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VICIOS DEL CONSENTIMIENTO

Prof. Ruddy Correa Domínguez, M.A.

DE LA VOLUNTAD DE LAS PARTES CONTRATANTES

Si bien es cierto que la voluntad constituye un elemento esencial para


la formación y validez de los contratos, es bajo la condición de que esa
voluntad sea totalmente libre; expresada de una manera sana, sin
vicios. Cuando la manifestación de la voluntad no es la consecuencia
de una voluntad interna sana y libre, se dice que se encuentra viciada.
Los aspectos relativos a una voluntad viciada se encuentran
comprendidos en nuestro derecho en lo que se denomina la teoría de
vicios del consentimiento, que se aplica no solamente a los
contratos, sino también a todos los actos jurídicos, ya sean
unilaterales o bilaterales. El Art. 1109 del código civil establece cuales
son los vicios del consentimiento y dispone que no hay consentimiento
cuando el mismo ha sido dado por error, sorprendido por dolo o
arrancado por violencia. De esto se infiere que los vicios del
consentimiento son tres: el error, el dolo y la violencia, según lo
establecen los artículos del 1109 hasta el 1118 del nuestro código civil.

Esos tres vicios son susceptibles de afectar a todos los contratos, sin
excepción; ya sean sinalagmáticos, unilaterales, onerosos, gratuitos;
individual, colectivos, de mutuo acuerdo, adhesión, etcétera. Por eso
se dice que esos tres vicios constituyen el derecho común de la teoría
de los vicios del consentimiento. El art. 1109 no mencionaba la lesión
como vicio del consentimiento, sin embargo, esta, que consiste en un
perjuicio económico que sufre una persona, también constituye un
vicio del consentimiento. Pero a diferencia del error, del dolo y de la
violencia, la lesión es un vicio excepcional del consentimiento,
porque solamente se aplica a determinados, porque solamente se
aplica a determinados contratos, y bajo determinadas condiciones.
Por eso en que la lesión no está consagrada en el art. 1109 del
código civil como vicio del consentimiento.

Es importante destacar que cuando existe un vicio de consentimiento


alegado, es preciso apuntar que para la jurisprudencia dominicana la
parte que alega su consentimiento a sido dado forzado por un vicio de
consentimiento, le corresponde demostrar en que consistió ese
vicio y los hechos que le conforman.

DEL ERROR

El error Obstáculo, se denomina error obstáculo o impediente aquel


que impide la formación misma del contrato. Cuando existe un error
de esa naturaleza la voluntad y el consentimiento no ha
existido .Las voluntades de las partes no se han encontrado, está
ausente. Se dice que entre las partes se ha realizado un dialogo
entre sordos. Recíprocamente las partes se han equivocado sobre
sus pretensiones respectivas. Esa clase de error no constituye un vicio
del consentimiento, es más grave, impide el consentimiento. Se
distingue tres clase de error impediente o obstáculo; el error in negotio;
incorpore y el error sobre la causa de la obligación.

Se entiende por el error in negotio; el que recae sobre la naturaleza


misma del contrato; cuando las partes no se han puesto de acuerdo
sobre la naturaleza jurídica del contrato a realizar. Por ejemplo, si una
persona cree que está vendiendo y otra persona cree que le están
donando. No existe acuerdo de voluntades; no hay consentimiento;
las voluntades de los contratantes no se han encontrados. No han
coincidido en cuanto a la operación a realizar.

ERROR INCORPORE

Cuando las partes se han equivocado sobre la identidad del objeto


de la obligación. Por ejemplo, cuando una persona está comprando
una cosa y el vendedor cree que está vendiendo una cosa diferente. A
este error se asimila el error sobre el precio de la cosa. Tal seria la
situación de una parte que cree vender una cosa en diez mil pesos y la
otra parte cree comprarla en cinco mil pesos.

El tercer error es el de la causa de la obligación, Estos son los


motivos que han llevado a las partes asumir la obligación o sea, la
contraprestación. Cuando el error recae sobre el contrato o sobre los
móviles individuales que han llevado una persona a contratar ese error
no se toma en cuenta. Un error sobre la causa de la obligación es
cuando una persona se obliga, ejemplo, a reparar un daño que no
causo.
Los tres errores impidientes presentan como común
denominador, que estos impiden la formación del contrato y la nulidad
con que se sancionan, es la nulidad absoluta; esto contrario a lo que
ocurre con los vicios del consentimiento, en los cuales la sanción es la
nulidad relativa.

Esos errores recaen sobre los requisitos esenciales para la


formación del contrato exigido por el artículo 1108 del código
civil., es decir sobre el consentimiento, objeto y causa.

EL ERROR COMO VICIO DEL CONSENTIMIENTO

El error impediente o error obstáculo no fue contemplado por los


redactores del código civil, porque ellos, imbuidos por el principio del
consensualismo solamente consideraron los contratos como el
resultado del concierto de voluntades. Al error al que se refirieron en el
artículo 1108 fue al error que vicia el consentimiento. No se puede
hablar de error como vicio de consentimiento cuando las partes
han errados sobre el objeto del contrato, sobre la causa de la
obligación o sobre el consentimiento, porque en estos casos
simplemente no ha habido consentimiento.

El error contemplado por el código civil es cuando dos personas


se han puesto de acuerdo en contratar sobre una cosa determinada,
pero que en una de ellas se ha equivocado atribuyéndole a la cosa
característica que él creía que tenia y que no tiene. Por ejemplo,
quiero comprar un carro marca x, modelo1994 que funcione con
gasolina; el vendedor cree y está de acuerdo en venderme eso mismo
vehículo; Pero yo he comprado ese carro porque creía que era de
cuatro cilindros, cuando en realidad es de seis cilindros. Mi
consentimiento ha sido viciado; no ha sido el fruto de una voluntad
libre.

El art. 1110 del código civil dominicano dice que no hay


consentimiento cuando una persona se ha equivocado sobre la
sustancia misma de la cosa objeto del contrato. Si nos llevamos de
una interpretación literal de esa disposición legal llegamos a la
conclusión de que el problema se resuelve determinando si uno de los
contratantes ha errado sobre la sustancia misma de la cosa que es
objeto del contrato. Sin embargo, esta interpretación seria errónea.
Uno de los mayores problemas de la teoría de los vicios del
consentimiento consiste en determinar en qué consiste en determinar
la sustancia misma de la cosa, sobre este punto se han
presentados tres teorías: La teoría objetiva, la subjetiva y la
eclética.

En cuanto a la teoría objetiva, hasta el siglo 11 de los romanos


solamente conocieron dos clases de errores: el error en negotio y el
error incorpore. Es a partir del siglo 11, por la influencia del
jurisconsulto Gayo cuando admiten otro tipo de error que era el error
sobre la sustancia de la materia en que estaba compuesta la cosa
objeto del contrato. Los partidarios de la teoría objetiva hacen suyos
los criterios expuestos por los romanos y consideran que para saber si
existe o no error in substancia es preciso saber si el error cometido por
una de las partes recae sobre la materia de que está compuesta la
cosa objeto de contrato. Según este criterio lo básico es saber si el
errans, que es la persona que se equivoca, se ha equivocado sobre la
sustancia de la cosa, por ejemplo, si queriendo comprar una silla de
hierro, le venden una de madera. Pero si una persona que queriendo
comprar una mesa de hierro le venden una mesa de hierro, pero que
el creía que era hierro puro y no de hierro colado, no puede quejarse,
pues no ha habido error sobre la sustancia, pues en cualquier
circunstancia la mesa es de hierro.

