You are on page 1of 35

Capítulo 10 argentina: por la patria, el trabajo y la jus'i iqa social

La Argentina presentaba, al ingresar en este periodo, el legado más fuerte de activismo de la


extrema derecha de los Vres países. No obstante, los lazos de la ultraderccha con la oligarquía ponían
trabas a su capacidad de atraer apoyo popular. La percepción de la amenaza izquierdista tampoco
era tan fuerte como en 1919 o en Chile en 1931-1932. Además, las otrora fragmentadas fuerzas
conservadoras se consolidaron hasta cierto punto después de 1930. listos factores parecieron limitar
el espacio de que disponían los extremistas, quienes también se vieron debilitados por sus divisiones
internas. No obstante, recurrieron a su identificación de larga data con la Iglesia, los militares y el
nacionalismo para incrementar su influencia. Sólo el fraude electoral y el respaldo militar mantenían
a los conservadores en el poder, lo cual generaba una crisis de legitimidad que ofrecía a los
extremistas oportunidades para difundir sus opiniones. A diferencia de sus pares chilenos, los
ultnulercchisias lograrían acceder al poder en el ámbito nacional y provincial en la Argentina y, con su
violencia y sus intrigas, dejarían su impronta en la década cíe 1 (> 10.
El. NACIONALISMO Y LA LUCHA CONTRA YRIGOYGN
La evolución délos movimientos derechistas estuvo intimamente rclncionncln
con el historial de la gobernante Unión Cívica Radical (ucu). Al acoular ir< n nocimiento al
movimiento cíe reforma universitaria y ampliar la bu u» 'i .n Itt, Hipólito Yrigoycn contribuyó a abrir la
educación superior, las piofc.sii'i» 1 v la administración pública a los argentinos de clase media recién
llegados, que se lomaron ávidos radicales y accedieron a cargos gubernativos en las bolclni de la
UCR. La creación del monopolio estatal del petróleo—Yacimientos Petrolíferos Fiscales (ypi:)- amplió
aun más el patronazgo gubernamental y atrajo el apoyo nacionalista, ni presidente siguió
convocando a los trabajadores sindicalizados y a los no agremiados. Al mismo tiempo, se granjeó
muchos enemigos por su amplia intervención en las provincias para desplazar a los competidores
conservadores locales y aun radicales que impugnaban su poder, ti aristocrático Marcelo T. de Alvear,
quien asumiría la presidencia en 1922, suavizó las relaciones con la oligarquía y trató de reducir la
burocracia, lo cual le enajenó a gran parte de su partido. Los radicales se dividieron en personalistas o
yrigoycnislas, prcporidcrantcincnie de clase media, y los más elitistas antipersonalistas, quienes se
identificaban con las políticas de Alvear, aunque éste no se unió a ellos. Con la promesa de
nacionalizar la industria tlcl petróleo bajo el control de Yl'K y atacar los intereses petroleros de los
Estados Unidos y sus restricciones a las exportaciones argentinas,' Yrigoycn ganó la elección de 1928.
Su amplia victoria y los frutos de sus anteriores intervenciones permitieron a su partido alcanzar la
mayoría en la Cámara de Diputados. Sólo el Senado permaneció en manos de la oposición.
Todas las facciones derechistas sentían aversión por Yrigoycn y temían que sus tácticas y su
popularidad les impidieran retornar al poder. Los anlipersonalislas, diversos partidos conservadores,
la Liga Patriótica Argentina (i.i'a) y miembros jóvenes de la élite comenzaron a deducir que la
democra-' i.' suponía una pérdida permanente del control político a favor de los despreciables
descendientes de los inmigrantes. Identificaban el gobierno aparentemente perpetuo del caudillo
radical con la dictadura.2 Dado que la gente había prestado consentimiento a su gobierno y a la
expansión del Poder Ejecutivo, la suya era, a su juicio, una dictadura de las masas, que se parecía o
podía llevar al comunismo.
La lpa, cuya concepción de libertad siempre había sido estrecha, se apartó de la democracia. Al
reprimir las asambleas de trabajadores, la lpa había despreciado la libertad de pensamiento y de
asociación política, y su énfasis en la autoridad y en la deferencia de la clase baja contradecía el ideal
democrático de igualdad, otro concepto omitido por la ideología de esa organización. El presidente
de la lpa, Manuel Caries, había empleado alguna vez el termino democracia para referirse a un
"estado de justicia para todos", pero a fines de la década de 1920 prefería la república a la
democracia, y señalaba que los fundadores de la Argentina sólo habían instaurado la primera. La suya
era una república restrictiva, "donde impera la disciplina, el principio de autori dad, la seguridad
individual y en el trabajo y la paz civil".'
Recordando el obrerismo inicial de Yrigoyen, Caries y otros miembros de la élite temían que la
democracia personalista contuviera las semillas del desorden. En abril de 1928, inmediatamente
después de la reelección del radical. Caries convocó en secreto a los presidentes de las brigadas de la
Capital para asegurarse de que estuvieran preparadas para actuar si el nuevo gobierno no adoptaba
una acción firme frente a los conflictos obreros. 'Iras la asunción de Yrigoyen en octubre, las brigadas
portcñas aprobaron la propuesta de Caries de reconstituirlas milicias. Mencionando la intranquilidad
obrera de Santa l'e, los aristócratas se quejaban de que las autoridades eran demasiado débiles para
luchar contra el bolchevismo, aun cuando Yrigoycn envió tropas federales para sofocar las huelgas.
Por cierto, a pesar de las divisiones internas y el legado de las acciones desplegadas por la Ll'A y los
patrones, la agitación obrera creció a lincs de la década de 1920; la Unión Ferroviaria tenía en 1930
alrededor de 71 mil afiliados, lo cual la convertía en el sindicato más grande de la historia argentina
hasta esc momento. Caries y otros atribuyeron este renovado activismo al yrigoyenismo. El
presidente de la lpa insistió en que el movimiento de reforma universitaria, promovido por el
radicalismo, había debilitado la disciplina y la autoridad en la educación y ayudado a diseminar las
ideas izquierdistas. También creía que la administración había pactado con los dirigentes
anarquistas.1
La Argentina enfrentaba en ese momento una crisis económica. En 1928, los capitales emigraron
del país y las exportaciones ccjmenzaron a caer, una vez que se desaló la Depresión, los capitales se
fugaron y la declinación de las exportaciones y de los precios se hizo más profunda. Los precios
mayoristas de la carne, los cereales y la linaza cayeron aproximadamente el 50% de 1929 a 1933 y el
producto bruto interno declinó el H% entre 1929 y 1932. Aunque grave, la crisis no tuvo un efecto tan
pronunciado como el de la repentina rccesión de la posguerra.5
Sin embargo, Yrigoycn parecía incapaz de enfrentar las dificultades económicas, el caos interno de
su administración y la obcecada oposición del Senado. Las medidas de austeridad impulsadas por la
Depresión diluyeron su popularidad, lo mismo que la imagen de corrupción, divisionisiuo e inacción
de la administración. La violencia cnlrc los personalistas y sus oponentes ponía de manifiesto la
descomposición política que el septuagenario presidente era incapaz de detener o que él mismo
habría contribuido a generar. El Congreso, desgarrado por disputas partidistas, parecía igualmente
impotente. Las continuas intervenciones de Yrigoyen en las provincias para debilitar a las élites
locales, su obtención del control del Senado y su proyecto de nacionalización del petróleo
acentuaron la polarización. En este contexto, la LPA, los conservadores y los antipersonalistas
empezaron a contemplar el derrocamiento del gobierno y la instauración de un nuevo orden. A esta
coalición emergente se incorporarían los socialistas independientes, quc.se habían desgajado del
Partido Socialista tras una lucha interna por el poder en 1927.
di' l,i 11> i .1,1,1 i|r |'i 'u | u., 1,11 .mu', i uní líelos obreros de la posguerra que li.ibiiiii ,u tivadn n In i tv\
Impiili.iiuii n iiimii Cnrulla y a oíros a idear nuevos inicliii'i p,u,i (i.unMll.'iii el iinli'ii I ii'. experiencias de
Garulla como medico • leí i'H'ii iin 11,i lu i1', i luí ,11 u i- lu jiiii 11.1, que le mostraron el lado oscuro de
la u iim.ili .'¡i hiiiiiiiiui y lir. Inliirbí'. di I iilopiMno, lo habían llevado ya a descartar '•I ¡uuiqiilMiin di mi |
nvciihul. Su pmvprión inexacta de que el socialismo no h.il)(u coniiiliuiílii ,i| cr.liirizi) lii'lu 'i lo empujó
a la derecha, al igual que la .ilianzn tempoi.uia cuite ln¡. simllr.ilisias tic Gcorgcs Sorel y los
monárquicos de ('liarles Manirás, lo ctuil le denn)slraba que el nacionalismo de derecha pulía ser
revolucionario."
El poeta Leopoldo Lugones había arribado a una conclusión similar. Tras '.us discursos marciales
de 1923 y 1924, había pasado a repudiar la tendencia niveladora de la democracia, el comunismo y el
cristianismo, así como su objetivo de fraternidad universal. La guerra había demostrado el fracaso
cíe la pretcnsión de los racionalistas y de los creyentes religiosos de ordenar la vida según conceptos
metafísicos; prevalecían, en cambio, las realidades concretas de la biología, la raza, la nación, la
fuerza y la jerarquía. La mayoría de los nacionalistas rechazaban el paganismo y el darwinismo social
del poeta, aunque admiraban su autoritarismo.7
El nacionalismo se entrelazó con el catolicismo. Los jóvenes nacionalistas leían las obras de los
amores católicos y contrarrevolucionarios europeos en los Cursos de Cultura Católica y en sus círculos
rotativos de discusión, Convivio y Baluarte. Los participantes de estos grupos también colaboraban
en las influyentes revistas católicas Criterio (fundada en 1928) y Número (1930-1931). Al igual que el
Centro Dom Vital del Brasil, estas organizaciones y periódicos ^ procuraban moldear a los jóvenes de
clase alta para formar una élite autoritaria católica."
' Los nacionalistas recurrieron a fuentes de inspiración foráneas. Aunque , algunos abrigaban
sospechas ante las tendencias aulocráticas de Mussolini, la uuyoiía aprobaban su fuerte gobierno
corporalivista, la icpn-Muii d quicrda y las relaciones cordiales con la Iglesia.1* Pero» al igual que ;
Centro Dom Vital, el modelo más importante para esta conilaelile unn fue Cha ríes Maurras. Como
este, los nacionalistas consideraban que el libcia-lismo, la democracia y el marxismo estaban
intcrconcctados y eran disolvente:;. Puesto que coincidían con Maurras en que el proceso de
descomposición había sido desencadenado por el liberalismo, fue éste, más que el izquicrdis-mo, su
principal blanco inicial de ataque. Como Maurras, abogaban por un Estado fuerte gobernado por una
élite capaz; como hijos de una clase política desheredada, defendían sus propios intereses en mayor
grado que el plebeyo francés. Una "democracia funcional" corporativa reemplazaría la presente
versión de democracia, dominada por plutócratas, masas incultas y políticos demagogos. Opuestos a
las clases obrera y media de origen inmigratorio, los nacionalistas compartían la xenofobia del
francés. Y, cada vez más a partir de 1930, vieron, como Maurras, una conspiración oriunda del exterior
que enfrentaba a liberales, demócratas, izquierdistas, judíos y capitalistas extranjeros con los
"verdaderos" argentinos. No obstante, su admiración no fue incondicional. La mayoría de los
nacionalistas rechazaban el monarquismo, y la condena de Maurras por el Vaticano atemperó sus
simpatías por él.1"
El principal vocero de tales ideas desde 1927 hasta 1931 fue La Nueva República, periódico
fundado por Garulla y por Rodolfo yjulio Irazusta, entre oíros. Los hermanos Irazusta pertenecían a
una familia atuipcrsonalista de Entre Ríos que había perdido la mayoría de sus tierras después de la
Primeía Guerra Mundial, y cuyo tío había sido oficial de la brigada de la U'A en Guale guaychú. Hostil
al yrigoyenismo, la principal preocupación de Leí Nueva República antes de septiembre de 1930 fue
lograr que la .clase gobernante se convirtiera de la doctrina liberal a la contrarrevolucionaria."
Esta tarca implicaba convencer a sus lectores de que la democracia se hallaba en conflicto con las
tradiciones y el bienestar de la nación. "La democracia no está en la Constitución", escribió Rodolfo
irazusta, porque significaba desorden. Los padres fundadores habían preferido el republicanismo, el
cual, a diferencia de la democracia, postulaba el interés nacional antes que los intereses individuales,
el imperio de la ley anlcs que el gobierno de las masas, el federalismo anlcs que la dictadura
centralista y la representación de las fuerzas vitales anlcs que los partidos políticos. Los verdaderos
nacionalistas, por ende, eran republicanos.1'
Caries, a quien Rodolfo Irazusla aclamó como precursor, había influido en el republicanismo de La
Nueva República." Los nacionalistas coincidían con Caries en la necesidad de afianzar los valores
religiosos, de "ver el mundo tal como es" y de subordinar la libertad al interés nacional. Ambos
criticaban el liberalismo, el socialismo y la política partidista e identificaban a los enemi gos de la
Argentina como extranjeros. En esa época, Caries, lo mismo que los nacionalistas, englobaba entre
los agentes de la disolución a los defensores de l.i democracia liberal junto con los trabajadores
izquierdistas.,
Tanto los nacionalistas como Caries abogaban por un gobierno elitista, prio La Nueva República lo
hizo de manera más ambivalente. Si bien los articulistas de esta admiraban la estabilidad y la
prosperidad impuestas por la oligarquía, también criticaron su pai tidocracia y su liberalismo.
Denunciaron a la élite por el sufragio universal y a los conservadores por competir con los radicales
por el apoyo de las masas. Debido a su oportunismo y a su carencia de doctrina, los conservadores no
ofrecían una resistencia adecuada a la izquierda y por ese motivo estaban perdiendo como castigo el
derecho a gober-nar.H No obstante, los nacionalistas buscarían rcclutar adeptos entre los
conservadores.
Aun antes de la reelección de Yrigoycn, los nacionalistas decidieron acabar con el gobierno de la
democracia. Rodolfo Irazusla y Canilla pidieron al gcncraljosé F. Uriburu, quien había apoyado el
bando alemán en la guerra y auspiciaba las publicaciones nacionalistas, que encabezara un
levantamiento a fines de 1927, pero éste puso reparos. Tras retirarse del servicio activo, concluyendo
que el régimen de Yrigoycn podía abrir el camino a la anarquía, el general cambió de idea respecto a
lidcrar una revuelta. No mucho tiempo después, Caries fue la primera figura prominente en convocar
abiertamente al derrocamiento de Yrigoycn. Mientras tanto, Rodolfo Irazusla y Roberto de Lafcrrcre,
miembro de una familia patricia y colaborador del pronacionalisla y conservador diario La Fronda,
habían creado una milicia juvenil, la Liga Republicana, para debilitara! gobierno."
Cuantío l.i 11v\ :.e volvió enemiga de la democracia, radicalizó su noción de hombría. A linrs de la
década de 1920, Caries lubia pasado del libio elogio de los valores marciales a exaltar la "viril" raza
criolla, que había derrocado tiranos, y al "aguerrido y apasionado" argentino de las generaciones
anteriores, "cuyo con I inetilc patecía llevar una espada y en su rostro el gesto retador".
Estas palal iras presagiaban un alzamiento armado.16 Varias fuerzas conspiraban para derrocar al
presidente. El acérrimo antiyrigoyenismo de Caries, de las élites provinciales, de los conservadores,
de los anlipersonalislas y de los socialistas independientes contribuyó a crear las condiciones para el
golpe.* La Liga Republicana trasladó la batalla ideológica a las calles organizando protestas conira el
gobierno, difundiendo opúsculos propagandísticos y cn-frcnlándose con la policía y con fornidos
radicales. En el curso de estas acciones, líi Nticva República y los republicanos modificaron su
pensamiento político. Originariamente habían respaldado la Constitución como un documento re-
publicano, pero ahora sólo aprobaban su preámbulo; evidentemente, enunás deniocrálica que lo que
habían pensado. En vísperas de la revolución, en agoslo ilc I9.'}0, la Legión de Mayo se sumó a la
lucha. A diferencia de los republicanos, los legionarios alababan la "democracia" que había imperado
antes del sufragio de masas. Expresaban las opiniones de los conservadores, que simplemente
esperaban retornar al poder, y por ello fueron objeto de críticas por parte de La Hueva República.
Aunados bajo el diputado conservador y legionario Alberto Viñas, el millar y pico de republicanos y
legionarios restaron importancia a sus diferencias. Aunque la Legión se opuso al clccloralisino
después del golpe, csle confliclo presagió futuras tensiones entre los nacionalistas y los
conservadores."
No ol)M;nitc, el principal responsable de la revolución fue el Ejercito. Los nacionalista'; ayudaron a
convencerá Uriburu no sólo de derrocar a Yrigoycn, sino cíe imponer un sistema corporalivista. La
mayoría de los oficiales favorables al golpe, empero, se inclinaban por el general anlipcrsonalisia
Agustín P. justo, quien recomendaba trabajar con la oposición y regresar al orden cons
ido deJusto,Uriburu prome-:i político. Uriburu comandó .. el palacio presidencial acom-, ¡ales
tomaron medidas con-ís unidades cuando resultó .idas. Estas acciones forzaron al .aspiradores
militares habían Ind merced a la perdida de populariu haber despertado mucho apoyo, pero i i. I n
.uní iil> 1\ ( II.i

.nú cimi n di i iriiujru


L« mayoría de los argentinos esperaban que el nuevo régimen pudiera enfrcn-Ur la crisis económica
y n-implantara rápidamente un gobierno constitucional, I 'iiliui u, no ohManlr, interpretó que la
docilidad popular suponía anuencia respecto de la necesidad de un rfgimen autoritario
corporalivista. Pero sólo sus aliados más cercanos aprobaban sus planes para enmendar la Constitu-
ción, anular la ley de sufragio masculino y reprimir a la oposición.
La Depresión y el nacionalismo impulsaron al gobierno a modificar las políticas económicas liberales
tradicionales. La administración recortó los gastos y elevó los impuestos para equilibrar el
presupuesto, aunque se cuidó de no afectar la parle correspondiente a las Fuerzas Armadas. Más
innovadores fueron el incremento del 10% de los aranceles aduaneros y la implantación de algunos
derechos adicionales. Una comisión de control de divisas fijó prioridades para las importaciones y
dispuso el empleo de moneda fuerte para restringir la fuga de capitales y asegurar el pago de la
deuda. Para ayudar a irnirdiar la crisis agrícola, el gobierno autorizó créditos para productores de y
estimuló la construcción de elevadores de granos. Puso en marcha programas de obras públicas y
analizó instrumentos para diversificar la economía y fomentar la industria e incluso expandir de paso
el monopolio oficial tld petróleo."
La prioridad del nuevo régimen era, no obstante, restaurar el orden en el reino tic la política. El
conservador reformista Carlos Ibargurcn, prini" cíe Uriburu, y los nacionalistas designados por él
sentaron las bases para una "democracia funcional" clurantcsu intervención en la provincia d> <
mdolu Lugones, Canilla y oíros asesores nacionalistas, treinta tic los cual habían sido nombrados en
puestos de gobierno, urgieron al presídeme lo mismo. Sentían recelo ante las designaciones de
miembros de la oligarquía por Uriburu, aunque el ministro del Interior, Matías Sánchez Sorontlo, y
Curios Meyer Pcllegrini, interventor de Buenos Aires, ambos conservadores, trataron de
tranquilizarlos denostando el viejo sistema político. Atado por sus promesas ajusto c influido por las
miras partidistas de Sánchez Sorontlo, el presidente decidió restaurar el gobierno constitucional en
etapas, comenzando con elecciones en las provincias consideradas menos proclives a apoyar a los
radicales. Finalmente, un Congreso electo convocaría una convención que volaría las cmniendas
constitucionales propuestas. Los conservadores respaldaron el plan electoral del presidente con la
condición de que formarían la columna vertebral del nuevo movimiento político vislumbrado por él.
Así, su principal arena, Buenos Aires, fue el sitio de la primera elección, celebrada el 5 de abril de
1931 -y del ignominioso fracaso del plan-. Los radicales ganaron la elección y el gobierno, al verse en
apuros, la anuló.'"
El régimen ya había tomado medidas coercitivas. Merced a la declaración del estado de sitio,
censuró a la prensa y clausuró los periódicos no favorables, obstaculizó el babeas corpus y restauró la
pena de muerte, lo que permitió la ejecución de dos anarquistas y de otras tres personas.
Cooperando con las autoridades italianas y con fascistas italianos locales, detuvo a gran cantidad de
obreros y estudiantes, a algunos de los cuales deportó. También airr'.ui .1 numerosos radicales,
empezando por Yrigoycn. El gobierno reprimió con dureza las huelgas y otros disturbios que
atribuyó a los personalistas. Conm jefe de la sección il de orden político de la Policía de la Capital,
Lcopol Lugones, hijo del poeta, ayudó a conducir la oofensiva contra los partidario-, d la
democracia y los izquierdistas. Esa sección -y él en persona- toruno a muchos presos; también se
acusó de aplicar torturas o de complicidad en r.i.r, al teniente coronel Juan B. Molina, amigo de
Uriburu, a Alberto Viñas, dhccloi de la penitenciaría, a Sánchez Serondo y al mismo presidente.
Después de la derrota electoral de abril y de una revuelta militar radical en julio, la repre sión se
endureció. Las autoridades cerraron los comités y las publicaciones radicales, exiliaron a Alvear y a
otros dirigentes del partido y restringieron su participación en la ronlicnda electoral.20
Al menos inicialmente, el gobierno estaba dividido en cuanto a la postura por adoptar ante la clase
obrera. Un bando, que incluía a la Policía, propiciaba la represión ciega. Aunque estaban dispuestos a
reprimir a los sindicatos combativos, los filofascistas designados por Uriburu en el Departamento de
Trabajo abogaban por resolver las disputas entre el capital y el trabajo mediante esfuerzos
conciliatorios patrocinados por el Estado. Los corporalivistas fueron derrotados por los partidarios de
la fuerza bruta, quienes embistieron contra anarquistas, comunistas y otras organizaciones de
trabajadores. Aunque Uriburu alegó que respaldaba el corporativismo, no movilizó a la clase obrera
ni siquiera de manera controlada como primer paso hacia un sistema corporativista. Sus políticas
lucieron que el régimen fuera bien visto por los patrones, pero también demuestran cuan lejos
estaba cíe ser gcnuinamcnlc fascista.3'
Tras el fracaso de la estrategia electoral, Uriburu enfrentaba una decisión difícil. Podía resignar el
poder o asumir nuevos compromisos con la facción de justo, como ésta exigía. O podía desplazarse
mis a 1» derecba, Inicia un "gobierno de fuerza", como instaban los nacionalistas. Uriburu combinó la
segunda y la tercera alternativa. Conformó ajusto al remover a Sáncbez Sorondo, programar nuevas
elecciones y descartar la noción de representación corporativa, lo cual irritó a algunos nacionalistas.
