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1.

Introducción

¿Qué representa el riesgo volcánico?, ¿Cómo se puede hacer frente a la catástrofe volcánica?
¿Cuál es la situación social de la volcanologia hoy?... En 1990 se dan dos circunstancias que
enmarcan los trabajos sobre volcanismo activo: se cumplen los diez años de la erupción dei St.
Helens en los Estados Unidos, y se inicia la Década de las Catástrofes Naturales (International
Decade for Natural Disaster Reduction:

IDNDR), especialmente enfocada a paliar estas catástrofes en países en desarrollo.

Por un lado, se ha apagado ya Ia euforia que la erupción dei St. Helens provocó en todo el mundo
científico incitando al estudio dei riesgo volcánico, formando volca nÓlogos y sobrevalorando el
impacto dei volcán en el medio económico y social.

Por otro lado, la declaración de la Década de ias Catástrofes Naturales ha centrado Ia catástrofe
volcánica en su justo término (2 por 100 en pérdidas dei total de ias catástrofes), lo que también
contribuye a desarrollaj una politica realista de mitigación dei riesgo volcánico a largo plazo y de
cobertura mundial.

En estos últimos años se ha producido Un cambio sustancialmente importante en la vigilancia y


prevención de erupciones: ya nadie pretende llenar de aparatos todo volcán que presuntamente
ha entrado en erupción en los últimos cien mil años, antes al contrario se trata de Conocer cuáles
son sus mecanismos de erupción, de establecer los correspondientes modelos de estos
mecanismos y de determinar cuál es el estado de reposo de esta área volcánica activa. En estos
casos bastan unas mínimas instalaciones fijas y unos pocos instrumentos operando en la zona
durante pocas semanas cada uno o dos años, aunque debe estar perfectamente establecido cómo,
quién y con qué hay que intervenir en caso de crisis. Distinto es el caso de aquellos yolcaneš que
ya están en crisis o que presentan actualmente una actividad persistente. En estos volcanes, y más
para aumentar nuestro Conocimiento de cómo es y cómo funciona ese volcán, sí se instalan
nuevos y complejos instrumentos.

Igualmente se está pretendiendo desarrollar nuevas técnicas e instrumentos que permitan medir
los parámetros físicos durante el proceso eruptivo, especialmente en aquellas erupciones de
mayor violencia. La imposibilidad real de actuar directa mente en Ias crisis más violentas hace que
el desarrollo de sensotes remotos, ópticos y electromagnéticos, junto con cápsulas dei tipo de ias
empleadas en investigación espacial, tengan un nuevo campo. El desarrollo de nuevas estructuras
matemáticas, como los sistemas dinámicos, física dei caos o fractales, encuentran una aplicación
inmediata en el estudio de los procesos volcánicos. Las nuevas herramienas del cálculo
electrónico, como es Ia inteligencia artificial, facilitan el procesado de los miles de datos recogidos
hasta el momento en los distintos volcanes dei mundo y que actualmente se están intentando
estudiar conjuntamente y con la menor manipulación posible.

Ya los volcanólogos están tomando conciencia dc que no todos los volcanes son iguales y que a
efectos de vigilancia y peligro potencial no es lo mismo un volcán con actividad continua que un
sistema volcánico en evolución (por ejemplo, un domo o una caldera en formación), que una zona
donde ocasionalmente se desencadenan erupciones fisurales con magmas que ascienden muy
rápidamente y cuyos períodos de retorno pueden ser de muchos años. Cada uno de estos casos
debe ser estudiado especialmente y establecer aquellos protocolos de actuación que resulten más
adecuados. Tampoco debe confundirse la investigación científica de aspectos particulares de ia
actividad volcánica con los trãbajos rutinarios de vigilancia y evaluación dei riesgo. Revisando los
boletines dei Global Volcanism Network (antes SEAN, también de la Srnitshonian Institution) de los
últimos años, puede comprobarse la reiterada referencia a la actividad, más o menos intensa de
determinados volcanes. Algunos de estos volcanes son viejos conocidos (Kilauea, Etna,
Sakurajima), mientras que otros saltaron bruscamente a la popularidad por sus efectos
catastróficos tras despertarse violentamente de un prolongado sueño (St. Helens y Nevado dei
Ruiz, por ejemplo). Es obvio que ambos grupos de volcanes son ahora permanen temente
observados, por lo que a ellos se refiere la gran mayoría de las experiencias instrumentales,
máxime si estos volcanes se encuentran en países desarrollados.

