS, Derecho a la jubilación
de los trabajadores, etc.

Sin embargo, es importante señalar que las relaciones de subordinación de la sociedad


civil, respecto del Estado, es un hecho que viene configurándose con las prácticas
caudillistas desde la década de los veinte y, más particularmente, a partir de la
constitución del Partido Nacional Revolucionario (PNR) como “una creación del aparato
estatal” que con todo su peso contribuyó a su creación (28).

El Estado mexicano emanado del movimiento de la Revolución Mexicana de 1910-1917,


que fue fraguando y consolidando el poder político, a la vez que se conformaba como un
verdadero Estado Nacional, implicó, en primer lugar, la permanente movilización de las
masas sociales; la unidad nacional solo sería posible eliminando “las fuerzas centrífugas de
poder regionalista, el establecimiento de la paz social, y la reinstauración del “monopolio
de la violencia legal”, el diseño y promoción de un Proyecto de Desarrollo en el que las
clases sociales y la nación entera reconocieran la defensa y estímulo de sus específicos
intereses, la recuperación del país de su soberanía sobre sus recursos naturales (Artículo
27 Constitucional), y el aseguramiento de su soberanía política que permitiera al Estado
adoptar decisiones realmente propias (29). Tal proyecto nacional de desarrollo permite al
grupo triunfador de la revolución, cooptar el apoyo e impulso popular y consolidar la
legitimidad del Estado en lo que constituyó una alianza con las clases dominadas, bajo el
eufemismo político de "pacto social", en tanto se fueron ahincaban plenamente las
relaciones capitalistas.

En tanto funcionó el carácter nacional del proyecto que nació de la revolución, la alianza
entre el grupo gobernante y las clases dominadas, permitió la consolidación de un Estado
fuerte, la satisfacción de algunas demandas populares y la creación de las condiciones
propicias para un rápido desarrollo del país (la industrialización), a partir de los años

30
cuarenta, cuando se modificó la anterior alianza con las clases populares y se da el
estrechamiento con una emergente burguesía que ha dependido siempre del Estado,
hasta la fecha.

La Convención del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) de 1939, en la que se eligió a


Ávila Camacho como candidato a la Presidencia de la República, aprobó el Plan Sexenal
(segundo Plan sexenal) entre cuyos puntos básicos se encontraba el de la educación que
estipulaba el cumplimiento del Artículo 3º. Constitucional de 1934, así como el rescate de
la cultura y la técnica para los sectores de los trabajadores.
Durante el sexenio avila-camachista fueron nombrados tres Secretarios de Educación
Pública, lo cual expresa el tono conflictivo de las relaciones sociales en torno a la
educación: Fueron nombrados, consecutivamente, el Licenciado Luis Sánchez Pontón de
orientación socialista; el Licenciado Octavio Vejar Vázquez de orientación anticomunista; y
el Licenciado Jaime Torres Bodet ni socialista ni anticomunista, sino de orientación
nacionalista.
En materia educativa la obra fundamental estuvo a cargo de Torres Bodet, que
desarrollaría su obra, inicialmente, teniendo como base jurídica fundamental, la Ley
Orgánica de educación de 1942, que matizaba, hasta cambiarlo, el carácter socialista que
se había procurado imprimir a la educación durante el Cardenismo, preparando el terreno
para su inminente Reforma. Asimismo se inicia la tradición de las campañas de
alfabetización (1942) que se prolongaría hasta el gobierno de López Mateos durante el
segundo periodo de gestión de Torres Bodet al frente de la Secretaría de Educación
Pública.
Si bien la Reforma al Art. 3º. Se efectuó hasta 1946, ya la Ley Orgánica de Educación 1942
señalaba con claridad los nuevos derroteros por los que transitaría el país en materia de
educación: Fomentar el íntegro desarrollo cultural de los educandos dentro de la
convivencia social, preferentemente en los aspectos físico, intelectual, moral, estético,
cívico, militar, económico, social, y de capacitación ara el trabajo; excluirá toda enseñanza
o propagación de cualquier credo o doctrina religiosa; contribuirá a desarrollar y
consolidar la Unidad Nacional, excluyendo toda influencia sectaria, política y social
contraria o extraña al país, y establece el propósito de afirmar en los educandos el amor a
la patria y a las tradiciones nacionales, la convicción democrática y la confraternidad
humana (30).
Durante el periodo se invierte un empeño sin precedentes en la reorganización e
instrumentación de la educación nacional. Se funda el Consejo Nacional de Educación
(antecedente del Consejo Nacional Técnico de la Educación); se funda la Escuela Nacional
de Especialistas; se reorganiza el Politécnico Nacional, etc. En la instrumentación se
fundan miles de centros de enseñanza, se imprimen miles de “Cartillas de Alfabetización”,
y se inician los programas oficiales de construcción de escuelas.

31
Estaba preparado, pues, el terreno para estructurar, con un impulso innovador y
moderno, las directrices de la educación pública en México, bajo el esquema o enfoque
del desarrollo del país.
El crecimiento económico capitalista montado en la virtual inmovilidad de un sistema
político con fuertes rasgos autoritarios, dio como resultado una estructura social muy
distante de la esperada en un régimen revolucionario comprometido con la justicia social.
Cuando México entró a la segunda guerra mundial, se encontró como aliado de un país
que hasta hace poco parecía la principal amenaza a su soberanía e incluso a su existencia.
Así, al terminar la guerra México se descubrió integrado a la zona de influencia
norteamericana. Se dirigían hacia allá el grueso de las materias primas exportadas y
provenían de allá la mayor parte de los bienes de capital requeridos para la sustitución
industrial de importaciones. Desde entonces, entre el 70% y el 80% de las transacciones
internacionales de México han tenido como origen o destino a los Estados Unidos.
Si para el cardenismo la preocupación dominante había sido sentar las bases de una
sociedad más justa y congruente, en correspondencia con la Revolución Mexicana, para el
grupo joven de civiles llegados al poder en 1946 con el presidente Miguel Alemán Valdez,
la obsesión fue primero crear la riqueza mediante la sustitución industrial de
importaciones tradicionales, y repartirla luego de acuerdo con las demandas de “la justicia
social”. Nadie puso fecha a la segunda fase y los dirigentes oficiales y privados del país se
interesaron tan solo en acumular capital sin distribuir ningún beneficio, pero, ahora, el
actual grupo de la oligarquía mexicana ha llegado al extra-límite de entregar
impunemente la Patria al extranjero.
En este contexto, Se precisa, de manera prioritaria, revertir la orientación de las políticas
gubernamentales que han respondido, preferentemente y con exclusivismo, a los
requerimientos de los grupos minoritarios y las élites enquistadas en el poder. En
particular se hace necesario fortalecer al conjunto del sistema educativo, desde la
educación básica hasta la superior, para la formación de una ciudadanía con conciencia
crítica, capaz de postular la vida humana como valor supremo, una conciencia que haga
realidad la libertad como condición de una vida humana plena, establezca la democracia
participativa como método de la libertad, y promueva a conformar una actitud nacional e
internacional de preservación de nuestra independencia política, económica, cultural,
educativa y social.
Los problemas actuales del país representan una gran responsabilidad para todos los
mexicanos, tanto desde el quehacer político, como de cualquier otro en orden a la
convivencia democrática. Es sin duda a través de la recuperación de las mejores
tradiciones culturales y educativas, como el Estado mexicano podrá cubrir al pueblo sus
deudas ancestrales. Tal posibilidad requiere incorporar a la mayoría de la población al
código teórico y práctico de una civilización no excluyente y de más altos niveles socio-

32
culturales, para llegar a ser, como país, actores e impulsores del desarrollo y la
transformación social, y no solo entidades subordinadas a dictámenes y dependencias
ajenos a la conciencia nacional; en ello, la Participación Ciudadana resulta crucial.
En lo sucesivo se afianzaría el carácter de la educación para promover el desarrollo
económico a partir del gobierno de Miguel Alemán Valdez, bajo una orientación
abiertamente industrialista, y decididamente promotora de las inversiones privadas.
Durante el periodo de este Presidente se concibe y promueve la orientación desarrollista
de México, con el impulso a la iniciativa privada alentada y subsidiada por el gobierno.
En el campo educativo se dio un nuevo impulso a la labor alfabetizadora al crearse la
Dirección General de alfabetización en 1948; se promueve la creación de las escuelas
prácticas de agricultura a través de la Dirección General de Enseñanza Agrícola, y se da un
importante apoyo al desarrollo de la educación secundaria, retomando la tradición
inaugurada por Moisés Sáenz, con claridad en sus ideas que postularon que “El programa
esencial de la educación debe desarrollarse en estas cuatro cuestiones: cómo conservar la
vida, cómo ganarse la vida, cómo formar la familia, cómo gozar de la vida…” Solana
Morales, et. Al. Tomado de (31). En 1947 se crea la Dirección General de Enseñanza
Normal, así como el Instituto Federal de capacitación del magisterio, con el objeto de
resolver los rezagos en la formación profesional de los maestros y atender eficazmente la
demanda educativa del país. Durante la gestión del Presidente Adolfo Ruiz Cortines,
básicamente se dio continuidad al funcionamiento de las “Misiones culturales”, a las
campañas de alfabetización, y en 1957 se crea el Consejo Nacional Técnico de la
Educación (CNTE) que fungiría hasta 1990, y como Consejo Nacional Técnico, como
Órgano de consulta de la SEP. “La SEP mantuvo la orientación educativa del sexenio, por
los derroteros de la filosofía educativa de Torres Bodet con un énfasis marcado por la
mexicanidad, o sea el sentido de la Unidad Nacional (32).
En lo sucesivo, la huella significativa de la educación pública, nuevamente a cargo de
Jaime Torres Bodet, estaría cifrada en el reordenamiento de la educación primaria que
tuvo como finalidad atacar el rezago educativo y ampliar la cobertura, ofreciendo
educación a toda la niñez mexicana (objetivo que no se ha cubierto plenamente hasta la
actualidad), todo ello enmarcado en un “Plan de Enseñanza Primaria” (Plan de once años)
a partir de 1959 y antecesor de la Reforma educativa de 1970.
Digno de destacar de este periodo de gestión de la educación pública, es la publicación de
los libros de texto gratuitos, así como la programación educativa a partir de grandes
bloques de materias: Conservación de la Salud y Mejoramiento del Vigor Físico;
Investigación del Medio y Aprovechamiento de los Recursos naturales; Comprensión y
Mejoramiento de la Vida Social; Aritmética y Geometría; Actividades Prácticas; Actividades
Creadoras; Programación que en la educación básica fue el antecedente inmediato de la
Reforma Educativa que estableció las “Áreas de conocimiento” y adjunta la metodología
“global de análisis estructural”, a partir del periodo de Luis Echeverría Álvarez,

33
introdujeron una metodología para nada adaptable a las condiciones del desarrollo
nacional, y hacia pretendidas y de moda proyecciones “constructivistas”, hasta la fecha.

10.1 LA EXPANSIÓN EDUCATIVA


A pesar de la fuerte expansión experimentada por el Sistema Educativo Nacional durante
las décadas de los años cincuenta y sesenta, y la promoción de los niveles de escolaridad a
partir de 1970, se puede observar una fuerte estratificación en las oportunidades
educacionales.
“…de los 16.8 millones de personas que tenían más de 24 años en 1970, el 38% nunca
había asistido a la escuela, el 29% había cursado entre uno y tres años de primaria, y 24%
entre cuatro y seis años de primaria; el 6% tenía estudios de nivel medio y solo el 3% había
llegado a acreditar estudios de nivel universitario” (33).
Justo en la última etapa de los propósitos educativos de los regímenes posrevolucionarios,
el esquema de la política del “Desarrollo estabilizador” agonizaba; casi 30 años de
crecimiento histórico de la economía mexicana tocaba su límite.
El movimiento estudiantil de 1968 fue la expresión más clara del desgaste del discurso
oficial, así como del anuncio de la inoperancia del “modelo estabilizador” en el marco de
la economía nacional y su fuerte dependencia hacia el exterior, particularmente de los
Estados Unidos de Norteamérica.
En el discurso educativo echeverrista podemos apreciar la insistencia acerca de la
apertura de los servicios escolares en todos los niveles, consecuencia de los propósitos
presuntamente democratizadores con los que se inauguró este gobierno; la promoción de
las condiciones sociales para una distribución equitativa de los bienes materiales y
culturales “dentro de un ambiente de libertad”; el fomento de la actividad científica y
tecnológica para responder a las necesidades del desarrollo nacional con independencia;
propiciar la visión de la democracia como la forma de gobierno y convivencia que permita
a todos participar en la toma de decisiones orientada al mejoramiento general de la
sociedad; modernización científica y pedagógica para propiciar “una cultura social más
racional y en busca de la eficiencia”. Por otro lado, la readaptación de los libros de texto
gratuitos de la enseñanza primaria, responde firmemente a tales propósitos que, no
obstante, se enfrentaron a una cerrada oposición por parte de sectores conservadores de
la sociedad. En particular se atacaron los contenidos que versaban sobre la educación
sexual y la “orientación extranjerizante de los contenidos de las ciencias sociales. Las
instituciones de una educación para la democracia y la justicia social no pudieron
concretarse y, sin embargo, vistas las cosas a la distancia, aunque tal Reforma no
constituía un proyecto congruente teórica y prácticamente, pero representó un intento en
la renovación educativa del país.