No obstante, siguió insistiendo en la aprobación de otras enmiendas constitucionales.!!
En enero de 1931, Uriburu ayudó a patrocinar una nueva organización paramilitar, la Legión Cívica
Argentina (l.CA), para reunir a los grupos nacionalistas existentes y defender su régimen. Dirigida por
el Dr. Floro Lavallc, terrateniente y miembro de la LPA, la LCA absorbió a los legionarios y a los
republicanos y sumó más brigadas. Apoyando las reformas propuestas, aspiraba a promover el
nacionalismo, instaurar la armonía social y combatir a los enemigos del gobierno. El 26 de abril, miles
de legionarios con brazaletes celestes y blancos desfilaron en formación militar ante el presidente.
Inclinándose hacia la alternativa del gobierno de fuerza, un mes después las autoridades
reconocieron oficialmente a la lca como su socia en la "reconstrucción institucional" y autorizaron al
Ejército a armar a sus miembros y adiestrarlos en instalaciones militares; por cierto, muchas brigadas
de la lca serían encabezadas por oficiales. Uriburu justificó esta medida alegando que la creación de
esta unidad de reserva auxiliaba al Estado, que no disponía de medios para un reclutamiento militar
de gran escala."
Los lajos de l,i i <a con el régimen eran evidentes. Uriburu la elogiaba en sus discursos, se reunía fon
sus dirigentes y asistía a sus ejercicios. Sus miembros realizaron aelos en escuelas y en otras
dependencias públicas, usaron la imprenta del Correo pata imprimir gratuilamenlc carteles y
volantes y vistieron uniformes grises suminislráelos por el Ministerio de Guerra. El intendente
ordenó a la Municipalidad de Hílenos Aires que contribuyera con 10 mil pesos a la ceremonia de la
l.CA para conmemorare! aniversario de la revolución. Los funcionarios de alto rango designados por
Uriburu se valieron de su posición para hacer propaganda en favor de la lca en la burocracia nacional
y en las intervenciones provi nciales, y la Policía bonaerense le suministró apoyo. Los socialistas y
otros opositores acusaron a los legionarios de obligar a los empleados estatales a sumarse a la
organización y asistirá sus desfiles, lo cual fue negado por la LCA.2'1 'Así fuese mediante la coerción
o la atracción, la LCA creció bastante. Llegó a tener 30 mil miembros en la Capital y, aunque sus
bases se hallaban en las provincias de Buenos Aires y Córdoba, poseía afiliados en toda la nación.
Brigadas adicionales de mujeres y de estudiantes secundarios y universitarios hicieron de la lca el
grupo nacionalista más grande de comienzos de la década de 1930.21
La lca suscitó fuertes críticas de muchos sectores. Mofándose de los argumentos de Uriburu de
que la organización era apolítica, los observadores citaron su colaboración con el Partido
Conservador de Buenos Aires, con el cual compartía una dirección en La Plata, y con los
conservadores locales de al menos otra provincia. Aun la prensa de los círculos dominantes objcló su
carácter oficial y sus vínculos políticos. La LCA espió y alacó a radicales, a estudiantes, a miembros
de los sindicatos y a otros opositores al régimen. Muchos sospechaban que c\ presidente pretendía
usar la organización para prolongar su mándalo o encaramar a los conservadores en el poder.
Denostando la composición plebeya de la LCA, Lafcrrcre retiró a la Liga Republicana de su seno y fue
seguido por otros nacionalistas.
la oposición de los militares. Aunque tanto éstos como sus ¡n apoyado a la lpa, algunos oficiales
consideraban que los . militarizados usurpaban su autoridad, a pesar de que conla• trcnscs. También
veían a la \.o\ como una masa pobre• Aliados ajusto, estos oficiales desaprobaban la participación
ación que sostenía a un gobierno de dudosa lealtad a la '. | i<• .' ninba una poco saludable inversión de
roles en la cual • n actividades militares mientras los soldados se ' i ¡laborar con ella corrompería a las
Fuerzas Armadas iles tampoco aprobaban las tendencias fascistas.de l'ii'pu aillu-Mnn a la democracia
liberal era superficial."
( nrli l lu ¡ .il.ibi as para la LCA y para el gobierno. El presidente di • l.i i i • I I i. j ¡jiii cu
por asignar oficiales para entrenar "falanges" de (inplrados públicos para .nácara los disidentes.
Aunque no objetaba que se loCorarat la clusc "l'ina, Caries no podía aceptar la represión sobre las
clases lilla y media Reprocho públicamente a Uriburu por limitar las libertades que ,il admitía que
algunos tenían derecho a ejercer. En su opinión, el gobierno •.¡¡1" li.ibía acentuado la simpatía
popular por los radicales martirizados y i i-bajado el respeto por los militares. El presidente respondió
impidiendo a su vii-|ip amigo hablaren la misa del domingo en las iglesias, ante lo cual Caries u i
uniendo a Uriburu que volviera a su retiro y a los militares que regresaran a los cuarteles. Enjillió de
1931, Caries renunció a su cargo de profesor de ur.ii ucción cívica en el Colegio Nacional de Dueños
Aires, que había ejercido dinantc. cuarenta años, afirmando que no podía enseñar esa materia bajo
un i n;i 11 ira que la ignoraba. Hasta ios izquierdistas aplaudieron su desafío. Retornando al simple
antizqiüerdismo y a sus orígenes radicales, durante la década de 1930 Caries censuró a los
extremistas de izquierda y de derecha y respaldó íucrzos de Alvear por consolidar la UCR. Se relirió a
la democracia y a la lil.i iiad con mayor frecuencia que en la década anterior, aunque las siguió
il¡ finiendo de manera limitada.28 Apartada de la extrema derecha, la lpa sub-llstló. pero fue apenas
una sombra de lo que había sido.
Algunos nacionalistas también estaban decepcionados del gobierno, aun-||in por distintas
razones. En su opinión, antes que recurrir a la colaboración de lu'. impopulares conservadores, la
administración debió haber instaurado un nuevo sistema político que atrajera a los simpatizantes del
radicalismo y cclip-••.ido así a ambos partidos. En cambio, la dictadura de Uriburu simplemente
había amedrentado al pueblo y subvertido la Constitución sin cambiarla."
Los nacionalistas instaron al gobierno a que ampliara su jiiogiamico y terminase con el
sojuzgamieulo colonial. La efímera Acción Republicana, lundada por Lugones y miembros del círculo
de La Nm.-wi República en 1931, solicitó a la administración que fijara los precios de la carne y de los
cereales, los (leles marítimos y la renta de la tierra y proveyera crédito a los agricultores. Reclamó
que el Estado estimulase la construcción de elevadores de granos y plantas frigoríficas de propiedad
nacional y buscara mercados latinoamericanos para los productos argentinos. También abogó por
nacionalizar la energía eléctrica, proteger las industrias que procesaban materias primas locales y
erigir una unión económica en la Cuenca del Plata. Empero, el desinterés de.Uriburu por la suerte de
las plantas frigoríficas locales, como la del pueblo natal de los Irazusta, convenció al grupo de la
apatía gubernamental y aun de su hostilidad hacia el capital nacional.10
Los colaboradores de Lu Nueva República percibieron un conflicto entre el plan revolucionario, por
limitado que fuese su alcance, y los intereses plutocráticos. Las compañías extranjeras dirigían el país
por medio de los miembros de la oligarquía, a los que contrataban como abogados y representantes
locales. El "liberalismo a sueldo de las empresas extranjeras no puede concebir permitir que
tengamos nunca industrias nacionales, sino que debemos contentarnos con ser un país ganadero y
agricultor", expuso Fausto de Tczanos Pinto, periodista de origen aristocrático. Para minar el control
foráneo hacía falta revertir la democracia liberal que había llevado a la disolución social y entregado
la riqueza nacional al extranjero: de ahí la necesidad del programa de Uriburu. Pero la élite no lo
permitiría porque podía hernia financieramente. Según Rodolfo Irazusta, la democracia no
significaba mili que el predominio de administraciones parásitas, ligadas a las empresas extranjeras,
los inmigrantes y las ciudades cosmopolitas, sobre los producto res.1' Por lo tanto, implicaba
dependencia.
LA COMPOSICIÓN SOCIAL DH LOS NACIONALISTAS
La mayoría de los nacionalistas de principios de la década de 1930 formaban parte de la oligarquía a
la que denostaban. Alrededor del 61% de una muestra de miembros de grujios nacionalistas
pertenecían a la clase alta. Muchos nacionalistas provenían de familias de la élite relacionadas entre
sí; el 35% del grupo estudiado estaban estrechamente emparentados con otros nacionalistas. Sólo el
3% habían participado en la U'A, pero el H% tenían parentesco cercano con miembros de este grupo.
Con una edad promedio de 33 años en ,'iuy pocos habían figurado en el gobierno antes de 1916. No
obstante, parientes cercanos del 32% de la muestra habían servido en cargos públicos • Mil' '.de que
los radicales asumieran el poder. Alrededor de la mitad-el 53%-n.ui propietarios de tierras o
pertenecían a familias terratenientes."
Algunos grupos diferían del perfil general. Los nacionalistas mas dedica-
,i' líos que pertenecían a más de una organización, mostraban un ori-
i.nuio: el 78% eran de clase alta. El pequeño círculo de La Nuevo
l'i piMii ii, ,ui embargo, era distintivamente de nivel más bajo, pues sólo el
< un ían a la élite. Un escaso 11% de estos publicislas estaban cslrc-
dllHliciili i mparcntadoscon oíros nacionalistas.
I !• mi i u. di . Uis diferían de la i.pa en algunos aspectos. El individuo pro-
...luí i 1,1 l<i «ños más joven que su par dcta lpa de 1920. Aun cuando la
innyoila di hr. du iju-ntcs de la lpa pertenecían a la clase alta, la base popular di los n.ii Km ilr.ia1; era
más reducida que la de sus predecesores. Había un grildo • i iip ).mie de participación en gobiernos
oligárquicos, sea por cargos políticos propios O por los de sus familias. Pero incluso esta similitud
sugería una diferencia: un grupo que se consideraba a sí mismo despojado de sus derechos de
nacimiento durante 14 anos estaba más insatisfecho con el slaíu i/iid que otro que había perdido el
poder apenas pocos anos antes, como era el caso de algunos liginslascn 1919.
I I NACIONALISMO Y Cl. SISTTMA POLÍTICO BAJoJUSTO
listos jóvenes desheredados compartían la amarga reacción de Uriburu contra el retorno a una
versión prcrradical de la política, que este asociaba con "el peculado, el robo, el saqueo, la
coima".Juslo había forzado a Uriburu a abandonar loda pretcnsión ulterior sobre la presidencia,
cargo que aspiraba a ocupar él mismo. Las facciones conservadoras provinciales habían vuelto a
aglulinaisc en 193] en el Partido Demócrata Nacional (pon), a la par que maniuvieron sus
identidades partidarias locales. El pdn, los anlipersonalistas socialistas independientes formaron la
Concordancia, la coalición civil i |ui respaldó ajusto. Cuando Uriburu veló la candidatura de Alvcar,
los radi-lr< idicron abstenerse de participar en los comicios. Algunos radicales apoyaron a la i
cfonnisla Alianza Civil, que postulaba como presidente al líder del PDi', Lisandro de la Torre, y como
vicepresidente al socialista Nicolás Repello. Con auxilio del fraude y tic las limitaciones impuestas
bajo el Estado de sitio, Justo ganó fácilmente la elección y asumió el cargo en febrero de 1932."
Recelosos de Justo como agente de la oligarquía /enemigo de Uriburu, los nacionalistas aceptaron
su victoria a regañadientes. Muchos compararán desfavorablemente su gestión con la de Uriburu, la
cual pasará a ser objeto de veneración en lo que Ronald Dolkart denominó el "mito de septiembre".
La muerte de Uriburu en abril de 1932, que algunos nacionalistas interpretaron como un marlirio,
reforzó el mito. Disminuyendo aparentemente el espacio de actividad de los nacionalistas, la fusión
de las fuerzas conservadoras apenas ocultaba los encontronazos entre las figuras y las estrategias de
la derecha moderada. El juego de ambiciones, las circunstancias políticas cambiantes y la corrupción
y la ausencia de legitimidad de la coalición gobernante proveyeron a los ultradcrechistas de grandes
oportunidades para criticar, entrometerse y adquirir influencia.'"1
Justo suministró a los nacionalisias una de esas oportunidades en el terreno económico. Temiendo
que la Depresión llevara a los británicos a favorecer la carne y los cereales de su Imperio y a limitar la
compra de productos argentinos, el gobierno suscribió el Tratado Roca-Runciman en 1933. Los
británicos prometieron mantener sus compras de carnes en el nivel de 1931, suprimir las tarifas
aduaneras sobre los cereales y asignar el 15% del comercio de carne a plantas frigoríficas argentinas;
por su parte, la Argentina ofrecía eliminar derechos a la importación y otorgar concesiones
comerciales. Muchos argentinos vieron en el Tratado una muestra humillante de subordinación
nacional. También denunciaron que protegía al núcleo de la élite -los invernadores- a un elevado
costo para el reslo de la sociedad."
El Tratado no tuvo las consecuencias perjudiciales que muchos anticiparon. La devaluación del peso y
los bajos precios de las exportaciones argentinas limitaron las compras de bienes foráneos e
impulsaron una industrialización por sustitución de importaciones, que pudo no haber sido el
objetivo inicial del gobierno, pero devino crecientemente en tal. Justo también logró debilitar otro
acuerdo degradante, que amenazaba con permitir a los tranvías brilániríe cu hi Capital Federal. No
idfan predecir cslos resulta ¡prubioso del imperialismo.
iijcro Fue lidcrada por la izquicrt minero dominado por el difcrenle. Hasta la década de , les ligaban a
la mayoría de los oíros gi u pos, los social islas encomiai.li'l >!' I i i ii i portadora para generar
bienestar. Sus pcipeí iiv.i , mi' i ii.n loimll '• .iirai-r a una vasta franja de la poblnclon tirl ysu opi
Iclón n 1 'ríos industriales condujeron a la [n di < !!"•.1 | u un i i nl.r.r. i n ' I lil'ir comercio y en los
derechos de los COllsuniUlori , Además, Icndlun a rechazar el nacionalismo económico como i i rnli.il
di I i.im i'.iim Los socialistas apuntaron a los abusos del capital h llamos extranjeros, y los sindicatos n
veces apelaron a argumentos i.ilr.ias para oblcncr el favor del gobierno, especialmente bajo Uriburu,
I" ni ningún guipo apoyó la in,lu',li i.ilización ni el nacionalismo económico ilr mudo sostenido y
unificado.1"
I ampoco los políticos de centro o de cciitroizquicrda formularon muchas i'lr.i'i de nacionalismo
económico. Yrigoycn había denostado las compañías petroleras y la política comercial de los Estados
Unidos, pero su cultivo de Inzos económicos con los británicos debilitó sus credenciales nacionalistas.
A fines de la década de 1920, un acusador público de Yrigoyen y enemigo de la U'A, Manuel Ortiz
Pcrcyra, había denunciado la dependencia respecto de las compañías extranjeras y de las ideas
europeas. Su ardiente defensa de la democracia lo apartaba de los nacionalistas, pero algunas de sus
nociones, como la oposición a la inmigración y a las "exóticas" divisiones de clases, se parecían a las
de éstos. A principios de la década de 1930, otro radical, Ricardo Rojas, se manifestó en favor de
repudiar la deuda externa y nacionalizar las compañías extranjeras. No obstante, la muerte de
Yrigoyen en 1933, el ulterior liderazgo del relativamente conservador Alvear, las enérgicas medidas
del gobierno y el > de las conspiraciones militares yrigoycnistas de comienzos de la dcca-il.i dr 1930
generaron desorden dentro del partido y postergaron y marginaron el nacionalismo radical. Otro
nacionalista democrático fue Lisandro de la Tone, quien continuó desde el Senado la tradición del
PDP de defender las industrias nacionales, pero su rigidez y su incapacidad para atraerse la simpatía
popular entorpecieron su lucha.
Los ultradcrechislas retuvieron, entonces, su reivin lismo económico, tal como lo indica su
apropiación del título de n.-u ionalís las. El Tratado Roca-Runciman ofreció la ocasión para que los
h reforzaran esta identificación. En un libro publicado un año después del c<.n venio, denunciaron
un modelo de sumisión de la élite a los esfuerzos británicos para controlar el destino económico
de la Argentina y relegarla a una posición de proveedora de materias primas, que se remontaba a
1806. La excesiva adulación y la subordinación a Europa caracterizaban a la oligarquía, definida
por los Irazusta como vehículo de ciertas ideas y prácticas unís que como una clase. El mismo
efecto tuvo su exaltación de conceptos liberales abstractos-ahora considerados anticuados en
todas partes-sobre la independencia y la grandeza nacionales. Csla tendencia había dañado
gravemente a la Argentina, lo mismo que el desdén de la élite por la herencia católica hispánica.
Sólo Rosas e Yrigoyen —con mucha menos coherencia o eficacia este último- se habían apartado
de este modelo colonialista, pero el golpe que los Irazusta habían apoyado había restaurado a la
oligarquía en su plenitud.311
Los Irazusta consideraban a la élite liberal responsable de los problemas de la nación. Más que
equivocados o descarriados, los miembros de la oligarquía eran traidores. Este libro y las
declaraciones anteriores de La Nueva República sugerían que la sociedad argentina se dividía entre
los que estaban del lado de los extranjeros -trabajadores izquierdistas, liberales, inlcí importadores y
exportadores, administradores gubernamentales, abogado', empleados por empresas extranjeras—
y los leales a la nación, principalmente productores. Los numerosos terratenientes liberales eran
ignorado', l-.i.i formulación serviría a los nacionalistas como alternativa radicalizada .1 I"1-conceptos
clasistas.
Las respuestas de la derecha al libro fueron variadas. Caries lo respaldó tibiamente, mientras que
el hispanista Manuel Calvez lo elogió con cutu mo. Carlos Ibargurcn (hijo) y Bandera Aigcntlna,
fundado por Garulla en 1932, admitieron que la revolución había restaurado a la oligarquía, pero
dechu.i ron que no había sido esa la intención de Uriburu. La mayoría de los miembros de los círculos
dominantes, incluidos muchos nacionalistas, simplemente ignoraron el inquietante texto. Cuando el
jurado Municipal de Literatura de Buenos Aires voló para concederle un premio, el gobierno, quizá
presionado por la embajada británica, lo obligó a cambiar de idea, lo cual corroboraba el argumento
de los Irazusta.'''
Estos úllimos ya no se sentían cómodos en algunos círculos nacionalistas. Tras haber
comprobado que no se podía imponer fácilmente un programa revolucionario desde arriba, y
determinados a unirse a la oposición, volvieron ni seno de la UCR, el único partido de masas. Si bien
los Irazusta siguieron criticando a este y a lu democracia, estaban dispuestos a aceptarlos como
instrumentos para alcanzar un fuerte gobierno antilibcral y antiimperialista. Los Irazusta y Calvez,
quien estaba recopilando material para una favorable biografía de Yrigoycn, reconocieron
tardíamente que el ex presidente poseía algunos rasgos nacionalistas. No obstante, los hermanos
mantuvieron vínculos con grupos nacionalistas.''0
La retirada de los Irazusla para volver a la ucr fue sólo uno de los dcsga jamicnlos del nacionalismo.
La década de 1930 fue testigo de una asom-l)i osa proliferación de grupos y periódicos
nacionalistas. Ambiciones personales y rivalidades explicaban algunas de estas divisiones, pero
también expresaban diferencias germinas de opinión. La lca y la Acción Nacionalista
Argentina/Afirmación de una Nueva Argentina [ANA/ADUNA) se mantuvieron leales a Uriburu,
mientras que el círculo de los Irazusta percibió sus fallas. Baluarte y Restauración pusieron mayor
énfasis en el catolicismo que otras organizaciones. La lca, el grupo más numeroso de principios de
la década de 1930, y la Alianza de la Juventud Nacionalista (ajn), el más grande de finales de esa
década, intentaron atraer una base popular, mientras que la Liga Republicana rechazó con desden
algo semejante. Las organizaciones más pequeñas, no obstante, ejercieron una influcnciu
intelectual de la cual las más grandes carecieron. Algunos grupos aceptaron el rótulo de fascistas,
aunque la mayoría de los nacionalistas oscurecieron sus lazos con esla ideología. Por último, la
militarizada lca y varias legiones diferían de las asociaciones de tipo civil.11 Los esfuerzos para unir a
todos los grupos nacionalistas bajo una sola rúbrica fracasaron invariablemente. De hecho, las
querellas entre los nacionalistas a veces degeneraron en peleas a puñetazos. En la celebración del
cuarto aniversario de la revolución, el virulento anlicomunista y antisemita profesor secundario
Carlos Silveyra reprendió a muchos nacionalistas por sus uniformes "exóticos", sus saludos romanos
y otros extranjerismos. Al desatarse la violencia entre sus opositores y sus seguidores, la policía
disolvió el acto
En función de esto, algunos autores clasiRcaron a los grupos en categorías.'11 Sin ignorar las
distinciones, preferí concentrarme en la amplísima superposición que existió entre ellos -y que los
mismos nacionalistas reconocieron-. Hasta cierto punto, todos profesaron el catolicismo (salvo
Lugoncs), el corpora-tivismo y el hispanismo y todos criticaron el liberalismo, la democracia electo -
ral, el imperialismo, el feminismo, el izquierdismo, el cosmopolitismo y a los judíos. Muchos
emigraron de un grupo a otro o pertenecieron a varios. A pesar de sus celos mezquinos y sus
diferencias, los movimientos cooperaron entre sí, organizaron actos públicos en común y
participaron en correrías conjuntas contra sus enemigos. Más que dividir al nacionalismo en
facciones mutuamente excluyanles, es mejor verlo como una coalición de fuerzas cambiantes de
extrema derecha, algunas más extremas que otras. La importancia reside en el conjunto más que en
los grupos individuales.'1'1
Los nacionalistas, en general, mantuvieron una relación ambigua tíonjus-to. El nuevo presidente
levantó el estado de sitio, liberó al achacoso Yrigoycn y permitió a otros dirigentes de la ucr retornar
del exilio. Tras una reunión política para dar la bienvenida a los exiliados el 27 de febrero de 1932,
alrededor de un millar de radicales atacaron Lo Fronda y a los republicanos armados que se hallaban
en su interior a la madrugada del día siguiente. Los disparos de ambos lados provocaron cuatro
muertes y 25 heridos, y la policía detuvo a radicales y republicanos. Los republicanos pensaron que el
gobierno esperaba que los fastidiosos antagonistas se mataran entre si.'"
