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¡ Reflexiones acerca de la dimensión
f,rwz.
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histórica de la obra de arte
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Larelaciónenw-b &ristoria resulta compleja y áifícílde establecer. La
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pregunta a la que trataré de responder en lo que sigue no se re6ere a la
posible "influencii' de la sociedad y por lo tanro de la historia enla acti-
r
vidad artística, o de esta última en la mente colectiva, puesto que en este
t
caso se presupone la incumbencia del camPo específrco de cada una de
I
ambas y se trata de mostrar su'conexión externa. Aquí, por el contrario,
lo que se busca es una remisión interna.
I
Por un lado, la historia, tal como entendemos actualmente esta Pa-
I labra, es una disciplina que nos oftecela narración de una sucesión do-
¡ cumentada de acontecimientos humanos del pasado que se consideran
significativos. Por el otro, los productos del ate, si bien van también
cambiando con la época, se presentan como algo que p^rece dirigirse más
allá dela esfera profana de los avatares humanos. En la medida en que la
F 'bbra' artísti ca alcanza su perfección , pefece adquirir un signiÉcado más
I vinculado a lo perenne que a lo temgoral.
T
El hecho que la historia y el arte estén estrechamente vinculados y a
F
I
la vez apunten en direcciones diferen tes ya aparece en el dictum de Aris-
26t
dcr
tóteles, cirado una y orra vez, segrinel cual la poesía es más fr1osó6ca -o
sea, como lo entiende el auror-, más científica que la historia. Debemos
h
¡zü
advertir que este texto es el primero en gue se hace referencia'a la historia
como un campo del saber específico y esto curiosamente en el marco de -2
¿rir
una estética 6losófica.
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como es sabido, el desprecio de la historia en ranto ámbito de un
Ior
saber riguroso riene que ver en Aristóteles con que el relato histórico
¡Hs
trata de representar lo que sucedió en determinado tiempo. Pero esto,
ciro
por importante que fuera, reproduce esa mezcla de aZar y necesidad con
tof
gue se entretejen las acciones humanas. En otras palabras, la historia nos
muestra las cosas, o al menos pretende hacerlo, tal como sucedieron, no
tlEl
como podían o debían suceder si no hubiesen intervenido una mulcitud
drr
de contingencias. El arte en cambio"según lo verosímil o necesario'(cf.
ris
Poética,cap. lx). De acuerdo con esta concepción canónica,la historia se
d
ocuparía de lo particular y azaroso mientras que el arle de 1o universal e
ineludible- lo "verosímil" alude a posibilidades de 1o humano gue corres-
dG
ponden al carácter de los personajes y sus circunstancias independiente-
lr,
mente de 1o que de hecho hicieron.
{n
Esta teo{ía couürasta por un lado, con nuestro actual sentido común'
según el.fft to!"é imporra es que la historia nos da una versión basada -
en pruebas y resrimonios de 1o que sucedió y el arte, por el contrario, se
b
qD
mueve en elámbito de 1o imaginario para producir la ilusión de un objeto
trr
que nos acerca,pero también nos aleja, en mayor o menor grado de la
I
realidad. Por el otro, lo que quisiera señalar aquí es que a Pesar de este
contraste entte arte e historia, Aristóteles coloca curiosamente a ambas
F
q
en un mismo campo, si bien se ocupan de lo mismo cada una a su mane-
rtr
ra- ¿En qué consiste es¡e terreno comúni
G¡t
para-responder esta pregunta se debe tener en cuenta que cuando
n
Arisróteles habla de "hiscorid' no se refiere al proceso objetivo de una
serie d.e acon¡ecimienros, sino al relato de los mismos, a la historiografía.
&
Del texto de Aristóteles se desprende que ambas, tanto la historia como
d
el arte Estagirita piensa ante todo en el drama- tienen por rcmala
-el ¿
acción bumqnT en comunidad, aanqwe en un caso el énfasis Parece estar
T
puesto en 1o anecdó tico, y en el bro en 1o típico y Permanente'
No obsrante, al menos desde el siglo xvrII la historia se ha alejado
262
ó6ca de todo compromiso con la retóúca y el estilo adecuado para componer
-o historias sea, del arte- para acetcarse al ideal de cienti6cidad. Pa-
Debemos -o
e hisroria ralelamente a esto, ei arte había abandonado toda pretensión cognitiva
marco de no pedagógica o ilustrativa- a fin de dar cuenta de la realidad
-aunque
ético-políticepara convertirse paulatinamente en una esfera autónoma y
it.. de un complement a'"ia, alejada de los avatares de la vida prosaica de la sociedad.
