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alado -como después se revela-, antes de hacerlo contempla el paisaje o tal vez a sí mismo y
entonces Apolo llega y la da fuerzas para lograr la misma hazaña que Belerofonte, domar a
Pegaso. El personaje logra subir a los mismos lugares que el caballo volador y continua
navegando los cielos triunfante. Esta es la historia “A” del poema, la historia que sirve de
gran domador del arte, la belleza y lo divino; el que logra grandes hazañas, como domar a
Pegaso, y que se convierte en Pegaso mismo, un ser que estaba destinado a lo terrenal pero
logra ascender, volar a los cielos junto con los dioses y trascender. Todo lo anterior
derivado de la visión modernista, heredada desde el romanticismo, del poeta -y por ende el
artista- como “seres especiales, soñadores, con una capacidad intuitiva, profética, capaces
de rasgar el velo del misterio, seres divinos utilizados por Dios y la Providencia; lo que les
separa de los demás hombres” (citado en Fuente 10). Con fin de justificar mejor esta
interpretación, se estudiará cada estrofa del poema desde esta perspectiva del poeta como
El personaje, o sea el poeta, está a punto de montar a Pegaso, está presto a convertirse en
ese nuevo ser creador y profético, tirita un poco, pues es un “caballo rudo”, pero un
sentimiento de querer vivir lo impulsa a decidirse: “«La vida es pura y bella»” (123), muy
probablemente haciendo alusión con esta frase al tópico literario Carpe Diem, aprovechar
el día, vivir el momento, pues sólo se nos es dada una vida. “El cielo estaba azul, y yo
estaba desnudo” (123); lo necesario para crear arte está ahí, ante el poeta y este está
Apolo, dios de la poesía (de entre todas sus demás divinidades), encuentra al artista y lo
dota de gracias, ahora puede simular una de las principales proezas de Belerofonte: domar a
Pegaso. Ahora el artista se ha convertido en artista, tiene los dotes para representar ese ser
especial romántico que es superior a los hombres. El poeta se sabe “fuerte” y conquista las
entre los dioses y los humanos; ese profeta creador de arte; el representante de los mortales
allá en los cielos, y se enorgullece de ello: levanta su cabeza “coronada con el laurel del
Rey del día” (123), este último siendo, muy probablemente, Apolo (también conocido
como Phoebus Apollo) que también era el dios de la luz ligado al sol (Phoebus, Febo o
foibos significa “brillante”), sería lógico que él fuera el “Rey del día”.
la humana energía que monta, pues es “caballero”, y usa para ser extraordinario. Enuncia
que continua con su viaje, en ese estado artístico que es muy “vasto”, muy fructífero y con
Obras consultadas:
<http://mitosyleyendascr.com/mitologia-griega/apolo/>
Darío, Rubén. Azul… El Salmo de la pluma. Cantos de vida y esperanza. Otros poemas.
Pról. Antonio Oliver Belmás. 21ª ed. México: Porrúa, 2007. Impreso. Sepan Cuantos…, 42.
Fuente Ballesteros, Ricardo de la. “En torno a las fuentes de ‘Pegaso’ de Rubén Darío”.
Journal of Hispanic Modernism 2 (2011): 1-13. Modernismo digital. Web. 22 may. 2014.
<http://jhm.magazinemodernista.com/wp-content/uploads/2013/05/02_02.pdf>