Sin embargo, el nuevo gobierno cooperó con el nacionalismo y hasta cierto o punto lo
miliiniicntos, la administración nunca revocó ti 1932 que acordaba carácter legal ¡i la i.c.a.Jir '".tic
ésta, Garulla y Lavallc, en puestos menores di;ue la organización siguiera utilizando edificios púlilii
I astuto Juslo desplegó a la LOA en sus maniobra rda con la derecha y a los oficiales
uriburislas con li> habitualmcnte en beneficio de la derecha-. Al mismo tiempo, li "Inrió a las
fuerzas democráticas su administración como la mu llvn .il nacionalismo.'16
A comienzos de la era de |usio, |n-, n.u innalislas comenzaron a desplazar sus ataques de la ucr
para unn <-niuilir en el izquierdismo. La fuerza del socialismo en la Capital, una olndc huelgas en
1932, la presencia de la oficina comercial y consular soviética liiy.nuUMj',, a la que los nacionalistas
acusaban de difundir propaganda, y el débale propiciado por los socialistas en el Congreso acerca de
entablar relaciones con la Unión Soviética influyeron en este cambio. También lo hicieron los
acontecimientos en Chile y las iniciativas laborales del gobierno, como el otorgamiento de
vacaciones pagas y del medio día de descanso sabatino, los esfuerzos de inecuación estatales y algún
ocasional apoyo a los huelguistas. Tales jugadas para oblcner el favor socialista convencieron a
muchos nacionalistas de que Justo se estaba desplazando a la izquierda, a pesar de las continuas
deportaciones y las torturas de militantes obreros, la creación de la sccciÓ7i especial antizquierdisla
en la Policía de la Capital y varias icimposicioncs del Estado de sitio."
Para coordinar los esfuerzos nacionalistas contra el comunismo, Carlos Silveyra fundó la Comisión
Popular Argentina contra el Comunismo (cpacc). Esta planeó un mitin en la Plaza de los Dos
Congresos para convencer al gobierno de que expulsara a la luyamtorg y a los subversivos
extranjeros, declarara ilegal el comunismo y repudiara las relaciones con los soviéticos. Varios días
ames del acto, corrieron rumores de que la CPACC atacaría físicamente a los judíos asf como
retóricamente al comunismo. El ministro del Interior y antiguo miembro de la LPA, Leopoldo Meló,
aseguró a una delegación judía que la colectividad recibiría protección policial, pero los diputados
socialistas cuestionaron el valor de lales garanlías. Sumándose al ministro en el elogio de la ci'ACC, el
diputado del I'DN Abraham de la Vega insistió en que los cargos contra aquélla eran exagerados y
que las autoridades tenían la situación bajo control. De hecho, la reunión del 20 de agosto, que atrajo
sólo 5 mil a 6 mil personas, fue pacífica.'"1 El intercambio uV palahias li|n rl ton debate nacional en la
década de 1930, en el cual los parí. . Concordancia general mente respaldaron a los nacional ¡si as,
mici. roí' y los socialistas se opusieron a estos.
Un mitin para protestar contra la reacción celebrado el 3 de diciembre en el Parque de los
Patricios, organizado por la Federación Obrera Local Bonaerense, afiliada a la anarcosindicalista
Federación Obrera Regional Argentina, no resultó tan tranquilo. Invadiendo el espacio de los
trabajadores, miembros de la lca y lal vez de ana/aduna abrieron fuego sobre la mullilud y mataron a
un obrero e hirieron a otro. La policía detuvo a algunos trabajadores, mas a ninguno de los
perpetradores, lo cual suscitó protestas de socialistas, estudiantes y sindicalistas. Cuando los
delegados de otros partidos en el Concejo Deliberante de la ciudad argumentaron que las reuniones
de obreros incitaban a la violencia, los socialistas afirmaron que los pronunciamientos nacionalistas
en favor de la dictadura, frente a los cuales las autoridades permanecían impávidas, eran muchísimo
más subversivos.49
El debate continuó en la Cámara de Diputados, donde Repello exigió la disolución de las milicias
derechistas. El demócrata nacional y ex miembro de la lpa Manuel Fresco, no obstanlc, resalló las
reservas nacionales y morales que ponían coto a la violencia instigada por los izquierdistas.
Expresando su abierta admiración por los perpetradores, su colega de partido Francisco Uriburu,
primo del ex presidente y director de Lu Fronda, predijo que "sí los comunistas quieren concluir con la
nación, la juventud argentina conduna con el comunismo". Uriburu alegó saber quiénes habían sido
los agn pero se negó a divulgar sus nombres, aun cuando un juez lo rcqiÜMn.r. I os responsables
gozaron de impunidad.50
A comienzos de 1933, el Concejo Deliberante municipal, controlado |>oi los socialistas, aprobó una
resolución que solicitaba al gobierno disolvn ln- grupos nacionalistas armados, contra la oposición de
la bancada del mu, que sostuvo que el tema escapaba a la jurisdicción de esc cuerpo. Meló advirtió .il
Concejo que dejara las legiones en manos del Poder Judicial. Empero, olías dos muertes en una
refriega entre nacionalistas y radicales el 25 de mayo fortalecieron la resolución socialista." Repello
pidió en la Cámara de Diputados la interpelación de Meló a fin de conocer la postura gubernamental.
A pesar del apoyo de los socialistas independíenles, la Cámara rechazó la petición por estrecho
margen. El miembro del TON Ubcrlo E Vignarl justificó su voto insistiendo en que las legiones eran
sanas respuestas a la amenaza radical, y alegó que el i'DN expresaba la mayoría de sus ideas." Al igual
que en Chile, la derecha moderada y la extrema derecha se superponían.
Córdoba fue otro escenario de la violencia nacionalista. La oposición de i.mi'.i daia al movimiento de
reforma universitaria, el renacimiento-católico m l.i década de 1920 y la intervención de Ibarguren
habían contribuido a luí n de esa provincia un centro nacionalista. Luis Guillermo Martínez Villada,
pinlr-.Mi déla Facultad de Derecho local y del Colegio Montserrat, atrajo a los rMudi.mies con sus
conferencias sobre doctrina católica y Contrarrevolucionaria. Sus seguidores, entre ellos su colega el
joven filósofo Nimio de Anquin, fundaron el Instituto Santo Tomás de Aquino en 1929. A semejanza
de los Cursos de Cultura Católica porteños, el Instituto colaboró con artículos y manifiestos en
NtimtTO y en Leí Niievu República. El gobierno provincial de Ibarguren apoyó a este circulo y
fortaleció sus vínculos con los nacionalistas de la Capital. El grupo de Anquin se unió al Partido
Fascista Argentino (ita, 1932), o Fascismo Argentino, que se había desprendido del Parlido Nacional
Fascista (1923). Fundados por inmigrantes italianos, estos partidos fascislas eran claramente menos
oligárquicos que otros grupos nacionalistas de principios déla década de 1930. Nicolás Viiclli, nacido
en la Argentina, encabezaba la rama cordobesa del n:A y, cuando murió en 1934,1a conducción fue
asumida por Anquin."
Los principales aliados del rTA en Córdoba eran la LCA y la ana/aduna. El Dr. Pablo Calalayvid,
antiguo ministro de Gobierno de Ibarguren y dirigente de la ana/aduna, declaró que los grupos
estaban colaborando con el trabajo de la intervención al combatir las amenazas de las fuerzas
democráticas y comunistas. Miembros del Partido Demócrata gobernante, afiliado al vdn,
también habían comenzado a incorporarse al nacionalismo durante la intervención, lo mismo
que algunos policías y empicados públicos locales. Miembros uniformados del ita de Córdoba
solían atacar los cines que exhibían películas políticas que juzgaban ofensivas, disparar sus
armas en las calles y amenazar a izquierdistas y radicales. Sus excesos irritaron a la admi-
nistración provincial, que cerró los locales del íta en marzo y junio de 1933. Los enemigos'del ita
se vengaron asesinando a uno de sus miembros, un albañil, en junio, y al mes siguiente hicieron
explotar una bomba en la sede central del partido."
Los nacionalistas concentraron su ira en el diputado provincial socialista José Guevara, abierto
crítico de la extrema derecha. Tras un acto para celebrar el aniversario del golpe de 1930 al que
asistieron dirigentes nacionalistas y el gobernador, PedroJ. Frías, legionarios uniformados
forcejearon con Guevara y otros seis diputados provinciales socialistas. Pocos días después, cuando
Guevara encontró la puerta de su casa en llamas, denunció a la lca y al im:a como ladrones,
degenerados y cosas peores. Enfurecidos por esla afrenta a su masculinidnd, dos legionarios
atacaron al diputado, lo que llevó a Guevara a pedirle al gobernador que garantizara su seguridad.
Frías ordenó al ¡efe de Policía, Julio de Vérliz, lomar precauciones, pero eslc simpatizante fascista
liberó a los agresores de la lca al día siguiente alegando falla de pruebas.56
Pocas horas después de que los miembros de la lca recibiesen su libertad, Guevara y otros
oradores socialistas celebraron un mitin antifascista. Un cnfrenla-micnlo a gritos enlre los
socialisias y los nacionalistas degeneró en un liroleo, en el que Guevara rcsulló muerto de un tiro
por la espalda y otros dos quedaron gravemente heridos. Vértiz y otros policías se hallaban
cerca, pero apenas intervinieron hasta que cesó el liroleo, y entonces arrestaron a Vitclli y a otros
12 fascistas y tres legionarios. También detuvieron a un socialista, Bernardo Movischoff, a quien
trataron brutalmente. Los nacionalistas declararon primero su inocencia, pero las pruebas
pesaban tan fuertemente en su contra que entonces alegaron que habían sido las expresiones
antipatrióticas de Movischoff y de Guevara las que provocaron el tiroteo, al que asignaron el
carácter de "defensa propia". La policía cerró las sedes de la lca y del ita y arrestó a oíros
nacionalistas.
olucraban a nacionalistas, las ios. Identificaron a Rodolfo empicado de la policía, nativo -las por la
LCA, supuestamente iinenlal que el partido le había uc otros, por ingresar a la fuerza i>; anlccedentes
denotan el carác-ii i |.|.'.. La circunstancia de que tanto él o i por el decano de la Facultad de 11, i, i !i ,
(.mil inflen ib coiilliuia 1 ise de clase alta del nacionalismo. OdoiKllO 1r>| IU llhernrIAn di l.i pu .¡en al
cabo de sólo nueve meses, al decidir el )ui ,tl loba > lonable, que no había pruebas suficienncilo
fnmpoco recibieron castigo sus cómplices ni sussupcrio-n l u i.ili i.r, obluvii ron cierta
satisfacción cuando, en medio de u.. . iIr (oiii|iln nl.iil, \Vuiz renunció. Aunque una investigación oficial
".ib-.ni vio" a este, la ana ci iiim a la administración de Frías por no confiar ililij'.ó al gobernador a
designar en su puesto a un nacionalista, Manuel VllladaAcnaval.5*
1 a respuesta demócrata al nacionalismo fue variada. El periódico del par-ti.lo Ir dedicó una amplia
cobertura favorable. Miembros del partido gobernante expresaron su simpatía por el nacionalismo y
desecharon en el Concejo municipal y en la Cámara de Diputados provincial las resoluciones propues-
tas por los socialistas para disolver los grupos nacionalistas. No obstante, los dirigentes y los
diputados demócratas nacionales condenaron el asesinato y, revirtiendo una posición anterior,
declararon que los miembros del partido no podían pertenecer a un grupo antidemocrático. Esta
decisión impulsó a Manuela Torres Castaño, viuda de un ex gobernador demócrata, a dimitir de la
viceprcsidencia de la brigada femenina local de la lca. El presidente demócra-i i provincial, José
Heriberto Martínez, contrapuso a los "nacionalistas" que se oponían a la democracia y a la ley,
causaban desórdenes y realizaban desfiles "carnavalescos" con el verdadero nacionalismo
democrático de su partido. Su denuncia del comunismo y su elogio a Uriburu no evitaron que la
sección local de la ANA considerara cobarde y traicionero a este "heredero" de la revolución. La ana
también debe de haber despreciado a los demócratas que adhirieron a un frente apartidarlo contra la
extrema derecha.'"
Las fuerzas opositoras en la Cámara de Diputados de la N.i del incidente para exigir cambios,
lícpetto se preguntó si lo:, crear su propia milicia para defenderse. Meló deseó saber qué ¡ de la
administración, cuyo cometido era respetar los derechos de I • La respuesta fue: actuar como un
verdadero gobierno y "ponr; ¡e I •-. |>.u\lalo-ncs". lil socialista Juan A. Solari sugirió, entre otras
medidas específicas, retirase el reconocimiento oficial a la LCA y se aplicara el artículo 22 de la
Constitución que declara fuera de la ley a los grupos civiles armados. Como respuesta, los diputados
del l'DN Fresco y Vicente Solano Lima insistieron en que los socialistas estaban exagerando el peligro
y perdiendo el tiempo en discutirlo. El socialista Silvio Ruggicri y el demócrata progresista julio Noble
disintieron, y señalar di que lo que estaba permitido para los nacionalistas no lo estaba para los
socialistas ni para los radicales: el gobierno asignaba las legiones a los jueces y los partidos aTa
policía. El meollo de la cuestión, según Noble, era que el gobierno temía a las legiones por sus raíces
en el Ejercito, pero si se decidía a reprimirlas ganaría el apoyo popular.1"' Un gobierno nacido de un
golpe y del fraude, empero, no podía arriesgarse a perder su apoyo militar.
Aparte de revelar las divisiones partidarias frente al nacionalismo, el incidente demostró que había
una extrema derecha consolidada. Grupos nacionalistas de Córdoba, como el ppa, la lca y la
ana/aduna, trabajaban juntos y se apoyaban unos a otros. Estos y otros grupos continuaron atacando
a trabajadores, estudiantes y socialistas en lodo el país.61
Otro lugar donde se desarrollaron episodios de este tipo fue la provincia de Buenos Aires, donde la
LCA había organizado muchas brigadas y manii m > lazos con los conservadores. La lca había
invadido el baluarte obrero di tos Lugares, centro ferroviario en las afueras de la Capital, dondr .
-.i.d.l, . |<J una sección a comienzos de 1934 que pronto empezó a atacar a lo-, ti,ih.i|,i • !.. res. En
respuesta, dos sindicatos ferroviarios, La Fraternidad y la Unión Ferroviaria, organizaron un mitin
masivo contra la i.ca el 28 de julio. Cuando se dispersaron, un grupo se dirigió a la sede de la i.ca. Los
legionarios abrieron luego sobre los que llegaron al edificio, hirieron seriamente a una mujer que.,
pasaba por ahí y mataron a un trabajador ferroviario.''2 El ministro de Gobierno provincial, Rodolfo
Moreno, miembro del ala moderada del pon, visitó Sanios Lugares, cerró el local de la lca y ordenó a
la policía arrestar a los civiles uniformados. Empero, ni el ni el ministro del Interior, Meló, disolvie ron
las bandas armadas, como lo exigían los sindicatos y la Confederación General del Trabajo (coi),
central obrera creada en 1930 a la cual estaba afiliada la Unión Ferroviaria. La policía loca! y provincial
detuvo a 13 legionarios, pero un juez los dejó libres alegando sospechosamente falla de pruebas.''5
A raíz de este asesinato, el sexto cometido por los nacionalistas, los diputados socialistas
requirieron nuevamente la interpelación de Meló. Sumándose al coro de objeciones del pdn, el
diputado demócrata Liberto E Vignart argumentó que las magras fuerzas nacionalistas'merecían
escasa atención; los socialistas estaban creando "tormentas" a partir de "gotas de agua". La muerte
de un trabajador, replicó el socialista Luis Ramiconi, no era una mera gola de agua. El demócrata
Tiburcio Padilla elogió a la LCA como una "institución de orden" formada por gente honrada. Los
izquierdistas de Santos Lugares la habían provocado deliberadamente, alegó; si la lca debía ser
disucha, lo mismo debería hacerse con el Partido Socialista, porque los trabajadores también
mataban a sus enemigos. Con estos argumentos, los conservadores rechazaron la interpelación.64
A pesar de las negaciones del l'DN, la influencia nacionalista se extendía hasta los altos niveles del
partido y del gobierno, sobre todo en Buenos Aires. Su gobernador, Eedcrico Martínez de Hoz, rico
lerralcnicnle conservador relacionado con varios nacionalistas, había obtenido su cargo en los
fraudulentos comicios de 1931. Aparte de la afinidad ideológica o el reconocimiento que debía a la
revolución por su posición, Martínez de Hoz asistió en septiembre de 1933 a una ceremonia celebrada
en Lobos para darle el nombre de Uriburu al parque municipal -cambio que muchos ciudadanos
locales objetaron-. El teniente coronel Emilio Kinkclín, gcrmanófilo dirigente de la lca y estrecho
colaborador de Uriburu, expresó a la multitud abarrotada de legionarios que el tenía el deber militar
de mantener a la UCR fuera del poder. Los socialistas cuestionaron la presencia del gobernador en
este alarmante acto. Más tarde, en 1934, el senador Sánchez Sorondo, aliado del gobernador,
propuso que la nueva Constitución provincial debía impoficr la instrucción religiosa en las escuelas y
leslringir la libertad de prensa. Moreno no incluyó estas medidas en el documento, pero el mensaje
de fclicilación de Martínez de Hoz a Sánchez Sorondo profundizó las divisiones existentes en el pon e
identificó al gobernador como nacionalista.'''
Estas divisiones precipitaron a comienzos de 1935 una crisis que englobó al gobierno de Martínez
de Hoz y enredó a los nacionalistas. Tras negociar con autoridades nacionales y del partido, el
gobernador acordó dejar su cargo por el bien de los conservadores, pero después cambió de idea y
recurrió al apoyo nacionalista para mantener su puesto. Pese a su desdén por la política, los
nacionalistas respondieron a la convocatoria al detectar una oportunidad para acceder al poder,
diseminar sus grupos militarizados por toda la provincia y desafiar ajusto, quien por entonces
también quería suplantar a Martínez de Hoz. Respaldado por Sánchez Sorondo, Martínez de Hoz
obligó a los ministros de su gabinete a dimitir (Moreno ya había partido) y, a comienzos de marzo, los
reemplazó por tres nacionalistas; Marcelo Lobos, de la lca; Carlos Ribero, dirigente de alto rango de
la lca, oficial naval reliado y antiguo miembro del gabinete de Uriburu, y Raimundo Mcabe, del
Nacionalismo Argentino, el interventor de la provincia de Buenos Aires que había arbitrado la espuria
contienda electoral de noviembre de 1931. Alrededor de 150 nacionalistas aplaudieron la asunción
del nuevo gabinete. Martínez de Hoz expidió un manifiesto, posiblemente bosquejado por
nacionalistas, en el cual adhería a los objetivos de Uriburu y declaraba que, como gobernador, se
hallaba por encima de cualquier partido.66
En los casos previos, muchas figuras del l'DN atemperaron sus críticas al nacionalismo y restaron
importancia a su fuerza. Ahora que éste amenazaba su poder, reaccionaron de modo diferente. Las
fuerzas del partido en la Legislatura provincial acusaron a Martínez de Hoz de varios cargos, entre
ellos nombrar en su gabinete a personas que se oponían públicamente a la Constitución y a la forma
de gobierno existente y que abogaban por la violencia.67
El gobierno provincial viró a la derecha y los nacionalistas asumieron una presencia visible y
desafiante. El primer acto del gobierno recientemente constituido, el 8 de marzo, fue saquear y
cerrar la sede de la Unión Obrera Local en La Pinta. Cientos de republicanos, ana/adunistas y
legionarios armados in en la Casa de Gobierno y alrededor de ella custodiando al .upervisando a
burócratas y periodistas c impartiendo órdenes a
• i'.un el periódico .socialista La Vanguardia, el único asuntó admi
tí <• funcionaba normalmente era el pago diario de sueldos al "ejér-
i". Cuando la Legislatura solicitó a Martínez de Hoz que dejara su
••e atrincheró en su despacho defendido por los nacionalistas. El
I I'!' innrzo, la administración de Justo envió un interventor federal y tropas
.1 I .1 i ! Mudóse de que había perdido, el gobernador pronunció una
.il.......ido despedida ante los nacionalistas. Éstos escollaron a Martínez de
• ntoi ii" h;iMa los automóviles que esperaban fuera de la Casa de
. u.il concluyó pacíficamente su breve experiencia en el po-
ili i I .hi .11. i:....ncs a delegaciones de lodos los grupos nacionalistas que
I1....'l participado en e: los acontecimientos a una "comida criolla" paracon-
i.... i .u i I | i ni" i ¡;;\I>ineic nacionalista después de Uriburu/*
II', 'i .miplias repercusiones. Sánchez Serondo dejó el pdn,
mu. |ii. i. iihii .u l>,mea en el Senado hasta 1941. Por fin la administración
....nli ró levo .ir el reconocimiento oficial de la lca, aunque finalmente
iiiiin .1 I" In.-ii''' lil incidente hirió el prestigio de Justo y del pon. También d' luustró que los elementos
conservadores y nacionalistas podían usarse o .ii.H arse unos a otros según las necesidades del
momento. Siempre que los nacionalistas tuvieran en la mira a izquierdistas, radicales y trabajadores,
la administración y la mayoría de los miembros del pon los consideraban útiles y no veían mucha
necesidad de interferir en su accionar. Además, Justo apaciguaba de este modo a los simpatizantes
nacionalistas del Ejército y de otros círculos influyentes. Sólo en casos tales como el episodio de
Martínez de Hoz, (liando los nacionalistas desafiaron al PDN, o el asesinato de Guevara, en que
ílmplcmenle traspasaron los límites, los moderados intentaron imponerles n-',l i ¡rcioncs. El hecho de
que los nacionalistas no participaran en la arena I' mi. i al, a diferencia desús pares chilenos, facilitaba
la superposición en Iré : .'chistas moderados y los extremistas y una relación mutua ambigua y c
nmbianie.
