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Capítulo I

1. DEFINICIONES DIVERSAS DE LA CULTURA

1.1. Visión General

En el "Popol Vuh", libro sagrado de los quichés, existe un génesis


similar al del Antiguo Testamento. Cuando los progenitores determinan que
ha llegado el tiempo del amanecer y debe aparecer el hombre,
simultáneamente imaginaron el origen de la sabiduría. Los humamos
hablaron, conversaron, vieron y oyeron, anduvieron y tomaron las cosas.
Fueron dotados de inteligencia y se extendió su vista hasta conocer cuanto
hay en el mundo.

Para los mayas el inicio de la cultura parte de la percepción. De similar


manera, cuando los progenitores deciden castigar la arrogancia del hombre
le empañan los ojos para que sólo pueda ver lo que tiene cerca y así

destruyen su sabiduría. En este sentido la ilustración se iguala a la visibilidad


estratégica.

La enciclopedia británica admite 164 definiciones aceptables de la


cultura que van, desde una noción del comportamiento aprendido, hasta una
construcción lógica que sirve para ordenar las relaciones humanas. En un
sentido antropológico la cultura comprende el lenguaje, las ideas, la técnica,
las religiones, el arte, las instituciones, etc. En sentido semiótico es un código
de señales que emite significados. En un sentido informático es un medio de
recopilar, almacenar y diseminar el resultado de las acciones del hombre.

Para José Martí, poeta y apóstol de la independencia de Cuba y del


ideario educativo latinoamericano, era necesario "mantener a los hombres en
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el conocimiento de la tierra y en el de la perdurabilidad y trascendencia de la
vida". Y párrafos más adelante: "Ser culto es único modo de ser libre".

En esta época, cuando tanta importancia han asumido los medios de


difusión masiva, y por consiguiente la industria cultural, el discutido teórico de
las comunicaciones Marshall Mac Luhan ha acuñado una de las más
famosas fórmulas de este tiempo: "Todas las tecnologías son extensiones de
nuestros sistemas físico y nervioso para incrementar la energía y la
velocidad". De ahí se infiere que toda la historia y la cultura acumulada por el
hombre, no es más que una sucesión de actos de ampliación de la
capacidad humana.

Iudin y Rosenthal dieron la definición clásica del marxismo: la cultura


"es el conjunto de valores materiales y espirituales, así como el de aquellos
procedimientos para crearlos, aplicarlos y transmitirlos, obtenidos por el
hombre en el proceso de la práctica histórico social". Esta definición, más allá
de la crisis del marxismo en desafortunadas experiencias políticas de los
últimos años, sigue ejerciendo influencia hasta el presente.

Pero en todas las definiciones se advierte un denominador común: la


cultura transforma al hombre al esclarecerlo. Su diseminación civilizadora
tiene como consecuencia una vida más intensa y plena. En la medida en que
la barbarie ha retrocedido y la actividad intelectual se ha visto potenciada por
el quehacer histórico, los dominios del espíritu se han expandido.

La llamada cultura artística y literaria sirve, además, para organizar y


armonizar la razón y emotividad, para consolidar valores y principios y para
suscitar intereses vitales. Puede ser un elemento -si es creada con
excelencia- en la formación del hombre, uno de los más poderosos y
permanentes elementos por cuanto actúa sobre la conciencia. Razón tiene
aquel obrero que respondió a André Malraux (insigne escritor y primer
Ministro de Cultura que tuvo Francia) al preguntarle éste por qué leía: "Para
aprender a vivir".
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Asegura Lisandro Otero, novelista cubano y en gran parte responsable
de esta "visión general" de la cultura, que "La ilustración que penetra junto al
goce estético se traduce en perfeccionamiento". Y concluye rotundamente a
propósito del alcance del arte y la cultura: "Esto podría conducirnos a una
segunda revolución -o una tercera, después de la política y educacional- que
lleve a un plano superior de pureza y esplendor la calidad del hombre, lo cual
es el objetivo último de casi todos los intentos de transformación radical que
recuerda la historia (" Qué es la Cultura". Diario "El Carabobeño". Venezuela.
3-11-92.)

1.2. Visión Específica.

Cultura. Etimológicamente proviene de la conjugación del verbo latino


Colere que quiere de decir "cultivo de la tierra".

La acepción del uso común la define como el resultado o efecto de


cultivar los conocimientos humanos y de ejercitar las facultades intelectuales.
Se utiliza también, en este sentido, como sinónimo de refinamiento
intelectual y aprendizaje ilustrado.

Dentro de la antropología, la acepción generalizada es la definición


que se atribuye al antropólogo Tylor, según la cual la cultura es “un complejo
que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, usos y otras
capacidades y utilizaciones adquiridas por el hombre, en tanto que es
miembro de una sociedad".

Desde esta perspectiva, compartida por la sociología, la cultura se


entiende como contenido de conocimientos y pautas de conducta que han
sido socialmente aprendidas. Requiere por lo tanto, un proceso aprendizaje,
que es social, consistente en patrones comunes a una colectividad y cuenta
con los siguientes elementos:

 aspectos conocidos: conocimientos objetivos de la materia y la


sociedad, creencias, valores, normas y actitudes

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 signos, señales y símbolos

 modos de conducta no normativos

Según esta acepción, la cultura misma es abstracta e intangible, pero


se estudian sus resultados tangibles, delimitados al espacio y al tiempo, que
son acciones sociales y sus efectos. Estos fenómenos socioculturales se
estructuran en dos niveles:

 el nivel simbólico-ideal: creencias, nociones, valores y normas


sobre la realidad social.

 el nivel de acción social: donde se plasma el nivel anterior.


Respecto a un uso más concreto del término, aparecen cinco
acepciones extendidas:

- La cultura como adquisición de un conjunto de saberes,


hábitos, herramientas, instrumentos en la perspectiva que dichos
saberes son la base de producción de bienes culturales.

- La cultura como una forma de ser, hacer y pensar, y como


conjunto de obras e instituciones que se dedican a su
propagación, difusión y divulgación.

- La cultura como un conjunto de elementos que permiten la


creación y recreación de los destinos individuales y colectivos.

- La cultura como conjunto de herramientas e instrumentos que


sirven para el desarrollo científico y tecnológico.

- La cultura como los valores individuales y colectivos que se


desarrollan en una sociedad.

Así pues, y citando a Roger Garaudy: "una cultura no sólo proviene de


elementos del pasado sino que también aporta interrogantes de futuro”.

Es por eso que para hablar con propiedad, hay que distinguir entre las

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diversas acepciones de la palabra y diferenciar claramente términos como
política cultural, cultura científica, cultura popular, cultura de masas, cultura
de élites, etc. Y de las cuales nos referiremos más adelante en este trabajo.

Esta visión específica de la cultura, incluyendo las citas de Tylor y


Garaudy, se fundamenta en el "Léxico sobre la Acción Sociocultural" de
Héctor Santcovsky. Edición de Fundación Cultural de Cádiz. España. 1995.

1.3. Definición Operativa y Necesaria.

Existe un documento "DECLARACION DE MEXICO SOBRE


POLITICAS CULTURALES" aprobada por la Conferencia Mundial sobre las
Políticas Culturales. México, 6 de Agosto de 1982. Este evento fue
organizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO). Recordemos que las Declaraciones y
Decisiones que se efectúan en estas reuniones tienen un carácter obligatorio
desde el punto de vista del derecho internacional, para las naciones que los
signan, entre ellas Venezuela.

Las circunstancias históricas, sociales, económicas y políticas


actuales, especialmente en los países en vías de desarrollo de
Latinoamérica, Asia y África, guardan estrecha conexión con el desarrollo
cultural previsto por la Conferencia de México en 1982, para acrecentar a
través de la cultura los procesos de soberanía plena, cooperación,
solidaridad y enriquecimiento material y espiritual de los pueblos
pertenecientes al llamado "Tercer Mundo".

Esta Conferencia señala que el mundo ha sufrido hondas


transformaciones en los últimos años. Los avances de la ciencia y de la
técnica han modificado el lugar del hombre en el mundo y la naturaleza de
sus relaciones sociales. La educación y la cultura, cuyo significado y alcance
se han ampliado considerablemente, son esenciales para un verdadero
desarrollo del individuo y la sociedad.

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La Conferencia considera que en nuestros días, no obstante que se
han acrecentado las posibilidades de diálogo, la comunidad de naciones
confronta también serias dificultades económicas, la desigualdad entre las
naciones es creciente, múltiples conflictos y graves tensiones amenazan la
paz y la seguridad.

Por tal razón, continúa la Conferencia, hoy es más urgente que nunca
estrechar la colaboración entre las naciones, garantizar el respeto al derecho
de los demás y asegurar el ejercicio de las libertades fundamentales del
hombre y de los pueblos y de su derecho a la autodeterminación. Más que
nunca es urgente erigir en la mente de cada individuo esos "baluartes de la
paz" que, como afirma la Constitución de la Unesco, pueden construirse
principalmente a través de la educación, la ciencia y la cultura.

Al reunirse en México la Conferencia Mundial sobre Políticas


Culturales, la comunidad internacional decidió contribuir efectivamente al
acercamiento entre los pueblos y a la mejor comprensión entre los hombres.
Esta Conferencia expresó su esperanza en la convergencia última de los
objetivos culturales y espirituales de la humanidad. En la relación cultura y
desarrollo definió a la primera como:

"que, en su sentido más amplio, la cultura puede considerarse actualmente


como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales,
intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social.
Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los
derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las
tradiciones y las creencias." (Pág. 1 Declaración de México).

También determinó el alcance, sentido y utilidad de la cultura en la


vida humana:

“y que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es


ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales,

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críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores
y efectuamos opciones. A través de ella, él se expresa, toma conciencia de sí
mismo, se reconoce como un ser inacabado, pone en cuestión sus propias
realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras
que lo trascienden”. (Pág. 1 Idem).