Esta teoría tiene la ventaja que simplifica la solución del problema


porque lo importante es saber si el error ha recaído sobre la
sustancia de que se encuentra formada la cosa objeto del
contrato. Pero se critica por que dejaría sin protección a una
persona que ha comprado por que le ha atribuido a la cosa ciertas
cualidades que realmente no tiene.
EN CUANTO A LA TEORÍA SUBJETIVA

Los partidarios de la teoría objetiva entienden que el art. 1110 del


código civil, les concede la razón porque dicha disposición legal
según ellos, establece como criterio de distinción la teoría objetiva.
Sin embargo por los trabajos preparatorios del código civil se ha
podido determinar que la idea y la intención de los redactores no
era establecer si la cosa estaba o no formada; que lo importante es
la cualidad que individualmente una persona le atribuya a la cosa
objeto del contrato. Según esto, si una persona queriendo comprar
una mesa de hierro forjado, le venden una mesa de hierro simple
puede demandar la nulidad del contrato porque ha cometido un
error.

EN LO QUE RESPECTA A LA TEORÍA ECLÉCTICA

Esta teoría coincide con la teoría objetiva en el sentido que cuando el


error recae sobre la materia es un vicio del consentimiento, pero
encuentra un punto coincidente también con la teoría subjetiva al
considerar también que el error puede recaer sobre las cualidades
que las partes le han atribuido a una cosa. Pero contrario a los
partidarios de la teoría subjetiva, se considera que lo importante
son las cualidades que una persona normal le atribuye como
esenciales a una cosa. Lo determinante no son las cualidades que
uno de los contratantes le haya atribuido a la cosa, sino la opinión
o comportamiento de un contratante normal colocado en un plano
de igualdad de condiciones exteriores.

Partiendo de ese criterio podemos decir que ciertos errores no pueden


ser considerados como vicios del consentimiento. El error sobre el
valor de la cosa no puede ser considerado como un vicio del
consentimiento. Cuando un vendedor se ha equivocado sobre el valor
que posee esa cosa, ese error no tiene ninguna influencia sobre el
consentimiento. No debe confundirse el error sobre el valor de la cosa,
que es aquel que induce a una Persona a contratar, desconociendo
que esa cosa tenía un valor superior, con el error sobre el precio, que
consiste, por ejemplo, en una persona vender por un precio y el
comprador cree comprar por otro precio, en este caso no se trata
simplemente de un vicio del consentimiento, sino de un error
impediente o error obstáculo. Este error se considera que forma parte
del “error incorpore”.

El error del valor de la cosa solamente puede viciar el consentimiento


cuando ese valor ha sido considerado como una cualidad sustanciar
que ha determinado a una parte a contratar, el ejemplo clásico de este
error como vicio del consentimiento es aquel en que incurre una
persona que vende una obra de arte por un precio vil, desconociendo
el valor real que tiene esa cosa, y se justifica esa solución bajo el
predicamento de que si el propietario de esa obra de arte hubiese
sabido el valor real que tenia la cosa no lo habría vendido en el precio
estipulado.

Sin embargo, en cuanto al error sobre el valor de la cosa, nuestra


suprema ha dicho que el valor de las cosas, en si mismo, no puede ser
considerado como una cualidad esencial del consentimiento de tal
manera que el error de una de las partes sobre ese valor no acarea la
nulidad del contrato, salvo aquellos contratos en que la lesión es
admitida como una causa de rescisión.

Tampoco constituye como un vicio del consentimiento, el error que


recae los móviles, motivos o ventajas que tuvieran las partes al
momento de contratar, lo que quiere decir que poco importa que una
persona creyéndose hacer un buen negocio compra un edificio y
posteriormente resulta que no abstuvo los resultados esperados. Los
motivos, móviles o ventajas que uno tuviera presente al momento de
contratar son errores que no surte efecto sobre el consentimiento.
Para que esos errores sean considerados como vicios del
consentimiento se precisa que constituya una condición en el contrato
o en todo caso que se contrate bajo esas condiciones; que constituya
una condición resolutoria, en cuyo caso se aplicara el art.1184 del
código civil.

En otras palabras, para que los móviles, motivos o ventajas puedan


tener influencia en cuanto a la formación del contrato es preciso que
los contratantes hayan condicionado la ejecución del contrato al
cumplimiento o a la ocurrencia de determinados acontecimientos.
JOSSERAND considera que existen errores que son indiferentes para
la validez del acto, entre los cuales hay que citar.
1- El error respecto a las cualidades no sustanciales, son puramente
accidentales de la cosa, por ejemplo, en un libro la calidad del papel o
el estilo.
2- Respecto del valor de la cosa; en principio, la simple lesión sufrida por
una de las partes no vicia los contratos.
3- respecto sobre la persona cuando no es determinante.
4- Sobre los motivos, sobre las razones que en principio y abstracción
hecha de las modalidades de la operación. Han podido decidir a una
de las partes a contratar, como si yo hago una donación en la falsa
creencia de haber obtenido un beneficio.
5- El error puramente material, como el error de cálculo.

Se presenta entre los autores una seria discusión al momento de


establecer si el error debe existir en ambas partes o si basta
que existen una de ellas.

En ese sentido Josserand entiende que el error no se toma en


consideración ni vicia el consentimiento sino en cuanta es
común a ambas partes, en cuanto a sido compartido, el que
entró o debió entrar en la convención, el error ex pacto, aquel
que afecta la común intención de las partes. El error unilateral
no es en modo alguno dirimente, el tribunal no se hace eco
más que del error convenido.

Refiriéndose al mismo concepto es que Eugene Gaudemet se


manifiesta de la manera siguiente: En principio basta que haya existido
el error en una sola de las partes para que el consentimiento resulte
viciado. En ese sentido hay que hacer tres observaciones:

A- Es la parte que invoca el error que debe probarlo y demostrar que por
su naturaleza debe acarrear la nulidad del contrato.
B- Hay caso en los cuales el error no produce la nulidad del contrato. Así
ocurrirá cuando el punto sobre el cual recae el error no ha sido
efectivamente tomado en cuenta por las partes, que de común
acuerdo lo han eliminado.
C- Cuando la parte que ha cometido el error incurre en el por su culpa
(por ejemplo, no pidiendo informes a la otra parte) y la nulidades
resultante de tal error perjudica a la otra parte, la responsable deberá
daños y perjuicios a su contratante.
Los Mazeaud consideran que el error se admite incluso cuando no es
conocido por la otra parte contratante, desde el instante en que sería
sustancia y determinante para un contratante normal. Por el contrario
cuando se trata de una cualidad que no habría sido tomada en cuenta
por un contratante normal, el error no se tendría en consideración
más que si la otra parte conocía la cualidad considerada por el errado
y la influencia que el error ha tenido sobre él en el instante de la
perfección del contrato.

Ellos mismos plantean la distinción entre las cualidades sustanciales y


las no sustanciales. Cualidades sustanciales son: Las que poseen, o
las que deberían poseer normalmente, la cosa en opinión común.
Para la opinión normal, un terreno debe servir para edificar, si está
situado en una zona urbana Para la opinión normal, un terreno debe
servir para edificar, si está situado en una zona urbana. Esta es la
apreciación in abstracto de la cualidad sustancial. Las no sustanciales:
Cuando una cualidad no se considera normalmente por la opinión
común, y no lo ha sido por ambas partes, sino por una de ellas, es
indiferente la creencia errónea en la existencia de esa cualidad.

La jurisprudencia de la scj considera que una convención no es nula


por error en el consentimiento, si, parte de este error, existe en la
convención otra causa determinante del consentimiento valido de las
partes. El mismo tribunal se reserva el derecho de verificar si el error
recae sobre la sustancia de la cosa, de acuerdo con lo dispuesto por el
art. 1110 del cc.

