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AUTOCONTROL

II. MARCO TEÓRICO

Se considera que millones de personas a nivel mundial tienen un problema debido al consumo de
drogas. La Organización Mundial de la Salud considera al síndrome de dependencia como la pérdida
del control consciente sobre los propios actos y del control voluntario que se tiene sobre el uso de
una droga. Actualmente, se reconoce que el cerebro tiene una alta sensibilidad a sustancias, de tal
forma que favorece la adicción o produce un efecto neurotóxico, provocando una falta de
protección natural.

Tras repetidas exposiciones a drogas psicoactivas, el cerebro humano desarrolla una


neuroadaptación que lleva a la aparición de la tolerancia y la dependencia. Los modelos
experimentales en animales indican la relevancia del sistema dopaminérgico en la instauración y
mantenimiento de las adicciones. Se considera que las vías neuronales de conexión dopaminérgica
con el córtex prefrontal son las principales en afectarse debido a la adicción. Sin embargo, los
modelos en animales, en los cuales el lóbulo frontal, como área cerebral diferencialmente humana
no existe, no resultan adecuados restándole justamente a esta área prefrontal la importancia que
probablemente tiene en el papel mediador en las adicciones en humanos. De ahí la importancia
reciente que han adquirido las investigaciones que usan técnicas de imagenología cerebral en
humanos.

Paralelamente a la adaptación bioquímica y neuronal, desde un punto de vista neuropsicológico, el


hombre adquiere una adaptación funcional o psicológica.

El objetivo de este trabajo es analizar algunos de los términos que son básicos para entender las
adicciones desde la neuropsicología, por lo que se hará énfasis en conceptos tales como voluntad,
voluntariedad, autocontrol, regulación, y funciones ejecutivas, así como sus posibles alteraciones
en personas que presentan el síndrome de dependencia.

1.1. BASES TEORICAS

1.2. AUTOCONTROL.

El autocontrol ha sido definido por primera vez en 1973 por la American Psychological Association
como la habilidad para reprimir o la práctica de represión de reacciones impulsivas de un
comportamiento, deseos o emociones. Pese a eso, pueden ser identificadas tres abordajes
intelectuales que décadas antes de esa definición habían investigado el autocontrol y que, según
Harter (1983), serían la psicoanalítica (Freud, 1922), la teoría del aprendizaje (Skinner, 1953) y la
neuropsicología soviética (Luria, 1961; Vygotsky, 1962). Como representante del psicoanálisis, Freud
(1922) ha defendido la idea de que el autocontrol estaba asociado al desarrollo de la fuerza del ego.
Ahora bien, el superego seria el que controlaría la propia conducta y el comportamiento moral y,
por lo tanto, sería una característica estable de la personalidad. El comportamiento moral, a su vez,
seria influenciado por acontecimientos durante el desarrollo que tendrían una fuerte influencia
sobre el grado de autocontrol desarrollado por el sujeto.
para Skinner (1953) el autocontrol no seria un rasgo o disposición y sí un proceso por el cual el
individuo cambiaría su probabilidad de respuesta, alterando las variables en las cuales la respuesta
es una función, teniendo una gran influencia del entorno social. Así, visto como resultante del
aprendizaje social, el autocontrol ha sido estudiado por varios autores, como Bandura (1971, 1976,
1978), Kanfer (1971, 1977), Kanfer y Karoly (1972), Mahoney y Thoresen (1974), Mishel y Patherson
(1978), entre otros.

El autocontrol resulta de vital importancia en la fase de mantenimiento del consumo de drogas,


pues hace que el individuo sea capaz de mantener un consumo moderado. Por el contrario, su
ausencia conlleva un nivel de consumo excesivo (D´Elio et al., 1996; Kahler et al., 1995; Room, 1989;
Santacreu y Froján, 1992; Sterling et al., 1996; Shiffman y Wills, 1985; Wills, 1994).

En el estudio de Santacreu y Froján (1992) se miden una serie de variables, entre las que cabe
destacar el autocontrol, conductas divergentes a la norma, nivel de ansiedad, estrés, etc. En
muestras de sujetos de edades comprendidas entre 11 y 22 años, donde el primer grupo consume
alcohol y tabaco, el segundo, hachís, pegamento y somníferos y el tercero, heroína, cocaína y
anfetaminas. Los resultados confirman que el tercer grupo presenta niveles más bajos de
autocontrol que el segundo y el primer grupo.