34
A pesar de que la educación ha sido un área primordial de atención del Estado mexicano
para el refrendo ideológico y político de su legitimidad, es la esfera productiva,
específicamente en la distribución de la riqueza social, en la que se venía asegurando
ciertos equilibrios para el sistema; por ello durante el gobierno de José López Portillo se
dio prioridad a los intentos de reactivación de la actividad económica en detrimento del
gasto social, en especial del gasto educativo.
Desde el principio del gobierno Lopez-portillista se anunció el ciclo escolar de nueve
grados, lo que indicaba no solo universalizar la enseñanza secundaria, sino, en principio,
abatir en todos los aspectos los rezagos de la enseñanza primaria. Al respecto el
Secretario de Educación Pública, Fernando Solana Morales, hizo notar que en 1910 el 75%
de los niños se había quedado sin inscripción; en 1925 la cifra se redujo al 68%; en 1940 al
50%; en 1960 al 35%; en 1977 al 13%; en 1978 al 8%; y anunció que para septiembre de
1980 no debería quedar sin inscripción ningún niño (34). El asunto del ciclo unificado de
nueve grados, hasta la actualidad se sigue debatiendo. Lo cierto es que bajo la égida de la
modernidad neoliberal, los rezagos educativos, y de toda índole, en la sociedad mexicana,
siguen constituyendo una rémora de todo el Sistema Educativo Nacional, y acumulados
agravios que hacen urgir cambios y transformaciones de la estructura socioeconómica de
México.
El proyecto de la Universidad Pedagógica Nacional, con la idea de renovar
profesionalmente a los maestros, es fundada en 1978, pero sin que, por lo visto, sus
efectos hayan impactado favorablemente en dicha profesionalización y en las condiciones
materiales del magisterio nacional, ni, Por lo tanto, en una mejoría en los niveles
académicos y del conocimiento de la niñez mexicana principalmente. Poner en claro las
causas y efectos de estas rémoras injustificables en los atrasos educativos y material a la
sociedad mexicana, es una tarea primordial.
La Universidad Pedagógica Nacional fue fundada en agosto de 1978, tuvo la intención de
formar a pedagogos especializados en Áreas como la Sociología educativa, Administración
educativa, Psicología educativa, Planeación educativa, e investigadores y cuadros
pedagógicos que se irían incorporando a la administración pública en el Área de
educación.
Por lo que respecta al rendimiento práctico, se constató, y hasta la fecha, una
productividad mínima, dado que la pretensión de alcanzar altos niveles académicos,
siempre se vio frustrada en virtud de las difíciles condiciones en las que la mayoría de los
maestros-alumnos aún se encuentran, dado el poco tiempo que pueden dedicar a sus
estudios y que, por otro lado, siempre provocó una deserción muy grande. De quienes
quedaban, parte de ellos siempre lo han hecho empeñando verdaderos sacrificios y entre
éstos, el nivel de su preparación. Otra parte siempre representó, una reserva de la
corrupción en el Área educativa; son quienes gozan de becas, permisos, y prebendas que

35
les permiten irse especializando para ser “eficientes” en el momento de ser colocados en
la maquinaria oficial de la administración, o en la del sindicato.
La segunda sección de la UPN, es la de “Educación a distancia”, que fue formada por la
transferencia de lo que fueron los centros de Licenciatura que promovía la Dirección de
Mejoramiento Profesional. Este ha sido el terreno que los líderes del SNTE han abonado
para hacer de la UPN, también, un instrumento de control político del magisterio nacional.
En relación a las escuelas normales, el Estado las tiene prácticamente abandonadas, lo
que ha constituido parte sustancial de la Política Educativa de los jóvenes tecnócratas a
partir de los años ochenta, lo cual explica la resiente agresión abierta en contra de estas
instituciones. Después del movimiento estudiantil de 1968, desaparecen de tajo a trece
normales, cambia radicalmente su funcionamiento, siempre bajo acoso y hasta la
violencia extrema, en la actualidad, con la desaparición forzada de los 43 normalistas de
Ayotzinapa el 26 y 27 de septiembre de 2014, sin que hasta la fecha aparezcan tales
estudiantes, pero exhibiéndose como siempre la falta de interés del gobierno por
esclarecer los hechos.

En el mismo año de 1978 se publica el Plan Nacional de Educación ofreciendo mayor


cobertura y renovación en todos los niveles del Sistema Educativo Nacional, a partir de
cinco objetivos:
1. Ofrecer la educación básica a toda la población particularmente a la que se haya
en edad escolar;
2. Vincular la educación terminal con el sistema productivo de bienes y servicios,
social y nacionalmente necesarios;
3. Mejorar la calidad de la educación;
4. Mejorar la atmósfera cultural;
5. Aumentar la eficiencia del Sistema Educativo (35).

Los propósitos programáticos de ofrecer la educación básica a toda la niñez mexicana,


indicaban “Cursos comunitarios” y un “Sistema de albergues para niños indígenas; El Plan
Nacional de Educación de Adultos, que intentaba atender permanentemente a seis
millones de analfabetas mayores de 15 años, a los cuales se agregaban un millón
doscientos mil indígenas monolingüe, 13 millones de adultos que no terminaron la
primaria, y siete millones de adultos que no terminaron la secundaria (36). El
establecimiento del Colegio Nacional de Educación Profesional (CONALEP), con
establecimientos en toda la República a efecto de fomentar la formación de técnicos para
la industria y la agricultura; la descentralización de la administración de los servicios
educativos federales, etc. condensaron propósitos que, en un recuento particular y

36
general, quedaron muy por debajo de las metas programadas. El rostro feroz de un nuevo
modelo mostraba sus hambrientas fauces a través del llamado “Consenso de Washington”
y los derroteros de la educación pública, desde entonces se precipitan por escarpada
caída, junto a los destinos, todos, de la nación. Ese es el prolegómeno pernicioso de
nuestro tiempo, sobre el que debemos rescatar toda la tradición y valores construidos
durante 200 años como pueblo con su historia milenaria como garante, pero también con
sus impulsos organizativos para lograrlo.
Para el primer Objetivo: Ofrecer la educación básica a toda la población, particularmente a
la que se haya en edad escolar, se diseñaron tres programas:
1. Primaria para todos los niños;
2. Castellanización de la población indígena monolingüe;
3. Educación para adultos; que integraba a los programas aludidos.
“Educación para todos” fue la definición-eslogan reiterada de la propaganda oficial que
integraba a estos programas.
El primero de ellos se encaminó a ofrecer escuelas primarias suficientes para cubrir la
totalidad de la demanda, objetivo que, según el V Informe Presidencial se había cubierto:
“Podemos decir que hay escuelas primarias para todos los niños del país”, pronunciaba
López Portillo con un dejo de satisfacción arrancando los acostumbrados y sumisos
aplausos de un Congreso de la Unión siempre dispuesto a esa genuflexión.
Aquí es importante hacer notar un hecho reconocido, en aquel entonces, por las
autoridades: En las ciudades la deserción hace que los niños, en promedio, solo lleguen al
quinto año de primaria; y en el campo, por la misma causa, solo llegan al segundo año de
primaria. Así, en promedio general, el mexicano solo llegaba a estudiar tres años y cuatro
meses de los seis años que conforman la educación primaria” declaró Fernando Solana al
finalizar el sexenio de López Portillo.
En todo tiempo es muy claro observar que no es lo mismo inscribir a todos los niños en
edad escolar, que lograr que estos niños terminen sus estudios elementales. Lo esencial
no solo se reduce a cifras, datos, o cuestiones parciales de hecho; la educación y dentro de
ésta la escolaridad, es un proceso que debería implicar no desligarse nunca de las
posibilidades de acceso a la promoción educativa permanente, así como a las
posibilidades de acceso a la cultura en general, para que se distribuyeran óptimamente las
oportunidades educacionales que tiene que ver, además, con las posibilidades de
movilidad socio-económica y humana.
Una parte importante de este programa (Programa para todos los niños) estuvo formado
por los llamados “Cursos comunitarios” para las zonas rurales mal comunicadas y de
escasa población en las que no se podían formar “verdaderas escuelas”. Tales cursos
comenzaron a impartirse a grupos de niños campesinos por instructores jóvenes

37
egresados de escuelas secundarias, cuyo mantenimiento estuvo a cargo de la comunidad,
y los fondos para mantener estos servicios provenían del gobierno federal, de los
gobiernos de los Estados, y de los particulares. Su administración estuvo a cargo de un
Patronato en cada capital de Estado, y en la localidad por un Comité de padres de Familia.
Informes de maestros de aquellos tiempos de incertidumbre y cierta esperanza, como
siempre ocurre, y de padres de familia de esas comunidades de provincia atestiguan, que
se dio una gran deserción, no solo de los alumnos que tenían que atender sus labores del
campo, sino también de los instructores que no lograron soportar las condiciones de vida
miserable de esas zonas rurales.
El segundo Programa (Castellanización de la población indígena) se emprendió dando
alojamiento y alimentación, cinco días a la semana, a grupos de niños indígenas
monolingües, a lo que la SEP llamó “Sistema de Albergue Para Niños Indígenas”, en este
periodo de cinco días semanales (en los que el niño era albergado) un maestro bilingüe de
origen indígena, procuraba castellanizarlos, y cuando esto ocurría, continuaban sus
estudios primarios en el mismo lugar de alojamiento.
Para financiar este programa, y el de los “cursos comunitarios” la SEP promovió una
campaña de donativos públicos invitando a comprar “Certificados de Aportación” de
$100.00, $500,00, y $1000, 00 (cien, quinientos y mil pesos). Los fondos fueron
administrados por el Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE). Los resultados
están a la vista, sobre todo a partir de la adopción del modelo privatizador de la vida
nacional: la marginación, la explotación infame de los trabajadores, el analfabetismo
creciente, la ignorancia, la violencia, tanto en las zonas rurales como en las urbanas en las
que pululan niños y jóvenes que luchan por la sobrevivencia o son insumos de la
delincuencia en todo el país.
El tercer programa fue el “Plan Nacional de Educación para Adultos”, que se dirigió a tres
grandes masas de adultos; a saber, 6 millones de analfabetos mayores de quince años, a
los que se agregan un millón doscientos mil indígenas monolingües, 13 millones de
adultos que no terminaron la primaria, y 7 millones de adultos que no terminaron la
secundaria (37).
El programa se dividió en dos etapas: una dirigida a atender l rezago educativo, cuya
duración sería de ocho años, de 1979 a 1987; la otra etapa, a partir de 1987, sería para
atender permanentemente a quienes no se hubieran incorporado a la educación formal.
El método fundamental, según el Plan propuesto, fue el de la educación abierta que,
según el Secretario del Ramo, Fernando Solana, “parte de la capacidad del propio
educando de aprender por sí mismo, tiene la virtud de que responde a las necesidades
individuales de tiempo, lugar y nivel de estudios, y con la adopción de estos sistemas se
pone al alcance de todos el acceso a la educación” (38). Según el mismo funcionario,

38
confesó que la adopción del sistema se debe a “la desproporción entre demanda y
recursos”.
Un análisis exhaustivo tendría que llevarnos a consideraciones mucho más profundas para
la búsqueda de las razones de la desproporción educativa en cuanto a distribución de
oportunidades, por ejemplo, o para determinar las razones de la diferenciación de la
asistencia educativa en las zonas urbanas y rurales del país, explicar la relación que existe
entre la distribución del ingreso y la asistencia educativa estratificada, la asignación del
gasto público en materia de educación, las desviaciones de este gasto público para la
subvención de los negocios privados y de funcionarios dedicados al lucro, etc.
Como sabemos, la “educación abierta” de los niveles de primaria, secundaria, y
preparatoria, se impartieron fundamentalmente en centros privados en donde, previa
cuota de inscripción, se adquieren los textos de estudio necesarios y, cuando al alumno se
le considera preparado, presenta exámenes autorizados por la Dirección General de
Acreditación, mediante el pago de una cuota (39). Los citados centros solamente se
dedicaron a vender los textos de estudio; el adulto estudia solo y algunas veces los centros
de educación abierta dan servicio de asesoría en los estudios. La propaganda comercial de
estos centros ofrece dar todo el ciclo primario, o secundario, durante periodos que van de
seis meses a un año de duración. Así, la educación básica para adultos ha sido transferida
a instituciones privadas comerciales lucrativas, eso sí, con el reconocimiento oficial.
Por lo que toca a los analfabetos, Solana Morales reconoció que “la cifra de los
analfabetos se ha mantenido constante por más de 30 años” y que cada año 2000,000
jóvenes de quince años se incorporan al ejército de los iletrados. Para alfabetizarlos, la
Dirección General de Capacitación y Mejoramiento Profesional del Magisterio de aquel
entonces, preparó a “promotores voluntarios” en cursos de 20 horas, en las Delegaciones
Políticas del Distrito Federal y en los Centros Regionales que tiene esa Dirección en las
provincias.
Durante el periodo, las autoridades universitarias hicieron insistentes llamados a los
universitarios para que se incorporaran a esta tarea y alfabetizar de manera voluntaria.
Según cifras oficiales, de 1978 a 1982, habían sido preparados poco más de trece mil
alfabetizadores en todo el país (40). Dentro de todos estos mecanismos, la estrategia
fundamental de la SEP para liquidar el problema del analfabetismo fue la de extirpar su
causa, “cerrando la llave que lo alimenta”. Este cierre “se ha logrado en este año (1981)
porque en esta fecha todos los niños se inscribieron en la primaria”, dando por hecho que
cuando aborden la juventud, todos estarán, por lo menos, alfabetizados. De esta manera,
según la proyección para 1986, la masa de seis millones de analfabetas ya no aumentaría,
y más bien se iría reduciendo en los próximos sexenios. Así fue, pero, según se fueron
dando las cosas, unos cuantos por la obra de los “Promotores voluntarios, y la gran
mayoría por envejecimiento y por muerte natural.