El error sobre la persona. El art. 1110 párrafo segundo, del código civil
dice que el error sobre la persona constituye un vicio del
consentimiento cuando se ha contratado en consideración a esa
persona. Esto quiere decir que el error sobre la persona solamente es
tenido en cuenta en aquellos contratos que se concluyen intuitu
personae, de donde se infiere es que cuantas veces en un contrato a
título gratuito una persona ha errado en cuanto a la otra persona su
consentimiento se encuentra viciado. Esto no quiere decir que el error
sobre la persona se encuentre reservado exclusivamente a los
contratos a título gratuito, pues existen algunos contratos a titulo
oneroso, como la venta a titulo de crédito, en donde la persona del
comprador es determinante: al igual ocurre con el arrendamiento. La
persona del comprador o del arrendatario son determinantes para el
vendedor en dos casos citados.

En el ámbito de los derechos patrimoniales, el error tiene un ámbito de


aplicación más amplio que el de los derechos extra patrimoniales. En
los contratos de orden patrimoniales admite no solo el error sobre la
identidad física o civil, o sobre el estado civil, son sobre las cualidades
juzgadas esenciales. Se anulara una donación si el acto de valor que
el donante quiera recompensar no ha sido cumplido por el donatario.
La moralidad del arrendatario es una cualidad que se juzga esencial
en el contrato de arrendamiento.

Referente a lo extra patrimonial, específicamente en lo relativo al


matrimonio, la jurisprudencia admite restrictivamente el error en la
persona, a fin de evitar la nulidad de un acto tan trascendental. La ley
659 sobre acto de estado civil, dispone en el art. 61 incisos 2, que
cuando haya habido error en la persona, el matrimonio podrá ser
únicamente impugnado por el cónyuge que haya padecido el error.
Agregando el incisos 3 del mismo artículo, que la demanda en nulidad
no es admisible si los esposos hubiesen hechos vida común
continuada durante los seis meses posteriores al momento en que el
cónyuge hubiera recobrado su plena libertad de acción o que hubiere
reconocido el error.

Prueba y apreciación del error: Mientras los actos jurídicos se


encuentran sometidos en principio al rigor de la prueba documental
cuando el valor envuelto es mayor de treinta pesos, los hechos
jurídicos se prueban por todos los medios, inclusive por la prueba
testimonial. El error es un hecho jurídico y como tal puede ser
probado por cualquier medio, inclusive por presunciones. Por ejemplo,
el alto precio que se ha pagado por una cosa hace presumir que el
comprador creía haber comprado una obra autentica y no una copia.

El errans no solamente debe establecer la prueba del error sino de su


carácter determinante, óseo que cualquier otra persona colocada en
igualdad de condiciones exteriores, habría cometido el mismo error

La cuestión si una convención es anulable o no por error, es un


asunto de hecho, corresponde a los jueces de fondo apreciar el valor
de las pruebas aportadas. De igual manera la scj dice que pertenece a
los jueces del fondo, en ejercicio de su poder soberano, declarar la
existencia de la violencia, error o dolo, Así como la influencia que
estos hechos, han podido ejercer sobre el consentimiento para la
formación del contrato, cayendo, tan solo bajo su verificación, lo
relativo a si estos hechos, tales como han sido presentados y
apreciados por la sentencia, poseen los caracteres exigidos por la ley
para determinar la nulidad de la convención, y especialmente si el
error invocado o comprobado recae sobre la sustancia de la cosa, de
acuerdo con lo dispuesto por el artículo 1110 del código civil.

Con relación al efecto del error, este conlleva la nulidad del acto
jurídico que sea celebrado. Pero la naturaleza de esa nulidad
depende de la clase de error en que se incurra. Cuando se trate de un
error obstáculo o impediente, al no existir el consentimiento no hay
contrato y la nulidad sanciona la ausencia de consentimiento por
carecer el contrato por de uno de los requisitos establecidos por el Art.
1108 del código civil para la validez de los contratos, aplicándose la
regla relativa a la nulidad absoluta. Algunos autores consideran que
más que una nulidad absoluta se trata de la inexistencia del acto
jurídico. La nulidad derivada de esta clase de error puede ser invocada
por cualquiera de las partes, y aun por un tercero que demuestre tener
un interés jurídico. Por el contrario, cuando se trata de un error como
vicio del consentimiento la nulidad que ataca el contrato es la nulidad
relativa, y como tal puede ser invocada solamente por la parte a quien
la ley trata de proteger, es decir por el errans.

La distinción entre el error impidiente y el error como vicio del


consentimiento tiene importancia desde el punto de vista de la
prescripción de la acción. La acción en nulidad por error como vicio del
consentimiento, tratándose de una nulidad relativa, prescribe de
conformidad con el Art. 1304 del código civil en un plazo de cinco
anos, mientras que la acción en nulidad por error impidiente prescribe
de conformidad con el derecho común en el plazo de veinte años.

El error no solamente produce la nulidad del acto jurídico afectado por


el mismo, sino que también la persona que ha contratado con el errans
puede demandar a este en reparación de daños y perjuicios que
sufriere a consecuencia del error cometido. Esto se justifica porque al
decretarse nulo el contrato, la parte que contrató con el errans ha
podido sufrir un perjuicio por la no producción de efectos jurídicos de
ese acto. Esto es así a menos que la parte con quien el errans
contrato tuviera conocimiento del error que este estaba cometiendo.

EL DOLO

El artículo 1116 del código civil dice que este es causa de


nulidad, cuando los medios puestos en práctica por uno de los
contratantes, son tales, que quede evidenciado que sin ellos
no hubiese contratado la otra parte.

El profesor Domat, considerado el más grande y clásico de los juristas


franceses del antiguo derecho del siglo XVII, decía que “el dolo es
toda manipulación para engañar a alguien”. Más tarde, en el siglo
XVIII, Pothier, quien se había inspirado en Domat para escribir un
tratado, consideraba el dolo como una especie de artificio de que
alguien se sirve para engañar a otro. Mientras que el error es la
equivocación cometida por uno mismo, el dolo es un error provocado,
inducido. Uno no se engaña, sino que lo engañan. El dolo debe ser
estudiado no solamente desde el punto de vista de la persona
engañada o sea del errans, sino también desde el punto de vista del
que ha inducido al error, es decir del autor del dolo. Ámbito del dolo es
mucho más amplio que el del error porque mientras este solamente
constituye un vicio del consentimiento cuando recae sobre la sustancia
o sobre la persona, el primero, constituye un vicio del consentimiento
aun en aquellos casos en que el error no surte ningún efecto, como
por ejemplo, cuando el error recae sobre el valor de la cosa o sobre
los móviles o motivos que han tenidos las partes para contratar.
Cuando el error sobre el valor de la cosa o el error sobre los móviles o
motivos son inducidos por la otra parte, entonces estamos en
presencia de un dolo.

REQUISITOS O ELEMENTOS DEL DOLO PARA QUE SEA


CONSIDERADO VICIOS DEL CONSENTIMIENTO

Para que el dolo sea considerado como vicio del consentimiento, es


necesarios los siguientes requisitos o elementos: Primero: En lo
relativos al autor del dolo. Por sus orígenes penales se considera que
el autor del dolo debe de actuar a sabiendas y de mala fe. En
consecuencia, cuando actúa por negligencia o imprudencia y estas
impulsan a la otra parte a contratar, no hay dolo porque este debe ser
encausado de mala fe, con la intención de engañar. El dolo es, como
afirma Josserand, una noción intencional.

Segundo: En principio la buena fe se presume, sin embargo de


manera excepcional la ley no. 6087 del 1962 estableció una
presunción de mala fe, En ese sentido la scj dice que el principio de
que el dolo y la mala fe no se presumen es un principio cuya
observancia está a cargo de los jueces.

Tercero: Es preciso también, que el dolo sea reprensible, ósea que,


rebase el término medio del género: El comerciante que alaba sus
productos, que los declara superiores a todos los demás, que afirma
vender más baratos que todos sus competidores, puede ser de mala
fe, pero está inmunizado por el uso, por las costumbre de la vida
corriente, su dolo, en caso de que lo haya, es el dolus bonus de los
romanos, que es un dolo tolerado.

