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SEGUNDO PARCIAL DE ECONOMÍA

 Ricardo
La vida de David Ricardo coincide más o menos con la época de la revolución industrial inglesa, la
cual, con la introducción extensiva de nueva maquinaria y el rápido desarrollo de la producción
fabril, desplazó exitosamente a las formas previas de la industria (la artesanía, la industria
domiciliaria y las manufacturas). Si Smith puede ser llamado el economista del período de las
manufacturas, entonces Ricardo es el economista de la época de la revolución industrial, cuyas
características básicas se reflejaron en su teoría. En su teoría del valor trabajo Ricardo generalizó
los diversos hechos asociados con el drástico y rápido abaratamiento de la producción industrial
que resultó de la introducción de nueva maquinaria y del crecimiento de la productividad técnica
del trabajo. En su teoría de la distribución, y más visiblemente en su teoría de la renta, él reflejó
la agudización de la lucha de clases entre la burguesía y la nobleza terrateniente que acompañó
los primeros éxitos de la industria fabril.
El mérito principal de Ricardo es haber liberado a la teoría del valor trabajo de las contradicciones
internas que había sufrido en la formulación de Smith, y haber intentado usarla para explicar el
fenómeno de la distribución.
Smith había fallado en hacer una distinción suficientemente clara entre la cantidad de trabajo
gastada en la producción de un producto y la cantidad de trabajo que ese producto era capaz de
adquirir cuando se intercambiaba. De acuerdo con este punto de vista dual, Smith reconoció que
el valor de un producto podía modificarse tanto como resultado de un cambio en la productividad
del trabajo empleado en producirlo, como a consecuencia de una alteración en el "valor del
trabajo" (por ejemplo, en el monto de los salarios o de los costos de producción).
Ricardo atacó este error de Smith. El demostró claramente que la cantidad de trabajo que puede
ser adquirida a cambio de una determinada mercancía no puede servir como una medida
invariable de su valor, y que buscar tal medida invariable es en general una empresa sin
esperanza. Ricardo identifica un cambio en la cantidad de trabajo gastado en la producción de
mercancías como la única fuente (con la excepción de los casos citados más abajo) de cambios en
su valor. Por eso él hace depender la magnitud de valor de una mercancía directamente del
desarrollo de la productividad técnica del trabajo. Al adherir consistentemente a esta posición
Ricardo hace una gran contribución hacia la solución del problema cuantitativo del valor, aunque
con su horizonte limitado (como fue el caso de Smith) a la economía capitalista, él ignoró la
naturaleza cualitativa o social del valor como la expresión externa de un determinado tipo de
relaciones de producción entre las personas.
Smith había negado que la ley del valor trabajo operara dentro de la economía capitalista, donde
el valor de los productos no va completamente a sus productores, sino que es repartida entre los
salarios y el beneficio. Para refutar completamente esta errónea visión de Smith, habría sido
necesario explicar las leyes por las cuales el capital se intercambia por fuerza de trabajo. Solo
hubiera sido posible explicar estas leyes analizando las relaciones sociales de producción que
sujetan al obrero al capitalista. Pero el método de analizar relaciones de producción como
relaciones entre personas fue desconocido para Ricardo tal como lo había sido para Smith.
Ricardo, por eso, no tuvo otro recurso que dejar de lado la pregunta que Smith había planteado.
Así lo hizo, restringiendo sus investigaciones a la cuestión del valor "relativo" de las mercancías.
Debido a que esta es una cuestión de valor "relativo" de dos mercancías A y B, es obvio que algún
cambio en los salarios de los obreros (una suba, por ejemplo) que ejerza una influencia uniforme
en los costos de producción de las dos mercancías no afectará en lo más mínimo su valor
"relativo". El resultado de un alza en los salarios no es el incremento del valor del producto, como
Smith había pensado, sino solamente el descenso del nivel de los beneficios. No importa como
esté distribuido el valor del producto entre salarios y beneficios, esto no afectará la magnitud de
valor del producto, el cual en la economía capitalista está determinado por la cantidad de trabajo
necesario para producirlo. Al tomar la posición de que los salarios y el beneficio cambian
recíprocamente uno al otro, Ricardo hizo un decisivo aporte al punto de vista de que el beneficio
es una porción del valor del producto el cual los trabajadores han creado con su trabajo y del cual
los capitalistas se apropian.
En esto Ricardo rectifica el error de Smith que consistía en negar que la ley del valor trabajo
operara en la economía capitalista. Pero él no se las arregló para mostrar cómo la ley del valor
trabajo, la cual no se manifiesta directamente en el funcionamiento de la economía capitalista, sin
embargo, lo regula indirectamente a través de los precios de producción. Ricardo no logró explicar
exitosamente la aparente contradicción entre la ley del valor trabajo y los fenómenos observables
de la economía capitalista. En realidad, Ricardo fue capaz de eliminar la influencia de la
fluctuación de los salarios (y la correspondiente fluctuación en la tasa de beneficios) en los valores
relativos de dos mercancías, A y B, solamente si los salarios tienen aproximadamente el mismo
peso en los costos de producción de las dos mercancías, o sea, en tanto que las dos ramas de la
producción empleen capitales con idéntica composición orgánica. Si los capitales que producen las
mercancías A y B tienen composiciones orgánicas desiguales (o diferente período de ciclo), una
suba de los salarios (o caída en la tasa de beneficio) afectará más perceptiblemente a la
mercancía producida con una más baja composición orgánica, por ejemplo, la mercancía A. Para
preservar el mismo nivel de beneficio en las dos ramas de la producción el valor relativo de la
mercancía A deberá subir en comparación con la mercancía B. Así Ricardo llega a su famosa
"excepción" a la ley del valor trabajo. Los valores relativos de las mercancías A y B cambiarán no
solamente con las fluctuaciones en las cantidades relativas de trabajo requeridas para su
producción, sino también con un cambio en la tasa de beneficio (o con un correspondiente cambio
en los salarios). El beneficio sobre el capital es de esta manera un factor independiente que regula
el valor de los productos junto con el trabajo.
Permitiendo estas "excepciones" a la ley del valor trabajo Ricardo abrió el camino para que los
economistas vulgares (Malthus, James Mill, McCulloch, etc.) abandonaran completamente la teoría
del valor trabajo. Ricardo mismo, sin embargo, consideraba estas "excepciones" como de
importancia secundaria comparada con el principio básico del valor trabajo, su punto de partida
para construir su propia teoría de la distribución.
La teoría de la distribución de Ricardo persiguió dos grandes objetivos: primeramente debía surgir
a partir de su teoría del valor, en segundo lugar debía dar cuenta de los fenómenos reales de la
distribución que Ricardo venía observando en la Inglaterra de comienzos del siglo XIX. La teoría
de Smith de la distribución había caído en una vulgar teoría de los costos de producción: la suma
de los salarios, beneficios y rentas formaba el valor de la mercancía. Nosotros hemos visto ya
cómo Ricardo eliminó la contradicción entre la existencia real de beneficio y el principio del valor
trabajo: él consideró el beneficio como una porción del valor del producto que quedaba después
de la deducción de los salarios (aunque Ricardo se inclinó en sus "excepciones" a tratar el
beneficio como un factor independiente en la formación del valor). Ahora Ricardo se enfrentaba
con la necesidad de remover la contradicción entre este mismo principio del valor trabajo y la
existencia de la renta, la cual a primera vista tiene la apariencia de estar añadida al valor de la
mercancía. En tanto esta fue una cuestión de renta "diferencial" Ricardo se las arregló para
resolver la contradicción con supremo sentido artístico. La renta crece porque diferentes lotes de
tierra tienen diferentes productividades del trabajo. El valor de un bushel de trigo es determinado
por la cantidad de trabajo necesaria para su producción en la tierra de inferior calidad bajo cultivo
en ese momento. La diferencia entre este valor social del trigo y su valor individual en parcelas de
mayor fertilidad (o en parcelas situadas más cerca de los mercados, incurriendo así en menores
gastos de transporte) forma la renta que es pagada al propietario de la tierra. Para Ricardo la
peor tierra bajo cultivo no paga ninguna renta (un punto de vista erróneo, ya que asume que no
existe la renta absoluta). Al ser cultivadas nuevas y cada vez inferiores tierras, el precio del bushel
de trigo aumentará. Y también lo hará la renta de la tierra, ambos en términos reales en trigo (ya
que la diferencia en productividad entre la mejor y la peor tierra estará creciendo), y aún más
nominalmente, en términos de dinero (desde que el valor de cada bushel de trigo habrá subido).