39
Junto a esto, tenemos que el proyecto de alfabetización a corto plazo, programado por el
“Plan Nacional de Educación Para Adultos” para lograr sus propósitos, se verá respaldado,
según anunció el Presidente López Portillo en su V Informe de Gobierno, con la creación
del Instituto Nacional Para la Educación de los Adultos, que debería de responder “con la
organización, el control y la congruencia de los programas y decisiones que se apliquen a
cada caso” (41). Los resultados estuvieron, y están a la vista. Después de décadas de
haberse emprendido que no han terminado la enseñanza básica todos estos propósitos
anunciados, quedaron, una vez más, en el expediente que les ha correspondido: el de los
puros propósitos y, si acaso, de la buena voluntad.
Con la puesta en marcha del “Acuerdo Nacional para la Modernización Educativa”, se
emprenden nuevos propósitos para atacar los problemas educativos de siempre; señaló el
entonces Secretario de Educación Pública, José Ángel Pescador Osuna. Existen en México
treinta millones de personas que no han terminado la enseñanza básica, o no saben leer y
escribir (42).
Para el segundo objetivo (vincular la educación terminal con el sistema productivo de
bienes y servicios social y nacionalmente necesarios) se lanzaron dos programas:
1. Fomento de la educación terminal de nivel medio superior;
2. Coordinación y racionalización de la educación superior.
La finalidad de estos programas era la de formar técnicos para la industria y la agricultura.
El Colegio Nacional de Educacional Profesional (CONALEP), con planteles en toda la
República, fue la respuesta más grande, y mejor dotada económicamente, a estos
requerimientos. En este aspecto subyace la relación que existe entre educación y
economía y es, con mucha frecuencia tratado, aceptado, y apuntalado como una de las
cuestiones básicas del crecimiento principalmente, aunque no del desarrollo
necesariamente, por la generación de los tecnócratas que emergieron en la época y que
aún gobiernan, subordinando a la función económica de la educación su constitucional
función social. Cierto es que la educación en relación con la economía, es un aspecto que
involucra las posibilidades de crecimiento y desarrollo nacionales, así como las de
cualquier país, es claro que son indicadores importantes del carácter del desarrollo de las
capacidades o fuerzas productivas, cuyo empleo es precisamente lo que nos debe
preocupar al abordar la necesidad y la importancia de educar también para el trabajo
productivo; sin embargo, en este sentido, una primera preocupación es la de considerar
seriamente la formación, sí, técnica, pero también debiera ser una prioridad su formación
ideológica y humanística, esto es, la formación de técnicos con conciencia social, herencia
irrenunciable del Cardenismo en nuestro País, pero también herencia de lo mejor de la
humanidad que nos legaron las generaciones dieciochescas del Iluminismo, que pusieron
al hombre en el centro de toda preocupación y ocupación mundana.

40
La formación de técnicos, y toda la población que interviene en los procesos de
producción, debe recibir información, educación, y preparación, para participar no solo
como piezas humanas mecánicas en la criba de los sistemas productivos que solo buscan
la mayor ganancia, sino también, y sobre todo, para participar consciente y
consistentemente en la transformación de las estructuras económicas, políticas y
sociales, que lo sujetan, lo explotan y lo devoran; luchadores modernos por la instauración
de nuevas estructuras que respondan a los intereses sociales basados en la igualdad
recíproca del interés particular y del interés general del conjunto de la sociedad, sin
exclusiones ni exclusivismos, como ocurre actualmente.
Para el tercer objetivo (Mejorar la calidad de la educación) se presentaron los programas:
1. Mejoramiento del sistema de formación de maestros, que incluyen a las normales
y a la Universidad Pedagógica Nacional (UPN):
2. Mejoramiento de los métodos y contenidos educativos.
El primer programa se avocó a la creación y desarrollo de la Universidad Pedagógica
(UPN), la cual, hasta antes de la defenestración de Elba Esther Gordillo como dirigente
nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), se dividía en dos
secciones, que correspondían a los campos respectivos de control político, tanto de la
propia SEP, como de los cacicazgos sindicales que sometían a los maestros.
El Programa 2, referido al mejoramiento de métodos y contenidos educativos, tuvo como
resultado la elaboración del libro de texto “integrado” que a partir de septiembre de 1980
comenzó a utilizarse en las escuelas primarias durante este año, y en los siguientes años
continuarían los de los siguientes grados de la primaria. Los primeros textos “integrados”
siguieron haciéndose hasta 1992-1993, los demás nunca se terminaron y no cubrieron su
cometido en el auxilio del aprendizaje de los niños, pues la Reforma propuesta por
Manuel Bartlett Díaz, entonces Secretario de Educación Pública propuso otro modelo
educativo, que también se frustró. En su lugar se lanza el “Acuerdo para la Modernización
de la Educación por el Presidente en turno, Ernesto Zedillo, quien propuso el retorno a las
asignaturas, tal como venía operando hasta antes del periodo de Echeverría.
Apuntamos que uno de los principales problemas respecto a la elaboración de los
contenidos programáticos, es que éstos estuvieron a cargo de técnicos universitarios de
gabinete, que de práctica docente, junto a las condiciones materiales diversas de los niños
desparramados en todo el país no sabían lo suficiente. Es ese fenómeno que se presenta,
explicable pero no justificable, de piratería provocada desde la esfera oficial dada la
sobrepoblación universitaria de profesionales liberales sin mercado, que tienen que
invadir las Áreas de la administración pública y del campo de trabajo de los maestros,
provocando el desplazamiento y la formación de cuellos de botella en el ámbito
magisterial, fenómeno acentuado a partir de las “Reformas Estructurales” de Peña Nieto,
en materia educativa. Para justificarse la SEP ha emprendido desde el principio de la

41
actual administración, una persecución y linchamiento social de los maestros, a través de
la televisión y demás medios de difusión, que llegó al asesinato de docentes en Oaxaca
con las evidencias públicas que consta a todos. La polarización gubernamental contra los
maestros aún persiste, en su afán por justificar las bondades de una reforma educativa
cuyos contenidos van siendo improvisados y en ausencia de una propuesta metodológica
y pedagógica que pudiera convencer de sus bondades a los maestros de todo el país. En su
momento, el Secretario de Educación Pública, Emilio Chuayfet, declaró que la reforma
educativa quedaría implantada en un periodo de 12 años, cuando la actual planta de
maestros estuviera ya en receso definitivo, por ceses masivos de quienes no aceptaran la
tal reforma educativa, o por edad.
El Objetivo 4, “Mejorar la atmósfera Cultural” comprendió un solo programa:
1. Promoción del Habito de la Lectura.

El mencionado Programa consistió en la publicación periódica de un boletín titulado “El


Correo del Libro”, el cual era distribuido en las escuelas.
De esta manera, particularmente a partir de fines de los años setentas, podemos
constatar como consubstancial al Estado Mexicano, la ineficiencia no justificable en
materia educativa, cuyos propósitos en continuidad fueron para la difusión de una cultura
enajenante, reproductora de valores des-humanizados para el febril consumismo,
formador de perfiles de hombres-cosa, egoístas, utilitaristas, belicosos, proclives a la
discriminación, etc. tarea perfectamente reforzada por las televisoras, que no han sabido
hacer otra cosa además de su “programación chatarra” junto a los demás medios de
difusión de esta cultura vacía y degradante. Asimismo los programas de las cadenas
televisivas, los cines y teatros, también contribuyen a la tarea enajenante y explotación
del morbo del público; Cultura enajenante a través de un torrente de publicaciones
sexistas, de “terror”, de bucaneros del oeste norteamericano, y de diverso tipo sin ningún
contenido educativo o de formación, con el que se distrae a la sociedad, particularmente a
los sectores con menos oportunidades de acceso a la educación, una que debería proveer
de instrumentos y conocimientos para comprender los problemas nacionales, para
identificar sus verdaderas necesidades culturales, económicas y políticas. Panorama
desolador frente al cual ni la SEP, ni alguna otra entidad estatal se conmueven siquiera.
El último Objetivo de la Política Educativa que cubrió hasta los primeros años ochenta,
instrumentada por la SEP, fue el de “Aumentar la Eficiencia del Sistema Educativo” para lo
cual se diseñaron tres programas:
1. Mejoramiento de la Eficiencia Administrativa;
2. Descentralización de la Administración y de la Operación de los Servicios
Educativos Federales;
3. Mejoramiento de la Administración de los Recursos Humanos.

42
La manera en la que se intentó cumplir con los tres programas, fue a través de la
desconcentración Administrativa Federal, que nunca se cubrió en su totalidad,
especialmente dejando al Distrito Federal en una suerte de limbo y ambigüedad,
abandonando y desatendiendo las necesidades profesionales y salariales de los maestros.
Para el efecto, en el resto de la República se establecieron “Delegaciones Generales” de la
SEP, que atienden los sistemas escolares de primaria, secundaria, y preescolar.
Los funcionarios que atienden tal encomienda resultaron, en su mayoría, maestros que
desde hacía mucho tiempo habían estado fuera del servicio, y por lo tanto anquilosados
en su formación pedagógica y, otros, que ni siquiera eran maestros, sino políticos
descontinuados o marginados a quienes les cedieron esos puestos como “premios de
consolación”.
Así culmina el periodo previo al modelo neo-liberal y, en lo sucesivo, durante los
siguientes seis sexenios bajo el dominio de los centros financieros internacionales que
impusieron este modelo”, la educación pública ha estado bajo fuego intenso para su
desmantelamiento por los propios gobiernos en turno, llegando a extremas acciones
punitivas, represivas y violentas, en contra del magisterio nacional y de la población que
lo ha acompañado en su resistencia.
11. El Neoliberalismo

En Principio, El Modelo neo-liberal, como señala Chomsky, ni es nuevo, ni es liberal. Pero,


ese es un asunto ya de comprensión sencilla que no situaremos aquí.

En la nueva esfera de la circulación, mercantil o neo-libral ( de 1982 en lo sucesivo) el


Estado renuncia al estado nacional de su función de vocero y actor principal suyo, de las
instituciones y ciudadanos que aún lo forman. La nueva sociedad civil, la de “menos
estado y más sociedad”, no asegura al conjunto de la sociedad actual, la soberanía que ha
arrebatado al estado; la ridiculiza y la suprime, en aras de una presunta “abundancia
social” y “felicidad para todos” ¡ya lo vemos con la hecatombe económica y social como
resultante de sus hegemónicas políticas.

Si algo añade la política (neo)liberal al mismo tipo de utopía que ve en las otras a las que
condena por ilusas, es la hipocresía; se comporta como si la “suya” (su utopía), a
diferencia de las otras, que serían irrealizables, estuviera ya realizándose: hace como si la
injusticia social no fuera su aliada sino su enemiga. Lo “utópico” en la opinión pública
dominante es su creencia en el mercado (y su “mano invisible”) o, mejor dicho, en la
circulación mercantil como escenario de la mejor vida posible para los seres humanos.
Supone que el “mundo feliz” y la paz “perpetua” son perfectamente posibles, no están ahí
donde “queremos”, pero se encuentran en “un futuro próximo”, al alcance de la vista.

43
Por debajo de su propia utopía la opinión pública neoliberal tiene que defender, por lo
demás, la paradoja de una política radicalmente a-política o no ciudadana. Según su
utopía, el triunfo de la felicidad de todos no depende de ningún acto voluntario de la
sociedad como comunidad natural o comunidad política, sino exclusivamente de la
velocidad con la que la sociedad empresarial (privada, no pública) sirviéndose del
estado, sea capaz de civilizar y modernizar”, a través de la técnica e ideario de ser todos
vendedores; funesta e hipócrita propuesta por irrealizable, lo que les ha resultado es la
creación de gigantes masas de consumidores, incluso de vanas ilusiones.

Como podemos recordar, uno de los elementos esenciales para el desarrollo del
capitalismo fue la aparición de todo un movimiento que generó nuevas ideas filosóficas,
políticas y económicas. Se desarrolla el liberalismo político que establece el derecho que
todos los hombres tienen para participar en las estructuras de gobierno. Por supuesto se
trataba de un movimiento que pretendía poner fin al poder de los reyes y los señores
feudales y de este modo permitir el ascenso de la nueva clase. En el terreno económico se
desarrolla el liberalismo económico que señala, como principio fundamental, la no
intervención del estado en los asuntos económicos y de este modo promueve la libertad
de movimiento de los capitales.

Esta nueva corriente de pensamiento permitió el desarrollo y consolidación del


capitalismo y mantuvo su predominio hasta buena parte de la primera mitad del siglo XX.

En 1929 se inicia una nueva fuerte crisis del sistema capitalista que va a tener un
importante impacto a nivel mundial. Para dar respuesta a este problema, los partidos
socialdemócratas, que alternaron en el poder con los partidos conservadores en algunos
países de Europa, impulsaron un nuevo modelo conocido como Keynesiano o Estado de
bienestar. Esta nueva propuesta implicaba que el Estado interviniera en la economía para
regularla y hacerla una “economía de pleno empleo” y eliminar las grandes desigualdades
sociales. Al finalizar la segunda guerra mundial esta propuesta se generalizó y se aplicó en
la mayoría de los países del mundo, inaugurando el llamado “Estado de bienestar”.

Como propuesta teórica, el neoliberalismo surge también después de la Segunda Guerra


Mundial, fue una reacción teórica y política contra el Estado intervencionista y de
bienestar social. Lo denunciaba como un atentado contra la libertad económica y política
(por supuesto de los capitales). Lo acusaba también de destruir la competencia, de la cual
hipotéticamente dependía la prosperidad de todos.

El propósito fundamental del neoliberalismo era combatir al Keynesianismo y el


Solidarismo reinante, y preparar las bases de otro tipo de capitalismo, duro y libre de
reglas. Sin embargo, este tiempo no era muy propicio para el neoliberalismo ya que la

44
propuesta Keynesiana estaba teniendo buenos resultados en los países en los que se
había aplicado –su edad de oro-. En este sentido, no parecían muy creíbles las amenazas
de los neoliberales sobre los riesgos de que el Estado interviniera y regulara los asuntos
económicos.