El dolo debe alcanzar cierto grado y no se toma en consideración


como vicio del consentimiento a menos que exceda de cierto grado de
gravedad. Esta condición del dolo, desempeña un papel importante en
la práctica. Los romanos distinguían en dolus malus y el bonus,
distinción que se sirve la jurisprudencia y lado para determinar cuando
el dolo o las maniobras dolosas son susceptibles de anular un contrato
por causa de dolo.

LOS DOLUS MALUS

Estos son aquellas maniobras realizadas de manera expresa y a


sabiendas por parte del deudor del dolo. El dolus bonus no es más
que la exageración de las cualidades o del valor, que una persona
hace de la cosa ofrecida. Se considera que este dolus bonus no ejerce
ninguna influencia en cuanto al contrato y se razona que este no
fundamenta ninguna acción para atacar el contrato por dolo, porque la
seguridad de los negocios jurídicos impone un límite necesario a la
noción de dolo.

Se considera que las simples exageraciones o jactancias publicitarias


realizadas por un vendedor atribuyéndole a la mercancía ofrecida en
venta propiedades que no tiene, constituye un dolus bonus porque es
propio del comercio que un vendedor se jacte de atribuirle a la cosa
ofrecida cualidades exageradas que muchas veces no tienen.

REQUISITOS RELATIVOS AL AUTOR DEL DOLO

En cuanto a los requisitos relativos al autor del dolo es preciso también


decir que el dolo debe proceder del otro contratante, según dice el art.
1116 del cc. El autor de las maniobras debe ser una de las partes en el
contrato. Este requisito marca una diferencia entre el dolo y la
violencia. La violencia es un vicio del consentimiento ya sea que
proceda de la otra parte contratante o de un tercero.

Excepciones al principio de que el dolo debe provenir del otro


contratante:

A- Cuando el otro contratante haya participado en el dolo, lo haya


organizado, haya sido cómplice de él, o incluso cuando haya
tenido conocimiento o se haya aprovechado de él, el contrato
está viciado de nulidad. Pero corresponde a la víctima del dolo
demostrar semejante circunstancia.

B- El dolo, hasta cuando proceda de un tercero, es un vicio del


consentimiento cuando en las liberalidades.
Criterio dominante en nuestros días es que los medios
empleados por la contraparte no tienen que ser necesariamente
exteriorizados, ósea que no se requiere de maniobras exteriores.
Este es el requisito que diferencia el dolo de la estafa.

Guadenment dice que para la existencia del dolo no se requiere de


manipulaciones o actos combinados, pues basta una simple mentira,
sin maniobras, en ciertos casos, el contrato podrá atacarse por dolo
en virtud de simple reticencias, si el contratante se abstiene de ser
ciertas declaraciones que la ley o los usos le imponen.

CRITERIO DOCTRINAL

En ese mismo tenor JOSSERAND NOS DICE LO SIGUIENTE: NO


ES INDISPENSABLE QUE EL DOLO REVISTA EL CARÁCTER DE
POSITIVO, puede estar constituido por reticencias fraudulentas, por
disimulaciones culpables, aun cuando negativo, es susceptible de
viciar el consentimiento. Pero solamente si presenta un carácter
reprensible, si es contrario a la moral jurídica. Sin duda, una simple
reticencia, sin circunstancia agravante, no basta para establecer una
maniobra ilícita constitutiva de dolo, pero no ocurre así en el caso de
quien guardo el silencio tuviera la obligación, el deber de hablar, bien
en virtud de un texto legal, bien por razón de la circunstancia de la
causa o de la naturaleza del contrato que suponía entre las partes
relaciones de confianza reciproca.

Dicen los Mazeaud, por lo común, la reticencia no es culposo, no es


usual que el vendedor llame la atención del comprador sobre todos los
inconvenientes de la cosa; en ese caso, la reticencia es asimilable al
dolus bonus. Pero, si se trata de defectos tales que resulta, normal
señalarlos, debería considerarse como doloso el silencio guardado por
el vendedor. La reticencia no constituye dolo; sucede de modo distinto
en algunos las partes tiene la obligación de advertir a la otra. Es el
caso del contrato de seguro marítimo.

CRITERIO JURISPRUDENCIAL

La jurisprudencia ha admitido el dolo por reticencia siempre que, a


causa de la naturaleza del contrato o de circunstancia particulares,
una de las partes tuviera derecho a desconfiar de la entera buena fe
del otro contratante.

Debo llamar la atención en cuanto a la deferencia entre la redacción


del Art. 1116 del código civil francés y el de nuestro país. El texto
francés nos habla de maniobras practicadas por la otra parte mientras
que el texto dominicano dice medios puestos en práctica esta
diferencia le da a la redacción dominicana una mayor cobertura en
cuanto a lo que debe entenderse por dolo. De modo que muchas de
las discusiones originadas en Francia en cuanto a la naturaleza del
dolo no parecen tener lugar en nuestro derecho.

Donde mayor actividad ha tenido la noción de reticencia ha sido en el


campo de los seguros. El art.348 del código de comercio, anula el
contrato de seguro marítimo cuando es el resultado de reticencia del
parte del asegurado.

En Francia el art. L-1131-2 del Codes Des Assurances, que sustituye


el art. 15 de la ley de seguros terrestres del 13 de julio de 1930,
sanciona la reticencia cometida por el asegurado

En la Republica Dominicana la ley Núm. 126 de 1971, sobre Seguros


Privados de la Republica Dominicana, sancionaba la omisión, el
ocultamiento de hechos y las declaraciones incorrecta del asegurado,
cuando el asegurador no hubiera emitido la póliza en forma alguna, o
en la forma o por el valor que la emitió, de haber conocido los hechos
verdaderos según son requeridos en la solicitud de seguro o en
cualquier otra forma, Esa misma disposición existe en la actualidad
según lo dispone el art.62 de la ley Núm. 146-02 sobre seguros y
fianzas de la república dominicana.

Sobre la reticencia en materia de seguro, la suprema corte de justicia


considera que para que la reticencia invocada puede entrañar la
nulidad del contrato es preciso que ella haya recaído sobre una
circunstancia esencial; pues no toda reticencia entraña
necesariamente la nulidad del contrato; es preciso que la falsa
declaración haya determinado el consentimiento del asegurador a
contratar las condiciones convenidas ; el fraude o la mala fe,
sancionados con la nulidad del seguro, están caracterizados por la
intención de engañar al asegurador.

De igual manera nuestro máximo tribunal judicial considera que lo que


constituye una reticencia es el hecho del asegurado tener
conocimiento de la enfermedad que padece.

Para que la reticencia o la falsa declaración entrañen la nulidad del


contrato de seguro es preciso que sea dolosa, pues el declarante
disimula un hecho cuya gravedad conoce.

Corresponde a los jueces del fondo decidir, de acuerdo con los


elementos de la causa, si la omisión de una declaración en un acto o
de un hecho ha podido influir en el espíritu del asegurador en cuanto a
su opinión relativa al riesgo o saber su objetó, y constituir a partir de
ese momento, una reticencia que anule el contrato de seguro
En otro orden, al fichar la sentencia del 8 de mayo del 2002 dictada
por la primera cámara de la suprema corte de justicia, su presidente,
en la recopilación jurisprudencial titulada Un lustro de Jurisprudencia
Civil, dice lo siguiente: “de acuerdo con el art. 1116 del código civil, el
dolo no s presume: debe probarse. El tribunal debe determinar en su
sentencia los medios y maquinaciones puestos en práctica por un de
los contratantes, de la naturaleza a quien se considere victima de dolo
no son suficientes para probarlo y derivar beneficio en su favor.

NATURALEZA DEL ACTO DOLOSO

Sobre la naturaleza del acto doloso podemos señalar que las


actuaciones puestas en prácticas con el fin de captar la voluntad de
una persona para obtener su consentimiento en la realización de un
acto jurídico, constituye un dolo. Captar la voluntad de una persona, es
el poder de dirección que se ejerce para asumir el dominio sobre la
voluntad de una persona debilitada por diversos móviles, tales como
conflictos emocionales o familiares, etc.

