You are on page 1of 5

CUALES SON LAS ARMAS?

La guerra espiritual, ¿cómo se puede definir?

Pablo exhorta a Timoteo: «Pelea la buena batalla de la fe» (1 Ti. 6:12). En el


versíículo anterior el apoí stol manda seguir «la justicia, la fe, el amor, la paciencia y
la mansedumbre»; de modo que el contexto de su exhortacioí n es la lucha contra el
pecado. En 2 Timoteo 4:7 Pablo declara: «He peleado la buena batalla, he acabado
la carrera, he guardado la fe». Aquíí eí l afirma «ya estoy listo para ser sacrificado». El
contexto en este caso es la lucha por mantenerse en el ministerio. En 1 Corintios
9:26, 27 Pablo escribe: «de esta manera peleo… golpeo mi cuerpo, y lo pongo en
servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser
eliminado

¿Qué significa luchar contra el Mundo y la Carne?

La influencia del mundo sobre el creyente se puede analizar bajo cuatro aspectos:

1. La seduccioí n de lo que el apoí stol Juan describe como «los deseos de los ojos»
(1 Jn. 2:16). Casi todos los avisos comerciales procuran explotar estos deseos.
2. La vanagloria de la vida» (1 Jn. 2:16), o sea el ansia por la fama y el
reconocimiento de parte de nuestros semejantes, que conlleva el temor del
«queí diraí n». Muchas ideas y actitudes que influyen directa o indirectamente
en nuestros pensamientos.

3. Las amenazas y la persecucioí n de parte de las autoridades (Hch. 4:29).

4. La influencia de la carne impide que el creyente siga su deseo renovado de


cumplir con la ley de Dios (Ro. 7:22,23). Los instintos corporales de comer,
beber, reproducirse y mantenerse vivo, muy faí cilmente se vuelven egoíístas,
de modo que empiezan a militar contra los intentos espirituales de negarse a
síí mismo, tomar su cruz y seguir a Cristo. El mundo con sus insinuaciones y

1
amenazas apela precisamente a estos instintos corporales a fin de hacernos
carnales.

El primer paso en la guerra espiritual debe ser aislar la carne de estas


insinuaciones y amenazas mundanas. Por eso me parece que la lucha contra el
mundo debe venir primero. Hay por lo menos cinco pasos que se pueden dar:

a) Huir de ciertas tentaciones (1 Ti. 6:10, 11 y 2 Ti. 2:22).


b) Es importante llenar la mente de pensamientos edificantes (Fil. 4:8) de modo
que no haya tiempo, ni campo para las sugerencias del mundo (Ef. 5:11, 12).
Hay un dicho: no se puede impedir a los paí jaros volar por encima de
nuestras cabezas, pero síí podemos prevenir que hagan sus nidos en nuestros
cabellos. (Martíín Lutero).

c) Es necesario evitar la companñ íía repetida de personas divisionistas o


contaminantes (Ro. 16:17, 18; 1 Co. 5:1 y 15:33). «Dime con quieí n andas y te
direí quieí n eres».

d) Es urgente establecer prioridades claras que formen haí bitos en nuestra vida
(Mt. 6:33 y Hch. 4:19).

e) A las autoridades que nos quieren desviar de la obediencia a Dios hay que
contestar con respeto pero con firmeza (Dn. 3:16-18).

Ni los ritos religiosos (He. 10:4), ni las reglas (Col. 2:21-23), ni los esfuerzos
propios (Ro. 7:18-21) sirven para dominar la carne. Lo que tenemos que hacer es
crucificarla (Gaí . 5:24). Pero, ¿coí mo? Pablo, basaí ndose en las palabras de nuestro
Senñ or en Juan 12:32, 33 nos senñ aloí el camino a seguir.

Cristo no murioí solo, porque ante los ojos de Dios toda la vieja humanidad
fue crucificada con EÉ l (Ro. 6:3-6; 2 Co. 5:14 y Gaí . 6:14). Es en la medida en
2
que descansemos en este hecho y permitamos que la vida resucitada de
Cristo reine en nuestras vidas, que la victoria de Dios sobre nuestra carne se
haraí una realidad (Ro. 6:11-14 y 8: 2-4).

La lucha contra el diablo y sus demonios

El famoso pasaje en Efesios 6:10-18 dice la misma cosa. Con la excepcioí n de la


espada del Espííritu y, posiblemente, la oracioí n, todo el armamento mencionado es
defensivo. El propoí sito de la lucha es «resistir en el díía malo y habiendo acabado
todo, estar firmes» (versíículo 13). Creo, entonces, que nos toca resistir al diablo y
no atacarlo.

