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PODER
INVISIBLE
Genevieve Behrend
Estas páginas fueron escritas con el propósito y la esperanza de que sus sugerencias
puedan proporcionarte la llave que te abra el camino para hacer realidad tus deseos, y
para explicarte que el miedo debería ser desterrado del todo de tus esfuerzos por
obtener la posesión de las cosas que deseas. Esto presupone, por supuesto, que tu
deseo de posesión se basa en tu aspiración a una mayor libertad. Sientes, por
ejemplo, que la posesión de más dinero, tierras o amigos te hará más feliz, y tu deseo
de poseer esas cosas surge de la convicción de que poseerlas te dará libertad y
felicidad.
En tu esfuerzo por poseer, descubrirás que lo que más necesitas es «ser» siempre (no
intermitentemente) tu mejor yo -ese yo que entiende que los errores de tus seres
queridos son simplemente equivocaciones-. Tu sensación de que tener más
posesiones, del tipo que sean, te dará satisfacción y felicidad, es errónea. Ninguna
persona, lugar o cosa puede darte la felicidad. Pueden darte un motivo para la
felicidad y una sensación de satisfacción, pero la alegría de vivir proviene de tu
interior. Por lo tanto, aquí se te recomienda que hagas el esfuerzo de obtener aquellas
cosas que crees que te darán alegría, y no otra cosa, siempre y cuando, como dijimos
antes, tus deseos estén de acuerdo con la alegría de vivir.
En este volumen, también se quiere sugerir las posibilidades que le aguardan a
quien realiza un esfuerzo persistente por comprender la ley de visualización y hace
una aplicación práctica de esos conocimientos en el plano en que él o ella se
encuentra. La palabra «esfuerzo», tal como se emplea aquí, no pretende transmitir la
idea de tensión. Todos los estudios y meditaciones deben realizarse sin tensión o
estrés.
He procurado mostrar que, si uno empieza desde el principio de la acción creativa o
la imagen mental, está garantizado que a continuación llegarán ciertos resultados
correspondientes. «Aunque las leyes del universo no pueden ser modificadas, se
puede hacer que trabajen en condiciones específicas, produciendo unos resultados
para el avance individual que no pueden ser obtenidos bajo el funcionamiento
espontáneo de la ley proporcionado por la naturaleza.»
Por muy lejos de tus experiencias pasadas que te puedan llevar las sugerencias
que te he dado sobre las posibilidades que te aguardan al visualizar, en ningún caso
rompen la continuidad de la ley de causa y efecto.
Si, a través de las sugerencias dadas aquí, alguien llega a darse cuenta de que su
mente es el centro a través del cual, y en el cual, opera «todo el poder que hay», el
cual simplemente está esperando que se le indique la única manera en que puede
realizar una acción específica (y esto significa reacción en una forma concreta o física),
entonces este libro habrá cumplido su misión.
Intenta recordar que la imagen que piensas, sientes y ves se refleja en la Mente
Universal y que, por la ley natural de la acción recíproca, debe regresar a ti en una
forma espiritual o física. El conocimiento de esta ley de la acción recíproca entre el
individuo y la Mente Universal te da libre acceso a todo lo que deseas poseer o ser.
Hay que tener presente firmemente que todo esto sólo puede ser cierto para la
persona que reconoce que su poder para crear una imagen mental permanente
proviene del espíritu universal de la vida que todo lo crea (Dios), y que puede usarse
de una forma constructiva únicamente si se emplea y se retiene en armonía con la
naturaleza del espíritu que lo creó. Para garantizar esto, no debe haber ninguna
inversión del pensamiento de la persona acerca de su relación con este espíritu
creador universal, que es la de un hijo o una hija, a través de la cual la mente del
padre actúa y reacciona.
Condicionado de esta manera, cualquier cosa que pienses o sientas que eres, será
reproducida fielmente por el espíritu creador de la vida en una reacción
correspondiente. Éste es el principal motivo por el cual debes imaginarte a ti mismo y
a tus asuntos tal como quieres que sean, como realidades existentes (aunque sean
invisibles para el ojo físico), y vivir dentro de tu imagen. Un esfuerzo honesto por hacer
esto, reconociendo siempre que tu mente es una proyección del espíritu creador, te
demostrará que lo mejor que existe es tuyo, en todos tus caminos.
El orden de la visualización
El poder que está dentro de ti, que te permite formar una imagen mental, es el punto
de partida de todo lo que existe. En su estado original, es la sustancia indiferenciada e
informe de la vida. Tu imagen mental forma el molde (por así decirlo) en el que esta
sustancia informe tomará forma. Visualizar o ver mentalmente las cosas y las
condiciones tal como quieres que sean es el poder condensador, especializador, que
está en ti y que podría ilustrarse como la lente de un proyector. El proyector es uno de
los mejores símbolos de esta facultad de imaginar. Ilustra el funcionamiento del
espíritu creador en el plano de la iniciativa y la selección (o en su forma concentrada
especializadora) de una forma sumamente clara.
Esta diapositiva de una imagen ilustra tu propia imagen mental —invisible en
el proyector de tu mente hasta que enciendes la luz de tu voluntad—. Es decir,
enciendes tu deseo con la fe absoluta de que el espíritu creador de la vida, en ti, está
haciendo el trabajo. Mediante el fluir continuo de la luz de la voluntad en el espíritu, la
imagen deseada es proyectada en la pantalla del mundo físico: una reproducción
exacta de la diapositiva que está en tu mente.
Visualizar sin una voluntad suficientemente estable para inhibir todos los
pensamientos y sentimientos contrarios a tu imagen sería tan inútil como utilizar un
proyector que no tiene una luz. Por otro lado, si tu voluntad está lo suficientemente
desarrollada como para mantener tu imagen en el pensamiento y el sentimiento, sin
ningún « ¿y si...?», sino simplemente dándose cuenta de que tu pensamiento es el
gran poder atractriz, entonces tu imagen mental se proyectará en la pantalla de tu
mundo físico con la misma seguridad que cualquier diapositiva colocada en el mejor
proyector que se haya fabricado jamás. Prueba proyectar una imagen en un proyector
que tenga una luz que se mueve continuamente de un lado al otro, y tendrás el efecto
de una voluntad vacilante. Es tan necesario que te mantengas siempre detrás de tu
imagen con una voluntad fuerte y estable, como lo es tener una luz fuerte y estable en
un proyector. La alegre seguridad con la que creas tu imagen es el imán sumamente
poderoso de la fe, y nada puede destruirlo. Estás más feliz que nunca porque ahora
sabes dónde está tu fuente de suministro, y confías en su respuesta segura a tus
indicaciones. Lo importante que debe recordarse es que lo que todo ser humano
desea es la felicidad, y el estudio de la visualización te permite obtener más de la vida
de lo que has tenido jamás. Cada vez se presentan más posibilidades para ti.