Para que se produzca la captación de la voluntad no es necesario que


el que haya sido objeto de ella esté sufriendo de enajenación mental.

Es correcta la diferencia que establece la suprema corte de justicia en


cuanto el dolo y a la estafa, se pone de manifiesto cuando dice que
cuando ante la jurisdicción represiva no es establezca a la existencia
del fraude que caracterice una estafa, ese descargo no significa que
antes la jurisdicción civil no pueda probarse, por todos los medios, el
dolo o fraude capaz de viciar el acto jurídico que haya dado lugar a la
querella y a la litis civil.

La distinción entre el dolo y la estafa tiene una importancia


procedimental trascendental en cuanto a la aplicación de nuestra regla
de que lo juzgado en lo penal se impone a lo civil; es decir en cuanto a
la autoridad de lo juzgado en lo penal sobre lo civil. Si los elementos
constitutivos del dolo fueran los mismo de la estafa tendíamos que
admitir que cuando la jurisdicción penal descargara al acusado del
delito de estafa esta decisión no podría ser desconocida por l juez de
lo civil. Sin embargo, en razón de la diferencia existente entre esas
dos figuras jurídicas la sentencia de descargo adoptada por el juez
penal no se impondrá al juez de lo civil; perola sentencia penal
condenatoria por el delito de estafa si e impondrá al juez de lo civil, en
aquellos casos en que la acción civil sea llevada separadamente de la
acción pública.

REQUISITOS RELATIVOS A LA VÍCTIMA DEL DOLO

El Art. 1116 del código civil establece un requisito relativo a la víctima


del dolo que consiste en que los medios puestos en práctica sean
tales, que quede evidenciado que sin ellos no hubiese contratado la
otra parte. Es lo que en derecho se denomina que el dolo debe ser
determinante.

Sobre el carácter determinante del dolo las Mazeaud dicen que el


requisito de que el dolo debe ser determinante, es un requisito doble.
Se precisa: Primero: que las reticencias, mentiras o maniobras hayan
alcanzado su objeto, o cometido un error; Segundo: que ese error le
haya determinando a prestar su consentimiento. Pero, en la práctica
esos dos requisitos se confunden; puesto que el engaño no recaerá
sobre un hecho que sería indiferente para la conclusión del contracto;
se referirá a un hecho que deba ser decisivo para la victima del dolo.
Por eso no se les separa; se enuncian acumulativamente cuando se
afirma que el dolo debe haber sido determinante.

Se precisa pues, que los medios empleados por una de las partes
hayan inducido al otro contratante y que ese error haya llevado a
celebrar el contrato. Ese dolo determinante se denomina también
como dolo principal.

Por lo demás, solamente deben considerarse como dolo aquellos


medios realizados con anterioridad o concomitantemente con la
celebración del contrato, lo que se justifica en razón de que en estos
casos una de las partes se encuentra determinada a contratar por
esos medios o maniobras, mientras que en el otro caso, como ya el
contrato se ha celebrado, poco importa que después de su conclusión
se cometa un dolo.

La conducta de la víctima del dolo debe de apreciarse in concreto y no


in abstracto. Si el dolo se apreciara in abstracto habría que tomar en
consideración cual sería el comportamiento de una persona normal
colocada en igualdad de circunstancias exteriores; mientras que al
apreciarse in concreto debe tomarse en consideración la persona
misma de la víctima. Se considera que particularmente ingenua;
dosifica las maniobras y mentiras según el grado de inteligencia que
supone en su víctima; por lo tanto son las personas más débiles, las
menos experimentadas, las que deben ser mejor defendidas.

Con relación a la prueba del dolo, ha dicho la última parte del Art. 1116
del código civil que el dolo no se presume: debe probarse. Esta
disposición ha sido en ocasiones interpretada en el sentido de que la
prueba del dolo no puede ser hecha mediante presunciones. Sin
embargo, la corriente más socorrida es la que este dispone es que no
existe una presunción legal. Probar un dolo, es probar un hecho
jurídico, no un acto jurídico, por consiguiente, son admisibles todas los
medios de prueba.

La anterior interpretación está en consonancia con la jurisprudencia


dominicana, como se demuestra con la sentencia de nuestro máximo
tribunal que dispone que cuando el art. 1116 del código civil dice que el
dolo no se presume sino que debe ser probado, lo que quiere no es
impedir la prueba del dolo presunciones, sino establecer que el dolo
no se presume, sino que debe ser probado, y que no puede ser
probado por simples inducciones.

El dolo es una cuestión de hecho de la soberana apreciación de los


jueces del fondo, que no puede ser censurada en casación, salvo que
se incurra en desnaturalización, y admite la prueba testimonial.

La existencia del dolo o del fraude realizado con el propósito de


obtener el consentimiento de una persona en la realización de un
contrato, es una cuestión de hechos que corresponde a la soberana
apreciación de los jueces del fondo; sus decisiones al respecto
escapan al control de la casación.

Cuando se capta la voluntad de una persona para obtener una venta,


la prueba testimonial es admisible para establecer los hechos.

EFECTOS DE LA NATURALEZA JURÍDICA DEL DOLO


La misma naturaleza jurídica del dolo implica necesariamente una
actuación de mala fe de parte del autor del mismo. Esta actuación al
mismo tiempo que ha inducido al error que vicia el consentimiento de
la víctima, constituye una falta de su autor. De esto se deriva que la
sanción del dolo sea doble.

Por una parte, con lleva la nulidad relativa del contrato; perteneciendo
el ejerció de la acción a la víctima, en razón de que el principio es que
todas las nulidades relativas están instituidas para la protección de la
parte a quien la ley trata de proteger.

Pero la victima puede también, si prueba el perjuicio que el dolo le ha


causado, demandar en responsabilidad civil al autor del dolo para que
este le repare el daño causado, así como a todas aquellos que por su
culpa hayan permitido o facilitado ese dolo.

La victima puede, sin demandar la nulidad del contrato por dolo,


demandar la reparación del perjuicio que el dolo le ha causado.

LA VIOLENCIA

La violencia se encuentra reglamentada por los artículos. Del 1111 al


1115 del código civil. Es sus orígenes la violencia constituía un delito
penal y como tal era sancionada. Hoy en día la idea de infracción
penal no subsiste e nuestro derecho, no obstante a que el código
penal castiga en su art. 400, modificado por la ley Núm. 461 del 17 de
mayo de 1941, gaceta oficial Núm. 5595 al que hubiere arrancado por
fuerza, violencia o constreñimiento, la firma o la entrega de un escrito,
acto, titulo o documento cualquiera que contenga u opere obligación,
disposición o descargo, estableciendo como sanción la pena de tres a
diez años de trabajos públicos, hoy sustituida por la denominación
reclusión, según el art.106 de la ley num.224 de 1984.

A este respecto, podemos distinguen dos tipos de violencia diferente


una de otro, ellos son la violencia física y la violencia moral.

a) La violencia física es aquella mediante la cual una persona aprovecha


la falta de voluntad de otra persona para realizar un acto jurídico,
como por ejemplo, tomarle la mano para que afirme un documento. O
también cuando se aprovecha la circunstancia de una persona que se
encuentra bajo un estado hipnótico, bajo los efectos de una
embriaguez total, o bajo los efectos de estupefacientes. En este tipo
de violencia existe una ausencia completa de voluntad. La parte que
ha actuado por violencia no ha dado su consentimiento y por eso la
nulidad con que se sanciona el acto jurídico obtenido bajo las
circunstancias de violencia es la nulidad absoluta.

b) La violencia moral es aquella que consiste en amenazar una persona


con ocasionarle un mal considerable, como por ejemplo, cuando se le
obtiene la firma de un documento bajo la amenaza de muerte. La
única violencia susceptible de viciar el consentimiento es la violencia
moral; en esta existe voluntad, aunque viciada, pero s existe. Se parte
del aforismo latino de voluntad coactas est voluntas.

