You are on page 1of 20

S

Iuri Lotman

e
in memoriam

Silvia N. Barei
Editora

Ariel Gómez Ponce


Cuidado de edición

bUNC Centro de Investigaciones


FACULTAD DE LENGUAS
ÁREA DE TRADUCTOLOGÍA

5
Iuri Lotman in memoriam

Katya MANDOKI
Enhebrar burbujas perceptuales: Notas sobre el
concepto de semiosferas de Lotman ........................................ 123

Ariel GÓMEZ PONCE


Iuri Lotman en perspectiva zoosemiótica. El animal,
el hombre y la competencia .................................................... 133

José AMÍCOLA
Los conceptos de inicio y fin en sistemas
modelizantes secundarios ........................................................ 151

Pampa ARÁN
Metamorfosis culturales. Ciencia, historia y arte en
la última producción de Lotman ............................................ 163

Ariel GÓMEZ PONCE


Lotman´s tradition. Cultural semiotics from a
latin american perspective ....................................................... 177

8
IURI LOTMAN EN PERSPECTIVA
ZOOSEMIÓTICA

EL ANIMAL, EL HOMBRE Y LA COMPETENCIA

Ariel Gómez Ponce


Grupo de Estudios de Retórica
SECyT- Facultad de Lenguas
Universidad Nacional de Córdoba
ariel.gomezponce@fl.unc.edu.ar

Cuando el hombre apareció sobre la tierra, tie-


ne que haber parecido un animal loco, y su-
pongo que esta era la razón por la que una cria-
tura relativamente débil pude sobrevivir y ma-
tar animales mucho más grandes…
Iuri Lotman

Dentro de los numerosos aportes que nos ha legado, Iuri Lotman


realizó algunos postulados que plantean interesantes reflexiones para
la aplicación de modelos semióticos a fenómenos del mundo natu-
ral. Aunque esta perspectiva no fue central en su pensamiento, cier-
tos hilos de reflexión han dejado vestigios de una innegable preocu-
pación por el funcionamiento de las formas de la vida en el ambien-
te natural que es el espacio donde el individuo es fuente y receptor
de corrientes informacionales: intercambios con el entorno, entre
las especies o dentro de estas (Lotman, 1988). Para Kalevi Kull (2013)
estas ideas permiten trazar un rastro que en la teoría lotmaniana
puede leerse como una Semiótica de la Naturaleza o una Ecosemió-
tica. Cuando Iuri Lotman conoce a Thomas Sebeok en 1966, surge
una discusión (que continuará hasta casi sus últimas publicaciones)

133
Iuri Lotman in memoriam

con el campo que el futuro biosemiótico acababa de conformar: la


Zoosemiótica, ciencia del comportamiento que se ubica entre la
semiótica y la etología, cuya hipótesis básica sostiene que la semio-
sis se presenta como manifestación dentro y a través del mundo
animal y humano, y donde «toda alianza orgánica presupone cierta
medida de comunicación» (Sebeok, 1967:153). Lotman terminará
por afirmar, luego de numerosos intercambios de correspondencias
y cruces teóricos, que una de las formas de acercamiento a los estu-
dios biológicos surge a partir de la comunicación animal, en tanto
sistema que puede ser descripto mediante las herramientas propias
de la semiótica.
Creemos en la importancia heurística que reside en el rastreo
de aquellas ideas lotmanianas que nos permiten establecer una base
zoosemiótica o aquello que el mismo Lotman denominó una Se-
miótica de los animales: el estudio de las constantes semióticas y los
comportamientos heredados cuya reflexión permite cuestionar la
ubicación del hombre en vinculación con las restantes especies del
mundo natural. El punto de partida se encuentra en la interrelación
de las especies biológicas y su diálogo más básico: los movimientos
dentro del espacio, es decir, las reacciones físicas que, desde el pun-
to de vista semiótico, son leídos como un lenguaje particular (una
modelización primaria, diríamos en términos de Thomas Sebeok,
2001). Los movimientos (retracción, aproximación, huida, etc.) son
gestos capaces de expresar determinada significación, y su acumula-
ción en secuencias genera determinado simbolismo.
Para Iuri Lotman, el cuerpo y su desplazamiento en el entor-
no generan «alguna significación»; «el movimiento es lenguaje y tie-
ne su mensaje», afirmará rotundamente. «Seguime», «alejate» y «andá
hacia allá» son ejemplos de la comunicabilidad del aparato biológi-
co que se manifiesta en secuencias motoras, en esquemas etológicos
o, utilizando un término de Albert Scheflen (1982), en un progra-
ma. La agresividad que implica el caminar de lado del felino y el
temor manifiesto en la retracción de un cachorro que ha sido gol-
peado, siguen, en este sentido, la misma lógica que la seducción y la
amenaza que puede comportar cierto caminar en el hombre. Todos

