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Discurso graduación

JAVI
ELENA
Queridos profesores, familiares, miembros de la mesa, compañeros, compañeras:
Buenos días. Nos agrada mucho poder compartir con todos vosotros esta
mañana tan especial para nosotros.
Quién nos habría dicho allá en 2012, cuando atravesábamos la majestuosa
entrada de la antigua facultad y nos sentábamos en el aula magna, llenos de ilusión,
que hoy estaríamos aquí. En la memoria se suceden a una velocidad de vértigo los
recuerdos de las primeras clases en las que se palpaba la desorientación, nuestras
primeras experiencias en el departamento de Anatomía, la primera vez que
escuchábamos el latido de un corazón humano, nuestros pasos inexpertos por el
hospital, y nuestro asombro ante la gratitud que nos regalaban los pacientes, aun sin
entender nosotros por qué.
En resumen, todas las ocasiones en que fuimos conscientes de que estaría en
nuestras manos el poder de curar, o por lo menos, siempre consolar.
Seis años, que en aquel momento se antojaban una eternidad y hoy resultan
haberse esfumado demasiado rápido.
¿Y qué han supuesto estos seis años?
1. Un camino de aprendizaje, guiados por una vocación.
2. Un camino de amistad, con nuevos descubrimientos hasta el último momento.
3. Un camino bajo el embrujo de Granada, nuestro punto de partida y un lugar en
común al que siempre podremos llamar hogar.
4. Un camino de disfrute, amparados por nuestra juventud y nuestro empeño en
celebrar las pequeñas cosas de la vida. (“En eso nadie nos gana”).
5. Pero también un camino de superación, porque son muchos los obstáculos que
hemos debido sortear.
Enhorabuena, compañeros; lo habéis logrado. Y todo ha sido mérito vuestro.
Pensad en las largas noches de estudio, en los viernes encerrados en casa mientras el
resto del mundo salía de fiesta, en los madrugones, en las monótonas épocas en las
que todos los días eran un nuevo lunes. Miraos ahora. Sois médicos, con todas las
letras y habéis de estar orgullosos de ello.
Durante nuestro paso por la facultad hemos hallado numerosas figuras que
tomar como ejemplo. Muchos de nuestros profesores, más allá de lo académico, han
alimentado nuestra vocación. Nos han ilusionado desde el primer curso, mostrándonos
el lado humano de sus materias, porque, ¿qué es Medicina sin humanidad? Nos han
enseñado, no solo a tratar enfermedades, sino a tratar personas. Nos han recordado
que nuestra profesión, y citamos textualmente, “está hecha del material del que están
hechos los sueños”; “que la mayor calidad científica no está en el que más sabe sino en
el que comparte lo que sabe y lo que no sabe”; y que nuestra carrera es cuestión de
esfuerzo, saber, muchos codos, y, ¿por qué no? Suerte.
Es difícil nombrar a todos los profesores y profesoras que han marcado huella
en nuestra memoria. Sin embargo, no podemos dejar de hacer mención de quienes
nuestra promoción ha elegido como representación suya: nuestros padrinos.
Norberto, tu llegada fue una oportunidad para descubrir nuevas formas de
aprender Medicina. Tu cercanía, empeño y dedicación a la hora de preparar tus
lecciones nos ha emocionado tanto como a ti. Empezaste tu primera clase afirmando
que estudiar las enfermedades sistémicas “mola mogollón” y, pese a lo denso de la
asignatura, conseguiste demostrar que de verdad molaba. No dejes de mostrar esa
pasión a las generaciones que están por venir.
Ana, ¿qué te podemos decir que no te hayan dicho ya 5 generaciones antes?
Quizá por tu elegancia, quizá por tu sencillez, pero seguro que por todo el cariño que
nos has regalado. A pesar de la dificultad que planteaba la Microbiología, siempre has
estado a la altura de lo que es una buena maestra. Al despedirte en tercero, nos
recordaste que tu departamento nos recibiría siempre con sus puertas abiertas. Y
ahora nosotros queremos decirte que la promoción 2012-2018 siempre tendrá los
brazos abiertos para ti.
No podemos pasar por alto a la persona que decidió coger el timón de nuestra
facultad hace un par de años. Aurora, tú y el equipo que te rodea habéis trabajado
duro para darnos lo mejor. Sin duda, aunque nosotros ya no estemos, harás de nuestra
facultad una muy grande, un sitio al que con orgullo podremos referirnos como
nuestra segunda casa.