Un hombre de negocios me dijo en una ocasión que desde que practicaba la
visualización y había adquirido el hábito de dedicar unos minutos cada día a pensar en
su trabajo tal como deseaba que fuese, de una forma grande y amplia, su negocio
había crecido más del doble en seis meses. Su método consistía en entrar cada
mañana en una habitación antes de desayunar y hacer un inventario mental de su
negocio tal como lo había dejado la noche anterior, y luego extenderse sobre ello. Dijo
que se expandía y expandía de esta manera hasta que sus asuntos se encontraban en
un estado extraordinariamente exitoso.
Se imaginaba en su oficina haciendo todo lo que quería que se hiciera. Su ocupación
le exigía reunirse con muchos desconocidos cada día. En su imagen mental se veía
encontrándose con esas personas, comprendiendo sus necesidades y
proporcionándoles exactamente lo que deseaban. Este hábito, decía, había fortalecido y
dado firmeza a su voluntad de una forma casi inconcebible. Además, al ver
mentalmente las cosas tal como deseaba que fueran, había adquirido la sensación
confiada de que se estaba ejercitando cierto poder creador, para él y a través de él, con
la finalidad de mejorar su pequeño mundo.
Cuando empieces a visualizar en serio, es posible que sientas, como muchas
otras personas, que otra persona podría estar haciendo la misma imagen que tú y,
naturalmente, eso no sería adecuado para tu finalidad. No te preocupes, si no es
necesario, por esto. Simplemente intenta darte cuenta de que tu imagen es un
ejercicio ordenado del poder creador universal aplicado de forma específica.
Entonces puedes estar seguro de que nadie puede trabajar en oposición a ti. La ley
universal de la armonía lo impide. Procura tener presente que tu imagen mental es la
Mente Universal que está ejerciendo sus poderes inherentes de iniciativa y selección
específicamente.
Algunas personas sienten que no es del todo correcto visualizar cosas. «Es algo
demasiado material», dicen. Pero la forma material es necesaria para el
autoreconocimiento del espíritu desde el punto de vista individual. Y éste es el medio
por el cual se lleva a cabo el proceso creativo. Por lo tanto, la materia, lejos de ser una
ilusión y algo que no debería existir (como enseñan algunos maestros metafísicos), es
el canal necesario para la autodiferenciación del espíritu. Pero no tengo intención de
llevarte a un razonamiento científico largo y cansino para eliminar el misterio de la
visualización y ponerla sobre una base lógica. Naturalmente, cada persona hará esto a
su manera. Mi único deseo es indicarte el camino más fácil que conozco, que es el
sendero por el que Troward me guía. Estoy segura de que llegarás a la conclusión,
como lo he hecho yo, de que el único misterio en la conexión con la visualización es el
misterio de la vida que toma forma, gobernada por unas leyes inalterables y fácilmente
comprensibles.
Este poder es el que te permite transferir tus pensamientos de una forma a otra. El
poder de cambiar de idea es el poder individualizado que toma la iniciativa, dando
dirección a la sustancia fluida que está contenida en cada pensamiento. Darle a esa
sustancia plástica altamente sensible cualquier forma que desees mediante la
visualización es lo más sencillo del mundo. Cualquiera puede hacerlo con una
pequeña dosis de esfuerzo.
Cuando realmente estás convencido de que tu mente es un centro a través del cual
toma forma involuntariamente la sustancia plástica de todo lo que existe en tu mundo,
la única razón por la que tu imagen no siempre se materializa es porque has
introducido algo que es antagónico al principio fundamental. Con mucha frecuencia,
este elemento destructivo es causado por la frecuencia con que cambias tus
imágenes. Después de muchos de esos cambios, decides que, después de todo, lo
que quieres es tu deseo original. Al llegar a esta conclusión, empiezas a preguntarte
por qué, «siendo la primera imagen», no se ha materializado. La sustancia plástica
con la que estás tratando mentalmente es más sensible que la película fotográfica más
sensible. Si, al tomar una fotografía, recuerdas súbitamente que ya habías tomado
otra fotografía en esa misma placa, no puedes esperar un resultado perfecto en
ninguna de las dos imágenes.
Por otro lado, es posible que hayas tomado dos fotografías en la misma placa sin
darte cuenta. Cuando la placa es revelada y aparece la imagen, tú no condenas al
principio de la fotografía, ni te quedas perplejo, pues comprendes por qué tu fotografía
ha salido de una forma tan insatisfactoria. No sientes que es imposible que puedas
obtener una imagen buena, clara, del sujeto en cuestión. Sabes que puedes hacerlo
simplemente empezando de nuevo desde el principio, poniendo una nueva placa y
decidiendo ser más cuidadoso al tomar la fotografía la próxima vez. Cuando sigues
estas pautas, estás seguro de obtener un resultado satisfactorio. Si actúas de la
misma manera con tu imagen mental, cumpliendo con tu parte con un estado mental
igualmente confiado, el resultado será igual de perfecto.
Las leyes de la visualización son tan infalibles como las leyes que gobiernan la
fotografía. De hecho, la fotografía es el resultado de visualizar. Una vez más, tus
resultados al visualizar y tus deseos pueden ser imperfectos o retrasarse a causa de
un mal uso de este poder, debido al pensamiento de que la realización de tu deseo
depende de ciertas personas o condiciones. El principio creador no depende, en modo
alguno, de ninguna persona, lugar o cosa. No tiene pasado y no conoce ningún futuro.
La ley dice que el principio creador de la vida es «el aquí universal y el ahora eterno».
Crea sus propios vehículos a través de los cuales opera. Por lo tanto, las experiencias
del pasado no tienen nada que ver con tu imagen actual. Así que no intentes obtener
tu deseo a través de un canal que puede no ser natural para él, aunque te parezca
razonable. Tu sentimiento debería ser que la cosa, o la conciencia, que tanto deseas
es normal y natural, una parte de ti, una forma de tu evolución. Si puedes hacer esto,
no hay ningún poder que pueda impedirte disfrutar de la realización de la imagen con
la que estás trabajando, o de cualquier otra.
Capítulo 5
Cientos de personas se han dado cuenta de que «visualizar es parecido a tener una
lámpara de Aladino para todo aquel que cuenta con una voluntad poderosa». El
general Foch dice que se sentía tan indignado durante la guerra franco-prusiana en
1870, que se visualizó conduciendo a un ejército francés a la victoria contra los
alemanes. Dijo que había creado esta imagen, se había fumado una pipa y había
esperado. Este es un resultado del acto visualizar que todos conocemos.
El invierno pasado, una famosa actriz escribió un largo artículo en uno de los
principales periódicos dominicales en el que describía cómo se deshizo de un exceso
de grasa corporal y de peso visualizando constantemente su figura tal como quería
que fuera.
Mientras estaba dando unas conferencias en Nueva York, recibí una interesante
carta de la esposa de un médico. Empezaba diciendo que esperaba que yo nunca
dejara de dar conferencias sobre la visualización, con las que hacía posible que la
humanidad se diera cuenta del maravilloso hecho de que poseía en su interior el
método para su liberación. Refiriéndose a su propia experiencia, me decía que había
nacido en el lado este de Nueva York, en el barrio más pobre. Desde su más
temprana infancia había albergado el sueño de casarse algún día con un médico. Este
sueño se había convertido gradualmente en una imagen mental fija. El primer empleo
que consiguió fue como niñera en la familia de un médico
Tras dejar a esa familia, entró a trabajar con la familia de otro médico. La esposa
de su jefe murió y, con el tiempo, el médico acabó casándose con ella: el resultado de
un anhelo imaginado durante mucho tiempo. Después de eso, tanto ella como su
marido concibieron la idea de tener una granja agrícola en el sur de Estados Unidos.