I n 1935 se acentuaron las tensiones entre los derechistas y la oposición, idicalcs abandonaron el
abstencionismo y organizaron rabiosas campa-.ira los comicios de noviembre. Un fraude sin
precedentes en Buenos Aitrs le permitió a Manuel Fresco hacerse de la gobernación ya la Concordan-
• ia mantener su control de esla vital provincia. No obstante, el candidato de la uci!, Amadeo
Sabattini, ganó por estrecho margen la gobernación de Córdoba, donde la demasiado confiada
maquinaria demócrata no había juzgado necesario usar métodos deshonestos. El triunfo de Sabattini
revivió la esperanza
"" Wid., 10 de marzo de 1935, p. 2; H-15 cíe marzo cíe 1935; í.ii Fronda, 13 de marzo de 1935, p. 3; 14
de marzo de 1935. p. 3; 22 de m;irzo de 1935, p. 5; H Ibnrgurcn, p. 273. "" La fronda, 16-17 de marzo de
1935; í.n VmiginmfJn, 1 7 de marzo de 1935, p. 12.
popular por la democracia, al igual que la victoria del Firme l'upul.ii i'ii España y en Francia. La
cooperación entre demócratas progrcsisl. tas, radicales, sindicalistas y comunistas a comienzos de
1936 parecía augurar una alianza de las fuerzas democráticas similar a las europeas. Entre tanto, los
obreros iniciaron una fase de movilización, con 69 huelgas en 1935, 109 en 1936 y 82 en 1937, en
contraste con las 42 de 1934. Horrorizados por la perspectiva de una oposición unificada y
fortalecida, los derechistas de diferentes matices propusieron un Frente Nacional rival. Federico
Pinedo, socialista independiente y ministro de Hacienda, redactó su manifiesto, para el cual se
inspiró en el nacionalismo al denostar a la democracia como fruto demagógico c izquierdista del voto
de las masas ignorantes. Predeciblemcntc, el manifiesto exhortaba a reformas clecloralcs que
parecían garantizar la perpetuación del régimen. Laferrcre declaró que si bien los nacionalistas
también se oponían a la democracia individualista, no podían apoyar este esfuerzo por mantener la
administración antinacional corrupta de Justo.70
Las fisuras partidarias y el oportunismo en el interior de cada campo hicieron que no se
materializara ninguno de ambos Frentes. No obstante, alentado por la Guerra Civil Española, el
frente de batalla entre derechistas y partidarios de la democracia se endureció, y en Córdoba más
que en ninguna parle. Aquí, el l'FA se había aliado en 1935 con la ana y la lca para formar el Frente de
Fuerzas Fascistas de Córdoba, liderado por Nimio de Anquín, que al arto siguiente pasó a
denominarse Unión Nacional Fascista (UNP); en esta importante provincia, los principales grupos
nacionalistas abrazaron el róliiln í.r cista. Otrora relativamente críticos del nacionalismo, los
demócratas buscaban ahora medios para recuperar al poder y, en estas circunstancias, algunos vii-
nm a la UNF como una aliada.71
En su discurso de asunción, Sabattini prometió disolver Lis bandas armada1, antidemocráticas. En
consecuencia, la policía empezó a tomar medidas enérgicas frente a las manifestaciones
nacionalistas. A mediados de agosto, mirniia'. Justo pasaba sus vacaciones en Córdoba, una explosión
de dinamita destrozó las puertas del salesiano Colegio Pío X en la capital de la provincia. Tras hallar
un explosivo idéntico en el cuartel de la Cuarta División del Ejército en Córdoba, las autoridades
arrestaron a Ires nacionalistas. Los observadores especularon que los nacionalistas y sus aliados
demócratas intentaban crear un clima de desorden para atraer la atención del presidente y provocar
una intervención. Justo rehusó acceder y los estallidos de bombas continuaron.72
A fines de agosto, se desaló una refriega en la Facultad cíe Derecho cuando los nacionalistas, cnlrc
ellos Anquin y el ex jefe de Policía Manuel Villada Achával, trataron de obligar a los estudiantes a
firmar una declaración de apoyo al general Francisco Franco. Este disturbio suscitó medidas drásticas
de la policía contra los nacionalistas. Irónicamente, Anquin y otros dirigentes de la unf se quejaron
anle los ministros de Guerra y del Interior por falta de garantías constitucionales y brutalidad policial.
Insistieron en que la administración local consentía a los comunistas mientras reprimía a los
patriotas. El ministro ile Gobierno provincial, Santiago Castillo, inició una querella criminal contra las
autoridades de la unp por insultar a la Policía." Estas acciones indicaban lo que el gobierno de justo
podía haber hecho si hubiese sido serio respecto de controlar el nacionalismo.
El bloque demócrata de la Cámara de Diputados provincial solicitó a Castillo que explicara las
actitudes del gobierno frente al comunismo y el orden social. Castillo y el jefe de la bancada radical,
Reginaldo Manubens, respondieron que el único peligro para el orden social era c\ Jáselo local, que
según Manubens representaba al "Partido Demócrata disfrazado". Entre los demócratas
pronacionalistas, acusó, estaba su presidente, José Heribcrto Martínez, quien se había contradicho a
sí mismo. Algunos diputados demócratas, empero, insistieron en que esas personas no hablaban en
nombre del partido, y la bancada demócrata abandonó la Cámara como muestra de desagrado. Más
tarde, Castillo comparó el débil comunismo de unos pocos trabajadores con el fascismo que
maquinaba "en la pequeña... [yl en la alia burguesía, en el capitalismo y en los centros universitarios".
Alegó poseer fotografías de antiguos burócratas y empleados provinciales y de otros prominentes
demócratas tomadas en actos nacionalistas.71
El conflicto siguió agitando las pasiones en la Universidad y en el Colegio Montserrat en 1938. Las
divisiones cutre los estudiantes partidarios de la democracia le permitieron a la minoría de extrema
derecha, influida por Anquin y otros profesores nacionalistas, obtener la dirección del centro de
estudiantes de Derecho. Cuando la Federación Universitaria insistió en volar si se aceptaba o no la
nueva conducción, los nacionalistas la acusaron de querer desconocer la elección. El cruce de gruesos
epítetos degeneró en un intercambio de balas en torno de la mesa de votación, que provocó la
muerlc de dos nacionalistas y heridas a integrantes de ambos bandos. Uno de los asesinados fue
Benito Santiago, joven de origen humilde y devoto miembro de la Acción Católica, la asociación que
nucleaba a los grupos laicos de la Iglesia, y dirigente estudiantil de la unp en Montserrat. El olro fue el
Dr. Francisco García Montano, abogado de clase alta y miembro de la ana."
Las autoridades nunca pudieron identificar a los perpetradores, aunque algunos obsc rvadores
acusaron a los nacionalistas de provocar la violencia, ya que el episodio les daba un motivo para
requerir la intervención federal así como para poner fin a los procedimientos democráticos en la
Universidad. No obstante, no todos los ultradcrechistas estaban a favor del involucramicnto del
gobierno central. El órgano nacionalista Crisol previno a los demócratas que querían valerse de una
intervención para retornar al poder que los nacionalistas no habían derramado sxi sangre para
facilitar "roñas políticas"."'
El incidente se transformó en un caso resonante para los nacionalistas. A la sede de la unp llovieron
condolencias y declaraciones de solidaridad de grupos de extrema derecha de todo el país. El funeral
de Santiago les dio la oportunidad de exhibir sus sentimientos. El cortejo desfiló a través de las calles,
y muchos jóvenes rezaron el rosario mientras marchaban. El féretro estaba cubierto por la bandera
argentina y por el estandarte nacionalista, consistente en una cruz azul sobre fondo blanco —que
combinaba los colores nacionales con un símbolo religioso-. Así, la comitiva se apropió de la religión
para su causa y se adueñó de las calles de la ciudad para expresar ambas. Las oraciones fúnebres
estuvieron a cargo del director de Crisol, Enrique Oses, figuras de la Acción Católica, nacionalistas de
otras provincias y Anquin. Oses y Anquin denostaron a la burguesía por su complicidad y cobardía,
pero los asesinos, según el jc/c de la unf, eran "el comunismo, el judaismo y el radicalismo
degenerado". Para honrar a los mártires, Anquin pidió a los miembros del cortejo que alzaran sus
armas en saludo mientras juraban "por Dios, el honor y la patria, devolver el plomo homicida".
Declaró que los nacionalistas estaban listos para el combate, movidos no por el odio sino por su amor
a la religión y ala patria. Clíirinrifl<i,la revista mensual de Silveyra, instó a sus lectores a escuchar a
Anqufn y oponer la "violencia cristiana" a la "violencia roja"."
IAT1VA A I .A IZQUIERDA
acias cristianas distinguían las racionalizaciones de los naciona-• l.-s ile los naci.'Uas, aunque ambos
movimientos recurrieron a la vio-' .1 demostrar su cxlremisnio. Otros nacionalislas, empero, •.ni el
derramamiento de sangre de manera parecida a la de sus • • 1 uis F. Gallardo, perteneciente a una
prominente familia tcrra-ibui de la Liga Republicana y de la ANA/ADUNA, declaró que, ' > .u
revolución -que implicaba sustituir el "capitalismo • muí. .1, i n-.1 vigente y todas las manifestaciones
de ¡zquierdismo por i 'h ido nacional"-, los nacionalistas estaban dispuestos a matar a los lili i.l.iiii' nir
dus mil dirigentes de los grupos opositores. El Fascismo Air< muí m!i i ordoba definió su fascismo
como una violenta restauración de lo espiritual. Kinkclln.de la i.ca, coincidía con los nacist?s en que
"el naciona-llsmo no se hace sólo con ideas, ose hace menos con ideas que con el garrote". Fingiendo
moderación, Crisol aseveró que las repetidas provocaciones, suma-dns .1 la pasividad oficial,
obligaban a los ciudadanos a tomar cartas en el asunto por mano propia. Al igual que los nacislas, no
obstante, definió las "provocaciones" en forma amplia para incluir entre las ofensas contra el na-
cionalismo y las Fuerzas Armadas al activismo de la ucii y de los socialistas y al comunismo en las
escuelas.7"
La retórica nacionalista igualó en su salvajismo a la de los nacislas. Cuando el senador De la Torre
expuso con coraje las mentiras oficiales durante las investigaciones de la industria frigorífica en 1935,
un hombre armado mató a su amigo unzo Bordabchcrc en el recinto del Senado. Como el asesino era
miembro del I'DN y algunos pensaron que también era nacionalista, muchos observadores culparon
del crimen a los dos grupos. La Unión Nacional Corporativa Argentina, sin embargo, disoció
airadamente al nacionalismo de las "roñas políticas" e insistió en que el único responsable del
asesinato era el rufianismo conservador. No es que la Unión repudiase el derramamiento de sangre;
si tales actos ayudaban a librar a la Argentina de las traiciones liberales, la Unión empezaría por
asesinar a los ministros de Agricultura y de Hacienda. Advirtió a sus enemigos que vengaría sus
ataques con mayor fuerza, pues "para eso somos criollos".7" Esta intemperancia verbal y de hecho y
el encono contra los conservadores fnCUilaiun a los nacionalistas, ai igual que a los nacistas, a
presentarse como adalides de una postura radicalizada.
7H L. Gal l:u do, .a.iu/.n.a,; Fascismo Argentino, en L<>s Principios. o1 de octubre de 1933. p. 3;
Kinkclín citado cu La Vciii£i«infifl, 3 de agosto de 1933, p. 1; Cn'soí, 30 de septiembre de 1933, p. 1.
w [insta, 1, N" 7, julio de 1935, s.p.; véase I.nublen Dolkarl, "The riglu", en Dculscb y Dolkarl, p. 71.
Su inflexible odio por los izquierdistas también parcí expresó Oses, "el total repudio al
internacionalismo
[...] predominante en el nacionalismo", e] cual, según el, se remontaba .1 l.u r/\ Silveyra, fundador de
la CPACCy amigo de Oses, emergí ó como el uai •¡nn.ilp.ia "experto" en ¡zquierdismo. Enfrentó
numerosos pleito:; judiciales por difundir sus venenosas opiniones, reclinar miembros para
organizaciones nacionalistas y perseguir a judíos y estudiantes disidentes en sus clases de escuela
secundaria, así como por difamar a figuras públicas e incitar a la violencia en su revista Clarinada, que
era extrema aun para los cánones nacionalistas.™
La aversión de Silveyra y otros nacionalistas por el comunismo no conocía límites, aunque no
parecían saber qué era. Etiquetaban cualquier argumento en pro de Injusticia social como comunista,
salvo cuando provenía de sus propios labios. Silvcyra definió el comunismo como materialismo y
destrucción de la familia y de la civilización cristiana. En su opinión, los defensores de la reforma
universitaria, los periódicos de la comunidad judía y aquellos que se referían a los nacionalistas como
fascistas y a los agentes de la sección especial de la policía como torturadores eran
comunistas.También lo eran los grupos juveniles que alentaban la camaradería, pues esta no era más
que un primer paso hacia las relaciones sexuales, tan comunes entre los comunistas. La libertad de
reunión era un mero pretexto para permitir la difusión drl comunismo."'
Silvcyra no sólo denunció a los comunistas; su organización y mi i i-vista querían ponerlos al
descubierto. La CPACC real izaba conferencias en Insí pn ñas sobre los males del comunismo y
alentaba a sus grupos a internimpn 101 mítines izquierdistas y a inspeccionar los centros izquierdistas
en bu literatura subversiva. Silvcyra publicó en Clarinada información n i npil.i.l.i mediante estas
actividades de vigilancia y "contraespionaje" y lambu u intercambió datos con las autoridades. De
este modo influyó en la n-pn slón gubernamental de grupos izquierdistas y democráticos, y los
funcionarlos ln usaron como órgano para publicitar tales acciones. Su periódico conu-iiía avisos de la
empresa estatal ypi:, prcsididapar.su hermano, y de otros oij'/m mos públicos como el Banco de la
Nación Argentina, la Caja Nacional de Ahorro Postal, el Banco Hipotecario Nacional, la Junta
Nacional de Granos y el Banco Municipal, lo cual denota el respaldo de algunos sectores del
gobierno."1
""Oses, en Clnrimic/ri, 2, N" 13, mayo de 1938, p. 3-1; Crispí. 1 de septiembre de K>32, p.
1. Sobre las dificuhadcs legales cíe Silvcyra, véase Arehivo de retoñes, sobre 222, Archivo
de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (oam). Buenos Aires.
La Cl'ACC ayudó a promover distintos intentos para declarar fuera de la ley una noción de
comunismo de amplísimo alcance. Sánchez Serondo presento csie proyecto después de la
manifestación de la ctacc de 1932, pero el Senado no lo consideró. Cunndo volvió a presentarlo en
1936, la medida fue aprobada solamente por la Cámara alta. No mucho después de asumir la
gobernación de la provincia de Buenos Aires en 1936, Fresco expidió un decreto que declara ba ilegal
el comunismo, medida que su policía usó para reprimir a varios grupos opositores. Otras ocho
provincias aprobaron leyes similares.85
Silveyra alentó al Estado a adoptar medidas anticomunistas adicionales. Para promover el
contacto recíproco, sugirió ubicar los centros recreativos infantiles cerca de los cuarteles militares.
Los oficiales militares, pensó, controlarían secretamente las colecciones de las bibliotecas. El
gobierno debía expulsar de la docencia a todos los izquierdistas, controlar los grupos estudiantiles,
apartar a los sindicatos de la política y crear "sindicados argentinos" de empleadores y trabajadores
bajo el üderazgo de argentinos nativos. Los sindicatos de patrones "ayudarían" a sus contrapartidas
obreras a eliminar los sindicatos "rojos", y los sindicatos obreros crearían "grupos de defensa" contra
el comunismo, propuestas parecidas a las de la u>A.IM
Inicialmcnte, no todos los nacionalistas estuvieron tan interesados en ayudar a ¡os trabajadores
como Silveyra. El embajador norteamericano pudo haber exagerado la situación cuando declaró en
1937 que "tal vez ningún país esté sufriendo menos que la Argentina a raíz de los problemas
mundiales", pero la Depresión había generado menos privaciones en ella que en las otras dos
naciones y la recuperación fue más rápida y menos dolorosa. Bajo tales circunstancias, era más difícil
-y no sólo para los nacionalistas- acariciar la noción de intervención estatal que para los brasileños y
los chilenos."5
A comienzos de la década de 1930, Manuel Calvez criticó a la mayoría de sus pares como
reaccionarios de clase alta con escaso interés por la justicia social. Calvez, en cambio, auspiciaba un
"socialismo práctico", despojado del marxismo y de la lucha de clases, que operaría en un contexto
de orden y jerarquía. El fascismo, que él propugnaba, sólo era derechista por su oposición a la
democracia y al socialismo revolucionario y por su defensa de la religión; en materia económica y
social, cía izquierdista. Según Calvez, la Agrupación de lajuvenlud Acción Social Nacionalista observó
con pesar en 1934 que el nacionalismo había obtenido poco eco entre los jóvenes porque sus
dirigentes, respaldados por la oligarquía conservadora, estaban al servicio del capital. No se les
ocurría criticar al "capitalismo egoísta, arbitrario y absorbente"."6
Al igual que los nacistas, algunos nacionalistas refutaron esta acusación. Oses insistió en que lanío
él como sus aliados no eran ni defensores de privilegios injustos ni "policía de los poseedores frente a
los que no poseen". Amamos a los trabajadores y queremos ayudarlos, a diferencia de los dirigentes
obreros que los usan como instrumentos, declaró.*'
Como lo hicieron sus pares chilenos, la mayoría de los nacionalistas finalmente abogaron por un
fuerte Estado corporativista caracterizado por la jerarquía y la cooperación que limitaría el
individualismo económico en pro del interés de la comunidad. También eliminaría el conflicto de
clases al delegar las disputas entre el capital y el trabajo en tribunales especiales. Los nacionalistas
por lo general asignaron al Eslado la tarea de nacionalizar el crédito, auxiliar a los descmplcados y a
los ancianos y fijar un nivel salarial decente, aunque el ana/adunista Luis Gallardo quería delegar ¡a
seguridad social y los programas de salud en los sindicatos obreros. Algunos afirmaron que todos los
argentinos merecían tener casa propia, y Gallardo propuso establecer impuestos a la riqueza excesiva
para financiar las viviendas de los trabajadores. Guardia Argentina alentó proyectos patrocinados por
el gobierno para proveer trabajo a fin de que, como en Alemania e Italia, lodos trabajasen y ningu no
pasase hambre. Los nacionalistas coincidieron en la necesidad de ayudar a los trabajadores para que
ascendieran a la clase media y ampliar la distribución de la propiedad. Por ejemplo, Guido Glavc, de la
Unión Patriótica Argentina, sugirió expropiar los latifundios y redistribuir la tierra entre pequeños
propietarios, los que disfrutarían de amplios plazos de pago, crédito y asistencia técnica. El
Nacionalismo Laborista propuso medios para garantizar a lodos los arrendatarios agrícolas el
derecho a comprar la tierra que cultivaban. Este grupo propició impuestos a los ingresos
inmerecidos, a la ganancia excesiva, a la herencia y al dinero invertido en el exterior. ""Estos puntos
formaban parte de la alternativa nacionalista a la izquierda.
Taló de poner cu práctica algunas de cslas ideas cuando fuegobcr-
i'-nos Aires. En 1935 había en esa provincia 10.385 empresas ¡n-
.1 128.278 trabajadores; hacía 1946, las cifras habían ascendido a
y 326.623 trabajadores. Estos aumentos, junto con la ola de
. 1937 y el activismo obrero comunista, avivaron los temores
ln i' li 'le la inestabilidad social, y Fresco respondió a estas apren-
1 'jetivo de ayudar a los trabajadores controlándolos se parecía al
llt I I'A, oí .ni/ación a la que había pertenecido, aunque tenía el propósito
i'.uiarsc apoyo político. El gobernador lanzó un programa de
"l'i i i'iiUi. i para fomentar el empico, proveer viviendas y centros de salud
' u 11 inliacslruelura. Otro programa distribuyó tierras entre los carn-
MM'|iic no siempre de manera expeditiva. Fresco reorganizó
11 un1 Mln di- Trabajo y le dio más poder para regular las relaciones
c 1 11 abajo y velar por e! cumplimiento de; la legislación.
ion de los trabajadores rurales en sindicatos "seguros",
'•j'.uló sus condiciones de trabajo. Bajo su código labo-
i.il .li I'i ', . i|ui imi| >»iií a el arbitraje compulsivo de los conflictos laborales,
ii "Ivin i miniares de dispulas, muchas veces en favor de los
llndií U" , Incluirlos los comunistas. Tuvo menos éxito en obligara lossindi-
c ''• n i'|' nlii'ii. ir. c con el gobierno. Fresco extendió sus esfuerzos de agre -
mi. . .mío: mai Uros, a los que obligó a unirse a su Corporación Nacionalista
I' !.!." .u ir. de Provincia. De modo semejante a las brigadas de maestros de la I.I'A, isla defendió l.i
"confraternidad social" y el "argentinismo" contra las "tendencias exóticas y disgregante.s".
Mediante otro decreto de 1937, intentó, al igual que otros ultradcrecbistas, "nacionalizar" el 1° de
mayo, que exhortó .1 los trabajadores a festejar pacíficamente bajo la bandera argentina. El gober -
nador resumió su programa en la meta de la "pacificación social".'*'
Fresco también cumplió con otros puntos de la agenda nacionalista, como l,i iM-.irucción religiosa en
las escuelas públicas y la práctica del voto en públi-' " " voto amíado."0 Estas medidas, junto con la
represión y el fraude y su abierto apoyo al fascismo europeo, menguaron la popularidad que de otra
manera habría alcanzado merced a sus programas sociales. Algunos nacíona-li'.ia;; lo
menospreciaban como un político oficialista vinculado a compañías ¡arias extranjeras, mientras que
algunos conservadores desconfiaban de ••u ¡luioritn.risp.io y de su política labora!. Más importante,
fue presa de los pía nes del sucesor de Justo, Roberto Ortiz (1938-1940), para depurar el siste ma
electoral. Ortiz primero debilitó a Fresco y después lo desplazó del poder mediante una intervención
en 1940.