Al tratar la renta no como una adición al valor social del trigo, sino como la diferencia entre este
valor social y el valor del trigo en cada parcela en particular, Ricardo fue capaz de hacer su teoría
de la renta consistente con su teoría del valor. Al mismo tiempo intentó derivar de su teoría de la
renta conclusiones lógicas que estuvieran de acuerdo con los hechos de la realidad. La época de
la revolución industrial inglesa estuvo caracterizada no solamente por la tremenda caída en los
precios de los artículos industriales que vino con la introducción de nueva maquinaria, sino
también por un enorme aumento en el precio del trigo. Este aumento era en los hechos explicable
por la rápida industrialización del país, el bloqueo continental de Napoleón y por los altos
impuestos a la importación de trigo que se habían establecido en beneficio de la aristocracia
inglesa. Este fue un fenómeno temporario, pero Ricardo lo convirtió en una ley permanente de la
economía capitalista. En su visión, el crecimiento de la población podría hacer cada vez más
necesario transferir los cultivos a cada vez peores parcelas de tierra, lo cual sería acompañado por
el crecimiento de los precios del trigo y una tendencia al crecimiento en la renta nominal y real.
Todas las ventajas de la industrialización del país irían a la clase de los propietarios de la tierra.
Los trabajadores no compartirían estos beneficios porque aunque sus salarios nominales podrían
subir con la suba de los precios del trigo, su salario real quedaría estacionario en el mejor de los
casos, por ejemplo al mínimo nivel de los medios de subsistencia requeridos por el obrero y su
familia (lo que Lasalle llamó la "ley de hierro de los salarios"). En cuanto al beneficio, este
exhibiría una tendencia inexorable a la caída, debido a la inevitable suba de los salarios. La caída
en el beneficio debilitaría la iniciativa de los capitalistas a acumular capital, y el progreso
económico de la nación inevitablemente se demoraría, acercándose a una detención total.
Todo el retrato que hace Ricardo de los movimientos entre las diferentes clases sociales fluye de
su convencimiento de que el precio del trigo debía necesariamente elevarse. Ricardo subestimó la
posibilidad de un poderoso crecimiento en la productividad en el trabajo agrícola. Su doctrina de
un necesario e inexorable crecimiento en el precio del trigo no fue confirmado por los hechos, ni
tampoco lo fueron las conclusiones deducidas del mismo. Aun así, su teoría de la distribución
representa un enorme avance científico. El pintó el vasto recorrido de los movimientos en los
ingresos de todas las clases sociales, y su íntima interconexión; mostró esta dinámica como una
consecuencia necesaria de la ley del valor trabajo; y reveló claramente los conflictos que existen
entre los intereses de las diferentes clases.
 Marx
El capital, capítulo 1

1. Los dos factores de la mercancía: valor de uso y valor


(sustancia y magnitud del valor)
La riqueza de las sociedades en que impera el régimen capitalista de producción se nos aparece
como un "inmenso arsenal de mercancías" y la mercancía individual como su forma
elemental. Por eso, nuestra investigación arranca del análisis de la mercancía.
La mercancía es, en primer término, un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades
humanas, de cualquier clase que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por
ejemplo del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo para estos efectos.
Ni interesa tampoco, desde este punto de vista, cómo ese objeto satisface las necesidades
humanas, si directamente, como medio de vida, es decir como objeto de disfrute, o
indirectamente, como medio de producción.
La utilidad de un objeto lo convierte en valor de uso. (pag.3)
Los valores de uso forman el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea la
forma social de ésta. En el tipo de sociedad que nos proponemos estudiar, los valores de uso son,
además, el soporte material del valor del cambio. (pag.4)
Ahora bien, si prescindimos del valor de uso de las mercancías estas sólo conservan una cualidad:
la de ser productos del trabajo. Pero no productos de un trabajo real y concreto. Al prescindir de su
valor de uso, prescindimos también de los elementos materiales y de las formas que los convierten
en tal valor de uso.
Dejarán de ser una mesa, una casa, una madeja de hilo o un objeto útil cualquiera. Todas sus
propiedades materiales se habrán evaporado.
Dejarán de ser también productos del trabajo del ebanista, del carpintero, del tejedor o de otro
trabajo productivo concreto cualquiera. Con el carácter útil de los productos del trabajo,
desaparecerá el carácter útil de los trabajos que representan y desaparecen también, por tanto, las
diversas formas concretas (pag.5) de estos trabajos, que dejarán de distinguirse unos de otros para
reducirse todos ellos al mismo trabajo humano, al trabajo humano abstracto.
Por tanto, un valor de uso, un bien, sólo encierra un valor por
ser encarnación o materialización del trabajo humano abstracto. ¿Cómo se mide
la magnitud de este valor? Por la cantidad de "sustancia creadora de valor", es decir, de trabajo,
que encierra. Y, a su vez, la cantidad de trabajo que encierra se mide por el tiempo
de su duración, y el tiempo de trabajo, tiene, finalmente, su unidad de medida en las distintas
fracciones del tiempo: horas, días, etc.
Se dirá que, si el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo invertida en su
producción, las mercancías encerrarán tanto más valor cuanto más holgazán o más torpe sea el
hombre que las produce o, lo que es lo mismo, cuanto más tiempo tarde en producirlas.
Pero no; el trabajo que forma la sustancia de los valores es trabajo humano igual, inversión de la
misma fuerza humana de trabajo. Es como si toda la fuerza de trabajo de la sociedad, materializada
en la totalidad de los valores que forman el mundo de las mercancías, representase para estos
efectos una inmensa fuerza humana de trabajo, no obstante ser la suma de un sinnúmero de fuerzas
de trabajo individuales.
Cada una de estas fuerzas individuales de trabajo es una fuerza humana de trabajo equivalente a
las demás, siempre y cuando que presente el carácter de una fuerza media de trabajo social y dé,
además, el rendimiento que a esa fuerza media de trabajo social corresponde; o lo que es lo mismo,
siempre y cuando que para producir una mercancía no consuma más que el tiempo de trabajo que
representa la media necesaria, o sea el tiempo de trabajo socialmente necesario.
Tiempo de trabajo socialmente necesario es aquel que se requiere para producir un (pag. 6) valor
de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción y con el grado medio de destreza e
intensidad de trabajo imperantes en la sociedad.
Por consiguiente, lo que determina la magnitud del valor de un objeto no es más que
la cantidad de trabajo socialmente necesario o sea el tiempo de trabajo socialmente
necesario para su producción.
Mercancías que encierran cantidades de trabajo iguales o que pueden ser producidas en el mismo
tiempo de trabajo representan, por tanto, la misma magnitud de valor.
La magnitud de valor de una mercancía permanecería, por tanto, constante, invariable, si
permaneciese también constante el tiempo de trabajo necesario para su producción.
Pero éste cambia al cambiar la capacidad productiva del trabajo. La capacidad productiva del
trabajo depende de una serie de factores, entre los cuales se cuentan el grado medio destreza del
obrero, el nivel de progreso de la ciencia y de sus aplicaciones, la organización social del proceso
de producción, el volumen y la eficacia de los medios de producción y las condiciones naturales.
(pag.7)
Por lo tanto, la magnitud del valor de una mercancía cambia en razón directa a
la cantidad y en razón inversa a la capacidad productiva del trabajo que en ella se invierte.
Un objeto puede ser valor de uso sin ser valor.
Así acontece cuando la utilidad que ese objeto encierra para el hombre no se debe al trabajo. Es el
caso del aire, de la tierra virgen, de las praderas naturales, de los bosques silvestres, etc. Y puede,
asimismo, un objeto ser útil y producto del trabajo humano sin ser mercancía.
Para producir mercancías, no basta producir valores de uso, sino que es menester producir valores
de uso para otros, valores de uso sociales. Para ser mercancía, el producto ha de pasar a
manos de otro, del que lo consume, por medio de un acto de cambio.
Finalmente, ningún objeto puede ser un valor sin ser a la vez objeto útil. Si es inútil, lo será también
el trabajo que éste encierra; no contará como trabajo ni representará, por tanto, un valor.