Formaron la imagen mental de la idea y pusieron su fe en que acabara cumpliéndose.
La carta que me enviaba venía de su granja en el sur. La esposa del médico la había
escrito estando ahí. Su segunda imagen mental había visto la luz de la materialización.
Cada día me llegan muchas cartas de características similares. El siguiente es
un caso que apareció en el diario New York Herald en mayo de 1921:
«Atlantic City, 5 de mayo. Era una mujer anciana y hoy, cuando fue llevada ante el
juez Clarence Goldenberg en el tribunal de policía, estaba tan débil y cansada que a
duras penas podía tenerse en pie. El juez preguntó al guarda del tribunal de qué se la
acusaba. "De robar una botella de leche, su señoría", replicó el oficial. "Lo cogió de la
entrada de una casita en el centro de la cuidad al amanecer, esta mañana." "¿Por qué
hizo eso?", le preguntó a la anciana el juez Goldenberg. "Tenía hambre", dijo ella. "No
tenía ni un centavo y no tenía forma de conseguir nada para comer, excepto
robándolo. Pensé que a nadie le importaría que me llevara una botella de leche."
"¿Cuál es su nombre?", preguntó el juez. "Weinberg", dijo la anciana, "Elizabeth
Weinberg". El juez Goldenberg le hizo algunas preguntas sobre su persona y luego
dijo:
"Bueno, ahora no es usted muy rica, pero ya no es pobre. Llevo meses
buscándola. Tengo 500 dólares que le pertenecen, de la herencia de un familiar suyo.
Yo soy el albacea del testamento".»
El juez Goldenberg pagó la multa de la mujer de su propio bolsillo y luego la llevó a
su oficina, donde le entregó su herencia y envió a un policía a que le encontrara un
sitio donde hospedarse.
Más tarde me enteré de que esta mujer menuda había estado deseando e
imaginando mentalmente 500 dólares, al tiempo que ignoraba cómo podrían llegar a
ella. Pero mantuvo su visión y la fortaleció con su fe.
En un número reciente de la revista GoodHousekeeping había un artículo escrito
por Addington Bruce, titulado «Fortalecer sus agallas mentales». Es sumamente
instructivo y beneficiaría a cualquiera que lo leyera. En una parte, dice: «El hábito de
dedicar unos pocos momentos cada día a pensar en su trabajo a lo grande, de una
forma amplia e imaginativa, es una necesidad vital para usted y un servicio útil para la
sociedad».
Huntington el gran magnate ferroviario, antes de empezar a construir la vía que iba
de costa a costa, dijo que había tomado cientos de viajes a lo largo de la línea antes
de que la vía estuviera construida. Dicen que se sentaba durante horas con un mapa
de los Estados Unidos delante de él y viajaba mentalmente de costa a costa,
exactamente como lo hacemos ahora en su imagen mental realizada. Podría llamar tu
atención con cientos de casos similares.
El mejor método de imaginar aquello que deseas es, a la vez, sencillo y agradable,
si comprendes el principio que está detrás lo bastante bien como para creerlo. En
primer lugar y por encima de todo, asegúrate de saber qué es lo que realmente
quieres, A continuación, especializa tu deseo siguiendo esa dirección.
Capítulo 6
Quizás desees sentir que has vivido con alguna finalidad. Quieres estar satisfecho y
feliz y sientes que con una buena salud y un negocio exitoso podrías disfrutar de ese
estado de ánimo. Cuando finalmente has decidido, de una vez por todas, qué es lo que
quieres, entonces empiezas a imaginarte sano, y que tu negocio es un éxito tan grande
como puedes llegar a concebir naturalmente.
El mejor momento para crear y definir tu imagen es justo antes de desayunar y antes
de retirarte a dormir por la noche. Puesto que es necesario que te concedas una gran
cantidad de tiempo, podría ser necesario que te levantases más temprano que de
costumbre. Entra en una habitación en la que nadie te moleste, medita durante unos
minutos sobre el funcionamiento práctico de la ley de la visualización y pregúntate:
«¿Cómo llegaron a existir las cosas que me rodean?», « ¿En qué me puede ayudar entrar
en contacto más rápidamente con el suministro invisible?».
Alguien pensó que la comodidad se expresaría y se experimentaría mejor si la
persona estuviera sentada en una silla, y no en el suelo. En el comienzo de la
meditación, la silla representaba el deseo de estar cómodo. Con ello llegó la imagen
de una especie de silla. Este mismo principio se aplica al sombrero y a la ropa que
vistes. Entra detenidamente en esta idea del principio que está detrás de la cosa.
Establécela como una experiencia personal; conviértela en una realidad para tu
conciencia.
Si eres concienzudo al hacerlo, te encontrarás en la profunda conciencia que está
debajo de la superficie de tu propio poder de pensamiento. Entonces, abre una
ventana, respira profundamente unas diez veces y, durante ese tiempo, dibuja un
gran círculo imaginario de luz a tu alrededor. Mientras inspiras (manteniéndote en el
centro de este círculo de luz) visualiza grandes rayos de luz provenientes del círculo
penetrando en tu cuerpo en todos los puntos, centralizándose en tu plexo solar.
Contén la respiración unos momentos en esta luz central tu cuerpo (el plexo solar)
y luego espira lentamente. Mientras haces esto mentalmente, debes ver rayos
imaginarios, o chorros de luz, que suben por el cuerpo, y luego bajan y salen por los
pies. Mentalmente, rocía todo tu cuerpo con esta luz imaginaria. Cuando hayas
terminado el ejercicio de respiración siéntate en una silla recta y cómoda y hazte saber
mentalmente que sólo hay una vida, una sustancia, y que esa sustancia de vida del
universo está encontrando placer al reconocerse en ti. Repite algunas afirmaciones de
este tipo hasta que sientas la verdad y la realidad de las palabras que estás
pronunciando. A continuación, empieza a crear tu imagen.
Tanto si tu deseo es tener un estado de conciencia como poseer algo, pequeño o
grande, empieza desde el principio. Si quieres una casa, empieza viéndote en el tipo de
casa que deseas. Recórrela toda, fijándote detenidamente en las habitaciones, en
dónde están las ventanas y en otros detalles de ese tipo, ya que te ayudarán a sentir
la realidad de tu concepto.
A menudo me han preguntado por los motivos por los que empecé a e s t u d i a r l a
ciencia mental y acerca de los resultados de mi búsqueda, no sólo en cuanto al
conocimiento de los principios, sino tam bién a la aplicación de dichos conocimientos
en el desarrollo de mi propia vida y experiencia.