Otro gran aporte de la conferencia para comprender la importancia de


los elementos que configuran el desarrollo cultural fue establecer el concepto
de patrimonio cultural que cada nación debe conservar, difundir y acrecentar
como valioso tesoro o reserva espiritual y material:

"El patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas,


arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas,
surgidas del alma popular, y el conjunto de valor que dan sentido a la vida.
Es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de
ese pueblo: la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos
históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas". (Pág. 3
Declaración de México).

Es fácil apreciar que hay numerosas definiciones de la cultura en


cuanto a su contenido o significado. Sin embargo, el hecho cultural es
complejo y problemático. Cómo separar sistemáticamente los diversos
campos o sectores que dichos contenidos abarcan. ¿Cuál es por ejemplo, la
diferencia entre artes y letras?. ¿Cómo se articulan o relacionan los
respectivos campos?. ¿Qué pasa con la dinámica cultural cuando se
desarrolla el proceso de producción, distribución y consumo de los bienes y
servicios culturales?.

Se necesita responder a estas interrogantes y muchas otras, aunque


sea como una reflexión básica, para entender, establecer y realizar una
acción concreta, previa a la determinación de una Política Cultural y su
correspondiente desarrollo.

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Capítulo II

2. ¿QUÉ ES Y PARA QUE SIRVE UNA POLITICA CULTURAL?

2.1. Concepto

Una Política Cultural es un conjunto de finalidades, de objetivos


instrumentales y de medios, deseados por un Estado, gobierno local o
regional, entidades y servicios públicos, colectividad, grupo o comunidad,
llevados a cabo por una correspondiente autoridad concreta en los dominios
de la actividad cultural.

El objetivo de una política cultural es el de responder a las


necesidades culturales de la población mediante un empleo óptimo de los
recursos materiales y humanos, de manera que permita la máxima
participación de los individuos en la vida cultural.
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La política cultural concierne al patrimonio, la creación, la difusión y
animación, la formación o enseñanzas artísticas, los modos de gestión
administrativa y económica de la cultura, la investigación cultural, etc. Desde
el desarrollo masivo de las "industrias culturales", también forman parte de
una Política Cultural, las condiciones de funcionamiento de la edición escrita
y audiovisual, los medios como la radio, el cine, la televisión, etc.

La definición de una política cultural correcta también ha de englobar


elementos de cooperación internacional, nacional, regional o local, en la línea
de propiciar factores de solidaridad, por una parte, y de pluralismo y
multiculturidad, por otra.

Una política y acción cultural operan sobre un determinado territorio,


es decir sobre un específico y privilegiado espacio físico y conceptual en el
que se dan una serie de condiciones sociales, económicas, históricas,
culturales, que permiten, por un lado, determinar una cierta identidad
geográfica especifica y, por otro, servir como estructura o soporte que
favorece el desarrollo integral y armónico de la cultura. El territorio como
concepto se utiliza también menudo en los discursos modernos de desarrollo
y democracia local y microrregional. En la parte correspondiente a la
Elaboración de Proyectos Culturales, señalaremos diversos factores e
indicadores territoriales que amplían y profundizan esta noción.

2.2. Complejidad Problemática del Fenómeno Cultural.

La cultura posee una serie de características elementales útiles para


ser tenida en cuenta al configurar una política cultural:

 Es un saber aprendido y comprendido.

 Los hombres no heredan hábitos ni costumbres, mucho menos


conocimientos ni habilidades. No se obtiene la cultura por “gracia
divina”.

 Proporciona conocimientos y técnicas que ayudan a sobrevivir


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a la humanidad.

 Es un instrumento que tiene el hombre para actuar y modificar


la Naturaleza. Pero la actuación sobre ella depende de visiones
individuales y colectivas del mundo (principios e ideologías de
variadas y contradictorias modalidades).

 Los objetos culturales tienen un carácter intangible, difíciles de


evaluar en términos cuantitativos y cualitativos, y más aún, valorativo-
estéticos.

 Si cultura es toda acción y creación humana, cómo se puede


diferenciar arte, cultura, ciencia, tecnología, educación, economía,
política, etc. ¿ La cultura lo sería todo?

En el desarrollo cultural hay una estructura básica o inicial sustentada


por las instituciones, las ideas y el material cultural.

El aspecto institucional de notoria influencia en la vida social incluye


gobiernos, fuerzas armadas, la iglesia o cualquier religión oficial, los partidos
políticos, las asociaciones o federaciones empresariales, de trabajadores, los
propietarios de medios de comunicación, etc., que a veces actúan con
intereses únicos u homogéneos, contrapuestos o integrados. Por lo general
la cultura es vista como un fenómeno complementario o subsidiario y raras
veces (también sujeto a opciones estratégicas) como algo valioso para la
sociedad.

Estos intereses a su vez responden a Ideologías, es decir principios,


teorías o visiones sobre el hombre y el mundo, que articulan dimensiones
sociales, económicas, políticas, filosóficas, religiosas, educativas e incluso
culturales, sobre la sociedad. Cuando a veces se habla que una institución,
gobierno, concejo municipal, medio de comunicación, etc., no tiene política
cultural, se comete un error. No tenerla también forma parte de una política
cultural subyacente en la ideología.

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El material cultural es el patrimonio, ya definido en el capítulo anterior,
que sedimenta la actividad cultural ya realizada o realizándose y que va
desde bienes muebles e inmuebles, debidos a la obra del hombre, con
valores arqueológicos, históricos y estéticos, monumentos históricos,
archivos, biblioteca, etc., hasta tradiciones, costumbres y creencias que
fundamentan la identidad cultural de un grupo humano.

Esta estructura básica e inicial, conformada por las instituciones,


ideologías y el propio material cultural, entra a su vez en una conflictiva
dinámica cuando surgen en acción las relaciones de propiedad y creación,
difusión, circulación y uso de los bienes y servicios culturales. Estas
relaciones dan origen a diversos posicionamientos o teorías de la cultura:
verticalistas, horizontalistas e integradoras.

2.3. Teorías Horizontalistas, Verticalistas e


Integradoras de la Cultura
Las teorías de la cultura tienden a entenderla de manera "horizontal"
-como un continuo consensual ininterrumpido, con coherencia interna y
unidad-, o bien "verticalmente", como una ideología impuesta tanto por las
clases dirigentes como por otras causas, el modo de producción, por
ejemplo. Pese a sus innegables méritos, ambos puntos de vista pueden ser
considerados no suficientes. Salvador Ginér ("Comunió, Domini, Innovació “.
Per una Teoría de la Cultura), plantea una teoría que integra y supera ambas
posiciones, a través de una concepción multidimensional de la cultura y el
estudio de tres procesos principales: "innovación", "comunión" y "dominio".

S. Giner se propone estudiar brevemente las dos primeras


dimensiones, junto con sus implicaciones con respecto a los "ritmos del
cambio" y a tres campos de la cultura: la especializada, la doctrinal y la
nuclear, más cercana a la popular. Sobre esta última afirma que es bastante
impenetrable frente al cambio, porque está unida a acontecimientos básicos
de la vida humana, aún por encima de cualquier transformación social

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violenta y amplia. La cultura tiene elementos fugitivos y constantes. Esto trae
como consecuencia reconsiderar los "universales culturales" y los límites del
proceso de innovación frente a estos universales, que realiza toda cultura.
Para efectos de política cultural, esto significa comprender que hay cultura
universal, nacional, regional, etc., con procesos dinámicos específicos y que
deben ser tomadas en cuenta para un equilibrado desarrollo cultural.

Todas estas cuestiones así como las tres dimensiones de la cultura


evidencian sus relaciones con el orden institucional de la sociedad.

Para Giner la noción de cultura tiene alguna cosa de milagro. Guiña el


ojo a los estudiosos de la realidad social que desean encontrar un lugar en
sus teorías para esta dimensión de la actividad humana que comprende, los
símbolos, los valores, las normas y las creencias. Sin embargo la cultura
permanece inmaterial mientras más se le acerca el pensamiento teórico. Por
una parte, hay un cierto acuerdo, aunque vago y difuso, en relación con su
contenido; por otra, las preguntas sobre de que manera este contenido se
integra en toda la complejidad de las relaciones humanas, permanecen sin
respuestas.

“Las culturas pueden ser "disposiciones significativas de personas y


de cosas" (definición de Marshall Sahlins: ”Culture and Practical Reason”
University of Chicago. 1976. Pág. 8) pero “¿Cómo son creadas las
disposiciones? ¿Qué clase de orden es éste, y hasta que punto esto es
seguro" (Salvador Ginér “Comunió..." Pág. 15).

La mayoría de las concepciones comunes de la cultura moderna en el


área de las humanidades y en la de las ciencias sociales, tienden a caer
dentro de una de las perspectivas dominantes, las cuáles son llamadas
metafóricamente "horizontales o verticales”. Sus rasgos principales pueden
ser presentados así:

2.3.1. La Concepción Horizontal de la Cultura.

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Una gran tradición, que naturalmente puede ser dividida en
numerosas escuelas, se inclina a realzar el carácter continuo, ininterrumpido,
consensual y sistémico de la cultura. Esta tradición ve el fenómeno cultural
como un universo simbólico que posee un grado de congruencia
considerable entre sus partes y las áreas ecológicas o sociales, o
subculturas. Se la llama horizontal no porque presente una noción plana y
homogénea del mundo de los significados, los valores y las normas -más
bien es el caso contrario, sino porque su movimiento axial va del centro a la
periferia y vuelve al centro. Hay un núcleo central de valores y de
orientaciones que mantiene unida a la sociedad, y los hombres los
comparten de manera diferente, según sus respectivas posiciones sociales,
roles o papeles, y modelos de sociedad. Aún más, diversos valores
encuentran una distinta intensidad de expresión, que dependen de las áreas
sociales en que sean considerados. Así, de hecho, ciertas formas de
pluralismo político, religioso, artístico, incluso económico, no solamente son
compatibles con la concepción horizontal de la cultura, sino esenciales en su
manera de manifestarse moderna.