Otro grupo dc volcanes, con igual o mayor actividad que los citados, recibe menos atención, bien
porque sus períodos de actividad son más breves o bien porque se trata de volcanes localizados en
zonas poco accesibles o alejadas, en países con menor nivel tecnológico.

Dada la imposibilidad de abordar en un próximo futuro el estudio intensivo de todos los volcanes
activos y potencialmente peligrosos, se tiende a concentrar los esfuerzos de la investigación
volcanológica en un número reducido de volcanes significativos o representativos por sus
características eruptivas, estructurales, entorno socioeconómico, etc. La Comisión para la
Mitigación de Desastres Volcánicos de Ia Asociación Internacional de Volcanologia está intentando
seleccionar estos volcanes en todo el mundo para su posible estudio y vigilancia por equipos
internacionales durante ia citada JDNDR, 1990-2000. Por su parte, la Comunidad Europea ya ha
seleccionado los seis volcanes-laboratorio europeos (Krafia, çn Islandia; Furnas, en Azores; Teide,
en Canarias; Pitón de Ia Fournaise, en Reunión; Etna, en Sicilia, y Santorín, en ias Islas Egeas) que
serán objeto de un inmediato programa integrado de investigación. Asimismo, se espera que
todos los volcanes calificados de alto riesgo la mayoría en países en vías de desarrollo— cuenten lo
antes posible con sistemas de vigilancia eficaces y con planes de emergencia específicos para la
protección de la población civil en caso de crisis eruptivas.

De acuerdo con las resoluciones de diferentes congresos y conferencias, y en consonancia con las
consideraciones anteriores, pueden aventurarse los derroteros que Ia Volcanologia seguirá en este
cambio de siglo, y que no difieren mucho de los que seguirán otras Ciencias de la Tierra con
componentes socioeconómicos. Así, las nuevas tendencias metodológicas se dirigen hacia Ia
mayor especialización, pero también a la sencillez en los métodos y a la valoración de ias
soluciones singulares.

Por lo que respecta al tratamiento de datos se tiende, como en todas las Ciencias, a una mayor
cuantificación en la elaboración de modelos.

En lo referente a la política científica, se pretende compaginar ei interés socio-politico por un


rápido desarrollo tecnológico de los sistemas de vigilancia, con el interés científico por la
investigación básica a largo plazo. En esta última se cifran las esperanzas futuras para prevenir con
eficacia el riesgo eruptivo, ya que el progreso puramente tecnológico alcanzado en los años
ochenta se ha demostrado ineficaz a la hora de reducir los efectos catastróficos dc erupciones
como las de St. Helens (año 1980 = 60 vIctimas), Chichón (1982 = 2.000), Nevado dei Ruiz (1985 =
22.000), Lago Nyos (1986 = 1.700) comparables a las de erupciones ocurridas a principios dc siglo:
Soufriere (1902 = 1.600), Mt. Pele (1902 = 29.000), Sta. María (1902 = 6.000), Taal (1911 = 1.300).
En cualquier caso, Ia implicación socioeconómica del volcanismo impide que Ia futura
investigación volcanológica pueda encerrarse en aspectos puramente acadétnicos o elucubrativos,
siendo imprescindible en cada pals la existencia de una organización científica responsable dei
asesoramiento y coordinación con las autoridades dc protección civil, especialmente en caso de
crisis. En cuanto a la organización de la investigación, se tiende a potenciar Ia colaboración
internacional en áreas de interés común. Así han surgido núcleos de coordinación y grupos de
trabajo específicos en el seno de ia IAVCEI (Asociación Internacional dc Volcanologla) o de otras
Organizaciones (Red Volcanológica de la Fundación Europea de ias Ciencias) o bien con referencia
al marco geográfico (Grupo de Trabajo ad hoc para la mitigación dei riesgo volcánico en el área dei
Océano Pacífico). Para justificar estas nuevas tendencias en casos concretos, hay que partir de un
análisis critico dc ia situación actual; de ahí que este capítulo no se reduzca a una simple
descripción de modelos y técnicas más o menos contrastadas, sino que en cada caso se intentará
evaluar su eficacia, distinguiendo sobre todo los éxitos puntuales, de los que son generalizables y
extrapolables a la mayoría de las áreas volcánicas activas.