Estas preguntas son justificables porque alguien que intenta realizar el papel de
mensajero y enseñar las verdades psicológicas sólo puede ser efectivo y convincente
si él, o ella, las ha probado en el laboratorio de la experiencia mental. Esto se aplica
especialmente a mi caso, pues fui la única alumna de Thomas Troward, el más grande
maestro de la ciencia mental de la actualidad, cuyas enseñanzas se basan en la
relación entre la mente individual y la mente creativa universal, que es la dadora de
vida, y la forma en que esa relación puede ser invocada para asegurar la expansión y
una expresión más plena de la vida individual.
Lo que me impulsó inicialmente a estudiar la ciencia mental fue una abrumadora
sensación de soledad. A toda vida llegan experiencias de aislamiento espiritual, como
las que en aquella época predominaban en mi vida. A pesar del hecho de que cada
día me encontraba con amigos, rodeada de regocijo y alegría, tenía la persistente
sensación de que estaba sola en el mundo. Había enviudado tres años atrás y había
estado viajando de país en país, buscando la serenidad de ánimo.
Las circunstancias y el entorno de mi vida eran tales que mis amigos me
consideraban una joven inusualmente afortunada. Aunque reconocían que había
sufrido una gran pérdida cuando mi marido murió, sabían que me había dejado en una
buena situación económica, libre para ir a cualquier lugar cuando quisiera y con
muchos amigos. Sin embargo, si mis amigos hubieran podido penetrar en mis
emociones más íntimas, habrían encontrado un profundo sentimiento de vacío y
aislamiento. Ese sentimiento estimuló en mí un espíritu inquieto que me impulsó cada
vez más a una infructuosa búsqueda en el exterior de algo que más tarde comprendí
que sólo podía obtenerse en el interior.
Estudié la ciencia cristiana, pero no me proporcionó ningún consuelo, aunque me
di cuenta plenamente del gran trabajo que estaban realizando los científicos, e incluso
tuve el placer y el privilegio de conocer a la señora Eddy personalmente. Pero me
resultaba imposible aceptar las enseñanzas fundamentales de la ciencia cristiana y
hacer una aplicación práctica de ellas.
Estaba a punto de abandonar la búsqueda de felicidad y de resignarme a retomar mi
vida de aparente diversión, cuando una amiga me invitó a visitar al gran vidente y
maestro Abdul Baha. Después de entrevistarme con ese hombre tan maravilloso, mi
búsqueda de alegría empezó a dar un giro. El me dijo que viajaría por todo el mundo
buscando la verdad y que, cuando la hallara, hablaría de ella. En aquel momento, el
cumplimiento de esa afirmación de ese gran vidente me pareció imposible. Pero
contenía una dosis de ánimo y, al menos, indicaba que mi búsqueda anterior había ido
en la dirección equivocada. De una forma débil e insegura, empecé a encontrar alegría
en mi interior, porque Abdul Baha me había dado a entender que hallaría la verdad.
Eso era lo importante, y prácticamente lo único que yo recordaba de nuestra
entrevista.
Unos días más tarde, al visitar el despacho de un practicante del Nuevo
Pensamiento, me llamó la atención un libro que estaba sobre su mesa, titulado Las
conferencias de Edimburgo sobre ciencia mental, de Thomas Troward. Me sorprendió
ver que Troward era un juez retirado del Punjab, en la India. Compré el libro, pensando
que lo leería esa misma tarde. Muchos han intentado hacer lo mismo, pero se han
encontrado, igual que yo, con que el libro debe ser estudiado para ser comprendido, y
cientos de personas han decidido, como lo hice yo, dedicarle toda su atención.
Después de haber encontrado este libro, que era un tesoro, me fui al campo
durante unos días y, mientras estaba ahí, estudié el volumen lo más minuciosamente
que pude. Me pareció extremadamente difícil y decidí comprar otro libro de Troward,
con la esperanza de que su estudio no requeriría tanto esfuerzo. Al preguntar, me
dijeron que el volumen siguiente, Las conferencias de Dore, era mucho más sencillo y
era el mejor de los dos libros. Tardé semanas y meses en tener siquiera una vaga idea
del significado del primer capítulo de Dore, que se titulaba «Entrar en el espíritu de
ello». Con esto quiero decir que tardé meses en entrar en el espíritu de lo que estaba
leyendo.
Pero, entre tanto, un párrafo de la página 26 llamó mi atención porque me pareció
que era lo más grande que había leído jamás. Lo memoricé y me esforcé con toda mi
alma en entrar en el espíritu de las palabras de Troward. El párrafo dice: «Mi mente
es un centro de operación divina. La operación divina es siempre para la expansión y
para una expresión más plena, y esto significa la producción de algo que va más allá
de lo que ha existido antes, algo enteramente nuevo, no incluido en la experiencia
anterior, aunque proveniente de ella mediante una secuencia ordenada de
crecimiento. Por lo tanto, puesto que lo divino no puede cambiar su naturaleza
inherente, debe operar de la misma manera conmigo; en consecuencia, en mi propio
mundo especial, del cual yo soy el centro, avanzará para producir nuevas
condiciones, siempre por delante de cualquiera que haya existido anteriormente».
Fue necesario un esfuerzo por mi parte para memorizar este párrafo, pero en el
esfuerzo hacia este fin, las palabras parecían llevar consigo un cierto estímulo. Cada
repetición del párrafo hacía que me resultara más fácil entrar en su espíritu. Las
palabras expresaban exactamente lo que yo había estado buscando. Mi único deseo
era tener serenidad de ánimo. Encontré reconfortante creer que la operación divina en
mí podía expandirse hacia una expresión más plena y producir cada vez más alegría
—en realidad, una serenidad de ánimo y un grado de satisfacción mayores de los que
había conocido jamás-. El párrafo me inspiró todavía más un profundo interés por
sentir que la chispa de vida en mí podía traer a mi vida algo completamente nuevo. No
deseaba borrar mis experiencias del pasado, pero continuar a partir de ellas traería
algo nuevo que trascendería cualquier cosa que yo hubiera experimentado antes.
La meditación sobre estas afirmaciones trajo consigo un cierto sentimiento de
alegría. Qué maravilloso sería si yo pudiera aceptar y creer sinceramente, sin ningún
atisbo de duda, que esa afirmación de Troward era verdad. Ciertamente, lo divino no
podía cambiar su naturaleza inherente, y puesto que la vida divina está actuando en
mí, debo de estar divinamente habitada, y lo divino en mí debe de operar de igual
manera que opera en el plano universal. Esto s i g n i f i c a b a que todo mi mundo de
circunstancias, amigos y condiciones acabaría siendo un mundo de alegría y disfrute,
del cual «Yo soy el centro". Todo esto ocurriría en cuanto yo fuera capaz de
controlar mi mente y, por ende, proporcionar un centro concreto alrededor del cual las
energías divinas pudieran jugar.
Sin duda, valía la pena probarlo. Si Troward había hallado esta verdad, ¿por qué yo
no? La idea hizo que me ciñera a mi tarea. Más adelante decidí estudiar con el hombre
que había realizado y entregado al mundo una afirmación tan maravillosa. Me había
hecho salir de mi estado de desaliento. La dificultad inmediata era que necesitaba más
dinero.