134
Ariel Gómez Ponce Iuri Lotman en perspectiva zoosemiótica

estos casos son gestos altamente simbólicos que pueden encontrarse


aún en el encuentro de sujetos pertenecientes a familias biológicas
diferentes. La comunicación tiene lugar entre seres que son, al mis-
mo tiempo, diferentes y similares en la diversidad de especies, razas,
sexos, edades o estatus social. En perspectiva semiótica, no habría
imposibilidad de diálogo.
Asimismo, considerar al movimiento de las especies como
uno de los lenguajes más básicos, llevará al semiólogo a indicar la
existencia de dos tipos de seres: aquellos de movimientos estereoti-
pados, que responden de manera automática al entorno y poseen
un número limitado de reacciones, y aquellos más complejos, cuyo
repertorio es mayor y su movimiento está vinculado a un estado
fisiológico. Esta última categoría responde a una «semiótica de los
mamíferos», campo de estudio de un lenguaje particular (dominio
al cual el hombre también responde). A partir de la postulación de
este basamento etológico común y a lo largo de los años, Iuri Lot-
man irá más allá y va a proponer una serie de hipótesis para pensar
las dinámicas comportamentales de ambas categorías de seres, des-
de los orígenes culturales del hombre mismo y en relación con una
esfera que regula las conductas de todas especies. Revisemos algu-
nos aspectos.
Debemos considerar que en esta línea semiótica se determina
a nivel cultural la existencia de aspectos biológicos/etológicos que
son pensados como «primitivos semióticos». En primer lugar, Lot-
man especula sobre la existencia de un grado pre-semiótico: un «cero
semiótico» a partir del cual se originaría la cultura misma. En otras
palabras, el semiólogo hace referencia aquí a aquellos espacios tem-
porales previos a las primeras formaciones sociales (paleolíticas) que
eran descriptas como carentes de organización. Esta idea establece
una coincidencia entre estos estadios culturales y el mundo animal
donde se manifiesta «una conducta libre de toda clase de limitacio-
nes: no organizada por nada, excepto por la práctica animal directa»
(2000:195). Sin embargo, para Lotman, esta perspectiva entendida
como «conducta de los salvajes» es errada, dado que el animal no
procede de forma caótica.

135
Iuri Lotman in memoriam

El estudio de los animales (la Zoosemiótica de Sebeok y la


etología comparada de autores como Konrad Lorenz o Niko Tin-
bergen) ha demostrado que las restantes especies poseen una orga-
nización sumamente rígida: los momentos más importantes en su
vida (el cuidado de las crías, la reproducción, la alimentación, el
establecimiento de parejas, etc.) se presentan como una conducta
ritualizada, que se repite de la misma forma generación tras genera-
ción. Así, prácticas como el apareamiento y la caza conllevan un
«éxito» cuya incorporación a la memoria colectiva de los individuos
del grupo garantiza su permanencia en el mundo: «Lo útil está fija-
do en la colectividad –dice Lotman–; lo casual y lo individual, han
de ser olvidado» (2000:199). Es por esta razón que el teórico ha
pensado en determinadas situaciones históricas en las que el com-
portamiento de los grupos sociales se ha dado en la forma de «ma-
nada»: el actuar es colectivo y la individualidad se somete a la vo-
luntad del grupo.
La idea de un comportamiento repetitivo, casi reflejo, ha sido
percibida por las ciencias como rasgo propio del hombre primitivo,
quien en estos estadios configura una «cultura prehumana», cuyo
funcionamiento es análogo al de los mamíferos superiores y donde
domina la memoria de la especie que es una «memoria biológica».
Aunque en el mundo humano este ejercer de la memoria y el ritual
pareciera limitar las posibilidades de acción (vuelve predecible la
conducta individual), en el mundo animal, muy por el contrario, la
repetición es la forma de conservación de experiencias adecuadas
para la supervivencia. Es posible distinguir entonces entre dos tipos
de comportamientos: uno programado, iterativo, que se repite siem-
pre de la misma manera (tal como sucede en otros mamíferos con la
reproducción y la alimentación) y uno lineal que es innovador, in-
esperado y creativo. Mientras el animal nunca inventaría un gesto,
el hombre, por su parte, tiende constantemente al acto creativo.
Lotman encuentra aquí una respuesta en clave semiótica para aque-
llos debates hartamente discutidos por la antropología, la psicolo-
gía comparada y la etología del pasado siglo en los cuales el punto
de convergencia o diferencia se centraba en las formas etológicas