Wills (1994) estudia la relación entre autoestima, autocontrol y consumo de tabaco, alcohol y
hachís, en una muestra de adolescentes estudiantes. Encuentra que la percepción de control interna
está inversamente relacionada con el consumo de las drogas estudiadas.

D´Elio et al. (1996) afirman que la percepción de acontecimientos incontrolables aumenta el riesgo
de consumir drogas; esta afirmación se deriva del estudio que hicieron con adolescentes de 11 años
de edad que consumían alcohol, hachís y cocaína. Concluyen que la percepción de acontecimientos
incontrolables predecía el consumo de drogas.

Sterling et al. (1996) estudian el control personal con relación al consumo de drogas en una muestra
de consumidores de cocaína que inician tratamiento. El análisis de datos, en su caso, indica que el
control personal predice la tasa de retención en el tratamiento.

2.3. EMOCIONES

Bisquerra (2000: 243) define la educación emocional como: Un proceso educativo, continuo y
permanente, que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del
desarrollo cognitivo, constituyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo de la
personalidad integral. Para ello se propone el desarrollo de conocimientos y habilidades sobre las
emociones con el objeto de capacitar al individuo para afrontar mejor los retos que se planten en la
vida cotidiana. Todo ello tiene como finalidad aumentar el bienestar personal y social.

2.4 ASERTIVIDAD

Los orígenes de la palabra “asertividad” se encuentran en el latín asserereo assertum, que significa
“afirmar” o “defender” (Robredo, 1995). Es con base en esta concepción que el témino adquiere un
significado de afirmación de la propia personalidad, confianza en sí mismo, auto-estima, aplomo y
comunicación segura y eficiente (Rodríguez y Serral-de, 1991).
Aguilar (1995) señala que existen problemas para distinguir la habilidad social de la habilidad
asertiva, en tanto que Rodríguez y Se-rralde (1991) afirman que la asertividad es lo mismo que la
autoestima, o al menos un componente de la misma. También se le ha relacionado con el locus de
control (Aguilar, 1987), e incluso se le ha confundido con la agresividad en algunos contextos
culturales (Flores, 1994)

Existen diversas aproximaciones teóricas que buscan definir es-ta variable. Desde el punto de vista
conductual, la propuesta de un aprendizaje asertivo se fundamenta en los conocimientos generados
por Ivan Pavlov, quien estudió la adaptación al medio ambiente de perso-nas y animales; en cuanto
a las primeras, considera que si dominan las fuerzas excitatorias, se sentirán orientadas a la acción
y emocionalmen-te libres, enfrentándose a la vida según sus propios términos; por el contrario, si
dominan las fuerzas inhibitorias, se mostrarán descon-certadas y acobardadas, sufrirán la represión
de sus emociones y a me-nudo harán lo que no quieren hacer (Casares y Siliceo, 1997; Robredo,
1995). Este equilibrio entre inhibición y excitación se traducirá más tar-de como sumisión –o
pasividad– y agresividad, respectivamente (Ro-dríguez y Serralde, 1991).

Pick y Vargas (1990) afirman que para ser asertivo se necesita aceptarse y valorarse, respetar a los
demás, permanecer firmes en las propias opiniones, comunicar con claridad y directamente, en el
lugar y momento adecuados y de forma apropiada, lo que se quiere o se ne-cesita decir.

Aguilar, E. (1995). Estandarización de la escala de asertividad de Michelson y Wood en una muestra


mexicana de niños de 8 a 16 años. Tesis inédita de Licencia-tura en Psicología. México: Universidad
Nacional Autónoma de México.

2.5 PASIVIDAD

Un factor común de los comportamientos pasivo y agresivo, según Bishop (2000), es la falta de
autoestima. Así, la pérdida de autoestima puede dar como resultado un comportamiento no
asertivo, e incluso se ha hallado que la comunicación asertiva ayuda a fomentar una alta au-toestima
y, en consecuencia, una conducta asertiva (Sánchez, 2000).