La llegada de la gran crisis del modelo económico de posguerra, en 1973, cuando todo el
mundo capitalista avanzado cayó en una larga y profunda crisis, en la que se combinó,
por primera vez, bajas tasas de crecimiento con altas tasas de inflación, cambió todo. A
partir de allí las ideas neoliberales pasaron a ganar terreno.

Según los neoliberales el origen de la crisis estaba localizado en el poder excesivo de los
sindicatos y, de manera más general, en el movimiento obrero que con sus excesivas
reivindicaciones salariales aumentaba cada vez más los gastos sociales.

Estos dos elementos presuntamente destruían los niveles de beneficio de las empresas y
“provocaban problemas inflacionarios”, lo que, según esto, provocó la crisis generalizada
de la economía capitalista de mercado.

La propuesta de los neoliberales para enfrentar el problema era: mantener un estado


fuerte, con capacidad para romper el poder de los sindicatos y mantener el control del
dinero pero se exigía un “Estado delgado”, “no obeso”, en todos los gastos sociales y en
las intervenciones económicas.

Según los neoliberales, para evitar las crisis económicas, era necesaria una disciplina
presupuestal, reduciendo el gasto social y permitiendo el “crecimiento normal” del
desempleo.

La implementación de esta propuesta se llevó más o menos una década (los años 70s). A
finales de esta década tomó fuerza la propuesta y se inició su implementación en la
mayoría de los países del mundo, de acuerdo al “Consenso de Washington”.

11.1 Principales ejes del neoliberalismo

1.- Reducir la presencia del Estado en la economía, es decir, privatizar las empresas
estatales y paraestatales creadas durante el modelo de bienestar, aún las empresas
creadas para proteger las zonas estratégicas de las economías nacionales.

2.- Desregular la economía, es decir quitar todas las medidas que limiten al capitalismo
(aquellas que lo hacían “menos inhumano”).

3.- Apertura comercial total, es decir quitar todas las trabas al libre mercado que según los
neoliberales era el único motor del desarrollo. El proyecto neoliberal tiende a eliminar las

45
barreras comerciales de todos los países así se crea una economía mundial donde todos
compiten con todos y sólo gana el más fuerte, quien ofrezca la “mejor y mayor
“competitividad”. A esto se le llama globalización.

4.- Disciplina fiscal. Prohibir deuda para atender necesidades sociales y autorizarla para
subsidiar empresas. Cobro de impuestos a los trabajadores y exención a las empresas.

Prioridades del neoliberalismo para “salir de la crisis y reactivar la economía”;

• Detener la inflación. Para esto era necesario congelar los salarios.

• Aumentar el desempleo. Esto era importante para aumentar el ejército de reserva


y de este modo golpear a los sindicados y reducir los salarios.

• Ayudar a los ricos a recuperar ganancias.

• Impulsar el desarrollo de una política antisindical.

• Fin de las políticas de bienestar social.

• Cierre de las instituciones de seguridad social.

• Política anti-laboral. Aumento del desempleo como mecanismo para golpear a los
sindicatos

• Sacrificio de las mayorías.

• Enriquecimiento de una minoría

• Pérdida de soberanía

• Menos bienestar y movilidad social.

• “Desregulación” de la producción.

• Imposición de nuevos valores (competitividad, calidad, eficiencia, productividad).

Como se ve, un credo absolutamente inhumano, arbitrario, depredador, y de alto riesgo.

11.2 El neoliberalismo en México

46
En el sexenio de Miguel de la Madrid, a partir de 1985, un grupo de economistas
tecnócratas, partidarios de desplazar al Estado por el mercado, maniobraron con habilidad
y lograron arrebatar el poder a los políticos tradicionales. El supuesto derecho de mando
de estos economistas o tecnócratas no provino de las urnas o de algo semejante, (las
elecciones de 1988 carecieron de credibilidad y las de 1994 de equidad) sino de su
supuesta capacidad para conocer y manipular las variables económicas. Ya en el poder, los
tecnócratas-políticos se dijeron portadores de una ideología que presentaron como
ciencia distinta y superior a la que había fracasado bajo el “neopopulismo” de Luis
Echeverría y de José López Portillo, y en ella fincaron su legitimidad. Se trató de una
ideología manufacturada en las grandes universidades norteamericanas, notablemente
en la de Chicago, que estaba siendo puesta en práctica en la Gran Bretaña de Margaret
Thatcher y en el de Estados Unidos de Ronald Reagan, y que logró imponerse sobre todo
luego de la caída de la Unión Soviética en 1989.

En ese tenor, ocupando el segundo lugar en ventas por concepto de empresas


privatizadas, en México se aplica cada vez con mayor profundidad el modelo neoliberal, el
cual comenzó en el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado, iniciándolo con el pretexto
de que el Estado no podía ya proporcionar bienestar a los mexicanos. La primera medida
que tomó fue la desincorporación de empresas públicas, realizó reformas a los artículos
25 y 134 constitucionales debilitando al Estado, obteniendo un sustento jurídico (forzadas
reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos) para vender
empresas a particulares. Lo único que consiguió fue el desmantelamiento de las empresas
paraestatales, propiedad del Estado, y con esto un desempleo masivo. No es sino con el
gobierno de Salinas de Gortari, que el neoliberalismo sienta definitivamente sus bases en
nuestro país, durante su gestión Salinas vendió más empresas gubernamentales, reformó
el art. 27 para insertar los ejidos en un mercado internacional, entro en vigor el TLC entre
México, EE.UU. y Canadá. Ernesto Zedillo Ponce de León continuo con este modelo, creo
las AFORES para administrar los recursos y ahorros de los trabajadores hasta entonces
tutelados por el Estado, en una suerte de negocio corporativo, abrió el mercado a
Centroamérica, Sudamérica y la Unión Europea.

El ex “presidente” Vicente Fox Quesada, continuó aplicado también este modelo


depredador, lo había anunciado siendo candidato a la presidencia; al preguntársele que
modelo económico aplicaría, su respuesta fue: “El único que ha probado éxito, el de libre
mercado…” (43). Entre sus acciones están: intentos renovados para privatizar PEMEX,
propuestas para cobrar IVA a medicinas y alimentos, tratar de vender la industria
eléctrica. En los sexenios que han transcurrido la inflación aumenta al igual que la deuda
externa y la pobreza, el salario va perdiendo su poder adquisitivo; el neoliberalismo sigue
avanzando en nuestro país a contrapelo de su propósito anunciado de llevar la felicidad a

47
todos, vía mercado, venta, y consumo; después de casi cuarenta años, la población está
harta no de esperar la supuesta felicidad, sino del empobrecimiento a que ha sido
sometida durante tanto tiempo.

Organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco


Mundial (BM), son parte de los factores que impulsaron la entrada del neoliberalismo a
los países, el FMI dependiente de los EE.UU. dicta las condiciones en que se otorgan los
préstamos a los países “solventes” para esos créditos, pero dichas políticas violan la
autonomía de los estados al imponerles “cartas de intención”, que no ha sido otra cosa
que la imposición de las políticas económicas que han seguido los gobiernos de los países
que orbitan en ese dominio. Estos organismos han dado préstamos a México como un
mecanismo de dependencia externa y eterna; son las principales acciones del
neoliberalismo en nuestro país, provocando un empobrecimiento y saqueo de los bienes
nacionales sin precedentes, pues es ese el común denominador de las políticas
neoliberales: pobreza y marginación; pero, no solo, la violencia de Estado cooptado está
desatada con el pretexto de una estrategia de combate al narcotráfico, con un costo
social enorme (más de 200 mil muertes y 30 mil desaparecidos) y el consecuente
sufrimiento infligido a millones de familias mexicanas; se trata, a ojos vistas, de un
exterminio inducido.

11.3 La educación en la perspectiva neoliberal


La reforma educativa (de EPN), cuya dimensión más evidente es de naturaleza política-
punitiva, promueve la autonomía escolar y la mejora de la convivencia en la escuela a
partir del fortalecimiento de un vínculo con las comunidades de padres. El gran tema es
cómo apoyar al magisterio para que comprenda las dimensiones profundas de la vida
cultural y de la educación de la sensibilidad cuando éste no ha tenido esa posibilidad, y se
le ha reducido a gestor para proveer de recursos económicos para el sostenimiento de las
escuelas.
La propuesta neoliberal en materia de educación, cultura, ciencia e innovación, guardando
las proporciones de tiempo y contenidos, responde con un pragmatismo solo con paralelo
al que se dio al principio de la Revolución Industrial en Inglaterra, nada más que ahora con
la aplicación de lo más avanzado de la tecnología más el control global de la política, en
aras de convertirlo todo en artículos de compra-venta, incluso, la cultura y la educación.
En diciembre de 2012 la actual administración acordó una Reforma Educativa, en el marco
de las “Reformas Estructurales” anunciadas por el Presidente de la República. Al respecto
El Secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, anunciaba la tal reforma:

“Si logramos darles las herramientas que necesitan para triunfar, nuestro país será más
próspero, justo y libre. Para lograr este objetivo necesitamos una auténtica revolución

48
de la educación. A lo largo del siglo XX, el sistema educativo hizo realidad su utopía
fundacional, que era llevar un maestro y una escuela hasta el último rincón del país. Hoy
tenemos que ser más ambiciosos y además de garantizar el acceso a la educación,
asegurar que ésta sea de calidad y se convierta en una plataforma para que los niños,
niñas y jóvenes de México triunfen en el siglo XXI: educación para la libertad y la
creatividad.
“la SEP da a conocer el Modelo Educativo para la educación obligatoria, que explica cómo
la reorganización del sistema educativo en cinco grandes ejes contribuirá a que niñas,
niños y jóvenes de nuestro país desarrollen su potencial para ser exitosos en el siglo XXI”.

I. Planteamiento curricular. Se plasma un perfil de egreso que indica la


progresión de lo aprendido desde el preescolar hasta el bachillerato, que
implica también el primer ejercicio de articulación formal para la educación
obligatoria. A partir de un enfoque humanista, y con base en hallazgos de la
investigación educativa, se introducen las directrices del nuevo currículo de la
educación básica, el cual se concentra en el desarrollo de aprendizajes clave, es
decir, aquellos que contribuyen al desarrollo integral de los estudiantes y que
les permiten aprender a lo largo de la vida.
II. La Escuela al Centro del Sistema Educativo. Se plantea que la
escuela es la unidad básica de organización del sistema educativo
y debe enfocarse en alcanzar el máximo logro de aprendizaje
de todos sus estudiantes. Por ello es indispensable pasar
gradualmente de un sistema educativo que históricamente se
ha organizado de manera vertical a uno más horizontal, para
construir un sistema compuesto por escuelas con mayor autonomía
de gestión, es decir, con más capacidades, facultades
y recursos: plantillas de maestros y directivos fortalecidas,
liderazgo directivo, trabajo colegiado, menor carga administrativa,
infraestructura digna, acceso a las Tecnologías de la
Información y la Comunicación, conectividad, un presupuesto
propio, asistencia técnico–pedagógica de calidad, y mayor participación
de los padres y madres de familia.

III. Formación y desarrollo profesional docente. Se concibe al


docente como un profesional centrado en el aprendizaje de
sus estudiantes, que genera ambientes de aprendizaje incluyentes,
comprometido con la mejora constante de su práctica
y capaz de adaptar el currículo a su contexto específico.
Para lograrlo, se plantea el Servicio Profesional Docente como
un sistema de desarrollo profesional basado en el mérito,
anclado en una formación inicial fortalecida, con procesos de
evaluación que permiten ofrecer una formación continua pertinente
y de calidad.
IV. Inclusión y equidad. El sistema educativo en su conjunto debe

49
eliminar las barreras para el acceso, la participación, la permanencia,
el egreso y el aprendizaje de todos los estudiantes.
Mediante el reconocimiento de su contexto social y cultural,
V. La gobernanza del sistema educativo. Se definen los mecanismos
institucionales para una gobernanza efectiva, basada
en la participación de distintos actores y sectores de la sociedad
en el proceso educativo y la coordinación entre ellos: el
gobierno federal, las autoridades educativas locales, el INEE,
el sindicato, las escuelas, los docentes, los padres de familia,
la sociedad civil y el Poder Legislativo.
La implementación del Modelo Educativo es un proceso a desarrollar
de manera gradual, participativa, y con la flexibilidad necesaria
que tome en cuenta la gran diversidad que caracteriza a
México. La meta es clara: que todas las niñas, niños y jóvenes
reciban una educación integral de calidad que los prepare para
vivir plenamente en la sociedad del siglo XXI.

Solo nos queda señalar que del conjunto de conceptos y planteamientos que hace el
“modelo educativo del régimen peñista, en el sentido e “directrices del nuevo currículo”,
“desarrollo de aprendizajes clave”, “escuelas con mayor autonomía de gestión”,
“infraestructura digna”, “presupuesto propio”, “servicio profesional docente cuyo
desarrollo se basa en el mérito”, “procesos de evaluación para el desarrollo profesional”,
“Inclusión y equidad para eliminar las barreras del acceso”, “una gobernanza efectiva”,
etc. todo ello para “vivir plenamente en la sociedad del siglo XXI. Podemos señalar, tan
solo, que este lenguaje trivial y vacío, tomó cuerpo, exactamente en conductas
institucionales perniciosas desde el principio de la operación del anunciado modelo. La
persecución, encarcelamiento, despidos masivos, acoso, violencia con saldo de muertos a
manos de la policía federal y el ejército, a los Maestros de México, marcaron el verdadero
carácter y propósitos de una Reforma, que aunque se calificara de “revolución educativa”,
no ha pasado más que a la articulación de medidas privatizadoras excluyentes, e
ideologizantes de un modelo puramente mercantilista.