136
Ariel Gómez Ponce Iuri Lotman en perspectiva zoosemiótica

ritualizadas que las especies podían o no compartir (Cfr. Fromm,


1975).
Pero Lotman avanzará más allá. Si en las restantes especies
aquellos sujetos que rompan con esta «iteración» serán alejados de
la manada dado que su comportamiento es inmotivado (frenético,
dirá), en el hombre ejercerá una lógica totalmente distinta. Desde el
punto de vista de la organización social, estas conductas son causa
de exclusión; pero, desde el punto de vista semiótico, son momen-
tos de alto dinamismo. De allí que esta línea teórica piense que
cuando el hombre se separa de las restantes especies (salto evoluti-
vo, surgimiento de lo simbólico o irreversibilidad cultural), su com-
portamiento se vuelve anómalo a los ojos de los otros animales y es
visto como un «loco». El animal «normal» no podía jamás predecir
su conducta; el hombre, por su propia cuenta, se aleja de aquella
manada, del colectivo animal:

esa impredecibilidad, es decir, el que el hombre dispusiera


de una cantidad mucho mayor de grados de libertad que
sus adversarios, obligados a limitarse a un repertorio peque-
ño y predecible de comportamientos (gestos), colocaba al
hombre en una posición preeminente, que compensaba con
creces el que estuviera relativamente desarmado, en compa-
ración con los animales (2000:198).

Este es el avance significativo en la evolución de los homínidos: su


posicionamiento en la cima de la cadena alimenticia, su posibilidad
de pensamiento creativo y el surgimiento de un nuevo modo cogni-
tivo. En perspectiva semiótica, es la separación del hombre como
especie. Hombre y animal, en este punto, se establecerán en dos
mundos semióticos distintos. Sin embargo, las dos formas de reper-
torio de comportamientos, el repetitivo y el innovador, se conjuga-
rán en el ser humano porque, para Lotman (1999), el hombre es un
ser asimétrico y de doble naturaleza que se debate entre movimien-
to cíclico y lineal, aspectos que se reconcilian en una esfera del com-
portamiento, un espacio que articularía el funcionamiento de la bio-
sfera (conducta individual, biológica) y la semiosfera (conducta es-

137
Iuri Lotman in memoriam

pacial, semiótica). Es decir que, si bien el hombre comporta con-


ductas imprevisibles que dan lugar a la creatividad cultural, existe
aún en él un comportamiento programado que se rige por la ley de la
repetición y cuyo carácter es ritualizado y compartido con los res-
tantes seres vivos. Por esta razón, somos seres de comportamiento
políglota.

En estas formulaciones radica la posibilidad de concentrar


tres hipótesis básicas en la «Semiótica de los animales» lotmaniana:
1. En la dinámica cultural, existen determinados aspectos bio-
lógicos/etológicos que son pensados como primitivos semió-
ticos o como parte de una misma «esfera de comportamien-
to».
2. Los movimientos de las especies en el espacio real y semióti-
co, desde aquellos más básicos hasta los más complejos, son
un tipo de lenguaje (una modelización primaria).
3. En los seres vivos (incluido el hombre), se manifiestan dos
tipos de comportamientos: los programados y los dinámi-
cos.
Estas ideas llevarán a Iuri Lotman a afirmar que, pese al abis-
mo que establece una evolución morfológica, genética y cognitiva,
no puede excluirse categóricamente el mundo animal de la esfera
cultural: el límite es siempre incierto, uno y otro están conectados
de tal forma que una diferenciación tajante no podría darse, al me-
nos no desde la perspectiva semiótica. Lotman planteó una esfera
primitiva y pre-humana (programada) que comprende un sistema
complejo de poses y gestos que, en los animales superiores, garanti-
za la ley de la existencia biológica. Pero el hombre no es ajeno a este
«mundo arcaico». El semiólogo nos dice que, culturalmente, son
formas atávicas de comportamiento a las que el humano no estaría
totalmente sometido, ya que podría suprimirlas o hacerlas más o
menos dinámicas. Vienen a explicar, de algún modo, el eslabón per-
dido entre hombres y animales, y justifican la creencia en una «na-
turaleza animal del sujeto».