2. Doble carácter del trabajo representado por las mercancías.
Veíamos al comenzar que la mercancía tenía dos caras: la de valor de uso y la de valor de cambio.
Más tarde, hemos vuelto a encontrarnos (pag.8) con que el trabajo expresado en el valor no
presentaba los mismos caracteres que el trabajo creador de valores de uso. Nadie, hasta ahora,
había puesto de relieve críticamente este doble carácter del trabajo representado por la mercancía.
Y como este punto es el eje en torno al cual gira la compresión de la economía política, hemos de
detenernos a examinarlo con cierto cuidado.
La levita es un valor de uso que satisface una necesidad concreta. Para crearlo, se requiere
una determinada clase de actividad productiva. Esta actividad está determinada por su fin,
modo de operar, objeto, medios y resultado. El trabajo cuya utilidad viene a materializarse así en
el valor de uso de su producto … es lo que llamamos…trabajo útil. Considerado desde este punto
de vista, el trabajo se nos revela siempre asociado a su utilidad.
Del mismo modo que la levita y el lienzo son valores de uso cualitativamente distinto, los
trabajos a que deben su existencia - o sea, el trabajo del sastre y del tejedor - son también
trabajos cualitativamente distintos.
Bajo el tropel de los diversos valores de uso o mercancías, desfila ante nosotros un conjunto de
trabajos útiles no menos variados, trabajos que difieren unos de otros, en género, especie, familia,
subespecie y variedad: es la división social del trabajo, condición de la vida de la producción de
mercancías, aunque ésta no lo sea, a su vez, de la división social del trabajo.
Así, por ejemplo, la comunidad de la India antigua supone una división social del trabajo, a pesar
de lo cual los productos no se convierten allí en mercancías. O, para poner otro ejemplo: en toda
fábrica reina una división sistemática del trabajo, pero esta división no se basa en el hecho de que
los obreros cambien entre sí sus productos individuales. Sólo los productos de trabajos
privados independientes los unos de los otros pueden revestir en sus relaciones mutuas el
carácter de mercancías. (pág.9)
Los valores de uso, levita, lienzo, etc., o lo que es lo mismo, las mercancías consideradas como
objetos corpóreos, son combinaciones de dos elementos: la materia, que suministra la
naturaleza, y el trabajo.
El trabajo no es, pues, la fuente única y exclusiva de los valores de uso que produce, de
la riqueza material. El trabajo es, como ha dicho William Petty, el padre de la riqueza, y la tierra
la madre. (pag.10)
Si prescindimos del carácter concreto de la actividad productiva y, por tanto, de la utilidad del
trabajo, ¿qué queda en pie de él? Queda, simplemente, el ser un gasto de fuerza humana de
trabajo. El trabajo del sastre y el del tejedor, aun representando actividades productivas
cualitativamente distintas, tienen de común el ser un gasto productivo de cerebro humano, de
músculo, de nervios, de brazo, etc.; por tanto, en este sentido, ambos son trabajo humano. No
son más que dos formas distintas de aplicar la fuerza de trabajo del hombre.
El trabajo humano es el empleo de esa simple fuerza de trabajo que todo hombre común y
corriente, por término medio, posee en su organismo corpóreo, sin necesidad de una especial
educación. El simple trabajo medio cambia, indudablemente, de carácter según los países y la
cultura de cada época, pero existe siempre, dentro de una sociedad dada. El trabajo complejo no
es más que el trabajo simple potenciado o, mejor dicho, multiplicado: por donde una pequeña
cantidad de trabajo complejo puede equivaler a una cantidad (pág.11) grande de trabajo simple.
Por muy complejo que sea el trabajo a que debe a su existencia una mercancía, el valor la equipara
en seguida al producto del trabajo simple, y como tal valor sólo representa, por tanto, una
determinada cantidad de trabajo simple. Las diversas proporciones en que diversas clases de trabajo
se reducen a la unidad de medida del trabajo simple se establecen a través de un proceso social
que obra a espaldas de los productores, y esto les mueve a pensar que son el fruto de la costumbre.
Por tanto, si con relación al valor de uso el trabajo representado por las mercancía sólo
interesa cualitativamente, con relación a la magnitud del valor interesa sólo en su
aspecto cuantitativo, una vez reducido a la unidad de trabajo humano puro y simple. En el primer
caso, lo que interesa es la clase y calidad del trabajo; en el segundo caso, su (pag.12) cantidad,
su duración.
Cuanto mayor sea la cantidad de valor de uso mayor será, de por sí, la riqueza material: dos
levitas encierran más riqueza que una. Con dos levitas pueden vestirse dos personas: con una de
estas prendas, una solamente, etc. … Sin embargo, puede ocurrir que a medida que crece la riqueza
material, disminuya la magnitud de valor que representa.
Estas fluctuaciones contradictorias entre sí se explican por el doble carácter del trabajo. La
capacidad productiva es siempre, naturalmente, capacidad productiva de trabajo útil, concreto. Y
sólo determina, como es lógico, el grado de eficacia de una actividad productiva útil, encaminada a
un fin, dentro de un período de tiempo dado. Por tanto, el trabajo útil rendirá una cantidad más o
menos grande de productos según el ritmo con que aumente o disminuya su capacidad productiva.
Por el contrario, los cambios operados en la capacidad productiva no afectan de suyo al trabajo que
el valor representa.
Como la capacidad productiva es siempre función de la forma concreta y útil del trabajo.
trabajo, es lógico que tan pronto como se hace omiso de su forma concreta, útil, no afecte para
nada a éste.
El mismo trabajo rinde, por tanto, durante el mismo tiempo, idéntica cantidad de valor, por
mucho que cambie su capacidad productiva.
En cambio, puede arrojar en el mismo tiempo cantidades distintas de valores de uso,
mayores o menores según que su capacidad productiva aumente o disminuya.
Como se ve, el mismo cambio operado en la capacidad productiva, por virtud del cual aumenta el
rendimiento del trabajo y, por tanto, la masa de los valores de uso creados por éste disminuye la
magnitud de valor de esta masa total incrementada, siempre en el supuesto de que acorte
el tiempo de trabajo necesario para su producción. Y a la inversa.
Todo trabajo es, de una parte, gasto de la fuerza humana de trabajo en el sentido fisiológico y,
como tal, como trabajo humano igual o trabajo humano abstracto, forma el valor de la mercancía.
Pero todo (pag.13) trabajo es, de otra parte, gasto de la fuerza humana de trabajo bajo una forma
especial y encaminada a un fin y, como tal, como trabajo concreto y útil, produce los valores de
uso.
3. La forma de valor o el valor de cambio
Si bien la dualidad de la mercancía es muy importante, Marx señala que era esencialmente conocida
por los economistas que le precedieron (aunque debe tenerse en cuenta que, desde Aristóteles a
Adam Smith y Ricardo, todos ellos distinguieron entre valor de uso y valor de cambio, pero ninguno,
como él, entre valor de uso y valor). Sin embargo, Marx reivindica enérgicamente haber sido él el
primero, en la historia de la economía política, en aclarar además la dualidad contenida en el trabajo
representado en la mercancía, aspecto tan importante que para él constituye el eje sobre el que
gira toda la economía.
El trabajo que crea la mercancía es ante todo “trabajo útil”, una actividad productiva específica
condicionada por la división social del trabajo tal como ha sido desarrollada históricamente. Esta
actividad específica nos muestra el cómo y el qué del trabajo, es lo que los ingleses llaman work, y
es lo que, junto a la tierra (es decir, la naturaleza), crea la riqueza que contiene todo lo producido.
Marx se remite aquí a William Petty para reivindicar su famoso dicho de que la riqueza tiene “un
padre” y “una madre”: la hand del trabajador (el trabajo) y la land (tierra o naturaleza que se
trabaja). Pero el trabajo es a la vez labour, es decir trabajo humano del que nos interesa saber
sobre todo su cantidad, el cuánto. En este segundo sentido, el trabajo es tan sólo gasto de fuerza
de trabajo humana, gasto productivo de cerebro, músculo, mano, órganos sensibles... humanos.
No es trabajo específico de sastre o de tejedor, sino “trabajo humano puro y simple”.