La única violencia, pues, que nos interesa retener es la que vicia el


consentimiento, es decir la violencia moral.

Para la existencia de la violencia como vicio del consentimiento es


preciso que se encuentren reunidos lo requisitos siguientes:

Primero: La violencia debe ser ilegitima. Para que la violencia pueda


ser considerada como ilegitima es preciso que no sea la resultante del
ejercicio de un derecho; cuando una persona ejerce un derecho
protegido por la ley, no se puede decir que ha ejercido una violencia
capaz de viciar el consentimiento de la persona contra quien ese
derecho ejercido. Es como dice Gaudemet, la violencia debe ser
contraria al derecho, contra bonos mores. Estos significan que la
amenaza no anularía el contrato si derivara del ejercicio de un
derecho, aun que tal ejercicio pudiese causar un mal considerable. El
acreedor de un comerciante a punto de quebrar va en busca del padre
de dicho comerciante y le exige que garantice a su hijo, pues de lo
contrario pondrá a este en quiebra; el padre consiente en ello, aunque
obligado por el temor de un mal considerable; el contrato no será nulo,
pues el acreedor, de ejecutar su amenaza, no haría sino ejercer su
derecho.

De igual manera, debe considerarse como legitima quien ante la


amenaza de embargo se ve precisado a vender sus bienes. Por igual,
cuando el arrendaría que le ha robado a su arrendador se ve
contenido abandonar el predio arrendado bajo la amenaza de querella
en su contra. Sin embargo, en ciertas circunstancias el ejercicio de un
derecho es susceptible de viciar por violencia el consentimiento de la
otra parte y esto ocurre cuando no existe una relación directa entre el
derecho que se amenaza con ejercer y la convención o contrato que
se obtiene bajo esa amenaza. Por ejemplo, cuando el marido a
sabiendo que su mujer le es infiel y bajo amenaza de que demandara
el divorcio por causa de adulterio o que presentara una querella penal
en su contra, obtiene de ella un reconocimiento de una deuda
inexistente. En fin, en todos aquellos casos en que no existe una
relación directa entre el derecho ejercido o el que se amenaza con
ejercer y la convención que se obtiene bajo esa amenaza. Se
considera que el consentimiento se encuentra viciado por violencia.

En otras ocasiones la jurisprudencia hace su aplicación de la teoría del


abuso del derecho para sancionar un derecho obtenido bajo las
circunstancia derivadas de dicha teoría.

Es como afirma Josserand, la jurisprudencia distingue así entre el uso


regular de las vías de derecho y el uso abusivo, al punto de que
vuelven a aparecer los conceptos de fin o de móvil: Un comprador que
sorprende a un vendedor en flagrante delito de engaño sobre la
medida de la escancia, puede muy legítimamente, amenazarlo con
perseguirlo, exigir el reembolso de la suma que percibió
indebidamente, pero no podría aprovechar la situación para hacerse
pagar sumas considerables sin causa legítima seria, Las vías de
derecho deben estar siempre al servicio del derecho, no pueden
desviarse de su destino y convertirse en cierto modo en
procedimientos de escalamiento, su utilización debe hacerse, bajo
pena de abuso, por motivo legitimo.

Nuestra suprema corte de justicia, actuando como corte de casación,


se pronuncia en el sentido anteriormente expuesto, al considerar en la
sentencia indicada más abajo, que el ejercicio de un derecho no puede
constituir una violencia que vicie el consentimiento. Al efecto dijo:

Considerando, que el ejercicio de las vías de derecho normales jamás


puede constituir la violencia moral que vicie una transacción; que en la
especie no puede alegrarse, con éxito, que el procedimiento de
desalojo incoada por N.N.V.M., contra F. de L., C. por A., invirtud de
una sentencia dictada por el Juzgado de paz de la Quinta
Circunscripción el 12 de junio de 1975, que la autorizo a efectuar ese
desalojo, constituyo un hecho de violencia ejercido para coaccionar a
dicha compañía con el fin de que firmara el acto celebrando el 19 de
agosto del 1975, ya que se trata de una vía legal de ejecución ni
tampoco constituida el abuso del ejercicio de un derecho, tal como lo
apreciaron soberanamente los jueces del fondo…

Esa violencia ilegitima puede proceder tanto de la otra parte


contratante como de un tercero cualquiera. Aquí existe una marcada
diferencia con el dolo, el cual como hemos señalado
precedentemente, es preciso que proceda de la contraparte.

Esa diferencia de tratamiento entre el dolo y la violencia podría


explicarse en razón de que la violencia normalmente pone en juego
cuestiones de orden público y de interés social, mientras que el dolo
podría consistir en ocasiones hasta en una simple mentira.

Algunos autores, como Gaudamet, al tratar de buscar una explicación


sobre esa diferencia, dicen que para explicarla era necesario recordar
que la nulidad derivada de la violencia no es una pena impuesta al
autor de la violencia, sino que resulta de un vicio del consentimiento
de la persona que ha sido víctima de ella. Ese vicio es idéntico
cualquiera que sea el autor de la violencia, contratante o tercero. La
violencia es siempre causa de nulidad, cualquiera que sea la persona
de la que emane.

Los Mazeaud plantean el problema que se deriva en determinar si es


posible que se considere como violencia el trato realizado por una
persona bajo un estado de necesidad. Algunas autores, aun
considerando que el estado de necesidad no constituye una violencia,
estiman, por otra parte, que el compromiso adoptado bajo el imperio
de la necesidad puede ser anulado por falta de causa; salvo hacer que
rijan, si ha lugar a indemnizar a la parte, los principios del
enriquecimiento sin causa o de la gestión de negocios ajenos. Otros,
para deshacer el contrato, recurren a la noción de lesión. La coacción
es un vicio del consentimiento; es indiferente, pues que sea provocada
por una culpa o por un acontecimiento anónimo. Negarse a admitir el
estado de necesidad, conduce a establecer una diferencia injustificada
entre la violencia y el error; puesto que se tiene un cuenta el error,
haya sido provocado voluntariamente o no, porque no debe tenerse
presente el miedo en las misma condiciones.

Tal como apunta Gaudemet, en ciertos casos, resultara que la persona


a quien se hizo la promesa excesiva abuso fraudulentamente del
desamparo de la otra parte para imponerle condiciones leoninas. La
jurisprudencia aplica esta idea en materia de compromiso suscrito por
el capitán de una nave al garete, al que el capitán de los otros nave
pide una suma excesiva por salvar la primera y si cargamento.

No todo estado de violencia es susceptible de viciar el consentimiento.

En el sentido anterior, se ha pronunciado la primera cámara de la


Suprema Corte Justicia cuando dice lo siguiente : “Considerando, que
si bien es verdad que el estado de prisión preventiva que traer
consigo, en principio, cierto componente de violencia que podría
afectar eventualmente el consentimiento, no menos valido es que
como esa situación de arresto provisional no acarrea privación de los
derechos civiles, la misma no puede conformar aisladamente, sin otros
elementos que la caractericen, un estado de violencia capaz de viciar
el consentimiento contractual, cuestión no ocurrente en la especie.

En todos esos casos en que el compromiso asumido por el deudor es


la consecuencia de una fuerza independiente de la voluntad de las
partes contratantes y exterior a la voluntad de las partes contratantes y
exterior a la operación misma, como si un viajero, retenido en
cautividad por los bandoleros, promete, a quien lo liberte, toda o parte
de su fortuna, es preciso emitir, como lo afirma Josserand, que ese
compromiso es encuentra viada.