En este contexto, a estas alturas, con todo menoscabado en nuestro país virtud al modelo
neoliberal, urge impulsar un Proyecto de democratización de la sociedad y de la
educación, una política pública que asegure un permanente proceso de evaluación y
cambio de la organización altamente burocratizada de la Secretaría de Educación Pública,
de tal forma que el aparato administrativo funcione como un servicio eficiente que parta
de la atención a las necesidades prioritarias de la población, de la profesionalización y
reconocimiento de los Maestros de todo el país, especialmente de los maestros de
educación básica y media superior. El impulso de una educación, en fin, para que ésta
llegue realmente a todos los mexicanos y les permita ser actores y beneficiarios de los

50
avances civilizatorios del mundo, todo ello en un marco de respeto a la autodeterminación
de los pueblos, reconocimiento de sus soberanías e independencias políticas, económicas
e ideológicas. En todo caso, La administración de la cosa pública, especialmente de la
educación, de la cultura, de la ciencia, y de la tecnología, de ninguna manera debe seguir
siendo abastecedora de políticos y profesionistas tránsfugas, y mucho menos de
negociantes de la educación.
No más deben estar los cargos de la SEP bajo el mando de licenciados, ingenieros, o
profesionistas que no sean auténticos maestros de elevada probidad moral, verticalidad y
honestidad política, experimentados en la docencia, así como con prestigio académico y
científico.
Si en los años veinte y treinta del siglo XX la preocupación del Estado fue la de incorporar
a las masas iletradas a los códigos de la modernidad del momento, a través de la
educación y la distribución equitativa del ingreso, forjar la ciudadanización real en el país
para consolidar la institucionalización en un Estado de Derecho; si en los años cuarenta y
cincuenta del siglo pasado la política del Estado se aderezaba para modernizar al país en
el plano de la industrialización, bajo una orientación nacional-desarrollista; si desde los
años sesenta y setenta se insistió, con un discurso sustantivamente incluyente, de la
necesidad imperiosa de “justicia social”, de preferencia a los marginados, de distribución
más equitativa de la riqueza social, etc. Si la política de modernización actual arremete,
bajo un modelo neoliberal en franca decadencia, hacia una presunta recuperación de las
economía de las familias y un presunto desarrollo nacional, entonces una lectura puntual
de las políticas estatales a partir del periodo neo-liberal, particularmente de los años
ochenta para acá, indica que el rasgo común de “búsqueda” de desarrollo y atención de
los grandes y potenciados problemas nacionales, ha sido una constante, pero cuyos
resultados hasta ahora son inexplicables y, sobre todo, injustificables por sus resultados,
así como por las abiertas conductas de corrupción gubernamental, por la impunidad
galopante, por la creciente violencia en contra de la población que se resiste a ser
despojada de sus bienes y riquezas, hasta ancestrales, y el empobrecimiento sistemático
virtud al conjunto de políticas públicas de saqueo de la nación y del patrimonio de los
mexicanos.

12. Visión y previsiones para el futuro.

Estado y mercado, términos confrontados, de los que algunos piensan que el Estado es la
solución, el mercado el mal, y viceversa. En los últimos años se ha especulado para
conciliar a ambos buscando un equilibrio. Movimientos como los “globalifóbicos” con su
“pacto planetario” en el cual contemplan: “Renovación y reparación del medio ambiente",

51
"medidas contra la pobreza, “Condicionalidad democrática”, y agregan que “Lo que hace
falta es una estrategia keynesiana, actualizada y globalizada, no solo a los EE.UU. o
Europa, sino a todo el mundo” (44).

Otro grupo, los “socialdemócratas” y su “manifiesto progresista”. Afirman que hay un


consenso mundial que garantizara la justicia social y la dignidad para todos, sin
exclusiones para nadie, pero, su afiliación sigue siendo la de las libertades del mercado;
ningún cuestionamiento a las políticas neo-liberales, ni con el pétalo de una “margarita”.

En todo caso es necesaria la unión de las luchas contra el neoliberalismo, contra el


capitalismo, y hacia un nuevo sistema económico y social.
Una posible solución es la creación de un estado con un aparato fiscal eficiente, capaz de
regular el cobro y distribución del dinero del país, el Estado debe asumir su papel de
garante, regulando minuciosamente la economía para evitar abusos, pero en un
escenario que suprima la explotación, la pobreza, la exclusión, etc.

La toma de conciencia ante el avasallante neoliberalismo en la población mundial es


cada vez mayor, y la oposición al mismo crece día a día, sin embargo los resultados
apenas son palpables, y los riesgos ante tal modelo siguen creciendo. La creación del
“manifiesto progresista” es apoyado por Inglaterra, Alemania, Suecia y Holanda,
respaldados por Francia y EE.UU. ¡las potencias del mundo!; esto nos llevaría a pensar
en una posible transformación del sistema para dar paso a un nuevo orden mundial,
pero dados los principios de este manifiesto: orden, progreso y justicia social, hace
pensar que las verdaderas intenciones de este orden es lograr una explotación pasiva,
con violencia de baja y alta intensidad según sea el caso, tal como lo han venido
haciendo de una u otra manera.

México, al estar fuertemente influenciado por los EE.UU. Indudablemente está incluido
en los efectos que se han producido por este movimiento de dominación, dada la crisis
sin precedentes en la que nos están haciendo vivir. La acción del neoliberalismo
depende en buena medida de lo que pase en las resoluciones de estos nuevos llamados
internacionales para crear un estado benefactor, lo cual se antoja imposible, pues ya
probaron las mieles del enriquecimiento fácil y rápido que provoca una economía
especulativa, sin importar los costos sociales por las decisiones tomadas en los países
desarrollados, cuyos efectos son irradiados hacia las naciones dependientes; Es así, que
la sobrevivencia del sistema, y su transformación se deberá a la puja de los movimientos
sociales.
Mientras tanto, el neoliberalismo continúa penetrando con más fuerza, de forma
progresiva en México, cuyo futuro es incierto, excepto por el avance del Movimiento de
Regeneración Nacional (MORENA) que se fortalece día con día.

52
Esta ambiciosa empresa neoliberal, contó con el apoyo incondicional de los factores de
poder norteamericanos, de Europa occidental y de Japón. Igualmente forjó una sólida
alianza con el PAN, la iglesia católica de Juan Pablo II y, sobre todo, con la banca y un
puñado de empresarios mexicanos a los que, a cambio de un apoyo político efectivo, se
les dieron todas las facilidades para acumular sumas fantásticas de capital que pronto
pusieron a una veintena de ellos en la lista de los mega-millonarios del mundo.

Este cambio afectó profundamente todo el tejido de la sociedad, pero el costo lo pagan
sobre todo aquellos que tienen menos instrumentos políticos para defender su posición y
que no han estado en condiciones de resistir el embate directo de la competencia externa:
los marginados, los indígenas, el sector agrícola de temporal, los micro, pequeños y
medianos empresarios e incluso algunos de los grandes; los sindicatos, y una clase media
consumista y muy dependiente de las actividades burocráticas, hoy achatada o
depauperada crecientemente, en fin, más de 80 millones de pobres en nuestro país. Para
imponer el cambio y controlar las inevitables reacciones en contra, el neoliberalismo se
hizo acompañar y apoyar del autoritarismo tradicional, cuyos dos grandes pilares eran el
presidencialismo sin límites y el nuevo partido de Estado (PRIAN); es decir, el anti-
liberalismo político.

Por un tiempo, la osadía del proyecto modernizador de la tecnocracia, por su rapidez y


profundidad deslumbró a propios y extraños, y el “éxito” nacional e internacional pareció
acompañar a los arquitectos del nuevo modelo económico, que incluye al nuevo modelo
educativo. Pero, finalmente, la contradicción básica entre los supuestos principios de
cierta prosperidad para todos, que guiaban a tal proyecto, impidió que los afectados
tuvieran canales de expresión institucionales y adecuados. Esta presión social sin salida y
la imposibilidad del autoritarismo de detectar los errores estructurales a tiempo -el
presidencialismo extremo es impermeable a la crítica- ha dado al traste con el modelo
tecnocrático, aunque sigue haciendo pagar un costo muy alto a la sociedad mexicana.

El término mismo de neoliberalismo nunca fue aceptado por aquellos que lo aplicaron en
México, y hay una buena razón histórica para ello. La revolución mexicana, se concibió a sí
misma como una reacción contra los terribles efectos sociales del liberalismo mexicano
del siglo XIX en las comunidades indígenas y ciertas capas medias y proletarias. Es por ello
que la constitución de 1917 fue, en buena medida, una reacción contra el liberalismo y sus
concepciones del individuo y la sociedad. De ahí que el término con que el expresidente
Carlos Salinas de Gortari identificó su proyecto como el de un “liberalismo social”,
pretendía ligar la legitimidad del pasado estatista donde se suponía que el interés
colectivo subordinaba al individual, con la nueva economía de mercado. Nada más
erróneo.

53
En cuanto a los proclamados logros de "las reformas al sector financiero", esa banca
privatizada y vendida a un puñado de favoritos del sexenio, y que tan espectaculares
utilidades tuvo en los primeros años, se convirtió en la mayor institución agiotista en el
país. No obstante, al concluir el segundo trimestre de 1995, los bancos privados
registraron pérdidas por cuatro mil millones de nuevos pesos. El gobierno tuvo que entrar
al rescate de la banca canalizándole apoyo por cinco mil trescientos millones de dólares
en los primeros cinco meses de 1995, además de que varios bancos extranjeros
empezaron a adquirir parte de lo que en otro tiempo fue una banca enteramente
mexicana. En ese tiempo, diez mil empresas micro, pequeñas y medianas, se vieron
obligadas a llegar a la suspensión de pagos. Para el productor mexicano, el costo del
crédito siempre ha estado muy por encima del que tienen sus competidores, y los
abogados de la banca andan a la caza de las propiedades de miles de clientes con cartera
vencida, cuyo monto llegaba a los noventa y dos mil millones de nuevos pesos a mediados
de 1995. En realidad, los bancos proyectaron subastar pronto en el extranjero bienes
raíces de sus deudores mexicanos por seis mil millones de dólares. El Barzón, la
organización creada por los deudores y cuyas filas crecieron rápidamente, se preparó a
dar la lucha contra esta medida, logrando avances parciales en beneficio de muchos
“acreditados”, sobre todo para la adquisición de sus casas.

Se trata de los primeros intentos de oposición a la marcha del neoliberalismo en el terreno


de la usura de los bancos, y de otros negocios.

El neoliberalismo ha efectuado varias reformas que transformaron el corazón del edificio


constitucional creado por la revolución mexicana: los artículos 3, 5, 24, 27 y 130. Se
decretó nuevamente el fin del reparto agrario, se modificó el ejido, se reconoció la
personalidad jurídica de la Iglesia, se privatizó la banca y se ha empobrecido a ochenta
millones de mexicanos, a la mayoría.

Del ataque inicial a las directivas sindicales de petroleros y maestros, el salinismo no sólo
logró obtener una imagen de fuerza y rechazo a liderazgos corruptos, sino que subordinó
a la voluntad presidencial los feudos sindicales que sobrevivieron, en particular la CTM. De
ahí la relativa facilidad con que luego la Presidencia de la República impuso pactos entre
capital y trabajo, que decretaron topes salariales pero liberaron precios. Ahora bien, la
maniobra tuvo un costo: la red corporativa de la que tanto y tan bien se sirvieron
presidencias anteriores, ha quedado evidenciada y, bien a bien, quedó debilitada. Nuevos
formas de organización social nos espera, en consecuencia.

La modificación del artículo 27 y la alteración a fondo del papel que debe tener el ejido en
la nueva economía neoliberal y abierta, trajo a la Presidencia en turno el apoyo del PAN y
del sector empresarial. Sin embargo y de nueva cuenta, ese granero de votos para el PRI y

54
cimiento original de una Presidencia fuerte, que era la CNC, y la promesa de una dotación
ejidal, disminuyeron en importancia. Algo similar ocurrió con la destrucción de la CNOP y,
en los últimos tiempos, la clase media en todo el país se pronuncia electoralmente en
contra de los grilletes del corporativismo del sistema.

Por otro lado, una de las banderas del neoliberalismo mexicano fue: no al Estado “obeso”
(populista e ineficiente), sí al Estado fuerte (promotor y garantía de eficacia, justicia y
libertad). Sin embargo, en una de las áreas de responsabilidad del Estado tan elemental e
importante como es la impartición de justicia y la protección cotidiana del ciudadano en
su persona, propiedad y derechos, la realidad no ha correspondido, ni de lejos, a la
promesa. En la práctica y en esa materia, los mexicanos simplemente pasamos del Estado
“obeso” al Estado subordinado que pasó a representar los intereses sectoriales
corporativos, y no más a los del conjunto de la sociedad, lo que no ha sido ninguna
sorpresa.

El panorama no es, ni mucho menos, alentador pero es nuestra realidad social. Ahora
no sólo cargamos con el peso de las determinaciones de un Estado nacional que
prolongó su carácter autoritario, clientelar, corporativo, asistencialista, y aun
presidencialista en las determinaciones del poder, sino también la suma de las
determinaciones “globales” impuestas por los centros de poder internacional que
marcan la pauta y los destinos de miles de millones de habitantes de este nuestro planeta,
los mexicanos incluidos. Siendo un modo decadente, el neo-liberalismo y su matriz
capitalista, sin embargo, procurará prolongar su vigencia el mayor tiempo posible.

Entre las fuerzas sociales alternativas al desasosiego depredador del sistema, emergen
aquellas que rescatan el valor supremo no fincado en las ganancias sin límites, sino el
propio de la vida humana: La educación y la cultura en combinación armónica con la
ciencia y la tecnología, con una producción para el servicio y el bienestar de los hombres y
mujeres de la tierra, en perspectiva.

