El modus operandi de Jesús Gastell pudiera compararse al funcionamiento del lego: un
juguete sencillo pero con infinitas posibilidades de construcción. Después de haber armado una figura se puede desmontar y construir algo completamente distinto. Y es que el artista, en apariencia racional, estoico, es un ser obsesionado y profundamente inquieto respecto no sólo a los artilugios artísticos sino a toda la experiencia humana. No le interesa el poder reproductivo de la creación, sino la capacidad modulativa de la aventura estética en una época que genera niveles similares de ilusión y paranoia. Es consciente de que estar atento es la condición sine qua non de estos tiempos, donde la simultaneidad de textos apenas deja resquicio a lo casual. Su pintura entrópica con aspectos de paisaje, aunque en esencia (no incontaminada) maneja rudimentos neoconceptuales desde una óptica muy propia, tiene “gancho” comercial, además de ser arriesgada; en ella encuentras no sólo lo que ves. El juego con las apariencias parece constituir uno de los propósitos fundamentales en la obra de Jesús Gastell. Sólo los ojos entrenados divisan en ésta una propuesta conceptualista que se aprovecha de los códigos de un género tan llevado y traído como el paisaje para armar un discurso inteligente acerca de los clichés en el arte. Su propuesta deslumbra al público por su exquisitez formal, gracias al preciosismo en los detalles, sin embargo, muchos no advierten la manipulación implícita en ella. Constantemente pone a prueba al espectador respecto a sus conocimientos artísticos, e incluso interroga su madurez para enfrentar lo entendido como “real”. La emergencia de creadores que han usado el paisaje o determinados presupuestos del género para establecer sus propuestas en Pinar del Río ha dado lugar, en muchas ocasiones, al criterio tendencioso sobre la existencia de una Escuela (con Mayúscula) paisajística pinareña. Planteamiento infundado porque no hay conexión entre los artistas fundadores de la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas que cultivaban este tipo de pintura y los que en la actualidad lo hacen teniendo en cuenta los requerimientos del mercado. En el caso de Gastell este género ha sido más medio que fin. Él mismo no se identifica con el paisaje como forma de expresión, sino con una obra que lo utiliza como “truco” para atraer la atención sobre otros asuntos relacionados con la concepción del arte. Autonomía artística, mito, oficio, contexto, paradigma, son algunos de los conceptos puestos en tela de juicio en el discurso del artista, a quien siempre le ha preocupado el objeto del arte y el completamiento de este a través del público que lo percibe. Todo el tiempo concibe obras abiertas y que en su opinión constituyen actos de negación, gracias a su noción dialéctica del ejercicio estético como trabajo cavilante, que continuamente se replantea para superar lo anterior. Pero, además, porque en el momento preciso de creación, al atender con recelo a la supuesta impecabilidad formal u otros elementos de índole conceptual, lo hace para refutarlos en un gesto paródico. Hace dos años el artista realizó una exposición que tituló Afinidades electivas en la que la reflexión se establecía como contrasentido al emplazar no solo lo entendido como paisaje, sino la cuestión global de género. El hecho de que esta propuesta jugara con presupuestos del surrealismo, el impresionismo, la abstracción, el informalismo y el conceptualismo, por mencionar los más socorridos, nos enfrenta a un cuestionamiento donde lo normativo se desvanece ante la dialogicidad del lenguaje. La tensión de carácter binario (concreto-inasible, etéreo-grave, original-copia, etcétera) se disloca ante la naturaleza abierta de esta poética sin intenciones narrativas y que tiende al hermetismo. La estereotipación del paisaje cubano es algo que Gastell tiene en cuenta porque dicho género tradicionalmente tiene a su vera elementos tipificadores de cubanía, y él elude cualquier noción tropicalizada en sus interpretaciones. Esta propuesta se ha desarrollado dentro de una gama de colores fríos que rechaza la calidez a ultranza de mucho paisaje hecho en la isla. No obstante, en ocasiones, introduce rojos o naranjas para “torcer” la percepción establecida respecto a su pintura. El proceso de creación de este artista es lento. Constantemente se replantea las obras, a veces, incluso después de exponerlas. Su Casa-Taller rodeada de exuberante