2. Previsiones sobre el inicio y el tipo de erupción

A lo largo dcl siglo xx, y más concretamente en su último tercio, la volcanologla ha progresado
hasta el punto dc poder predecir con bastante aproximación «dónde» y «cuándo» tendrá lugar la
próxima erupción en un área volcánica muy activa, bien conocida y vigilada. Sin embargo, poco se
ha progresado en cuanto a ia predicción de las características que tendrá esta próxima erupción,
especialmente su magnitud, cuando se trata de eventos explosivos. La única vía para
aproximarnos a una previsión lógica sobre el «tipo de erupción», es el estudio detallado dc la
historia eruptiva dc cada volcán. De este estudio pueden deducirse ciclos magmáticos y una
posible sucesión ordenada de eventos dentro de cada ciclo. La identificación dc los mecanismos
eruptivos que caracterizan los eventos ya ocurridos en el ciclo actual debe aL menos evitar ei
frecuente error o Ia simplista prevención de considerar siempre como próximo evento posible al
de mayor magnitud y peligrosidad consignado en el registro geológico dei volcán. La localización
dei próximo evento, también se deduce de Ja historia eruptiva y dc ia interpretación de
fenómenos precursores. Sin embargo, los actuales equipos y métodos de vigilancia todavía no
permiten Ia predicción a largo o medio piazo en volcanes que llevan mucho tiempo inactivos.
Especialmente preocupante es que no podamos todavía reconocer cuándo los síntomas de un
proceso eruptivo son irreversibles.

2.1. Historia eruptiva dei área volcánica

EI estudio de la historia eruptiva de un volcán no tiene otro objeto que modelizar las pasadas
erupciones para prevenir el desarrollo de ias futuras. Esta modelizaciónrequiere, en primer lugar,
el conocimiento de las condiciones físicas dei magma antes y durante la erupción. Tales
condiciones se deducen principalmente mediante estudios petrológicos (texturales, mineralógicos,
geoquitnicos, isotôpicos), siendo básico el conocimiento de los Siguientes parámetros: I)
Profundidad, forma y dimensiones de la cámara magmática, si Ia hubiere. 2) Forma, densidad y
anchura de los conductos de emisión a niveles someros. 3) Profundidad a Ia que se produce ia
vesiculación dei magma y de ia posible interacción con acuíferos. 4) Contenido en 𝐻2 𝑂 y
temperatura dei magma.

Las propias estructuras volcánicas nos proporcionan ya información sobre alguno de los
parámetros que se acaban de mencionar. Así, Ia formación de calderas, tras ia emisión de magmas
ácidos, debe tomarse como una evidencia dc la presencia de cámaras magmáticas someras. Por
otra parte, en cada volcán hay que reconocer todos los mecanismos eruptivos que han actuado a
lo largo de su historia, observando especialmente si hay alguna secuencia o correlación cntre ellos,
dentro de una misma erupción en crisis sucesivas. De estos mecanismos, los más importantes son
los explosivos, por lo que se dedica una mayor atención a los productos piroclásticos:

I) Dispersión y volumen.

2) Tamaño de grano y porosidad.