Humanizar al sistema capitalista, entonces, como algunos han propuesto, resulta una
quimera o ilusión fantástica; de lo que se trata entonces es un cambio encaminado al
reencuentro del hombre con el hombre mismo, cuando las relaciones de las sociedades
reencuentren preponderantemente su carácter humano, y la administración de las cosas
(mercancías) no sustituya más a la relación entre las personas, en un orden de
autodeterminación y de armonía social.

De esta manera, se puede entender el cambio social como “la concreción de la tendencia
histórica que, a su vez, es el objeto mismo de la construcción del hombre, lo que implica
un proceso consciente de construcción que coloca necesariamente al hombre en el centro

55
del pensamiento” que es en lo que ha consistido la tradición humanista (45), y a ese
reencuentro apelamos para recuperar nuestros valores y tradiciones como nación.

Se busca estar en la bastedad de la realidad y no dejarse aplastar por los límites de lo que
ya está producido; de ahí que se tenga que romper con las determinaciones histórico-
culturales que nos conforman, para rescatarnos como sujeto histórico en tanto
constructor y retador o, por lo menos, inspirado por el asombro que enriquece la
conciencia cognitiva mediante la imaginación y la construcción de nuevas realidades (46).

Se puede proceder, entonces, a la construcción y puesta en práctica de un determinado


proyecto (cultural y educativo) con una valoración del corte de realidad sobre la que se
pretende influir para transformarla y, así, procesualmente construir la nueva realidad,
presumiblemente una sociedad participativa para el comienzo y ensanchamiento de la
democracia (Democracia Participativa), a lo largo y ancho del país. “Tal vez se trate de la
afirmación de la propia modernidad hacia nuevos constructos sociales: la razón es dejada
a sí misma, el hombre es reconocido como forjador de sí y de su entorno, y el futuro se
abre como dimensión indeterminada de aprendizajes y nuevas realidades sociales; todo
ello acompañado de la difícil toma de conciencia de que cuáles son los esquemas y
sistemas sociales que preservarán la calidad de los hombres como humanos, de que la
capacidad “manipuladora” de élites y grupos de interés desde el poder, pero también
fuera de éste, es nefasta y destructora además de limitada, y de que el futuro no es
globalmente determinado, sino siempre incierto”, construible (47). En este tenor,
Izquierda y derecha representan históricamente dos proyectos de sociedad
diametralmente distintos; la primera representa la tradición, también histórica, de una
ideología, de una política, y de un proyecto que se funda en la observancia del humanismo
como concepción genérica que coloca al hombre, la mujer, como los principales
destinatarios de toda la actividad cultural, educativa, económica, política, de los
quehaceres del Estado y sus instituciones. Aunque la modernidad capitalista ha procedido
a contrapelo de este ideal humanista, proporciona, sin embargo, el método de
convivencia que al parecer representa una vía para tal cometido, siempre y cuando sean
los propios individuos quienes al participar crecientemente en los asuntos de la
democracia (el método de convivencia producto de la modernidad) trasciendan estadios
de civilización que limita las posibilidades de desarrollo social y humanista.

La derecha por su cuenta, representa históricamente una ideología conservadora que


implica el sometimiento cultural y material de las grandes mayorías poblacionales del
mundo. Para la derecha el método de la democracia se constriñe a las viejas y manidas
formas de representación ciudadana en los Órganos del Estado. Esta democracia

56
representativa les asegura, mal que bien, la permanencia en el poder de los Estados,
convirtiendo la participación social en una simulación cuyas instituciones ocultan o tratan
de que no se note, aunque a estas alturas resulta imposible.

Por ahora, y con una experiencia de lucha, cuya memoria es menester rescatar, se precisa,
pues, de un Proyecto de Izquierda que se habrá paso como alternativa articuladora a la
decadencia del actual modelo neo-liberal que nos consume, de manera sistemática,
violenta e inútil para la trascendencia humana.

13. El Programa alternativo de Educación y cultura

“Actualmente se trata al arte y la cultura como un adorno, como un


accesorio o como un simple negocio del espectáculo. Nuestra propuesta
implica cambiar la mentalidad gubernamental y social para hacer del arte y
de la cultura nuestra esencia y un espacio de libertad y de expresión que
enriquezca la vida de la sociedad”. Andrés Manuel López Obrador, 20 de
junio de 2012.

1. El Plan Alternativo de cultura y educación formará parte esencial del proyecto


alternativo de nación, en concordancia con los conceptos expresados en los 50
puntos de los Lineamientos Básicos del Proyecto Alternativo de Nación 2018-2024,
aprobado por el 2º. Congreso Nacional Ordinario de Morena, en noviembre de
2016.

2. El método fundamental para la toma de decisiones del nuevo Gobierno


Democrático a partir de 2018 será, en consecuencia, no la imposición sino la
consulta a los ciudadanos y a la población para mantener o cambiar, por ejemplo,
las llamadas “reformas estructurales”, o en relación a los asuntos de trascendencia
para la vida nacional; se aplicará indefectiblemente, en consecuencia, el método
democrático de consulta respetando siempre las decisiones de la mayoría.

3. Una propuesta del Gobierno Democrático será la de restituir en su contenido y


significación la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, hasta antes
del conjunto de reformas de la que fue objeto al imponerse e instrumentarse el
modelo neoliberal para la vida económica y social de los mexicanos.

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4. De acuerdo a lo anterior, tomando en consideración la importante transversalidad
entre cultura y educación y el binomio complementario de ciencia y tecnología, los
avances civilizatorios en tanto patrimonio de la humanidad, y los avances
nacionales que podamos lograr con una política sustentable en estas
fundamentales materias, constituirán el basamento fundamental para promover el
constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo. En este sentido,
“vamos a preservar la gran diversidad biológica y cultural de México.
Impulsaremos prácticas agroecológicas que aumenten la productividad sin dañar a
la naturaleza. No se permitirá la introducción y el uso de semillas transgénicas.
Cuidaremos nuestra reserva de recursos bióticos. Se respetarán y apoyarán las
prácticas económicas autogestivas tradicionales e innovadoras habituales entre
indígenas y campesinos” (48).
5. Parte substancial de la política educativa y cultural, será la de recuperar, también,
la certidumbre de futuro a las nuevas generaciones;

a) Los jóvenes tendrán garantizado el derecho al estudio y al trabajo.

b) Se evitará el abandono de los jóvenes. Un distintivo del periodo neoliberal o


neoporfirista ha sido, precisamente, la marginación y el ninguneo de la
juventud. La falta de derechos efectivos para las nuevas generaciones ha
producido frustración, odios y resentimientos que atizan a la violencia que
padecemos…El programa nuestro se llamará “Jóvenes construyendo el futuro:
Se irá casa por casa inscribiendo a los jóvenes para incorporarlos al trabajo y al
estudio. Se trata de las nuevas “misiones culturales” de cara al rescate de
nuestro país para el bienestar y la felicidad de todos.

6. En poco tiempo, se atenderá a 2 millones 600 mil muchachas y muchachos que


actualmente no pueden ejercer sus derechos, que han sido excluidos y a los que se
les ha cancelado el futuro.

Son tres los objetivos generales de este programa:


1. Integrar a los jóvenes en las actividades laborales o académicas para dotarlos
de herramientas en la búsqueda de una vida mejor;
2. Alejarlos del desempleo y del camino de las conductas antisociales;
3. y acelerar la preparación de una gran reserva de jóvenes para las actividades
productivas en previsión de un mayor crecimiento económico en el futuro
próximo”.

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7. Se llevará a cabo una auténtica revolución educativa orientada a mejorar la
calidad de la enseñanza y a garantizar que nadie, por falta de espacios, de
maestros, o de recursos económicos se quede sin estudio.

8. Emprenderemos un amplio programa de alimentación en las escuelas (además de


salones de clases, las aulas serán comedores); habrá becas y se hará entrega
gratuita de útiles y uniformes escolares.

9. Todos los estudiantes de nivel medio superior contarán con una beca mensual
equivalente a medio salario mínimo-

10. Ningún joven será rechazado al ingresar a escuelas preparatorias y universidades


públicas, es decir, habrá 100% de inscripción.

Dejarán de ser obligatorios los exámenes de admisión que solo han servido para
justificar la política neoliberal privatizadora que excluye a los jóvenes pobres y que
ha convertido a la educación en un privilegio, cuando es un entrañable derecho.
11. Una sociedad como la nuestra, hundida en la tristeza y sometida al temor
constante de la violencia y la inseguridad, debe realizar un inmenso esfuerzo para
recuperar los valores y principios que dieron sentido a la formación de nuestra
nación y que se hallan plasmados en las obras que constituyen nuestro patrimonio
histórico y cultural, así como en el potencial creador de miles de hombres y
mujeres dedicados al arte y la cultura en nuestras comunidades, pueblos y
ciudades.
Cuidaremos el patrimonio cultural de México. Estimularemos la creación artística
desde la educación básica y apoyaremos a músicos, artesanos, escritores, pintores,
escultores, cineastas y a quienes se dediquen a la creación y a la promoción
artística y cultural (49).
12. Se erradicará el analfabetismo en todo el territorio nacional, procurando dotar de
los elementos básicos de civilización a millones de compatriotas, las habilidades de
lecto-escritura, y demás habilidades de enseñanza aprendizaje que se
proporcionen en el programa respectivo.
13. Se impulsará la educación pública gratuita a toda la sociedad y en todos sus niveles
y modalidades, considerando a la educación como una herramienta para el
desarrollo de los individuos en la vida y en la comunidad, y no más como una
práctica de adiestramiento mercantil.

Los objetivos culturales que se impulsarán en el programa cultural, entre otros,

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- Proteger, promover y difundir la cultura nacional,
- Fomentar la cultura y las artes,
- Formar ciudadanía,
- Incrementar la promoción de las artes y el apoyo al desarrollo del talento
artístico,
- Apoyar a la recuperación de espacios públicos,
- Promover los lazos comunitarios,
- Incidir en las comunidades,
- Ayudar a la preservación de la identidad mexicana, en el entorno global en
que vivimos.
- Fortalecer, mediante la cultura y el arte, la identidad de los ciudadanos,
acrecentar el sentido de pertenencia y reforzar los valores de convivencia y
participación social,
- Construir ciudadanía,
- Universalizar el acceso al arte y la cultura, y llevarlos a los espacios
públicos, a las colonias y barrios populares,
- Promover aquellas expresiones generadas en el seno de la sociedad que
reflejen las costumbres y modos de vida forjados en su devenir histórico y
fomentando la memoria histórica,
- Acercar a los creadores a las comunidades, promoviendo el aprecio por las
actividad artísticas y culturales, llevando y promoviendo en las
comunidades actividades culturales. Es muy importante considerar que
México es un país pluricultural cuya diversidad cultural y lingüística es una
de sus riquezas más importantes. Nuestro país es reconocido nacional e
internacionalmente por la riqueza de su biodiversidad, la obra de sus
artistas y creadores, los saberes, el conocimiento y las tradiciones
indígenas, de los pueblos, barrios y de múltiples comunidades migrantes,
por la creatividad cultural, la infraestructura cultural y la riqueza de su
patrimonio cultural.

La cultura es el eje transversal de toda transformación revolucionaria. Un pueblo sin


cultura sólo podrá aspirar al cemento armado y al último modelo de carro. Lo primero que
define y permite una transformación es la cultura, y la cultura es la percepción que
tenemos del mundo, la forma en la que accedemos al otro y la posibilidad de llenar el
espíritu de una sensibilidad bondadosa, es la fuente de nuestro comportamiento y la
herramienta para manejar el buen vivir en la sociedad, en la comunidad.

En ese sentido y como lo expresara la escritora Laura Esquivel, “Es indispensable que
consideremos que la cultura es tan importante para la vida saludable de un pueblo como
lo puede ser la seguridad pública, la educación o los sistemas de salud pues el arte
certifica que no estamos aislados, afirma nuestra unidad y es en nuestra unidad que radica
nuestra libertad. Si el arte no es una puerta a un mundo mejor, no tiene sentido”.

60
El Estado mexicano tiene en la cultura la mejor oportunidad de acompañar todos los otros
programas de gobierno tendientes a abordar el rezago económico y social en el que viven
los mexicanos desde hace ya varias décadas.

El programa de cultura deberá ser democrático, incluyente, pluricultural, abierto a las


expresiones del mundo, participativo, que valore nuestra herencia cultural, y proteja
nuestro patrimonio histórico, artístico y cultural.

El Estado mexicano dejará de ser un realizador y coordinador de actividades culturales


para convertirse en un propiciador, en el que su papel sea impulsar el desarrollo cultural
de las comunidades, de los pueblos indígenas, de los barrios urbanos, de las zonas rurales,
de las entidades periféricas, y en general, de toda la población mexicana. Será una
administración austera, sin privilegios para funcionarios, eliminando duplicidad de
funciones y orientando los presupuestos a la generación de empleo para la comunidad
artística en todas las entidades del país, ampliando los montos en las becas y los apoyos a
los ganadores de las convocatorias.

Este gobierno iniciará sus actividades convocando a todo el sector de mexicanos que se
dedican de manera amatuer o profesional a una gran jornada para llenar de arte y cultura
plazas, espacios públicos y en general todos esos sitios poco aprovechados o aún más
grave, invadidos por la delincuencia. Con esta gran jornada, vamos a hacer que la gente
vuelva a salir a las calles, a reencontrase con sus vecinos y familiares, en torno al arte y la
cultura, ya sea teatro, música, cine, artes plásticas, danza, disciplinas practicadas también
por otros familiares y vecinos, para la reconstrucción del tejido social y fortaleciendo,
mediante la cultura y el arte, la identidad de los ciudadanos, acrecentar el sentido de
pertenencia y reforzar los valores de convivencia y participación social.