Marx insiste en este trabajo a partir de la siguiente analogía fundamental. De igual forma que un
mismo hombre puede trabajar al mismo tiempo como sastre y como tejedor, repartiendo su tiempo
de trabajo entre los dos tipos de tareas, otro tanto ocurre con el “hombre social” cuando la sociedad
desarrolla las condiciones para esta transformación. En la sociedad moderna, capitalista, cuando la
evolución de la demanda exige que el organismo social en su conjunto transfiera trabajo humano
desde la labor de tejer a la de sastrería, o a la inversa, ocurre como en el caso del individuo
anteriormente señalado. Por consiguiente, el trabajo resultante es también trabajo humano en
general, o indiferenciado, cierta cantidad del trabajo medio simple que puede realizar cualquier
hombre común y corriente en cuanto actividad normal de la vida. Y es precisamente este trabajo
simple el único cuya cantidad le va a interesar a Marx en todo El capital, como él mismo se encarga
de advertir aquí expresamente.
Por supuesto, no todos los trabajos son simples, también hay trabajo calificado o complejo, pero
éste queda reducido a trabajo simple cuando lo que importa es medir la cantidad de trabajo. En
esos términos, el trabajo complejo sólo es trabajo simple “potenciado, o mejor multiplicado”, y la
reducción se produce constantemente por medio de un proceso social que, no por quedar a las
espaldas de los productores, deja de ser menos real. Por consiguiente, Marx es muy claro aquí
porque quiere evitar cualquier posible confusión: el trabajo del sastre o el trabajo del tejedor sólo
son sustancia del valor chaqueta o del valor lienzo en tanto que ambos poseen la misma cualidad:
la de ser simple trabajo humano, y consistir en puro gasto fisiológico del organismo de los hombres
sociales.
Este carácter bifacético del trabajo es de fundamental importancia para entender, además, lo
siguiente: es bien posible, por no decir necesario, que aumente la riqueza material que se crea con
el trabajo y que al mismo tiempo disminuya la magnitud de valor creado por él. Esto es así porque
dada cierta cantidad, x, de trabajo, ésta siempre será responsable, como hemos dicho, de la
creación de la misma cantidad de valor. Sin embargo, la mayor o menor productividad del trabajo
útil y concreto en el que se manifiesta el trabajo humano puede hacer aumentar o disminuir el
volumen de valores de uso por unidad de tiempo que resultan del proceso de la producción.
Tras el carácter doble de la mercancía y del trabajo mismo, Marx pasa a una tercera cuestión central
de este capítulo I: la forma de valor, o el valor de cambio, a la que dedica la parte más extensa de
su exposición (de hecho, en la edición de siglo XXI se incluye como apéndice al libro I la primera
versión, no publicada en su momento, redactada por Marx sobre la “forma de valor”). Aquí también
se muestra el autor orgulloso de su propia aportación, e indica haber sido él el descubridor de la
génesis de la forma dinero a partir del análisis de la forma de valor. Este análisis consiste
precisamente en su desarrollo, que, como dirá más tarde, coincide precisamente con el propio
“desarrollo de la forma mercancía”. En el desarrollo de la forma de valor, Marx escoge cuatro fases,
y por esa razón divide en cuatro apartados el largo epígrafe que dedica a la misma, a saber: las
formas “simple”, “total”, “general “y “de dinero”.
A. La forma simple o singular de valor contiene, en realidad, todo el secreto. Esta forma es
simplemente:
x A = y B (1)
Las dos mercancías que se igualan así no desempeñan el mismo papel, sino que A tiene un papel
activo, mientras que B interpreta un papel pasivo. Más en particular, la forma de valor tiene dos
ingredientes: la “forma relativa” (A) y la “forma de equivalente” (B). Pero estos ingredientes son en
realidad extremos excluyentes y contrapuestos, son dos “polos” de la misma expresión de valor.
Por eso, se analizan sucesivamente, por separado, antes de volverlos a reunir en un análisis de
conjunto.
En la forma relativa de valor, hay que distinguir su “contenido” de su “carácter cuantitativo”
determinado, y Marx señala que hay que proceder empezando por el primero, y no, como sucede
habitualmente, a la inversa. El contenido de esta forma de valor es sencillamente A = B, que es el
“fundamento” de la ecuación (1), o ecuación de valor. Esto quiere decir que la dualidad intrínseca,
entre el valor de uso y el valor, se manifiesta ahora como una antítesis externa: la figura del valor
de uso A manifiesta su valor por medio de otra mercancía, la B, que figura aquí sólo como valor, o
“espejo de valor”, de A. Esto tiene la mayor importancia para Marx. Ya que no se trata sólo de la
creación de valor por medio del trabajo. Es verdad que el trabajo humano crea valor, pero no es
valor, dice Marx. Para expresar el valor como gelatina de trabajo humano, hay que expresarlo en
cuanto objetividad, es decir, en una cosa distinta. Por tanto, B es, en la relación de valor que
representa A = B, un valor, mientras que fuera de dicha relación, cuando se considera a B por sí
misma, esa cosa es simplemente, como en todas las mercancía, “portadora de valor”.
Por eso es tan importante esto: en la relación de valor, en la “equiparación” de A con B, en su
relación de intercambio, se va más allá de la pura abstracción de valor. Como hemos dicho, B es
valor, y en cuanto valor A es igual a B, tiene su mismo aspecto, por lo que adopta de esta forma
una forma distinta de su forma natural: su forma de valor. Esta forma relativa o relacional quiere
decir que el cuerpo de B hace de espejo de valor de A, de la misma forma que Pablo puede ser para
Pedro tan sólo la “forma en que se manifiesta el genus hombre” para él.
Pero, además del contenido, está el “carácter determinado cuantitativo” de la ecuación de valor,
pues la forma de valor no sólo expresa “valor en general” sino una determinada magnitud o cuantía
del mismo. Esto quiere decir que el valor relativo puede variar aunque su valor (su contenido en
trabajo humano) siga siendo el mismo; o bien lo contrario: que el valor relativo puede mantenerse
igual a pesar de haberse modificado el valor que subyace al valor relativo.
En cuanto a la forma de equivalente, sucede lo contrario: no contiene ninguna determinación
cuantitativa del valor. Para Marx, su función es triple:
1) El valor de uso se convierte en la forma de manifestación de su contrario: el valor. Para entenderlo
mejor, recurre a una nueva analogía: el trozo de hierro que se utiliza como pesa en la “relación
ponderal” (de peso). Aunque su cuerpo férreo tiene, por sí mismo, peso, y además un cierto peso,
en cuanto polo de la relación ponderal esta pesa de hierro sólo es “figura de la pesantez”, y en
toda la relación viene ya presupuesto que las dos cosas que se comparan tienen peso.
2) El trabajo concreto se convierte en la forma de manifestación de su contrario: el trabajo
abstractamente humano.
3) El trabajo privado se convierte en la forma de manifestación de su contrario: trabajo bajo forma
directamente social.
Y una vez considerados los dos polos de la forma simple o singular de valor (se entenderá luego
mejor por qué liga Marx el adjetivo “simple” a la forma relativa, mientras que “singular” se vincula
a la forma de equivalente), pasa a considerar la forma en su conjunto. Primero, para rendir
homenaje al genio de Aristóteles, que supo ver que en esta forma se contiene la igualdad de las
cosas que se comparan, aunque señalando al mismo tiempo la raíz de la limitación del análisis del
griego en este punto. Aristóteles no pudo llegar a descubrir el contenido del valor a partir de su
análisis de la forma de valor porque su contexto social se lo impedía. Para que este descubrimiento
hubiera sido posible, habría hecho
falta que la Grecia clásica conociera algo que sólo se ha conocido en la sociedad capitalista moderna:
la conversión de todos los hombres en “poseedores de mercancía” y su igualación por medio de las
leyes de la mercancía. Hubiera hecho falta, no la desigualdad humana y de las fuerzas de trabajo
que existía en la sociedad esclavista de su época, sino la igualdad humana actual que genera el
capitalismo, hasta hacer de ella una verdad con el carácter de un auténtico “prejuicio popular”.
B. La forma total o desplegada de valor se expresa en una fórmula mercantil modificada:

z A = u B = v C = w D = x E = etc. (2)
Marx llama ahora a la forma relativa (z A) “forma relativa desplegada”, y considera que la forma de
equivalente (el resto de la fórmula) se descompone en tantas “formas particulares de equivalente”
como miembros aparecen en la ecuación, razón por la cual considera que esta forma total es siempre
incompleta y deficiente, y necesita su “inversión” en la forma C que estudiaremos a continuación.