El énfasis en la armonía, en el consenso y en la comunidad más


amplia que adopta esta manera de mirar el mundo, hace surgir, de una
manera bastante elaborada, una teoría de la adaptación, del acomodo y de la
coexistencia pacífica de las variedades culturales, lo cual, lejos de ser un
tropiezo para la perspectiva horizontal, pertenece a su esencia. "Para sus
seguidores, la cultura es vista como una forma generalizada de
comunicación, un campo común de experiencia, el terreno compartido en
que florecen la lengua y la conciencia colectiva y donde se encuentran
enraizadas la política y economía. Las fuerzas dinámicas de la cultura
generadas por la innovación tienen su origen en los problemas de
adaptación que la estructura social ha de resolver en un proceso progresivo
de adaptación sistémica." (S. Ginér. Op. Cit. Pág. 17).

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Aunque las raíces de esta concepción cultural son antiguas, sus
exponentes modernos le han dado una potencia singular y han tenido que
encararse con las dificultades de expresión creadas por un mundo industrial
y largamente "secularizado", el cual no puede tener por referencia, como
antes, a una fuerza religiosa central y poderosa. El esfuerzo de Émile
Durkheim por explicar la cohesión social bajo las condiciones de la vida
moderna, mediante la combinación de la división avanzada de las tareas
sociales complementarlas con una concepción de la "conciencia colectiva",
va a formar la base de la visión contemporánea de esta tendencia.

Es necesario recordar que el representante más eminente de la visión


horizontalista es Talcott Parsons. Su concepción de la cultura como un
subsistema dentro de un sistema social complejo y con múltiples caras, al
lado, yuxtapuesto y articulado con otros subsistemas de acción, no es
contradictoria con la horizontalidad que en el fondo ofrecen sus nociones de
cultura. Para Parsons la Cultura es continua, gradualmente oculta, y cada
sistema social tiene una cultura distintiva. Además para este sociólogo
norteamericano, la cultura, en relación con el sistema social y con los modos
de la personalidad, forma parte de un sistema de acción. De esta manera
intenta crear una teoría general sistemática de la conducta humana dentro
del marco de la escuela funcionalista.

Para Parsons la sociedad constituye un sistema a gran escala,


persistente y autosuficiente, de interacción social. Este sistema, en el que se
dan unas regularidades o normas estructurales durables y estables, se halla
asentado en prerrequisitos funcionales, exigencias mínimas para que se
mantenga la estabilidad, sin los cuales una sociedad no podría existir. Para
mantener dicha estabilidad señala como medios principales la socialización y
el control social.

Las críticas planteadas a esta argumentación se apoya fundamental-


mente en la incapacidad para explicar cómo en un sistema social se puede

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producir el cambio, y no olvidemos que la cultura es altamente sensible al
cambio y sus ritmos.

Con un criterio horizontalista y sistemático, una subcultura podría ser


un subsistema que forma parte o se imbrica en otra cultura más amplia
considerada como sistema. Así entonces, se podría hablar de los
subsistemas de la cultura andina, costeña, llanera o urbana que constituirían
la "cultura venezolana". Pero también una subcultura se considera
"periférica" (para no decir marginal o alejada) cuando tiene menor desarrollo
que la central, principal o nuclear, en cuanto a tamaño o extensión, dentro de
una cultura nacional o regional. Pero el principio de tamaño, extensión o
distancia puede inducir a peligrosos equívocos cuando se tiene en cuenta
que cada cultura tiene al menos "una autonomía relativa" y sus propios
valores distintivos , sean éstos propios, adquiridos de o impuestos por, otra
cultura, etc.

Con este mismo criterio se podría hablar de transculturización cuando


hay un intercambio entre una cultura subsistémica y su correspondiente
sistema, entre la central y la periférica, o entre culturas de diferentes
sistemas.

2.3.2. La Concepción Vertical de la Cultura.

En el campo de la teoría social hay una otra tradición, tan antigua


como la visión armoniosa del hecho cultural, que subraya las oposiciones, las
dominaciones, las desigualdades y los conflictos al considerar las
características más importantes de las cosas humanas. Ella ve todas las
sociedades complejas y avanzadas como mundos desgarrados por
contradicciones abiertas o latentes. Los diferentes grupos, clases, castas e
instituciones que las forman, encuentran sus orígenes de identidad interna y
de cohesión en su necesidad de confrontación con otras colectividades,
dentro de una lucha general por conseguir el control y la distribución de los
bienes.
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La gente, sobre todo, se agrupa porque comparte intereses similares o
idénticos, que en su entorno se encuentran determinados por la posición que
tienen en la estructura social. Pese a sus contradicciones internas, el
conjunto del orden social es visto como una totalidad. Se mantiene unida
esta totalidad por medio de las clases dominantes y de los grupos
hegemónicos que constituyen la clase dirigente en el control del poder
político y económico y que también son capaces de manipular y de influir la
cultura de la sociedad en favor suyo. Muchos estudiosos ven el origen
principal de este dominio sobre la mayoría en la economía y en su modo
especifico de ordenar la producción y la distribución. En consecuencia, la
cultura está estructurada y creada verticalmente, puesto que está unida
primordialmente al poder, a la desigualdad y a la jerarquía. La noción misma
de lo que es una "superestructura" relacionada con una "base" o
"infraestructura" con la cual forma relaciones y fuerzas de producción, remite
inequívocamente a algo de vertical.

"La concepción vertical de la cultura explica igualmente las


diversidades y las subculturas del universo simbólico de los hombres. No
obstante esto, se las entiende bien como "racionalizaciones" y
"legitimaciones" de la ideología dominante, o bien como reacciones de los
oprimidos contra élla. Así, la cultura es una arena en que se resuelven las
tensiones, los conflictos y las frustraciones, en donde diferentes grupos de
intereses rivalizan “a fin de alcanzar la cima", de neutralizar, subordinar o
eliminar unos grupos de intereses a otros. La cultura puede tener unidad y
devenir un modo de comunicación generalizado, pero solo en la medida que
la clase dirigente intenta imponerla con éxito a la población subordinada".
(Salvador Ginér. "Comunió..." Pág.19).

Es interesante observar que esta concepción de la cultura, y aún más


que en el caso de la concepción contraria, es asumida por personas de
visiones muy diversas en el sentir de la historia y la ética de la desigualdad.

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La escuela verticalista más importante, a groso modo, es la marxista, la cual,
al fin y al cabo, ve la cultura como un producto derivado de la economía y
expresa su versión del hecho cultural en una teoría de la ideología. En
realidad tiene una marcada tendencia a identificar la última con la primera.
Pero sin embargo, los "verticalistas" también se encuentran entre los teóricos
de la "clase dirigente", los críticos elitistas y los pensadores conservadores.
Para estos últimos, a menudo la cultura es un asunto de jerarquía de manera
que ven unos cortes que separan las diferentes capas de la población en
"minoría" y "mayoría"; los "creadores, "los tránsfugas" y "los bárbaros" o
"incultos"; "la élite" y la "masa". "Para estos observadores, la tradición y la
diferencia ayudan a mantener unidas unas jerarquías sociales más amplias,
sin obscurecer el abismo, más y más importante entre "alta" y "baja" cultura".
(S. Ginér. Op. Cit. Pág« 19).

Hay también otros pensadores de esta tendencia, agrupados en


diversas ramas de la teoría social que buscan otras explicaciones en el
hecho cultural. Así lo demuestra la clásica distinción antropológica entre
Gran Tradición y Pequeña Tradición. Con esta distinción se ha intentado
comprender la permanencia y vitalidad de antiguas culturas que continúan
prosperando bajo las costra impuesta por las religiones en expansión y las
visiones planetarias, especialmente en los confines remotos de los grandes
imperios o en el de sus naciones sucesoras. Las culturas maya, inca,
aborigen de Norteamérica o de Australia, los gitanos, la de los catorce países
que formaban la antigua Unión Soviética, las antiguas de China o de la India,
entre otras, son buen ejemplo de esto. Además hay en la actualidad,
múltiples estudios para recuperar y estudiar sus principios originales como
fuente de sabiduría y aplicación práctica de diversos modos de vida.

2.3.3. Los Límites de las Teorías Unidimensionales.

Para Salvador Ginér los dos criterios mencionados corresponden a


una perspectiva "funcional" o a una "conflictiva" de la teoría social. Son

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posiciones, por la manera de ser planteadas, irreductibles entre sí, aunque
son muy elaboradas y evitan cualquier simplificación. Por eso se quedan en
la unidimensionalidad. Ambas reconocen la universalidad y la naturaleza de
plena presencia del fenómeno, la multiplicidad de sus orígenes sociales y las
pautas jerárquicas de las medidas sociales que éstas sancionan.

Pero, a pesar de todo, para algunos autores, la "multiplicidad de los


orígenes sociales”, es una cosa secundaria, y en gran manera derivada, en
relación con los criterios de dominación de poder y de subordinación que
ordenan verticalmente la sociedad. Mientras que para otros, los rasgos
jerárquicos son sólo uno de los imperativos estructurales de cualquier
sociedad, y son secundarios respecto a un hecho más importante desde el
punto de vista lógico y casual: la existencia de un mundo colectivo de valores
que penetra la sociedad y que congrega a todos los hombres en un solo
universo de orientaciones y propósitos comunes.

" No es sorprendente que a menudo los partidarios de cada posición


se hayan percatado de las limitaciones de sus explicaciones respectivas y
que cada bando se haya preparado para afrontar las objeciones más
evidentes. Es interesante para las intenciones finales de nuestra
investigación sobre estos problemas, que podamos decir que ambas
posiciones operan desde posiciones de fuerza. Tan demostrable es
empíricamente esto, ya que los valores compartidos y las orientaciones
comunes, no siempre atribuibles a la estructura de poder, son necesarios en
la vida social, como lo son también la oposición, la lucha y la competición por
los recursos y bienes escasos, que, (con inclusión de los bienes culturales,
come el honor, el prestigio, la fama y la reputación), originan y transforman
constantemente los mitos, las creencias y los símbolos que forman el
elemento fundamental de la cultura humana". (Ginér. Op. Cit. Pág. 21).

