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No puedo perdonar
NO PUEDO PERDONAR
Jorge Loring Miró
Las riñas, los insultos, las injurias, etc., pueden, a veces, llegar a
ser pecado grave si se desea en serio un mal grave a otro, si se falta
gravemente a la caridad y si son la exteriorización del odio. Pero de
ordinario no lo son, ya sea por inadvertencia, ya porque no se les dé
importancia, etc. Cuando dos riñen, de ordinario cada uno tiene la mitad
de la razón y la mitad de la culpa; pero cada cual mira la parte que él
tiene de razón y la que el otro tiene de culpa. Por eso no se ponen de
acuerdo.
Ordinariamente la culpa hay que repartirla entre los dos. Uno fue
el que empezó, pero el otro contestó con ofensa más grave. Si los dos
están esperando a que sea el otro el que se adelante a pedir perdón, la
cosa no se arreglará nunca. El que sea más generoso con Dios es el que
debe tomar la iniciativa.
Por supuesto que es lícito exigir una reparación del daño recibido,
pero no por odio ni por venganza, sino por deseo de justicia. La buena
voluntad de perdonar de corazón a los que nos han ofendido no excluye
utilizar todos los medios justos para que se haga justicia.