3) Proporción y caracterización de líticos (estratigrafía, hidrotermalismo).

Finalmente, el propio concepto dc historia eruptiva requiere la participación del factor tiempo en
cualquier modelo que se elabore. Interesa conocer cuándo y por qué se inicia la actividad
volcánica en una zona o en un punto determinado. Es prácticamente imposible disponer de un
calendario con todas Ias erupciones de un volcán, pero debe intentarse al menos Ia identificación
de los períodos de actividad que pueden asociar.se con ciclos evolutivos de una cámara
magmática. Cuándo puedcn caracterizarse estos ciclos, y especialmente el último de los acaecidos,
se está en Ias mejores condiciones para elaborar modelos rcalmente útiles para Ia previsión dcl
riesgo volcánico.

Estos tres elementos de Ia historia eruptiva que acabamos de enunciar (condiciones magmáticas,
mecanismos eruptivos y ciclos dc actividad) no pueden generalizarse y su complejidad impide que
aquí entremos en su detalle. No obstante, a título informativo de ias tendencias actuales para
abordar su estudio, nos referirnos seguidamente a varios ejemplos sencillos, pero representativos.

3. Condiciones magmáticas

Lo normal es quc las condiciones magmáticas bajo un volcán varfen considera blemente a lo largo
de su historia eruptiva, como se deduce de Ia variada composición química y mineralógica de los
materiales emitidos. La expresión más significativa de esta variación es Ia que experimenta su
contenido en S102 y que se asocia normalmente a la evolución dcl propio magma en un sistema
cerrado. Los magmas no sólo evolucionan en las cámaras, sino que en los mismos conductos
eruptivos puede desarrollarse una cristalización fraccionada, provocando importantes diferencias
en La reologia, el quimismo y mineralogía dc ias lavas emitidas a lo largo de Ia erupción. Por otra
parte, casi siempre, la fase que precede inmediatamente a Ia erupción se desarrolla en un sistema
abierto donde la influencia de agentes externos al magma puede ser importante.
Es evidente que Ia generación y ascenso de magma bajo una dcterminada zona, no implica
necesariamente su erupción. En este sentido juega un papel importante Ia evolución del magma
retenido temporal o definitivamente en los conductos o cámaras magmáticas someras. En general,
todas ias lavas tienen menos de un 60 por 100 dc fcnocristalcs, lo que implica que por encima de
esta cristalinidad crítica son demasiado viscosas para alcanzar ia superficie y se quedan formando
plutones.

Para evaluar Ias condiciones en que un magma termina siendo un plutón o una lava, Marsh (1984)
define la probabilidad de que se produzca Ia erupción (PE) como el producto dc una probabilidad
térmica (PT) por otra rcológica (PR), aunque este producto pueda arnpliarse con otros factores de
probabilidad (densidad, contenido en agua) que harán disminuir todavía más Ias condiciones
favorables para Ia erupción. La probabilidad térmica (PT) sería ia de que ei magma se mantenga
durante un cierto tiempo a una determinada temperatura y que obviamente será inversamente
proporcional al ritmo de enfriamiento dei magma. Esta probabilidad térmica puede formularse en
función (le la patte de volumen magmático ya cxistalizada (x) a ia correspondiente temperatura.
También Ia probabilidad reológica pucdc estimarse teniendo en cuenta que ticnde a uno cerca del
liquidus, mientras que tiende a cero para x 0,55 en cl caso dc magmas basálticos y para x 0,20 en el
caso dc magmas graníticos. En la figura I se aprecia que la erupción de un magma basáltico se
produce con una cristalinidad entre O x 0,55, pero una vez que ¡a mitad dc su volumen ha
cristalizado, se vuelve demasiado viscoso y se cmplaza corno un plutón. Es por lo tanto importante
para conocer la evolución dc un proceso eruptivo seguir con detalle el histograma de la
cristalinidad de ¡as lavas que, en cierta medida, refleja Ia probabilidad eruptiva (PI’ X PR) dcl
volumen magmático disponible.