Sin embargo, señala Ginér, hay interesantes contribuciones a la


“sociología del conflicto", las cuales, después de admitir de una manera más

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que formal que la cultura es una creación común de los seres humanos,
también la presentan firmemente como el resultado de las estructuras de
poder y dominación. Sugiere, como ejemplo, a R. Collins ("Conflict
Sociology", New York Academic Press, 1975).

Por otra parte, hay autores de la tendencia horizontalista y


funcionalista, que han dejado de ver las subculturas como meras
derivaciones de un núcleo cultural ideal de cualidades paradigmáticas e
intentan verlas también como productos de algunas contradicciones internas
de la estructura social. Los horizontalistas tienen que afrontar un serio
problema teórico: la caída de la supuesta horizontalidad esencial de la
cultura, bien por fragmentación, bien por confrontación entre las partes del
todo. Tienen que aceptar que el equilibrio pretendidamente básico para
entender cualquier tipo de sociedad, puede romperse y no considerar, en
este caso, las irregularidades como forma de realidad social patológica, de
“anomía” y desviación.

Desde la perspectiva verticalista, ha sido atractiva la noción de


hegemonía de Antonio Gramsci, tanto para marxistas y no marxistas, y esto
porque su teoría sobrepasa la visión de la cultura como un mero producto
derivado del modo de producción o de la instancia económica de la vida
social (tal como la veía el marxismo) y ve el fenómeno cultural de la sociedad
civil como algo más autónomo e influyente sobre la sociedad.

Para Ginér, Gramsci ha rehuído en buena parte la tentación


estructuralista marxista sin haber descuidado nunca la importancia y
autonomía de los fenómenos culturales. De hecho, su conocida concepción
de hegemonía no solamente intenta integrar la clase (como un agente
colectivo) con la cultura (como un sistema de valores que origina estructuras,
la Iglesia, por ejemplo, con sus nociones inherentes de jerarquía y de
resignación cristiana), sino también permite la explicación de la posición
social de ciertos oficios dentro de la cultura en cuestión (la de los

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"intelectuales orgánicos" que perteneciendo a una clase distinta se integran a
la "clase obrera" con sus creaciones.).

La cultura "hegemónica" todavía puede ser utilizada o manipulada en


provecho de las clases dirigentes (aún por un partido facista), pero
parcialmente también es el resultado de siglos de tradición y forma parte de
muchas maneras de la "cultura popular".

Con independencia de sus méritos indudables, la debilidad de la visión


horizontal y vertical de la cultura, radica en el hecho de que son
esencialmente unidimensionales en cuanto a su manera de concebir la
estructuración del mundo simbólico, normativo y de valores de los hombres.
"Para la concepción horizontal el hecho cultural es un "nivel" de la realidad
social y a menudo se la refiere con este nombre. Para la concepción vertical,
la cultura deviene una ideología impuesta y al mismo tiempo producida
desde un impersonal "abajo" (la base material) y desde un "arriba" social (la
clase dirigente), de manera que una masa cautiva es mantenida
regularmente en un proceso de elaboración de cantidades adecuadas de
plus valía económica y de diferencia social". (Ginér. "Comunió.." Pág. 24).

Para Ginér la sociedad no tiene "niveles" ni un "arriba" o un "abajo",


aunque entiende que estas metáforas prácticas y antiguas se niegan a morir
fácilmente y que aún seducen la mente de algunos críticos agudos y
originales. Como metáforas son simples, pero se adaptan bien a las
perspectivas ideológicas del mundo y resultan medios sólidos para los que
necesitan una imagen rápida y clara de lo que en primer lugar les parece un
laberinto elusivo, paradojal y misterioso.

"Nosotros diríamos que una teoría adecuada de la cultura ha de


admitir igualmente los logros de las teorías horizontales y de las verticales,
su reconocimiento de la integración y de la dominación, pero también que
sea capaz de sugerir de que manera se articulan las dos dimensiones de la
cultura. Esto no quiere decir, como lo hacen muchos autores al hablar de
20
conflicto y consenso en sociología, que hay dos caras de la misma moneda,
sino que una teoría de la cultura ha de ser capaz de incorporar el aspecto
horizontal y vertical y precisar su interrelación. Por lo tanto el tercer elemento
comprende una consideración del proceso, y con esto queremos decir la
manera como el hecho cultural se manifiesta, si bien ambiguamente y a
veces de forma contradictoria, una coordinación tanto de las fuerzas
antagónicas como de las integradoras. Es importante recordar que la
coherencia de la cultura contemporánea no es solamente la manifestación de
una ideología, de una "conciencia falsa", sino que es el producto de la
existencia social misma". (Ginér. Op. Cit. Pág. 25).

Hay un espacio abierto entre la teoría horizontal y vertical, si se admite


que el fenómeno cultural de todas las sociedades no es monolítico ni
invariable. La paradoja que hay que desenterrar es la de la continuidad a
pesar de la contradicción, de la "coherencia dentro de un mosaico”. Esto
dificulta muchas clasificaciones o conceptualizaciones. Hay algunos autores
que han sostenido la necesidad de una clasificación tripartita de la cultura
contemporánea: la dominante, la subordinada y la antagónica. Sin embargo
una visión más aguda de esta clasificación revelaría que dentro y por encima
de estos elementos hay muchos conflictos y grietas fundamentales. Así
encontramos que también se habla de cultura joven, de culturas étnicas, de
oposiciones en la contracultura (que es una cultura de la oposición), y así
como existe una élite que al final tiene un interés común y que defiende "in
extremis" cuando se ve en peligro, también hay otro interés común en otros
sectores culturales. El interés común daría coherencia a elementos
discordantes en la sociedad considerada como un todo.

Como necesaria consecuencia, la práctica de la cultura es de


integridad y diferencia, de integración y de conflicto. Una comprensión de la
posición de un hombre en el mundo comporta por definición la diferenciación
de esta posición con la de los otros. La valoración de la situación propia

21
supone igualmente la negación del valor del otro, aunque esta negación exija
trastornar el sistema de valores dominantes o una contradicción con respecto
a él. Por otra parte, a veces es en virtud de la extremidad o fuerza con que
una cultura de oposición enfrenta a la cultura dominante que la última la
acepta. Otra cosa son los fenómenos de extremismo político y cultural, de
"carisma negativo", con grupos que ganan "santidad" por su rechazo, a
menudo frenético, de lo que es más sagrado para otros,

Importante también es considerar para formular una distinta teoría de


la cultura, el problema de como una cultura de oposición coexiste con la que
está establecida como dominante, y no en una relación de parasitismo u
osmósis, sino de manera interactiva. Hay formas de oposición o de
alternativa que son vitales e importantes: mientras otras se quedan
decididamente en lo externo o secundario.

Tampoco se puede olvidar las contradicciones de valores, de


quehaceres y de intereses que se hacen cada vez más evidentes en la
medida que el mundo se torna más complejo. En esta complejidad crecen y
se desarrollan las formas de oposición y también de interdependencia. Para
examinar esto, teniendo en cuenta las diferencias, hay que evitar ver el
cambio exclusivamente como una adaptación, capcioso concepto que tanto
exagera la pasividad de la réplica o respuesta cultural a las circunstancias
cambiantes.

“En la cultura el cambio es tanto el producto de la innovación creadora


como de la adaptación pasiva. Y en consecuencia, el cambio mismo no es
un proceso unitario, ya que comporta simultáneamente preservación e
innovación, cosas tradicionales y cosas nuevas”. (Ginér. Op. Cit. Páq. 28)

Ginér agrega que al mismo tiempo es importante admitir que el


cambio en la cultura tiene mucho que ver con "la resolución de problemas".
Pero también la libertad para innovar tiene límites. El abanico de soluciones
que tiene el artista, como el de soluciones que tiene el hombre corriente, no
22
solamente se encuentra restringido por el peso de la tradición cultural sino
también por la misma lógica de esta tradición. Por lo tanto los cambios nunca
son arbitrarios en la cultura y es la naturaleza de esta limitación que se
convierte en un nuevo problema particular y necesario para cualquier teoría
adecuada de la cultura.

Como previo paso, antes de formular su teoría integradora de la


cultura, Salvador Ginér plantea este antecedente:

"La cultura es un universo de significados transmitidos por el lenguaje.


Este es el medio de expresión y transmisión de conocimientos, mitos,
símbolos, valores, signos y normas en que se encuentran sumidos los
significados. La cultura no es homogénea ni libre de discontinuidades, ni
universalmente falta de ambigüedad: más bien es constantemente
problemática, en grados diversos, para los seres humanos que la
protagonizan. Tiene una naturaleza dual, puesto que al mismo tiempo es
objetiva y subjetiva: es externa a los hombres y, sin embargo, ha de ser
percibida, entendida y creada por ellos para que pueda existir". (Ginér. Pág.
29 de "Comunió...").

Todos estos aspectos y otros del fenómeno cultural, preocupan a


especialistas de diversas disciplinas: semiólogos, lingüistas, filósofos,
psicólogos, sociólogos de la ideología, de la literatura, de las artes, entre
otros. Pero para esbozar su teóría, Ginér parte del marco cultural en el que
surgen los contenidos de la cultura, en los parámetros culturales, por decirlo
así, del lenguaje y del universo de significados. Este marco proporciona el
vínculo indiscutible entre el contenido de la cultura y la estructura social.

2.3.4. La teoría integradora de innovación, comunión y dominio.

Se puede afirmar que el hecho cultural es originado, recreado y


transformado por medio de tres procesos sociales claramente

23
interdependientes, que han de ser tomados en conjunto, pero que se
pretenden aislar o detallar para facilitar la comprensión. Ellos son, según
Ginér: "innovación", "comunión" y "dominio".

