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Morán Carrilo, J. M. (2006). El paradigma funcionalista en Trabajo Social. En Epistemología, Ciencia
y Paradigma en Trabajo Social. (2 ed.). Sevilla. España: Aconcagua Libros.
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José María Morán Carrillo es un licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca en
Madrid. Cuenta con un Diplomado en Trabajo Social por la Universidad de Sevilla y con el título de
Especialista en Trabajo Social en Familias por la Universidad Pablo de Olavide. Se ha desempeñado
como docente desde 1999 en la asignatura Epistemología del Trabajo Social. Entre sus obras más
destacadas está “Fundamentos del Trabajo Social: Trabajo Social y Epistemología”.
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Reseña elaborada por Laura Fernanda Ocampo Urazán (1831322). Presentada el 26 de junio de 2019, a
la profesora María Teresa Rincón Salazar, en el curso Epistemología de las Ciencias Sociales y Humanas.
Programa académico de Trabajo Social. Universidad del Valle.
Capitalismo. Estos factores indican que se trataba de una época de transformaciones y
de crisis social y moral en un marco mundial, por lo que es entendible que se buscara el
orden y el equilibrio en la sociedad, razón por la cual el autor propone el surgimiento
del funcionalismo.
Para dar más peso a sus argumentos, el autor expone las ideas más relevantes de los
precursores del pensamiento funcionalista, y sostiene que, aunque eligió cuatro, no hay
que caer en una visión reduccionista, pues no son los únicos. Así pues, Morán escribe
sobre Comte, Durkheim, Spencer y Parsons. Del primero destaca su idea de estática y
dinámica social, con la que propone un método holístico para explicar la sociedad y
afirma que el todo es la interconexión de las partes, y que la humanidad es un solo
pueblo con fines de sucesión. Del segundo, rescata la idea de que la sociedad debe
encaminarse a una búsqueda de equilibrio y orden moral, y que este autor expone la
dualidad homogéneo-heterogéneo y propone que la división del trabajo es una
alternativa para generar el perfeccionamiento de la sociedad. Del tercero, el autor resalta
su propuesta evolucionista, en la que el progreso social se consigue únicamente
mediante la adaptación de los individuos al medio. Del cuarto y último, destaca su idea
de que la estructura social se debe comprender de tal forma que las subjetividades y la
libertad no se vean amenazadas.
Al hacer referencia al vínculo entre Trabajo Social y funcionalismo, Morán plantea que,
las influencias más claras se hacen notorias en aspectos como la excesiva centralidad
del sujeto como forma de intervención social y el abuso del empirismo como estrategia
de aproximación al conocimiento de la realidad social por parte de trabajadores(as)
sociales lo que se convierte más adelante en un sesgo interpretativo o en lo que él
mismo llama una “trampa positivista”. El problema, según Morán, radica en que de este
modo se apunta al descubrimiento de regularidades en la naturaleza de las cosas, y estas,
cuando sean generalizadas se convertirán en leyes que regirán la intervención.
Por otra parte, Morán, fundamentado en las ideas de Howe y Kisnerman, expone que la
influencia del funcionalismo en el Trabajo Social también se evidencia en las
intervenciones que son de tinte asistencialista, es decir, cuando obedecen a políticas
sociales que no están encaminadas a erradicar los problemas sociales, sino a atender sus
efectos más visibles. Así, se recurre a un proceso de descripciones objetivas desde las
cuales la naturaleza del cliente ya está determinada y se reduce únicamente a lo
observable (influencia positivista). Ahora bien, en lo que respecta a la metodología del
Trabajo Social desde una perspectiva funcionalista, el autor dice que se trató de un
modo de accionar orientado al ajuste del individuo al entorno desde tres modalidades:
método de casos, de grupos y de comunidad.