AGRESIVIDAD

Robredo (1995) señala que la agresividad y la agresión hostil cons-tituyen el manejo negativo de la
asertividad, pero que la agresividad bien dirigida, de acuerdo con esta autora, se convierte en
asertividad. En relación con esta idea, Turner (1992) habla de un continuo de agresión que va de
muy baja a muy alta, y define a esta última como un alto ni-vel de asertividad y dirección para
alcanzar las metas a pesar de los obstáculos; empero, un bajo nivel de hostilidad no necesariamente
in-dica una baja asertividad.
Al hablar de la agresividad, se suele considerar que el género es un factor importante desde el punto
de vista cultural. Swanson (2007), al contactar por vía telefónica a personas de entre 18 y 71 años
de edad, halló que tanto hombres como mujeres se mostraron igualmente aser-tivos, pero los
hombres tendieron a ser más agresivos en las interac-ciones que implican la compra de artículos, lo
que sugiere que la aserti-vidad y la agresividad no son inversamente proporcionales.

Esta clara relación entre el Inventario de Asertividad y la Escala de Habilidades Sociales en el primer
análisis puede entenderse tam-bién en función de la definición que da Gambrill (1977), quien
concibe a la asertividad como la “habilidad para emitir conductas que son re-forzadas positiva o
negativamente, y para no emitir conductas que son castigadas o extinguidas por otros”.

El entrenamiento en habilidades sociales y en técnicas de autocontrol es fundamental para poder


expresar lo que deseamos sin hacer daño a las personas que nos rodean y con quienes vinculamos
diariamente. No se ha demostrado que expresar enfado en un tono de voz conversacional, sin
descalificar, sin elevar el volumen, haga que pierda efecto el mensaje. Hablamos alto, rápido,
pausadamente o con agresividad según nos sentimos. A través del contenido y del modo
expresamos cómo nos sentimos. Nos saltamos el sistema reflexivo porque la emoción de ese
momento, el enfado, la frustración, los celos o la envidia nos hacen sentir mal, sufrimos y creemos
que la manera de mostrar al otro nuestro estado emocional es a través del lenguaje y las formas
dañinas. Y es una gran equivocación. Lo único que conseguimos con esta agresividad es que el otro
trate de defenderse, de elevar el volumen más alto que el otro y de que la discusión se desvíe a
otros derroteros.

ESTADÍSTICAS

El autocontrol ha sido estudiado y relacionado a varios constructos de la psicología, como la


agresividad e impulsividad (Heimer, 1996; Polakowski, 1994; Pulkkinen & Hamalainen, 1995; por
ejemplo), en relación al ambiente familiar (Block, 1981; Ogata, 1995; entre otros), a las dificultades
de aprendizaje y rendimiento escolar (Charney, 1993; Hascher & Oser, 1995; Risemberg &
Zimmerman, 1992; Ronen, 1994; por citar algunos). No obstante a los muchos estudios hallados en
la literatura extranjera, ninguno de ellos trata del autocontrol y el autoconcepto conjuntamente.
Este estudio se propuso porque ese hecho también ha sido observado en la literatura brasilera. De
esa forma, la intención será buscar relaciones entre esos dos constructos.

Por más que las investigaciones con el autocontrol sean bastante frecuentes en el exterior, en Brasil
existe una cierta dificultad para su evaluación, sea porque instrumentos que se proponen hacerlo
se encuentran en artículos o trabajos de maestría y doctorado de difícil acceso, sea por el hecho de
que los estudios sobre evidencias de validez y los datos de precisión no siempre son conocidos. Pese
a eso, recientemente han sido publicados dos instrumentos, las Escalas Feminina y Masculina de
Autocontrole, EFAC y EMAC respectivamente (Martinelli & Sisto, 2006).
En los estudios sobre sus propiedades psicométricas, con base en un análisis del funcionamiento
diferencial de los ítems los autores decidieron construir dos escalas, una para las personas del sexo
masculino y otra para las del sexo femenino. Para eso, los ítems para cada escala han sido de dos
tipos: aquellos que no presentaron diferencias entre los sexos fueron incluídos tanto en la escala
masculina como en la femenina; siendo que para la escala del sexo masculino no han sido incluidos
los ítems en los cuales las mujeres presentaron mayor intensidad y para la escala del sexo femenino
han sido retirados aquellos ítems que presentaron mayor intensidad en los varones.