 La innovación cultural. La innovación es el proceso por el


cual los hombres resuelven los problemas nuevos de sus vidas. La
vida es esencialmente problemática y a toda hora crea situaciones
nuevas que demandan soluciones nuevas. El comportamiento
tradicional no contradice esta realidad: la tradición es un cuerpo de
hábitos, valores y conocimientos heredados, con los cuales se
puede enfrentar las situaciones previsibles y problemas rutinarios
conocidos. Por ejemplo la atracción sexual y el erotismo
tradicionalmente son encauzados en todas partes mediante una
serie de normas de compromiso y casamiento, las cuales a su vez,
están vinculadas a las leyes de sucesión y de herencia, y que
afectan otras cuestiones problemáticas, como la cooperación
económica y el control de las posesiones materiales, y también las
relacionadas con la reproducción de la estructura social. La
tradición atraviesa todo el imaginario continuo de "repetición-
innovación", y no es contraria a ninguno de estos dos polos, ya que,
en verdad, algunas tradiciones fomentan la innovación y no
solamente la manifiestan en las artes y las ciencias, sino también
en otros campos.

No obstante, una sociedad "totalmente" tradicional, si pudiera


existir, también sería totalmente repetitiva. Una sociedad así sería
utópica, porque aún las sociedades más aisladas, ecológicamente
estables y limitadas por la tradición, siempre han de encontrarse con
la novedad. Por un proceso igual las sociedades más abiertamente
orientadas a la innovación a veces son intensamente tradicionalistas y
sacralizan sus mitos hasta el punto de no permitir que en ellas haya

24
disensión. Ginér pone como ejemplo, el caso de "fons et origo", fuente
y origen, “indiscutibles” de la actitud Oficial de Cuba ante su revolución
de 1959, o la de la antigua URSS con la de 1917. La historia y la
sociología de la ciencia y del arte han mostrado abundantemente que
el acto de creación también aparece dentro de tradiciones
determinadas que invitan a formas específicas de innovación.
Pero aparece "una piedrita en el zapato", la innovación crea
nuevas condiciones y, consiguientemente, colabora de una manera
inevitable en el desarrollo de nuevos problemas y nuevas situaciones
problemáticas. Por lo tanto la innovación es una dimensión esencial
de la cultura, tal como Ginér la ha definido. De una manera
estrictamente alegórica se trata del aspecto más importante del hecho
cultural, pues es el origen de la producción y la creación que el
hombre hace de su propio universo.

“Esto también es verdadero desde el punto de vista ontológico


del individualismo filosófico y del racionalismo, ya que la innovación es
la sustancia de la libertad. Por contraste, es necesario encontrar para
los colectivistas, otra dimensión de la cultura, "la comunión"
(dimensión sociocultural perteneciente a la comunidad o
gemeinschaft), y que al menos sea igualmente importante". (Giner.
Op. Cit. Pág. 31).

Dicho sea de paso, "gemeinschaft" vocablo de origen alemán,


indica un grado alto de identificación, y casi de veneración, con el
territorio o nación al cual se pertenece. Expresiones como "madre
patria", "patria bolivariana", "la gran patria rusa", etc., son ilustrativas al
respecto. (Sobre los aspectos culturales de la gemeinschaft o
comunidad, Ginér remite a la obra de F. Tönnies."Comunidad y
Asociación", Ediciones 62. Barcelona. 1984).

La innovación no solamente es la imposición de unas formas

25
nuevas sobre los componentes amorfos de la vida (las pasiones, los
sentimientos, los cálculos, las “concepciones subjetivas", por lo tanto)
sino también, en relación a la solución de los problemas, la imposición
de nuevas formas por encima de las viejas, y la creación de formas
nuevas puestas en relieve precisamente por las existentes. Así la
innovación prueba la continuidad esencial de toda cultura, más que
circunstanciales discontinuidades.

 La comunión cultural. La comunión es el proceso por el cual


los hombres participan de lo sagrado y ahí se identifican, así como los
valores más altos que orientan sus vidas, o ambas cosas a la vez.

Como "animales culturales", los seres humanos han de


identificarse emocionalmente con determinados significados
fundamentales dotados de atractivo carismático, y la internalización de
ellos debe efectuarse de una manera normal para que sea efectiva. La
comunión, como una dimensión general de la cultura, abarca un
campo tan grande como cualquier otro del mundo social. Comprende
procesos tan diversos como la identificación mística con el hecho
sobrenatural y sagrado; el compromiso ideológico con líderes y
causas; el patriotismo con todas sus variantes, tribal, antiguo y
moderno; el nacionalismo; la lealtad primaria al grupo. La comunión es
la fuente de toda moralidad. También es el componente básico de la
integración social.

La existencia manifiesta de comuniones o identificaciones


aparentemente moderadas, o algunas de tipo superficial (como la
identificación y apoyo respectivo a un equipo deportivo local) y la
presencia no menos obvia de rechazo crítico, o hasta cínico, de los
valores morales (por ejemplo, el escepticismo, la conducta
acomodaticia y otras actitudes semejantes), no niegan la realidad
abrumadora de esta dimensión de la cultura. En estos casos , la gente
26
también va en busca de la realización personal, la cual únicamente
puede ser proporcionada por la identificación activa con alguna clase
de ideales, de principios o de "liturgias".

La comunión cultural está entonces relacionada con los


principios de identidad y/o pertenencia que siempre están presentes
en la elaboración de cualquier intento de racionalización de una
efectiva política cultural y consecuente desarrollo operativo.

 El dominio cultural. Es el proceso por el cual los hombres se


oponen a otros, luchan entre ellos y se sujetan y subordinan
mutuamente por medio de pugnas y el control sobre significados,
símbolos, mitos, valores y conocimientos. Como la integración, el
conflicto social es una de las categorías más generales de la acción
humana, la manifestación de lo que en el mundo de la cultura no
solamente consiste en la formación de jerarquías verticales de honor,
diferencia y sus acompañantes rituales, sino también en la creación de
colectividades antagónicas en competencia entre ellas, para conseguir
el control de las lealtades, las emociones y los valores de la población.
En las sociedades complejas, este último proceso tiende a producir un
"mosaico cultural" cambiante, cuyas unidades muestran diferentes
grados de compatibilidad entre sí, y a la vez, con la totalidad del
sistema cultural de donde surgen.

La dominación cultural se encuentra estrechamente vinculada


con las formas socio-estructurales de la dominación, que incluye la
clase, el poder político y económico y la autoridad. Si bien la ideología
es la expresión más destacada de la dominación, no la agota. La
ideología aparece, según Ginér, cuando tiene lugar la manipulación
cultural y el comportamiento instrumental en el reino de la cultura. "En
consecuencia no identifiquemos la ideología con la "falsa conciencia",
un concepto con insuficiencias demasiado grandes, pero que tiene
27
alguna utilidad. Para nosotros, la ideología va unida al poder, pero
también al uso consciente del poder en la manipulación de creencias"
(Ginér. "Comunió.." Pág. 32).

Las formas de dominación no ideológicas pueden presentarse


cuando las jerarquías nacen de una manera natural por la adhesión
carismática a los centros de carácter sagrado y a sus representantes y
líderes. Pero, habitualmente, tanto la dominación ideológica como la
cultura "natural" se confunden en un solo proceso. La tendencia
universal a distinguir entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, la
belleza y la fealdad, es decir a valorar todo aquello que penetra en la
conciencia del hombre, origina jerarquías culturales de poder y
autoridad, dominios culturales estructurados internamente de acuerdo
con criterios de discriminación, segregación, integración, gradación,
subordinación, y otros similares.

Lo que queda implícito en estos tres procesos es que el cambio


cultural nunca es total. Tal como lo dice sin reparos Edwars Shils:
"Permanece el hecho que en la esfera de las creencias no se produce la
novedad completamente disyuntiva". ("Traditions", en "Centre and Periphery:
Essays of Macrosociology". The University of Chicago Press. 1975, p. 204).
En esto también quedan implícitas las cuestiones relativas a la constancia,
la continuidad y la universalidad de la cultura.

Decir que las culturas cambian, pero no completamente, no significa


necesariamente que las culturas nunca cambian o de que de alguna manera
son iguales en todas partes. La manifestación del cambio tienta a los
estudiosos, para clasificar como ideológico cualquiera sugerencia relativa a
las continuidades o a los universales de la cultura, como hechos
significativos para la comprensión del hombre. Pero en realidad, forma parte
de la ideología de la época presente revisar este argumento, y ver de tal
modo, que todo fluye y que esta fluidez tiene sentido tanto como un indicador

28
de la vitalidad de una sociedad como también una advertencia sobre su
inestabilidad.

Las culturas cambian y las culturas se diferencian. Ya está


suficientemente discutido el hecho de que hablar de innovación en cualquier
sentido, es admitir la inestabilidad manifiesta de aquello que se llama el
contenido de la cultura. A despecho de su coherencia, las culturas también
son conflictivas. Son susceptibles de manipulación y no están divorciadas del
ejercicio del poder. "Asimismo, subestimar la dimensión ideológica de la
cultura seria una temeridad. Es necesario establecer que lo que conocemos
como ideología, con sus implicaciones de falsedad, de imposición y
explotación, de especificidad histórica y de determinación económica, no ha
de ser vista como una raíz del hecho cultural sino como una excrecencia de
este hecho". (Ginér. Op. Cit. P. 38).

La visión conservadora o "derechista" del fenómeno cultural acepta la


novedad, pero convierte este suceso en un espectáculo, y a la vez es
profundamente resistente al cambio drástico o "dramático". En la cultura la
innovación no se encuentra limitada y subordinada tanto por el peso de la
tradición, si bien podría parecer que si, sino más bien por la presencia de
formas de expresión y orientación que se han desarrollado universalmente
como respuesta a la confrontación fundamental del hombre con su mundo.
"En la cultura del mundo cotidiano el cambio tiende a ser superficial, y en el
devenir de la historia la cultura es un ánfora que se rebalsa, lenta, en el
fondo profundo de la sociedad humana". (Ginér. Op. Cit. Pág. 41).