Segundo: La violencia debe ser determinante. El carácter


determinante de la violencia significa que esta debe ser de tal
magnitud que sin ella la victima de ella no habría contrado.la
violencia debe ser apreciada in concreto, tomando en cuenta la
reacción de una persona determinada. el juez debe al momento de
apreciar la violencia tomar en cuenta todas las circunstancias internas
como externas, tales como la edad, el sexo y la condición de las
personas.
La violencia puede ser ejercida no solamente sobre la vida o sobre la
fortuna de la otra parte, entendiéndose por fortuna cualquier cosa que
se juzgue de valor para esa parte, sino que además la violencia puede
ser ejercida sobre el esposo o la esposa, sobre los ascendientes y los
descendientes. Se considera que es enumeración no es limitativa, sino
puramente enunciativa; pero cuando la violencia se ejerce sobre una
persona distinta a las precedentemente. Se considera que esa
enumeración no es limitativa, sino puramente enunciada; pero cuando
la violencia se ejerce sobre una persona distinta a las
precedentemente señaladas, la victima debe de probar el carácter
determinante de la violencia; carácter que se considera determinante e
los casos e los parientes señalados por el art. 1113 del código civil.

Finalmente, tanto la prueba de la violencia como el carácter


determinante de la misma se prueban por todos los medios. Prueba
que le corresponde aportar a la víctima.

Efectos de la violencia. La violencia física entra la nulidad absoluta del


contrato, toda vez que en ella no existe voluntad, no existe
consentimiento, por lo tanto falta uno requisitos establecidos por el art.
1108 del código civil para la validez de los contratos.

Cuando la violencia es moral, la voluntad ha existido pero está viciada.


La sanción establecida para la violencia moral es la nulidad relativa, la
cual solamente puede ser demandada por la victima de la violencia.

Independientemente de la acción en nulidad, la víctima se beneficia de


una acción en responsabilidad civil contra el autor de la violencia, por
construir esta una falta.

LA LESION

La lesión es el perjuicio económico que sufre una de las partes


contratantes.

Dentro de los vicios generales del consentimiento consagrado por el


art.1109 del código civil la lesión no se encuentra presente, pues ella
fue consignada por el art.1118. Eso tiene su justificación en que la
lesión es un vicio excepcional del consentimiento, que solo tiene
aplicación en determinados contactos, y en cuanto a determinadas
personas.

Siendo la lesión un perjuicio de carácter económico, lógicamente ese


vicio solo es susceptible de afectar a aquellos contratos de los cuales
se deriven ventajas económicas es decir en los contratos a titulo
onerosos.

Es ajena a los contratos a titulo gratuitos, pues estos no generan


ventajas reciprocas para las partes. Pero no todos los contactos a
titulo onerosos pueden ser afectados por la lesión, pues los contactos
aleatorios escapan a su sanción en razón de que las partes desde el
momento mismo de la formación del contrato han aceptado
voluntariamente el riesgo que implica la posibilidad de pérdidas o
ganancias.

Dice el profesor Luis R. del Castillo Morales, en cuanto al concepto de


lesión, que excepto en los contractos a título gratuito, en los cuales
una de las partes desprende de un valor sin esperar en cambio una
contrapartida, y de los contractos aleatorios en los cuales los
contratantes hacen depender del azar el valor de las prestaciones que
recibirán, es claro que una de ellas, al concluir un negocio jurídico
espera recibir de su contraparte un valor igual al que da aquella. Si
nos ajustamos estrictamente al principio de la autonomía de la
voluntad, llegamos a la conclusión de que, una vez formado el
contracto que las partes consintieron, no se debe poder volver sobre lo
pactado a menos que la emisión de su voluntad no hubiese sido libre o
que el pacto consagra una injusticia o sea contrario a la ley, a las
buenas costumbres o al interés social.

Los redactores del código civil solamente tuvieron en cuenta la lesión


como vicio del consentimiento con respeto a los menores de edad y en
determinados actos jurídicos.

El Art. 1305 hace de la lesión una causa general de nulidad de los


contratos celebrados por el menor. Dicen los Mazead que ese texto en
interpretación de la jurisprudencia, se refiere a los actos cumplidos
irregularmente por el menor de edad y que el tutor habría tenido el
poder de realiza por si solo o que el menor emancipado habría podido
efectuar válidamente con la exclusiva asistencia de su curador. Esos
actos, a diferencia de aquellos para los cuales hubiera sido necesaria
la autorización del consejo de familia, no son nulos en todos los casos,
sino solamente rescindibles: no son nulos más que si han lesionado al
menor.

Sobre la lesión relativa a los menores de edad, la suprema corte de


justicia ha dicho que los contratos realizados por un menor, y para los
cuales la ley no ha determinando formas especiales, no son nulos por
causa de nulidad sino solamente rescindibles por causa de lesión, por
tanto cuando el menor demanda la rescisión de un contrato debe
probar que ha sido lesionado; además, la existencia de la lesión es
apreciada soberanamente por los jueces del fondo.

Fuera de los casos de los menores de edad, referidos por el Art. 1305,
los redactores del código civil solamente admiten la lesión como vicio
del consentimiento en los casos siguientes: aceptación de herencia;
las sociedades; la partición; y la compraventa.

Este testo, hace de la lesión una carta general de nulidad de los


contractos celebrados por el menor. Dicen los Mazeaud que ese texto
en interpretación de la jurisprudencia, se refiere a los actos cumplidos
irregularmente por el menor de edad y que el tutor habría tenido el
poder de realizar por si solo o que el menor emancipado había podido
efectuar válidamente con la exclusiva asistencia de su curador. Estos
actos, a diferencia de aquellos para los cuales hubiera necesaria la
autorización del consejo de la familia, no son nulos en todos los casos,
sino solamente rescindibles: no son nulos más que si han lesionado al
menor

Sobre la lesión relativa a los menores de edad, la suprema corte de


justicia ha dicho que los contractos realizados por un menor, y para los
cuales la ley no ha determinado formas especiales, no son nulos por
causa de nulidad sino solamente rescindibles por causa de lesión, por
tanto cuando un menor demanda la rescisión de un contracto debe
probar que ha sido lesionado; además, la existencia de la lesión es
apreciada soberanamente por los jueces de fondo.

Fuera de los casos de los menores de edad, referidos por el art. 1305
los redactores del código civil solamente admiten la lesión como vicio
del consentimiento en los casos siguientes: aceptación de herencia,
las sociedades, la partición y la compraventa.

Desde el punto de vista del estudio de las obligaciones solamente nos


interesa la lesión en cuanto a la partición y en cuanto a la
compraventa.
El Art. 887 del código civil, siguiendo la tradición de que la igualdad es
el alma de la partición, declara rescindible por lesión la particiones
cuando unos de los compartimentes haya recibido un lote de un valor
inferior en más de una carta parte a la que habría debido constituir su
parte.

Por su parte el art. 1674 del mismo código, concede al vendedor de


inmuebles lesionado en más de las siete duodécimas partes en el
precio de un inmueble, el derecho de pedir la rescisión de la venta por
lesión.

El art 1674 limita la acción rescisoria por la lesión al vendedor de un


inmueble. El vendedor de un mueble esta privado de dicha acción,
como un vestigio del aforismo res móviles, res vilis.

De manera expresa el art. 1683 le niega al comprador la rescisión por


lesión. De igual manera el art.1684 excluye del ámbito de la lesión las
ventas que según la ley solamente pueden hacerse con autorización
judicial.

Sobre la justificación a la prohibición establecida por el Art. 1684, se


invoca que las ventas previstas por ese artículo (venta de menores o
incapaces y ventas por embargos) se realizan con la autorización y por
orden de los tribunales, que las fiscalizan. Se organiza una publicidad
para atraer a los adquirientes y las competencias que se establece
entre ellos con motivo de la subasta, como la posibilidad de una puja,
permiten obtener un justo precio, y excluyen por ello, en principio,
cualquier posibilidad de lesión.