Los lazos de Fresco con el capital extranjero lo malquistaron > "ii l.i n ría de los nacionalistas,
quienes a fines de la década fie I" aniimperialismo como parle de su alternativa a la izquierda. Su
comprendían el estímulo a la industria de propiedad local mediante p don arancelaria y otras
medidas. Abogaban por la creación de una marina mercante que transportara los productos
argentinos, en particular a los países sudamericanos, con los cuales los nacionalistas, al igual que los
nacislas, csla-ban ansiosos de estrechar lazos comerciales. Lugones, los Irazusla y otros nacionalistas
veían en el cultivo de relaciones económicas con los países vecinos el primer paso hacia la hegemonía
regional, que pensaban que la Argentina habría ejercido desde comienzos del siglo XIX de no haberse
interpuesto el derrotismo liberal. Luis Gallardo exhortó al Estado a que regulase las plañías
frigoríficas y el mercado de granos para negociar en mejores condiciones con los monopolios
extranjeros. Para proporcionar más auxilio a los productores locales, quería que el gobierno
estableciera cooperativas agrarias y elevadores de granos.91
El nacionalismo económico implicaba limitar las actividades económicas extranjeras.
Nacionalismo Argentino propuso que el Estado se hiciera cargo de las empresas de servicios
públicos, mineras y de transporte extranjeras. Algunos querían que se abstuviera de contraer nuevos
préstamos en el exterior y que suspendiera el pago de la deuda externa. De modo bastante
semejante a la Acción Social Nacionalista brasileña, Guardia Argentina quería obligai .1 la',
compañías extranjeras a emplear cierto porcentaje de argentinos, También sugirió mantener fuera
del gobierno a los accionistas, a los abogados y a cual quicr empleado o deudor de las compañías
foráneas.92
Algunos ultradercchislas combinaron el nacionalismo económico imi apelaciones a los obreros de
tinte revolucionario. La Federación Obrera Nacionalista Argentina (l:ON/\) aconsejó a los
trabajadores organizar sindícalo', no sólo para reclamar beneficios económicos sino para alacarel
capitalismo, y en particular su versión extranjera, el cual esclavizaba tanto al "proletariado" como a la
Argentina. Los trabajadores sólo disfrutarían de sus derechos en una nación independiente; por
ende, tenían que esforzarse por la liberación de ambos. Así, la noción socialista de solidaridad de la
clase obrera internacional era un mito, porque la lucha del proletariado adquiría sentido
revolucionario "trascendental" únicamente bajo la bandera nacional.u) Esln formulación, y por cierto
gran parle del programa socioeconómico nacionalista, presagiaba la del peronismo y de los grupos
nacionalistas de izquierda de décadas más larde, aunque también se inspiraba en las opiniones de la
LI'A sobre la necesaria colaboración entre el trabajo y el capilal en los países subdesarrollados.
El recelo ante el capital extranjero conducía naturalmente a la hostilidad hacia los británicos. En
opinión del periodista Ramón Dolí, en la época de la Independencia la Argentina, poblada por una
heroica raza hispanocriolla ca-había amenazado el emergente capitalismo de la Inglaterra
protestante. En consecuencia, esta última había dividido la región del Plata para subordinarla a sus
deseos, ayudada por los liberales autóctonos. Como lo subrayó Ernesto Palacio, otro integrante del
círculo de los Irazusta, los protestantes Estados Unidos habían ayudado a los británicos a apoderarse
de las Malvinas. Símbolo sin par del cntrcguismo, las islas debían recuperarse. Este deseo de alterar
las relaciones con otros países fue una característica primordial del
¡ 1110 y otro componente de la alternativa nacionalista a la izquierda.*1
' liando los nacionalistas examinaron la historia argentina, descubrieron iiui "!' i un Inlrr, Rosas, había
desafiado a los británicos y a otros imperialistas. r< i» I'•'• .r. también les resultaba atractivo por otras
razones. Admiraban su n.i.li. i.in.ilr.mo y lo que consideraban su catolicismo; algunos, sin embargo,
Liban calladamente su Realpoltlíh religiosa, tan parecida a la de M,i i1 u. r A | il.u u lían el
desplazamiento de los intereses mercantiles por los inte-i i;',i.un)', del odiado capital comercial y
financiero por el vanagloriado i apii.il "¡Mudnilivo" ligado a la tierra- que había representado el
ascenso de .'1 poder. Las vastas estancias de Rosas y la sociedad que éste señoreaba ñu .u liaban las i
elaciones sociales paternalistas que muchos nacionalistas querían recrear. Su amor por la vida rural
cimentó sus lazos con la Argentina criolla y lo distanció de la Argentina inmigrante y de las
influencias extranjeras que despreciaba. El apoyo que las masas dieron a Rosas les demostraba a los
nacionalistas que un fuerte líder anliliberal podía ser popular. A diferencia de los gobernantes
presentes que se enriquecían merced a sus cargos, Rosas había perdido su inmensa fortuna. Los
nacionalistas no desaprobaban la represión resista de liberales y disidentes, como tampoco su falta
de interés por teorías y constituciones. Algunos vieron en él un modelo para un dictador
contemporáneo, aunque Julio Irazusla al menos consideró anacrónica esta noción.1"
La rcvalorizaciÓTi de Rosas contribuyó a reavivar el revisionismo históri-i o. I a reacción contra los
inmigrantes y el izquicrdismo que había fogoncado la ola previa de revisionismo continuó, pero
detrás de la ola presente había una preocupación generalizada por la declinación nacional y la
Subordinación a los países extranjeros. Las influencias antiliberales de Europa también li.n i.m más
atractivos a dirigentes autoritarios como Rosas. Esta corriente revisionista empezó con la oportuna
biografía admirativa de Rosasen 1930, basada es conferencias que había dado en 1922, y continuó
con el libro de los Irazusla de 1934. Ese año, Rodolfo Irazusta y olio1, formaron un comité para
promover la repatriación de los restos de Rosas de Inglaien a. Habiendo iniciado ya las
investigaciones sobre el dictador, a mediados cíe la década de 1930 julio Irazusla comenzó una serie
de charlas sobre el tema. Finalmente, en 1938 surgieron dos centros revisionistas; el Instituto de
Estudios Federalistas de Sania Fe, en el que se hallaba José María Rosa (hijo), y el más conocido
Instituto de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas" de Buenos Aires. Los Irazusla, Dolí,
Palacio, Lafcrrcrc y Calvez -quien publicaría poco después su propia biografía de Rosas- se contaron
entre los directores del segundo instituto, que ha patrocinado investigaciones, conferencias,
conmemoraciones y publicaciones hasia el día de hoy."0
Aunque el autoritarismo de los resistas no necesariamente influyó en el público, sí lo hicieron
algunos de sus otros temíis. Muchos aprobaban su critica de la oligarquía, que sonaba radicalizada,
aun cuando los Irazusla y otros revisionistas definían a ésla como abanderada del liberalismo más que
como una clase social. El rcspelo por las masas, no identificadas con la barbarie como las había
estigmatizado Sarmiento, el elogio de un líder que enfrentó resueltamente a los extranjeros y la
condena de un "sistema liberal de entrc-£«", según las palabras de Ricardo Fonl Ezcurra, atrajeron a
muchos argentinos. Por cierto, muchos revisionistas se deleitaban en derribar ¡conos liberales como
Sarmiento. Ofrecían algo que no se encontraba en las historias oficiales; una explicación de las
causas por las cuales la Argentina no había alcanzado el lugar que le correspondía, como muchos
habrían predicho antes de 1930 -es decir, las maquinaciones de los extranjeros y sus aliados
oligárquicos-. Estas opiniones rozaban una fibra sensible del público argentino, irritado por la
corrupción y el fraude de la década de 1930, o por lo que Oses llamó la "traición cierta y continua a los
intereses morales y materiales de la patria". Aunque reduccionista y conspirativa, esta teoría se
transformó en el ingrediente más poptdar de la postura crítica alternativa de los nacionalistas.'1'7
La Fuerza de Orientación Radical de lajovcn Argentina (forja) se sumó a los nacionalistas en su
revisión historiografía». A partir de 1935, sus miembros estudiaron las relaciones económicas
argentinas con Gran Bretaña y aplicaron sus conclusiones para intentar reformar la ucu. A diferencia
de los rosistas, fokja respaldaba !a soberanía popular y un nacionalismo al que desighecho de
que !:ORJA calificara los ultradercchislas ya se ha-.•ondcna cíe la élite liberal, de la
i...lista y socialista se parecía a la del
• le sus principales figuras, Raúl
I. .ador de los Irazusta. José María
i disputa entre roRJA y el naciona-rsisicntc.'"
n inalistas, como los nacislas, accpla-in sólo sus adornos. Tales
formulaciones
.n i 'n. .ludorlrlnnuilólicaí omocnla fascista europea. El argen-
.....piula...|H' .il. |»rlii ' i' teína fue el padre Julio Mcinvielle,
• ipi'llitn ili i'.ili - (irolllleo nuloi Di :i,oelo semejante a los nacionalistas
Clllollio'. biM'.lIrMOi ¡ .1 I" i mvicllc calificó al capitalismo como un
uní..i " i....i.i un i ledmicnto ilimitado del beneficio me-
; mil a-, mecánicas, definición que no mcncio-
n il i I i |.i,.|in I n pm'.id.i lu ip .il|;imas distinciones entre los liberales, que
ili.ui I,. I' u N ¡o', para una minúscula oligarquía, y los marxistas, que
ni p.ua • \ proli mi i.id o <> el listado. Al identificar el materialismo
.....l.i i i111 ia del capitalismo, empero, estaba en condiciones (lo mismo que
el unción li . l di i nlazar este sistema económico, el liberalismo)' el marxis-ni" lin el i ipilalismo, las
lin.mzas regulaban la producción y esta regulaba el
COM ......coiki | idón católica de la economía exigía que el consumo rcgu-
l.u i I i | n i" luí i n ni. Mr nivicllc no veía nada malo en la acumulación de riqueza,
mu uii. !•. i 11 uipic'.aiio rei n virtiera la mayor partéele ella para proveer empleos
V pi i u lin los qui '.ii vieran a las necesidades humanas. Muy a menudo, sin embar-
• .ipn.Mr.muí piomovía una competencia ruinosa que destruía empresas,
i ni|'li u. y los lazos que unían y protegían a la gente, lo que conducía a una
.igualdad."" Ésta era la justificación de los nacionalistas para alegar
i|ui i 11 .ipiialisino destruía las familias)'la estabilidad (con lo cual los izquicr-
•i darían) y aun la propiedad privada (argumento que los izquicrdis-
.iii.ui contradictorio).
li mi vid le, las riquezas gcnui ñas eran los productos de la tierra y de la
11 i I I dinero, estéril e improductivo, sólo constituía un medio de cambio
valor real en sí. Por esta razón, la Iglesia se oponía a cobrar interés
laníos. El capitalismo, empero, había puesto en práctica esta idea,
If, "Arj;cntinc nalionalism" y "Raúl Scalabrini Orliz"; Speklorowski, "Ideológica! •". pp. 167-168;
Hernández, pp. 7-Í-75; C. lbar¡;urcn (h.), Respuestas, p. 19;ZuIela AI va iez. /:( nui'tuiiuHsmo, vol. 1, pp.
336-337; Hernández Arregui, p. 359. "" Mcinvicllc, Concepción, c?p. pp. 16, 20, 22-23, 29, 34, 81, 84-85.
Víase también Lastra, |'|i. •I4--IO; la crílka de De la Torre n la visión católica del capitalismo se halla en
Escritos, vol. 3, pp. 43-74.
con lo cual había dividido a la humanidad en dos cl.i oligárquicos y los productores
empobrecidos. El gru[?o de lo nacionalistas adoptaron este punto de vista, que oscurecía las
diln , patrones y trabajadores. Citando a Werner Sombart, el cléi igo culpo por la usura y por
todos los males que emanaron de ella.'""
1:1 judaismo había errado al vislumbrar al Mesías como una figura ten e nal que instauraría un
imperio judío triunfante antes que un reino celestial. Por ello, los judíos no sólo cometieron dcicidio,
sino que impartieron un significado terrenal o camal a las promesas divinas. Desde la Crucifixión, el
mundo había quedado dividido en dos: la carnalidad y la codicia judías y la espiritualidad cristiana.
Todas las fuerzas humanas se agrupaban en torno del primero, el bando de Satanás, o del segundo,
el bando de Dios; quienes no estaban con Cristo estaban con los judíos. Así, todo lo que contradijera
o conspirara contra los principios cristianos era judío por definición, aun si los perpetradores fuesen
gentiles. Esto incluía muchas fuerzas diferenles, porque la hostilidad judía hacia el cristianismo era
"universal, inevitable y terrible".'"'
El análisis del clérigo respecto de la malevolencia de los "judíos" seguía su inexorable lógica
maniquca. Como por definición querían destruir el mundo cristiano, eran necesariamente
responsables de lodo lo que le sucedía a éste. Sin citar directamente el Talmud, Meinvielle lo acusó de
alentara los judíos a robar y perjudicar a los cristianos y a ofrecer sangre cristiana como sacrificio. Los
hebreos persiguieron a los primeros cristianos, esclavizaron a sus descendientes mediante la usura c
incitaron a todos los grupos heréticos. 1.a Iglesia mantuvo a raya la malicia judía durante la Edad
Media aislando a los hcbícos en guclos -destino que ellos mismos se buscaron al negarse a asimila!
m-, convertirse o abjurar de las intrigas-. El Renacimiento, la Reforma y la llir.tia ción se hicieron eco
de las ideas judías y beneficiaron a los hebreos. I.a I Ilición Francesa, que socavó el catolicismo y a su
defensora, la monaiqui.i, lo . liberó de las restricciones eclesiásticas para llevar adelante en serio su
gucna contra el cristianismo. Sirviéndose del liberalismo y del capitalismo, amb. < inventados y
controlados por ellos, los judíos robaban a los que nada tenían; el socialismo, otra doctrina hebrea,
alentaba el robo a los ricos. Asf, los judíos crearon el conflicto de clases e hicieron que los cristianos
se enfrentaran entre sí. Con el comunismo, financiado por el oro hebreo, los judíos podían controlar n
los cristianos de manera aún más implacable. Por último, el sionismo haría dcjerusalcn la capital de
un mundo dominado por los hebreos. Fingiendo moderación, Mcinvicllc alegó que no pretendía
hacer del judaismo un "dios maligno", y acusó evasivamente a los cristianos débiles por permitir que
losjudíos los usaran. Empero, veía en el judaismo la causa original y primordial de los
acontecimientos anticristianos.102
Esta conspiración judía se parecía a la descrita en los Protocolos de los Sabios de Sión. Tal vez
consciente de que los tribunales de varios países habían determinado que los Protocolos eran una
falsificación, Meinviellc escribió que no sabía si ese documento era auténtico. Agregó, sin embargo,
que explicaba innegablemente lo que había pasado entre losjudíos y los'cristianos.'01 Los
nacionalistas se harían eco de su equívoca declaración.
Mein viellc juzgaba posible vencer a losjudíos a pesar de sus lácticas cnvolvcnlcs. 1:1 medio
principal consistía en unificar y fortalecer la cristiandad, pero otro era i i-prunir a losjudíos, si era
necesario, con la espada, como en España. Al igual que Anquín, el clérigo creía que la violencia al
servicio de la "Verdad" era compatible con el crislianismo. El fascismo, pensaba, restauraría un
sentido cristiano de la economía. Su objetivo era una sociedad de pequeños productores basada en la
cooperación antes que en la avaricia, en la cual la Iglesia recuperaría su supremacía y pondría fin a la
usura y a la dominación judía.
Muchos periódicos y grupos nacionalistas profesaban sentimientos antijudíos que se
entremezclaban con asuntos de importancia crítica para ellos. El antisemitismo era el tema central
de Clarinada y de Crisol, el cual se autodenominaba "diario ontijudío". Al igual que para los nacistas,
el antisemitismo servía como sustituto de la crítica del sistema de clases. El hecho de que algunos
poderosos exportadores de cereales fueran de origen judío parecía reforzar la identificación de
losjudíos con el imperialismo."" A diferencia de sus pares chilenos, las actiludes antijudías de los
nacionalistas no sufrían altibajos de acuerdo con las circunstancias políticas. Desde principios de la
década de 1930, la mayoría de los nacionalistas fueron antisemitas.
Crtlerio epilomizó, entre otros temas, la convergencia entre el catolicismo y el nacionalismo
acerca de la cuestión judía. Expresó una variedad de posiciones sobre el judaismo, todas hostiles. Los
artículos de Manuel Calvez representaron una perspectiva antisemita tradicional. En 1931, estimó
que había 800 mil judíos en el país, cifra exagerada sin ton ni son que los nacionalistas citarían, i niño
el gran tamaño de su comunidad y la pequeña población anfilriona impedirían la asimilación, propició
restringirla inmigración judía. Si los judio:, trabajaban con empeño y no conspiraban contra la Iglesia
ni contra la nación (fraseología que sugería que consideraba una posibilidad germina lo opuesto),
Calvez predecía que los argentinos los tratarían bien. El hecho de que los judíos que se convertían al
catolicismo hallaran una cálida bienvenida indicaba a .su juicio que no había antisemitismo, al que
parecía definir en términos raciales."* Muchos judíos discreparían.
Lejos de las estadísticas infladas de Calvez, en 1930 sólo había alrededor de 191.400judíos en la
Argentina. Pero, como en Chile, el hecho de que su número y su movilidad estuvieran en ascenso
ayuda a explicar las aprensiones de los nacionalistas. Pese a las restricciones a la inmigración en
parte influidas por el antisemitismo, miles de refugiados llegaron a la Argentina durante la era nazi,
la mayoría ccnlroeuropcos. Algunos de ellos, junto con los que arribaron antes, se dedicaron a la
industria e instalaron pequeñas fábricas textiles y otras manufacturas, mientras otros se sumaron a
las filas de los pequeños comerciantes. Los judíos también se volvieron más conspicuos en la vida
profesional e intelectual. En 1940 había 254.400 judíos en la Argentina, alrededor del 1,9% de la
población. A pesar de estos signos de prominencia y prosperidad, en 1939 la mayoría de losjudíos
seguía perteneciendo a la clase obrera.107
Aun antes de esta ola inmigratoria y de estos indicios de movilidad, el padre Gustavo J.
Franccschi, activista socialcalólico y director de Criícrio, se quejó de la "implacable penetración
semita". En 1933 alegó que no era un "antisemita violento"; hacia 1934 insistió en que no era en
absoluto antisemita, pues el odio era anticristiano. A la vez que condenaba la persecución alemana,
creía que losjudíos debían de haber hecho algo mal para suscitarla; admitía, sin embargo, que los
crímenes judíos no merecían una respuesta como la Noche de los Cristales (Ki-¡stallnacht) de 1938.
Tal vez una devoción cristiana por el martirio lo llevó a profetizar que "los mejores entre los hebreos,
bajo la tremenda persecución que los aflige, se humillarán y aceptarán esta prueba destinada a
purificarlos". Franccschi recomendó a los católicos rezar por los judíos, pero no abrirles las puertas
del país, pues quería preservar el carácter católico latino de la Argentina."1"
üibioscn la actitud del clérigo.
n ililler cuando, al regresar del
i has lisas, sus barbas poco cuida-
sus ojos huidizos", no podían ser
le, monseñor Franceschi no atri-
conspiración judía, aunque creía
••.as posiciones (|ue perjudicaban
qii'- los judíos seguían siendo judíos,
>n que defenderse a sí mismos. Los
-i li.iln.i llegado a extremos absurdos. Por
1 i (impiedad que los judíos habían adquirido
. hi 110 sugirió arrebatar la propiedad a
Ill.-o Imii .ipié en el fortalecimiento de la cris-
ui del gobierno y convertirlos.'"9
i , I ili|i|i,i. i|Mi. u .iií.is después habría de celebrar misas en
11 i.m 1.1,1,1 |ii'.iiriali>la, denostó a los judíos en progra-
¡uililh i. i,iin n.ii iiinalislas como Clarinada. Yendo más
. ,|n. I muí i In |im ' mu .il ir.ii.il que Meinviellcsobre un complot judío
i I i|i|,|iim|< i muí u u tiiple ofensiva judía al enlazar el ataque
'I Inlri....i il. , I at.iqur de Freud a la familia y la religión y el
u .1 I i li y I-, i , 111 -/a, formulación que repetirían expolíenles
ni u mi II, I'), 'i I'»H3. Incluso cuestionó los intentos de asimi-
iii fu ¡u, I i', jiiilín.-. qiu- alentaban a sus lujosa ingresaren lasocic-
''• un nii l.i socavaban desde el interior. Como Franceschi,
I ih|'| u.u l.i pin i'.' de la Argentina a losjudíos: "O los controla-
n" " '
I 'i (tu i"n mi', i .iiiiii ida de antisemitismo de la extrema derecha fue la
Iml f >m>(|<> 1 >), cuyo autor, Gustavo Martínez Zuviría, había sido
il (mi rl i'i>r, aunque había abandonado el ])artido a raíz del
de mi líder. Director de la Biblioteca Nacional, veía en los
ilii.lira" del Anlicristo; como Mcinviellc, admitía provocati-
.-1 lio.oíos podían no ser auténticos, pero que sus cláusulas
maravillosamente". No obstante, discrepando con el sacerdote,
• creía que la futura capital de un mundo dominado por los
•ii a localizarse en la Argentina y no cnjcrusalén. F.i vcrdade-
h.il't'lico de í:l Kahal-Oro esbozaba cíe qué forma algunos judíos
I 1...1 n apuestamente concrctarlo. Fl autor concluía que, como no podían
coexistir en el mismo país dos nacionalismos, la frasV "Muelle a! |ii<!i intercambiable con "Viva la
patria",1"
Fsta popular novela levantó una tormenta cíe controveí judío Cesar Tiempo señaló que, mientras
un oscuro poela era senlcni i.ulo a prisión por escribir un poema izquierdista, las "acusaciones
monstruosa ," de Martínez Zuviría y su incitación al asesinato gozaban del silencio oficial, tal vez
porque era pariente político del ministro de Justicia, Iriondo. Por cierto, los sellos del Ministerio de
Justicia aparecían en la propaganda de su libro. Tiempo y otros le exigieron que dimitiera de su
cargo. La prensa nacionalista enmarcó estas quejas respecto de un libro "muy patriótico" y
"valiente", como lo calificó DoU, dentro de su estructura argumenta!. En su opinión, lascrílicas y el
rechazo de los anunciantes judíos a publicitar el libro sólo probaban el poder del Kahal, el secreto
lidcrazgo judío. Criíctio señaló que los detractores no habían presentado pruebas que refutaran la
tesis del autor. Incluso advirtió a los judíos que no se quejaran en voz alta, no fuera que su
"petulancia" alrajcra el "odio popular" sobre ellos."2
Los nacionalistas fueron por lo general más crudos que los clérigos. Crisol publicó procaces
mentiras en su "columna de noticias judías", sólo emuladas por la serie de Clarinada titulada "¿Quién
es este judío?", que imprimía grotescas caricaturas de losjudíos como diablos, arañas y otros
monstruos, parecidas a los dibujos animados nazis. El diario de la LCA, Cambute, emitió la siguiente
"consigna": "Guerra al judío. Odio al judío. Muerte al judío". 1 a Unión Nacionalista de Estudiantes
Secundarios (UNUS, rama estudiantil de la i.ca), Acción Antisemita Argén ti na y otros grupos fijaron
carteles antisemitas por todo el país. Uno decía: "Maten un judío por día y limpiaréis ñu querida
patria de esa lacra". Accediendo a una petición judía, el gobierno de Sabaltini prohibió a la unf
desplegar esos carteles, pero las medidas c-Méigu a-. fueron raras."3
A diferencia de Chile, los nacionalistas exteriorizaron su furia sobre vícii-
. mas judías de carne y hueso. Atacaron cines que exhibían películas judías o
antiuazis y asaltaron a quienes consideraban que eran judíos. En agosto de
1934, por ejemplo, Laferrére y otros nacionalistas atacaron un cinc por mosIrar La ccisfl tic los
Rolliscliüíf, quejuzgaban i ¡lose mita. La audiencia se defendió hasta que la policía arrestó a los
perpetradores. Los diez nacionalistas, la mayoría aristócratas, obtuvieron rápidamente su libertad y
pagaron pequeñas mullas."'1 Los observadores acusaron a la policía de excesiva tolerancia o incluso
complicidad en tales incidentes.