Se terminará con esas prácticas de “llevar la cultura” y por el contrario, se apoyará


financieramente para el desarrollo cultural de cada pueblo y ranchería, apoyando a la
realización de los proyectos culturales de cada comunidad.

Otra gran jornada que realizaremos a nivel nacional es la de los promotores culturales.
Con los recursos que se ahorrarán en la administración austera a nivel federal y estatal, se
le dará un apoyo a todos esos promotores culturales que de manera voluntaria y
honorífica tejen a lo largo y ancho del territorio nacional una labor silenciosa pero
fundamental para la realización de las fiestas patronales, los festejos por la fundación de
una colonia, un barrio, una ciudad, y que a través de ellos tendríamos la posibilidad de
tender puentes entre las zonas y las capas de la población más vulnerables y los
programas de gobierno.

61
Se aplicará un criterio para que la sociedad civil dedicada a la cultura, dígase pequeñas
librerías, cafés literarios, espacios alternativos, centros culturales independientes, puedan
desarrollar su proyecto sin presiones fiscales y con estímulos gubernamentales.

Asimismo, todas las micro, medianas y grandes empresas cuyo objetivo sea la promoción
de la cultura en cualquiera de sus manifestaciones: editoriales, museos, centros culturales,
etc., tendrán una atención adecuada por parte de los gobiernos locales, estatales y
federal.

Se promoverá la cobertura nacional de las nuevas tecnologías y los medios de


comunicación públicos, de tal manera que se pueda dar empleo a productores, guionistas,
diseñadores, desde el nivel local hasta el nacional, manteniendo viva, actualizada,
imaginativa y creativa, la producción de contenidos para estos medios.

El acceso gratuito de internet en escuelas, parques y lugares de encuentro deberá generar


un mercado de empleo para productores de contenidos, generando empleo para
diseñadores, editores y toda la comunidad de jóvenes y adultos interesados en las nuevas
tecnologías.

Las emisoras de radio y televisión estatales abrirán sus espacios para la expresión de los
artistas locales, se ampliará la cobertura de estos medios, se establecerán convenios para
que algunos de ellos se puedan escuchar y ver más allá de las fronteras.

En el plano internacional se establecerán convenios de intercambio con otros países y se


mostrará al mundo la riqueza del país, principalmente de nuestra cultura indígena.

En el terreno del patrimonio México cuenta con zonas históricas de gran atractivo para el
turismo extranjero, continuará con el esfuerzo de atraer el turismo internacional a las
zonas de importancia arqueológica e histórica cuidándolas y preservándolas, sin olvidar
programas de fomento al turismo local (50).

13.1 La cultura y sus elementos fundamentales

La claridad conceptual nos da la mejor oportunidad para estructurar propuestas viables en


proyectos que miran el bienestar de todos. De esta manera podemos observar, que en el
conjunto cultural se pueden distinguir tres dimensiones analíticas: La cultura como
comunicación; es decir, como conjunto de sistemas de símbolos, emblemas y señales,
entre los que se incluyen, además de la lengua, el hábitat, la alimentación, el vestido, etc.
Considerados no bajo su aspecto funcional, sino como sistemas semióticos. La cultura
como stock de conocimientos; no sólo la ciencia, sino también otros modos de
conocimiento como las creencias, la intuición, la contemplación, el conocimiento práctico

62
del sentido común, etc. Y la cultura como visión del mundo; donde se incluyen las
religiones, las filosofías, las ideologías, y, por lo mismo, dan sentido a la acción y permiten
interpretar al mundo.

La cultura específica de una colectividad implicaría una síntesis original de las tres
dimensiones señaladas. Esta síntesis delimita la capacidad creadora e innovadora de la
colectividad, su facultad de adaptación y su voluntad de intervenir sobre sí misma y sobre
su entorno. En resumen: la cultura hace existir a una colectividad en la medida en la que
constituye su memoria, contribuye a cohesionar a sus actores y permite legitimar sus
acciones. Lo que equivale a decir que la cultura es a la vez socialmente determinada y
determinante, a la vez estructurada y estructurante.

El “capital cultural” puede existir bajo tres formas: en estado incorporado, en forma de
hábitus (formas subjetivadas de la cultura); en estado objetivado, en forma de “bienes
culturales (patrimonio artístico-monumental, libros, pinturas, etc.); y en estado
institucionalizado (cultura escolar legitimada por títulos, formas rituales
institucionalizadas, etc.). Estas dos últimas pueden ser definidas como “formas
objetivadas de la cultura”.

En una primera dimensión el territorio constituye un “espacio de inscripción” de la cultura


y por lo tanto representa una forma de objetivación. Un territorio está marcado por la
historia, la cultura, el trabajo humano y, por lo tanto, sea por razones políticas, religiosas o
culturales, reviste una dimensión simbólica que alimenta la identidad de los grupos
sociales. En una segunda dimensión el territorio puede servir como marco o área de
distribución de instituciones y prácticas culturales ligadas a un determinado espacio. Se
trata de rasgos culturales objetivados tales como las pautas de comportamiento, formas
de vestirse, rituales específicos del ciclo de la vida, danzas regionales, recetas de cocina,
formas lingüísticas, etc. En una tercera dimensión, el territorio puede ser apropiado
subjetivamente como objeto de representación y de apego afectivo, de manera que aún la
“desterritorialización” física no implica una “desterritorialización” en términos simbólicos
y subjetivos, y esto a través de la memoria, el recuerdo y la nostalgia.

La pertenencia socio-territorial implica la inclusión de las personas en una colectividad


hacia la cual experimentan un sentimiento de lealtad, pero, sobre todo, implica compartir
el complejo simbólico-cultural que permite interiorizar los rasgos o elementos de dicho
simbolismo de manera que se orientan hacia el mismo sentido sus propias actitudes,
adquiriendo así la conciencia de una común pertenencia a una misma entidad social. En el
caso, por ejemplo, de una comunidad –pueblo o de un vecindario urbano, la pertenencia
socio-territorial designa el estatus de pertenencia a una colectividad y caracteriza de
modo relevante la estructura misma de la colectividad y de los roles asumidos por los

63
actores. De esta manera el territorio desempeña un papel simbólico relevante en el
contexto de la acción y de las relaciones humanas, y no simplemente el papel de
“condición”, de “contenedor”, de “recurso instrumental”.

Mediante la socialización primaria de los individuos en el ámbito de múltiples


colectividades de pertenencia, territorialmente caracterizadas, los actores individuales
interiorizan progresivamente una variedad de elementos simbólicos hasta llegar a adquirir
el sentimiento y el estatus de pertenencia socio-territorial. Son importantes también la
homogeneidad de valores y costumbres locales, la intensidad de los vínculos familiares, de
amistad y asociativos, y, finalmente, el grado de integración y solidaridad de la
colectividad de referencia.

Sin embargo la homogeneidad no es el criterio mayor para una definición en términos


culturales, sino la articulación de diferencias fuertemente complementarias e
intrínsecamente jerarquizadas. Las diferencias culturales no son necesariamente
armoniosas, y frecuentemente incluyen contradicciones entre los diversos actores
sociales, sin que esto impida considerar que todos participan del mismo patrón cultural.
Estos conflictos son un factor esencial en la dinámica de la cultura territorial que se
manifiesta por medio de una dinámica de unidad y diversidad.

(La) diversidad cultural puede ser una fuente de tensiones y conflicto ahí en donde ha sido
gestionada, donde no se impulsan la libertad de expresión y los derechos culturales, no se
promueven una educación sensible y para la vida y una formación para la diversidad, o no
se procuran nuevas capacidades interculturales para la convivencia y la paz, que es
precisamente lo que impulsaremos desde el Proyecto Democrático a partir de 2018.
La cultura no solo está socialmente condicionada, sino que constituye también un factor
condicionante que influye profundamente sobre las dimensiones económicas, políticas y
demográficas de cada sociedad. La cultura define las finalidades, las normas y los valores
que orientan la organización de la producción y del consumo. Desde el punto de vista
político, la base del poder no es solo la fuerza, sino también la legitimidad (que es un
concepto cultural), y, por ello, que la llamada clase política invoca siempre fundamentos
ideológicos, filosóficos y hasta religiosos. Si bien los energéticos y los recursos materiales
condicionan la acción, la cultura la orienta y la controla.

La cultura solo puede ser operativa a través de los actores sociales, que a su vez solo
pueden proyectarla a través de la identidad. En cuanto dimensión subjetiva de los actores
sociales, la identidad no es más que el lado subjetivo de la cultura, resultante de la
interiorización de símbolos, valores y normas. Todo actor individual o colectivo se
comporta necesariamente en función de una cultura más o menos original; la ausencia de
una cultura específica, es decir de una identidad, conduce a la desaparición del actor. La

64
identidad constituye una dimensión importante del desarrollo regional. Sin identidad no
hay autonomía, y sin autonomía no puede haber participación de la población en el
desarrollo de su territorio (colonia, pueblo, ciudad, país). Lo que equivale a decir que no
puede existir un desarrollo endógeno (hacia a fuera) sin identidad colectiva. El desarrollo
cultural consiste en forjar una amalgama hecha de tradición y modernidad, pero,
concebidas éstas como creadoras de autonomía y dinamismo colectivo.

La comunidad se evidencia asimismo como un auténtico espacio dialógico intra, inter y


extra-comunitario, en la que se resuelve una posibilidad de desarrollo y se salvaguarda la
identidad, contextualización, participación, organización, iniciativa y autonomía de sus
integrantes. Además no es algo estático o atado al simple “localismo”, sino dinámico y
vivo, cuya evolución se da dentro de un contexto histórico. La comunidad no es un “a
priori”, sino un proceso de construcción y, a la vez, el resultado de dicho proceso.

Se requieren pues, gobiernos con capacidad de liderazgo y para motivar la participación


ciudadana, de buenos gobiernos que promuevan, en efecto, la participación, una práctica
de la equidad, una cultura de la legalidad, que demuestren transparencia, eficacia y
eficiencia, responsabilidad y sensibilidad.
Se necesitan, a la vez, ciudadanos y ciudadanas capacitados para intervenir en los asuntos
públicos. Hace falta consolidar las acciones de gobierno orientadas hacia la construcción
de relaciones de confianza, que faciliten la convivencia, basadas en el diálogo y el respeto
a la diferencia que permitan la aportación de visiones y sugerencias de la ciudadanía, y
favorezcan su implicación en la construcción de los futuros posibles. Las acciones de
gobierno tienen que pasar por la implicación ciudadana en los proyectos que afectan a su
presente y a su futuro. Y creemos firmemente que en estos momentos en que existe una
tendencia política polarizada y un descrédito de la política, hacia la deslegitimación de las
instituciones y de los representantes políticos, así como un creciente alejamiento entre
éstos y la ciudadanía, es necesario que sigamos apostando por una mayor y mejor
participación ciudadana;
Se trata, en todo, caso de recuperar el sentido de pertenencia social y cultural, de
construir una conciencia histórica para ubicar nuestro presente en sus principales
determinantes y, así, la asunción de una conciencia crítica que nos permita hacer avanzar
el Proyecto de izquierda que se ha venido abriendo paso, durante las últimas décadas. En
otras palabras, pasar del elemento cuantitativo a la fase cualitativa, que significa analizar,
estudiar la realidad social, conocerla, y crear nuevas realidades con conocimiento de
causa.
Se trata del impulso de la educación y de la cultura para comprender los contextos
sociales y culturales, acercarse a las nociones teóricas de la convivencia y las capacidades
interculturales, la inclusión social, la educación para la paz y, sobre todo, al papel que el
arte y la cultura tienen en este universo donde una vez más la humanidad se dirime entre
la barbarie y la civilización (51).

65
“Ante el crecimiento de las situaciones de violencia escolar o intrafamiliar en el espacio
público o en los medios, y la tendencia al involucramiento de los niños y jóvenes en
adicciones y delincuencia, hemos visto crecer un mercado de actividades artísticas y
culturales promovidas por gobiernos, sociedad civil empresas privadas o comunidades que
reproducen las prácticas estéticas o artísticas dominantes o impuestas por visiones
colonialistas de la cultura; que afirman la tradición en sí misma, sin capacidad de hacer de
la memoria un activo contemporáneo, o que si bien constituyen actos ingeniosos o
creativos y hasta incluyentes, difícilmente pueden hablar de la formación de capacidades
ciudadanas para la convivencia con la diversidad y la construcción de la paz, que es de lo
que se trata, recuperar el sentido comunitario de la vida en todas sus expresiones: en la
producción material, en el arte, en la investigación científica, en la difusión de la cultura,
etc.
El poder de las artes y la cultura de aportar nuevas capacidades cognitivas, afectivas,
comunicativas, expresivas y transformadoras que permiten responder al entorno y
vincularse con la experiencia y el deseo, con la conciencia y la intimidad como fuente de
conocimiento, así con la necesidad de una pedagogía crítica que reconoce al sujeto como
el actor principal del cambio, a partir de una educación para la vida que no requiere
necesariamente de una visión disciplinar pero que conecta con las necesidades de
comunidades que no siempre han sido escuchadas.
Desde los lenguajes artísticos y la educación para la paz, en la creación de nuevas
posibilidades de convivencia democrática, a partir de posturas que promueven el
reconocimiento de las subjetividades, del deseo y de las emociones, la instalación de
nuevos lenguajes y habilidades para entender y transformar el mundo propio y el social; la
promoción de la solidaridad y la felicidad.

