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ANÓNIMO

El misterio
de la Santísima Trinidad
EL MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Anónimo

El misterio de la Santísima
Trinidad y las oposiciones
racionalistas

El misterio más sublime, y


al mismo tiempo el más
profundo e incomprensible para
la razón humana, es el de la
Santísima Trinidad.

En qué consiste

La fe nos enseña que el


verdadero Dios es una Trinidad,
esto es, que en una sola
esencia o naturaleza divina hay
tres personas, que son: el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Estas tres personas,
numéricamente distintas entre sí, son perfectamente iguales,
por tener una sola e idéntica naturaleza.

Las tres personas son coeternas. El Padre existe


eternamente por la perfección infinita de su substancia y
engendra eternamente a su Hijo; el Espíritu Santo procede
eternamente del Padre y del Hijo como de un principio único.

Fundamentos en que se apoya

Este misterio inefable se halla insinuado en el Antiguo


Testamento y clara y explícitamente enunciado en el Nuevo.
Baste, por todos, el pasaje de San Mateo (XXVIII, 19) en que
el Salvador ordena a los Apóstoles que bauticen a las gentes
"en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
El dogma de la Trinidad ha sido siempre creído por la
Iglesia, enseñado por todos los doctores y se halla resumido
en esta frase del símbolo de San Atanasio: "La fe católica
quiere que adoremos la Trinidad en la unidad y la unidad en
la Trinidad, sin confundir a las personas y sin separar la
substancia divina".

Oposiciones racionalistas

El racionalismo opone a este misterio el principio de


contradicción y el principio de identidad. Tres, dice, no
pueden hacer uno, porque las cosas no pueden ser y no ser a
un mismo tiempo; y las cosas idénticas a una tercera son
idénticas entre sí.

Respecto al primer principio, adviértase que los católicos


no afirman que tres personas son una sola persona o que tres
dioses son un sólo Dios, lo cual sería realmente
contradictorio; sino que tres personas, distintas como
personas, tienen una sola e idéntica naturaleza.

Respecto del segundo principio, las cosas idénticas a una


tercera son idénticas entre sí en el caso de que su identidad
sea absoluta y bajo el mismo respecto; pero si son idénticas
bajo otro punto de vista no se sigue que sean idénticas entre
sí. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se identifican con la
naturaleza divina y por eso son Dios; pero se distinguen
desde el punto de vista de la personalidad. Asi el Padre
engendra y no es engendrado, el Hijo es engendrado por el
Padre, y del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo.

No hay, pues, contradicción ninguna en el augusto


misterio de la Trinidad. La razón no puede oponer argumento
alguno para demostrar la imposibilidad de él. Por lo demás,
los autores católicos suelen aducir algunas analogías de la
creación, que si no hacen comprensible este divino misterio, a
lo menos le dan una inteligibilidad relativa y una verosimilitud
al menos aparente.

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