138
Ariel Gómez Ponce Iuri Lotman en perspectiva zoosemiótica

En nuestra investigación, creemos hallar en la propuesta lot-


maniana un importante aporte para vislumbrar cómo los textos de
la cultura se sirven de la tensión hombre / animal para sofisticar la
contigüidad entre mundo natural / mundo cultural. A partir de
ciertos patrones de comportamiento, la cultura realizaría una ope-
ración en la cual traspone (traduce) formas etológicas programadas
para complejizar conductas particulares: la competitividad, la agre-
sividad, la sexualidad, la alimentación, etc., aquello que en el hom-
bre puede ser pensado como automático, ritualizado y programado.
Sin embargo, creemos que, en los textos de la cultura, el límite esta-
blecido entre lo cíclico y lo lineal se diluye para ser pensado como
manifestación en bucle, espiralada o, más bien, rizomática, dado
que el hombre en sus diversas producciones textuales (artísticas o
científicas) vuelve, una y otra vez, a su presunta «naturaleza ani-
mal». En este sentido, nos resulta productiva la figura del rizoma
(Deleuze y Guattari, 1996) que articula eslabones biológicos y se-
mióticos, y que permite que el hombre «haga mapa abierto» con
otras especies del mundo natural, donde no se une ni se fragmenta
sino que establece una «circulación de estados» y una multiplicidad
de dimensiones.
Pensar en clave rizomática nos lleva a hacer foco en uno de
los casos más básicos en todas las especies que hace visibles las dis-
tancias y las cercanías (las fugas y las convergencias) entre el ser
humano y el animal: nos referimos a la competencia y el juego, que
«se observa en muchos animales y acompaña al hombre desde la
cuna hasta la tumba» (Lotman, 2000:68). Sabemos que el mundo
natural nos ofrece numerosos ejemplos del comportamiento lúdi-
co: las topeadas entre las crías de los ciervos, las embestidas de los
pequeños jabalíes y la entrega de presas heridas a los cachorros que
practican las madres leonas son conductas que, mediante práctica,
generan aprendizajes en los animales. Igual que el ser humano, las
otras especies incorporan comportamientos por medio de juegos y
muchas teorías apuntan a que la perfección de las técnicas se da
mediante un sistema de prueba y error. Lo instintivo, en este senti-
do, es complementado mediante imitación. Así, la biología ha afir-

139
Iuri Lotman in memoriam

mado que la maduración nerviosa, producida por caudales de mo-


vimientos, es estimulada en los animales mediante prácticas de lu-
cha y caza (Cebeira, 2009). Es por esta razón que el juego, en todas
las especies, supone un proceso de dominación del propio cuerpo y
del entorno: una forma de reconocimiento de las habilidades pro-
pias y del dominio corporal.
Para la semiótica de la cultura, esta actividad lúdica es un
modo de cognición, una de las herramientas para diferenciar situa-
ciones reales de imaginarias, presente ya, por ejemplo, en aquellos
animales que les enseñan a sus crías ciertas prácticas que solo son
aprendidas mediante situaciones lúdicas y no automáticas (genéti-
cas). El juego les «permite construir modelos de situaciones en las
cuales la inclusión de un individuo no preparado supondría para
éste una amenaza de muerte, o de situaciones cuya creación no de-
pende de la voluntad del que le enseña» (1970:84). Entre sus rasgos,
1) permite que el individuo «congele» una situación en el tiempo y
pueda volver a repetirla, 2) modela esta situación en su conciencia
(imagina «cierto sistema amorfo de la realidad» como un juego y se
apropia del conjunto de reglas que pueden o deben ser formuladas),
y 3) le otorga al ser la posibilidad de una «victoria condicional»
sobre lo inconquistable (la muerte, por ejemplo) o sobre un opo-
nente muy fuerte (como el juego de la caza en la sociedad primiti-
va). En la perspectiva lotmaniana, los animales superiores (aquellos
más complejos, es decir, mamíferos y hombres) se distinguen parti-
cularmente por esta capacidad lúdica.
Ahora bien, veamos este mecanismo funcionando en repre-
sentaciones propias de la dinámica de la cultura y más específica-
mente a partir de ciertos textos actuales que se sirven constante-
mente de la tensión con el animal para construir un modo particu-
lar de pensar la competencia: aquellos que pertenecen al deporte y
su mundo publicitario, en los cuales la determinación de «lo huma-
no» se liga a un modo de violencia animal1. Veamos algunos ejem-
plos.