vegetación y clima húmedo le ha permitido explorar y explotar la naturaleza en un sentido cartesiano. Las consideraciones filosóficas de Gastell se traducen en una producción sobria, con parquedad de recursos formales, y que asiduamente revisa el decursar del arte y ubica su actitud dentro de una postura irónica. La potenciación del discurso a partir de los títulos de las piezas es otro aspecto importante a la hora de valorar esta propuesta. Cada uno de ellos apuesta por “engrosar” la metáfora visual adjudicándole mayor tensión. Todos hablan de una reflexión aguda, asentada sobre un afán investigativo que cuestiona los convencionalismos estéticos interrogando los propios límites de la pintura. El artista a pesar de ser un excelente dibujante y pintor estuvo por períodos largos sin desarrollar el oficio gracias al autoexámen que se hacía a diario acerca de la utilidad de la pintura en una época en que los ordenadores son capaces de reproducir una imagen artística que puede competir en cualquier feria o bienal de arte. Su más reciente muestra en el Museo de Arte de Pinar del Río (MAPRI) vuelve a tocar de manera velada cuestiones como la libertad creativa, la estandarización de los géneros artísticos, la vaciedad de sentido en el arte, entre otras problemáticas. Esto ocurre bajo una “tramoya” que remeda el paisaje, aunque en realidad lo que consigue es cuestionarse cualquier criterio tendencioso en cuanto a la existencia y promoción del género que se ha convertido en la etiqueta para referirse al arte que se hace en Pinar del Río. La exposición, que llevó por título Poética en el límite, está conformada por dibujos realizados a carboncillo sobre cartulinas de gran formato. La piedra aparece como elemento recurrente dentro del discurso bastante hermético y lírico propuesto por Gastell, a quien no le interesan los planteamientos directos, sino los circunloquios. La ambigüedad forma parte de la atmósfera que envuelve a estas piedras que pueden ser indistintamente bautismales, preciosas, filosofales, de trabajo, o cualquiera de las que nos encontramos a diario. En la religión santera éstas encierran varios significados, pero uno de los más conocidos es el que las asocia al santo Elegguá, el que abre y cierra los caminos. Y el artista es alguien que se ha ido abriendo camino por su propio peso, sin hacer concesiones. Su persistencia y rigor en el trabajo lo han convertido en uno de los creadores pinareños que ha ganado más lauros en los últimos certámenes realizados en la provincia. El contar con una formación académica como la que se adquiere en el ISA (Instituto Superior de Arte) y el hecho de haber continuado un proceso profundo de investigación artística a través de muchos años, desde que se graduara de dicha institución, han permitido a Gastell enriquecer un oficio que lo convierte en émulo respecto a cualquiera de los grandes dibujantes y pintores de nuestro país. A muchos les podrá parecer exagerado el calificativo, pero sólo basta con analizar su obra para que asome a la vista la excelencia de su quehacer; respaldado además por una sabiduría teórica poco usual en los artistas que desarrollan su producción en provincia. El arte en la actualidad se ha convertido en una suerte de aliviadero de los excesos con que nos encontramos a diario, de ahí que resulten más atractivas para nosotros aquellas propuestas que con singular ingenio logran comentar sobre el entorno o las interioridades humanas pulsando los límites de los conceptos planteados y del propio ejercicio plástico desde la sobriedad. La sutileza se ha impuesto casi como un tono rasero a la hora de establecer los discursos artísticos, porque a casi nadie le interesa enfrentar las verdades sin veladuras, todo debe ser encubierto, moderado, para que no asuste. Pintura metafísica, ejercicio virtual, ensayo filosófico, pudieran ser algunos de los denominadores posibles para el quehacer de Gastell, pero no suficientes. Estas especulaciones que continuamente nos hacen recordar (…) la maldita circunstancia del agua por todas partes” no refieren solamente al fenómeno de la insularidad y sus consecuentes frustraciones sino también a su contrario. La posibilidad de alcanzar la plenitud mediante la realización creativa se instaura aquí como tesis. Algo así como un paisaje del deseo, pero que niega la tradición y a la vez niega el deseo, porque según las filosofías orientales el ansia es enemiga de la integridad y Gastell es consciente de ello.