Las sinagogas también fueron blanco de ataques. En marzo de 1934, en Buenos Aires, una de las
habiluales transmisiones radiales de los servicios vespertinos de la Congregación Israelita tuvo lugar
en Viernes Santo. Dos explosiones interrumpieron el programa y causaron heridas leves a varios de
los aproximadamente seiscientos asistentes, que tuvieron que abandonar el cdifi-clo I ••-'•'a vez la
policía arrestó a cinco hombres.Justificando las bombas, Crisol se quejó de que no era suficiente que
los judíos controlaran el comercio de cereales, las universidades, la izquierda y la trata de blancas;
ahora habían insultado a los calólieps y abusado de la hospitalidad de la nación, y por esa razón los
argentinos habían tenido que responderles del mismo modo. Los nacionalistas cometieron actos
vandálicos contra la misma sinagoga durante el Año Nuevojudío en septiembre de esc año."5
Los nacionalistas colaboraron con los nazis alemanes en algunas acciones contra los judíos y
contra los críticos del Rcich. Un ejemplo fue la serie de ataques al Teatro Cómico de Buenos Aires por
presentar Las rajas, versión traducida de una obra anlinazi de Ferdinand Bruckncr, dramaturgo judío
expulsado de Alemania. Cuando la embajada alemana se quejó por la obra, el gobierno ordenó el
corte de algunas escenas. Esto resultó insuficiente no sólo para los nazis, sino también para los
nacionalistas, quienes condenaron la obra por defender a los judíos. El 16 de diciembre de 1934, un
grupo numeroso trató de interrumpir la función. Se desataron varias refriegas entre los antinazis y
los pronazis, y la policía arrestó cerca de cincuenta del segundo contingente. El 20 de diciembre, la
policía sorprendió a un joven tirando gas lacrimógeno dentro del teatro. Finalmente, el 13 de enero,
las autoridades detuvieron a siete legionarios por portar bombas incendiarias y líquidos infla mables
dentro del local. Éstos a su vez implicaron a otros miembros de la i.ca y a Hans Hermann Wilkc,
empleado de un banco germano nacido en Alemania.' '*
Éste fue uno de los pocos casos de violencia nacionalista que culminó en un proceso y una
sentencia judicial. Los acusados, Wilkc y Florentino Martín Rocha, antiguo empleado público y
miembro de la lca, habían contratado y pagado a los quiñi .n;;, minos, todos legionario! de clase baja
y media baja, para atacar el Te.Uto Cómico y otros objetivos. Wilke había pertenecido al nsdai> y a la
lca, aunque insistió en que había dejado ambos; probablemente era un agente alemán. 1:1 grupo
también confesó haber asaltado el anlinazi ArgfMlinisdics TogcWílíí, dos sinagogas y algunos locales
radicales y socialistas, además de otros sitios. Después de que sus apelaciones expiraran en 1937, los
argentinos recibieron breves semencias y Wilke una algo más larga, aunque pudo haber escapado al
Brasil, quizá con ayuda alemana."7
Si bien los argentinos no pertenecientes a la extrema derecha no atacaron físicamente a los judíos
ni se embarcaron en la retórica antisemita radicalizada, no estaban exentos de prejuicios. La élite
seguía excluyendo socialmente a los judíos e incluso algunos socialistas y miembros de roujA
mostraron insensibilidad por la suerte de los judíos. Tal vez respondiendo a las presiones naciona-
listas, el gobierno despidió a profesores, médicos y oíros profesionales judíos cíe instituciones
públicas en la década de 1930. Como claro ejemplo de esa presión, José María Rosa, del Nacionalismo
Laborista, instó a los dirigentes de la provincia de San Juan a no designar al "judío Goldslein" como
magistrado, aunque no queda claro si hicieron caso a sus palabras. Numerosos alegatos de Sánchez
Soronclo y de Silveyra, sin embargo, llevaron a la policía a allanar y cerrar en 1937 once
escuclasyidtüs/i en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires y arrcslar a 22 maestros bajo cargos de
comunismo, aunque no tenían una orden judicial. Al no encontrar pruebas, las autoridades reabrieron
las escuelas y liberaron a los maestros. El antisemitismo de los nacionalistas lambién pudo haber
influido en la polílica inmigratoria restrictiva. No obstante, cabe señalar que, de mala gana o no, la
Argentina admitió en la década de 1930 más judíos sobre una base per cápita que cualquier olro país
salvo Palestina.""
Por lo general, los nacionalistas no basaron su antisemitismo en argumentos biológicos. Al igual
que los nacisias, la mayoría rechazaban el racismo de tipo alemán como materialista, pagano y aun
anticatólico; de hecho, acusaban a los judíos, dado su supuesto separatismo, de ser racistas. Una
excepción fue Frente Argentino, que describió a los judíos como una raza inferior e inservible y
propugnó su extinción. De modo similar, aunque en sus programas abundaban las críticas severas
contra la inmigración y los extranjeros que ocupaban cargos públicos, los nacionalistas rara vez
criticaron a los inmigrantes por motivos raciales. Exaliaban la "raza" criolla, pero ésta era una noción
cultura<n parte por el catolicismo, las virtudes fia. A diferencia de los nacislas, no "lor a esta "raza", a
la que vagamente i Jo con Sarmiento y otros libera-.111 <li-iii;',iar a los 'Habitantes del intc-lii'.onas."''
• ilución a todos sus problemas, el
.liíundirlo entre los estratos más bajos
lililí n l'¡ !5.l:" No obstante, el anlisemitis-
I' l.i .ili. i, u .1 radicalizada de los nacionalistas. Esta
COtnpri i< ii.m 1 odio a la oligarquía y a los imperialistas,
; i.i .Ir l<> ni.ilrs argentinos, el amor por la "raza", la
il, mu violi-nlo sentido do la masculiniclad y la
n.....iim ih i, .1 lir. "ihi productores" y los judíos antes que a los
i .u i l.i ii|i-ii|m;'i.i y la práctica de los nacionalistas a fines de la
. ap.11 tai on de las tendencias conservadoras de nivel nacio-
ui.iil.r. pin d riiN y la Concordancia. Pocos derechistas moderados
.iln ir .1. ni .inipalíns poi I.'usas; su linaje ideológico liberal se remontaba más
bien n lo del dictador y en particular al anticlerical Roca. Por lo
C.i ih i.il ' • .i.ili.m poco dispuestos a reemplazar la democracia parlamentaria y l.r. liln u.nli••, hlu-
iales -no importa cuan incompletas fuesen- por el poco cidro sistema < orporativista de los
nacionalistas, aunque algunos expresaron mi. n | "'i " i diurnas" electorales regresivas que pudieran
beneficiarlos. Su diir.niii II. ." i los • ..inscrvadorcs a ser más explícitamente racistas que los u" lomill i
is, aunque menos abiertamente antisemitas. A diferencia de éstos, lutilercclii tas niocli ráelos
veneraban los lazos con Gran Bretaña y asignaban
I.....lud u lu producción de carne y cereales, así como a los intereses de los
I....un di ' | 'i rciados por los nacionalistas. La mayoría de los conscrva-
ilu.i ..Uní la idea de que la riqueza se derramaría paulatinamente de u i ilii .I. i| i in.r. (|ue la de
redistribuir para ayudar a los pobres. No obstante, ar la Depresión y prevenir el conflicto social, la
Concordancia . ip.uló dd liberalismo al estimularla industrialización y regular las relacione el i/apila! y
el trabajo. El pragmatismo de los conservadores contras-i los i igidos principios y las nociones
conspiralivas de los nacionalistas. 'l.'xilnlidad, empero, no se tradujo en un proyecto nacional para
ganarse imado. Sus metas principales estribaban en reservarse el poder para sí ni r un is, mantener la
estabilidad y preservarla alianza de los partidos conscr-vaciares provinciales.'3' Aunque Fresco,
Sánchez Sumí ido y olio-, inu.in • en el campo conservador y otro en el nacionalista, los aiir-riva.:
general rechazaron la alternativa nacionalista a la izquierda. 1:1 miilun npniíu nismo de la primera
mitad de la década de 1930 se vio Interrumpido recíproca aversión de finales de ella.
Paradójicamente, hubo más superposición ideológica dentro de la derecha chilena que en la
argentina. La élite chilena y los conservadores no tenían dificultad en aceptar el culto de Portales; la
visión naci acerca de éste se inspiraba en Encina y en otros historiadores pertenecientes a los círculos
dominantes y de ningún modo cuestionaba el poder de la aristocracia. Las deficiencias de la
economía exportadora de Chile, la gravedad de la Depresión y la fuerza de la izquierda hacían que los
derechistas moderados estuvieran más dispuestos a considerar el intervencionismo estatal, el
nacionalismo económico y el corporativismo que sus pares argentinos, aunque por lo general eran
liberales. Fueron especialmente notorios los puntos en común entre el nacismo y la Falange. Estos
rasgos compartidos, no obstante, espolearon la competencia y el conflicto entre los extremistas y los
moderados, sobre todo desde que los primeros, a diferencia de los nacionalistas, constituyeron un
partido político.
la popularización dhl nacionalismo
A comienzos de la década de 1930, la lca y grupos orientados a los trabajadores como el Fascismo
Argentino y la PONA recurrieron a su alternativa a la izquierda para atraer seguidores.'-2 Tales
esfuerzos culminaron en la Alian/a de lajuventud Nacionalista (ajn), coalición de grupos estudiantiles
oiy. 11 < ¡n ponente mayor era la unhs, afiliada a la lca. Cuando surgió en 1937, de \\> di" en reemplazo
de la moribunda LCA, la AJN anunció su propósito de nuivn lii ,il nacionalismo a "millares de jóvenes
trabajadores" que de otro modo can ian en las garras del marxismo. La ajn se transformó en la
organización de extrema derecha más dinámica de fines de la década de 1930 y comienzos de la de
1940, pues atrajo entre 30 y 50 mil adhcrcntes en todo el país. Su núcleo estaba formado por
enérgicos jóvenes de veintitantos años como el ex jefe de la UNIIS, Juan Qucralló, pero también
incluía figuras de más edad como Ramón Dolí y Juan 15. Molina.U!
Al igual que el nacismo chileno, la ajn rcformuló el mensaje nacionalista revistiéndolo de una
retórica radicalizada orientada al futuro. Los miembros de la ajn reverenciaban la fe católica y los
valores y a los dirigentes del pasado, pero, como revolucionarios, vislumbraban nuevas respuestas a
los problemas del país. Se consideraban a sí mismos no sólo enemigos del marxismo, sino también
de la "sociedad liberal, capitalista y burguesa" y de In decadente aristocracia. Su Estado
corporativisla "fuerte y ético" lograría la total independencia económica, dividiría los latifundios y las
tierras fiscales entre los paisanos pobres, proveería los generosos beneficios del bienestar social a los
trabajadores y eliminaría los trusts agrarios y los monopolios de exportación de carnes. Aspecto
infrecuente entre los nacionalistas, la AJN quería hacer más accesible la educación superior a quienes
no pertenecían a la élite. El trabajo, que "no es una mercancía ni un baldón", poseía dignidad; era un
derecho que el Estado debía garantizar y un deber que todos dcblan'cumplir. Contra la noción de
clases sociales, la ajn afirmaba la unidad de todos los argentinos que contribuían a la nación con el
"trabajo del cerebro o del músculo". La bandera de la ajn, un cóndor negro con un martillo en una
garra y una pluma en la otra, representaba estos lazos; sus colores rojo y blanco aludían al
anarquismo (y a la Falange española). El cóndor evocaba el águila germana y una imagen de poder;
dado que su habitat se extiende por toda la zona andina sudamericana, también sugería el interés
por ampliar la influencia argentina, que la ajn quería potenciar para recuperar las Malvinas y
fortalecer a los militares y los lazos con Iberoamérica, Más predccible, la AjN veía en el problema
judío "uno de los más graves" de la Argentina y esperaban terminar con la "perniciosa influencia en el
gobierno, en la economía y cu la cultura" que ejercían los hebreos.m
La AJN llevó su postura radicalizada a las calles y a las escuelas. Recinto militantes principalmente en
la élite y entre estudiantes de movilidad social ascendente que asistían a instituciones católicas.
También fijó carteles y organizó alocuciones en las esquinas de barrios predominantemente obreros.
En 1938 emprendió una campaña de afiches y conferencias contra los Estados Unidos y la inminente
conferencia de la Unión Panamericana en Lima. Un cartel criticaba el imperialismo yanqui por
haberse apoderado de Panamá mediante el control del Canal de Panamá, y de la mitad de México
mediante su victoria en la guerra contra esc país en 1848; por matar al líder de la guerrilla
nicaragüense Sandino; por sojuzgar la región del Caribe; por proteger los intereses de las compañías
petroleras norteamericanas que habían promovido la Guerra del Chaco (1932-1935) entre Boltvia y
Paraguay por el control de una región rica en petróleo. Otro describía la "política cli-1 buen vecino"
como una máscara del imperialismo, y denunciaba que en la citada reunión los Estados Unidos
tratarían de esclavizar a la Argentina. Expresados en campañas, mítines y volantes, estos
sentimientos antinorleamericanos, las demandas por las Malvinas y las denuncias de corrupción
oficial se asemejaban a los de POKJA.125
Otras actividades, sin embargo, fueron explícitamente antizquierdistas. Una fue la Marcha de la
Libertad el 1° de mayo de 1938, ofrecida como alternativa a las celebraciones de la CGT socialista.
Como lo habían hecho la U'A y Fresco, la ajn esperaba nacionalizar esta fecha. Algunos de los
manifestantes con camisas grises de la Alianza portaban carteles que declaraban: "Luchamos por la
patria, el trabajo y la justicia social"; todos realizaron el saludo fascista a la multitud que los aplaudía.
Las simpatizantes mujeres gritaron frases tales como; "Los judíos y los ingleses son gemelos
sianieses". La marcha culminó en la Plaza San Martín, donde los aliancistas conmemoraron ajacinto
Lacebrón Guzmán, mártir nacionalista asesinado por izquierdistas en 1934. Señalando que el
nacionalismo era hasta no hacía mucho patrimonio de unos pocos, el presidente de la ajn, Queraltó,
propuso elevar la "conciencia obrerista argentina". Crisol estimó que habían asistido 30 mil personas
a este acto, que en años siguientes la AJN denominaría la "Marcha del Trabajo Argentino".l!6
Otro espectáculo destinado a atraer una gran audiencia y ofrecer un contraste con la izquierda fue
el desfile de antorchas del 8 de julio de 1938 para conmemorar la Independencia. Procurando
empequeñecer la reducida celebración de antorchas de la Federación Universitaria del 25 de mayo, el
acontecimiento reunió según la prensa nacionalista entre 10 y 20 mil personas. Aliancislas
uniformados encabezaron un desfile de bandas musicales, camiones con altoparlantes y
manifestantes que portaban grandes carteles con consignas nacionalistas y antisemitas dirigidas a
los "enmaradas" y a las personas bienintencionadas.'27 En la década de 1940, la ajn celebrará
"Marchas de la Soberanía" para reclamar por las Malvinas. Estas manifestaciones fueron los intentos
nacionalistas más importantes para ganarse la adhesión popular.
Como otros nacionalistas, la ajn también usó la violencia para atraer vina variada franja de
simpatizantes. La prensa informaba de las habituales escaramuzas y provocaciones recíprocas entre
la Alianza y la izquierda, especialmente en la Universidad de Buenos Aires, pero pasó por alto muchos
alborotos violentos en barrios obreros, l-'l hecho de cjue la AJN fuese más plebeya que
organizaciones nacionalistas y que desafiara deliberadamente a los trabajadores en su espacio pudo
haber determinado que esos choques fuesen particularmente encarnizados.I2<l
LNCRO Y EL NACIONALISMO
> compartía el estilo masculino juvenil que era la esencia del nacionalis-i gemino así como del
nacismo chileno y del fascismo europeo. Los na-'lislas expresaron un sentido de masculinidad militar
tanto en sus ' i íes contraía izquierda como en sus abundan les referencias a la juvenil i' I, l,i [micira y la
potencia en escritos y alocuciones. El Fascismo Argentino • I luí lo su ideología como la "senda y
fuerza de la juventud? y la "acción viril" di defender la patria. El título del periódico nacionalista Eí
Pampero hacía referencia al viento que barre las pampas: "Viento viejo/¡pero joven viento m.k lio!"
Los argentinos que actuaban como viejos, se lamentaba Calvez, tc-111:111 que despertarse de su
larga "siesta". El país necesitaba de jóvenes fuertes, llenos de ardor heroico, impaciencia, fe,
entusiasmo. Como si aludiera a los milicianos de la lca, señaló que el hombre joven no sonríe:
impreca, grita, golpea.'™
El nacionalista Santiago Feria sostuvo que sus camaraclas querían un liom-bic "fuerte, audaz" y una
mujer "delicada, conciliadora". Al igual que losnacistas, los nacionalistas pensaban que el
mantenimiento de estas distinciones enirc los sexos garantizaría el orden social y afirmaron de
manera constante que el lugar de la mujer era el hogar. Elogiaban a Mussolini por recortar la
participación femenina en la fuerza de trabajo y tratar de fomentar In natalidad. Pero esta noción de
genero y de familia se veía amenazada por ciertos peligros. Según, el liberalismo degradaba los
varones al rebajar su masculinidad y su resonancia. Feria creía que los Estados Unidos exportaban
deliberadamente el Icmi-iii ino a fin de inducir la pasividad en los varones de otros países para que no
combatieran el imperialismo ni instaurasen gobiernos militares fuertes. Muchos nacionalistas
denunciaron que el capitalismo había debilitado el hogar al pagar bajos salarios a los varones y
empujar a las mujeres a trabajar en oficinas y fábricas. La FONA y otros naüonaüsias cuncuidaban
con los micisius en que el socialismo amenazaba la familia y los roles habituales de los géneros y que
la "igualdad" déla mujer en la Unión Soviética destruía la femineidad. Del mismo modo, la oposición
socialista a la propiedad privada )' a l.i hnrnd.i im|" los padres varones mantener a sus familias.'1"
Después de que las mujeres obtuvieran el derecho al voto en las . municipales y provinciales en la
provincia de San Juan en 1927, Juan Caí lilla observó que, contrariamente a la creencia aceptada, las
mujeres eran conservadoras sólo dentro de su propia esfera y podían no contrarrestar los efectos
nocivos del sufragio universal. Fuera del hogar, eran más proclives que los varones a caer en la
degradación moral, como lo estaban haciendo en San Juan al votar por los radicales y asistir a actos
políticos. Que las mujeres trabajaran impropiamente en fábricas era ya bastante malo; ahora las
"elecciones demagógicas" harían que todas ellas saliesen de sus hogares. Así, el feminismo no era
sino otra manifestación de la disolución revolucionaria que amenazaba el mundo."1
A lo largo de la década de 1930, los nacionalistas continuaron atacando los intereses feministas.
En el extremo se situaron Bandera Argentina, que consideraba el voto femenino una "locura", y
Uriburu, cuyo interventor en San Juan suspendió el sufragio femenino. Aparentemente más
moderado, Juan R Ramos, de la ana/aduna, alegó tímidamente no oponerse al sufragio femenino,
pues nunca sería tan malo como el masculino, pero instó a darle prioridad a otros temas, como la
crisis económica. Enfrentada a un clima de hostilidad influido por el nacionalismo, la más prominente
organización feminista de principios de la década de 1930, la Asociación Argentina del Sufragio
Fcineni no, solicitó al Congreso en 1932 que otorgara el voto sólo a las mujeres ai n 11 tinas nativas
que sabían leer y escribir y eran maduras)'capaces. Eslo con u iih.i con el criterio de los nacional islas
de "voto calificado" para los varones,' uatl do estaban acaso a favor de algún tipo de voto. Pero las
mujeres no obtuvieron siquiera este limitado derecho, y mucho menos el sufragio para todas, cniím
reclamaban los grupos socialistas y feministas de la segunda mitad de la <l < .1 da. El prcsidcntejusto
respaldó incluso un esfuerzo infructuoso para que las mujeres casadas volvieran a su condición civil
previa a 1926.'"