Una particularidad de esta forma B es que, según Marx, hace obvio que es la magnitud de valor la
que regula las relaciones de intercambio, y no al revés, puesto que ahora la pluralidad de valores
de cambio de A aparece todos directamente en esta fórmula. Por consiguiente, si invertimos la B
obtendremos la C.
C. La forma general de valor es general sencillamente porque es simple y común (unitaria):
Cada uno de los miembros de la izquierda son ahora una “forma relativa social general (o unitaria)”,
y todos se expresan en lo que es el “equivalente general” (la mercancía A, cuya forma relativa
propia, en caso de que necesitáramos expresarla, sería la forma B, a diferencia de lo que ocurre
con las demás mercancías). Marx aprovecha aquí para recordar que el desarrollo histórico de la
forma de equivalente es un resultado del desarrollo histórico de la forma relativa de valor, y que en
la medida en que ambas se desarrollan se desarrolla asimismo la antítesis que expresan. Por
consiguiente, es posible ahora conectar cada una de esas formas con su momento histórico
correspondiente: la forma A se corresponde con el momento en que los intercambios son fortuitos,
ocasionales, excepcionales; la forma B sucede cuando se ha vuelto habitual el intercambio de algún
tipo particular de mercancía, por ejemplo, las reses; mientras que cuando domina la forma C
podríamos decir que “la tarea de darse una forma de valor” se convierte en una obra común, y no
en un asunto privado, del mundo de las mercancías.
La forma C requiere, por tanto, que la relación social se haga omnilateral, o multilateral, que se
convierta en una “forma socialmente vigente”. Por tanto, sólo cuando la forma equivalente se
circunscribe a una clase específica de mercancía, adquiere esta forma su consistencia objetiva”, su
“vigencia social general”, y se ponen las condiciones para que esta forma se desarrolle, a su vez,
en dirección a la siguiente (la D), y para que la mercancía que hace de equivalente general “devenga
mercancía dinero”, es decir, funcione realmente como dinero.
D. La forma de dinero, cuyo germen existe ya realmente en la forma A, no es sino una modificación
de la anterior:

Por esta razón, estamos ahora ante una variación que, a diferencia de las dos anteriores, no es
esencial, sino de grado, motivada por la práctica social y consuetudinaria que hace que una
mercancía específica –por ejemplo, el oro– que antes fue, como todas, sólo un equivalente singular
y particular, haya pasado a convertirse en un equivalente realmente general.
En la fórmula anterior, se pueden sustituir las dos onzas de oro por cualquiera de sus
denominaciones monetarias nacionales, por ejemplo, la libra esterlina, de forma que ya no resulta
misterio alguno la comprensión de la forma de precio. La forma de precio adoptada por el valor de
una mercancía (por ejemplo, v C = 2 £) será, pues, la forma relativa simple de esa mercancía
(expresada) en la mercancía dineraria.
4. El carácter fetichista de la mercancía y su secreto
Una vez acabado el repaso a las diferentes formas de valor, y antes de pasar a los otros dos capítulos
que componen esta primera sección de El capital –y que en realidad pueden entenderse como una
explicación más detallada de esta “forma de dinero” que nos acaba de aparecer–, Marx hace una
interesante digresión por uno de sus temas favoritos, al que volverá más tarde una y otra vez: “el
carácter fetichista de la mercancía, y su secreto”.
Este carácter fetiche de la mercancía –“fetichista”, “fantasmal”, “enigmático”, “fantasmagórico”,
“misterioso”, “mágico”, “místico”, “fantástico”, “ilusorio”, “neblinoso”..., son algunos de los adjetivos
que aplica al referirse a esto– se reduce esencialmente a algo que no es difícil entender: basándose
en la apariencia, los mercaderes, hombres prácticos, y los economistas, sus teóricos o sicofantes,
conceden un carácter social a lo que sólo es lo natural de la mercancía (por ejemplo, llaman capital
a lo que sólo es un medio de producción); y, a la inversa, toman por natural lo que no es sino su
lado social y nada natural (por ejemplo, el hecho de que la mercancía tenga precio lo toman como
una propiedad natural más de la cosa mercancía). El famoso fetichismo se reduce por tanto a este
doble quid pro quo, que surge, no del cuerpo de la mercancía, que es fácil de comprender, sino de
su forma, su propia forma mercantil, debido a la “peculiar índole social del trabajo que las produce”,
es decir, debido a que los trabajos privados e independientes que las producen sólo se vuelven
sociales, parte del todo a que realmente pertenecen, por medio del intercambio y el mercado.
La escisión de la mercancía en cosa y valor sólo se produce auténticamente cuando, ya en su
producción, el producto del trabajo se convierte en mercancía, y el trabajo privado en doblemente
social: ha de cumplir su parte en la división social del trabajo como algo natural, y ha de
materializarse en una mercancía que pueda realizar su valor. Los productores no saben lo segundo;
o más precisamente, no saben que al equiparar en el mercado sus productos heterogéneos están
reduciendo a trabajo humano homogéneo sus trabajos específicos, pero lo hacen, y este carácter
particular de ser valor lo conciben como algo universal. Sin embargo, un repaso de las distintas
formas posibles de sociedad nos convencerá de lo específico de la forma mercantil.
En una sociedad donde la sociedad se reduce a un solo individuo –la economía de Robinsón Crusoe–
también existe la necesidad de distribuir el trabajo social entre las distintas necesidades que debe
cubrir esta sociedad, pero aquí las relaciones entre Robinsón y las cosas son “sencillas y
transparentes”, por lo que el trabajo total se distribuirá directamente como algo social. Igualmente,
en la sociedad medieval europea, también la particularidad de los diferentes trabajos naturales
individuales es compatible con su distribución social directa, de forma que las relaciones de las
personas como productores se identifican con las relaciones sociales de tipo personal en que
consiste el feudalismo. Otro tanto sucede con el trabajo colectivo de la familia en la forma productiva
basada en la producción familiar: el gasto de cada trabajo individual está determinado socialmente
de forma directa como parte del conjunto natural del trabajo social de la unidad familiar. Y lo mismo
sucederá, en cuarto lugar, con el cuarto caso alternativo analizado: en la sociedad colectiva global
o asociación de hombres libres, la distribución planificada del trabajo social será al mismo tiempo la
distribución de los trabajos cualitativamente determinados de cada uno.
Por el contrario, en la producción mercantil de tipo capitalista –pues Marx considera que las formas
de producción mercantil anteriores al capitalismo sólo desempeñaron un papel subordinado en el
contexto de su correspondiente modo de producción dominante (antiguo, asiático, etc.)–, aparece
en la conciencia burguesa el precio de las mercancías como una necesidad natural porque “la
apariencia objetiva de las determinaciones sociales del trabajo” se les presenta sólo como la
apariencia de una realidad pero sin la comprensión de esa realidad misma –y por cierto, su actitud
respecto a las formas sociales anteriores es la misma que la de las religiones respecto a las demás
religiones: la propia es verdadera porque es natural, las otras son falsas porque son artificiales–,
por lo que es imposible que se planteen correctamente la pregunta crucial: ¿por qué? Más en
concreto: ¿por qué en el capitalismo adopta la producción la forma mercantil o de valor?
Al no entender eso, los economistas piensan que el valor es un atributo de las cosas, mientras que
el valor de uso les parece un atributo del hombre (la utilidad les parece algo que implica al individuo
que consume) que no depende tanto de sus propiedades como cosas; es decir: todo justo al revés.
Rieznik, capítulo 4
El valor, al aparecer como un atributo del producto del trabajo en sí, es indisociable del carácter
fetichista de la mercancía.
El valor de uso de las mercancías (aquellas propiedades que permiten satisfacer necesidades
humanas concretas mediante su consumo) es el sostén material del valor de cambio. Pero el valor
de cambio como tal, fuera de ese sostén, es la expresión de una pura relación social. Es un
análisis lógico-histórico. Primero vinieron los valores de uso, los productos del trabajo, y luego las
mercancías o luego la transformación de ciertos productos del trabajo en mercancías. Además de
ser valores de eso se transforman en cosas que se pueden intercambiar conforme a la cantidad de
trabajo socialmente necesario, abstracto, que tienen. Que los hombres tengan que apelar a este
recurso es una consecuencia de la forma en que previamente se organizaron para producir.