i.ljsrórico Incluso ias diversas formas de "realismo' que surgieron una y otra vez en
)ero esto, distintas expresiones artísticas como reacción a esta concepción del espa-
silad con cio estético, reconocieron en la crónica y la historiografía sus fuentes de
roria nos información acerce del modo en que tuvieron lugar los hechos.
ieron, no Los tres conceptos centrales de Ia Poética aristotélica reguieren una
multirud revisión tanto en función de la crisis de la historia como de los nuevos
sario" (cf. desarrollos en el campo de la producción estética. Nos referimos a las no-
Lisroria se ciones de mimesis, mito (concepto que hoy en líneas generales podemos
niversal e asimilar al de trama narrativa)1 y catarsis.
¡e corres- En el debate contemporáneo en torno al esratuto epistemológico de la
enJiente- ciencia histórica nos enfrentamos actualmente a una posición parecída a
la de Aristóteles aunque por motivos muy diferentes. En el narrativismo
lrrario, se
lo que podría considerarse una versión posmoderna del giro iingüístico
un objeto en teoría de la historia esto aludo a la obra de Hayden White
-con
aJo de la y sus seguidores-2 como un género literaúo, que no es consciente de
¡r de este sus propios dispositivos constructivos. El discurso histórico parece ya no
: a ambas poder contar, según esta visión, con una realidad preteóricamente dada,
su mane- cuya estructura y dinámica es necesario investigar, sino que consiste en
una serie de"artefactos" retóricos y literarios que'ton6guran" una n^tra-
e cuando ción. Esta produce la ilusión, o para hablar con Barthes ,"eI efecto de una
o de una realidad" independiente de su propia trama.
¡i'ia como dencia paraveríftcar las hipótesis reconstructivas, el relato hístórico debe
x emala abandonar toda pretensión de la verdad de sus enunciados y el sentido
rece estar de lo acontecido se dirime en el entramado literario e ideológico de ios
mecanismos de composición que pon e en ptáctica el historiador,
263
!-
--:=.
rica acercadel pasado, lejos de sér un Proceso cognitivo que Puede
traer
It
consigo .i".to áízaje parael futuro, es denunciada como una medi- @,
"pr".t
tación moralízante o ideologizante cuyo fin es disciplinar á las
concien-
del pasado
L,h
cias. Así concebida, la historia es una forma de representación &|G
y no otra cosa'
que no se oPone a la del arte sino gue es ella misma ^rte r@
pero 1", diñ.olr"des d.e la representación historiográ6.ca del pasado
d.ejan de ser un problema Puramente episremológico
cuando de 1o que s"
,r"r* de dar cuenta de acontecimientos cruciales gue han transforma-
", sino tambiénel
do en forma decisiva, no sólo el proceso histórico mismo'
el presente y las perspectivas de
modo en que aPartir de ellos se percibe
tales como
las condicion", d" vida políticas del futuro. Acontecimientos
nuclear
el llamado Holocausto o la rLti\izacrón de armas de destrucción
sobre la población civil como en Hiroshima y Nagasaki' etc" ¿constituyen
meras consrruccionesi Más allá áeque puedan interpretarse de distintas
con una
maneras y de que implican Por cierto lautílización de conceptos
ece de rigor considerarlos
"hechos"?
c^rg t"órícano explicirad
-Fr"rrr" ^, ¿caf el mate'
a sucesos de este tipo resulta qtizás más evidente que
ordena-
rial histórico no esrá constituido Por una serie cronológicamente
más
da de datoo¿*""€" cuyo sentido quedaría librado a un inventario
el historiador'
o menos arbitrario de opciones teóricas de gue dispondría
De hecho, el debare a las formas posibles de relatar el Holo-
"., 'or.ro de
causro y el señalamiento de los límites de las formas historiográficas
tanto
representación han desempeñado un papel decisivo parala revisión
d" 1o, ,rrprr"stos d'e la historiogr afía académica como de los supuestos de
las teorías narrativistas.