El ataque diaboí lico contra Jesuí s no fue constante. Despueí s de la tentacioí n en el


desierto, Satanaí s «se apartoí de EÉ l por un tiempo» (Lc. 4:14). No leemos de otros
intentos diaboí licos contra Cristo hasta que Pedro se hizo portavoz de Satanaí s en su
esfuerzo de desviar al Senñ or de la cruz (Mt. 16:22, 23). Despueí s el diablo no
reaparecioí hasta unos díías antes de la crucifixioí n, cuando entroí en Judas Iscariote
(Lc. 22:3), procuroí promover la caíída de Pedro (Lc. 22:31) y, por fin, despueí s de la
uí ltima cena, se acercoí a Cristo mismo (Jn. 14:30). Se podríía objetar que en parte mi
argumento se basa en el silencio, pero entonces contestaríía que no hay un solo
texto en la

A traveí s de persecucioí n por parte de las autoridades. No hay que asumir que
toda persecucioí n es directamente inspirada por Satanaí s, y sobre todo no hay
que decir tal cosa a las autoridades involucradas, pero en teí rminos generales
se puede decir que la persecucioí n a la iglesia proviene de Satanaí s (Ap.
12:17).

3
Por medio de acusaciones hechas por otras personas. El diablo es experto en
levantar sospechas. Los creyentes no deben participar en el trabajo de
acusacioí n en especial cuando se trata de acusar a otros cristianos.

Por medio de amenazas. En este caso el diablo se presenta como leoí n


rugiente (1 P. 5:8), pero como es padre de mentira, en muchos casos no tiene
la autoridad necesaria para ejecutar sus amenazas.

Por medio de tentaciones, dudas, insinuaciones y mentiras que eí l lanza como


dardos de fuego contra los creyentes. En estos casos el diablo se nos presenta
como un aí ngel de luz con el objeto de confundirnos.

Contra tales ataques el creyente dispone de no menos de siete defensas:

1. La verdad.. Puesto que una de las armas principales de Satanaí s


es la mentira, el creyente tiene que ajustarse estrictamente a la
verdad en lo que dice acerca de otras personas, lo que piensa de
síí mismo y lo que ensenñ a sobre Dios y el evangelio. Tambieí n
parte importante de la verdad es confesar todo pecado que uno
haya cometido
2. La rectitud. Ya que Satanaí s incita a compromisos incorrectos, el
cristiano puede frustrar muchos de sus intentos simplemente
con una administracioí n transparente de sus negocios y un trato
justo a los demaí s. Tambieí n las iglesias pueden evitar muchas

4
maquinaciones diaboí licas mediante un manejo honrado y
abierto de sus finanzas.

3. La disposición de compartir el evangelio cada vez que se presente


una oportunidad. Una de las armas de Satanaí s es el temor al queí
diraí n. Si no nos avergonzamos por el evangelio esto
automaí ticamente frustraraí muchos de los esfuerzos diaboí licos
contra nosotros.

4. La confianza en la bondad de Dios y en su sabio manejo de los


eventos nos protegeraí contra muchas de las artimanñ as del
enemigo.

5. La salvación y la presencia de Cristo en nosotros. A una senñ orita se


le preguntoí el secreto de su buen humor. Ella contestoí que no
siempre habíía sido asíí: antes, cada vez que sentíía una tentacioí n,
salíía a pelear con el diablo y siempre perdíía, hasta que aprendioí
a decir: «Senñ or Jesuí s, allíí estaí otra vez el diablo tocando a mi
puerta con una tentacioí n. Por favor, aí brele y preguí ntale lo que
necesita». Con esto Satanaí s desaparecíía en el acto.

6. La espada del Espíritu. Cristo dio un ejemplo tremendo del uso de la palabra
de Dios contra Satanaí s durante su tentacioí n en el desierto. Sufríí mucho en
un ataque sataí nico por no fijarme en la promesa de que una oveja del Senñ or
reconoceraí su voz (Jn. 10:4). El no reconocer una voz que se escucha es en síí
una senñ al de alarma.

7. La oración. En todo momento Satanaí s estaí bajo el control de Dios y por esto
Cristo nos ensenñ oí a orar: «lííbranos del mal» o, como bien se puede traducir:
«lííbranos del maligno». El Senñ or advirtioí a sus discíípulos: «velad y orad para
que no entreí is en tentacioí n» (Mt. 26:41). Igualmente el arcaí ngel Miguel al
contender con el diablo no se atrevioí a proferir juicio de maldicioí n contra eí l
sino dijo: «El Senñ or te reprenda» que tambieí n es una oracioí n (Jud. 9).

You might also like