La palabra entusiasmo proviene del griego “enthousiasmós” que significa,
etimológicamente, “rapto divino” o “posesión divina” y se usaba para referirse a la actitud de los profetas o poetas cuando entraban en una inspiración que les hacía comunicar palabras o acciones que los hombres “normales” no solo no podían expresar, sino muchas veces les eran increíbles.
Es decir, el entusiasmo es ese momento en que la persona recibe cierto influjo
que lo mueve a decir, escribir, pintar o expresar algo que no le era propio en un tiempo anterior. Esa nueva fuente de energía que recibe lo empuja a hacer o decir cosas que, antes, no le nacían.