AlmenosenelcasodeHaydenWhite,estohaconducido-Sobre
"los lí-
todo a parúr de su parricipación en el volumen colectivo sobre
mit"s de la represent acióí'3 editado por saul Friedlánder a comienzos
caracterizatse
de los noventa_ aun giro de su pensamiento gue puede
aParecey^.n.ltítulo de su libro siguiente- como un-"realismo
-como Aquí el arre mismo y particularmente las formas híbridas del
6grrr"tiuo..o
.orrr"rrrporáneo van de la historieta hasta el docudrama- son
"ir" -que acetcernos a determinados
pr"r"rrr"do, como un medio más apto P^te
radicionales
aconrecimienros rraumáticos del pasado gue los métodos
de la narración histórica sólo deformarían'
264
lede traer
vsto rerrospecrivament e eI narrativismo previo de white
Fna medi- aparece
como diseiado más para denunciar la falsa apariencia
I concien- de objetividad de
la historiogr afía *adictonal que para negar rod.o conocimi"rrto
ldpasado del pasa-
do. como quiera que fuese, si bien esta posición puede resulrar
bra cosa. poríti-
p camente corfecta, cabe preguntarse ahora de dónde proviene
pasado el criterio
il para establecer que un producto de la actividad artísticr
ll,o que se nos permite un
|lt: acceso más adecuado al pasado si no se cuenta ya concierto
bsforma- {r
conocimien-
to que, en el mejor de los casos, proviene de una exposición
t
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Frbién el histórica
documentada del mismo.
Fctivas de
m Para retomar nuestro tema, lo cierto es que nos encontramos
lcs como hoy en
+ una situación análoga a la del punto de vista de Aristóteres,
fn nuclear pero no por-
que se considere que la historia no dispone de un enrram"do
pstituyen conc"pt.r"l
adecuado pata tipifrcar la acción humana, sino todo
)disdnras lo contrario, porque
mediante su discurso convierte en normales situaciones
lcon una que por su natura-
Teza debeúanromper el marco teórico en que
bm'1" son inscriras, AI con¡rario der
discurso histórico, es en el ámbito de la representación
pd mace- artística no conven-
cional que el pasado se haría accesible de un mod.o más
bordena- auréncico,
Dado que rempno es aquí el pasado en general sino
tsrio más , . 1l
la irrupción & el donrinuo hisrórico de hechos
precisamenre
poriador. que ponen en cuestión de
un modo radicalconvicciones elementales acercade
d Holo- la condición humana
y delavida en sociedad, no es precisamenre labellezay el
É6cas de goce estético lo
que se postula en esre caso como efecto de ra apropiación
l6n tanro artística.
si retomamos ahora la pregunta iniciar acercad.e ra reración enrre
Fcsos de arre
e historia, creemos que es necesario difercnciar
!
distinros planos. La rcra-
ción enrre ambas prácticas puede esrudiarse al menos
[-sobre d"sde .in.o p"rs-
pectivas diferenres y sólo la última constiruye el tema
E-los lí- de este trabajo.
lnienzos _ En primer lugar (1), elarte,en ranro prod.ucto humano que resulta de
; 7a acciín colectiva, riene una función en ra
sociedad. Desde p.rrrto d"
tsrtzárse vista pueden estudiarse los cambios en el papel que "rr"
d.esemp
l¡"hr-o la vida de una comunidad, la "influenci"'; d" lo, "ir "r ^rt" ",
lidas del socio-
".ont..iÁi"nros
políticos en los productos de la creaciónestética; también
er impacto de
F-son la obra de arce en la vida colectiva, etc., etc..
Finedos
En segundo lugat (2),el arre en sus diversas manifestaciones
bnales ha tomado
como objeto de su representación en las distintas épocas
d.e su desarrollo,
F
sucesos que pueden calificarse en mayor o menor
grado de históricos, des-
265
1
266
roÍ:lano El olvido alude a una región oscura. No se reÉ.ere a algo inexisrenre.
a' .le la sino a algo que no está presenre para mi ahora pero que ha existído y esrá
r-<:i:uve
ahí en estado de latencia porque 1o olvidado fue registrado alguna vez.La
- !--*^ paradoja del olvido es que renemos cierro saber de é1. Está presenre como
una sombra que acompaña la conciencia, como un saber de algo que en
cualquier momento puede volver a irrumpir y no puede ni recuperase ni
suprimirse del todo. En ese sentido nos acosa. El olvido viene asociado a
un riesgo: al temor o también al deseo de una presencia que escapa a nues-
tra voluntad. El arte en cambio es aigo que se muestra, que ha sido creado
pctrq exhibido, expuesto y no oculrado. La obra de arre es aquello que se
ser
267
recordatorio como, Por ejemplo, la entrada en una agenda señala lo que
vendrá después.