La revolución, o los procesos revolucionarios, son un banco de


pruebas, desde el punto de vista del cambio para una teoría o prototeoría,
como la de Ginér. Su concepción afirma que la cultura está dotada de un
grado notable de autonomía y que progresa en el tiempo sobre todo por la
lógica de las tensiones internas creadas por los hombres, sumidos en el
proceso triplemente simultáneo de comunión con ellos mismos y con los

29
otros, la invención de soluciones a sus problemas y la creación constante de
su propio orden social según criterios de jerarquía y autoridad. Armada esta
teoría con estos supuestos aparentemente incompatibles con la noción de un
gran quebrantamiento o ruptura histórica o, podría ser, más bien transición,
representado por la revolución, ¿Cómo se puede explicar el cambio
repentino, intenso, de gran alcance?.

De acuerdo con la concepción de Ginér, la respuesta satisfactoria a


estos problemas reside en la constatación de que las revoluciones
comportan un grupo de cambios drásticos en la mayoría de las áreas de la
vida social, excepto precisamente en el núcleo final de la cultura popular.
Cuando un vasto movimiento social hace caer un orden político y económico,
y un estrato revolucionario asume el poder de los centros institucionales, en
los tiempos modernos el estrato forma un partido casi siempre, y emprende
considerables transformaciones políticas y económicas y de clase. También
busca consolidar una nueva clase, con criterios propios y nuevos de
desigualdad. Es un error considerar estos procesos en la tradición "cínica"
que ve la historia como algo repetitivo y circular, como un campo en el cual
las élites de la misma clase se suceden unas a otras de una manera
monótona y casi rítmica. También es un error creer que en su culminación,
las revoluciones intentan solamente "sacar una tajada". Los efectos que ellas
provocan hacen que el mundo nunca vuelva a ser el mismo.

Sin embargo, Ginér reitera su pretensión, que va en contra de las


divisiones horizontalistas de la cultura, de que las revoluciones representan
rupturas históricas serias en todas las dimensiones de la sociedad, lo cual
incluye inevitablemente aquella parte de la cultura vinculada directamente
con las fuentes del nuevo poder, la ideología oficialmente dominante, aunque
esta sea de nombre. Pero la parte menos afectada por las revoluciones es el
núcleo de la cultura popular, con independencia de grandes declaraciones
públicas. "Peter Berger y Thomas Luckman hablan de un fondo de roca

30
cultural, pero para ellos este nivel básico es un sedimento, una congelación
de la memoria colectiva. Para nosotros, el núcleo de la cultura consiste más
que en una destilación, en una constitución, en la capa impermeable de
conocimientos y creencias sobre las cuales descansa el resto de la cultura".
(S. Ginér. Op. Cit. Pág. 43)

Con el propósito de concluir sus argumentos, Salvador Ginér, afirma


que se puede distinguir analíticamente tres ámbitos de la cultura en toda
sociedad moderna. El "especializado", el "doctrinal" y "el "nuclear".

En el primero, la cultura unida a la especialización también lo está con


la tecnología, con la ciencia y con algunas formas de teoría y crítica. Está en
relación con la innovación completa (al menos en las condiciones de la vida
moderna), y su legitimación no solamente se basa en los criterios de
eficiencia, sino que también en desechar la falsificación y exigir pruebas
constantes. Posee innovación institucionalizada, aunque, como lo han
demostrado los sociólogos y los historiadores de la ciencia, está construida
en la resistencia social contra la aceptación de nuevas visiones. Los
"paradigmas" y las técnicas son carne y uña del proceso de su legitimación.

Por contraste, el ámbito "doctrinal" de la cultura está formado


principalmente por una ideología promulgada y por una cultura religiosa
oficial. Pretende cambiar poco, y en algunos aspectos intenta permanecer
inalterable, pero padece un proceso constante de reinterpretación en manos
de altos sacerdotes, jerarcas del partido y oradores designados. La "línea del
partido", "la doctrina oficial de la Iglesia", las declaraciones de los rabinos, los
sacerdotes, los ayatolas, los gurús y los ideólogos, junto con los altos
funcionarios del partido, según Ginér, han de resolver el problema de la
acomodación mundana sin romper las ligaduras con la pureza doctrinal.
Usualmente esto se hace invocando la sanción o pertinencia de los principios
sagrados precisamente cuando éstos son violados o modificados. Es fácil ver
que el campo doctrinal tiene un ritmo de cambio mucho más lento que el

31
campo especializado y que en algunos aspectos fundamentales, incluso
puede permanecer inalterable durante siglos sin relacionarse para nada con
las estructuras políticas y con el modo de producción. "Por ejemplo, el
cristianismo ha visto el modo de producción antiguo, el feudal, el capitalista y
el socialista, y, aunque se ha adaptado a las condiciones cambiantes por
medio de la formación de sectas o por la diversificación ortodoxa, ha
cambiado notablemente poco, si comparamos el núcleo dogmático y mítico
con las transformaciones históricas que la humanidad ha experimentado,
desde que la fe cristiana fue introducida en tiempos del Imperio Romano. Lo
mismo podemos decir del budismo, el islamismo y el judaísmo, y también
puede ser, del liberalismo y el socialismo". (Giner. Op. Cit. Pág. 46).

Hay demasiada tela por cortar en el ámbito doctrinal de la cultura. Por


ejemplo el caso del eurocomunismo que paulatinamente rechazó el
marxismo leninismo, pero siempre invocando el "espíritu" de Marx como el de
Lenin. Muchos otros partidos en el resto del mundo , con similares orígenes,
se hicieron socialdemócratas. Al afirmar la independencia relativa de los
contenidos dogmáticos y míticos de la religión y de la política, tampoco se
ignora la profundidad de la innovación en estos campos. Ni menos se niega
el hecho que grandes sectores de la población pueden pertenecer a una
religión, y pese a ello, continuar practicando otra, de manera poca o muy
disfrazada Esto ha ocurrido en Europa (campesinado cristiano y no cristiano),
sin dejar sus raíces celtas, germánicas o paganas, en la Alta Edad Media o
en América Latina (cultos aztecas, incas y afro-caribeños: santería, por
ejemplo) con su correspondiente y artística imaginería religiosa.

"La religión misma que les fue impuesta contenía, por ejemplo
antiguos mitos y metáforas anteriores al nacimiento de aquella. Así la
mariología y la mariolatría engarzan sus raíces en los cultos clásicos de
Artemisa y Diana. Y tal vez podría decirse algo parecido sobre el impulso
mesiánico y de la esperanza que inspiran a algunos movimientos de hoy día

32
de salvación secular". (Giner. Op. Cit. Pág.47).

Los partidarios de la democracia radical, en especial los de la


revolución, son quienes han paradojalmente subrayado las raíces africanas
de la cultura negra de América o las antiguas tradiciones de todo el
campesinado que vive bajo regímenes socialistas de estado. En este tipo de
sistemas, el folclore y las antiguas identidades nacionales son sustentados
vigorosamente bajo una economía y un ideología totalmente nuevas, como
una parte de la política cultural de los gobiernos. En estos casos, dice Ginér,
se admite implícitamente el grado de independencia substancial que hay
entre el modo de producción y la cultura popular.

El ámbito "nuclear" de la cultura si se le compara con la cultura


especializada y también con la doctrinal, es el que cambia más lentamente,
muy poco a poco. De hecho, el nivel doctrinal es más lento que el
especializado y es contrario a aceptar públicamente la discontinuidad, pues
se encuentra más cercano a lo que constituye la esencia del núcleo de la
cultura: los invariables problemas de la vida humana. La humanidad, tanto el
antiguo Egipto como la Inglaterra moderna, tanto la China de la dinastía zhou
como el Japón feudal, siempre ha tenido que encararse necesariamente con
el bien y el mal, con la enfermedad y la muerte, el amor no correspondido, el
nacimiento de niños y su cuidado. Ha tenido que poner en orden e interpretar
todas estas cosas inoportunas y muchas otras. Ha tenido que dar una
expresión ordenada al juguetear y al espíritu de competición innatos del
hombre, y a las peculiares pasiones humanas, tales como la envidia, la
codicia, la curiosidad insaciable, la amistad y la convivencia. Parece evidente
que las culturas de todas las colectividades humanas tienen un núcleo de
soluciones relacionadas con estos problemas y que ellos son muy elásticos,
incluso bajo el cambio revolucionario.

De hecho, se podría decir que las revoluciones únicamente son


capaces de cambiar de manera efímera las soluciones señaladas, si intentan

33
hacerlo. Por este mismo fenómeno, cuanto más cercanas se encuentran las
instituciones de la sociedad en relación a la satisfacción de necesidades del
núcleo, cambian más, poco a poco.

Las conexiones entre todos los campos culturales, como las


conexiones entre la innovación, la comunión y la dominación son cada vez
más intrincadas. Pero de esto muchos no se han percatado al enceguecerse
con los aspectos espectaculares del cambio cultural en los tiempos
modernos. Sin embargo, la tarea precisamente consiste en mirar bajo las
cosas espectaculares, en detectar el verdadero cambio cuando este
efectivamente se produce, y en distinguir la innovación real de las
sustituciones formales. Naturalmente el núcleo puede quedar afectado, y de
hecho se queda, por una erosión constante y un remezclarse de las
condiciones externas en que vivimos.

“Por otra parte, una buena parte de nuestra vida cuotidiana, tomada
de un modo más mundano, permanece intacta en cuanto a lo que se
considera la superioridad del conocimiento técnico, y la ignora. Así, por
ejemplo, el torrente de películas, de series de televisión y de radio,
publicaciones dedicadas a la ciencia ficción, han sido impotentes ante las
antiguas pretensiones comunes de la gente, como lo demuestran sus
contenidos mismos: sus héroes y bestias antropomorfas, robots y criaturas
para nada afectadas por el ámbito "futurista" en que se desenvuelven; sus
celos y amores, sus luchas por el poder, sus guerras y mitos religiosos que
no se distinguen en nada de los nuestros. En la narrativa, como en otros
terrenos, el estilo no oculta temas viejos, y las mismas aventuras, morales y
situaciones se presentan de nuevo. Los cuentos de hadas y la historieta
ilustrada, Jasón y sus argonautas y el viajero del espacio con sus
compañeros, comparten muchas cosas fundamentales e intemporales.
Verdaderamente, las diferencias aparecen sólo con un disfraz muy ligero".
(Ginér. Op. Cit. Pag. 49).