Los nacionalistas excluyeron a las mujeres en mayor grado que los nacislas chilenos. Se opusieron
a los roles públicos femeninos, sus publicaciones rara vez mencionaban a mujeres y su énfasis en la
violencia, el heroísmo y la virilidad dejaba poco espacio para la participación femenina. El mismo
efecto tuvo su relativo desinterés por los pobres hasta fines de la década de 1930, salvo en el caso de
la LCA. Como las mujeres no podían votar en ningún nivel, a diferencia de Chile, los nacionalistas
tenían aun menos razones para movilizarlas. De todos modos, la dificultad para ingresar en un
sistema integrado por un puñado de partidos bien arraigados, sumada al fraude imperante, llevó a la
mayoría de los nacionalistas a no participar en las elecciones. Podría argumentarse que esta
abstención se debía a su oposición al sufragio, pero la misma creencia no impidió que los nacislas
presentaran candidatos cuando lo juzgaron oportuno.
Algunas mujeres, no obstante, trataron de abrirse espacio en el nacionalismo. Varios millares de
ellas marcharon por la Avenida de Mayo hasta el palacio presidencial en apoyo al golpe de 1930
pocos días después de éste. La más importante expresión del nacionalismo de las mujeres a
comienzos de la década de 1930 fue la Agrupación Femenina de la LCA, formada en junio de I'M I.
Adhiriendo a la revolución, las legionarias prometieron inculcar el amor 1101 las Fuerzas Armadas y el
respeto por el orden, la autorjdad y la jerarquía en el hogar y en la escuela. Contribuirían a promover
la paz social mediante la ayuda a los pobres. Describieron estas tareas como ajenas a los ámbitos
militar y político, pero este apartamiento no impidió que La Prensa condenara su participación en
una organización partidaria militarizada. Por su parle, los dirigentes masculinos de la lca controlaban
la Agrupación al asignarle como "consejero técnico" a un varón, el coronel Julio A. López Muñiz.1"
Cerca de setecientas mujeres se afiliaron a ella, y tuvo ramas por lo menos en Buenos Aires y
Córdoba. De una muestra de 71 legionarias, 79% pertenecían a la clase alta, cifra más alta que entre
los varones nacionalistas de comienzos de la década de 1930. Empero, esc porcentaje denota una
declinación respecto del casi 100% de aristócratas entre las liguistas y revela el creciente atractivo de
las ideas de extrema derecha entre las mujeres. Las legionarias organizaron ollas populares,
alojamientos para descmplcados y centros de enseñanza de manualidadcs para ayudar a las mujeres
a sostener a sus familias sin salir de sus hogares. Al igual que los de la i.pa, estos proyectos
procuraban promover la armonía social y difundir los criterios burgueses respecto de los roles
femeninos. Las legionarias también realizaron eventos para recolectar fondos, asistieron a algunas
reuniones masculinas, invitaron a varones católicos y nacionalistas a que les impartieran charlas y
auspiciaron conmovedores actos para recordar a Uriburu. Al desarrollarse en un contexto de
debilidad sindical, sus actividades recibieron mucha menos publicidad que las de las mujeres de la
lpa, que coincidieron con el momento culminante de la lucha obrera.1"
Las mujeres participaron en otros grupos nacionalistas. Fascismo Argentino tenía/asi ios/cilicnmos
que servían como auxiliares de los Jasaos masculinos. Un junio de 1932, un mes antes de la creación
de la CPACC, se formó en Buenos Aires la Asociación de Damas Argentinas "Hogar y Patria",
organización de clase alta independiente de los varones, para luchar contra el comunismo y las ideas
disolventes; conforme con estos criterios, se opuso explícitamente al voló femenino. También
celebró el 6 de septiembre, aniversario del golpe de 1930, y oíros acontecimientos del calendario
nacionalista, y abrió al menos una escuela de oficios y quehaceres domésticos para mujeres. Las
Damas también ayudaron a auspiciar las alocuciones radiales de la ana sobre temas nacionalistas.'"
' Isabel Giménez Bustamantc, miembro de una familia de clase alta y, finalmente, de la rama
femenina de la Asociación Nacionalista de Estudiantes Secundarios, desafió en un programa radial
de la ana en 1932 algunos de los puntos de vista de las Damas. Elogiando a las mujeres por sus
esfuerzos en el hogar, en el trabajo, en la educación y en la política, incluida, irónicamente, la
oposición femenina al "tirano" Rosas, Giménez agregó que, con el voto, las mujeres ofrecerían la
principal garantía de estabilidad de la sociedad argentina. Coincidiendo con la Asociación Argentina
del Sufragio Femenino, Giménez aconsejó al Congreso conceder el sufragio sólo a las mujeres
alfabetizadas nacidas en la Argentina, que querían "elegir sus gobernanlcs, conservar su religión,
defender su hogar, educar sus hijos". En cambio, las ciudadanas naturalizadas, entre las que se
hallaban las comunistas, habían traído consigo los viejos odios de Europa. Aunque ant izquierdista,
esta alocución demuestra que las mujeres nacionalistas sostenían opiniones variadas.'36
Las mujeres jóvenes, probablemente en su mayoría de clase alta, siguieron sumándose al
nacionalismo. Formaron agrupaciones como la Comisión de Damas de la Junta de Recuperación de
las Malvinas en 1939 y la Comisión Femenina Pro Homenaje a los Héroes cíe la Reconquista de
Buenos Aires en 1940. Esta última recordaba la victoria argentina sobre los británicos en 1806, de
profunda resonancia entre los nacionalistas. Según Marysa Navarro, la ajn incluía 3 mil mujeres a
comienzos de la década de 1940, aunque la prensa nacionalista las ignoró ampliamente.'37
La señorita María Esther Méndez, de la Unión Nacionalista Santafesina, ejemplificó los intereses
de las mujeres nacionalistas. Dirigiéndose a sus "ca-maradas" femeninas de Rosario en 1941, subrayó
que el suyo no era un grupo
i'.adas en las páginas sociales;
•mil/sííis". Procuraban en cambio
una "patria libre, sin ideas yanquis,
i soviética que convenía en vícü-
.1.1!, , isló a sus camaradas, que rcco-
:os menos privilegiados, con la
iría, que despachaba los ingresos de sus
un lado si- hallaban las humildes jóvenes de
i m.iüsmu, ayudaban al pueblo.de su
lililí : lejas mamarrachos, judías, comunis-
rei'inen en un 'cocktail' o 'bridge' para
l i iilni ni ion contenía la típica mixtura nacionalis-
"Ii' .ili/.ida. l'i>r cierto, Méndez no escatimó pab
ilos •, l.i uh|',.uquía ' '¡l '
1,1 ili i n Irgí a i nos do la Unión muestra jóvenes mujeres con
l U'U) U >ili lil.u ni i I iinilormo. do los varones, el delantal ocultaba las
'li 'u, nía y la apariencia de riqueza. Simbolizaba su deseo de
... p l.p n.i. i ,n \ l.r. b,ii i.i parecer trabajadoras, si no con el cere-
I....con d músculo, entonces con el corazón. También recordaba losguarda-
•I...i.i, h.i . \ .iliiiiinos habían venido usando en las escuelas públicas
I I. Unos del siglo XIX, lo cual ligaba a las mujeres con sus roles acostumbrados en la educador). Por
oirá parte, el color blanco evocaba la pureza femcni-ii.i "" i'.pi lanío, l.r. mujeres nacionalistas ofrecían
un aspecto más convencional '|i|p l.r. uniformadas mujeres nacislas. Causaron incluso menos impacto
que ll'CSi luí''ñas en un movimiento que se enorgullecía de su carácter rcvo-ln. i..m.u i.p viril.
i IONAUSTA nNTRECIVILESYoriCIALES
p lisias ampliaron su franja de simpatizantes nías en lo que respecta '|uc en cuanto al género. En 1939,
el agregado militar de los Esta-'uidos observó que los integrantes masculinos de este movimiento
eran mayoría "hijos cíe padres moderadamente ricos, estudiantes, conscrva-v hombres de clase
media que querían conseguir empleo en el gobierno". Mi estudio de 174 varones que figuraban entre
los adhcrcntcs del neutral 1 irme Patriótico de 1941, que reclinó miembros de muchos grupos
mtciona-li-.tas, confirma su falta de prominencia social. No existía información delr:>9% de la
muestra. Sólo el 25% pertenecían a la clase ali propietarios de tierras o integrantes de familias
terralcnicr con el 61% y el 53%, respectivamente, de la primera niue;,n.i do na Fin la lista de 1941
aparecía un considerable puñado de apellidos italiai. que sugiere que los nacionalistas estaban
reclinando descendientes de inmigrantes. El nacionalismo ya no era una agrupación de individuos
vinculados por estrechos lazos familiares, pues el porcentaje de los que tenían parentesco entre sí
había declinado en esta muestra del 35% al 14%. El hecho de que el 19% estuvieran emparentados
con miembros de la primera muestra o pertenecieran a ella indica, de todos modos, la continuidad de
su militancia. El Frente Patriótico no parecía incluir miembros de la ajn; si los hubiese tenido, los
resultados podrían haber denotado una composición aun más plebeya.110
Es difícil estimar el número total de nacionalistas, porque muchos pertenecían a varios grupos,
algunos no pertenecían a ninguno y los grupos raramente suministraron estadísticas creíbles de sus
miembros. En 1933, la embajada alemana calculó que había aproximadamente 100 mil nacionalistas;
un funcionario norteamericano estimó en 1940 que eran 300 mil. Aun admitiendo su exageración,
estas estimaciones -centradas en Buenos Aires- sugieren que el nacionalismo se había expandido.U1
También se había difundido entre los militares, hecho facilitado pot l.i t\¡ perposición de los valores
nacionalistas con los valores castrenses. Su o." alia ción de la jerarquía, la disciplina y el deber se
asemejaba a las creencia-; mil •; por cierto, los grupos param¡litares nacionalistas tomaron como
nn>deli i a luí Fuerzas Armadas. En conferencias}' escritos específicamente dingiiln-. .1 oflcln les, los
nacionalistas cxallaron a los militares y aconsejaron ampli.u mi m lufl ción y su presupuesto. Por su
parte, los militares desdeñaron cada \ i mal i I corrupto gobierno civil y publicaron artículos de sesgo
nacional ri. i • tas castrenses.H2
Los nacionalistas trataron de convencer a los oficiales de retomar la mi sión que Uriburu habla
dejado inconclusa: derrocar el gobierno e inMaurar un Estado verdaderamente anuí ibera]. En un
panfleto distribuido entre los mili
110 Hakcr, N" 57-Í5, 3 de marzo de 1938, 835.00ÍV3; C. Ibargiircn (li.), Lajcrrtic. p. 79;
apellidos tomados de Lczica, pp. 1Ü5-1H. Los nacionalistas de 1941 parecían mayores
que los de años anteriores -edad promedio: 40 artos contra 33-, pero solo hallí las edades
de H individuos. Véase la sección biográfica argentina de la bibliografía, til periodista Sax
Bnidford, p. 138, observó la presencia de unos pocos aristócratas y de intelectuales junio a
grandes cantidades de jóvenes mucho menos privilegiados en la ajn.
111 Ncwion,T/ie"Míijiinenflfe", p. 131; Davis, N" 717,20 de mayo de 19-10,835.00/N57. En
1943, Bradford (p. 1-10) estimó que su número oscilaba entre 300 y 500 mil. Juan Garulla,
empero, se quejó de que Bandera Argentina y l.u Fronda apenas tenían 20 mil lectores cada
una. víase Garulla a Pcnna, 4 de noviembre de 1937, Colección Salgado, ai-iimrc.
"' Uouqu.ii:, PcHler militar, vol. I, pp. 279, 281; García y Rodríguez Molas, vol. 2, pp. 147-135, 162-163.
179; Poiash, pp. 101-102.

a/adunista Luis Gallardo , !<,;;, •!,., ¡os valores que


-- S- ^ i- *ndma- dc "; " ..... " rad? llbT!i al
ado estaba atado a principios moralr* •,,,»-, lores a toda ley.
r
to n Bruno Genta procuré convencer a los ,,!„ „,,, „ del Ejercuo de
ar a cabo esta misión de la extrema derecha. Con,, , ........ gruyendo a los
.c. al que causaría.cl inevitable advenimiento d, .......... ismo, como o
eaban haciendo en Córdoba. Sólo las Fuerzas Armad*., ,,,,,1.™ prcvemr este
de5ETpersonal militar se unió y complotó con los ,,„ Analistas. Oficiales retirados y en actividad
pertenecían a la lca, a la ai,, y „ ,,tros grupos_El Ce enÍFLcisco Medina, ministro de Guerra de Urilm.H,
y ,1 almirante Car-fo Da iré ux eran dirigentes de la ANA, y I» oficial,-, , , ,,,,,,os de alto rango del E
cito encabezaban Defensa Social Argentina, ,,u, M, ,,,l,a rcumr mas de ÍO m reír istas. El general
Francisco Fasola CasUuV, ,,.„ ,,dano de la u, en 9 9 y Aviente uriburista, formó la menos imporumu
t ...uxnlrae.ón Popu-ar A^nün después de que Justo lo expulsara d, „ ,,, , del Ejército por crUcarlo en
público. El almirante Abel Renard y los gnu , MPS Vasola Castaño, ^±mMcnéndcz, Nicolás Accame,
Emilio Kinl.hu s h,,n B. Molina, entre
otros oficiales, coludieron con los nacionalistas.
Molina era un conspirador permanente. Justo lo nwu,, Aleman-a er
como -.«-recado militar a fin de mantenerlo alejado de I., , , A y frecuénteme o TS " Europa durante
los a.os siguientes. AU, ,, Mnú, ación por Hjfcr y por todo lo alemán se acrecentó. Cuando regreso , I,
A,,,entn,a ci
"' L Galbrdo, ! , r- , Za,utu, Del a

-151- Zulóla Alvarcz, El


nflfiíHutlKmo, v,.|. 2. pp. ?64 ^
Jnclraci;n de, nació,,,!,,,,,, ,
.lllMico en Ins
^«^"r ^- a ,r:
1936,
;TdcVwB p" 4. SÓb,e la a,a, véase "A", Bueno, A,u v N» S6. 15 de mayo de
..mC ÍO L 146V-D Esudos Unidos, rc38. Sobre Fa*>UC*u«o. víanse Rouquié. Poder
, i i 7RV Wcddell N" 1096 20 de marzo de 1930, U »s vM ? W; U V«z <lel Inlenor,
HÍ rl d 9 6 i 3 b.-ic,;, A^-.¡m, ^" * n»«o O, W H,, p. 1; 1 de >nayo de 07 , V ots VV :•!.« c/la M:
Ouerina. pp. 156-157. ,,ou JOJ en p. 180. Víanse .amb'ien C. feo^en (h.). Ln/nTí,.-, pp. 67-68;!:
lb»rBmcn. ,T : í.>. 2M-230.
306
encabezó un complot nacionalista para derrocar a Justo, pero el presidente le ganó de mano al
disponer su pase y el de sus subordinados antes de la fecha planeada de la uln-lion. U.n lugar
de castigar a Molina, Justo lo promovió a brigadier general y en ll)37 permitió su elección como
presidente del Círculo
Militar.'*6
Cuaksquicia que hayan sido los motivos del presidente, al no confrontar
directamente con Molina y otros oficiales nacionalistas les cedió el control ideológico sobre los
militares y aisló a sus propios partidarios. Justo dejó en manos de su sucesor la tarea de controlar
a Molina, que Ortiz llevó a cabo removiéndolo de su puesto como director general del cuerpo de
ingenieros del Ejército en julio de 1938. Seis meses después Molina se retiró, pero siguió
conspirando contra el gobierno civil, esta vez como líder de la ajn. Orliz también dispuso el pase
de otros oficiales nacionalistas y designó en puestos de mando a moderados. No obstante, la
influencia nacionalista éntrelos militares seguiría creciendo, como lo demostraría la revolución
de 1943.'"
la iglesia y el nacionalismo
la iglesia y m. r,«,_,. __
Otro sector critico ligado al nacionalismo era la Iglesia. La superposición fue tan acentuada que no
queda claro qué sector influía sobre el otro; los nacionalistas adoptaron puntos de vista católicos y
muchos clérigos y laicos prominentes se aproximaron a las posturas nacionalistas. Los periódicos
nacionalistas publicaron artículos de Meinvicllc, Filippo y otros sacerdotes, mientras que Criterio
difundió artículos de Rodolfo Irazusta, Dolí, Calvez y del fascista italiano Gino Arias, muy admirado
por los nacionalistas. Varias generaciones de nacionalistas se formaron en el pensamiento católico
mediante los Cursos de Cultura Católica en las décadas de 1920 y 1930. Las revistas Baluarte
(1932.-1934) y Sol y Luna (1938-1943) y algunos personajes como Martínez Zuviría, Anquín, César
Pico y Alberto Ezcurra Mcdrano combinaron catolicismo y nacionalismo de una manera que pocos
nacistas igualaron. Aunque los nacionalistas celebraban su propio calendario y el culto de
mártires, no erigieron una religión sustituía como sus pares chilenos; aliados con la Iglesia, no la
necesitaban. El único nacionalista abiertamente anticlerical fue Lugoncs, quien quizá reconsideró
esa actitud antes de suicidarse en 1938."" "" Hakcr, N° 3907. 7 de diciembre de 1938, 2657-L-127/4,
Estados Unidos, RC. 16V, IVdd, (.lesp. 2U6, N° 12, A6967/307/2. ro 420/290; Potash. pp. 95-98;
Uoucuuc, I'mlcí mililur, vol. 1, p. 283. Molina, a diferencia de Vasola CaslnAo, diíicilmeule aclualuí
solo. '" Cíoldwcvl, p. 44; l'oinsh.p. 1U; Roucruicí, Poder militar,vol. l,p. 283; Careta Molina y
Mayo, vol. l, p. H.
""Uivo.todcObz:\h.,l;V:. lbai¡;urcn,pp. 213-215.391-395; Ca&lcUani, Sentir lo aij;ci,|¡>iíi. |ip 1 1.
lr>. 3.V, Mallimun, esp. p. 21; Nascimbcnc y Ncuman, csp. pp. 128-130. Ul mejor dr l.i l)',li '.i., y i-
l nacionalismo se halla en Zanatta, Del Esleído.
ación, fundada en 1936, fue el epítome
! luida por la Guerra Civil Españo-
• n insertó en su himno la estrofa: "Cotí
i-inos la fe nacional". Sus dirigentes,
procuraron dotar al nacionalismo de
l |>l.il.llorína nacionalista, Restauración agrc-
piraciones de la Iglesia a controlar su
ni i los de la familia y la educación, as(
ni im |... .u católica.14'
en Buenos Aires en octubre de 1934
'.entinos a abrazar una orientación más
"ii millón di pi i',unas recibieron la comunión y muchos
• ¡u. i uros luí lalccieron su le. Los jóvenes naciona-
....|i ongí eso, entablaron contactos con sacerdotes
im i. il.i. ion l.i i apandad de la Iglesia para unir a los ni , soi i.ilcs. El obispo Roberto
Tofanclli de Lúea,
'11» .'I. i'.icso, u-forzó este mensaje cuando, en unaalocu-
.....i l.i ii-di di la I r.A, expresó que el catolicismo y el fascismo, unidos en
Utwluclw común,! labal i restaurando la grandeza de Italia. El Congreso lam-
bll u im...1 . reí n nte podrí de la Iglesia no sólo entre la hasta entonces
1 ''|'<ii lelilí ino también ante el gobierno. El apoyo y la asistencia deJusto
• I' m»i.i su ''' SCO de ri anjearse el respaldo eclesiástico.1"'0
i Istia "ii" h'.iui de la floreciente posición de la Iglesia. El número de
porroi|uins de ln Capital se elevó de 39 en 1929 a 105 diez años después. La
ni nlrtlica, creada en 1928 para coordinar todaslasactividadeslaicas.se
pelaba di poseer 80 mil miembros en 1940 y muchos más simpatizantes.
stos adhcrcntcs eran cadetes y oficiales reclinados en las escuelas
uses l'or cierto, clérigos como monseñor Dionisio Napal, antiguo miein-
Imidi l.i i i',\ y vicario general del Ejército, estrecharon los lazos entre estas dos
1 lili •, élites; veían en los militares un vehículo preferente para promover
"u I ludo influido por el catolicismo. Esta base organizativa le permitió a la
Ir1' ¡a realizar un fructífero cabildeo en pos desús objetivos, como quedó de
m.mi. cu la desestimación del proyecto de divorcio en el Senado y en la
i por Fresco de la instrucción religiosa en las escuelas provinciales.1"
" Ri t.im.ición; ¡11 PiicMo, 13 de junio de 1937, p. 3; Lczien, p|). 100-10-1; Armciur, N"
ln ilc cuero cíe 19-12, 835.00/1130.
nniilii, ll-13dcoclubrcdc 1934; La Nación, 8 de diciembre de 1934, p. 9; Canilla, M lili', pp. 311-313;
Ciria, pp. 169-170; Comisión de L'stuclios, p. 54; Burdick. p|>. 33-34; Iveirij'.h. pp. 76-77.
m Dalos lomados de Rock, Aulhurilnricín, p. 101, y Cirin, p. 173; véanse también Ciria, pp. I (i.1 106;
Mallimaci, pp. 23, 26; CaslcIUni, Reforma, pp. 26-27. Una victoria más fcsonan-le serla el decreto del
gobierno mililar (1943-19-I6) o,uc rcinlrodujo la religión en la educación pública.
La Iglesia asignó más prioridad a su agenda educacional y I. política de derecha en si, aunque sus
admoniciones comía v anticlericales perjudicaron a los socialistas y al l'DP. Así, el uacini: Iglesia no era
uno ni lo mismo. Miguel de Andrea, por ejemplo, •;<• opuso al nacionalismo y a algunos aspectos de
la Concordancia. Crítico del fraude electoral y de los gobiernos dejado, el obispo de Tcinnos denunció
los intentos de trasplantar el fascismo al suelo argentino y de suprimir la libertad. Consideraba una
tarca vital reformar a los hombres por medio del cristianismo antes que reformar la Constitución.