Cabe desracar también gue mientras el recuerdo es siempre algo per'
sonal a lo que sólo accede el sujeto, aquello que sirve de recordatorio
f comPartido'
puede también ser algo público
2) Llamamos recuerdo tanto a la imagen mnémica de lo sucedido
como también a un objeto con la gue la asociamos y nos remite a ella, así
por ejemplo una piedra tecogidadurante un Paseo, una antigua fotogre'
"souvenir"' se
fi^, un ,"g lo, orr* flo, seca en un libro, o simplemente un
.o.rrritoy"., más allá de sus propiedades físicas, en un Punto de fuga, de
remisión hacia vivencias pasadas.
Retengamos esras distinciones a la hora de establecer en qué sentido
una obra de arte puede operar como'hrchivo de la memoria" colectiva.
En forma panlelaa la crisis de la hisrori ografiay a los desarrollos de
la teoríahistórica narrativista que ha dominado la discusión reciente, ha
tenido lugar en los últimos años un auge sin precedentes de la noción
d" n1"-ori". Confrnada a los manuales de historia de la filosofía has-
ta Bergso-n y a $p estudios de psicología cognitiva, e paftir de los 90 la
.s;
memorla ha pasaoo a estar en el centro de interés de la teoría 61osófica y
.,i
268
ferir acontecimientos como los campos de exterminio nazis. Aún cuan-
do contamos con textos históricos gue dan cuenra de la complejidad del
r- fenómeno, fundados en documentos, restos, testimonios , material foto-
io gtáfrcoy filmico, etc,, y uúlizando los más diversos modelos explicativos,
hay una dimensión gue permanece ocuita.
lo Ei discurso histórico ofrece una narración de los hechos a gran escala,
rsi en la gue éstos son incorporados a esquemas generales de explicación
z- y a modos de presentación estandarizados, pero alejada del horizonre
s€ experiencial de los protagonistas y lectores. Es ahí donde el recurso a los
le esquemas cognitivos de la disciplina hisrórica muesrra sus iimitaciones y
necesita ser complementado por el ejercicio de la imaginación.
lo Sobre pocos hechos como el Holocausto se cuenta con una base do-
cumental tan amplia pese a todos los esfuerzos por parre de los perpe-
le tradores para eliminar o borrar todo rastro de sus acciones- Pero si bien
he los acontecimientos se fueron revelando poco después de concluida la
!n gúerre, se necesitaron varias décadas para que el hecho dejase de ser una
ts- nota marginal en los libros de historia del siglo xx.
l-
Lo que ha desempeñado un papel central en esre giro de perspecriva no
tv ha sido la revelación de nuevos datos. En gran medida se debe al impacto
2- de modos de representaci6'n de lo acaecido que provienen de la lireratura
y el arte, representación condicionada, por cierto, por un cambio genere-
5lf cional decisivo que ha modificado las condiciones de su recepción posible.
ü Pensamos aquí en la repercusión que han renido en la opinión pública,
de sobi'e todo en Alemania, la serie televisiva Holocausto, películas como La
r- lista de Scbindler,la lireratura restimonial de Primo Leví,Jorge Semprún y
u- tantos otros.T Más recientemente la discusión en torno a la construcción
Ei del Museo Judío en Berlín diseñado por Daniel Libeskind y los más de
P- quince años de debates que generó la realizacíín del Monumento a los ju-
Silf díos asesinados en la Segunda Guerra Mundial, situado rambién en Berlín.
d En nuestro país, cabe consignar las controversias en curso generadas en re-
lo lación al Pargue de la Memoriay alaconversión de la ESMA en museo.
is. En general nos enfrentamos desde 6nes del siglo próximo pasado al
surgimiento de una cultura de la memoria que se manifiesra de diversas
maneras y en distintos ámbitos, desde ql interés por la novela histórica,
labiografía de personajes decisivos, la visira al museo, pero también y no
269
diversas
en menor medida, por los texros historiográfrcos sobre las más
épocas y modos de vida.