34
No obstante esto, la substitución simbólica y ritual y la carpintería con
imágenes y valores, no es todo lo que sucede en un movimiento cultural.
Sería absurdo dedicar ataques indiscriminados a la "cultura de masas"
aunque trate procesos importantes y vitales de carácter nuclear. Por ejemplo
ninguna telenovela es alienante "per se". En la cultura de masas también hay
obras de manifiesto contenido cultural, y que también tienen amplia
audiencia y generan cantidades importantes de ganancias económicas.

La novedad substancial también tiene lugar con la brusquedad y la


rudeza que se le atribuye a las revoluciones. Por ejemplo, la familia puede
encontrarse lejos de la extinción (aunque en Europa y Estados Unidos cada
vez es menor el nacimiento de niños), pero ciertamente la conducta sexual y
la moral erótica ha cambiado mucho en Occidente. Y en algunos países, el
desgaste de diversos tabúes sexuales ocurrió muy de prisa en corto período
de tiempo. Las dictaduras militares de los años setenta en América Latina,
especialmente en Sudamérica, provocaron en poco tiempo serios quebrantos
en los valores morales de la vida familiar y ciudadana. El individualismo, la
falta de solidaridad, el miedo a la represión político-militar, el hábito de alto
consumismo pasando por encima de la precaria economía hogareña, el
conformismo y el acomodo, han dejado huellas casi permanentes en países
que ahora tienen nuevas democracias.

Estos "invariables problemas de la cultura humana" pertenecen al


ámbito de la cultura nuclear, pero en la teoría de Ginér, queda manifiesto de
un modo general que el cambio cultural no es completo, ni absoluto, ni
menos homogéneo. En su exposición de las variaciones y características del
cambio, Ginér reconoce que mucho de lo expuesto se asienta en la paradoja
que significa haber tenido en cuenta la tradición, y más aún, la lógica de la
tradición. Para él, esto es completamente razonable que no se pueda hablar
del cambio sin conocer aproximadamente los límites y las contenciones que
en verdad existe, y que hacen que el cambio social y cultural no sea

35
completo y absoluto.

"La ambigüedad de esto nace en parte de la índole esencialmente


ambigüa de la cultura misma. Es igualmente el precio del rechazo a toda
perspectiva unidimensional, y la aceptación de la naturaleza compleja del
hecho cultural, de su carácter transitorio y de su permanencia.
Consecuentemente, nuestro interés radica en el proceso mediante el cual la
novedad llega a ser familiar, lo imposible se torna posible y lo inaceptable se
hace aceptable". (Salvador Ginér. "Comunió.." Pág. 54).

La tarea que hay que realizar, concluye Ginér, está menos en relación
con las ideas de los individuos que con su comunicación, menos con sus
sueños que con sus mitos. Está en relación con el límite entre el orden y el
caos, lo conocido y lo desconocido. Este límite, como un horizonte, siempre
está presente, pero cambia constantemente. Es en este horizonte en donde
se sitúan muchos conflictos de la cultura, casi la mayoría, y en donde los
pesos respectivos del progreso cuantitativo y del deterioro cualitativo, son
medidos. También Ginér expresa haber hablado mucho de los conflictos,
pero no de todos. Hay muchos conflictos periféricos que frecuentemente
pueden ser culturalmente centrales, pero que a veces son desplazados allí,
donde puedan hacer menos daño.

La revisión hecha por Ginér de las teorías horizontalistas y


verticalistas de la cultura, más su propuesta como visión integradora, son de
extrema utilidad para creadores, difusores, promotores, docentes, gestores y
los propios usuarios del desarrollo cultural. El conocimiento crítico, histórico,
ontológico y social del fenómeno cultural, es más que necesario para
estructurar políticas culturales realistas, efectivas y coherentes en relación al
contexto o territorio específico en donde se pretenda desarrollar la cultura.

2.3.5. Otra Perspectiva Esclarecedora: Lógicas Culturales.

La UNESCO, buscando precisar los criterios de "democratización de

36
la cultura" y "democracia cultural" plantea la existencia de un cultura
descendente y otra ascendente, pero que Michel Bassand con gran acierto
ha denominado lógicas culturales descendentes y ascendentes. (Bassand
"Les Partenaires du Développement Regional: Les Dinamiques Culturelles
Ascendentes". Ed. Conseil de L'Europe. Strasboug. 1985).

Indicaremos brevemente que se entiende por estos dos últimos


conceptos. Según Bassand, una cierta definición de cultura implica un
conjunto importante de actividades más o menos específicas,
institucionalizadas y populares que se interrelacionan o se excluyen. En este
contexto, la lógica descendente entiende que una aproximación en esta
dirección sería el distinguir las acciones por sectores o subsectores, que
corresponderían a los cinco procesos específicos divulgados o difundidos por
las administraciones e instituciones destinadas a tal fin. Los cinco
subsectores comprenden:

 La creación de obras culturales, la invención, la innovacjón


científica, cultural, tecnológica. etc.

 La conservación de los bienes culturales en sus formas


múltiples (bibliotecas, archivos, museos, etc.)

 La educación de técnicas y lenguajes de expresión cultural y su


difusión al lado de otras obras culturales.

 La crítica cultural y su papel de legitimación como un elemento


de libertad de expresión y de interacción entre la creación y la
opinión.

 El consumo cultural en el sentido más amplio.

A estos procesos, llamados también de dinámica cultural descendente


se ha asociado un conjunto de "agentes" que pueden actuar separadamente
como creadores, inventores, conservadores, críticos, intérpretes, difusores,
formadores, consumidores, o bien de forma conjunta, a favor o en contra de
37
la extensión y democratización de las manifestaciones culturales.

Esta concepción de la dinámica cultural implica una dinámica cultural


descendente, según H. Santkovky ("Léxico...) o lógica descendente que
puede tener dos formas de expresión negativas: por una parte, limitarse a
practicar una cierta democratización de la cultura, de manera simple y poco
eficaz, y por otra, puede llegar a comportar un tipo de inercia en las formas
de consumo, que supone una actitud pasiva por parte del consumidor-
receptor ante el hecho cultural.

Dicho de otra forma, esta lógica descendente, puede privilegiar,


diferenciar y distanciar a los autores, creadores, críticos y pedagogos ante
los usuarios, destinatarios y/o beneficiarios de la acción y convertirse en un
modelo de consumo cultural altamente simplificado, y en cierta manera,
"vacío", que se reduce a la simple aportación a los "desheredados de la
cultura" de los "suplementos del alma" por parte de estos expertos o
creadores.

Bajo otra perspectiva, esta cultura descendente aporta elementos


indispensables "para el buen funcionamiento del Orden Social", moldeado y
dirigido por y desde la jerarquía social.

Por el contrario, una dinámica cultural ascendente conlleva que los


individuos o grupos situados al final de los procesos de dinámica cultural
sean actores privilegiados de las propuestas. Los principales beneficiarios
son aquellos que se sitúan en las capas sociales inferiores (recuérdese
posición verticalista) y en las localidades periféricas (posición horizontalista)
y que generan iniciativas que responden al engranaje bajo el que funciona la
situación cultural "normal", según las inyecciones e impulsos de la cúspide de
la jerarquía social.

Así esta lógica exige que ellos, los más desfavorecidos, participen de
los modelos y de las prácticas culturales que les son propias, aunque a

38
veces pueden tomar la forma de rechazo y resistencia a la participación,
tanto en la elaboración de estrategias nuevas como en el simple consumo
(actitud de subculturas, contraculturas, sectores de la cultura popular, cultura
periférica, etc.). Pero esta participación está condicionada también a la
creación de valores previos de autoestima individual y colectiva, a procesos
de desalienación social y mental, es decir a crear las condiciones de una
"cultura de la participación”.

Esto implica que, para comprender la cultura, se hace necesario pasar


de la cultura-prestigio-patrimonio a la cultura-acción viva, es decir considerar
el movimiento que parte de experiencias vividas por los individuos y los
grupos en la base y en la periferia.

A nivel cotidiano, la cultura se sitúa así, allí donde una masa de


microinformaciones de toda naturaleza es comparada, verificada,
intercambiada en las conversaciones cotidianas de los individuo participantes
en la vida colectiva. Y en esta perspectiva, la cultura está omnipresente en el
mundo del trabajo, en el tiempo libre, en la vida familiar por tanto, en la base
de las jerarquías, en las innombrables relaciones interpersonales que dan
forma a la dinámica de toda colectividad.

En todo caso, en general, y dada la complejidad de la evolución de la


sociedad y de la cultura, los dos términos no se oponen. Una correcta
política cultural habría de suponer una relación equilibrada entre estas dos
formas de acción, prescindiendo de manipulaciones y autoritarismos a
ultranza desde las estructuras más consolidadas, así como de iluminismos,
voluntarismos u oposicionismos de oficio, desde las estructuras que
revindican o desarrollan estrategias ascendentes.

La tolerancia, el respeto y la comprensión por las ideas y prácticas del


otro, el asumir que cada individuo, grupo o sector al que pertenece, tiene
derechos y a la vez obligaciones que cumplir en el rol social, constituyen
una positiva base para alcanzar la democratización de la cultura y una
39
democracia cultural en su propio seno. Esto es válido también para la vida
cotidiana.