1
Cabe destacar que estas construcciones discursivas determinan un modelo parti-
cular de «lo humano» o, para ser más específicos, de «el hombre»: aquel que res-

140
Ariel Gómez Ponce Iuri Lotman en perspectiva zoosemiótica

Sabemos que el deporte se ha servido constantemente de las


especies del mundo animal para bautizar a sus equipos. Argentina,
en esta lógica, es poseedora de un vasto zoológico: Gallos, Leonas,
Dogos, Cuervos, Murciélagos, etc. En este trabajo, nos quedamos
con el seleccionado nacional de rugby: la Unión Argentina de Rug-
by. Si bien su logo está representado por la imagen del yaguareté
que está presente en todo merchandising y promoción, en 1965 el
equipo, por confusión de la prensa sudafricana, fue rebautizado con
la especie andina. A partir de allí, la UAR se da a reconocer interna-
cionalmente bajo el nombre de «los Pumas». El equipo se sirve de
este juego de especies para darle forma a todo un campo semántico
animalizado, que implica que al partido hay que «ponerle garra» y
el himno nacional «es un grito de batalla, un rugido». En este aspec-
to, la promoción de los partidos de la selección argentina en el Rug-
by Championship 2013 (torneo anual donde solo participan los
equipos más importantes del hemisferio sur: Australia, Sudáfrica,
Nueva Zelanda y nuestro país) dio pie a numerosos juegos gráficos
con el felino andino que representa al equipo. En estas promos,
vemos en un primer momento una suerte de documental en el que
el puma se encuentra con el animal pseudónimo del contrincante,
convertido en presa: para el equipo africano, la gacela saltarina; para
Australia, el wallabie; y, en un último comercial, el kiwi para Nueva
Zelanda. En todos los casos, el puma se lanza al ataque y la presa
huye porque «sabe que un puma nunca se rinde» o que «si hay algo
difícil, es huir de un puma». Acto seguido, la imagen se cruza con
un partido de la selección.
Aquí, el deportista es leído en clave animal y el entorno de la
fauna es reemplazado por el estadio: dos especies de ambientes dife-
rentes apropiadas en un mismo entorno y ancladas en este mundo
deportivo. Pero en estas publicidades quizá haya algo más profun-
do: la manifestación del pasado predador del hombre, su vínculo
con la caza. Resulta muy probable que el germen del comporta-

ponde a una lógica contemporánea de lo masculino y heterosexual en la cultura


deportiva Occidental (Cfr. Michael Kimmel y Amy Aronson [eds.], Men and mas-
culinities. A Social, Cultural and Historical Encyclopedia. Denver, ABC-CLIO)

141
Iuri Lotman in memoriam

miento lúdico se encuentre en la práctica de la cacería de los prime-


ros homínidos: el deporte, por consiguiente, posee el principio ins-
pirador de perpetuar aquel pasado del hombre en el que aun se
encontraba en la «órbita de existencia animal» (Ortega y Gasset,
1942). Erich Fromm entiende que la caza regresa al hombre al esta-
do natural y que se produce una unión especial ya que «cuando
persigue el hombre al animal, uno y otro devienen iguales»
(1975:142). En esta experiencia «primitiva», diría Lotman, el ani-
mal le ha servido de modelo, de paradigma que pone de manifiesto
su «naturaleza dual». Es la primera manifestación competitiva del
hombre y el primer gesto de la actividad deportiva.
Siguiendo esta lógica, autores como Umberto Eco (2013),
entienden que el deporte es el «elemento disciplinante de la compe-
titividad», aquello que hace emerger lo que hay de «no humano» en
la relación social: «el hombre, como todo animal, tiene necesidad
física y psíquica de jugar. Hay, por tanto, un derroche lúdico al que
no podemos renunciar» (2013:235). En estas textualidades, podría-
mos decir que el equipo de los Pumas está sujeto a un «enmascara-
miento animal» (Nekliudov, 2002), dado que el binomio depreda-
dor-presa se muestra en dos planos que permiten establecer analo-
gías entre la competencia deportiva y la del mundo natural. La per-
secución en las restantes especies le recuerda al hombre su ethos de
cazador: el anhelo de la depredación. En este sentido, los jugadores,
predadores que compiten por el territorio y la pelota, comportan
rasgos zoomorfos que manifiestan su naturaleza animal no por su
aspecto sino por su conducta agresiva (más allá de que en la nueva
camiseta oficial se aprecie el diseño animal print con las manchas
del yaguareté).