La profundidad y dimensiones de las cámaras magmáticas someras Puede de terminarse por


métodos geofisicos, pero tales parámetros, en ciclos eruptivos ante riores, deben obtenerse por
minuciosos estudios petrológicos, basados generalmente en los dçsequilibrios radioactivos y cn Ia
estabilidad de determinados elementos químicos durante los procesos de cristalización
fraccionada que tienen lugar en Ias cámaras (ver, p.ej., fig. 2).

Más simple parece cl establecimiento dc Ias condiciones dcl magma cuando éste accede
directamente desde sus zonas de generación, sin detenerse en cámaras someras.

En este caso, parece que Ia cristalización dei fundido basáltico ocurre en el conducto, por encima
dei nivel de separación de la fase gaseosa. Esta cristalización está por lo tanto condicionada por la
dinámica eruptiva y ha podido estabiecerse experi mentalmente una estrecha correlación entre la
textura de las rocas emitidas como lava8 o escorias, y ias condiciones magmáticas existentcs
durante Ia erupción (fig. 3), En lavas emitidas por cl Izu-Oshima en 1986 se observó (Sato, 1989)
que mientras más rápido sea el enfriamiento del magma que llega a Ia superficie, mayor será Ia
densidad de nucleación de cristales y disminuirá el tamaño de éstos, circunstancia que se
apreciará con más nitidez en las plagioclasas. Por el contrario, habrá pocos cristales y grandes, si Ia
temperatura inicial era más alta que La del líquido. Esto es común en lavas pahoehoc cuya
nucleación es homogénea, mientras que en lavas aa ocurre lo contrario y la nucicación es
heterogénea debido posiblemcntc a un brusco enfriamiento. Asimismo, una diferencia en Ia
velocidad de salida de los magmas puede provocar el que mantengan temperaturas distintas al
salir en distintas fases dc Ia erupción. La velocidad de salida al comienzo de la erupción suele ser
más alta y por tanto el ritmo de enfriamiento es también mayor, lo que explicaria un menor
tamaño en los cristales de las escorias iniciales.

Estas sencillas consideraciones petrológicas para deducir ias condiciones del magma, son
extrapolables a la generalidad de los volcanes basálticos, y proporcionan una buena herramienta
para prevenir Ia evolución de futuras erupciones, comparando la textura dc las rocas que se
emiten sucesivamente. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que, a veces, la separación
de la fase gaseosa a mayor profundidad, o la interacción con acuíferos, o Ia cristalización
fraccionada en cl conducto, conducen no sólo a variaciones texturaics en la roca, sino a Ia
aparición de distintas fases minerales con o sin variación en el quimismo total.

4. Mecanismos eruptivos

Cuando Ia actividad de un área volcánica está caracterizada por la efusión de coladas lávicas, la
reconstrucción de su historia eruptiva debe incidir en ia posible migración de sus bocas eruptivas y
en el volumen de magma arrojado en sucesivas erupciones, que pueden o no refcrirse a ciclos o
pulsos en el ascenso magmático y Ia actividad tectónica. En estos casos, es importante definir el
marco geodinámico que condiciona Ias directrices volcano-tectónjcas, asociadas generalmente a
grandes fracturas por las que los magmas basálticos acceden a niveles superficiales. La
geomorfología y Ias técnicas fotogramétricas son de gran utilidad, tanto para corre lacionar las
secuencias eruptivas COfl ia actividad tectónica regional y local, corno para evaluar los volúmenes
y dispersión dei material iávico arrojado en sucesivos períodos de actividad.

Actualmente se pone el mayor énfasis en ia reconstrucción de Ias fases explosivas de la historia


eruptiva de un vo1cán dada su mayor peligrosidad al desprenderse grandes cantidades de energía
en breve lapsos de tiempo. I4 característica funda mental de estas erupciones explosivas es la
fragmentación de los materiales emitidos violentamente (piroclastos), en cuyos depósitos puede
rcconocerse hoy la magnitud y cl origen de Ias explosiones.