El análisis factorial hecho en cada escala ha revelado dos factores. En las dos escalas los factores
fueron interpretados como autocontrol en relación a reglas y conductas sociales (factor 1 en la
escala masculina y factor 2 en la femenina) y autocontrol en relación a sentimientos y emociones
(factor 2 en la escala masculina y factor 1 en la femenina). La correlación ítem-total en las dos escalas
ha resultado bastante significativa. Sobre la validez de constructo en relación al desarrollo, los
análisis realizados en la escala femenina y en la masculina han sugerido un posible carácter
progresivo del autocontrol.

El análisis factorial hecho en cada escala ha revelado dos factores. En las dos escalas los factores
fueron interpretados como autocontrol en relación a reglas y conductas sociales (factor 1 en la
escala masculina y factor 2 en la femenina) y autocontrol en relación a sentimientos y emociones
(factor 2 en la escala masculina y factor 1 en la femenina). La correlación ítem-total en las dos escalas
ha resultado bastante significativa. Sobre la validez de constructo en relación al desarrollo, los
análisis realizados en la escala femenina y en la masculina han sugerido un posible carácter
progresivo del autocontrol.

Considerando los factores separadamente, en relación a la precisión por el alfa de Cronbach los
coeficientes han variado entre 0,73 y 0,84. En el caso del test-retest, en ambas escalas los autores
han concluido que los factores tienen una estabilidad temporal bastante adecuada, con índices
entre 0,73 y 0,86. En relación a la escala como un todo, el EFAC ha presentado un coeficiente de
correlación de Pearson de 0,86 y el EMAC de 0,84.

Debe ser destacado que pese a las escalas presentar evidencias de validez y buenos índices de
precisión, no ha sido encontrado ningún estudio que se haya detenido a analizar las relaciones que
los diferentes factores del autocontrol establecen con otras variables, lo que también ha motivado
este estudio, que como ya ha sido mencionado, analiza las relaciones entre el autocontrol y el
autoconcepto.

Menciona esta investigación destaca que en el sexo masculino y femenino tienen un control de
emcociones profundas y temporales.

BIBLIOGRAFIA

Risemberg, R. & Zimmerman, B. (1992). Self-Regulated Learning in Gifted Students. Review, 15(2),
98-101.
Ronen, S. (1994). An underlying structure of motivational need taxonomies: A cross-cultural
confirmation. En Triandis, H. C., Dunnette, M. D. & Hough, L. M. (Orgs.). Handbook of industrial and
organizational psychology. Califórnia: Consulting Psychologists Press.

Organización Mundial de la Salud (oms) Neurociencia del consumo y dependiencia de sustancias


psicoactivas. Washington, D. C. Estados Unidos: Banco Mundial (2005).

Sánchez, C. (2000). Propuesta de un curso-taller a padres y sus hijos de 8 a 12 años para apoyar
aspectos de la autoestima de estos últimos a través de la comuni-cación asertiva en la comunidad
Hornos. Tesis inédita de Licenciatura en Pe-dagogía. México: Universidad Nacional Autónoma de
México.

Robredo, C. (1995). La tolerancia a la frustración en relación al grado de asertividad que tienen los
vendedores comisionistas electrodomésticos. Tesis inédita de Li-cenciatura en Psicología. México:
Universidad Femenina de México.

Gambrill, E.D. (1977). Behavior modification: Handbook of assessment, intervention and evaluation.
San Francisco: Jossey-Bass

Kahler, C.W., Epstein, E.E., McCrady, B.S. (1995). Loss of control and inability to abstain: The
measurement of and the relationship between two constructs in male alcoholics. Addiction, 90,
1025-1036.

Santacreu, J. y Froján, M.X. (1992). El papel del autocontrol en el proceso de génesis de las
drogodependencias II. Revista Española de Drogodependencias, 17, 253- 268

Wills, T.A. (1994). Self-esteem and perceived control in adolescent substance use: Comparative tests
in concurrent and prospective analyses. Psychology of Addictive Behaviors, 8, 233-234

Sterling, R.C., Gotteheil, E., Weinstein, S.P., Lundy, A. y Serota, R.D. (1996). Learned helplessness and
cocaine dependence: An investigation. Journal of Addictive Diseases, 15, 13-24

Martinelli, S. C. & Sisto, F. F. (2006). Escalas Feminina e Masculina de Autocontrole. São Paulo: Vetor
Editora Psicopedagógica Ltda.

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