Difícilmente progresista, empero, De Andrea fustigó a la izquierda y el sufragio universal y propugnó
un Estado corporátivista cuya adhesión a la democracia era dudosa. Sin embargo, su liberalismo de
carácter elitista no era el sentimiento prevaleciente en la jerarquía ni en la Acción Católica.1"
La mayoría compartía los puntos de vista de Franceschi. Éste señalaba que los católicos apoyaban
la familia, la religión, la propiedad privada y la patria no en su forma presente, sino como deberían
ser. A diferencia de los liberales -los verdaderos conservadores que querían que las cosas siguieran
sin cambiar-, Franceschi y otros católicos se oponían al orden vigente y propiciaban una restauración
"integral" de la vida cristiana.'"
Aunque la posición de Franceschi se parecía a la nacionalista, tanto él como Meinvicllc expresaron
algunas inquietudes respecto del movimiento. Sospechaban de su predilección por la autocracia y
por figuras como Mam i,r. y Rosas, que veían a la religión como sirvienta del gobierno. Temían que I"',
nacional islas pudieran convertirá! Estado en un poder amó nomo, un fin u li i mo o incluso una
divinidad, y así repetir y magnificar los erro res del lihnali-. mo, que había glorificado a los individuos
y los había dcseonn i.i.l" J. l.i sociedad. Franceschi y otros clérigos simpatizantes esperaban
ajjuijnnr.u .1 I"-, nacionalistas hacia una orientación católica.15'1
Alberto Ezcurra Medra no trató de tranquilizarlos. En SU opinión, la Igl representaba la verdad
divina; el nacionalismo era parcial y humano, pno constituía de todos modos una verdad. El
nacionalismo debía ser católico y tendía naturalmente al catolicismo, mientras que la Iglesia era
indifcreiiir a las formas políticas y no debía ser nacionalista. Admitiendo que había nacionalismos
buenos y malos, Ezcurra Mcdrano situó al nazismo, que. ponía al Estado por encima de Dios, en !;\
segunda categoría, pero alegó que todos los
n! La Frontín, 1 de julio de 1940, p. 2; Romero Carranza, pp. 275, 286; De Andrea, La encíclica, pp. 22,
27, 29, 31-32, Porni, p. 218; Burdick, p. 33; Caimán, Perón, p. 87. '" Crilm'u, N" 298, lóele noviembre de
1933, pp. 245-248; sobre el caiolicismo integral, véase Mallimaci, csp. p. 15. Ncwton alega que
Franceschi era fascista en "Ducini", p. 49 nota 38.
m Criterio, N° 140, 6 de noviembre de 1930, pp. 593-595; N" MI, 13 tic noviembre de 1930, pp. 625-
626; N" 290, 21 de septiembre de 1933, pp. 53-56; Ivcrcigh, pp. 115-117; /.anana, /)<•/ f^i.uíti, pp. 192-
194; l:loria y Montserrat.
liberalismos y los socialismos eran malos. Con su inspiración cristiana, Franco, Dollfuss y Oüvcira
Salazar serían mejores modelos para el movimiento argentino que Hitlcr. No obstante, el
acercamiento italiano a la Iglesia demostraba que el fascismo podía transmutar hacia el
nacionalismo cristiano.'"
Los voceros católicos fueron ambivalentes frente al fascismo antes de la Segunda Guerra Mundial.
Criticaron el estatismo fascista, el antintclcctualismo y el darwinismo social nazis y el conflicto de
Hitlcr con la Iglesia. Al mismo tiempo, aplaudieron aspectos del fascismo italiano y del nazismo,
como sus políticas económicas y el corporativisino.'"1
A la larga, Meinviclle se inclinó por la aprobación. Inicialmente crítico del fascismo, hacia 1937
había decidido que el tipo italiano, que no definió como totalitario, se estaba desplazando de!
paganismo al catolicismo y había realizado algunas tarcas meritorias. La violencia fascista era
necesaria para vencer al ronuinismo y podía ayudar a preparar a una nueva generación para la bala-
II.i (¡nal entre las fuerzas cristianas y anticristianas. Por cierto, los países fascistas ya lo estaban
haciendo al ayudar a España a volver a la senda cristiana. Fuertemente afectado por la Guerra Civil
Española, como otros católicos argentinos, Meinviellc exaltó la guerra purificadera de los
nacionalistas españoles bajo el signo de la cruz. El clérigo era mucho más crítico del nazismo pagano,
pero incluso éste encajaba en su versión apocalíptica de la historia. Una vez que se desató la Segunda
Guerra Mundial, Meinviellc predijo que el Eje podría cumplir una misión católica al destruir una
Francia esccpüca y debilitar una Inglaterra protestante. Entonces, los poderes del otro mundo
derrotarían a una Alemania satánica, lo cual la facultaría a convertirse y lide-rar a otras naciones para
que siguieran un camino similar."7
En un artículo publicado en la Argentina, el influyente clérigo francés Jacques Maritain rechazó el
fascismo. A diferencia de la tercera posición entre liberalismo y comunismo de la extrema derecha,
su "humanismo cristiano integral" representaba una tercera vía entre los extremismos de derecha y
de izquierda. Maritain se opuso a que los católicos se aliaran con los fascistas para vencerá la
izquierda, así como a la imposición de una ideología mediante la guerra civil y al salvajismo de ambos
bandos en España.""
'" Ezcurra Mcdrano, pp. 5-6, 30-31, 33-34, 36-37, 40-11, 49.
"" Buharle, N° 15-16, septiembre lie 1933, p. 41; Llambías, pp. 75-76. Aunque declaraba
oponerse al totalitarismo, Franccsclii exhortó a los católicos a servir a su país aun cuando
se hallase bajo este tipo tic régimen, aunque admitió que podían optar por resistir las leyes
injustas en casos extremos; víase Totalitarismo, pp. 23-25, 86-87.
"' r.nli-Mo.N" 148, 1 de enero tic 1931,p. 13; Meinviellc, Un juicio católico, pp. 38-45, 52,
'>7. Sobre sus opiniones sobre Alemania, víase Mcinvielle, Cuite la Iglesia y Hacia la ciiMiaii-
r'iuí Aunque no Ilcj'.A tan lejos como Meinviellc, Fmnccschi no obstante alababa a los
nacionalistas españoles. Sobre la Iglesia y España, véase Falcoff, "Argentina", en Falcoff y
l'ike, pp. 323-327.
"" Maritain, "Con el pueblo"; Floria >' Montserrat, pp. 772-778.
En ¡: n Mariuün, César Pico consideró que la participación
católica en lun tes movimientos de reacción contra la corriente revolucionaria, como los de tipo
fascista, era legítima y conveniente. Esle integrante de la clase alta, dirij'.rnte de los Cursos y
colaborador de Leí Nueva República, exhortó a destruir iodos los principios que daban sustento al
comunismo, los cuales, a su juicio, se remontaban al Renacimiento. Esta amplísima lucha justificaba
la colaboración católica con el fascismo, aunque sin obligarse con el. Pico restó importancia al
totalitarismo, al maquiavelismo y al voluntarismo fascistas, rasgos que Maritain había censurado, y
relacionó la visión fascista de la naturaleza humana con la noción católica del pecado original. En su
opinión, los católicos podían aceptar apuntalar al Estado hasta cierto punto, mientras no dañara a la
Iglesia. No podían, sin embargo, aceptar el paganismo germano ni el uso de la religión como
herramienta estatal, aunque Pico, mencionando el caso italiano, pensó que lo último era
improbable. Maritain temía que al ligar la religión con la opresión, como en España, el fascismo
podía alejar al pueblo de la Iglesia. Ante esto, Pico se preguntó si era mejor permitir una victoria de la
izquierda o simplemente decir a los católicos que se refugiaran en su religión. Insistió, sin ofrecer
pruebas, en que los obreros de los países fascistas apoyaban estos regímenes. La participación
católica también podía hacer que el fascismo evolucionara hacia un régimen católico que combinara
autoridad, corporalivismo, justicia social y orden tradicional. Pico pensó incluso que la tercera fuerza
de Marilain podía ser un "fascismo cristianizado".lw Era improbable que Maritain hubiese coincidido.
fascismo y nacionalismo
Otros nacionalistas fueron más renuentes a admitir la colaboración o los vínculos con el fascismo.
Carlos Silveyra se lamentó de que los opositores trataran de sustraerle al nacionalismo su
legitimidad etiquetando a cualquier opositor de la democracia liberal como fascista: "No somos
fascistas, porque no somos italianos; ni somos nacionalsocialistas, porque no somos alemanes, ni
falangistas, porque no somos españoles. Somos argentinos, patriotas". Reconoció, de lodos modos,
que los nacionalistas admiraban a estos grupos, como lo patentizaban la prensa nacionalista y otros
escritos."0
Tanto en la Argentina como en otras partes, los nacionalistas interpretaron de manera restringida
el fascismo y el nacionalsocialismo como movimientos
"" Véase Pico.
""Silveyra, en Ctiirimula, 2, N" 23,31 de marzo de )939,p. 3. Para declaraciones similares. véanse Osís,
Medios, p. 95 (desde 194 1). lloll, pp. 188-189, 192; Talado, La historia, pp. 150-151. Rock cita (en
Aulln'i¡luí¡un Argentina, p. 109) n varios nacionalistas que negaron vínculos o mllueni-Kis [ascislas.
Según el nacionalista Alberto Ollalagano, el movimiento estaba formado por la« islas confesos y
encubiertos; véase Macere Iglesias, p. 161.
de Italia y de Alemania, respectivamente. Esto obedecía en parte al
de disipar la idea simplista, difundida por distintos grupos
•n el comité del Congreso que investigó las actividades
. más tarde por los Aliados, de que el nacionalismo era una
•.la. Aun en este sentido limitado, empero, existieron
i-l nacionalismo, puestos de manifiesto por la expresión
;no la alianza lascista-nacionalista de Córdoba y la par-
iiii •! • ni I i •.taludo de bomlias en el Teatro Cómico.'"1
n un a.simto; sí el nacionalismo fue fascista es otro. Fede-
ii n ni i u» cu que sus enmaradas eran "lugonianos" antes que
ni . del fascismo, escribió, yacían en el socialismo del siglo
que i I i n i)-/ ii del nacionalismo se remontaba al catolicismo y al
• nli" ln .i'.mi. i di la peí iialidad. Ibargurcn ignoró el hecho de que, de todos
Inn.ili-.l.i'.. I uriñes fue el que más cerca estuvo del modelo pagano,
u v, iiiim.i social nazi. También pasó por alto que católicos como
id, Mi mvicllr y l'ico defendieron el fascismo y que la derecha europea
. .mil ilni-,. i .11 I M.uin Amadeo, participante en los Cursos y en Baluarte, asig-
...... nii|. -ii i.mcia a los elementos argentinos del nacionalismo, como la
di 11 u ,i di l,i Milu-lanía nacional, el revisionismo histórico y el nacionalismo
....lómii ". que a los de inspiración extranjera, como los uniformes y los
Bullidos Amadeo no reconoció que el primero y el tercero de estos rasgos u i'/ iiiiini1," cían vitales
para el fascismo en todas partes.162
/lililí// mi .Aij;ni(niíi juzgó que los nacionalistas habían imitado el fascismo en
di 11 mu ni n propio. Observó que el movimiento sustentaba las nociones de pa-
ii i i, n. ii ionalismo económico y un orden basado en la autoridad, la disciplina y
l.i iim i. .1, i.unbién denigraba la democracia liberal, el parlamentarismo burgués
\ ' I ni 'i m ino. Simples reflejos del fascismo universal, estas ideas eran ¡nsufi-
i'li'lili para crear un movimiento nacional.'6' En el momento en que el autor de
n . i iliio esto, todavía no habían cristalizado el revisionismo histórico ni
l. i ' manifestaciones más populares del nacionalismo. Tampoco era evi-
|in los rasgos mencionados fueran necesariamente de origen extranjero.
•: ¡alista situó al nacionalismo dentro del fascismo, aunque pensaba
. m- bahía adaptado exitosamente a las condiciones locales.
I • historiadores arribaron a conclusiones diversas sobre el nacionalismo.
i Navarro considera a los nacionalistas demasiado católicos e insuficien-
esie y oíros ejemplos c!c tales l¿zos, vc"ansc Newlon, The "nazi niamct1", |>p. I 24, luí !(,. 138. 186; 1-
alcoff, "Arjjauma". en Palcon" y l'ikc, p. 322, Garulla, Al filo, pp. ild 11'), [ '. 7Ícn. p. 101; Jaekiseh; Sulin.
Sobre la comisión, víase Dípiídit/iis, 18 tic in.iyo 18, pp. 210-230; 17 de mayo de 1939, pp. 133-136; 7 de
jimio de 1939, pp. 396-ilc junio de 1939, pp. 473-509; 15 de junio de 1939, pp. 597-65-t; 16 de junio de
pp. 606-708; 23 de junio de 1939. |>p. 909-966. '"' I! llurgurcii, p. M; Amadeo, pp. 113-1 15 '" 1 1 de
mayo de 1937. p. 1.
teniente violentos para ser fascistas; mis descripciones de n•!,.
deberían disipar el segundo punto. David Rock los jurga dema
elitistas para encajaren esa designación, mientras que, guian. 1
mes de diplomáticos nazis y fascistas, Ronalcl Newton los ve dcm.>
antipopulistas. Mientras que Navarro, Rock y Newlon juzgan al n..
sobre la base de uno o dos rasgos aislados, y lo comparan punto por puní.
los movimientos europeos, Cristian Buchrucker y Alberto Speklorowskl con
cluyen que fue fascista. Mario Nascimbene y Mauricio Neuman no están de
acuerdo con Buchrukcr y Spektorowski, pero eliminan a la l.CA, a la ajn y a los
dirigentes nacionalistas más extremos de sus consideraciones.IIH
Yo argumentaría que, a fines de la década de 1930, al menos los nacionalistas del tipo de la i.ca-
uncs-ajn, tona, Crisol y Clarinada encajan en la definición de Nolte del fascismo como un
movimiento que trata de imponerse sobre la izquierda y de atraer una amplia franja de adhcrcntcs
mediante métodos radicalizados. La alternaüva radicalizada de los nacionalistas al izquicrdismo
estuvo conformada por el revisionismo histórico, la justicia social, el antimpcrialismo, el aniisemi-
tismo, el culto de la virilidad y la crítica a la oligarquía. Satisfaciendo los criterios de Faync, también
recurrieron a ceremonias, al "mito de septiembre" y a oíros elementos simbólicos así como a un
estilo político militarizado para movilizar apoyo, aúneme en este sentido no llegaron tan lejos como
los nacistas. Sin embargo, los ultradercchistas argentinos se apropiaron del lema del nacionalismo
económico, a diferencia de los chilenos. El hecho de que la mayoría de los nacionalislas no
proviniesen de la élite a fines de la década de 1930 atestigua su éxito en el objetivo de popularizare!
movimiento. Sólo la influencia católica t n su noción de una nueva cultura idealista y espiritual
distingue al nacionalismo de la visión del fascismo de Payne-y del nazismo—. No obstante, los nunu
¡ fascistas italianos piadosos, los católicos militantes de Cristo Rey Iv-lg.r.. I" elevólos cristianos
orlodoxos de la Guardia de Hierro rumana y la pai in i| clerical en la Ustasha croata revelan que el
fascismo, sobre lodo fuera de Alema nía, podía absorber a católicos y cristianos.1M
El colcjo con la tipología de Payne demuestra no sólo el carácter amplia mente fascista del
nacionalismo, sino también sus falencias. Satisfaciendo uno de sus criterios, los nacionalistas
subrayaron un "estilo de mando autoritario, carismático y personal1*."* Podían haber deseado un
FrtJiro, pero minea lo encontraron. El general Urihuru decepcionó a algunos nacionalislas aun antes
dique la muerte lo hiciera salir de escena. El oficialismo y el fraude empañaban a
"" Navarro Gt-r.issi. i . 105; Hnok, Auiliarikirian Ai)¡™liiifl, p. 108; Ncwicín, Tlir "niizi iiiauírc'.p.
137;Hndi iteker, pp. 230-23-1; Nascimbenc y Neunun.pp. 128, 134-136, 140 ñola 43; Spekiorow k ,
"Ideológica! orii;ins", p. 177.
'"' l'aync (en F<isc¡.\ i pp. 116, 134) acopla que Guardia de Hierro era un mosimienio f:r.i isi;». pero no
Cr s o lícy; Webcr. pp. 96-105, 122-129, considera f.isciMas a ambos. Véase laminen Yesh vahujclinck,
"Clen;y and fasdsuv. Tile 1 ümkaVarty inSlovakia arul llie O o.iiian IjMash movement", cu l.arscn y
col., pp. 369-375.
Fresco y a Sánchez Soror.do, y Molina era dudoso y a menudo estaba ausente del país. Oses era un
agitador demasiado ofensivo y a Lugones le faltaban cansina y habilidades políticas. Para bien o para
nial, González von Marees unió a los nacislas chilenos, pero los argentinos no contaron con una figura
comparable.
La falta de liderazgo estaba relacionada con las divisiones en el seno del movimiento. La década
de 1930 -y los años posteriores- fue testigo del surgimiento de muchos grupos de extrema derecha
que experimentaron dificultades para unirse.'"7 La diversidad dentro del movimiento, empero,
también amplió su atractivo y representó lanío un signo de fortaleza como de debilidad.
Como observaría más tardcjuliolrazusta, otro problema fue que el nacionalismo no surgió de
abajo, del pueblo, sino de arriba, del oficialismo. Los hermanos Irazusta y Garulla también culparon a
los nacionalistas por fomentar golpes antes que procurar movilizar un extenso apoyo. En parle
gracias a los esfuerzos primero de la lca y más tarde de la AjN, el núcleo de adhcrentes nacionalistas
se amplió con el tiempo, pero no llegó a incluir grandes cantidades de pobres ni de mujeres. El
nacismo tuvo menos miembros, aun como porcentaje de la población, pero una mayor proporción de
trabajadores. El hecho de que los nacionalistas no ejercieran una convocatoria masiva importante no
los aparta de la mayoría de los movimientos fascistas, pero constituyó un defecto."*
No obstante, los lazos de los nacionalistas con las élites de peso también entrañaron una ventaja
en un país cada vez más autoritario. Los nacionalistas hicieron muchos amigos entre el clero, cuya
influencia creció en la década de 1930, y enlrc los oficiales, los adores políticos más relevantes de la
Argentina. Los vínculos con las Fuerzas Armadas y con miembros de la coalición gobernante
facultaron a los nacionalistas a adquirir recursos gubernamentales y evitar la persecución. Aunque
sus relaciones con los derechistas moderados dentro y fuera del gobierno fueran a veces agrias, el
hecho de que los extremistas carecieran de partido propio, a diferencia de los chilenos, permitió
cierta cooperación. Por medio de Uriburu, Fresco, Martínez de Hoz y la intervención de Ibargurcn, el
nacionalismo llegó a ocupar cargos públicos y contribuyó a formular las políticas. Los nacionalistas
eran recién llegados a la arena política, pero la quiebra moral e intelectual del pon y de la
Concordancia les dejó un mayor espacio en el cual operar que el que ocuparon los nacistas. Estos
factores, junto con la extendida percepción de la declinación argentina, permitirían al nacionalismo
acceder al poder por medio del golpe militar de 1943 e influir en la política durante los años que
vendrían después.
(llt' Paync, Fíiscisin, ¡). 7.
s7 "Conclusión", en Dculsch y Dolknrt, p. 182.
"'" Insumió Toiruaiodi Telia, Irazusia, pp. 16 (cita), 22,40; Garulla, AI/¡/<>, p.3H. Los 20 mil nacisias
leprescnlalwn cerca del 0,4% de la población chilena en 1938. Si se considera la dirá ¡unes
mencionada de 300 mil, los nacionalistas consumían aproximadamente el 2% de l:i |X>blacion
argentina en IQ'IO. Utilice las estimaciones demográficas tle Wilkic y col., |ip. 106-107.
capítulo 11 brasil: una revolución del alma y del corazón
l'ti la década de 1930, el Brasil tenía el grupo de extrema derecha más numc-«>•.(> de las naciones
del aisc, aunque no el más grande en cuanto a porcentaje <!<• la'población. La Acción Intcgralista
Brasileña (ahí) se inspiró en los lemas de |oé. primeros grupos derechistas y cxlrajo provecho de sus
lazos con las élites. m,¡', aún que en la Argentina y en Chile, su creencia en el orden, su nacionalismo y
una ideología coherente resonaron en un país azotado por el regionalismo, los conflicios y los
gobiernos personalistas. Irónicamente, la Alü se situó rn i-l espacio rclalivamcnic vacío de la política
de masas y se transformo en el primer parlido nacional y popular no proscrito del Brasil. Sumándolas
a sus f.rjiuidores masculinos, movilizó a las mujeres con mayor eficacia que sus |,;iri-s de la Argenlina
y de Chile. Esle amplio apoyo no fue empero suficiente para asumir el control de un país donde los
derechistas moderados relenían l;r, riendas de los gobiernos de los estados y del gobierno nacional y,
al final, ¡ otilaron con el respaldo de los militares y de la Iglesia. Habiendo utilizado a I» Allí para sus
propios objetivos, a fines de la década de 1930 el Estado había /l<:';truiclo el otrora poderoso
movimiento.
I./. revolución de 1930 y el surgimiento de la acción ('. i r.GRALtSTA brasileña
I _a aiij se desarrolló en un contexto de crisis económica e inccrüdumbre polí-i\r a. Aun ames de
1929, la superproducción de café supuso elevados gastos pura sostener sus precios, que el gobierno
financió con créditos cxlcrnos. Con <-l colapso mundial, los precios del café cayeron
cstrcpilosamenlc, al igual que :.:'. reservas de oro del país. En 1931-1932, las importaciones se
retrajeron a un tercio de su valor de 1928, mientras que las exportaciones se redujeron a la mitad.'
Extremadamente dependiente de un único producto de exportación, • ', lirasil se vio afectado por la
Gran Depresión más severamente que la Argcn-! irm, aunque menos que Chile. La situación
económica debilitó la legitimidad / i I poder de las oligarquías que habían lidcrado la Vieja República.
Marcdn de l'.iivu Alm-u, "O Brasil c a economía mundial (1929-19-15)", en Fausto, O
<';riV,ll fq'llMú íllli', vol. -1, p. 17.
315

You might also like