No obstante, otras publicidades trabajan la tensión animal,


no por analogía, sino por contraposición. Si como indica Roland
Barthes, el deporte es efectivamente un regreso a lo atávico, a un
mundo antiguo, donde el ser humano se mide con los elementos
naturales en lucha, debemos afirmar también que está «fundado en
la demostración de una superioridad» (2003:18). El deporte, para

142
Ariel Gómez Ponce Iuri Lotman en perspectiva zoosemiótica

01. Logo de la Unión Argentina de Rugby y el seleccionado nacional, Los Pumas,


con la imagen característica del yaguareté.

el semiólogo, apela a la competencia que se logra con gestos excesi-


vos y donde el cuerpo es el signo base que germina la actividad. De
este aspecto se sirve la promo de la gira de exhibición por Australia
de los British & Irish Lions. En un estadio vacío y con la voz de un
niño cantando el himno de Australia, el jugador David Pocock se
encuentra, frente a frente, con un león (emblema del equipo tam-
bién). La pose de ferocidad de ambos y el rugido del felino sacan a
relucir la agresividad que se gesta en el campo y, particularmente, en
este tipo de deporte. Destacamos que el símil con el león es un
recurso utilizado desde tiempos inmemoriales. Presente, por ejem-
plo, en la misma Ilíada, el símil establece comparaciones que no se
dan rasgo por rasgo sino que se construye un vínculo particular,
una nueva situación semántica en la obra. Culturalmente, este ani-
mal es poseedor de una gran fuerza simbólica: la «semántica del
león» incluye la grandeza, el poder, el triunfo, la valentía y la domi-
nación masculina (Toporov e Ivanov, 2002). Nos referimos a una
criatura que, en su entorno salvaje, no participa de la caza (solo lo
hacen las leonas), es el primero en alimentarse y se establece como el
depredador superior en toda cadena alimenticia. En el hombre, sin
lugar a dudas, debió hacer causado una impresión sin igual: en la
cima de la pirámide, el ser humano había encontrado un par.
Los British & Irish Lions, en clave publicitaria, reproducen
aquel momento en la historia del hombre cuando, en los estadios

143
Iuri Lotman in memoriam

02. David Pocock y su oponente animal, el león, en la publicidad de la gira de los


British & Irish Lions.

primitivos de la cultura, el colectivo humano aun no lograba sepa-


rarse de las restantes especies. Lo interesante en este comercial es
que nos muestra un encuentro irresoluto. El tiempo del enfrenta-
miento se prolonga mediante gestos amenazantes que vuelven a la
competencia un «combate ritual». Son casos también presentes en
el mundo natural: para Konrad Lorenz (2005), formas de «reorien-
tar» la agresividad innata de los seres, canalizarla y evitar el aniqui-
lamiento. La etología los llama «juegos de intimidación»: el inter-
cambio de rugidos entrecortados, los aullidos a la lejanía, los golpes
que no buscan matar. Son combates por intimidación en los que
solo se emplea una parte del potencial total (como la lucha libre y el
catching en el hombre): quien claudica, no establece dominio. Si
recordamos que, según Lorenz, el juego animal y el deporte huma-
no son formas de seleccionar al «mejor» y establecer una jerarquía,
en este encuentro bestia / humano, los Britsh & Irish Lions no ape-
lan al encuentro directo sino que, tal como los partidos de exhibi-
ción que practican, recurren a la demostración de habilidades. En
esta publicidad, resuenan las palabras de Aquiles quien, también en
gesto altamente intimidante previo al encuentro, le dirá a Héctor:

144
Ariel Gómez Ponce Iuri Lotman en perspectiva zoosemiótica

«no hay paz entre hombres y leones y tampoco existe concordia


entre los lobos y los corderos, porque son encarnizados enemigos
naturales unos de otros» (Homero, Canto XX).

Por último, en dos ejemplos finales, la campaña de ropa de-


portiva Feirce! (Fiera) de la marca ES Collection y la de calzado
Sketchers en su promoción del modelo GOrun, encontramos un
escenario donde finalmente la naturaleza animal es subyugada: hom-
bre domina bestia. En la sesión de fotos y en el video que publicitan
la marca de ropa2, vemos al modelo Kirill Dowidoff posar con va-
rias especies de depredadores: tigres, pumas, lobos, águilas, etc., es
decir, los cazadores supremos del mundo natural bajo el control de
la «fiera humana». Por su parte, en el segundo caso (Sketchers)3, nos

03. El modelo Kirill Dowidoff subyugando a los depredadores naturales en la


sesión promocional de la campaña Fierce!, ES Collection.