White riene en cierto senddo razón al denunciar las limitaciones,
e
episodlos de un
ior, qo*á"r,r.'ilro, al ser precisamenre inregrados como
d"s"rrollo más amplio, que involucra Procesos sociales y transformacio-
es el asesinato
nes políticas, particularmente cuando el tema en cuestión
deliberado y masivo de sectores de la población civil'
Pero por otre Perte' ¿en qué medida podemos hablar de un
fenóme-
no estético allí donde ante la evocación del horror nos vemos forzados
en qué
a aband.onar toda noción debelleza? cabe preguntarse además,
sentido esposible que estas obras puedan Procurarnos placer' \
270
t¡s inseparables de la historia del arte de occidente o, del mismo modo, los
cuadros y murales medievales, o si pensamos en los cuadros de autores
¡re como Bosch,e que describen los tormenros que depara el infierno a los
¡oo, infieles, o el reirerado motivo de Judith portando la cabeza cortada y en-
rb sangrentada de Holofernes, erc. Quizás nos hemos habiruado demasiado
ino a esas imágenes, pero también es cierto que forman parte de una narrati-
hü" va salvíñca y monlizante en la que el mal es curiosamente derrotado a la
F- vez qtre se consagra su sentido.
pa Mientras que una de las funciones tradicionales del arte consistía en
li consolidar la epopeya identiñcatoria de un pueblo en el monumento, el
l
271,
de |a representación no aprece en persona sino que es evocado, aludido, con-
jurado. Pero tampoco puede negarse que ia contemplacíón de esros objetos
nos proporciona cierra sadsfacción, no digamos placea difícil de definir, del
mismo modo que lo hace a pesar de su tema, por ejemplo, la lecrura de Primo
Levi, adiferencia de otras autobiografias de índole puramente testimonial.
A su vez, la visita a un museo de la memoria como el de Libeskind en Ber-
|ín nos procura, a través de su propuesta de diseño, una sensación diferen¡e
a la de un campo de exterminio. En este úldmo reconocemos evidencias de
1o sucedido. En la representación estética, en cambio, nos movemos en un
espacio simbólico que presupone una distancia de eilas alavez que un acer-
camiento mediante el uso activo de la imaglnación.
Retomemos ahora el eje de nuestra exposición¡ la relación entre arte
y nremoria.
Aun cuando sabemos que en los mecanismos mediante las cuales se ü
de lo público; esrá pr-€isenre anre la mirada del otro y no sóio del testigo de
ia experienciá. Su propio modo de ser consis¡e precisamente en mostrar
aIgo,y alavezmostrarse ante un espectador.
El objeto esrérico es un mensaje dirigido a orros, una invitación a una
experiencia comparrida. Estamos solos con nuestros recuerdos ¡ sin em-
bargo, a través de la coltemplación de un cuadro, el reconocimiento del
conrexfo a que alude una melodía, la exploración de un espacio con6gu-
rado de tal manera que insinúa recorridos que alguna vez fueron un trán-
sito hacia el exilio o la muerte, la lecura de la descripción de cosas que
le pasaron a otros, ei ser testigo de una instalación artística en la que se
rompe el curso normal de las cosas e irrumpen reminiscencias de un pa-
sado oculto, a través de estos fenómenos, decíamos, se nos hace accesible
la experienc ia ajenacomo una de nuestras posibilidades más propias'12
Como vimos, es posible dlferenctar distintos signr6cados dela pala'
bra"recuerdo'l Esras diferenciaciones nos pueden ahora resultar de ayuda
en el inrenro de precisar la reiaciórt enrre objero esrérico y memoria, par-
Cicularmente en la representación de acontecimientos traumáticos.
272
*
¡- La contemplación de este tipo de dispositivos estéticos, gue podriamos
13 deno minar genéticamente" ar te mnémicd', requiere de cierto s conocimien -
É tos mínimos previos por parte del espectadot aceÍca del contexto de los
D acontecimientos al que hacen alusión. La mirada no es ingenua sino que
implica también un ejercicio reflexivo en ei que interviene la memoria.
r- Mientras que el monumento tradicional forma parte de ceremonias
ts sociales de rememoración gue con el tiempo suelen convertirse en ri-
lE tos, en evocaciones estereotipadas más propicias para eI olvido que para
b el recuerdo, la obra mnémica se propone mancener la perturbación que
t- produce la irrupción fantasmática del pasado en el orden cotidiano.