Poseedores y desposeídos contemporáneos
El capital es una relación social, no es sinónimo de medios de producción. Es sinónimo de medios
de producción que funcionan en el contexto de determinadas relaciones sociales. Y esas
relaciones sociales convierten a los medios de producción en capital.
La premisa de la existencia misma del capital es la existencia de un sector mayoritario de la
sociedad que no posea ningún otro elemento para producir que su propia capacidad de trabajar y
de un sector minoritario que monopolice, en consecuencia, la propiedad o la posesión de los
medios de producción. Es en esta relación social donde surge el capital. El individuo que
pertenece a la clase de los que no tienen otra cosa que su capacidad de trabajar es el obrero
moderno. Y el obrero moderno es una consecuencia de la separación entre el productor pre-
capitalista y sus medios de trabajo.
En esta relación social la tendencia es a que la mercantilización de todos los productos del trabajo
se extienda, incluso, a la propia fuerza de trabajo, que se vende y se compra. En definitiva, el
análisis de la economía política es el análisis de la especificidad de las relaciones sociales
antagónicas de producción en el mundo moderno.
La relación social capitalista consiste en que los propietarios del trabajo pasado (máquinas,
herramientas, medios de producción), en general utilizan ese trabajo para valorizarlo como
mercancía. El capital también es una mercancía cuando ese medio de producción se une a la
explotación del trabajo vivo, que produce más valor. El capital es un valor, o conjunto de valores,
que se autovalorizan mediante el valor que acrecienta el trabajo vivo no remunerado, la plusvalía.
El trabajo muerto se aprovecha del trabajo vivo para potenciarse como valor.
El contenido de la relación capitalista
El contenido particular de la relación social capitalista es la confiscación. El capital surge como
relación social cuando el trabajador es separado de las condiciones de trabajo y solo queda con su
capacidad de trabajar. Aunque el capitalismo se presenta en principio como una sociedad de
iguales, su punto de partida es un monopolio, el monopolio de los medios de producción.
Esta confiscación es la primera forma que toma la relación social capitalista, Es la relación original.
El campesino y el artesano se convirtieron en los modernos obreros a través de métodos brutales,
x ej saqueo. Es el proceso histórico que permitió acumular las masas de capital que luego
funcionarían en algunos casos como masa de capital industrial. Este proceso será la base de la
revolución industrial, por eso se llama “acumulación primitiva”.
No se puede explicar el surgimiento del capital por métodos capitalistas desde el punto de vista
del desarrollo histórico. A este primer proceso histórico, que abarca toda una etapa, corresponde
la manifestación más elemental de la confiscación original que es el contenido propio de la
relación social capitalista.
La segunda dimensión histórica de la confiscación se produce ya con el funcionamiento “normal”
del capitalismo. En el capitalismo “normal” el intercambio de mercancías se da a partir de la “ley
de valor” (los productos del trabajo como mercancías se intercambian como equivalentes). Las
mercancías “valen” el trabajo que cuesta producirlas en condiciones normales. Con el capitalismo
como modo de producción, cambia de forma el contenido expropiador de la relación social
capitalista. El capital se valoriza por métodos propios del capitalismo, extrayendo plusvalía. La
plusvalía se explica aplicando la ley del valor, no violándola. Todo se cambia de acuerdo con el
trabajo socialmente necesario, la plusvalía surge de la mercancía fuerza de trabajo, que tiene el
trabajo socialmente necesario para reproducir al obrero de como que pueda vender
sistemáticamente su fuerza de trabajo por un periodo. Y el valor de uso de la fuerza de trabajo es
crear valor. La confiscación opera mediante el mecanismo propio de esa ley que dice que la
regulación del trabajo en nuestra sociedad se hace mediante el intercambio de equivalentes de
trabajo socialmente necesario.
La confiscación de su desarrollo histórico resulta como la obra que devora a su propio autor. Una
vez que se ha confiscado a todo el mundo y se lo ha convertido en obrero, la confiscación opera
también confiscando a los capitalistas. Es la tercera gran dimensión de la evolución de la relación
social.
1- El gran capital confisca al pequeño y mediano capital. 2- la confiscación que es propia de la
relación social capitalista ha llegado a un punto tan elevado, que ya se torna incompatible con el
funcionamiento de la sociedad capitalista. Este desarrollo de las fuerzas productivas reclama ahora
otro tipo de relación social, en la cual la producción sea puesta bajo control social de los
productores. Una vez que llegó al extremo la confiscaciones de todo el mundo por unos pocos,
todo el mundo debe expropiar a unos pocos para reapropiarse de las condiciones generales de la
producción.
La expropiación del capital
Las relaciones sociales de producción son, en un principio, un estimulo al desarrollo de las fuerzas
productivas. Las relaciones sociales capitalistas fueron un estímulo al desarrollo de la capacidad
del hombre de producir. Bajo esas relaciones sociales capitalistas se desenvuelve una potencia
productiva jamás imaginada. La propiedad privada es un obstáculo a un desarrollo ulterior de las
fuerzas productivas. Este enorme acervo social, creado por el trabajo de generaciones, debe ser
puesto al servicio de una planificación auténticamente humana.
“El modo capitalista de producción y de apropiación, y por lo tanto la propiedad privada
capitalista, es la primera negación de la propiedad privada individual fundada en el trabajo
propio”. Hay dos tipos de propiedad privada: la fundada en el trabajo propio y la fundada en el
trabajo ajeno.
La propiedad privada capitalista negó la propiedad individual, y el desarrollo de la propiedad
privada capitalista crea condiciones para la negación de esta negación, la negación de la
propiedad privada capitalista: la propiedad colectiva de los medios de producción. “Esta
restauraría la propiedad individual, pero sobre el fundamente de la conquista alcanzada por la era
capitalista: la cooperación de trabajadores libres y su propiedad colectiva sobre la tierra y sobre
los medios de producción producidos por el trabajo mismo”. Ahora el individuo no es el individuo
de la pequeña propiedad de principios del capitalismo, Es el individuo-trabajador colectivo, es el
individuo social.
Rieznik, capítulo 5
Condiciones de existencia de la mercancía:
1- La existencia de productores privados independientes aislados entre sí; 2- Que producen para
la sociedad; 3- En tal contexto, la relación entre los productores se da a través de la cosa
producida, del intercambio del producto del trabajo.
Historia de un problema
La preocupación original de la economía política era comprender como se regulaba un sistema
productivo de estas características. Para resolver este problema se plantea la teoría del valor. Para
los clásicos, el excedente económico y la creación de riqueza eran una propiedad que
correspondía a todo el sistema económico y en particular a la emergencia y pujanza del sector
urbano manufacturero.
Adam Smith llegó a la conclusión de que las cosas valían con relación al trabajo que tenían
incorporado. Lo que tienen en común dos mercancías distintas es que son productos del trabajo.
La mercancía no solo repone el trabajo que costó producirla, sino que, además, al venderse la
mercancía da como resultado un determinado lucro. El problema que surge es saber de dónde
proviene este lucro porque, si la mercancía vale el trabajo que tiene y se cambia por algo como
equivalente de cantidad de trabajo, ¿de dónde salió lo que sobró? Smith no pudo resolver este
problema, no pudo comprender por qué era distinto el trabajo necesario del trabajo contenido en
las materias.
De Smith y Ricadro a Marx: La solución
Ricardo dice que la cosa no vale según el trabajo de la mercancía que la gente va a obtener. El
valor es preexistente porque se forma antes de que el producto se venda; el valor se forma en la
producción. El valor no es el trabajo que comanda la mercancía, es el trabajo que esta tiene
contenido.
Hay dos tipos de trabajo, el directo que es el vivo, y el indirecto es que el muerto.
Para resolver el dilema de Smith sobre la desigualdad entre trabajo necesario y trabajo
incorporado, Ricardo supuso que era necesario entonces precisar el valor del propio trabajo. Si
una mercancía vale según el trabajo que tiene incorporado, ¿cuál es el valor del trabajo? Así
Ricardo quedó atrapado en un círculo vicioso. Ricardo dejó en claro que el lucro era siempre una
parte del valor resultante del trabajo incorporado por el trabajadores.
