You are on page 1of 2

El Sonido y El ruido

Muchas veces se confunde la velocidad de un sonido con su tono: se cree que una nota
aguda se traslada más rápidamente que una grave. Y no es así: ambas se trasladan
con la misma velocidad. El tono o elevación de una nota musical depende del número
de vibraciones que llegan a nuestros oídos en un segundo. Esto es muy diferente de la
velocidad con que un sonido se propaga por el aire o a través de cualquier sustancia.
Un sonido determinado que se propaga a través del hierro llegará a nuestro oído 17
veces más de prisa que si lo fuera a través del aire, pero su tono será igual, porque a
pesar de que las vibraciones se transmiten más rápidamente por el hierro que por el
aire, el número de vibraciones producidas en cada segundo será el mismo en ambos
casos. Estudiando la intensidad de los sonidos, hallamos una ley muy importante: la
intensidad del sonido varía en razón inversa al cuadrado de la distancia. Esto significa,
en forma breve y concisa, que si nos alejamos de un foco sonoro a una distancia tres
veces mayor de aquella a que estábamos, la intensidad del sonido será la novena parte
de lo que era antes, ya que 9 es el cuadrado de 3. El cuadrado de un número es igual
al producto de dicho número multiplicado por sí mismo.
Además de esto, debemos tener en cuenta la densidad del medio a través del cual se
transmite el sonido. En las noches muy frías el aire es más denso, y en ellas se
observa entre otras cosas, que los automóviles andan mejor, porque al motor le es
suministrado el oxígeno con más abundancia; otra consecuencia de la densidad del
aire es que los sonidos resultan más intensos. Por el contrario, el disparo de un cañón
situado a gran altura en las montañas, donde el aire está enrarecido, es parecido al
ruido que hace al estallar un petardo.
Cuando hallándonos a orillas del mar contemplamos las olas que embisten contra un
acantilado o una escollera, sabemos que pueden rebotar, o sea, ser reflejadas; con
frecuencia se rompen y deshacen, pues el efecto producido depende de la clase de
superficie que han encontrado en su curso. Si ésta es lisa y plana, observamos que las
olas rebotan como una pelota lanzada contra una pared.
Ahora bien, si el sonido consiste realmente en un movimiento de ondulación y si el
darle ese nombre es algo más que una simple figura, es de suponer que puede
reflejarse, y así sucede, como enseguida veremos.

Hasta ahora hemos hablado de sonidos; pero, ¿los ruidos son sonidos?
Claro que sí; aunque sean desagradables a nuestros oídos, los ruidos se producen por
las mismas causas que las más delicadas notas musicales. Pero la diferencia está en lo
siguiente; cuando nuestro oído recibe una nota musical, ha captado un conjunto de
ondas regulares, mientras que al percibir un ruido, recibe ondas que son irregulares.
No sabemos por qué ha de considerarse como cosa agradable el efecto producido en el
oído por las ondas regulares y como cosa desagradable el producido por las ondas
irregulares; si bien parece natural que una serie continua y regular de impulsos, con
tal que no sean demasiado fuertes, haya de impresionar de un modo agradable las
células nerviosas del cerebro en las que reside la facultad de oír. Su objeto, en efecto,
es recibir impulsos; y para todo ser viviente, el ejercer una función, hallándose en
condiciones de perfecta salud, resulta siempre agradable. Podemos, por otra parte,
hacernos cargo del motivo por el cual ha de serles desagradable a las células nerviosas
recibir impulsos de ondas revueltas, desordenadas y sin ritmo alguno, las cuales, es de
presumir, son capaces de desarreglar, dislocando, por decirlo así, el mecanismo de
dichas células. La diferencia entre el sonido y el ruido puedo compararse
adecuadamente a la que existe entre mecer un niño pequeño y sacudirlo. La sensación
que experimenta el cuerpo al ser mecido con regularidad es calmante y placentera, en
tanto que la producida por una serie de sacudidas es sumamente irritante. Estos dos
casos nos dan una idea de lo que ha de ocurrirles a las células nerviosas: el sonido las
mece y las arrulla, en tanto que el ruido las sacude y perturba.
Poca cosa nos falta decir en lo que se refiere al ruido, pues como es debido a ondas
irregulares no hay en él nada definido que sea posible estudiar; mientras que, por el
contrario, es cosa de suma importancia el estudio de aquellas ondas definidas y
regulares que producen los verdaderos sonidos musicales.
Acaso el único punto que merezca ser mencionado en lo tocante a los ruidos es el
efecto poderoso que ejercen en el cerebro, cuando se producen inesperadamente. El
hecho de que un ruido suele causar sobresalto fue, sin duda, en un principio, de
grandísima utilidad, pues constituía un aviso muy saludable tanto para los hombres
primitivos como para los animales inferiores al acercarse un enemigo temido.

You might also like