2.3.6. Principales Políticas Culturales de la UNESCO.

La Declaración de México, ya citada, planteó en su momento


importantes y todavía vigentes políticas tanto para la concepción de la
cultura, la práctica de su desarrollo y la relación de la propia cultura con el
desarrollo integral. Para complementar el contenido de este capítulo,
señalaremos (con el número correspondiente de cada párrafo) lo relativo a
identidad cultural, cultura y democracia, y patrimonio cultural.

Identidad Cultural:

1. Cada cultura representa un conjunto de valores único e


rremplazable, ya que las tradiciones y formas de expresión de cada
una constituyen su manera más lograda de estar presente en el
mundo.
2. La afirmación de la identidad cultural contribuye, por ello, a la
liberación de los pueblos. Por el contrario, cualquier forma de
dominación niega o deteriora dicha identidad.
3. La identidad cultural es una riqueza que dinamiza las
posibilidad de realización de la especie humana, al movilizar a cada
pueblo y a cada grupo para nutrirse de su pasado y acoger los aportes
externos compatibles con su idiosincracia y continuar así el proceso
de propia creación.
4. Todas las culturas forman parte del patrimonio común de la
humanidad. La identidad cultural de un pueblo se renueva y enriquece
en contacto con las tradiciones y valores de los demás. La cultura es
el diálogo, intercambio de ideas y experiencias, apreciación de otros
valores y tradiciones; se agota y muere en el aislamiento.
5. Lo universal no puede postularse en abstracto por ninguna
cultura en particular; surge de la experiencia de todos los pueblos del
40
mundo, cada uno de los cuales afirma su identidad. Identidad cultural
y diversidad cultural son indosociables.
6. Las peculiaridades culturales no obstaculizan, sino que
favorecen, la comunión en los valores universales que unen a los
pueblos. De allí que constituya la esencia misma del pluralismo
cultural el reconocimiento de múltiples identidades culturales allí
donde coexisten diversas tradiciones.
7. La comunidad internacional considera que es su deber velar
por la preservación y la defensa de la identidad cultural de cada
pueblo.
8. Todo ello invoca políticas culturales que protejan, estimulen y
enriquezcan la identidad y el patrimonio cultural de cada pueblo,
además, que establezcan el más absoluto respeto y aprecio por las
minorías culturales, y por las otras culturas del mundo. La humanidad
se empobrece cuando se ignora o se destruye la cultura de un grupo
determinado.
9. Hay que reconocer la igualdad y dignidad de todas las culturas,
así como el derecho de cada pueblo y de cada comunidad cultural a
afirmar y preservar su identidad cultural, y a exigir su respeto.
Cultura y Democracia
10. La Declaración Universal de Derechos Humanos establece en
su artículo 27 que "toda persona tiene derecho a tomar parte
libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y
participar en el progreso científico y en los beneficios que de él
resulten". Los Estados deben tomar las medidas necesarias para
alcanzar este
objetivo.
11. La cultura procede de la comunidad entera y a ella debe
regresar. No puede ser privilegio de élites ni en cuanto a su
producción ni en cuanto a sus beneficios. La democracia cultural
41
supone la más amplia participación del individuo y la sociedad en el
proceso de creación de bienes culturales, en la toma de decisiones
que conciernen a la vida cultural y en la difusión y disfrute de la
misma.
12. Se trata, sobre todo, de abrir nuevos cauces a la democracia
por la vía de la igualdad de oportunidades en los campos de la
educación y de la cultura.
13. Es preciso descentralizar la vida cultural, en lo geográfico y
administrativo, asegurando que las instituciones responsables
conozcan mejor las preferencias, opciones y necesidades de la
sociedad en materia de cultura. Es esencial, en consecuencia,
multiplicar las ocasiones de diálogo entre la población y los
organismos culturales.
14. Un programa de democratización de la cultura obliga, en primer
lugar, a la descentralización de los sitios de recreación y disfrute de
las bellas artes. Una política cultural democrática hará posible el
disfrute de la excelencia artística en todas las comunidades y entre
toda la población.
15. A fin de garantizar la participación de todos los individuos en la
vida cultural, es preciso eliminar las desigualdades provenientes, entre
otros, del origen y la posición social, de la educación, la nacionalidad,
la edad, la lengua, el sexo, las convicciones religiosas, la salud o la
pertenencia a grupos étnicos, minoritarios o marginales.
Patrimonio Cultural
16. Todo pueblo tiene el derecho y el deber de defender y preservar
su patrimonio cultural, ya que las sociedades se reconocen a si
mismas a través de los valores en que encuentran fuente de
inspiración creadora.
17. El patrimonio cultural ha sido frecuentemente dañado o
destruido por negligencia y por los procesos de urbanización,
42
industrialización y penetración tecnológica. Pero más inaceptables aún
son los atentados al patrimonio cultural perpetrados por el
colonialismo, los conflictos armados, las ocupaciones extranjeras y la
imposición de valores exógenos. Todas estas acciones contribuyen a
romper el vínculo y la memoria de los pueblos con su pasado. La
preservación y el aprecio del patrimonio cultural permite entonces a
los pueblos defender su soberanía e independencia y, por
consiguiente, afirmar y promover su identidad cultural.
18. Principio fundamental de las relaciones culturales entre los
pueblos es la restitución a sus países de origen de las obras que les
fueron substraídas ilícitamente. Los instrumentos, acuerdos y
resoluciones internacionales existentes podrían reforzarse para
acrecentar su eficacia al respecto.

2.3.7. Algunas reflexiones.

El tema e importancia de las políticas culturales son inagotables y


complejos como la propia dinámica de la cultura. Pero queda demostrado
que sin una coherente construcción previa de cualquier política para
cualquier nivel de desarrollo, el resultado obtenido, tanto en el modelo o
proyecto deseado como en el de su puesta en práctica, puede transformarse
en un gran fracaso social, económico y hasta político.

Sin duda que hay más políticas culturales de tipo general y las
específicas apropiadas para un determinado "territorio". Más adelante
veremos algunas de éllas.

Pero señalemos de inmediato algunas atentatorias contra el desarrollo


cultural y muy comunes. Por ejemplo, las referidas a la "cultura del
espectáculo": acento sólo en la difusión y concepción de la cultura como
simple actividad de animación y ejercicio lúdico superficial. También hay
políticas "paternalistas": desprecio a la capacidad intelectual y creativa tanto
de productores y consumidores del hecho cultural, buscando fuerte impacto
43
publicitario ("pan y circo"). O también aquéllas para justificar que mucho se
hace, acompañadas de un marcado oportunismo, con inversión más en
propaganda que en el mismo desarrollo cultural: "pantalleras o de
creación de imagen" (personal o corporativa).

Otra negativa política es considerar la cultura como improductiva


(no crea máquinas o instrumentos) o no rentable (no genera ganancias
económicas). Por esa razón los criterios financieros pasan primero por la
construcción de viviendas, hospitales, carreteras, y en último término para
escuelas o centros culturales. Se olvida así la rentabilidad social, educadora,
y la integral formación de recursos humanos (obreros especializados,
técnicos, profesionales) necesarios para el desarrollo de una nación, que sin
una base cultural que permita la reflexión y la creatividad, nunca serán
suficientemente aptos para sus oficios específicos.

Los errores más frecuentes que cometen muchos políticos es el


considerar que la cultura "no da votos", no ayuda al cambio social o a la
adquisición de valiosos hábitos y costumbres.

Finalmente, la actual sociedad venezolana tiene un gobierno con un

evidente proyecto de país. Este proyecto posee incluso cinco ejes o "polos”
de desarrollo: económico, político, social, territorial e internacional. El
proyecto puede ser criticado o rechazado, como también su implementación.
Pero el real y verdadero enemigo del proyecto es una serie de antivalores
hábitos y costumbres de antigua data en la historia del país: desconfianza,
carencia de autoestima, corrupción, improvisación, paternidad irresponsable,
"picardía criolla", indolencia, mucho recibir y poco dar, instantaneismo, ley del
menor esfuerzo, y otros. Felizmente también ha existido un número
importante de sectores de la población que privada o públicamente han
señalado estos defectos y practicado en sus vidas el ejemplo positivo y
contrario. Esas personas o comunidades constituyen la auténtica "reserva
moral" de la nación, y son los llamados a participar directamente en el
44
proceso de desarrollo venezolano. Cada cual debe asumir su propia
responsabilidad, práctica y moral.

LA CULTURA REPRESENTA UNA VISION CRÍTICA Y CREADORA


DE LOS HOMBRES Y DE SU SOCIEDAD. POR ESO TAMBIEN TIENE
TANTOS ENEMIGOS.

POLITICAS CULTURALES POLITICAS EDUCATIVAS


Crecimiento Rápido y Constante. Crecimiento Gradual
Proceso de Integración de las Políticas Situación Consolidada dentro
Culturales en las Políticas Públicas. de las Políticas Urbanas.
El Crecimiento de las Políticas Culturales ha
ido acompañado en un incremento de la El Crecimiento es cualitativo y
demanda en Cultura. Relacionado con la Demografía
Tendencia a la Descentralización y un papel Tendencia a la Centralización
importante de las Instituciones Locales. como Sistema.
Variabilidad de los Objetivos e Intencionalidad Permanencia de los Objetivos
de las Políticas Culturales. Fundamentales.
Poca destinación Presupuestaria- Etapa Dotación Presupuestaria
de Justificación como gasto Público. muy Significativa.
Poca o Nula Legislación / Regulación Sector muy Regulado
Las Políticas Culturales son Grandes
Contenedores con Sectores muy Las Políticas Educativas son muy
Diversos Concretas y Limitadas
Debilidad de la Existencia de una Administración
Administración Cultural Sólida
Identidad Profesional
Poca Identidad Profesional muy Acentuada
Poca Elaboración Técnica Procesos de Elaboración Complejos y
de las Políticas Negociados
Presencia de un Sector Privado e Sector Privado
Industria Creciente no muy Importante
Necesidad de Justificación Intervención Justificada
De la Intervención Pública y Regulada
2.3.8. Comparación de las Políticas Culturales y
Educativas en las Últimas Décadas.

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