Capítulo 9
Tenía una sensación de absoluta certeza de estar en contacto con todo el poder
que la vida tiene para dar. Todo pensamiento sobre el dinero, sobre el maestro, o
incluso sobre mi propia personalidad se desvaneció en la gran corriente de alegría que
recorrió todo mi ser. Seguí caminando mientras ese sentimiento de alegría iba
aumentando constantemente y expandiéndose, hasta que todo lo que me rodeaba
pareció brillar con una luz resplandeciente. Cada persona junto a la que pasaba
estaba tan iluminada como yo. Toda conciencia de la personalidad había
desaparecido y en su lugar llegó esa estupenda y casi abrumadora sensación de
alegría y satisfacción.
Aquella noche, cuando desarrollé mi imagen de los veinte mil dólares, fue con
un aspecto completamente distinto. En las ocasiones anteriores, mientras creaba mi
imagen mental, había sentido que estaba despertando algo en mí. Esta vez no hubo
ninguna sensación de esfuerzo. Simplemente conté los veinte mil dólares. Luego, de
una forma totalmente inesperada, proveniente de una fuente de la que yo no era
consciente en esos momentos, pareció abrirse un posible camino por el que el dinero
podría llegar a mí.
Al principio me costó un gran esfuerzo no emocionarme. Me parecía tan maravilloso,
tan glorioso, estar en contacto con la fuente de suministro. Pero, ¿no había advenido
Troward a sus lectores que mantuvieran toda excitación fuera de sus mentes cuando
se dieran cuenta por primera vez, de la unión con el suministro infinito, y que trataran
este hecho como el resultado perfectamente natural que se había conseguido con
nuestra petición? Esto me resultaba todavía más difícil que mantener el pensamiento
de que «yo soy toda la sustancia que existe; yo (idea) soy el principio de toda forma,
visible o invisible».
En cuanto se presentaba una circunstancia que indicaba la dirección por la cual
podrían aparecer los veinte mil dólares, yo no sólo hacía un esfuerzo supremo por
contemplar con calma la dirección indicada como el primer brote de la semilla que
había sembrado en lo absoluto, sino que no dejaba piedra por mover para seguir esa
dirección cumpliendo con mi parte. Cuando lo hacía, una circunstancia parecía llevar
nat ur alm ent e a otra, hasta que, paso a paso, conseguí mis deseados veinte mil
dólares. Mi mayor esfuerzo fue mantener mi mente equilibrada y libre de excitación.
El primer fruto concreto de mi estudio de la ciencia mental tal como se
explicaba en el libro de Troward había llegado porque yo había seguido
minuciosamente los métodos que él describía. En esta explicación, por lo tanto, el
mejor regalo que puedo ofrecer al lector es citar el libro de Troward, Las conferencias
de Edimburgo sobre ciencia mental, del cual se puede obtener una idea completa de la
línea de acción que yo estaba esforzándome por seguir. En el capítulo sobre causas
y condiciones, dice: «Para obtener buenos resultados, debemos entender
correctamente nuestra relación con el gran poder impersonal que estamos utilizando.
Es inteligente, y nosotros somos inteligentes, y las dos inteligencias deben cooperar.
»No debemos actuar irracionalmente ante la ley, esperando que haga por nosotros
lo que sólo puede hacer a través de nosotros. Por lo tanto, debemos usar nuestra
inteligencia con el conocimiento de que está actuando como instrumento de una
inteligencia mayor y, puesto que tenemos este conocimiento, podemos y debemos cesar
toda ansiedad con respecto al resultado final.
» En la práctica, debemos primero formarnos el concepto ideal de nuestro
objetivo, con la intención clara de grabarlo en la mente universal (éste es el
pensamiento que hace que ese tipo de pensamiento salga de la región de las meras
quimeras casuales) y luego afirmar que nuestro conocimiento de la ley es motivo
suficiente para tener la serena expectativa de obtener el resultado correspondiente y
que, por lo tanto, todas las condiciones necesarias se nos presentarán en el orden
debido. Entonces podemos dedicarnos a los asuntos de nuestra vida diaria con la
t r a n q u i l a seguridad de que las condiciones iniciales ya están ahí o pronto estarán a
la vista. Si no las vemos inmediatamente, debemos estar contentos con el
conocimiento de que el prototipo espiritual ya existe y esperar a que empiece a
aparecer alguna circunstancia que apunte en la dirección deseada.
»Podría tratarse de una circunstancia muy poco importante pero es la dirección, y
no la magnitud, lo que debemos tener en cuenta. En cuanto la veamos, deberíamos
considerarla como el primer brote de la semilla sembrada en lo absoluto, y actuar con
calma, sin excitación, sea lo que sea lo que las circunstancias exijan. Entonces, más
adelante, veremos que esa forma de actuar nos conducirá a otra circunstancia, en la
misma dirección, hasta que descubriremos que estamos siendo llevados paso a paso,
a la realización de nuestro objetivo.
»De esta manera, la comprensión del gran principio de la ley del suministro, a
través de las continuas experiencias, nos alejará de una forma cada vez más absoluta
de nuestros pensamientos ansiosos y de nuestros esfuerzos penosos, y nos llevará a
un nuevo mundo en el que el empleo útil de todos nuestros poderes, ya sean mentales
o físicos, no será más que un despliegue de nuestra individualidad de acuerdo con su
propia naturaleza y, por ende, a una perpetua fuente de salud y felicidad: sin duda, un
incentivo suficiente para estudiar detenidamente las leyes que gobiernan la relación
entre la persona y la Mente Universal».
Entonces, al igual que ahora, me pareció que esa cita describía el núcleo y el centro
del método y el enfoque necesario para entrar en contacto con el suministro infinito. Al
menos esta cita, como la anterior de «Mi mente es el centro de operación divina»;
etcétera, constituía el único medio aparente para atraer hacia mí los veinte mil dólares.
Mi continuo esfuerzo por entrar en el espíritu de estas afirmaciones y por atraer esa
suma que necesitaba, duró aproximadamente unas seis semanas. Al final de ese
período, ya tenía en mi cuenta bancaria los veinte mil dólares requeridos. Podría
convertir esto en una larga historia, dando todos los detalles, pero los hechos, tal como
los he narrado, te darán una idea clara de la condición magnética de mi mente
mientras los veinte mil dólares encontraban su camino para llegar a mí.
Capítulo 10
En cuanto tuve la idea de estudiar con Troward, Ie pedí a un amigo mío que le
escribiera de mi parte, porque sentía que quizás él podría expresar mejor mi deseo,
o hacerlo en términos más persuasivos de los que yo podría emplear. Ninguna de las
cartas escritas por mi amigo recibió ni una sola respuesta. Eso fue tan desalentador
que podría haber renunciado del todo a la idea de convertirme en alumna de Troward,
pero me Io impedía la experiencia que había tenido aquel día en la calle, cuando todo
mi mundo se iluminó, y recordé la promesa: «Todas las cosas que deseéis, creed que
ya las habéis recibido, y las recibiréis».