El estudio de estos (lepósitos piroclásticos presenta dos tipos de dificultades.

Por una parte, Ia discontinuidad de los depósitos y su ficil deterioro erosivo impiden obtener
buenas secuencias estratigráficas, Por otro parte, es muy similar el aspecto dc depósitos formados
por distintos procesos. Incluso puede ser difícil distinguir entre los depósitos piroclásticos de
origen puramente magmático y los de origen hidroinagmátjco. La identificación clara de estos
últimos tiene cl máximo interés, ya que representan fases de gran peligrosidad que pueden ser
objeto de predicción en futuras erupciones que sigan pautas con antecedentes bien estudiados.

Este es el caso del Vesubio (fig. 4), donde algunos depósitos se han determinado utilizando como
parámetros clave cl tamaño dc grano y las proporciones entre sus distintos componentes. Así,
harben el aI. (1989) demuestran que en Ias grandes erupciones dcl Vesubio dc los años 79, ¡631 y
1906, los depósitos piroclástjcos de origen hidromagmático presentan con respecto a los
puramente magmáticos un notable aumento en la proporción de cristales y en la relación de
fragmentos ilticos/juveniles, así Como una fragmentación preferente dc la fracción juvenil.
Además, estos autores aprecian una clara correlación entre la energía dc la erupción, cl grado de
evolución dei magma, cl contenido en líticos y Ia profundidad de donde proceden estos líticos.
Asimismo observan que Ias evidencias de condensación de vapor (lapilli acrecional, tobas
vesiculadas, concreciones de barro o deformaciones) pueden no aparecer en determinados
depósitos hidromagmáticos «secos», que corresponden precisamente a las condiciones dc mayor
energía debido a Ia producción y mantenimiento dc vapor sobrecalentado.

5. Ciclos magmáticos

Cada tipo de volcán tiene una vida media estimada, pero en este parámetro es determinante el
origen dei magmatismo y cl marco geodinámico. En cualquier caso hay que distinguir entre los
escudos basálticos alimentados casi directamente desde zonas muy profundas, y los
estratovolcane.s alimentados desde unas cámaras someras, que son periódicamente vaciadas por
erupciones y rellenadas desde zonas profundas.

Sin embargo, también aquf puede haber una transición ya que no es extraulo que los escudos
basálticos terminen convirtiénd osc en estratovolcanes.

Una reciente determinación (te ciclos magmáticos se ha realizado en ei volcán Colima,


obteniéndose como conclusión ia posible inminencia dc una erupción dei tipo Pelcano (Luhr,
Carmichael, 1990). Estos autores dividen en cuatro ciclos los últimos 400 años de la historia
eruptiva del citado volcán mexicano, observando que los Cuatro ciclos se inician con Ia formación
dc un domo que se prolonga 50 o más años, produciéndose a continuación, durante un periodo
similar, crupciones intermitentes de lavas en bloque. Esta emisión lávica ha culminado con UflU
violenta explosión peleana en los ciclos 2.° (año l8l) y 3.° (año 1913), cuyas escorias muestran una
composición básica 58-59 % Si02, hacia Ia que está evolucionando también el ciclo magmático
actual, pese a la homogeneidad geoquímica de las lavas andeslticas (6! % Si01) iniciales en todos
los ciclos.

Pese a que cualquier predicción se complica por ias características diferenciales dc cada ciclo, es
del mayor interés comprender cómo una ligera cvolución en el quimismo de los materiales
emitidos puede conllevar tan drástico cambio en el estilo de emisión, ya que se pasa de una
tranquila efusión de lavas a una violenta explosión, que en cl tercer ciclo generó coladas
pirociásticas que alcanzaron los 15 km y nubes eruptivas que depositaron sus cenizas a 720 kin de
distancia, los citados autores proponen uñ modelo genérico que parte de Las relaciones tiempo-
volumen que se deducen dei ritmo de alimentación de cámaras someras y dei tiempo de
permanencia dei magma en dichas cámaras. Parece que este período en el Colima coincide con los
100 años de cada ciclo, por lo que si un nuevo aporte diapírico (5.° ciclo) accede a la base de la
cámara cuando ésta contiene todavía un magma residual, puede desencadenar su violenta
explosión Este magma residual, más básico, existe cuando el ritmo de fraccionación es menor que
ci de erupción en un determinado ciclo, lo cual se refleja en la citada evolución geoquímica.

