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El materialismo
La ideología
El sujeto histórico
La vida de Marx transcurre a lo largo del siglo XIX, un siglo que está marcado por la formación y
consolidación de las sociedades industriales. Este proceso es contestado desde sus comienzos por
una masa de obreros que se concentra en los principales núcleos urbanos y que protesta contra un
sistema que defiende una fuerte productividad y la ley del máximo beneficio. Marx, después de
unos años de formación intelectual en la izquierda hegeliana, ve la posibilidad de un cambio que
mejore la organización social.
La lucha de clases.
La lucha se deriva de la división de la sociedad producida por la aparición de clases, lo que ocasiona
que los individuos busquen acceder al poder político a fin de favorecer sus intereses tanto sociales
como económicos y políticos. En esta visión, esa lucha de clases da origen a los movimientos
sociales, a través de los cuales las "clases bajas" buscan "ascender" socialmente.12 La revolución
francesa se originó en la “colonización del Estado” por uno de esos sectores sociales (la burguesía)
En general, tal colonización dará origen primero a “estados dictatoriales” y, como reacción, a
revoluciones que solo conducirán a otros “estados dictatoriales”. La única solución es la existencia
de una “monarquía social” -muy cerca a la posición burkeana- que debe actuar en el interés común,
introduciendo las reformas necesarias para evitar desorden y confrontación social.
Crítica a la metafísica
La filosofía presenta una idea del mundo totalmente inadecuada: en primer lugar y de modo
fundamental por considerar al mundo como un cosmos y no como un caos, por creer en la
racionalidad intrínseca de la realidad. La invención del Mundo Racional trae consigo la invención
de los conceptos básicos de toda la metafísica tradicional: entidades “racionales” como esencia,
substancia, unidad, alma, Dios, permanencia, ...; estas entidades son puras ficciones, nada nos
garantiza su existencia, como no sea el prejuicio y el poder fascinador del ejercicio de la razón.
Dado que el mundo que se muestra a los sentidos no presenta estas características pues éstos nos
ofrecen la corporeidad, lo cambiante, la multiplicidad, el nacimiento y la muerte, los filósofos
acaban postulando la existencia de dos mundos, el mundo de los sentidos, pura apariencia,
irrealidad, y el Mundo Verdadero, el Ser, dado a la razón, y horizonte último de nuestra existencia.
Esto es precisamente lo que Nietzsche llama “platonismo”. Una consecuencia de la invención del
Mundo Verdadero es la valoración positiva del mundo del espíritu y la valoración negativa de la
corporeidad. La filosofía tradicional (filosofía que ha dominado todo el mundo occidental, aunque
se haya expresado de un modo distinto en distintos autores) comienza con Platón, quien se inventa
un mundo perfecto, ideal, absoluto, al que contrapone el desvalorizado mundo que se ofrece a los
sentidos. Platón identifica el Ser con la realidad inmutable, estática, absoluta y relega al mundo de
la apariencia lo que se ofrece a los sentidos (lo cambiante, la multiplicidad, lo que nace y muere).
La filosofía posterior acepta este esquema mental básico, aunque lo exprese con distintas palabras.
Situó los valores en el mundo eterno e inmutable de las Ideas, el cristianismo los sitúa en el ámbito
eterno e inmutable de la mente de Dios. Pero la moral tradicional, dice Nietzsche, se equivoca
totalmente: los valores morales no tienen una existencia objetiva, no existe un ámbito en el que se
encuentren los valores como realidades independientes de las personas, no existen los valores
como una de las dimensiones de las cosas, ni como realidades que estén más allá de éstas, en un
supuesto mundo objetivo. Los valores los crean las personas, son proyecciones de nuestra
subjetividad, de nuestras pasiones, sentimientos e intereses, los inventamos, existen porque
nosotros los hemos creado. Sin embargo, es frecuente olvidar este hecho, de ahí que habitualmente
los vivamos como objetivos y los sintamos como mandatos, como exigencias que vienen de fuera
(de la ley de Dios, de la Naturaleza o de la conciencia moral). El dogmatismo moral consiste
precisamente en olvidar que los valores dependen de nosotros, consiste en mantener que tienen
una existencia objetiva.
La antropología Nietzscheana,
Nació el 15 de octubre de 1844 en Röcken, Prusia. Su padre, un ministro luterano, murió cuando él
tenía 5 años, y fue educado por su madre en una casa donde vivían su abuela, dos tías y una
hermana. Estudió filología clásica en las universidades de Bonn y Leipzig, y fue nombrado profesor
de filología griega en la Universidad de Basilea a los 24 años. Su delicada salud (estuvo afectado
toda su vida por su poca vista y sus constantes jaquecas) le obligó a retirarse en 1889. Al cabo de
diez años sufrió una crisis nerviosa de la que nunca se recuperó. Murió en Weimar el 25 de agosto
de 1900.
Además de la influencia de la cultura helénica, en particular de las filosofías de Sócrates, Platón y
Aristóteles, Nietzsche estuvo influenciado por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, por la teoría
de la evolución y por su amistad con el compositor alemán Richard Wagner.
La voluntad de superhombre
Nietzsche emplea con frecuencia un tono combativo y un lenguaje retórico que puede dar lugar a
interpretaciones que no son fáciles de aceptar después de la terrible experiencia de nuestro siglo:
sus exabruptos contra los judíos, la exaltación de “bruto rubio germánico”, y algunos de los
calificativos con los que a veces se refiere a lo que parece considerar el ideal de hombre (crueldad,
brutalidad, falta de compasión, ...) permiten comprender que su filosofía haya sido utilizada por el
nazismo para la defensa de sus tesis racistas. Pero es posible presentar la idea nietzscheana del
superhombre precisamente a partir de una crítica de su lectura nazi. Las características que
Nietzsche atribuye al superhombre y que pudieron dar pie a esta interpretación
"La muerte es una posibilidad de ser que ha de tomar sobre sí en cada caso el «ser ahí» mismo.
Con la muerte es inminente para el «ser ahí» él mismo en su «poder ser» más peculiar. En esta
posibilidad le va al «ser ahí» su «ser en el mundo» absolutamente. Su muerte es la posibilidad del
«ya no poder ser ahí». Cuando para el «ser ahí» es inminente él mismo como esta posibilidad de
él, es referido plenamente a su «poder ser» más peculiar."
Crítica a la modernidad
Los envites, propuestas y provocaciones de Lyotard. son frecuentemente, y no sin razón, asociados
al talante postmoderno de su pensamiento. Es más, no son pocos los que consideran la publicación
de La conditionpostmoderne en 1979 como el tañido de campanas que convocó al debate
modernidad. De hecho, dos participantes de primer nivel en este debate, Habermas y Vattimo se
sienten convocados por las provocaciones de Lyotard y dicen pronto su palabra, el primero en El
discurso filosófico de la modernidad, y el segundo en El fin de la modernidad, publicados ambos
en 1985.
Antes de analizar el contenido de ese talante postmoderno, veamos, aunque sea someramente,
cómo se fue gestando a lo largo de los años.
El camino desde Marx a las perspectivas postmodernas que recorre Lyotard conoce, como ha
indicado Jacobo Muñoz. tres momentos: i) la participación en el grupo de Socialismeou barbarie,
ii) mayo del 68, y iii) el procesamiento del cumplimiento o fracaso de las promesas de mayo del 68.
Crítica a la historia.