No perdí el tiempo ante su amable invitación a escribirle, todas mis cartas fueron
respondidas rápida y educadamente, pero jamás hubo ni una palabra de ánimo
respecto a mi propuesta de estudios. Finalmente, unos dos meses más tarde llegó
una carta que contenía la pregunta: «¿Cuál cree que es el significado de este
versículo en el capítulo 21 del Apocalipsis?».
Mi amiga se puso de pie. Yo no sabía qué otra cosa hacer, porque sentía que
todavía no estaba preparada pura marcharme. La intuición parecía decirme que podía
sacar a l g ú n provecho de ahí. No podía d e f i n i r e x a c t a m e n t e q u é e r a , de modo
que, para disgusto de mi amiga, me quedé callada durante unos momentos cuando,
de repente, uno de los enormes gatos persas del profesor saltó a mi regazo. «¡Bájate,
Jack!», gritó el profesor. Parecía preguntarse, «¿Qué significa esto?». Entonces, con
un interés mayor del que había mostrado en mí hasta el momento, dijo con una
sonrisa: «Nunca antes había visto a ese gato acercarse a un extraño, madame. Mi
gato aboga por usted. Ahora yo también siento un interés por su horóscopo, así que si
me da la fecha, tendré el placer de ponérselo por escrito para usted». Sentí una gran
sensación de felicidad cuando hizo esa declaración. Y concluyó diciendo: «No creo
que a usted le importe realmente su horóscopo». La verdad de esa afirmación me
conmocionó, porque a mí no me importaba mi horóscopo, y no podía decirle el motivo
por el cual le estaba pidiendo que me lo hiciera. «No obstante», dijo, «¿Puedo verla
para pedirle sus datos el próximo sábado por la tarde?».
El sábado por la tarde, a la hora convenida, llegó el profesor. Estaba entregándole
la hoja de papel con todos los datos de mi nacimiento, etcétera, cuando se me ocurrió
preguntarle por la respuesta a la pregunta sobre el versículo 16 del capítulo 21 del
Apocalipsis. Mi pensamiento tuvo un efecto instantáneamente, y me encontré
preguntándole a ese hombre qué creía que significaba ese versículo. Sin detenerse a
pensar, replicó inmediatamente: «Quiere decir que la ciudad significa la verdad, y la
verdad no es invertible; cada lado desde el que uno se aproxima a ella es
exactamente igual». Intuitivamente y sin dudarlo reconocí esa respuesta como la
verdadera, y mi alegría fue ilimitada, porque estuve segura de que al poseer esa
respuesta correcta, Troward me aceptaría como discípula en otoño.
Cuando el gran astrólogo se estaba marchando, le conté todo sobre mi deseo de
estudiar con Troward, que había venido desde Nueva York expresamente con ese
propósito, aparentemente en vano hasta que él me había dado la respuesta a esa
pregunta, que era una prueba. Se mostró muy interesado y me hizo varias preguntas
sobre Troward. Cuando le pedí que por favor me enviara la cuenta, replicó sonriente:
«Hágame saber si el gran Troward la acepta como su discípula», y me dio las buenas
tardes. Acudí apresuradamente a mi habitación para enviarle un telegrama a Troward
dándole la respuesta a la pregunta sobre el versículo 16 del capítulo 21 del
Apocalipsis.
Recibí una respuesta inmediata de Troward, que decía: «Su respuesta es
correcta. Estoy iniciando un curso de conferencias sobre la Gran Pirámide en Londres.
Si desea asistir a ellas y si, más adelante, todavía quiere estudiar conmigo, creo que
podemos organizado». Al recibir esta respuesta, inmediatamente hice los preparativos
para viajar de París a Londres.
Asistí a todas las conferencias, y recibí una gran instrucción de ellas, y poco
después empezamos con los preparativos para que yo pudiera estudiar con Troward.
Dos días antes de marcharme a Cornualles recibí la siguiente carta de Troward
indicando claramente la línea de estudios que me daba:
31 Stanwick Road,
W. Kensinton, Inglaterra
8 de noviembre de 1912
A mi modo de ver, esta copia de la carta de Troward es lo más magnífico que puedo
darte.
Capítulo 11
En todas tus palabras está el germen del poder que se expande y se proyecta en la
dirección que tu palabra indica, y finalmente se desarrolla convirtiéndose en una
expresión física. Por ejemplo, si deseas establecer la alegría en tu conciencia,
simplemente repite la palabra «alegría» de forma secreta, persistente y enfáticamente.
El germen de la alegría se empezará a expandir y a proyectar hasta que todo tu ser
estará lleno de alegría. Esto no es una mera quimera, sino una verdad. Una vez que
experimentas este poder, «demostrarás a diario que estos hechos no han sido
fabricados para encajar en una teoría, sino que la teoría ha sido creada mediante una
cuidadosa observación de la realidad». Todo el mundo sabe que la alegría proviene
del interior. Otra persona puede causarte alegría, pero nadie puede estar alegre por ti.
La alegría es un estado de conciencia, y la conciencia, dice Troward, es «mental».
Las facultades mentales siempre funcionan por algo que las estimula, y ese
estímulo puede venir del exterior, a través de los sentidos externos, o del interior,
mediante la conciencia de algo no perceptible en el plano físico. El reconocimiento de
esta fuente interior de estímulo te permite traer a tu conciencia cualquier estado que
«desees». Una vez que algo te parece normal, es tuyo con toda seguridad, por la ley
del crecimiento y la atracción, del mismo modo que es tuyo conocer la suma una vez
que tienes el uso consciente de los números.
Este método de repetir la palabra hace que la palabra en todo su significado
ilimitado sea tuya, porque las palabras son la personificación de los pensamientos, y el
pensamiento es creador: no es ni bueno ni malo, simplemente es creador. Éste es el
motivo por el cual la fe construye y el miedo destruye. «Sólo con creer, todas las cosas
son posibles para ti.» Es la fe la que te da el dominio sobre todas las circunstancias o
condiciones adversas. Es tu palabra de fe la que la que te libera, no la fe en una cosa
o un acto específicos, sino la simple fe en tu mejor yo en todos los sentidos. Es este
poder creador siempre presente dentro del corazón de la palabra el que hace que tu
salud, tu serenidad de ánimo y tu situación económica sean una reproducción de tus
pensamientos más habituales. Intenta creer y comprender esto, y descubrirás que eres
el maestro, o la maestra, de toda circunstancias o condición adversa, un príncipe de
poder.
Capítulo 12
Cómo incrementar tu fe
Pero tú preguntas: «¿Cómo puedo hablar de la palabra fe cuando tengo poca o ninguna
fe?». Todo ser vivo tiene fe en algo o en alguien. Es la cualidad de la energía
creativa en el pensamiento positivo de fe lo que le confiere vitalidad, no la forma que
adopta. Incluso el miedo intenso está vivo por la fe. Tienes miedo a la viruela porque
crees que es posible que la contraigas. Temes la pobreza y la soledad porque crees
que son posibles para ti
Es tu tendencia de pensamiento habitual que reaparece en tu mente, tu cuerpo y
tus asuntos, no el pensamiento ocasional en alguna dirección o deseo específicos. Es la
fe que comprende que cada creación ha nacido en el vientre de las palabras y el
pensamiento la que te da el dominio sobre todas las cosas, incluido tu yo inferior, y
este sentimiento de fe aumenta y se intensifica cuando observamos lo que hace.