A su vez, Morán estudia cuál ha sido la importancia de la teoría psicoanalítica en el
funcionalismo y en el Trabajo Social. Al respecto, argumenta que esta teoría sirvió
como un excepcional instrumento ideológico, pues entró a reforzar las ideas positivistas
y evolucionistas que ya existían. “Tras la mayor parte de los modelos de intervención
que utilizamos hoy en día en Trabajo Social se encuentra de forma manifiesta o latente
la sombra de Freud”. El psicoanálisis representó para trabajadores(as) sociales una
promesa para alcanzar un status profesional más alto, y trajo consigo una perspectiva
determinista de la patología, en donde todo lo que no se ajustara a la norma estructural,
sería considerado patológico y por ende, debía ser tratado antes de que pudiese afectar a
la sociedad en su conjunto.
Finalmente, el autor concluye que el accionar del (la) trabajador(a) social muchas veces
queda supeditado a la aplicación de protocolos que la mayoría de las veces son
planeados o impuestos por el sistema -de carácter asistencial-, con el fin de expresar los
intereses de este. Bajo el enfoque funcionalista se ignoran entonces dos elementos que
constituyen el núcleo que define los problemas sociales: la subjetividad de los
individuos que viven el problema, y la importancia del contexto en el que se desarrolla
el mismo.
En mi opinión, el texto de Morán es de gran importancia y debe ser incluido en los
planes de formación de trabajadores(as) sociales en sus primeros semestres, debido a
que presenta la relación y las implicaciones que conlleva la aplicación del paradigma
funcionalista en nuestro quehacer profesional, lo que permite que como estudiantes de
Trabajo Social, vayamos forjando nuestros propios argumentos sobre qué tan necesario
es incluir una perspectiva funcionalista al momento de abordar un caso, y hasta qué
punto es útil dejarnos guiar por este paradigma. También, permite que uno se cuestione
¿cómo puedo generar una relación armónica entre varios paradigmas que me permita
tener una visión más integral en torno a los problemas sociales y a las personas que
enfrentan los mismos?
Un aspecto que me gustó es que el autor expone sus argumentos desde su propia
experiencia como trabajador social. Considero que esto le da un plus al texto, ya que
hace que uno, como trabajador social en formación, se motive y se proyecte en lo que él
expone. De la misma manera rescato que a lo largo del texto, Morán reconoce y nos
alerta, por así decirlo, sobre las debilidades a las que no somos ajenos en nuestro
ejercicio profesional, pues como humanos que somos, presentamos un margen de error.
Considero el capítulo “Paradigma funcionalista en Trabajo Social” se trata de un texto
íntegro, dado que el autor recoge de muchos otros autores para fundamentar su idea
principal, lo que puede convertirse en un aspecto negativo si no se le sabe dar cohesión
a los argumentos, pero, en este caso -y desde mi perspectiva- resultó todo lo contrario:
permitió que como lectora no me enganchara con una sola perspectiva, sino que me
invitó a ampliar mi panorama sobre los pensamientos en torno al tema que
evidentemente, es muy cotidiano en el quehacer profesional del trabajador social, pues
muchas veces nos enfrentamos a situaciones en las que se nos exige actuar de una
manera asistencialista, siguiendo los planteamientos otorgados por el sistema, bajo el
objetivo de reestructurar lo que no está funcionando “bien”.
Finalmente, como futura trabajadora social pienso que para mi ejercicio profesional es
muy importante tener la oportunidad de leer y debatir sobre los paradigmas que guían
nuestro accionar, pues es la única manera en la que uno puede crear un criterio propio
que le permite escoger qué camino tomar: si “casarse” con x paradigma o si por el
contrario, considera más nutritivo hacer el ejercicio de analizar cada uno de estos,
encontrar sus fortalezas y debilidades para distinguir entre qué es lo que me sirve y qué
es lo que no me sirve de cada uno y así, avanzar en mi accionar profesional bajo una
perspectiva integradora u “holística”, sin necesidad de casarme con una sola
perspectiva, pues estaría propensa a convertirla en dogma.