Hace falta, y se trata de su impulso paso a paso, de la construcción de redes de


promotores y una estrategia de encadenamiento social que haga posible que las artes se
vincularan al desarrollo social y a la construcción de ciudadanía y solidaridad comunitaria.
“La resiliencia que crean las artes invade también, cuando es verdadera, el ánimo y las
capacidades de actuación de las comunidades de artistas comprometidos con las
iniciativas, y termina por inocular la noción de la sensibilidad y la participación como parte
del componente del desarrollo, la educación o la prevención social.
Aprender mediante el juego y la construcción de una comunidad que no juzga, sino que
colabora para lograr la armonía que exigen la música, una creación coreográfica, un
trabajo coral o una experiencia escénica, con la disciplina requerida para obtener un logro
basado en el mérito.

66
No perdamos de vista que la violencia más severa es la que impone un modelo de
desarrollo que no respeta la vocación cultural y comunitaria ni los derechos humanos.
Nadie puede promover la paz si ésta no es parte de su propia vida. La paz no es la
ausencia de la guerra, La cultura de paz es la capacidad que tenemos para construir juntos
desde la diferencia y en el marco del conflicto, que es parte de la vida.
Formar una cultura de paz es desarrollar la armonía interna que mueve a las personas a
relacionarse en el mundo con base en el auto-reconocimiento, la auto-valoración y el
respeto a la dignidad y a su identidad.
Nunca como ahora han convivido tantas generaciones que se diferencian en la manera de
entender la memoria, el espacio, el tiempo, ejes esenciales de toda cultura.
Nuestros cuerpos pueden ser una prisión o un manantial de experiencias y emoción
Cuando un niño habita en el miedo y la baja autoestima, es muy posible que muestre las
huellas de esa condición en su cuerpo, al tener menos energía y una tendencia a hacerse
invisible. Los jóvenes que han encontrado en sus propias prácticas artísticas o culturales
energía para formar una comunidad o tener amistades, redes o intercambios son menos
vulnerables a la violencia, aunque en determinadas prácticas culturales el machismo se
reproduce de manera casi natural.
La bioética nos permite reivindicar los poderes político y estético del cuerpo.
Las políticas culturales dominantes plantearon al siglo XX las posibilidades de
universalismo, de fortalecimiento de las élites creadoras y promotoras de la experiencia
estética alejada de la ciudadanía, más allá de su naturaleza de “consumidora”
Una especie de política insular hace que las iniciativas de las comunidades y las
organizaciones de la sociedad civil nazcan en la desconexión, cuando su naturaleza
debería ser la articulación” (52).
Así, pues, es a partir de la cultura, en general, y de la educación en particular, como
cualquier persona puede tomar conciencia del significado de su vida. ¿Quién y cómo soy?
¿Por qué estoy aquí? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué quiero? ¿Puedo lograr
ser feliz? ¿Estoy incluido en la historia como sujeto? La condición para dar respuestas lo
más precisas posibles, es, en principio, considerarnos como miembros de una sociedad, así
ha sido durante toda la historia de la humanidad, desde su historia en civilización, en
humanidad, y desde ese pináculo buscar las respuestas. El hombre aislado, solitario, no
existe; Lo permean cultura e instituciones a lo largo de la historia.
Llegada la modernidad, toda expectativa como bien social y desde las determinaciones del
Estado, establecieron y establecen una justificación genérica que legitimara esas
aspiraciones sociales, interpretadas por los representantes de ese Estado, como si fueran
las emanadas efectivamente por los miembros de la sociedad representados.

67
Así se establecen filosofías de todos los quehaceres sociales encargados al Estado en
representación de los ciudadanos modernos, por ejemplo, la filosofía de la educación, y
ubicada en el lugar correspondiente en la Constitución Política (Art. 3º Constitucional).
La filosofía educativa que inspiró a los constituyentes de 1917, después de una Revolución
prolongada, ubicó a los mexicanos como sujetos susceptibles del derecho de la educación,
con un carácter de “Integral”, integradas todas las Reformas y hasta el actual régimen. No
obstante, recuperaremos y ampliaremos, bien a bien, la filosofía educativa fundamental
impresa por los Constituyentes de 1917 en el Art. 3º. Constitucional, a saber…

“La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las
facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la patria, el respeto a los
Derechos Humanos y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y
en la justicia…
I. Garantizada por el Artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación será laica
y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa;
II. El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso
científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los
fanatismos y los prejuicios.
Además:
a) Será democrático, considerando a la democracia no solamente como una estructura
jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante
mejoramiento económico, social y cultural del pueblo;
b) Será nacional, en cuanto –sin hostilidades ni exclusivismos- atenderá a la
comprensión de nuestros problemas, al aprovechamiento de nuestros recursos, a la
defensa de nuestra independencia política, al aseguramiento de nuestra
independencia económica, y a la continuidad y acrecentamiento de nuestra cultura;
c) Contribuirá a la mejor convivencia humana a fin de fortalecer el aprecio por la
diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de la familia, la
convicción del interés general de la sociedad, , los ideales de fraternidad e igualdad
de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de
sexos o de individuos, y
d) Será de calidad, con base en el mejoramiento constante y el máximo logro
académico de los educandos;
III. Para dar pleno cumplimiento a lo dispuesto en el segundo párrafo y en la fracción
segunda, el Ejecutivo federal determinará los planes y programas de estudio de la
educación preescolar, primaria, secundaria y normal para toda la República. Para
tales efectos, el Ejecutivo Federal considerará la opinión de los gobiernos de los
estados y del Distrito Federal, así como de los diversos sectores sociales
involucrados en la educación, los maestros y los padres de familia en los términos
que la ley señale…
IV. Toda la educación que el Estado imparta será gratuita;
V. Además de impartir la educación prescolar, primaria, secundaria y media
superior, señaladas en el primer párrafo, el Estado promoverá y atenderá todos
los tipos y

68
VI. modalidades educativos –incluyendo la educación inicial y a la educación
superior- necesarios para el desarrollo de la nación, apoyará la investigación
científica y tecnológica, y alentará el fortalecimiento y difusión de nuestra
cultura” (53).

De los párrafos VII al IX, que establecen la instrumentación legal para la impartición
educativa por los particulares, de la universidades “a las que la ley otorgue Autonomía”, las
facultades del Congreso de la Unión en la materia, y el párrafo IX acerca de la creación del
Sistema Nacional de Evaluación Educativa, para una presunta garantía de prestación de
servicios educativos de calidad, pero que, a casi 5 años de su aprobación, lo único que da
como resultado es el desmantelamiento de la educación pública, virtud a la privatización
de la misma y a la vocación que acompaña a sus representantes y promotores: el
enriquecimiento fácil desde la esfera pública, considerándolo todo como simples
mercancías, es lo que habrá que restablecer en su letra original de antes de las reformas
estructurales impuestas por el actual régimen oligárquico.

Con toda y el manoseo a nuestra Constitución Política con el cúmulo de reformas


impuestas que le han infligido, recoge la gran cauda progresista de todos los luchadores,
dirigentes, héroes, desde la época de la Independencia con su Congreso Constituyente de
1824 y, desde luego, los elementos recogidos por los liberales del constituyente de 1856-
1857, así como las fundamentales aportaciones hechas por las facciones en el Congreso
Constituyente del emblemático periodo de 1916-1917 y hasta la promulgación de dicha
Constitución. Tres Congresos Constituyentes, tres Revoluciones con sus respectivas pujas,
digamos progresistas, para conformar una Nación, un País, y en ello el perfil del ciudadano
cuyos ingredientes históricos fundamentales fueron la genuina aspiración a la libertad, la
humanista aspiración a la igualdad y, en el reconocimiento de su carácter humano, de su
ubicación de la otredad, clamando la fraternidad. Y todo este conjunto en las distintas
épocas de nuestra historia, como resultado de la participación de los modernos
ciudadanos en ciernes, y en su continuidad histórica hasta esta la actualidad.
En este tenor, de democracia y formación del carácter del mexicano como mandato
Constitucional, es observable la necesidad de participación de los sujetos de la educación,
especialmente de los ciudadanos en su presunta formación a través de una educación que
tiende a ser integral.
Nos referimos a la participación ciudadana que evoca ya más de doscientos años de
modernidad, es decir, de fragua de derechos y deberes de esa construcción social e
histórica, llamada “ciudadano”. Los Estados modernos, representativos, constitucionales
así lo atestiguan en sus Cartas fundamentales, o sea en la formalidad jurídico-política. La
realidad social de la llamada modernidad, sin embargo, ha sido otra, no sólo por su
“eterno” conservadurismo o resistencia al cambio en cualquier aspecto social, sino, lo que
es peor, su vocación por el retroceso lastimando lo que no se puede tolerar
humanamente, justo la dignidad humana, miremos nada más los jirones o pedazos que
de las naciones y países están provocando.

69
No obstante, en ese entre-juego civilizatorio, la evolución del ejercicio de los derechos
ganados socialmente a pulso, es decir, a veces a sangre y fuego (como es el caso del inicio
de la llamada modernidad, en el mundo y en México) y a veces con la presión popular
(para afirmar los avances y lograr otros) nos enseña que la participación, necesaria, en
nuestras sociedades modernas y complejas, no pueden limitarse solo al ejercicio del
sufragio en elecciones periódicas para elegir a los representantes institucionales; hay que
ampliar y profundizar, sobre todo ahora, tales derechos e incorporar a la ciudadanía para
el diseño y elaboración de las políticas públicas, así como para la priorización y evaluación
de las mismas. Pero, además el gobierno de nuestras comunidades, de nuestras ciudades
y pueblos, no puede realizarse hoy de manera lineal, simple y homogénea. Las
necesidades de esas sociedades complejas y las demandas de una ciudadanía cada vez
más exigente y consciente de sus derechos, reclaman la actuación de gobiernos abiertos
que promuevan el debate para la articulación de las diferentes visiones existentes con
respecto a tales políticas públicas, tal exigencia no puede ya ser soslayada.

La participación ciudadana deviene así, no sólo en el ejercicio de un derecho fundamental,


sino en elemento clave para conectar la acción de gobierno con las necesidades de las
personas y facilitar la eficacia de las políticas. Los ciudadanos tienen derecho de participar
en su bienestar, fin último de la acción política. Los ciudadanos y las ciudadanas tienen
derecho a ser pueblo soberano y activo y no sólo público espectador y pasivo, y una
manera de conseguirlo es involucrándose en la elaboración y desarrollo de las decisiones
públicas que les afectan.

70
NOTAS Y REFERENCIAS.

(1). Umberto Cerrión. Democracia y Estado representativo. En La libertad de los


modernos. Pp. 182-235.
(2). Moyano Pahissa. EUA; Síntesis de su historia. Vol.8, t.1.
(3). Ibíd. P. 38.
(4) Ibíd. P. 43.
(5) Ibíd. P. 46.
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(10) Leonardo Gómez Navas. Política Educativa de México. Ed. Patria. México, 1980. P. 24.

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(13) Abraham Talavera. Liberalismo y educación. T.I, PP. 79-111.
(14) Abraham Talavera. Liberalismo y Educación, t. II, p.34.

(15) Martha Robles. Educación y sociedad en la historia de México. P. 54.

(16) Gersain Lima. “Raíces culturales y consensos en Estados Unidos y México”. Rev.
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(17) Fernando Solana Morales, et. al. Historia de la educación pública en México. Ed. FCE.
México, 1981. Pp. 116-156. Y, Martha Robles. Op. cit. P. 75.

(18) Ernesto Meneses Morales. Tendencias educativas oficiales en México. P. 267.

(19)Ídem. Pp. 188, 189.

(20) Ídem. P. 192.

71
(21) Iván García Solís. “Notas sobre la educación racionalista”. Rev. Historia, No. 2. 1987.

(22) Martha E. Curiel Méndez. “Las grandes estrategias educativas de México”, México: 75
años de Revolución. P. 11.
(23) Ernesto Meneses Morales. Op cit. P. 184.
(24) Leopoldo Zea. El positivismo en México. 1ª. Edición. FCE, México, 1968.
(25) Solana Morales, et. Op. Cit. Pp. 244, 245).
(26) Solana Morales, et. Al. P.p. 274, 275).
(27) Enrique de la Garza. Ascenso y crisis del Estado social autoritario. P. 29.
(28) Luis Javier Garrido. El Partido de la Revolución institucionalizada. P. 112.

(29) Carlos Pereyra. “Estado y sociedad”, en México hoy. Pp. 289-305.

(30) Ídem.

(31) Sáenz, Moisés. Reseña de la Educación Pública en México. SEP. Tomo XVIII, No. 13,
México, 1928). Pp. 224,225.

(32) Ernesto Meneses Morales. Ídem.


(33) Olac Fuentes Molinar. “Educación pública y sociedad”, en México hoy. P. 231.
(34) Movimiento Revolucionario del Magisterio. La Política de la SEP. Mimeo.
(35) Ídem.
(36) Ídem.
(37) Ídem.
(38) Ídem.
(39) Ídem.
(40) SEP. Educación Para Todos. P. 79.
(41) Ver V Informe de Gobierno del Presidente López Portillo.
(42) Periódico La jornada. 18 de septiembre de 1994.
(43) Behar Suri Atri, Revista Alianza Monte Sinai, Mayo.2000.
(44) George Susan. Revista Proceso, enero 2002.

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(45) Semelman, Hugo. De la historia a la política. Ed. Siglo XXI, Universidad de las Naciones
Unidas. México 1989. Pp.18-24.
(46) Ídem.
(47) Antonella Attilli. La política y la izquierda de fin de siglo. Ed. cal y arena. Introducción,
pp. 13-25).

(48) Morena, 50 Lineamientos para la transformación de México. Mimeo, México, 2016.

(49) Ídem.

(50) Jorge Pantoja y José Manuel Rodríguez. “Un proyecto alternativo de cultura”. Mimeo,
2016.

(51) Ver; Jiménez Lucina (Coord.). Arte para la convivencia y educación para la paz
México: FCE, 2016.
(52) Ídem.
(53) Constitución…ed. Porrúa, 2105);

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