Esta observación es la observación de tu estado de conciencia cuando lo hiciste, no
cuando tuviste la esperanza de hacerlo, pero temiste que fuera demasiado bueno para
ser verdad. ¿Cómo te sentiste en esa ocasión en la que simplemente tuviste que
entrar en un mejor estado de ánimo y lo hiciste, o quisiste tener una determinada cosa
y la conseguiste? Vuelve a vivir esas experiencias una y otra vez (mentalmente) hasta
que realmente sientas que estás en contacto con el yo que conoce y sabe, y lo mejor
de lo mejor es tuyo.
Capítulo 13
La recompensa de la fe creciente
Puesto que has expandido tu fe en la fe y las leyes del universo que no conocen el
fracaso, tu fe en lo mejor de ti (el principio de vida ti) te ha llevado a darte cuenta
conscientemente de que no eres una víctima del universo, sino parte de él. En
consecuencia, dentro de ti está aquello que es capaz de establecer un contacto
consciente con el principio universal de la ley y el poder, y te permite presionar a todas
las leyes particulares de la naturaleza, ya sean visibles o invisibles, para que sirvan a tu
exigencia o deseo particulares y, por lo tanto descubres que eres un maestro, no un
esclavo, en cualquier situación.
Troward nos dice que este dominio debe «conseguirse mediante el conocimiento, y
el único conocimiento que proporcionará este fin en toda su inmensidad
inconmensurable es el conocimiento del elemento personal en el espíritu universal» v
su reciprocidad en nuestra propia personalidad. En otras palabras, las palabras que
piensas, la personalidad que sientes que eres, son todas reproducciones en miniatura,
o Dios especializado, o «espíritu universal». Todas tus palabras-pensamientos fueron
palabras-formas de Dios antes de ser tuyas.
Las palabras que utilizas son los instrumentos, los canales por los cuales la energía
creativa toma forma. Naturalmente, este poder creador sensible sólo puede
reproducirse de acuerdo con el instrumento por el que pasa. Todas las decepciones y
los fracasos son el resultado de intentar pensar una cosa y producir otra. Eso es tan
imposible como lo sería utilizar un ventilador eléctrico con la finalidad de iluminar, o
hacer que el agua fluya en línea recta por una tubería doblada.
El agua debe tomar la forma de la tubería por la que fluye. De una forma incluso más
fiel, esta sustancia sensible, invisible y fluida debe reproducir externamente la forma
del pensamiento-palabra por el que pasa. Ésta es la ley de su naturaleza; por lo tanto,
se sigue lógicamente que «como un hombre piensa, así es él». De ahí que cuando tu
pensamiento o forma-palabra está en correspondencia con el movimiento eterno
constructivo, que avanza, de la ley universal, entonces tu mente es el espejo en el que
el poder y la inteligencia infinitos del universo se ven reproducidos, y tu vida individual
se convierte en una vida de armonía.
Capítulo 14
Se debería tener continuamente presente que hay una inteligencia y un poder en toda la
naturaleza y en todo el espacio que es siempre creativa e infinitamente sensible, y que
responde. La capacidad de respuesta de su naturaleza es doble: es creativa y sensible
a la sugestión. Una vez que el entendimiento humano ha comprendido este dato tan
importante, se da cuenta de la simplicidad de la ley de la vida.
Lo único necesario es que te des cuenta de que tu mente es un centro de operación
divina y, en consecuencia, tiene en su interior aquello que acepta sugestiones. Espera
que la vida responda a tu llamada y encontrarás sugerencias que tienden a que la
realización de tu deseo llegue a ti, no sólo proveniente de otras personas, sino también
de las flores, el césped, los árboles y las rocas, y que te permitirán realizar tu más ansiado
deseo si actúas en consecuencia con confianza en este plano físico. «La fe sin
palabras está muerta», pero la fe con obras te libera completamente.
Capítulo 15
Se dice de Tyson, el gran millonario australiano, que la sugestión «haz que la tierra
desértica de Australia florezca como una rosa» le llegó de una modesta y pequeña
violeta australiana mientras trabajaba como jardinero por unos tres chelines al día. El
solía encontrar estas pequeñas violetas amigables que crecían en ciertas partes de los
bosques, y algo en la flor le tocó en la mente de Tyson, y él se sentaba en el borde de
su litera por las noches y se preguntaba cómo se podría dar a las flores, y a la vida
vegetal la oportunidad de expresarse en las tierras desérticas de Australia.
Sin duda, Tyson era consciente de que tardaría mucho en ahorrar el dinero
necesario para poner diques de riego en las tierras desérticas, pero en sus
pensamientos y sentimientos estaba seguro de que se podía conseguir, y si podía
hacerse, él podía hacerlo. Si había un poder en su interior que fuera capaz de
capturar la idea, entonces debía de haber un poder de respuesta en la idea misma
que podía convertirse en una manifestación física práctica. Con determinación, Tyson
dejó de lado todas las preguntas acerca de las maneras y los medios específicos que
serían empleados para llevar su deseo a la manifestación física, y simplemente
mantuvo sus pensamientos centrados en la idea de construir cercas y ver flores y
césped ahí donde no existían.
Dado que la capacidad de respuesta del poder creador reproductor no está
limitada a ningún estado local de la mente, la meditación habitual y la imagen mental
de Tyson dejaban libres a sus ideas para que éstas vagaran en una infinitud y
atrajeran otras ideas de una naturaleza semejante. Por lo tanto, no fue necesario que
él esperara para ver sus ideas y sus deseos realizados, hasta haber ahorrado de sus
tres chelines diarios el dinero suficiente para regar las tierras, porque sus ideas
encontraron otras ideas en el mundo financiero que armonizaban en simpatía con
ellas, y las puertas de las finanzas se abrieron rápidamente.
Todas las instituciones caritativas se mantienen sobre el principio de la capacidad
de respuesta de la vida. Si esto no fuese cierto, nadie se preocuparía por dar,
simplemente porque otro lo necesitara. La ley de la oferta y la demanda, causa y
efecto, no se puede romper jamás. Las ideas atraen ideas semejantes. A veces
vienen de una flor, un libro o de lo invisible. Estás sentado o caminando, absorto en
una idea no del todo completa en cuanto a las maneras y los medios de realizarla, y
entonces aparece otra idea, que nadie sabe de dónde viene, y es recibida por tu
idea, atrayéndose la una a la otra, y así sucesivamente hasta que tus deseos son
realidades físicas.
