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esfuerzo para simplificar su propuesta sobremanera está condenado al fracaso. La
autora escribió 21 libros (sin contar las actas de sus numerosas conferencias),
de los cuales 8 fueron publicados originalmente en italiano, 8 en inglés, 2 en
francés y 3 en castellano. Los libros no fueron todos publicados en el idioma
en el que fueron inicialmente escritos y las traducciones posteriores a menudo
se hicieron partiendo de una segunda traducción. El estilo escrito de Montessori
es metafórico, recargado, con alusiones a teorías obsoletas (Ej. el lombrosiano,
la eugenesía) y su propuesta es trasmitida con un lenguaje a veces tortuoso. La
autora salta de una idea a otra, trae anécdotas metafóricas complejas para
convencer de sus ideas. No suele cerrar el bucle de sus argumentaciones de
forma estructurada. Se ve en las ediciones americanas un esfuerzo para
estructurar el texto añadiendo títulos en el índice que no estaban en el texto original.
Aún así, el texto no fluye. Parece que intenta darnos de golpe todo lo que
piensa sobre todas las cuestiones, sin orden o desarrollo argumental
estructurado. Quizás su libro Spontaneous
Activities (Montessori,
1917) sea el más ordenado de
todos, pero aún no está traducido al castellano. Algunos comentaristas de sus
obras caen en la hagiografía y se niegan a ver los defectos de la autora o de
su obra, lo que da a esa pedagogía aires místicos casi como si de un culto se
tratara; otros critican desde la ignorancia, sin molestarse en intentar
entender a la autora.
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A menudo, sus más fieles apóstoles pueden, sin
ser conscientes de ello, convertirse en los peores enemigos de su Método. Eso
ocurre cuando la leen parcialmente y no la entienden globalmente. Por ejemplo,
en el prólogo de la primera edición americana del primer libro de Montessori,
el profesor de Harvard, Henry Holmes, describe lo que considera una bondad del
Método: “?El alumno Montessori hace
todo lo que quiere, mientras no hace daño a otros” (Maria
Montessori, 1912, la traducción es nuestra). Sabemos que esa
descripción del Método está equivocada, porque el material Montessori es uno de
los más rigurosos y estructurados que existe en la etapa infantil. Solo hay una
forma de utilizarlo y el sistema de control del error diseñado para cada
material no permite al niño hacer todo lo que le plazca. Los defensores de su método
pueden también desvirtualizarlo cuando proponen con buena fe fusionarlo con otros.
Por ejemplo, Holmes (Montessori,
1912) sugería combinar el sistema de educación
infantil americano con el sistema Montessori con el fin de encontrar un
compromiso a medio camino entre dos posturas distintas (sobre el asunto de la
fantasía, por ejemplo). En vida, Montessori lamentó esas prácticas entre los
pedagogos de la Educación Nueva (Montessori,
1953). El intento de combinar dos métodos cuyas
premisas son fundamentalmente incompatibles pone en evidencia la incapacidad de
entender los motivos y las asunciones que caracterizan el espíritu que mueve a
esos métodos. La preocupación del eclecticismo educativo no puede ser más
vigente hoy, dada la frívola tendencia a acumular las innovaciones educativas
sin hacer el esfuerzo previo de entender el trasfondo de cada propuesta
educativa y la incoherencia que puede haber entre ellas.
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Otra cuestión digna de mención respecto a los
escritos de Montessori es que recurre a citas de autores con los que discrepa
en el fondo. Por ejemplo, cita a Wilhelm Wundt sobre la importancia de la
pedagogía científica, pero discrepa con su enfoque mecanicista. Luego, cita al
poeta romántico William Wordsworth para hablar de la inocencia de un recién
nacido (Montessori,
1912), pero discrepa explícitamente con el también
romántico Rousseau sobre la tesis naturalista. Cita también a Kant, pero
clarifica años después que no es apriorista. Técnicamente, puede no haber
contradicción de fondo, pero todo ello puede contribuir a despistar a un lector
superficial, alimentando todo tipo de prejuicios, que luego se convierten en
bulos imparables.
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principios guardan con el material. Por ejemplo, es importante entender el
motivo por el que incorpora a su Método algunos ejercicios de Froebel sobre la
discriminación sensorial a través de la manipulación de ladrillos y de cubos
pequeños, pero que rechaza el juego simbólico que Froebel hacía con esos mismos
materiales. Opina que los juegos simbólicos llevan la confusión mental del niño
a su culminación (Montessori,
1917). Es importante entender el motivo por el que
defiende que la disciplina es una condición previa a la libertad y da tanta importancia
al trabajo individual y la responsabilidad personal. Es clave entender el
trasfondo de las críticas del sector de la escuela progresista y de la Educación
Nueva que calificaron su Método de mecánico, formal, restrictivo, carente de
oportunidades de juego creativo y de cooperación (Heard
Kilpatrick, 1914; Van Reesema, 1926a, 1926b, 1926c), así como las respuestas
que da a las críticas que recibe del sector antimodernista que existía en el
clero de principios del siglo XX (De Giorgi, 2016, 2018). Es necesario entender el motivo por el que
rechaza la imaginación
productiva tan característica del Romanticismo. Es importante entender el
motivo por el que piensa que los juegos simbólicos llevan a la confusión mental
del niño a su culminación; para ella, la necesidad de tener experiencias
imaginativas en vez de reales es consecuencia de la pobreza sensorial (Montessori,
1917). En sus escuelas, los niños no simulan servir
la mesa con copas de plástico, la sirven con copas de cristal; no simulan pasar
la escoba, la pasan de verdad; no simulan lavarse las manos, se las lavan de
verdad y disfrutan haciéndolo. Todos los “ejercicios de vida práctica” que hacen
sus alumnos están basados en la realidad, no en el juego simbólico.
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tienen los niños hacía los dispositivos tecnológicos y a la dificultad que
tendrán para desarrollar un locus de control interno, es posible que no
tengamos hoy un entorno que nos permita fácilmente observarlo. Cuando los
sentidos están alborotados, estimulados por encima del umbral de la
sensibilidad, el niño deja de sentir y difícilmente prestará atención sostenida
a los estímulos externos. Entonces su método arriesga convertirse en una utopía
impracticable, pero no porque el método sea inoportuno, sino porque el entorno
en el que se encuentra el niño de hoy hace imposible su “normalización”. La
“normalización” es un término aparentemente anacrónico de la pedagogía
montessoriana, pero sin explicarlo bien, es imposible prenteneder entender
nada. Montessori explica que los niños pobres en sus aulas se interesaban antes
que los niños de clase alta por el material, porque estos últimos estaban
saturados de objetos y juguetes que alborotan pasivamente sus sentidos (Montessori, 1912). Hoy
en día, ni los niños desfavorecidos tienen ese privilegio, se lo
hemos arrebatado cuando la retórica educativa dominante -que por ser retórica y
dominante no necesita apoyarse en las evidencias- defendió que la mejora
educativa pasaba necesariamente por el cierre de la brecha digital.
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Catherine L’Ecuyer es autora de Educar en el
asombro, Educar en la realidad y del blog www.catherinelecuyer.com
Referencias bibliográficas
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Montessori, M. (1917). Spontaneous
activity in education (trans. F. Simmonds). New York: Frederick A. Stokes
Company.
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https://es.wikipedia.org/wiki/Maria_Montessori
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