¿De dónde viene el lucro de los capitalistas? Para resolver esto, Marx parte del análisis
desarrollado por los economistas clásicos y define el aspecto cuantitativo del valor. Una mercancía
vale según el trabajo socialmente necesario para producirla (promedio).
La preocupación de Ricardo por encontrarle un valor al trabajo no tiene sentido: el trabajo no
tiene valor, crea valor. El salario no es el valor del trabajo, sino el valor de la fuerza de trabajo.
Como cualquier otra mercancía, la fuerza de trabajo vale el trabajo social que sea necesario para
reproducirla. Y la fuerza de trabajo se reproduce alimentando obreros, dándoles condiciones
mínimas de subsistencia.
El capitalista paga lo que vale la mercancía fuerza de trabajo y utiliza el valor de uso de esa
mercancía, el cual es trabajar un cierto número de horas y producir un valor. Pero esas horas de
trabajo del obrero son distintas de las horas de trabajo involucradas en la producción de las
mercancías que el obrero consume.
En consecuencia, la fuerza de trabajo en acción produce un valor que es superior al valor de la
mercancía fuerza de trabajo. El valor creado por el trabajo en una jornada determinada es
superior al valor necesario para reproducir la fuerza de trabajo. La desigualdad entre trabajo
necesario y trabajo contenido es la distinción que hay entre el valor que puede crear el trabajo en
determinado periodo y el tiempo necesario para reproducir las condiciones del trabajador que
ejerce ese trabajo.
Plusvalía y alienación
La fuerza de trabajo es un cambio de equivalentes en función de que se cambia por lo que cuesta
reproducirla, pero se transforma en un cambio de no equivalentes cuando esa fuerza de trabajo
actuante, trabajando, crea un valor superior al de su propio costo.
En este momento, vuelve a aparecer el trabajo alienado. “El obrero durante un tiempo
determinado cede su trabajo sin que le pertenezca. El capitalista se comporta frente a la fuerza de
trabajo como el comprador se comporta con relación a cualquier mercancía adquirida, o sea,
dispone de una manera absoluta de su valor de uso. El valor de uso de la fuerza de trabajo, si
bien es provisto por el obrero, deja de pertenecerle”.
La desigualdad en la cual se origina la ganancia queda explicada en los términos de la distinción
entre trabajo y fuerza de trabajo.
Para Smith, el hecho de nacer como trabajo privado y transformarse en trabajo social a partir del
intercambio constituye el modo natural de formación de una sociedad. Por el contrario, para Marx
la formación de la sociedad a través del intercambio de productos obtenidos de una forma privada
no solo no es un proceso natural, sino que es la consecuencia de la pérdida del carácter
originariamente social propio del trabajo humano. El cambio de la fuerza de trabajo implica una
enajenación de la subjetividad el trabajador que no se verifica en cualquier otra relación de
cambio. El capitalismo es, en síntesis, el desarrollo sin límites de esta contradicción básica entre el
carácter social de la producción y el carácter privado de la propiedad de los medios de esa misma
producción.
La plusvalía surge de la distinción fundamental establecida entre trabajo y fuerza de trabajo.
Fuerza de trabajo es la mercancía que el obrero vende al capitalista, su capacidad de trabajar. El
trabajo como tal no tiene ningún valor; el trabajo crea valor. Toda la clave del lucro del
capitalismo es que el trabajo, el valor que crea el trabajo en un periodo determinado, ese valor es
superior al de la fuerza de trabajo utilizada en ese mismo lapso.
La fórmula del valor
El valor creado por el trabajo en la producción capitalista se divide en dos partes: la primera, la
reproducción del trabajador; la segunda, la ganancia del capitalista. La primera se denomina
capital variable (CV); la segunda plusvalía (P). Pero el valor de una mercancía no es apenas el
trabajo vivo, también contiene el “previo”, que transfieren valor a la mercancía. Es lo que se llama
capital constante (CC).
CC+CV+P= VALOR DE LA MERCANCÍA=CANTIDAD DE TRABAJO SOCIALMENTE NECESARIO.
La distinción entre trabajo y fuerza de trabajo pone en relieve dos aspectos claves: todas las
mercancías se intercambian como “iguales”, como equivalentes de valor y que, al mismo tiempo,
existe una desigualdad clave en materia de producción de valor, que se desarrolla en el interior
del proceso productivo en la fábrica. Al vender su fuerza de trabajo, el trabajo pasa a la órbita de
dependencia de quien compro la mercancía fuerza de trabajo del obrero.
Cuando Marx habla de la esclavitud del trabajo asalariado está haciendo un análisis de este
proceso en el cual la subjetividad del trabajador deja de pertenecerle en el proceso de producción.
Esta anti naturalidad se transforma en naturalidad bajo la apología de la ideología del libre juego
del mercado,
El capital, capítulo 13, tomo 3
El punto de partida es un ejemplo numérico en el que se muestra que a una misma tasa de
plusvalor (por ejemplo, de 100%) le corresponde una tasa de ganancia cada vez menor a medida
que se hace aumentar la composición orgánica del capital. En el ejemplo, con un v = 100, la tasa
de ganancia que corresponde a un capital constante de 100, 200, 300 y 400 sería,
respectivamente, de 50%, 33.3%, 25% y 20%. En realidad, las composiciones en valor del
ejemplo se toman como índices de la composición orgánica, y por tanto la evolución significa que
el “mismo número de obreros” pone en movimiento “una masa constantemente creciente de
medios de trabajo”, que es lo que de hecho ocurre en la realidad, y no sólo en el ejemplo (es
decir, la serie “hipotética” refleja la “tendencia real”). Este crecimiento de la composición orgánica
sólo es una “expresión” del aumento de la productividad social del trabajo. Y, por tanto, aunque la
tasa de plusvalor aumente –y hasta tal punto tiene que aumentar que, en el capítulo siguiente, se
recuerda que la simultaneidad de ambas tendencias hace “absurdo” explicar la baja de g’ a partir
de un “aumento en la tasa del salario”–, lo anterior se manifiesta, a su vez, como un descenso de
la tasa de ganancia (ya que el numerador crece más lentamente que el denominador en la
expresión g’ = pv’/cvc, donde cvc significa composición en valor del capital); aunque Marx anuncia
ya que dicho descenso no es “absoluto” sino más bien una “tendencia hacia una baja progresiva”,
y dice que dicho descenso se concibe antes de cualquier “escisión” de la ganancia en sus partes
componentes. La dimensión diacrónica de la ley se complementa con una dimensión sincrónica: a
los países más desarrollados les corresponderá una tasa de ganancia más baja que a los menos
desarrollados, aunque esta ley general puede desaparecer, y “revertirse” en ciertos casos, por
causas que afectan a la tasa de plusvalor de forma no orgánica. Aunque la ley parece “muy
sencilla”, la economía política no la ha descubierto hasta ahora. Resumen completo de El Capital
de Marx http://laberinto.uma.es 62 Esta ley significa en primer lugar que cualquier “capital social
medio” (de 100) se ha de usar cada vez más de forma que se empleen, relativamente, más
medios de trabajo y menos trabajo vivo, por lo que éste podrá absorber “cada vez menos
plustrabajo”. Pero la ley no es “absoluta sino relativa”; es decir, no impide que las cantidades
absolutas de trabajo y plustrabajo crezcan. Éstas no solo “pueden”, sino que “deben” aumentar de
hecho, “al margen de fluctuaciones transitorias”, dado que cualquier valor dado se traducirá ahora
por más valores de uso; y, por tanto, una masa creciente de medios de producción tenderá a
absorber más trabajo vivo que antes (lo que por otra parte se convierte en un nuevo punto de
partida para la repetición del proceso, puesto que la acumulación acelerada, sobre esta base,
significa un nuevo aumento de la productividad). Por tanto, la ley implica una doble tendencia
“simultánea”: “una masa absoluta de ganancias en aumento y una tasa de ganancia en
disminución”. O sea: como dice Marx, se trata de una ley “bifacética”, que produce los dos efectos
por “las mismas causas”, aunque se trate de una “contradicción aparente” (sólo aparente, ya que
el capital social global tiene que aumentar por la misma razón). Es decir, por la misma razón, la
ley también significa, en tercer lugar, requerimientos crecientes de capital para poner en
movimiento la misma cantidad de fuerza de trabajo; y, por tanto, una tendencia a que el capital
crezca más deprisa que la población activa, es decir, una sobrepoblación obrera permanente (o
población “relativamente supernumeraria”). De hecho, para que la masa de ganancia aumente, el
capital debe aumentar más deprisa y “en mayor proporción de lo que disminuya la tasa de
ganancia”. Dicho de otra manera, el “efecto dual” de esta ley sólo puede representarse en un
crecimiento del capital global “más veloz” que la progresión a la baja de g’, lo que sólo significa
que las mismas causas “estimulan la acumulación” y la formación de capital adicional en forma de
una “acumulación acelerada del capital”. Por consiguiente, y según hemos visto, es “superficial” y
“erróneo” ver la disminución de g’ como “consecuencia” del aumento del capital. Es algo similar, e
igual de “tosco”, que ver en la ganancia un simple margen que se añadiera arbitrariamente por
encima del valor de las mercancías. Pero la ley también se manifiesta en una “baja” del precio de
las mercancías y, a la vez, en un aumento de la parte que representa el plusvalor en ese precio
(aumento de pv/(c+v+pv)); o sea, un “aumento relativo” de la ganancia que contiene éste (sin
embargo, ese aumento de la parte de pv coincide con un descenso mayor de la parte de v y un
descenso igual de (v+pv); por tanto, con un aumento mayor de la parte de c, como ya vimos).
