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La influencia del mundo sobre el creyente se puede analizar bajo cuatro aspectos:
1. La seduccioí n de lo que el apoí stol Juan describe como «los deseos de los ojos»
(1 Jn. 2:16). Casi todos los avisos comerciales procuran explotar estos deseos.
2. La vanagloria de la vida» (1 Jn. 2:16), o sea el ansia por la fama y el
reconocimiento de parte de nuestros semejantes, que conlleva el temor del
«queí diraí n». Muchas ideas y actitudes que influyen directa o indirectamente
en nuestros pensamientos.
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amenazas apela precisamente a estos instintos corporales a fin de hacernos
carnales.
d) Es urgente establecer prioridades claras que formen haí bitos en nuestra vida
(Mt. 6:33 y Hch. 4:19).
e) A las autoridades que nos quieren desviar de la obediencia a Dios hay que
contestar con respeto pero con firmeza (Dn. 3:16-18).
Ni los ritos religiosos (He. 10:4), ni las reglas (Col. 2:21-23), ni los esfuerzos
propios (Ro. 7:18-21) sirven para dominar la carne. Lo que tenemos que hacer es
crucificarla (Gaí . 5:24). Pero, ¿coí mo? Pablo, basaí ndose en las palabras de nuestro
Senñ or en Juan 12:32, 33 nos senñ aloí el camino a seguir.
Cristo no murioí solo, porque ante los ojos de Dios toda la vieja humanidad
fue crucificada con EÉ l (Ro. 6:3-6; 2 Co. 5:14 y Gaí . 6:14). Es en la medida en
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que descansemos en este hecho y permitamos que la vida resucitada de
Cristo reine en nuestras vidas, que la victoria de Dios sobre nuestra carne se
haraí una realidad (Ro. 6:11-14 y 8: 2-4).
A traveí s de persecucioí n por parte de las autoridades. No hay que asumir que
toda persecucioí n es directamente inspirada por Satanaí s, y sobre todo no hay
que decir tal cosa a las autoridades involucradas, pero en teí rminos generales
se puede decir que la persecucioí n a la iglesia proviene de Satanaí s (Ap.
12:17).
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Por medio de acusaciones hechas por otras personas. El diablo es experto en
levantar sospechas. Los creyentes no deben participar en el trabajo de
acusacioí n en especial cuando se trata de acusar a otros cristianos.
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maquinaciones diaboí licas mediante un manejo honrado y
abierto de sus finanzas.
6. La espada del Espíritu. Cristo dio un ejemplo tremendo del uso de la palabra
de Dios contra Satanaí s durante su tentacioí n en el desierto. Sufríí mucho en
un ataque sataí nico por no fijarme en la promesa de que una oveja del Senñ or
reconoceraí su voz (Jn. 10:4). El no reconocer una voz que se escucha es en síí
una senñ al de alarma.
7. La oración. En todo momento Satanaí s estaí bajo el control de Dios y por esto
Cristo nos ensenñ oí a orar: «lííbranos del mal» o, como bien se puede traducir:
«lííbranos del maligno». El Senñ or advirtioí a sus discíípulos: «velad y orad para
que no entreí is en tentacioí n» (Mt. 26:41). Igualmente el arcaí ngel Miguel al
contender con el diablo no se atrevioí a proferir juicio de maldicioí n contra eí l
sino dijo: «El Senñ or te reprenda» que tambieí n es una oracioí n (Jud. 9).