FUNDAMENTO DE LA RESCISIÓN POR LESIÓN

Existen dos tesis contrapuestas que persiguen fundamentar la


rescisión por lesión: la tesis subjetiva y la tesis objetiva.
A) la tesis subjetiva funda la rescisión por lesión en la existencia de un
vicio del consentimiento. Es preciso para que haya lesión que el
consentimiento haya sido dado por error, dolo o violencia. Si quien
invoca la lesión no ha sido víctima de un vicio del consentimiento, si ha
aceptado con plena voluntad, con pleno conocimiento de causa la
realización del contrato, es porque ha querido hacer una liberalidad
por la porción en que se ha lesionado. Según esta tesis, quien invoca
la lesión tiene que probar no solo el perjuicio causado por el contrato,
sino la existencia del vicio del consentimiento que lo introdujo a
realizar el contrato.

B) La tesis objetiva funda la rescisión sobre el desequilibrio entre la


prestación procurada y la ventaja obtenida del contrato. La lesión
constituye entonces una aplicación particular de la teoría de la causa:
el contrato lesivo se anula o se reduce por defecto parcial de causa.
Los partidarios de la teoría objetiva sancionan, pues, la lesión en si
misma, sin averiguar si es consecuencia de un vicio del
consentimiento.

Dicen los Mazeaud que los redactores del código civil se inspiraron en
una y otra tesis. Porthier consignaba ya algunos argumentos de orden
objetivo y subjetivo, que fueron reproducidos por los redactores del
código civil. De la tesis subjetiva tomaron la sanción de lesión: la
nulidad relativa de protección; de la tesis objetiva admitieron que no se
necesita una investigación subjetiva: la victima de la lesión no tiene
que probar que su consentimiento ha sido viciada.

PRUEBA DE LA LESIÓN

La parte que alega la lesión no está obligada a probar que su


consentimiento fue dado por error, dolo o violencia; es decir que no
tiene que probar que ha sufrido un desequilibrio económico dentro de
las proporciones establecidas por la ley en cada caso. La parte
contraria al lesionado puede probar que este actuó con una intención
liberal, en el desequilibrio del contrato, y demuestra que el acto
constituye, en una parte, una donación indirecta o disfrazada, no hay
lugar a invocar la lesión.

El documento de compraventa, en donde se hace constar una


declaración del vendedor de que renuncia a invocar posteriormente la
donación no tiene ninguna validez. Esto se justifica por que el
contratante que sepa que el contrato que causa un perjuicio a la
contraparte le hará renunciar por anticipado al beneficio de la acción
rescisoria por lesión. Art 1674 del código civil dispone que el vendedor
tiene derecho a pedir la rescisión de la venta, aun que haya
renunciado expresamente a esa facultad en el contrato, o declarado
que hacia una donación de la diferencia del precio sin embargo, se
admite generalmente, que después del cumplimiento del contrato
(luego del pago en la compraventa), el contratante lesionado no se
encuentra ya bajo la dependencia económica del otro contratante; este
n dispone ya de medios de presión. Por eso, las convenciones
posteriores relativas a la renuncia del ejercicio de la acción rescisión
por lesión, son validas.

Sobre la facultad de los jueces para apreciar la lesión, la suprema


corte de justicia ha dicho que la existencia de la lesión es apreciada
soberanamente por los jueces del fondo.

No caben dudas de que la lesión se aprecia al momento de la


celebración del contracto. La lesión es un perjuicio contemporáneo del
contracto. En ocasiones, un contracto, equitativo en el instante de su
formación, se revela perjudicial para una de las partes en el momento
de su cumplimiento. El perjuicio sufrido con posterioridad a la
celebración del contracto no es una lesión. Hay que situarse, pues, en
el momento en que el contracto se haya concertado para apreciar si
existe lesión. En el caso de la compraventa con condición suspensiva,
hay que situarse en el día en que se haya concluido el contracto, no el
día de la llegad de la condición; pues la condición lo retrotrae.

El asunto del momento de la apreciación de la lesión es más fácil


cuando se trata de un contrato con opción a compra. La jurisprudencia
francesa parece inclinarse a que lo que formaliza el contracto es el
ejercicio del derecho de opción de compra y que es en ese momento
que hay que colocarse para saber si hay o no lesión.

Esto es muy importante porque admitir lo contrario sería


contraproducente porque la lesión se apreciaría en el momento en que
se celebra el contrato de opción.

PROCEDIMIENTO ESPECIAL DE PRUEBA


Dice Gaudemet que se requiere un procedimiento especial, pues la
prueba que haya que rendir es particularmente delicada; por tal
motivo, se la rodea de garantías especiales. El procedimiento se
compone de tres fases:

1.- Se requiere una primera decisión que autorice al actor la rendición


de la prueba. Los jueces no deben dar la autorización sino cuando los
hechos invocados son suficientes verosímiles y graves para hacer
presumir la lesión.

2.- Si el juez autoriza la rendición de la prueba, esta no podrá hacerse


sino por un dictamen de tres peritos que levanten una acta y expresen
su opinión por mayoría de votos. Se requiere el peritaje de tres
personas. No se permite a las partes someterse a la decisión de un
solo experto, como lo autoriza el derecho común.

3.- Una vez que los expertos han rendido su dictamen, el juez
pronuncia una segunda resolución decidiendo en cuanto al fondo. No
queda sometido a la opinión de los expertos; debe pedirla, pero no
está obligado a acatarla.

EFECTOS DE LA LESIÓN

La lesión, al igual que los vicios generales del consentimiento, se


encuentra afectada por la acción de la nulidad relativa. Acción que el
caso específico de la lesión se denomina rescisión y prescribe, de
conformidad con el art. 1676 el código civil después haberse pasado
dos años, contados desde el día de la venta. Este plazo corre contra
las mujeres casadas y contra los ausentes, los declarados en
interdicción y los menores, que tengan por causante un mayor que
haya vendido. Se cuenta también este plazo, sin que se le suspenda,
durante el transcurso del tiempo estipulado por el convenio del
retracto.

Después de la celebración del contrato, la parte que ha sufrido la


lesión puede proceder a la confirmación de ese acto, lo cual tal como
hemos expuesto anteriormente podría hacerlo mediante una
convención posterior al contrato; lo que está prohibido es que el
mismo contrato contenga una clausula de renuncia a prevalerse de la
lesión.

El efecto retroactivo que presenta la acción rescisoria por lesión, tiene


como consecuencia que se destruyan todos los derechos constituidos
sobre la cosa con posterioridad a la celebración del contrato. Para
evitar tales problemas, el art. 1681 del código civil dispone que en
caso que se admita la rescisión, tiene derecho el comprador, o a
devolver la cosa tomando el precio que haya pagado, o a quedarse
con el precio, pagando el suplemente de su justo valor, bajo la
deducción de la decima parte del precio total. El tercer poseedor tiene
el mismo derecho, salvo la garantía contra su vendedor.

Debe observarse que el plazo de dos años establecido por el Art. 1676
para ejercer la acción rescisoria por lesión rompe el plazo común de
cinco años establecido por el art. 1304 del código civil para las demás
nulidades relativas. De ahí que se considera que el plazo del Art. 1676
más que un lazo de prescripción es un plazo perentorio o plazo
prefijado, pues no se suspende en provecho de los incapacitados y de
los ausentes.

Sobre la prescripción de la acción en rescisión por lesión, nuestra


suprema corte de justicia ha dicho, que los jueces del fondo no pueden
suplir de oficio la excepción que resulta de la prescripción, conforme a
la regla dictada por el Art. 2223 del código que es aplicable al caso del
Art 1676 del mismo código, que establece contra la acción en
rescisión por causa de lesión, una prescripción especial, en cuanto
reduce a dos años la duración de la acción en rescisión de las
convenciones establecidas por el art 1304 de ducho código para todos
los casos en que no está limitada a menor tiempo por una ley
particular.

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