Contradice por tanto la idea popular de que el margen de ganancia se rebaja voluntariamente y se
compensa con un volumen vendido mayor (masa mercantil creciente), lo cual procede del
concepto de J. Steuart de “ganancia sobre la enajenación”, que deriva a su vez de la concepción del
capital comercial

El capital, capítulo 14, tomo 3


La dificultad no está, para Marx, en explicar por qué baja g’, sino “por qué esa baja no es mayor o
más rápida”. La razón es que, en efecto, operan influencias que interfieren y anulan sus efectos,
dejándola en una “baja tendencial”, de forma que sólo se manifiestan “de forma contundente”
bajo determinadas circunstancias y “en el curso de periodos prolongados”. Estas
“contratendencias” son:
1) en primer lugar, la “elevación del grado de explotación del trabajo”: aunque se puede
aumentar la duración o la intensidad de la jornada laboral por medio de métodos que aumentan la
composición orgánica, también se puede obtener sin su mediación, como por ejemplo, mediante
una mayor “velocidad de la maquinaria” o cualquier otra vía para aumentar la producción sin
aumentar el capital. Por su parte, el aumento del plusvalor relativo podría también contar aquí,
aunque debe tenerse en cuenta que se consigue normalmente por medio de un incremento de la
composición orgánica del capital, que a su vez se opone a sus efectos.
2) En segundo lugar, cita Marx la “reducción del salario por debajo de su valor”, que se
conceptúa como una causa muy importante en la realidad, pero se deja fuera del análisis teórico,
como otras cosas, por no corresponder al “análisis general del capital”.
3) Lo tercero es el “abaratamiento de los elementos del capital constante”, y a este respecto se
recuerda lo dicho en la sección primera sobre las razones de que la composición en valor no
crezca tan rápidamente como la técnica (la “desvalorización” del capital constante).
4) En cuarto lugar, la “sobrepoblación relativa” permite que afluya constantemente gente hacia
nuevos “ramos” de la producción que, o bien son refractarios a la mecanización, o en cualquier
caso usan más trabajo vivo que ninguno.
5) En quinto lugar, el “comercio exterior” puede abaratar tanto los elementos de c como de v, y la
inversión en el extranjero, en especial en las “colonias”, puede arrojar una mayor rentabilidad.
6) Por último, se trata del “aumento del capital accionario”, que permite dejar fuera de la
nivelación a muchos ahorradores que se conforman con un “dividendo” inferior al que sería
necesario para lo contrario.
Rieznik, capítulo 6
Plusvalía y ganancia
¿Qué es la ganancia? Su rta es simple y llena de implicaciones. Simple porque es lo que le queda
al capitalista una vez que recuperó el valor de su inversión original. Es decir, la plusvalía. Sin
embargo, la denominación de plusvalía cobra sentido cuando distinguimos sus dos componentes:
capital constante y capital variable. Entonces la plusvalía aparece como una consecuencia no de
todo el capital sino del capital variable. Ahora, si a la plusvalía la relacionamos con el capital
variable más el capital constante, la plusvalía toma la forma de ganancia. Ganancia es lo mismo y
no es lo mismo que plusvalía. Es lo mismo porque la magnitud de la ganancia es igual que la de la
plusvalía. Pero, es otra cosa desde el momento en que la plusvalía se vincula con la totalidad de la
aplicación capitalista. Al vincular la plusvalía con la totalidad del capital, cuando ésta
deriva apenas de una fracción de ese mismo capital, se está encubriendo el origen real
de la plusvalía que, entonces, aparece como una emanación de la aplicación global del
capital originalmente aplicado. Mientras la investigación pone de relieve que la
plusvalía es un producto de labor del trabajador, la ganancia aparece en cambio algo
producido por el capital. En el capitalismo todo funciona y aparece como si realmente la
ganancia, el lucro del capitalista, proviniera del capital, como si fuera un producto del capitalista y
no una expropiación del trabajo. Esta confusión se refuerza por el hecho de que cuando las
mercancías van al mercado no se cambian por el valor que tienen.
“La plusvalía es, relativamente hablando, lo invisible y lo esencial que hay que investigar,
mientras que la ganancia se revela como tal en la superficie de los fenómenos.”
La caía tendencial de la tasa de ganancia
La evolución del capital promedio del sistema se desarrollará en el sentido de una proporción cada
vez mayor de capital constante con relación al capital total. Esto implica que, tiende a reducirse su
capacidad de crear plusvalía, lucro o ganancia toda vez que la fuente del plusvalor de la cual se
apropia el capitalista tiende a disminuir.
 Tasa de ganancia: P/ CC+CV. Proporción entre la plusvalía y el conjunto del capital. Mide
cuánto se produce de plusvalía por unidad de capital aplicado.
 Composición orgánica del capital: CC/CV. Proporción entre el capital constante y el
variable. Mide cuánto se aplica de capital constante por cada unidad de capital variable. La
COK tiene a aumentar con el desarrollo capitalista.
 Tasa de plusvalía: P/CV. Proporción entre plusvalía y capital variable. Mide cuánta
plusvalía queda para el capitalista por cada unidad de capital variable invertida. También
tiende a aumentar, porque con el desarrollo del capitalismo el valor de la fuerza de trabajo
cae como resultado del avance en la productividad. Significa que es necesario cada vez
menos tiempo para producir una mercancía determinada.
En el límite de una sociedad automatizada no hay ganancia porque no hay trabajo humano.
Cuando hablamos de tendencia decreciente queremos decir que es un fenómeno que se impone a
lo largo del tiempo a través de una serie de manifestaciones que, a veces, son contradictorias.
La tendencia decreciente de la tasa de ganancia no es incompatible con la posibilidad de
oscilaciones bruscas, de periodos más o menos extensos que, según una cantidad de factores
diversos, pueden determinar el aumento durante cierto lapso de esa misma tasa de ganancia. La
tendencia como tal es, sin embargo, irrelevante porque está asociada al éxito del capitalismo, a la
pujanza del desarrollo y, por lo tanto, al agotamiento de su ciclo histórico de existencia como
consecuencia de que amplió su papel como modo de producción social. La tasa de ganancia
tiende a caer porque aumenta la productividad del trabajo, porque la economía es más eficiente y
porque se necesita menos trabajo vivo.

𝑃 𝑃 ∕ 𝐶𝑉 𝑃 ∕ 𝐶𝑉
𝐺= = =
𝐶𝐶 + 𝐶𝑉 𝐶𝐶 ∕ 𝐶𝑉 + 𝐶𝑉 ∕ 𝐶𝑉 𝐶𝐶 ∕ 𝐶𝑉 + 1
La tasa de ganancia queda expresada como la relación entre la tasa de explotación y la
composición orgánica. La tasa de ganancia es inversamente proporcional a la composición
orgánica del capital, lo que quiere decir que cuando más aumenta la COK, más disminuye la tasa
de ganancia. En la misma fórmula se observa que la tasa de ganancia es directamente
proporcional a la tasa de explotación; lo que significa que el aumento de esta última (tasa de
plusvalía) hace crecer la tasa de ganancia

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