2
Disponible en el canal oficial de ES Collection en YouTube: http://
www.youtube.com/watch?v=C5UqCSDUlw8
3
Disponible en el canal oficial de Sketchers en YouTube: http://www.youtube.com/
watch?v=u_eXdpr8zKQ

145
Iuri Lotman in memoriam

04. Gesto triunfante entre hombre y animal en la imagen promocional del comercial
Man vs. Chetaah del calzado GOrun, Sketchers.

encontramos nuevamente con el binomio depredador-presa (gue-


pardo y gacela), pero en este caso interviene un tercer sujeto: el
hombre. Ante la velocidad del guepardo, la gacela no tiene oportu-
nidad. Sin embargo, aclara el relator, cuando se encuentra con un
humano vistiendo este calzado «no se sabe qué puede pasar».
En estas dos campañas, el contacto es directo y el hombre
establece su primacía frente a las especies que se encuentran en lo
alto de la pirámide alimenticia. Se expande así aquello que Barthes
denominó el «antiguo duelo» con la Naturaleza. Al apelar al depor-
te y su vínculo con lo natural, las publicidades ponen de manifiesto
el conflicto mismo con el mundo extracultural, en el cual el hombre
se «resiste» a las cosas. Tanto en la práctica deportiva como en estas
campañas, se exhibe la superioridad: importa «quién dominará mejor
ese tercer enemigo común que es la naturaleza» (Barthes, 2008:53).
Mientras Sketchers apela a la biomecánica de las especies (la rapidez
de quien usa estas zapatillas no solo equipara, sino que supera al
único animal que puede subir la velocidad a 95 km en 3 segundos),

146
Ariel Gómez Ponce Iuri Lotman en perspectiva zoosemiótica

la sesión de fotos, por su parte, nos recuerda al estricto orden jerár-


quico que se establece en algunas especies fundado en la postura
corporal, la agresividad y, sobre todo, el tamaño de los seres.
El encuentro de los rivales (modelo humano y animal rapaz)
está altamente codificado: se establece un sistema gestual y de pos-
turas que determinan un lenguaje corporal. En uno, se mide la velo-
cidad y la fuerza; en otro, el sistema de poses que establece domi-
nancia. Son, para Lotman (1999), comportamientos significantes
que tienen carácter de diálogo en el mundo animal. Es el uso de lo
corporal como herramienta de comunicación: cuerpos «equipados»
biológicamente que entran en competencia en este espacio natural
que se vuelve extensión del cuerpo mismo. En los encuentros con
estas especies, el ser humano renuncia por instante a su supremacía
para luego volver a recuperarla. Como en la verdadera caza (la atávi-
ca, la paleolítica), «por gusto retrocede y reingresa en ella» (Ortega y
Gasset, 1942:440).

Analogía, oposición o dominación: en todas estas textualida-


des, hombre y animal convergen en un mismo estado de cosas. Como
afirmó Iuri Lotman, el juego (y todas sus extensiones) comporta un
modelo especial del mundo: reproduce alguno de los rasgos de la
realidad y las traduce a un sistema de reglas (a un lenguaje particu-
lar) que requiere habilidades y práctica en determinadas situaciones
condicionales. La cultura se ha servido de este basamento para una
construcción particular del mundo natural donde el código zoomor-
fo es traducido al sistema deportivo y las habilidades del hombre y
el animal son equiparadas, enfrentadas y puestas en tensión. La ac-
tividad deportiva, como proceso random, combina las dos conduc-
tas indicadas por Lotman: lo práctico y lo cognitivo (su realización
simultánea, jamás alternativa, dice el semiólogo); es decir, lo rituali-
zado (las reglas del juego) y lo innovador (la posibilidad del juego
mismo).
Además, como forma de modelización, podemos indicar que
la práctica deportiva incluye una apropiación cognitiva que vuelve
sofisticado aquel aprendizaje que el hombre primitivo practicó con