Quizás sientas la necesidad de una mejora en tus finanzas y te preguntes cómo
se puede producir ese incremento, cuando, súbitamente, desde tu interior parece
llegarte la idea de que todo tiene su origen en el pensamiento, incluso el dinero, y
tus pensamientos cambian de rumbo. Simplemente te agarras a la declaración o la
afirmación de que lo mejor, y todo lo que existe, es tuyo. Puesto que eres capaz de
capturar ideas del i n f in it o a través del instrumento de tu intuición, deja que tu
mente descanse en ese pensamiento, sabiendo perfectamente bien que ese
pensamiento responderá a sí mismo. Tu inhibición del pensamiento de duda y del
sentimiento de ansiedad permite que las ideas tranquilizadoras se instalen y atraigan
hacia si ideas de «yo puedo» y «yo lo conseguiré", que gradualmente se convierten
en la forma física del deseo que está en la mente.
En el uso consciente del poder universal para reproducir tus deseos en la forma
física, se debería tener en cuenta tres datos:
Como nos dice Troward, este último punto es sumamente importante, ya que
implica que la acción del poder creador siempre presente no está limitada en absoluto
por lo precedente. Obra de acuerdo con la esencia del espíritu del principio. Dicho de
otro modo, este poder universal toma su dirección creadora de las palabras que tú le
das. Cuando el ser humano toma conciencia de esta gran verdad, se convierte en lo
más importante de toda su consideración sobre de qué carácter está investido este
poder reproductor sensible. Es la ley inalterable de este principio de vida creador que
«Como un hombre piensa en su corazón, así es él». Si te das cuenta de la verdad de
que el único poder creador puede ser para ti únicamente lo que tú sientes y piensas
que es, estará dispuesto y preparado para cumplir con tus exigencias.
Troward dice: «Si crees que tu pensamiento es poderoso, entonces tu pensamiento
es poderoso». «Como un hombre piensa en su corazón, así es él» es la ley de la vida,
y el poder creador no puede cambiar esta ley, del mismo modo que un espejo
corriente no puede devolverte el reflejo de una imagen distinta del objeto que colocas
frente a él. «Como tú piensas, así eres» no significa «como le dices a la gente que
piensas», o «como te gustaría que el mundo creyera que piensas». Se refiere a tus
pensamientos más íntimos, a ese lugar que sólo tú conoces. «Nadie puede conocer al
Padre, excepto el hijo» y «Nadie puede conocer al hijo, excepto el Padre».
Solamente el espíritu de la vida, creador y reproductor, sabe lo que piensas, hasta
que tus pensamientos se convierten en realidades físicas y se manifiestan en tu
cuerpo, en tu cerebro o en tus asuntos. Entonces todas las personas con las que
entras en contacto pueden saberlo, porque el Padre, la energía creadora inteligente
que escucha en secreto, escucha tus pensamientos más secretos, te recompensa
abiertamente y reproduce tus pensamientos en la forma física. La frase «Mientras
piensas, sabes que en eso te convertirás» debería mantenerse en el fon de tu mente
constantemente. Eso es observar y rezar sin cesar, y cuando no te sientes con fuerzas
para rezar físicamente.
Capítulo 16
Oración científica
El principio que subyace a la oración científica
Al rezar para cambiar una condición, física, mental o económica para ti o para otra
persona, ten presente que la necesidad fundamental para que la oración sea
respondida es comprender la siguiente afirmación científica:
«Pedid creyendo que ya habéis recibido y recibiréis».
Esto no es tan difícil como parece en la superficie, una vez que te das cuenta de que
todo tiene su origen en la mente y de que ya posees aquello que buscas en el exterior.
Nadie puede pensar un pensamiento en el futuro. Tu pensamiento de algo constituye
su origen.
Por lo tanto:
La forma-pensamiento de la cosa ya es tuya en cuanto piensas. Tu continuo
reconocimiento de esta posesión de pensamiento hace que el pensamiento se
concentre, se condense para proyectarse y adoptar una forma física.
Elegir la oración
Reconoces, aceptas y usas este poder como el hijo de un rey y, por lo tanto, el
dominio es tu derecho de nacimiento. Entonces, cuando sientas que la luz de esta gran
verdad inunda tu conciencia, abre las compuertas de tu alma alabando sinceramente
el hecho de comprender que... el creador y su creación son uno.
También, que el creador está creando continuamente a través de su creación.
Recuerda que el más grande científico mental que el mundo ha conocido jamás
(Jesucristo, el Hombre) dijo que todas las son posibles para ti.
Además dijo que «Las cosas que yo hago tu las puedes hacer». ¿Dijo la verdad?
Jesús no afirmó ser más divino que tú. El declaró que toda la raza humana era hija
de Dios. Por nacimiento, el no era una «excepción» a esta regla. El poder que poseía
fue desarrollado mediante Su esfuerzo personal. Él dijo que tú podías hacer lo mismo,
sólo con creer en ti. Una gran idea carece de valor si no está acompañada de una
acción física. Dios da la idea; el ser humano la desarrolla en el plano físico.
Lo único que realmente vale la pena es la satisfacción. El dominio de uno mismo,
por sí solo, puede producirlo. El alma y el cuerpo son uno. La alegría de la mente es la
alegría del alma, y la alegría del alma significa la alegría del cuerpo.
Si deseas tener salud, observa tus pensamientos, no sólo sobre tu ser físico, sino
también tus pensamientos sobre todas las cosas y todas las personas. Con tu
voluntad, haz que estén de acuerdo con tu deseo y actúa externamente de acuerdo
con tus pensamientos. Pronto te darás cuenta de que se te ha dado todo el poder
sobre tus pensamientos y tus circunstancias. Tú crees en Dios. Cree en ti mismo como
el instrumento físico a través del cual Dios actúa. El dominio absoluto es tuyo cuando
tienes el suficiente dominio de ti mismo para conquistar las tendencias negativas de
los pensamientos y los actos.
Pregúntate a diario: «¿Cuál es la finalidad del poder que me trajo aquí?», «¿Cómo
puedo trabajar con propósito por la vida y la libertad en mí?».
Habiendo decidido estas cuestiones, dedícate a realizarlas a cada hora. Eres una
ley para ti mismo.
Si tienes la tendencia a excederte en algo, comiendo, bebiendo o culpando a las
circunstancias de tus desgracias, conquista esa tendencia con la convicción interior de
que todo el poder es tuyo en el exterior. Come menos, bebe menos, culpa menos a las
circunstancias y, gradualmente, lo mejor de lo mejor irá ocupando el lugar que parecía
ocupar lo peor.
Recuerda siempre que todas las cosas son tuyas para que las uses como tú
desees. Puedes hacerlo si quieres, y si quieres lo haces.
Dios el Padre te bendice con todo lo que El tiene para dar.
Haz un buen uso de ello.
El motivo por el cual tuviste un mayor éxito cuando empezaste tus estudios y
demostraciones en la ciencia mental es que tu alegría y tu entusiasmo ante el simple
descubrimiento del poder interior fue mayor del que pudiste poner en tu comprensión
posteriormente. Con una comprensión cada vez mayor, pon cada vez más alegría y
entusiasmo, y los resultados serán los que corresponden.
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