La identificación de cambios regulares o secuencias en la actividad volcánica no tiene por qué


rcferirse exclusivamente a los grandes ciclos magmáticos, ya que hay otras pautas de menor
entidad, pero que, correctamente interpretadas, proporcionan importantes elementos de
predicción. El ejemplo de ia figura 5 se refiere concretamente a Ia predicción de la zona donde
tendrá lugar una próxima erupción atendiendo a la distribución de Ias erupciones, a lo largo dc los
últimos cincuenta años, en el volcán Klyucheskoy, que se caracteriza por la alternancia dc
erupciones fisurales en sus flancos, con erupciones explosivas o explosivas-efusivas en la cima (Khi
cnov, 1988).

6. MetodologIa

6.1. Precursores. Detección y evaluación

El precursor de un fenómeno es una señal que lo precede. Pueden presentarse varios casos: el
fenómeno va siempre precedido por el precursor o sólo en ocasiones; el precursor sólo se
presenta si después ocurre el fenómeno o bien puede producirse el precursor, aunque después flO
siga cl fenómeno. Este último caso no invalida Ia definición de precursor y puede deberse tanto a
que parte del proceso volcánico es endógeno y puede desarrollarse sin manifestaciones
superficialcs eruptivas como a que el precursor se haya debido a otras causas. Todos los
fenómenos que preceden una erupción tienen su origen en las alteraciones que el ascenso (y/o
evoLución en cl caso de domos) dei magma provoca en el sistema eruptivo cndógeno, pero no hay
que olvidar que estos mismos fenómenos puden tener otros orígenes. La tabla I sintetiza Ias
características dc los precursores y Ias técnicas más usuales para su detección. Obviamente, en
cada volcán o en cada erupción, los fenómenos precursores tienen rasgos específicos, no
pudiendo decirse casi nada para aquellos volcanes que carecen de registros instrumentales en su
previa historia eruptiva, y que son la mayoría de los volcanes activos. También es diferente este
planteamiento cuando se refiere a efectos secundarios (lahares, avalanchas, tsunamis) de Ia
erupción, en Ia que esta misma actuarla corno precursor.

El establecer un sistema de alarma exige disponer para cada precursor de una amplia base de
datos y definir los correspondientes niveles dc alarma, Las consideraciones anteriores nos
permiten estudiar la efectividad práctica del sistema dc precursores clasificando las alarmas en
tres grupos:

Alarma válida: Se ha activado la alarma y se ha desencadenado el fenómeno.

Falsa alarma: Se ha activado la alarma y no se ha producido el fenómeno.

Alarma fallida: Se ha producido el fenómeno pero no se ha activado la alarma.

Otro aspecto a tener presente es ia relación temporal entre el sistema de precursores y el


fenómeno:

Largo plazo: Años, meses. Medio plazo: Semanas. Corto plazo: Horas.

El tratamiento de los distintos fenómenos que pueden utilizarse para alertar a Ia población sobre
una próxima erupción volcánica debe tender a definir precursores que presenten un máximo de
alarmas válidas y un mínimo de falsas alarmas y dc alarmas fallidas. En general, el disminuir el
nivel de disparo de la alarma conduce a un considerable incremento del número de falsas alarmas
y sólo un ligero aumento del número de alarmas válidas. Por ci contrario, la elevación dcl nivel
disminuye el número de falsas alarmas, pero también, y en mayor medida, el número de alarmas

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