147
Iuri Lotman in memoriam

el desarrollo de la caza. Si efectivamente en el deporte hay una nece-


sidad innata del ser humano como ha pensado el etólogo Konrad
Lorenz (2005), parecería que este logra quebrantar lo cíclico, dina-
mizarlo y volver a encontrarse, rizomáticamente, con su «naturaleza
animal». Nos referimos a una alianza simbiótica ente el animal y el
hombre: en términos de Deleuze y Guattari, el devenir-animal. Por-
que sabemos que en el devenir no hay imitación, no hay semejanza,
ni metáfora, sino que el sujeto «hace cuerpo con el animal» y se
sumerge en un estado. El hombre-fiera que supone el deportista (en
los partidos de rugby o en las campañas de ropa) determina progre-
siones, regresiones y continuidades con otras especies, donde las
«relaciones objetivas de los animales entre sí se repiten con ciertas
relaciones subjetivas del hombre con el animal» (Deleuze y Guatta-
ri, 2001:242).
Como en la guerra, en el deporte el ser humano es invadido
por el furor: está atrapado en devenires-animales irresistibles. Si la
experiencia deportiva tiene su origen en lo hondo de la experiencia
humana, por debajo de su manifestación fluyen entonces «primiti-
vos semióticos» que permiten volver creativo aquello que es progra-
mado: somos una especie capaz de repensar nuestro afán predato-
rio. En este sentido, los textos de la cultura complican la tensión
con el mundo natural y, de este modo, sigue vigente la afirmación
que sostiene Iuri Lotman en la cual la distinción hombre/animal
solo sería «distinción» en una lectura relativamente abstracta.
Estos trazos zoosemióticos en la obra lotmaniana nos abren
nuevas y complejas líneas de investigación ya que dejan más cues-
tionamientos que respuestas, inaugurando asimismo el espacio para
formular la tensión hombre/animal desde una nueva pregunta: «la
de la doble naturaleza del hombre como ser inserto en la naturaleza
y que no encuentra lugar en ella» (Lotman, 1999:44).

148
Ariel Gómez Ponce Iuri Lotman en perspectiva zoosemiótica

Bibliografía

AAVV (2002). El árbol del mundo. Diccionario de imágenes, símbolos


y términos mitológicos. La Habana, Casa de las América / Cri-
terios.
ARCUCCI, Daniel (2013). Los Pumas, crónicas de una pasión ar-
gentina. Buenos Aires, La Nación.
BARTHES, Roland (2003). Mitologías. Buenos Aires, Siglo XXI.
BARTHES, Roland (2008). Del deporte y los hombres. Barcelona,
Paidós.
BATESON, Gregory (1998). Pasos hacia una ecología de la mente.
Barcelona, Lohlé-Lumen.
CIBEIRA, José (2009). Lenguajes sin palabras en el humano y el ani-
mal. Buenos Aires, Akadia Editorial.
DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix (1996). Rizoma. México
DF, Ediciones Coyoacán.
DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix (2001). Mil mesetas. Capi-
talismo y esquizofrenia. Valencia, Pre-Textos.
ECO, Umberto (2013). La estrategia de la ilusión. Buenos Aires,
sudamericana.
FROMM, Erich (1975). La anatomía de la destructividad humana.
Madrid, Siglo XXI.
KULL, Kalevi (1998). «Semiotic ecology: different natures in se-
miosphere» en Sign System Studies, Nro. 30.1. Tartu, Univer-
sity of Tartu.
KULL, Kalevi (2013). «Hacia una Biosemiótica con Iuri Lotman»
en Semiótica de la Cultura / Ecosemiótica / Biorretórica. Cór-
doba, Ferreyra Editor. (Traducción por Ariel Gómez Ponce).
LOTMAN, Iuri (1990). The universe of the mind. Londres, Indiana
University Press.
LOTMAN, Iuri (1970). La estructura del texto artístico. Barcelona,
Itsmo.

149
Iuri Lotman in memoriam

LOTMAN, Iuri (1987). «Natural environment and information»


en KULL, K. [comp.] Lectures in theoretical biology. Tallin,
Valgus.
LOTMAN, Iuri (1999). Cultura y explosión. Lo previsible y lo impre-
visible en los procesos de cambio social. Gedisa, Barcelona.
LOTMAN, Iuri (2000). La semiosfera III. Madrid, Ediciones Cáte-
dra.
LOTMAN, Iuri (2011). «The place of art among other modelling
Systems» en Sign System Studies. Nro. 39 (274). Tartu, Uni-
versity of Tartu Press.
LORENZ, Konrad (2005). Sobre la agresión: el pretendido mal.
México, Siglo XXI.
MARTINELLI, Dario (2010). A critical companion to zoosemiotics.
Finlandia, Springer.
ORTEGA Y GASSET, José (1942). Obras completas. Tomo V. Ma-
drid, Revista de Occidente.
SCHEFLEN, Albert (1982). «Sistemas de la comunicación huma-
na» en WINKIN, Ives [comp.]. La nueva comunicación. Bar-
celona, Editorial Kairós.
SEBEOK, Thomas (1967). «La comunicación entre los animales»
en Lingüística y Comunicación. Buenos Aires, Ediciones Nueva
Visión.
SEBEOK, Thomas (2001). Signs: an introduction to semiotics. To-
ronto, University of Toronto Press Incorporated.
SCHEFLEN, Albert (1982). «Sistemas de la comunicación huma-
na» en WINKIN, Ives [comp.]. La nueva comunicación. Bar-
celona, Editorial Kairós.

150

You might also like