Es justo decir que cuando todo fallaba, cuando creíamos que la única solución
era tirar la toalla, siempre había alguien que nos permitía ver las cosas desde un punto
de vista diferente. Madres, padres, familiares, amigos, parejas… si no fuera por
vosotros, no habríamos podido llevar este proyecto hasta el final. Porque no solo hay
que tener paciencia para saber llevar a un estudiante de medicina, sino que es
necesario estar dotados de una gran bondad para darnos cariño cuando nosotros
prácticamente estábamos compuestos de rabia y ansiedad.
Tanto en la cercanía, como en la distancia, siempre estabais a nuestro lado,
dispuestos a dedicarnos vuestro valioso tiempo, aunque fuera para escucharnos llorar,
darnos alguno de vuestros grandes consejos o para traernos una taza de leche con
galletas en mitad del estudio. Nos habéis brindado una oportunidad que quizá
vosotros mismos ni siquiera pudisteis disfrutar, todo ello a base de vuestro sacrificio y
duro trabajo.
Aunque muchos de nuestros seres queridos ya no estén físicamente, hoy nos
acompañan de alguna u otra forma. Ellos han sido siempre fuente de fortaleza en
nuestra fragilidad, apoyo en nuestra soledad, voluntad en la desidia. Cuando más
perdidos estábamos, vuestro recuerdo siempre nos ha hecho seguir adelante.
Sabemos lo orgullosos que estaríais de nosotros.
Gracias a todos por vuestra confianza y ayudarnos a dar forma a nuestro futuro.
Es por todo ello que queremos dedicaros este acto de graduación, y creemos que sois
dignos merecedores del mayor de los aplausos.

Por supuesto, no nos podemos olvidar de quienes se han convertido en


nuestros hermanos. Sí, hermanos. Así lo dice el propio código Deontológico: “La
confraternidad entre los médicos es un deber primordial y sobre ella sólo tienen
preferencia los derechos del paciente.” Solo tenéis que mirar al que tenéis a vuestro
lado y en sus ojos encontrareis la complicidad de aquel que hoy, como vosotros,
cumple uno de sus sueños más anhelados.
Aquellos que son ajenos a la Medicina, muy acertadamente nos tratan como si
formáramos una secta y, fuera de lo cómico de todo esto, solo nosotros entendemos
que la Medicina es una pasión, algo que nos ha unido y nos ha convertido en iguales, a
pesar de nuestras diferencias. Y así lo hemos demostrado año tras año; desde el
primer Lucas comenzamos a cultivar la esencia de lo que es nuestra promoción.
Tras esta calurosa bienvenida cualquier excusa era buena para conocernos un
poco más: nuestras multitudinarias cenas de navidad, barriles, fiestas, congresos, la
cena Ecuador, viajes, Erasmus... Experiencias que nos han enriquecido como personas.
En cuarto de carrera, en nuestro Lucas germinó esa semilla sembrada en
primero, fortaleciéndose esos lazos que habíamos comenzado a crear. Qué acertado
fue elegir una temática que tiene como lema “Hay un amigo en mí”.
Sin duda nuestra promoción se ha convertido en un ejemplo de unión, de
compañerismo y solidaridad. Todo ello culminó en nuestra gala, en la que cerramos un
ciclo, prometiendo que todas nuestras despedidas no serían un adiós, sino un hasta
luego.
Estos momentos son los que luego permanecen en el recuerdo y, en un futuro,
será una cura cuando nuestra propia presión asistencial trate de hacernos olvidar por
qué elegimos esta profesión y cuál es nuestro papel en el mundo. Recordad que en
este papel, el paciente es siempre el protagonista; y de este modo, cuando os quedéis
sin recursos, cuando nadie os pueda ayudar, cuando estéis agotados y os llamen para
atender a un enfermo en plena madrugada, dad un paso más hacia delante por él, que
deposita su vida en vuestras manos. Tratemos a las personas como seres humanos,
con dignidad. Ahondemos en sus almas, y busquemos soluciones a esos problemas que
para ellos se convirtieron hace tiempo en callejones sin salida.
En poco, no sólo seremos profesionales sanitarios, también seremos tutores
clínicos, profesores, catedráticos… y tendréis alumnos en los que vosotros mismos os
podréis ver reflejados. Por ello, tratadlos como a vosotros os habría gustado, o incluso
mejor.
En nuestra mano está mejorar todos aquellos defectos que conocemos: el
escaso enfoque práctico que se otorga a nuestra carrera, un plan de estudios poco
adaptado a la realidad, evaluaciones que verdaderamente no miden las cualidades de
un médico y la poca importancia que en general se da al estudiante, a pesar de que
éste es la base del sistema educativo.
Hagamos del futuro nuestro mejor presente. Luchemos por una sociedad en la
que todos y todas tengamos igualdad de oportunidades. Compañeras, rompamos
juntos ese techo de cristal que históricamente se os ha impuesto para intentar frenar
vuestras aspiraciones. Que no os impidan llegar a lo más alto, pues aptitudes os
sobran. Convirtamos nuestro mundo en uno en el que a nadie se le dé distinto trato
por cuestiones de sexo, raza, religión o nivel socioeconómico. Demos nuestra atención
a quien lo necesita, y no solo a quien pueda permitírsela.

Compañeros, compañeras: en breve, pasaremos a formar parte de la gran


familia médica, jurando un código que nos legitimará para siempre. Cuando
pronunciéis este juramento, no lo dejéis pasar como un mero trámite. Haced que cada
una de sus palabras se cargue de significado y de vocación. Llenad vuestros corazones
con las sonrisas, los llantos, los amores, las amistades, las derrotas y las victorias. En
definitiva, cada una de las personas y circunstancias que nos han moldeado,
haciéndonos capaces de conseguir aquello que nos hemos propuesto.
Hoy, todos juntos, damos pie a un nuevo comienzo en la gran aventura de la Medicina.

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