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Columna de opinión

-Laura Natali
-Juan Felipe Polanco
-Mayra Toloza
- Bryham Fabian García Zarate

La idea de integración pertenece a una tendencia global a la cual se dirigían las relaciones
internacionales de la posguerra. El concepto como tal hace referencia a la concurrencia de
las partes en el todo, a la conjunción de elementos o entidades dispersas para la formación de
una estructura de conjunto. Cabe aclarar que, en buena medida, los procesos de integración
más duraderos y exitosos no han sido solo producto de la voluntad político y consensual de
sus miembros sino que contó con las circunstancias favorables producto de una coyuntura
muy concreta que lo permitiese, por ejemplo es impensable la creación de la actual UE sin
entender aquella situación desesperada de posguerra que motivo la primigenia Comunidad
Europea del Carbón y del Acero.
No es casualidad, por tanto, que tal idea haya tomado mayor fuerza justo después de la era
del bilateralismo triunfante, las guerras mundiales y sus respectivas guerras comerciales, así
como una decaída del imperialismo mundial el cual aumentaba el número de países soberanos
con sus respectivos recursos que ahora podrían jugar en el mercado mundial. Según palabras
de pensadores del siglo XX como Teilhard de Chardin, el mundo tendía a asociarse y los
países no serían la excepción sino que avanzarían en la conformación de un “gobierno
mundial” lo cual podría tomarse como una acertada predicción de lo que sucedería con los
distintos tipos de integración existentes las cuales surgen como una respuesta a la situación
desfavorecida y dependiente de estos países en la organización económica mundial y por la
conciencia que en forma aislada es improbable el superar el drama común del subdesarrollo
normalmente a nivel regional o subregional, sirviendo como una estrategia efectiva a la
integración a tal mercado globalizado regulado por entidades supranacionales como la OMC.
No se debe desconocer, sin embargo, que cuando se trata el tema de la integración económica
y todo su progreso, existen puntos o pasos principales los cuales se deben llegar a cabo para
que exista dicho proceso, entre esos, uno de los primeros es el sistema arancelario de cada
país, con las ventajas y desventajas que este puede provocar, todo esto regulado por el GATT,
Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio. Sin embargo, actualmente se han
establecido los Sistemas Generalizados de Preferencias, los cuales son los encargados de
atender las demandas de una mejor inclusión de los países en vía de desarrollo, son en sí los
legisladores de los aranceles del comercio. Posteriormente se habla de la zona de libre
comercio, esta está conformada por dos o más países que comercian entre sí recíprocamente,
dónde se realizan estas transacciones suprimiendo barreras arancelarias y trabas comerciales,
lo cual se considera de alta importancia y de mejora de sus relaciones de comercio exterior,
sin embargo, notoriamente una de las trabas que presenta la implementación de la zona de
libre comercio, es que solo involucra un mercado zonal, en este caso, restringido, el cual a
manera personal, es poco probable que pueda existir un alto crecimiento de los países,
teniendo así proyecciones o expansiones limitadas.
Otro grado de integración económica está relacionado con la Unión Aduanera, la cual es la
unión de dos o más países, los cuales acuerdan suprimir barreras arancelarias y comerciales,
promoviendo así la libre circulación de las mercancías, en una zona común, sin embargo, el
país que quiera ingresar a comerciar, deberá pagar unas tarifas o aranceles externos, los
cuales previamente han sido establecidos por los países originariamente en consenso. Siendo
así, es una de las formas más equitativas o justas para ejercer el comercio. Además, a esto,
está otra etapa, la cual es el mercado común, y este representa un grado más avanzado de
integración ya que no solo abarca la libre circulación de mercancías, sino que también la libre
circulación de factores de producción (bienes, capitales y servicios), todo esto en conjunto,
para el aprovechamiento y mejora de la economía de los países beneficiarios de los
intercambios comerciales.
El abanico de posibilidades a la integración no es sin embargo completamente favorable a la
integralidad global planteada desde el multilateralismo, sino que puede optar por formas
bastante coercitivas que anulen buena parte de las potencialidades de su uso, como puede ser
una integración de índole hegemónico o el recurrir a una estructura institucional
supranacional. Aunque los estadios más altos de la integración económica planteados,
entiéndase Unión Económica y Comunidad Económica presuponen unas condiciones para
que las economías logren mejores resultados en su conjunto entendiendo esto como una
condición necesaria, más no suficiente para el desarrollo social, así como se comparten los
beneficios también las deficiencias.
Por mucha compenetración social que haya dado un proceso de integración, aún quedan
rasgos característicos de cada pueblo que muchas veces llevan a resultados no deseados, por
ejemplo, el BREXIT, que fue alimentado por un sentimiento en contra de las políticas
migratorias tomadas por la Unión Europea y el recelo a la burocracia de Bruselas. Como
vemos, en determinadas circunstancias estos tipos de integración se hacen una camisa de
fuerza y una moneda común casi que los ata, ejemplo se tiene lo sucedido con Grecia en los
últimos años. Es por lo anterior que los países deben planificar muy bien este proceso y hace
sus respectivos análisis y estratégicamente decidir sus jugadas, cabe resaltar que no a todo se
le puede llamar integración económica y que este último exige unas pautas y características
muy precisas que se deben tener que van desde la libre circulación de factores productivos
hasta una proyección política común, pasando por armonización de la misma y delegación
de competencias, no se puede llevar el riesgo a lo mínimo pero por lo menos se puede reducir
logrando un proceso de integración paulatinamente progresivo.
Pese a los enormes retos y múltiples facetas presentadas por la integración, no pueden negarse
sus potenciales beneficios, especialmente en estas latitudes. Nos remitimos por ejemplo a las
palabras dadas por el expresidente Juan Manuel Santos en la conferencia Académica
inaugural de la Universidad del Rosario de Bogotá del año pasado, en la que concordó con
el nobel Joseph Stiglitz al poner énfasis1 en :” fortalecer la integración latinoamericana", ya
que considera que "es poco el comercio entre los países de la región y muy elevado el
potencial.” De lo cual podríamos sustentar que él haciendo uso de su conocimiento como
Economista, está aplicando el concepto económico de integración tal y como lo mencionan
en el texto.
No es posible desconocer que existe una ineludible dimensión política desde el mismo
momento de la decisión que cada país soberano toma para participar en un esquema
integrador, al margen de sus coyunturas y estructuras particulares. Es inevitable que existe
política en tal juego teóricamente simbiótico de relaciones internacionales, en la combinación
de intereses particulares frente a la determinación de objetivos comunes, en la coordinación
con terceros, y finalmente en la proyección que adquieren estos procesos en sus fases
avanzadas, que no es otra que la posibilidad de una integración plenamente política.

1
Tomada de : https://www.efe.com/efe/america/economia/santos-y-stiglitz-creen-necesaria-la-integracion-
de-latinoamerica-para-el-desarrollo/20000011-3181988#

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