Más que de una imagen-recuerdo, se trara de algo que apela a recor'
E dar otra cosa, Lln recordatorio que sirve para'despertar" o disparar re'
cuerdos en el espectador, de situaciones análogas reales o imaginadas que
le permiten la comprensión de experiencias de otros como posibilidades
E
de la vida propia, ala vez que senalan con su presencia la area pendiente
D !!r
de una justicia no redimida ni redimible.
E I
Por un lado, el arte mnémico, en la medida que logra su objetivo, re-
!-
mite al pasado, a lo sucedido, pero por el otro, también al futuro. Es a
E nr
lavez recuerdo y advertencia, Denkmal y Mabnmal, salvaguardia de la
lc
memoria y cusrodia del prvenir.
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*
273
Daniel Brauer licenciado en Socioiogía y en Filosofía por la Universidad de Bue-
es
1
Véase sobre esro la ineludible obra de Paul fucoeur, Temps et récit, tomo I,PrimenParre,
cap.2,Paris,I9B3, p.66ysig',quehapropuestounareinterpretaciónparticularmente
de los dos conceptos mencionados deihPoética aristotélica en vista al debate
en torno al
el de
paradigma narrativo en la teoría histórica contemPoránea, Mientras que el tercero,
no ha
catarsis, categoría no menos centfal tanto Para la estédca como para el psicoanálisis
recibido un tratarniento equivalente por parte del autor'
2
Véase principalmente: Hayden White, Metahistoriy, Tbe Historical Imagínation in the Nine'
teenth-century Europe,Balttmore y Londres, 1973, y de1 mism o attor Tropics of Díscour'
radical¡
se. Essays in cubural criticísm,Bakimore y Londres, 1978. En una linea aún más
F, R. Ankersmi t,Historical Representaiion, Star-rdford' 2001'
3
saul Friedlánd er, edír.,, Probing the Limits of Representation. Nazism and tbe 'Final solutíon"
274
Cambridge (Massachusetts)-Londres, 7992,E,Lensayo de H. White para el volumen tiene
por título: HktorícalEmplotment and the problem of Trutb,p.37 y síg.
a
Figural Realism. Studies in the Mímesis Efecr, Baldmore y Lor-rdres, 1999, el ensayo mencionado
lc Bue-
D) bajo al 6na1 de la nota anterior está incluido aquí como cap.2 del libro.
5
l¡ von Cito de acuerdo alaviejatraclucción de Bartolomé Pou, los NueueLíbros deHeródoto,Me-
ü Uni' la experiencia de algo que desborda, que no encaja en el marco conceptual mediante ei cual
nr¡dvo subsumimos y clasificamos los objetos que se nos presentan. De ahí también el intento de
rcia'en reivindicar Ia categoría de 1o sublime para una estética del hecho traumático, Véase ante
L¡ nar- todoJean-Frangois Lyotard, Heidegger y los judíos, trad. Alejandro Kaufmann y Verónica
r¡¡rt" i, Weiss, Buenos Aires, 1995, p, 42 y sig.Y del mismo autot, Lo inbumano. Cbarlas sobre el
dores), tiempo,Bs. As.,1998, trad, de Horacio Pons, cap ,Después de lo sublime. Estado de la Estétíca,
p.139 y sig. También el reciente libro de Frank Ankersmit, Sublime Historical Experience,
Standford,2Q05,¡3rftularmente el cap, B,"Sublime Histo¡ical Experier-rce', p.315 y sig.
e
Sobre la diferencia enrre las imágenes pictóricas clásicas del in6erno y el exterminio nazi, véase
Enzo Traverso, La bistoria desgarrad.a. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuaíes, trad. por
lc \-tr:- tema aquí no es tanto 1o que llama"la experiencia de 1o sublimd'- de verse a sí mismo
-en
Drúrcs.- como otro y poder tomar distancia de una forma abandonada de nuestra idenddad sino,
¡:dici, al contrario, de poder ver al otro como sí mismo, como una forma de idenddad posible.
Lo primero concierne quizás a la experiencia testimonial; 1o segundo, a la recepción de su
275